Por Mariano Pacheco*
Objetivos y grietas en
tiempos de pandemia.
Caro Brandariz dice que sí,
que así está bien el modo en que se es presentada para esta nota,
como militante del Movimiento Evita, docente y funcionaria del
Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, e incluso –subraya--
que prefiere que sea en ese orden. Aclara que además es maestra de
grado, en la escuela primaria, y que circunstancialmente ocupa el
cargo de Directora de Cuidados Integrales de la Secretaría de
Economía Social, en la que distintas organizaciones del movimiento
popular están participando.
Para comenzar te quería
preguntar por la tarea de los cuidados y el modo en que la están
concibiendo, en función de una perspectiva que quiebre los procesos
de invisibilización de esas tareas, que de algún modo las economías
feministas insisten en subrayar, introduciendo la dimensión de la
reproducción social en la lógica más general de la producción.
Bueno, en primer lugar, decir
que tanto las organizaciones feministas como los movimientos
populares nucleados en la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la
Economía Popular, son emergentes sociales, y son los grandes
protagonistas en las calles de los últimos años, sobre todo del
período 2015-2019, con grandes movilizaciones que plantearon la
discusión sobre un país distinto y reivindicaciones específicas,
como la legalización del aborto o la Ley de Emergencia Social. Creo
que ambos emergentes coinciden en plantear una reflexión profunda en
torno a cómo entender hoy el trabajo, realizando críticas incluso a
las teorías críticas clásicas, como el marxismo, que se centraron
en el análisis de la relación asalariada, y figuras que en general
fueron hegemonizadas por las del varón en la fábrica,
invisibilizando el trabajo de la reproducción llevado adelante por
millones de mujeres en todo el mundo. En ese sentido creo que tanto
la economía feminista como la economía popular coinciden en
visibilizar todos esos trabajos que en general no son tenidos en
cuenta. Me parece, respecto de los debates sobre la Renta Universal
por ejemplo, que resulta importante que se puedan contemplar los
trabajos que se viene realizando desde los movimientos populares, que
hacen un esfuerzo enorme para que sus propuestas no sean entendidas
sólo en términos de transferencias monetarias sino como esquemas de
trabajo, con planificación estatal y que, en el caso de cuidados, se
contemple por ejemplo la garantía de derechos tanto para quienes
necesitan ser cuidados como para quienes cuidan. Porque aquí se nos
presentan las dos caras de una misma moneda: por un lado, el trabajo,
en general realizado por las mujeres, que es invisibilizado; por otro
lado, ese debate que no es sólo nacional, sino internacional, en
torno a que el cuidado debe ser un derecho, que cualquier Estado que
se considere de bienestar debe garantizar, junto con la educación,
la salud, la vivienda, la seguridad social. Es decir, los cuidados
comprendidos como un nuevo derecho, incorporado ya a varios tratados
regionales e internacionales. Me parece entonces que el hecho de
pensar una Renta Universal, o un Salario Universal que permita
vertebrar distintos esquemas de trabajo que puedan solventar el
derecho a ser cuidados, es un gran paso.
Te quería preguntar ahora
por este dilema que aparentemente se presenta, que tiene que ver, por
un lado, con todo esto que comentabas, esa visibilización del
trabajo de cuidados, sobre todo de las mujeres, para que accedan a
determinados derechos; pero por otro lado, me pregunto si el planteo
no contiene en sí un problema, que es el de los mandatos sociales,
que podríamos resumir en el slogan “Cuidados= mujeres”. ¿Está
este problema? ¿Qué reflexión podrías compartir al respecto?
Creo que si se tiende a
construir una política pública, que pueda vertebrar como te decía
recién esquemas de trabajo en torno al cuidado, y financiarlos a
través de un salario universal, tiene que hacerlo con una mirada
transversal, y mirar la situación con esos anteojos violentas que
propuso el feminismo, para poder pensar que lo que se hace en el día
a día contribuya a una transformación social que también implique
asumir que cuando hablamos de cuidados, no hablamos necesariamente de
una tarea que deben hacer mujeres. Por eso nos parece tan importante
la valorización económica, porque en tanto y en cuento eso suceda,
también puedan ser varones quienes quieran desempeñarlas. Pero hoy,
estamos ante una situación que es necesario atender de manera
urgente, que es la que hace recaer el trabajo de los cuidados en las
mujeres, y sobre todo en las mujeres de los sectores más humildes.
Esta situación se encuentra actualmente agravada por la pandemia,
porque no se encuentran abiertas las escuelas, instituciones que
históricamente han realizado a la vez la tarea de educación y
cuidados. Esas mujeres humildes son el rostro de las cifras de mayor
pobreza en nuestro país, y son las que quedan imposibilitadas de
incorporarse a otros trabajos, porque quedan atrapadas en el mapa de
las desigualdades, donde tienen que asumir sí o sí las tareas de
los cuidados, pero sin recibir a cambio ninguna remuneración.
Y respecto del área
específica en la que estás trabajando, ¿qué desafíos se han
planteado? ¿Y qué trabajos han podido desarrollar, teniendo en
cuenta que asumieron sus funciones y prácticamente en simultáneo se
produjo la situación de pandemia?
Bueno, por un lado, en el
contexto de cuarentena impulsamos “El barrio cuida al barrio”, un
programa que de alguna manera puso en valor todo ese cuidado
comunitario que desarrollan las organizaciones populares en los
barrios, con el intento de promover el autocuidado, a través de
postas sanitarias y promotoras y promotores comunitarios que, en
medio de esta pandemia del COVID 19, pudieran transmitir el mensaje
de la necesidad de cuidarnos, atendiendo a que no es lo mismo llevar
adelante las medidas del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio
en los barrios populares que en otros, porque muchas veces en estos
territorios se producen situaciones de hacinamiento y no se accede
–como se debería-- al derecho a la vivienda, a los servicios
esenciales. Por eso es importante que el Estado esté allí, que
permanezca mucho más cerca. Pero pensando a mediano plazo, me parece
importante subrayar que el trabajo que vinimos a realizar está
vinculado con la valorización, tanto social como económica, de las
tareas de cuidados, ya sea de las infancias, de personas mayores o
que padecen alguna enfermedad o discapacidad. Y cuando nos referimos
a valorización social, ponemos de relieve todo el proceso de
certificación que permita formalizar saberes que están presentes en
las tareas territoriales de la vida cotidiana, y otorgar mayor
capital cultural a las compañeras que los llevan adelante a través
de las universidades públicas. Y por otro lado la valorización
económica. En ese sentido el programa “Potenciar trabajo” es
otro eje vertebrador, como complemento a ese salario social que
nuestras compañeras perciben por ese trabajo que realizan vinculado
a las prácticas del cuidado, en la búsqueda por alcanzar al menos
un ingreso igual al Salario Mínimo Vital y Móvil.
Al principio te preguntaba
en torno al modo de ser presentada: militante, docente, ahora
funcionaria del ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Hoy se
presenta esta situación de que, quizás como nunca en las últimas
décadas, son muy numerosas las militancias del movimiento popular
que están en alguna función en el Estado. Algo de esto también
conversamos en una entrevista anterior con Alexandre Roig. Por eso
también te quería solicitar a vos que compartieras con nuestros
lectores y lectoras alguna reflexión en torno a estas intervenciones
de las militancias populares en el Estado.
En primer lugar, quería decir
que esta experiencia de la Secretaría de Economía Social me parece
inédita, en el sentido de que la integramos compañeros y compañeras
de distintas organizaciones que formamos parte de la Unión de
Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), haciendo
una experiencia de unidad en la gestión, para avanzar en políticas
que nos permitan en el corto plazo mejorar las condiciones de vida de
las trabajadoras y trabajadores de la economía popular, avanzar en
un proceso de formalización que permita dar pasos en escalones de
dignidad. En ese sentido también es que se ha lanzado el RENATEP, el
Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía
Popular, para tener ingresada a las personas en un sistema que nos
permita saber a qué se dedican, qué hacen en sus tareas, en todo
ese trabajo que miles de compañeros y compañeras desarrollan a lo
largo y ancho del país, sea en el ámbito del reciclado, los
procesos socio-comunitarios, los cuidados, la infraestructura social
o la producción textil y alimentaria. Porque si hay algo que
demostró el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) es que el Estado no
tenía un diagnóstico certero de la situación: se anotaron 12
millones de personas cuando se estipulaba que iba a ser 4 millones.
Por eso estoy muy orgullosa de ser parte de este proceso de la
Secretaría dentro del Ministerio de Desarrollo Social. Eso por un
lado. Pero pensando más allá, en el mediano plazo, creo que es muy
importante sostener la unidad dentro del gobierno, porque si tuvimos
macrismo es entre otras cuestiones porque se quebró el movimiento
nacional. Hay todo un intento de situarnos de un lado de la grieta
cuando en realidad el destino popular está mucho más allá de la
famosa grieta. Tenemos que poder hablarle a las mayorías populares.
Sin esa comprensión va a resultar difícil entender la importancia
de la unidad no sólo de las organizaciones populares, sino de todos
los actores que hacen al movimiento nacional para poder construir un
destino distinto, un destino feliz para nuestro pueblo.
*Nota publicada en Revista
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