jueves, 25 de septiembre de 2014

Movimientos populares y Chávez: lealtad y autonomía

 La fidelidad del pueblo venezolano hacia su máximo dirigente y orientador es incuestionable. Pero a la vez, se desarrollan “tensiones creativas” que atraviesan esa relación. 

Por Carina López Monja y Pablo Solana

El vínculo de Chávez con los sectores populares de Venezuela refleja el aspecto nodal de toda identificación líder-masas: la lealtad inquebrantable de un pueblo hacia su máximo dirigente y orientador. Pero a la vez, algunas organizaciones populares también han sabido desarrollar política propia y sostenerla aun cuando implicara mostrar desacuerdo con algunas decisiones presidenciales, impulsar iniciativas que no cayeran bien al Comandante o llevar adelante una agenda constante de denuncia de los aspectos burocráticos del aparato estatal. “La crítica del pueblo, la autocrítica, le hace bien al proceso”, alienta en público Chávez. Es que, aunque parezca contradictorio, esta capacidad crítica refuerza aún más el vínculo de las organizaciones de base con su líder, que impulsa ese protagonismo como decisión consciente y necesidad estratégica para la construcción de un socialismo en manos del pueblo. Sucede, de esta forma, un diálogo permanente; habitualmente
fluido, en ocasiones contradictorio, siempre fraterno, como clave de un proceso popular vivo, dinámico, que no está exento de conflictos y debates internos.


“Unos muchachos que se dejan llevar por dirigentes anárquicos”
Corrían los días previos al 12 de octubre de 2004. Chávez aprovechó la efeméride para comparar a Cristóbal Colón con George Bush y arremeter contra el imperialismo y la colonización. Rebautizó, además, el “Día de la Raza” como “Día de la Resistencia Indígena”. Todo era alegría y motivación en las organizaciones populares, al punto que el Movimiento 13 de abril, los militantes del Proyecto Nuestra América y diversos colectivos comunicacionales y culturales convocaron a una “Fiesta de la Resistencia” en torno a la imponente estatua de Colón en Caracas. Y en medio de expresiones artísticas y movilizaciones, la derribaron. “Juicio por genocidio a Colón, la resistencia continúa”, enarbolaron como bandera, siguiendo la línea discursiva del presidente Chávez. Pero el Comandante retó y descalificó públicamente a los manifestantes y hubo detenidos. La embajada de España había elevado una queja formal y asociaba, con acierto, la acción popular a las palabras del presidente. Entonces Chávez tomó distancia. Por todos los canales de televisión, repitió: “Yo he criticado a Colón, pero eso no justifica que nadie vaya a tirar una estatua. En Venezuela están tumbando estatuas, dicen. He dado instrucciones y le reclamé duro al alcalde porque no haya actuado la policía”. Y agregó: “Es un hecho horrible, se trata de grupos anárquicos, muchachos que se dejan llevar por dirigentes anárquicos que hacen cosas que les convienen a nuestros adversarios”.
El reto tuvo su respuesta: “Compañero Hugo: no seríamos tan hipócritas para agradecerte tus palabras, nos parecen de un tono tristemente injustas. Sin querer restarle importancia a amenazas imperialistas que recaen sobre nuestro país, con esta acción quisimos dejar bien en claro que uno de los riesgos más grandes que corremos es que nuestra revolución se  institucionalice y nos la robe la burocracia a punta de discursos mientras que, por debajo, las multinacionales se siguen llevando nuestro petróleo, nuestro carbón, nuestra cultura y nos dejan su basura y una tierra llena de estatuas malditas. Seguimos estando contigo y con otros compañeros que desde el gobierno trabajan por esta revolución. Seguimos defendiéndote y defendiéndonos incluso con nuestras vidas, si es necesario”. Con el tiempo, esos agrupamientos políticos y de base reformularon su participación en otras organizaciones similares y siguen militando por la profundización de la Revolución Bolivariana. A su vez, Chávez continuó su prédica y su acción contra los símbolos del colonialismo. En 2009, fue más allá al establecer un nuevo paralelismo con la figura del conquistador: “Colocar una estatua de Colón en Caracas sería tan injustificado como colocar una de Adolfo Hitler. Después de la llegada de Colón se asesinó al 96% de los indígenas de este continente”, argumentó. Pero esta vez no dejó librada la acción al espontaneísmo popular: el propio gobierno ordenó retirar otra estatua en el oeste de Caracas.

“Tamaña injusticia no se condice con los postulados del gobierno”
Algo más picante se puso el entrevero entre las organizaciones populares más radicales y Chávez cuando, en abril de 2011, el gobierno venezolano extraditó a Colombia a un periodista vinculado a las FARC, buscado por INTERPOL para ser juzgado por terrorismo. Joaquín Pérez Becerra era director de la Agencia de Noticias Nueva Colombia (ANNCOL), había sido alcalde por la Unión Patriótica en los `80, organización sobre la cual se desató una matanza de más de 3 mil militantes por parte del Estado terrorista de Colombia, por lo que debió emigrar a Suecia. El gobierno venezolano lo deportó al arribar al aeropuerto de Caracas desde Suecia, donde residía y se había nacionalizado. Durante los primeros días todos los medios públicos, salvo algunas excepciones, silenciaron el tema por orden del ministro de Comunicación Andrés Izarra. Sucede que la militancia que nutre las más dinámicas organizaciones populares suele establecer una fuerte identificación con otras organizaciones revolucionarias del continente y hacen de la solidaridad internacionalista un principio a defender. Buena parte de esa militancia de izquierda repudió “el secuestro y posterior expulsión” de Pérez Becerra, que consideraron, a través de un comunicado, como “tamaña injusticia, (que) no se compadece con los postulados de un gobierno que se dice democrático, antiimperialista, revolucionario y socialista”. En esa oportunidad se movilizaron el Partido Comunista de Venezuela (PCV), la Coordinadora Simón Bolívar, el Colectivo barrial Alexis Vive, el Frente Alfredo Maneiro, la Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos (ANMCLA), entre otros colectivos y militantes de la revolución. Días después, Chávez habló. “El único responsable de la deportación de Joaquín Pérez es Chávez y yo asumo mi responsabilidad. No me piquen la lengua”, expresó, introduciendo una teoría conspirativa que apuntaba a la intencionalidad de organismos internacionales de inteligencia para generarle un problema a Venezuela. “Tendría que decir quién lo invitó para acá, lo estaban cazando, sabían hasta lo que comió en el avión. No venga a decir que soy contrarrevolucionario”, afirmó. El mal momento fue quedando atrás. Otras iniciativas políticas más claramente afines al ideario combativo y la solidaridad internacionalista, sin embargo, fueron realineando voluntades detrás de la defensa incondicional del proceso revolucionario en curso.

Contra “el reformismo, encarnado en una nueva casta política burocrática”
El Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora (FNCEZ) surgió al calor de la Revolución Bolivariana, congregando a organizaciones campesinas previas al proceso y nuevas cooperativas agrarias en torno a la recuperación de tierras acompañada por el gobierno. Se fueron constituyendo como sujeto activo del apoyo a Chávez, adquiriendo a la vez un perfil social y político que los motivó a tomar partido ante la situación más general del país y a buscar incidir en las construcciones y disputas que se iban desarrollando para estructurar la revolución. Ya hacia fines de 2005, esta organización dio a conocer su “Agenda Zamorana”, en la que identificaron “dos grandes amenazas que se ciernen sobre la Patria, sobre el pueblo venezolano y su revolución bolivariana: el Imperialismo norteamericano, empeñado en truncar la refundación de la Nación, y el reformismo, encarnado en una nueva casta política burocrática y corrupta”. La primera amenaza descripta coincidía con uno de los tópicos recurrentes del discurso oficial: el señalamiento al imperialismo. El segundo, en cambio, apuntaba a un problema interno de la revolución, del que pocos se animaban a hablar públicamente: la burocracia de los estamentos políticos intermedios y la corrupción de ciertos funcionarios que, “en nombre de Chávez o Bolívar, pueden terminar destruyendo la esperanza popular nacida de este hermoso proceso liberador, si el pueblo bolivariano no asume que sólo él puede salvar la revolución”. Con el tiempo, movimientos como el FNCEZ integraron el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y, más recientemente, el Gran Polo Patriótico. Últimamente, ya conformados como Corriente Bolívar y Zamora, el movimiento respondió al llamado de Chávez a la “participación protagónica del pueblo” para nutrir el programa de gobierno del período 2013-2019. Elaboraron sus propuestas “realizando cientos de asambleas en asentamientos campesinos, Comunas y Ciudades Comunales Socialistas en construcción a lo largo y ancho de nuestro país” y se movilizaron para hacérselas llegar al presidente. No es casualidad que el primer punto de la agenda que ofrecen proponga “la superación del modelo político liberal burgués para dar paso ahora sí al nuevo Estado Comunal Socialista”. Como segundo punto, insisten con su planteo original de la Agenda Zamorana: “derrotar el reformismo, el oportunismo, el burocratismo y la corrupción” de las instituciones, que definen como “un garrote a lo interno del proceso”. Otra forma de dar la misma batalla adoptaron quienes, de cara a las elecciones de este año, conformaron el Movimiento de Organizaciones y Colectivos Revolucionarios REDES, integrado por militantes que desarrollan trabajo de base en los ámbitos sindicales, culturales, estudiantiles, rurales y de medios comunitarios. Redes se presentará a elecciones por fuera del PSUV, el partido oficial. “Hay inconformidad con el PSUV, el propio presidente lo ha admitido, y Redes viene a restaurar esa otra forma de hacer política, con una racionalidad más de pueblo que de institución”, declaró a Marcha Euclides Mendoza, uno de los referentes del nuevo espacio. “Somos un partido de segundo grado, nuestros militantes tienen su militancia real y concreta en su movimiento popular y en tanto esa militancia hacen vida en Redes, pero sin perder su autonomía”, agregó.

“Tensiones creativas”: luchas, contradicciones y debates, insumos que fortalecen el protagonismo popular y la revolución
Si en Venezuela el pueblo, a través de las iniciativas de sus organizaciones, se muestra vivaz, díscolo, protagonista, en Bolivia esa autonomía adquirió, además, algunos picos de conflictividad donde las protestas populares llegaron a chocar con decisiones de gobierno. El vicepresidente Álvaro García Linera conceptualizó esa situación como “tensiones creativas” que se dan en el marco de la consolidación del Estado plurinacional, en función de un mismo “horizonte de época” que comparten el gobierno y las organizaciones populares, aun cuando entran en conflicto. “Las tensiones, las diferencias internas, las luchas, siguen existiendo e incluso a momentos se intensifican”, reconoce García Linera, naturalizando una dinámica de contradicción interna que, en vez de buscar aplacarla, propone asumirla como natural de un proceso revolucionario que requiere, inexorablemente, la consolidación de poder y protagonismo por parte del pueblo. “Con Bolívar decimos: ¡Todo el poder para el Pueblo!”. Así encabeza su aporte al plan de gobierno 2013-2019 la Corriente Bolívar y Zamora. Y en esa afirmación puede verse el más claro punto de referencia para evaluar qué expresan las disidencias de los movimientos populares cuando se afirman en su autonomía ante las limitaciones o decisiones que consideren erróneas por parte del gobierno. Aún de un gobierno que defienden “con sus propias vidas”. Chávez se muestra receptivo: en 2007, después de la derrota en el referéndum que proponía una reforma constitucional y haciéndose eco del disgusto de sectores del propio pueblo que lo apoya, generó una ideafuerza que implicara un cambio de las políticas cuestionadas, que llamó “las 3 R”: “Revisión, Rectificación y Reimpulso de la Revolución Bolivariana”. Y ahora, de cara al nuevo período que se avecina, convoca a las organizaciones populares a ser aún más protagonistas: “Sólo con la participación protagónica del pueblo, con su más amplia discusión en las bases populares, podremos perfeccionarnos, desatando toda su potencia creadora y liberadora”

Posdata tras la muerte de Chávez
Un año después de la muerte de Chávez, los movimientos populares venezolanos aún extrañan la conducción de quien los parió a la lucha. Pasado el primer momento de impacto, lejos de paralizarse, van encontrando las dinámicas propias que les permiten convertirse en sus propios conductores en esta nueva etapa del proceso. Cómo superar la falta de Chávez en clave chavista.
El vínculo de Chávez con los sectores populares de Venezuela reflejó el aspecto nodal de toda identificación líder-masas: la lealtad inquebrantable de un pueblo hacia su máximo dirigente y orientador. Esa lógica observación permanente del líder se puso a prueba con su muerte, no sorpresiva pero sí impactante. Desde entonces, los movimientos populares debieron apelar a algo que ya conocen, y que el propio Chávez alentó en vida: su capacidad autónoma aún dentro de los grandes lineamientos del proceso de cambios, que continúa con la presidencia de Maduro. Es que, aún con Chávez vivito y coleando, algunas organizaciones populares habían aprendido a desarrollar política propia y sostenerla aunque implicara mostrar desacuerdo con algunas decisiones presidenciales, impulsar iniciativas que no cayeran bien al Comandante o llevar adelante una agenda constante de denuncia de los aspectos burocráticos del aparato estatal. “La crítica del pueblo, la autocrítica, le hace bien al proceso”, alentaba en público Chávez. Es que, aunque parezca contradictorio, esta capacidad crítica había reforzado el vínculo de las organizaciones de base con su líder, que alentaba ese protagonismo como decisión consciente y necesidad estratégica para la construcción de un socialismo en manos del pueblo. Sucedía, de esta forma, un diálogo permanente; habitualmente fluido, en ocasiones contradictorio, siempre fraterno, como clave de un proceso popular vivo, dinámico, que nunca estuvo exento de conflictos y debates internos.



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