Por Mariano Pacheco
En la manifestación popular que acompaña al patrono del pan y del trabajo se expresa "El Precariado en Acción, un fenómeno que combina las características de emergencia de un nuevo sujeto social, a la vez que recupera gran parte de la tradición sindical".
Este
miércoles, por cuarto año consecutivo, las organizaciones del
precariado –encabezadas por la Confederación de Trabajadores de la
Economía Popular-- se movilizarán rescatando la figura de San
Cayetano, patrono del Pan y del Trabajo.
Resulta difícil leer el
contexto de emergencia de lo que aquí llamaremos “El Precariado en
Acción” sino es en el marco del doble contexto (nacional e
internacional) de mutación del capital y, por lo tanto, de la
composición técnica y política de las clases trabajadoras. En
Argentina, el Precariado en Acción puede ser leído como los nuevos
cabecitas negra o los descamisados del siglo XXI, no en tanto que
clase social emergente sino como fracción de la clase trabajadora
con capacidad de dinamizar la cooperación del trabajo ya no en la
fábrica sino en el territorio, en muchos casos, promoviendo
dinámicas de organización comunitaria.
De
todos modos, convienen insistir en esto de que no es un fenómeno
nacional sino internacional, más allá de que en Argentina, las
ciencias sociales y buena parte del periodismo le presten una
relativa atención. De hecho, en febrero de este año, fue el Le
Monde Diplomatique
quien sacó un dossier y su tapa bajo el título de “El modelo de
la precarización”, donde una serie de autores y autoras dan cuenta
del estado del debate y de algunas experiencias que se vienen
desarrollando en el plano de la organización y la lucha sindical del
sector, como lo fueron las huelgas de los Rappitenderos.
Un fenómeno complejo
Tras
la asunción de Cambiemos en la gestión del Estado nacional, y de
provincias centrales del país como Buenos Aires, pusieron en la
escena de las luchas sociales del país, nuevamente, un sujeto
plebeyo. Durante los primeros tres años de gobierno de Mauricio
Macri el trabajo no registrado alcanzó el 35,4%, cifra similar a la
alcanzada en 1999 (en 1990 era del 26,5%) y el desempleo 10,1% (era
de 5,9% en diciembre de 2015). Obviamente, en este contexto, la
lógica del emprendedorismo también se exacerbó.
Si
bien las políticas estatales del nuevo gobierno difieren fuertemente
de las emprendidas por los tres mandatos anteriores (gobiernos de
Néstor Kicrhner y Cristina Fernández), conviene no reducir el
análisis del neoliberalismo a una simple secuencia cronológica
(1989/2003; 2016/2019), ya que es un fenómeno mucho más complejo y
múltiple. Por otra parte, también bajo el nuevo modo de organizar
el gobierno la “política social” tiene su lugar, en una lúcida
lectura que los sectores dominantes han hecho sobre esa franja de
población sobrante, y lo que ha sucedido en los albores de 2001
cuando no sólo el trabajo escaseó, sino también la comida.
Tal
como señala Verónica Gago, en su libro La
razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular,
es importante entender al neoliberalismo bajo su dinámica de doble
procedimiento: desde arriba y desde abajo. Desde
arriba,
como modificación del régimen de acumulación global (fase del
capitalismo y no simple “modelo” de gobierno implementando desde
tal o cual Estado nacional); desde
abajo,
como modo de vida que se reorganiza bajo las nociones de libertad,
cálculo
y
obediencia,
es decir, como nueva afectividad/racionalidad. De allí que Gago
hable de la persistencia del neoliberalismo aún en el ciclo de
gobiernos progresistas y al interior de una pragmática vitalista
presente en la economía popular que mixtura proyectos comunitarios y
autogestivos con una racionalidad teñida por tecnologías, afectos y
procedimientos que asume al cálculo como matriz subjetiva
priomordial, dando paso a una suerte de autoempresarialidad de masas.
En
esta tensión entre autoempresarialidad y autogestión; entre
emprendedorismo y proyectos colectivos/comunitarios; entre autonomía
y obediencia; entre desposesión y autoafirmación creativa es que
hay que intentar leer las dinámicas de emergencia de un precariado
en acción.
Nuevos desafío
Si
bien las experiencias de los sectores precarizados se venían
desarrollando desde años atrás –centralmente con la conformación
de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, fundada
en 2011-- la movilización del 7
de agosto de 2016,
desde San Cayetano a Plaza de Mayo, puso en el centro de la escena
política nacional a los Descamisados del siglo XXI.
A diferencia de los
agrupamientos que conformaron el amplio mosaico del denominado
movimiento piquetero (actor central del “ciclo de luchas autónomas”
que se abre con la Pueblada de Cutral Có, en 1996, y se cierra
trágicamente con los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío
Santillán en la Masacre de Avellaneda del 26 de junio de 2002), la
del precariado tiene la característica de combinar una dinámica de
tipo movimiento social con la lógica más clásica del mundo
sindical.
Por
otra parte, la CTEP, expresa un conglomerado muy diverso de grupos
políticos a su interior, como lo son el Movimiento de Trabajadores
Excluidos (MTE), dirigidos por Juan Grabois (joven referente social
que promovió la organización de los cartoneros de la ciudad de
Buenos Aires y se posicionó fuertemente en los medios masivos de
comunicación, sobre todo a partir de su vínculo de amistad con el
Cardenal Jorge Bergoglio devenido Papa Francisco desde 2013); el
Movimiento Evita, conformado en los inicios del primer gobierno
kirchnerista pero con militancias setentistas y de los años ochenta
y noventa a su interior (oficialistas entre 2005 y 2015); el
Movimiento Popular La Dignidad, una de las derivas del Movimiento
Teresa Rodríguez, el primer “movimiento piquetero” organizado en
los noventa y La Mesa Gremial 19 y 20 de Diciembre (conformada, entre
otros, por la OLP y la Organización Social y Política Los Pibes,
fundada en 2001 la primera, y a mediados de la década del 90 la
segunda, ambas provenientes de una tradición del nacionalismo
popular revolucionario).
Además
de congregar esta diversidad de corrientes políticas a su interior,
la CTEP impulsó la conformación de un bloque social incluso con
otros sectores, en una coordinación conocida como “El
Triunvirato”, que la CTEP integra junto a la Corriente Clasista y
Combativa (CCC), impulsada por el maoísta Partido Comunista
Revolucionario (PCR) y el Movimiento Barrios de Pie, dinamizado por
Libres del Sur (ahora Somos, tras la ruptura encabezada por Vicky
Donda del espacio fundado por Humberto Tumini); incluso la “unidad
en la acción” que se supo establecer entre este tridente y otras
organizaciones territoriales con perfiles más contestatarios,
incluyó en estos años sectores como el Frente de Organizaciones en
Lucha (FOL), fundado por núcleos militantes de corte guevarista, el
Frente Popular Darío Santillán (FPDS), inscripto entre las
corrientes de la izquierda independiente e incluso, por momentos, la
coordinación supo albergar a la corriente libertaria de la
Federación de Organizaciones de Base (FOB).
Estos
niveles de unidad resultan inéditos para la historia reciente de la
Argentina. El único intento, efímero de coordinación general de
las experiencias de lucha social se produjo en 2001, con la Asamblea
Nacional Piquetera, pero rápidamente la experiencia caducó, dando
paso a expresiones que en la lucha social expresaban de manera casi
directa las diferencias políticas de las corrientes militantes que
las impulsaban (CCC/FTV por un lado; Bloque Piquetero Nacional por
otro y en MTR/Coordinadora Aníbal Verón como tercera vertiente, más
allá de las expresiones puramente locales, como el MTD de Neuquén,
la UTD de General Mosconi/Salta, etcétera). Ese proceso de unidad
pese a las diferencias políticas y de coordinación para librar
luchas sociales es uno de los rasgos distintivos de este nuevo
fenómeno.
El
Precariado en Acción,
entonces, es un fenómeno que combina las características de
emergencia de un nuevo sujeto (movimiento social), a la vez que
recupera gran parte de la tradición sindical (movimiento obrero). En
este sentido, cabe leer las consignas levantadas el 7 de agosto de
2016: “Paz, Pan y Trabajo” y “Tierra, Techo y Trabajo”. Las
“Tres T”, levantada por este sector a partir de la reivindicación
de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco, confluyeron con
la primera consigna, surgida al calor de la movilización
anti-dictatorial protagonizada por la CGT en agosto de 1981.
Confluencia
simbólica, que tuvo asimismo su correlato contemporáneo en los
permanentes pronunciamientos de CTEP, quien públicamente anunció
sus intenciones de crear un Sindicato Único de la Economía Popular
que pudiera integrarse a la central sindical, iniciativa que no
prosperó sobre todo por la reticencia de los dirigentes ceguetistas
hacia el sector, más allá de numerosos pronunciamientos de algunos
de sus referentes aludieron al “error” de la década del noventa,
cuando el sindicalismo le dio las espaldas a los movimientos sociales
emergentes.
Así
y todo, esa búsqueda de unidad produjo como resultado la
movilización masiva del sector del precariado a varios de los actos
convocados por el sindicalismo, así como la convocatoria, por parte
de la CGT, al gran acto frente al Congreso de la Nación de diciembre
de 2016, a partir del cual el gobierno accedió a aprobar la ley que
dio paso a una nueva conquista para el sector: el lanzamiento de
Salario Social Complementario, ingreso mensual equivalente a la mitad
de un Salario Mínimo Vital y Móvil para toda persona que cumpla los
requisitos que la cataloguen como trabajador/a de la economía
popular (no contar con un trabajo registrado; no poseer más de una
vivienda o automóvil –modelo diez años más antiguo--; no ser
monotributista –luego se abrió la figura del “monotributo
social”, a partir del cual quienes trabajan en el sector pueden
tramitar una obra social y realizar aportes jubilatorios--).
Este
proceso de coordinación, confluencia y búsqueda de unidad abre dos
debates fundamentales para la política argentina contemporánea: por
un lado, acerca de la necesidad de hablar, hoy en día, de un
Movimiento en donde ambas fracciones (asalariado y precariado)
confluyan en tanto clase trabajadora; por otro lado, asumir el
desafío de pensar en términos de dinámicas de complementariedad
que den cuenta de las tradiciones sindicales (hablamos en plural,
puesto que una cosa es reivindicar la figura de Agustín Tosco y otra
muy distinta la de José Ignacio Rucci, por sintetizar una mirada
histórica en dos figuras singulares) y las nuevas emergencias de
movimientos sociales.
Desafíos
para
pensar más allá de las movilizaciones y las noticias de tránsito
bajo las cuales, muchas veces, aparecen tematizadas estas realidades
en los medios hegemónicos de comunicación.
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