DE LA GUERRA SUCIA A LA GUERRA LIMPIA
Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)
Desde su exilio en Caracas, León Rozitchner escribió en 1982 un lúcido ensayo -editado
en formato libro en 1985 por Centro Editor de América Latina- titulado Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia. El punto ciego de la crítica política.
El texto circulará por las redes de exiliados como un baldazo de agua
fría, señalando aquellos puntos que entonces, en un contexto de
realzamiento del patriotismo, nadie parecía muy dispuesto a cuestionar.
Rozitchner denuncia en su escrito que ese realzamiento del
patriotismo por parte de las FF.AA no busca otra cosa más que limpiarse
el rostro, simulando participar de una guerra limpia luego de años de
desarrollar puertas adentro la guerra sucia (“guerra que prolongó el
horror del genocidio en el envío de cientos de adolescentes a la
muerte”). Por eso en 2005, al reeditar el libro, el legendario
integrante del grupo Contorno va a subrayar que Malvinas es todavía una
cuenta pendiente; porque es –dice– entre muchos otros, “uno de esos
eslabones que atenacea el secreto político de una cadena férrea de
ocultamientos y engaños que ciñe el cuerpo despedazado y tumefacto a
que ha quedado reducido esto que llamamos patria”.
Sus reflexiones no dejan lugar a dudas: el Ejercito Argentino
–sostiene– es una fuerza que se ha formado y se ha definido en los
límites que el propio enemigo le proporcionó. “Si hasta las categorías
de la guerra son producto del enemigo, y forman parte de su doctrina de
guerra, que es de Contrainsurgencia y Seguridad Nacional, que fundamenta
su plan de guerra”. En este sentido, las Fuerzas Armadas Argentinas se
constituyeron como fuerza de ocupación –antinacional– en el propio
territorio, buscando implantar por la fuerza, en el propio país, la
dominación que permitiera el despojo de sus habitantes, sobre todo de
sus clases populares. De allí que resultara absurdo que después se
pretendiera, en nombre de la unidad nacional, que esos mismos sectores
pelearan junto a sus opresores. Los Pichis, los protagonistas de Los Pichiciegos
de Fogwill, son un claro ejemplo de esa paradoja. La contracara de esa
guerra. De allí que resulte sugestiva la pregunta que, en determinado
momento de la novela, surge en la Pichicera: ¿Por qué las trincheras
están llenas de “cabecitas negras”? La respuesta salta a la vista:
porque el Ejército Argentino, desde Caseros en adelante, se convirtió en
el ejército de una clase, con un discurso que pretendió elevarse al
discurso de la Nación entera. Una clase que, según Rozitchner, responde a
intereses económicos que son transnacionales. Y es por eso, entre otras
cosas, que la guerra estaba perdida antes de comenzarla: ¿cómo ganarla
si su existencia dependía de aquellos a quienes debía combatir?
Rozitchner ataca el argumento de que el enfrentamiento interno con la
Junta pase a ser de carácter secundario, en el marco de un
enfrentamiento más amplio con los “enemigos principales”, a saber, los
imperialistas yanquis y británicos. De allí que sostenga que “el éxito
del poder militar del ejército de ocupación argentino significaba la
derrota del poder –moral y político y económico- del pueblo argentino”.
Ahora bien, esta posición, ¿coloca necesariamente a quienes no desean el
triunfo de la Junta en Malvinas junto al bando imperialista? No,
sostiene Rozitchner, porque no había ninguna posibilidad de vencer en
esta guerra ni “recuperar” ninguna isla contra nuestros enemigos
externos, hasta tanto no hubiéramos recuperado previamente nuestro propio territorio nacional de
nuestro enemigo principal: las fuerzas armadas de ocupación. Esas que
fueron a Malvinas en un “como si” de guerra, puesto que no se tuvieron
en cuenta ninguno de los principios básicos del enfrentamiento bélico,
como por ejemplo, que a todo ataque, a toda ofensiva, le corresponde un
golpe del otro bando. Una guerra fantaseada, en donde se ataca sin
sufrir las consecuencias.
Queda claro que Rozitchner interpela, que pone el dedo en la galla. Y
digo pone, y no puso, porque sus reflexiones de ayer no han quedado en
el pasado, sino que continúan operando en el presente. Porque
interrogarse sobre el activo apoyo a la recuperación de Malvinas es
además preguntarse por el rol civil de apoyo a la Junta, no sólo en la
coyuntura Malvinas sino también antes. Es asumir que nuestro pueblo está
integrado por mujeres y hombres que ofrecieron resistencia activa, que
no colaboraron, pero no sólo. También está integrado por quienes miraron
para otro lado, o pero aun, prestaron el necesario apoyo para que
suceda lo que sucedió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario