La fidelidad
del pueblo venezolano hacia su máximo dirigente y orientador es incuestionable.
Pero a la vez, se desarrollan “tensiones creativas” que atraviesan esa
relación.
Por Carina López Monja y Pablo Solana
El vínculo de
Chávez con los sectores populares de Venezuela refleja el aspecto nodal de toda
identificación líder-masas: la lealtad inquebrantable de un pueblo hacia su
máximo dirigente y orientador. Pero a la vez, algunas organizaciones populares
también han sabido desarrollar política propia y sostenerla aun cuando
implicara mostrar desacuerdo con algunas decisiones presidenciales, impulsar
iniciativas que no cayeran bien al Comandante o llevar adelante una agenda
constante de denuncia de los aspectos burocráticos del aparato estatal. “La
crítica del pueblo, la autocrítica, le hace bien al proceso”, alienta en
público Chávez. Es que, aunque parezca contradictorio, esta capacidad crítica
refuerza aún más el vínculo de las organizaciones de base con su líder, que
impulsa ese protagonismo como decisión consciente y necesidad estratégica para
la construcción de un socialismo en manos del pueblo. Sucede, de esta forma, un
diálogo permanente; habitualmente
fluido, en
ocasiones contradictorio, siempre fraterno, como clave de un proceso popular
vivo, dinámico, que no está exento de conflictos y debates internos.
“Unos muchachos que se dejan llevar por dirigentes anárquicos”
Corrían los
días previos al 12 de octubre de 2004. Chávez aprovechó la efeméride para
comparar a Cristóbal Colón con George Bush y arremeter contra el imperialismo y
la colonización. Rebautizó, además, el “Día de la Raza” como “Día de la
Resistencia Indígena”. Todo era alegría y motivación en las organizaciones
populares, al punto que el Movimiento 13 de abril, los militantes del Proyecto
Nuestra América y diversos colectivos comunicacionales y culturales convocaron
a una “Fiesta de la Resistencia” en torno a la imponente estatua de Colón en
Caracas. Y en medio de expresiones artísticas y movilizaciones, la derribaron.
“Juicio por genocidio a Colón, la resistencia continúa”, enarbolaron como
bandera, siguiendo la línea discursiva del presidente Chávez. Pero el
Comandante retó y descalificó públicamente a los manifestantes y hubo
detenidos. La embajada de España había elevado una queja formal y asociaba, con
acierto, la acción popular a las palabras del presidente. Entonces Chávez tomó
distancia. Por todos los canales de televisión, repitió: “Yo he criticado a
Colón, pero eso no justifica que nadie vaya a tirar una estatua. En Venezuela
están tumbando estatuas, dicen. He dado instrucciones y le reclamé duro al
alcalde porque no haya actuado la policía”. Y agregó: “Es un hecho horrible, se
trata de grupos anárquicos, muchachos que se dejan llevar por dirigentes
anárquicos que hacen cosas que les convienen a nuestros adversarios”.
El reto tuvo
su respuesta: “Compañero Hugo: no seríamos tan hipócritas para agradecerte tus
palabras, nos parecen de un tono tristemente injustas. Sin querer restarle
importancia a amenazas imperialistas que recaen sobre nuestro país, con esta
acción quisimos dejar bien en claro que uno de los riesgos más grandes que
corremos es que nuestra revolución se
institucionalice y nos la robe la burocracia a punta de discursos
mientras que, por debajo, las multinacionales se siguen llevando nuestro
petróleo, nuestro carbón, nuestra cultura y nos dejan su basura y una tierra
llena de estatuas malditas. Seguimos estando contigo y con otros compañeros que
desde el gobierno trabajan por esta revolución. Seguimos defendiéndote y
defendiéndonos incluso con nuestras vidas, si es necesario”. Con el tiempo,
esos agrupamientos políticos y de base reformularon su participación en otras
organizaciones similares y siguen militando por la profundización de la
Revolución Bolivariana. A su vez, Chávez continuó su prédica y su acción contra
los símbolos del colonialismo. En 2009, fue más allá al establecer un nuevo
paralelismo con la figura del conquistador: “Colocar una estatua de Colón en
Caracas sería tan injustificado como colocar una de Adolfo Hitler. Después de
la llegada de Colón se asesinó al 96% de los indígenas de este continente”, argumentó.
Pero esta vez no dejó librada la acción al espontaneísmo popular: el propio
gobierno ordenó retirar otra estatua en el oeste de Caracas.
“Tamaña injusticia no se condice con los postulados del gobierno”
Algo más
picante se puso el entrevero entre las organizaciones populares más radicales y
Chávez cuando, en abril de 2011, el gobierno venezolano extraditó a Colombia a
un periodista vinculado a las FARC, buscado por INTERPOL para ser juzgado por
terrorismo. Joaquín Pérez Becerra era director de la Agencia de Noticias Nueva
Colombia (ANNCOL), había sido alcalde por la Unión Patriótica en los `80,
organización sobre la cual se desató una matanza de más de 3 mil militantes por
parte del Estado terrorista de Colombia, por lo que debió emigrar a Suecia. El
gobierno venezolano lo deportó al arribar al aeropuerto de Caracas desde
Suecia, donde residía y se había nacionalizado. Durante los primeros días todos
los medios públicos, salvo algunas excepciones, silenciaron el tema por orden
del ministro de Comunicación Andrés Izarra. Sucede que la militancia que nutre
las más dinámicas organizaciones populares suele establecer una fuerte
identificación con otras organizaciones revolucionarias del continente y hacen
de la solidaridad internacionalista un principio a defender. Buena parte de esa
militancia de izquierda repudió “el secuestro y posterior expulsión” de Pérez
Becerra, que consideraron, a través de un comunicado, como “tamaña injusticia,
(que) no se compadece con los postulados de un gobierno que se dice
democrático, antiimperialista, revolucionario y socialista”. En esa oportunidad
se movilizaron el Partido Comunista de Venezuela (PCV), la Coordinadora Simón
Bolívar, el Colectivo barrial Alexis Vive, el Frente Alfredo Maneiro, la
Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos (ANMCLA),
entre otros colectivos y militantes de la revolución. Días después, Chávez
habló. “El único responsable de la deportación de Joaquín Pérez es Chávez y yo
asumo mi responsabilidad. No me piquen la lengua”, expresó, introduciendo una
teoría conspirativa que apuntaba a la intencionalidad de organismos
internacionales de inteligencia para generarle un problema a Venezuela.
“Tendría que decir quién lo invitó para acá, lo estaban cazando, sabían hasta
lo que comió en el avión. No venga a decir que soy contrarrevolucionario”,
afirmó. El mal momento fue quedando atrás. Otras iniciativas políticas más
claramente afines al ideario combativo y la solidaridad internacionalista, sin
embargo, fueron realineando voluntades detrás de la defensa incondicional del
proceso revolucionario en curso.
Contra “el reformismo, encarnado en una nueva casta política
burocrática”
El Frente
Nacional Campesino Ezequiel Zamora (FNCEZ) surgió al calor de la Revolución
Bolivariana, congregando a organizaciones campesinas previas al proceso y
nuevas cooperativas agrarias en torno a la recuperación de tierras acompañada
por el gobierno. Se fueron constituyendo como sujeto activo del apoyo a Chávez,
adquiriendo a la vez un perfil social y político que los motivó a tomar partido
ante la situación más general del país y a buscar incidir en las construcciones
y disputas que se iban desarrollando para estructurar la revolución. Ya hacia
fines de 2005, esta organización dio a conocer su “Agenda Zamorana”, en la que identificaron
“dos grandes amenazas que se ciernen sobre la Patria, sobre el pueblo
venezolano y su revolución bolivariana: el Imperialismo norteamericano, empeñado
en truncar la refundación de la Nación, y el reformismo, encarnado en una nueva
casta política burocrática y corrupta”. La primera amenaza descripta coincidía
con uno de los tópicos recurrentes del discurso oficial: el señalamiento al
imperialismo. El segundo, en cambio, apuntaba a un problema interno de la
revolución, del que pocos se animaban a hablar públicamente: la burocracia de
los estamentos políticos intermedios y la corrupción de ciertos funcionarios
que, “en nombre de Chávez o Bolívar, pueden terminar destruyendo la esperanza
popular nacida de este hermoso proceso liberador, si el pueblo bolivariano no
asume que sólo él puede salvar la revolución”. Con el tiempo, movimientos como
el FNCEZ integraron el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y, más
recientemente, el Gran Polo Patriótico. Últimamente, ya conformados como
Corriente Bolívar y Zamora, el movimiento respondió al llamado de Chávez a la
“participación protagónica del pueblo” para nutrir el programa de gobierno del
período 2013-2019. Elaboraron sus propuestas “realizando cientos de asambleas
en asentamientos campesinos, Comunas y Ciudades Comunales Socialistas en
construcción a lo largo y ancho de nuestro país” y se movilizaron para
hacérselas llegar al presidente. No es casualidad que el primer punto de la
agenda que ofrecen proponga “la superación del modelo político liberal burgués
para dar paso ahora sí al nuevo Estado Comunal Socialista”. Como segundo punto,
insisten con su planteo original de la Agenda Zamorana: “derrotar el
reformismo, el oportunismo, el burocratismo y la corrupción” de las
instituciones, que definen como “un garrote a lo interno del proceso”. Otra
forma de dar la misma batalla adoptaron quienes, de cara a las elecciones de
este año, conformaron el Movimiento de Organizaciones y Colectivos
Revolucionarios REDES, integrado por militantes que desarrollan trabajo de base
en los ámbitos sindicales, culturales, estudiantiles, rurales y de medios
comunitarios. Redes se presentará a elecciones por fuera del PSUV, el partido
oficial. “Hay inconformidad con el PSUV, el propio presidente lo ha admitido, y
Redes viene a restaurar esa otra forma de hacer política, con una racionalidad más
de pueblo que de institución”, declaró a Marcha Euclides Mendoza, uno de los referentes
del nuevo espacio. “Somos un partido de segundo grado, nuestros militantes
tienen su militancia real y concreta en su movimiento popular y en tanto esa
militancia hacen vida en Redes, pero sin perder su autonomía”, agregó.
“Tensiones creativas”: luchas, contradicciones y debates, insumos
que fortalecen el protagonismo popular y la revolución
Si en
Venezuela el pueblo, a través de las iniciativas de sus organizaciones, se
muestra vivaz, díscolo, protagonista, en Bolivia esa autonomía adquirió, además,
algunos picos de conflictividad donde las protestas populares llegaron a chocar
con decisiones de gobierno. El vicepresidente Álvaro García Linera conceptualizó
esa situación como “tensiones creativas” que se dan en el marco de la
consolidación del Estado plurinacional, en función de un mismo “horizonte de época”
que comparten el gobierno y las organizaciones populares, aun cuando entran en
conflicto. “Las tensiones, las diferencias internas, las luchas, siguen
existiendo e incluso a momentos se intensifican”, reconoce García Linera,
naturalizando una dinámica de contradicción interna que, en vez de buscar
aplacarla, propone asumirla como natural de un proceso revolucionario que
requiere, inexorablemente, la consolidación de poder y protagonismo por parte
del pueblo. “Con Bolívar decimos: ¡Todo el poder para el Pueblo!”. Así encabeza
su aporte al plan de gobierno 2013-2019 la Corriente Bolívar y Zamora. Y en esa
afirmación puede verse el más claro punto de referencia para evaluar qué
expresan las disidencias de los movimientos populares cuando se afirman en su
autonomía ante las limitaciones o decisiones que consideren erróneas por parte
del gobierno. Aún de un gobierno que defienden “con sus propias vidas”. Chávez
se muestra receptivo: en 2007, después de la derrota en el referéndum que
proponía una reforma constitucional y haciéndose eco del disgusto de sectores
del propio pueblo que lo apoya, generó una ideafuerza que implicara un cambio de
las políticas cuestionadas, que llamó “las 3 R”: “Revisión, Rectificación y
Reimpulso de la Revolución Bolivariana”. Y ahora, de cara al nuevo período que se
avecina, convoca a las organizaciones populares a ser aún más protagonistas:
“Sólo con la participación protagónica del pueblo, con su más amplia discusión en
las bases populares, podremos perfeccionarnos, desatando toda su potencia
creadora y liberadora”
Posdata tras la muerte de Chávez
Un año
después de la muerte de Chávez, los movimientos populares venezolanos aún
extrañan la conducción de quien los parió a la lucha. Pasado el primer momento
de impacto, lejos de paralizarse, van encontrando las dinámicas propias que les
permiten convertirse en sus propios conductores en esta nueva etapa del
proceso. Cómo superar la falta de Chávez en clave chavista.
El vínculo de
Chávez con los sectores populares de Venezuela reflejó el aspecto nodal de toda
identificación líder-masas: la lealtad inquebrantable de un pueblo hacia su
máximo dirigente y orientador. Esa lógica observación permanente del líder se
puso a prueba con su muerte, no sorpresiva pero sí impactante. Desde entonces,
los movimientos populares debieron apelar a algo que ya conocen, y que el
propio Chávez alentó en vida: su capacidad autónoma aún dentro de los grandes
lineamientos del proceso de cambios, que continúa con la presidencia de Maduro.
Es que, aún con Chávez vivito y coleando, algunas organizaciones
populares habían aprendido a desarrollar política propia y sostenerla
aunque implicara mostrar desacuerdo con algunas decisiones presidenciales,
impulsar iniciativas que no cayeran bien al Comandante o llevar adelante una
agenda constante de denuncia de los aspectos burocráticos del aparato estatal.
“La crítica del pueblo, la autocrítica, le hace bien al proceso”, alentaba en
público Chávez. Es que, aunque parezca contradictorio, esta capacidad crítica
había reforzado el vínculo de las organizaciones de base con su líder, que
alentaba ese protagonismo como decisión consciente y necesidad estratégica para
la construcción de un socialismo en manos del pueblo. Sucedía, de esta forma,
un diálogo permanente; habitualmente fluido, en ocasiones contradictorio,
siempre fraterno, como clave de un proceso popular vivo, dinámico, que nunca
estuvo exento de conflictos y debates internos.
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