La resistencia a la última dictadura
cívico-militar, por parte de la clase trabajadora, comenzó el mismo 24 de marzo
de 1976. El movimiento obrero se constituyó así en el motor de la resistencia
antidictatorial e impulsó a la protesta a otros sectores sociales.
Años difíciles
Durante los primeros tres años de dictadura, la
clase obrera protagonizó huelgas parciales y centenares de sabotajes. Luz y
Fuerza llevó adelante fuertes luchas, a pesar de la intensa represión. Durante
el año 1976 –según indican datos parciales– se produjeron 89 conflictos
sindicales, que movilizaron a 190 mil trabajadores, y en 1977 100 conflictos,
con 514 mil asalariados movilizados. El ´77 fue, además, un año repleto de
“tristezas” (método invisible de lucha, que consistía en trabajar con desgano).
En 1978 los conflictos aumentan: 1.300 solo en la primera mitad del año y un
total anual de 4.000: portuarios, Fiat, Frigorífico Swift de Rosario, Renault,
Firestone, figuran entre los más importantes. Los trabajadores bancarios y del
transporte, incluso, llegaron a movilizarse. Así se llega a la Jornada Nacional
de Protesta del 27 de abril de 1979.
Avances
Desde 1979, cuando protagonizaron el primer paro
general contra la dictadura, los trabajadores argentinos fueron recomponiendo
sus fuerzas de manera casi permanente, hasta la reapertura democrática. A las
huelgas sorpresivas (inmanejables para las fuerzas represivas), se le sumaron
instancias de organización y coordinación clandestinas a nivel nacional. En
1980 se produjeron, aunque parciales, instancias de movilización y hasta toma
de fábricas, sobre todo de los gremios de SMATA y la UOM. Los obreros de la
ocupada fábrica Deutz, incluso, llegaron a exigir públicamente la renuncia del
Ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz.
En noviembre de 1980, a pesar de su ilegalidad
explícita, “los 25” reconstituyeron la CGT, que pasó a denominarse
“CGT-Brasil”. A mediados del año siguiente, los sindicatos de Luz y Fuerza,
SMATA y la UOM protagonizaron una serie de medidas de fuerza y el 22 de julio
de 1981 se produjo el segundo paro general al régimen. A diferencia del
anterior, ésta vez la adhesión fue realmente masiva, a pesar de que ese mismo
día los dirigentes fueron arrestados. Un millón de personas -estimaron fuentes
policiales- participaron de la protesta.
A la resistencia obrera se le sumaron reclamos y
demandas populares más amplias. En octubre de 1981 el Arzobispado de Quilmes
convocó a una “Marcha del hambre”, y al mes siguiente la CGT organizó una
movilización a San Cayetano, patrono del trabajo, a la que asistieron 50.000
personas, bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”.
La marcha, la primera verdaderamente masiva contra
la dictadura, partió del estadio de fútbol de Vélez Sarsfield, situada en el
barrio porteño de Liniers, y culminó en Luján. Además de las reivindicaciones
esgrimidas en la consigna, los asistentes a la movilización reclamaban por la
aparición de los desaparecidos y en algunos casos entonaban canciones
partidarias. Más de un contingente llegó incluso a enfrentarse con las fuerzas
represivas que custodiaban la marcha.
La situación siguió en ascenso. En diciembre de
1981, Leopoldo Fortunato Galtieri asumió de manera irregular la Presidencia de
la Nación, en lugar del dictador Jorge Rafael Videla. El 30 de marzo de 1982
más de 10.000 personas marcharon a la Plaza de Mayo y a las plazas de las
principales ciudades del país, convocadas por la CGT, con el fin de “decir basta
a este proceso que ha logrado hambrear al pueblo sumiendo a miles de
trabajadores en la indigencia y la desesperación”. Aquel día, en Mendoza, las
fuerzas represivas asesinaron al obrero minero Benedicto Ortiz.
Como destaca el historiador argentino Pablo Pozzi,
en su libro Oposición obrera a la dictadura, “es indudable que el proceso de
resistencia obrera desarrollado a partir de marzo de 1976 y que culminó con la
movilización de marzo de 1982 representa la base material de la conquista de la
democracia y de la derrota de la dictadura”.
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