A
diez años de su asesinato
Por
Mariano Pacheco
Un
repaso por los hechos, las responsabilidades políticas y los ecos de
su figura en la larga marcha docente.
“Aquí
dio su última clase”, puede leerse en un cartel emplazado sobre la
ruta Nacional N° 36, en la localidad de Arroyito, a unos 50
kilómetros de Neuquén capital. La figura Carlos Fuentealba acompaña
la frase que ya es un emblema en toda la región sur del país y que
incluso, ha trascendido las fronteras de la Patagonia argentina.
Quien
disparó la bala de gas lacrimógeno que aquel 4 de abril de 2007
mató al maestro, se supo luego, fue Darío Poblete, un policía de
36 años hoy condenado a prisión perpetua, responsabilizado por
haber cometido homicidio doblemente calificado. La Cámara Criminal
Primera, integrada por Luis María Fernández, Mario Rodríguez Gómez
y Héctor Dedominichi, dictó, además, la inhabilitación perpetua
absoluta para el cabo primero, en lo que se denominó Causa
Fuentealba I.
Así
y todo, tiempo después, un periodista de Zapala (de donde es oriundo
Poblete) pudo fotografiar al policía condenado paseando por las
calles de la ciudad. Una imagen que condensa un entramado de
impunidad que los docentes neuquinos vienen denunciando desde hace
años.
El
troesma Fuentealba
Al
momento de su asesinato Carlos Fuentealba se había vuelto a
inscribir en la Universidad del Comahue para estudiar
Ingeniería. Para entonces ya era profesor de Matemática,
física y química en el CPEM Nª 69 del barrio Cuenca 15, uno de los
más populosos de Neuquén, situado en la zona oeste de la ciudad.
“Él creyó en mí”, dice Dora, una de sus alumnas, quien cuenta
en el documental “Carlos Fuentealba: camino de un maestro” (de
Canal Encuentro), que fue él quien la contuvo para que no abandonara
sus estudios, cuando ni ella misma se creía capaz de terminarlos. Y
remata: “hoy me estoy por recibir de docente, como él”.
“Carlos
tenía una claridad meridiana acerca de su función docente. No era
un ‘asistente social’, aunque asistía, no era un ‘contenedor’,
aunque contenía. El interés de Carlos estaba claramente centrado en
lo pedagógico, esto es, en suscitar en sus alumnos un vínculo
positivo con el conocimiento”, relata Gabriela Nemiña, compañera
de Carlos en el CPEM 69, en su “Retrato de Carlos”, publicado en
2011 en la revista Vientos
del Sur, donde agrega que
Fuentealba era de perfil bajo, poco afecto a llamar la atención,
comprometido pero muy respetuoso de los otros. “Mirada serena pero
brillante, vivaz, y una sonrisa luminosa”, así lo describe Nemiña,
quien además destaca su “hermosa voz”, su “modo muy agradable
de hablar” que también transmitía serenidad, “como su rostro”
que “contagiaba entusiasmo”.
Carlos
Fuentealba era hijo de peones rurales, muchos hermanos y vida nunca
fácil, como la de tantos hombres y mujeres de los sectores
populares. Unió su vida junto a Sandra Rodríguez, también docente,
pero de plástica, con quien tuvo dos hijas: Camila, y Ariadna. Cursó
sus estudios en el colegio Seferino Namuncurá de Junín de los
Andes, de donde egresó en 1979.
Becado
por los Salecianos, Carlos cursó el profesorado en el Instituto de
Formación Docente Nª 5 de Plottier, una de las escuelas situadas en
uno de los barrios más pobres de la zona, pero también, una
barriada con una gran tradición de lucha. Con el paso de los años
Carlos se fue politizando. Cuentan quienes lo conocieron que siempre
realizó su activismo sindical con una aguda mirada de clase.
Perspectiva que lo hizo ser parte activa de las luchas docentes, que
en Neuquén cuentan con una de las trayectorias más ricas del país.
Genealogía
de la lucha docente
El
desenlace fatal de Arroyito no fue ningún accidente, tal como quiso
presentar el caso el poder político local, sino el resultado de una
política de Estado. Así y todo, la
represión del 4 de abril de 2007 sobre los docentes no fue solo una
salida represiva del gobierno ante ese conflicto gremial puntual sino
el intento de aleccionar a un sindicato con toda una historia de
lucha, que había sido parte de las puebladas de los noventa y que,
junto con los ceramistas de la Fábrica Sin Patrón (FaSinPat), ex
Zanon (establecimiento ocupado en 2001 y puesto a funcionar “bajo
control obrero”), se había convertido en la verdadera oposición
política del MPN, en un momento en el que Jorge Sobisch (tres veces
gobernador de la provincia), buscaba proyectarse nacionalmente como
candidato a presidente.
“Lo
peor ya pasó, estamos camino a Senillosa”. Esas fueron las últimas
palabras que Sandra escuchó de Carlos aquella semana santa de 2007,
cuando se comunicaron telefónicamente tras la represión sobre los
docentes en Arroyito, que se disponían a regresar en caravana por la
ruta, seguramente cargados de bronca y un poco de frustración. Fue
entonces cuando la policía pasó por el costado de la caravana y
empezó a disparar. Y uno de esos disparos se cobró la vida de
Fuentealba.
La
la Asociación de
Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN)
fue fundada en 1982 por una confluencia de militantes marxistas y del
catolicismo progresista. En la actualidad el sindicato cuenta con
unos 17.000 trabajadores afiliados en veinte seccionales, siendo
esta cifra casi la mitad del total de asalariados del sector. En 2007
comenzaron el año lectivo con una historia complicada sobre sus
espaldas: 70 pedidos de audiencia rechazados por la gobernación y
salarios congelados desde hacía 17 años, con excepción de un
pequeño incremento que habían obtenido el año anterior, luego de
haber realizado una serie de huelgas poco numerosas pero bastante
radicalizadas y parcialmente exitosas, y tras haber protagonizado una
caravana que puso 15.000 docentes sobre la ruta, que marcharan 20
kilómetros desde Zapala hacia la capital. Pero además de las
medidas radicalizadas, como el “corte a los circuitos productivos”
de la provincia (20 piquetes en el circuito petrolero que culmina con
el bloqueo a la destilería en la zona de las torres, en Plaza
Huincul, una de las sedes de los grandes piquetes de 1996 y 1997),
también 2006 fue el año de la represión abierta contra los
docentes, cuando una patota los apaleó, el 30 de marzo, simulando
ser obreros de la construcción (de allí que se conozca dicho hecho
como “la represión de los cascos amarillos”). Una estrategia de
abordaje represivo sobre los docentes se estaba pergeñando desde las
cimas más altas del Estado provincial.
Es
que más allá de los índices de desocupación locales, y de haber
sido la “punta de lanza” de lo que años más tarde se llamaría
“Movimiento piquetero”, no fueron en Neuquén los movimientos de
trabajadores desocupados los grandes protagonistas de la creciente
protesta social, sino los sindicatos, con los ceramistas y los
docentes a la cabeza.
En
2003 ATEN protagonizó una huelga de 34 días que incluyó 11 días
de corte del puente que une las provincias de Neuquén con la de Río
Negro (el mismo año la represión estatal deja heridos a un
integrante del Movimiento de Trabajadores Desocupados y a otro del
sindicato ceramista). Ese plan de lucha, realizado junto a la
Asociación de Trabajadores del estado (ATE), como ya había sucedido
en 2001, forjó importantes niveles de unidad entre distintas
fracciones de trabajadores, más allá de que en términos
reivindicativos las protestas culminaron en derrotas. Incluso yendo
más atrás en el tiempo, los docentes neuquinos (y los estudiantes)
fueron los grandes protagonistas de algunas de las más importantes
luchas populares de los años noventa. No está de más recordar que
en la provincia se impidió la implementación de la Ley Federal de
Educación del menemismo, y que mientras en Buenos Aires la
conducción de la Confederación de Trabajadores de la Educación de
la República Argentina (CTERA) montaba la carpa Blanca frente al
Congreso de la nación, en Neuquén, el método principal
implementado por el sindicato del sector era el piquete. Piquete que
los había unido junto a otros trabajadores y desocupados en las
puebladas de 1996 y 1997 (en la que es asesinada Teresa Rodríguez).
Es
que tal como afirmó el historiador Ariel Petruccelli en su libro
Docentes y piqueteros. De
la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral Có,
además de ser una provincia estructurada sobre un enclave energético
en su economía y una hegemonía de un partido provincial en su
política, en Neuquén también persistió a lo largo de estos años
de post-dictadura una numerosa contra-cultura de la protesta (“una
cultura minoritaria y disidente contrapuesta a una cultura dominante
y mayoritaria”) que convirtió a la provincia en uno de los
“epicentros de las luchas sociales en la Argentina”.
Las
luchas de derechos humanos en los años ochenta, la de los
trabajadores de la construcción en el entre década, los primeros
piquetes en los noventa, los ceramistas a inicios del nuevo siglo y
el permanente activismo de los estudiantes secundarios y
universitarios es el contexto de lucha en el cual hay que situar el
activismo de los docentes neuquinos, que sin lugar a dudas suma
también a los estatales y las comunidades mapuches.
En
otro texto más breve (“Maestras piqueteras”), publicado en la
revista sindical Vientos
del sur,
Petruccelli retoma conceptualización de “contra-cultura”
planteada en su libro y agrega:
“A
muy grandes rasgos se puede decir que los miembros de la
contracultura comparten una serie de valores y de prácticas: cierto
anhelo de igualdad, un genérico «anti-imperialismo», la protesta y
el reclamo vistos como un valor positivo, una mirada crítica sobre
el mundo y la sociedad en que viven, la organización y la
movilización populares convertidas casi en una forma de vida, la
importancia concedida a los derechos humanos, la oposición al MPN,
cierta conciencia de clase, la participación autónoma de los
docentes en muchas y variopintas organizaciones integrantes de la
contracultura”. Para graficar esta enumeración el historiador
patagónico pone como ejemplos el hecho de que sean docentes el
grueso de los miembros de la Asociación de Músicos Independientes
(AMI), casi todos los artistas plásticos y los actores que acompañan
las movilizaciones políticas y sindicales, buena parte de los
activistas de los organismos de Derechos Humanos, la mayor parte de
las militantes de las organizaciones feministas y de lesbianas, así
como los principales redactores de algunas publicaciones de
contrainformación y contracultura y autores de textos escolares
alternativos.
Pedagogía
de la Memoria y la Justicia
Para
Sandra Rodríguez, y ATEN, el máximo responsable de aquél hecho
trágico que el 4 de abril de 2007 se cobró la vida de Carlos
Fuentealba es Jorge Sobisch, gobernador del Movimiento Popular
Neuquino (MPN) al momento de producirse la represión sobre los
docentes. El ex gobernador incluso afirmó ante la Justicia (en donde
declaró en calidad de “testigo”) que no recordaba haber asumido
públicamente la responsabilidad política de la orden para que la
policía reprimiese aquel día, haciendo recaer dicha responsabilidad
en el ex comisario Carlos David Salazar, aunque desde el sindicato
docente y la familia de Fuentealba insisten en que Sobisch es el
máximo responsable.
Susana
Delarriva es profesora de historia jubilada, aunque “nunca pasiva”,
aclara, en diálogo telefónico con revista Zoom,
en el que puntualiza que la Causa Fuetealba II intentaba llevar a
juicio a la cúpula policial, pero con las claras intenciones de
seguir la línea de mando hasta llegar al ex gobernador, quien “dijo
en el año 2007 que él había dado la orden de reprimir la protesta,
y que lo volvería a hacer”. Delarriva, que es además secretaria
adjunta de ATEN provincial, aclara que si bien la causa se encuentra
cerrada en la provincia, han presentado un “recurso de queja”
ante la Suprema Corte de Justicia. La
Causa Fuentealba II fue cerrada por la Justicia neuquina el 15 de
septiembre de 2016. Entonces los jueces Alfredo Elosu Larumbe y
Soledad Gennari rechazaron la revisión del tribunal impugnatorio y
avalaron además el sobreseimiento de 15 policías y ex funcionarios
imputados por el asesinato. “Si
bien no hemos ganado la batalla judicial sí hemos sido persistentes
en sostener la lucha social, y la lucha pedagógica por Memoria,
Verdad y Justicia”, insiste Delarriva.
Fuentealba
y la lucha docente actual
Para
finalizar esta nota me quedo con estas bellas palabras escritas por
el pensador crítico Gilles Deleuze, citadas también por Nemiña en
la semblanza anteriormente mencionada:
“Cuando
muere alguien a quien uno quiere y admira, se necesita a veces hacer
su retrato. No para glorificarlo, aún menos para defenderlo, no para
recordarlo sino para obtener esa semejanza última que sólo puede
venir de la muerte y que nos hace decir: es él”.
Él,
Carlos Fuentealba, fue el principal rostro presente en las masivas
movilizaciones docentes que ganaron las calles de Neuquén durante
las últimas semanas, en un contexto de lucha gremial que reavivó
las actividades sindicales en prácticamente todas las escuelas del
país, y que tuvo en la Marcha Federal Docente del 6 de marzo su
momento más luminoso.
Al
día siguiente, en la movilización convocada por la CGT en Buenos
Aires, columnas numerosas de laburantes de distintos gremios corearon
“Poné la fecha la puta que te parió”. Entonces el triunvirato
cegetista se comprometió a ponerle fecha al primer paro general
convocado por la Confederación General del Trabajo al gobierno de
Cambiemos. En 48 horas la Argentina vivenciará los alcances de dicha
medida de fuerza. Seguramente allí también, en asambleas, cortes de
calles y ollas populares, el rostro de Carlos Fuentealba se haga
presente, junto a esa consigna hoy ya tan conocida que dice que
“Maestro luchando, también está enseñando”.
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