Columna publicada en revista Zoom
Por Mariano Pacheco
La campaña de Fernández/Fernández ensaya una alquimia delicada:
convertir recuerdos en esperanza. Los números de tres distritos claves
que contradicen el relato de "paridad" que estimula el gobierno. Y los
que disparan alarmas en el PJ-K.
“Mejor que decir es hacer,
mejor que prometer es realizar”, sostienen un viejo lema del
peronismo, dicho hace décadas por su propio fundador. ¿Pero qué
pasa cuando se es oposición y el campo del hacer –al menos en
términos de gestión estatal-- está en manos de adversarios? Si no
se hace ni se promete: ¿hay que subrayar lo que ya se hizo? Enorme
encrucijada en la que se encuentra el peronismo, dado que sus
adversarios hacen del “relato de la década ganada” uno de sus
puntos fuertes para atacar al kirchnerismo colocándolo en el lugar
de mero pasado.
La campaña electoral previa a
estas elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias
(PASO) pusieron en escena, nuevamente, la destreza y la plasticidad
con la que quienes gobiernan el país abordan los desafíos de la
hora. En un contexto económico francamente adverso para el
oficialismo, y con un clima político bastante hostil hacia su
gestión, Cambiemos mostró que no está dispuesta a bajarse tan
fácilmente de sus pretensiones de renovar mandato por cuatro años
más. Y los comicios del 11 de agosto, si bien no definen ninguna
candidatura, se mostrará como un momento fundamental en la disputa
de cara a octubre.
Su gran capacidad para el
manejo de redes sociales y una estrategia unificada que desde el
inicio tuvo en claro hacia dónde y cómo apuntalar los cañones,
dieron a Cambiemos una franca ventaja respecto del Frente de Todos,
si bien los números le son adversos. Las apariciones espasmódicas
de kirchneristas ultra-acostumbrados a otra dinámica política del
país, dieron al macrismo la oportunidad, incluso, de sumar algunos
puntos a favor, inesperados en el diseño de su estrategia.
Como contraparte, desde los
adherentes al Frente de Todos –y sobre todo en el kirchnerismo--
pareció recaerse en cierto dejo de autoconfianza excesivo, que
asumió que el anuncio de la Fórmula Fernández/Fernández, casi por
su propio peso, ya se había definido la elección.
Obviamente, aunque trate de
sustraerse todo el tiempo del flanco de esas críticas, resulta obvio
que el oficialismo cuenta con toda la maquinaria de (des) información
–estatal y privada-- para instalar temas, inflar números o
desarrollar operaciones de prensa que luego resulta difícil
contrarestar.
Las encuestas que circulan dan
en la actualidad un empate técnico entre Axel Kicillof y María
Eugenia Vidal en provincia de Buenos Aires y una diferencia de unos 5
puntos entre Mauricio Macri y Alberto Fernández, favorable para éste
último, pero los números no son inamovibles y en los últimos
sondeos, la imagen negativa de Alberto creció en un 10% durante el
último mes, mientras que la de Mauricio sólo un 4%.
De todos modos, conviene no
mantener una mirada ingenua al al respecto. Hace por lo menos un mes
que los medios hegemónicos vienen construyendo un escenario en el
que la imagen de Macri mejora día tras día. Sin embargo --tal como
sostuvo recientemente el historiador platense Martín Obregón en su
muro de Facebook-- “el crecimiento de la intención de voto de
Macri a nivel nacional es doblemente sorprendente si se lo compara,
siempre en el terreno de las encuestas, con lo que ocurre en algunos
territorios considerados bastiones del oficialismo”. Los números
que cita respecto de Córdoba, Mendoza y Mar del Plata –tres
distritos electorales fundamentales para Cambiemos en 2015-- son más
que claros. “En Córdoba, por ejemplo, sobre 1400 casos, una
encuesta de CB Consultora realizada en la primera semana de julio le
da a Macri una diferencia de 18 puntos porcentuales sobre Alberto
Fernández (44% a 26%), muy lejos de los 34 puntos que le sacó a
Scioli en las generales del 2015 (53% a 19%). En Mendoza, otra
encuesta elaborada sobre 1200 casos y publicada hace un par de días
por la consultora Reale – Dalla Torre sostiene que las fórmulas
presidenciales encabezadas por Macri y Alberto Fernández están
empatadas en torno a un 36%, cuando en el 2015 Macri había
aventajado a Scioli por 10 puntos (41% a 31%). En Mar de Plata, por
último, una de las grandes ciudades del interior provincial en manos
de Cambiemos, una encuesta de CEPEI sobre 600 casos le otorga a la
fórmula Fernández–Fernández un 41% de intención de voto contra
37% de la fórmula oficialista, cuando Macri había ganado allí en
el 2015 por 8 puntos porcentuales (40% a 32%)”.
Como puede detectarse, en la
era de la posverdad, la disputa por los sentidos cobra una dimensión
impensada en otros contextos pretéritos.
Argumentos y eficacia
En la era de la relatocracia,
según definió a la época Sol Montero, recientemente, en una nota
publicada en la revista Crisis
(“Futuros
mínimos”), lo que se busca es
narrar más de lo que se argumenta. De allí que primen las pequeñas
historias singulares por sobre las grandes ideas colectivas. No es
causal entonces, que en los spots de campaña, Macri haya hecho tanto
hincapié en la cercanía, expresada tanto en las fotografías de los
carteles como en los audios de los videos, donde “gente común”
parece “ponerse al hombro” la campaña. Si bien el eje de la
intervención audiovisual de Cambiemos está centrada en el
“antirelato” (“esto no es relato, esto es real”), la
secuencia audiovisual no deja de ser la de un relato que hace
hincapié en no volver al pasado y en valorar los pasos de avance que
se han producido en la actualidad: una red cloacal, un camino, por
ejemplo (cosas
concretas, diría
David Viñas).
El peronismo/kirchnerismo, en
cambio, se encontró en la encrucijada de, por un lado, no ensalzar
el pasado, pero por otro lado, tampoco caer en la tan cuestionada
“promesa de campaña”. Así, quedó en franca desventaja, en una
actitud reactiva, en la que no pone el eje en los doce años de
gobierno y las conquistas obtenidas en ese período y tampoco lo hace
en declamar algo que puede hacerse a futuro. ¿Entonces? Entonces no
le quedó otra que poner el foco en algo que desde el peronismo
siempre se le criticó a las izquierdas: el denuncialismo. Los spots
de campaña de la fórmula Fernández/Fernández ponen el foco en
describir la calamitosa situación económica y social que atraviesan
hoy la mayoría de las y los argentinos, para finalizar enunciando:
“hay espezanza”. El problema es que de las imágenes y voces que
aparecen en cada uno de ellos no se deriva ninguna imagen ni relato
de esperanza, tan sólo su enunciación final, luego de un relato
lacrimógeno que dan más ganas de colgar la toalla que de salir a
pelear. Por otro lado –seguramente en búsqueda por ampliar la base
electoral “corrida a la derecha”-- tampoco los spots dan cuenta
de las mil y una iniciativas populares gestadas en estos cuatro años
para sobrevivir al temporal. Obviamente, en términos de argumentos,
la posición del Frente para Todos es –lejos-- imbatibles frente a
Cambiemos, no sólo por lo que dicen los propios números de la
gestión cambiemista, sino incluso por las posiciones claras y
precisas esgrimidas por sus principales candidatos: Alberto ha
demostrado en numerosas oportunidades destacarse por su capacidad de
oratoria en estas semanas, y el “papelón” que le hizo pasar al
aire, en vivo, al mandamás de la cordobesa Cadena 3, Mario Pereyra,
es un ejemplo más que claro de esto, así como las recientes
definiciones sostenidas por Kicillof y Magario en la entrevista
publicada el domingo pasado por el diario Página/12.
Pero el neoliberalismo tiene,
entre uno de sus engranajes fundamentales, la gran capacidad de
ejercitar una anulación del largo plazo en la perspectiva de las
personas, tanto para adelante como para atrás. Inmediatez e
hipervaloración de lo efímero son dinámicas que pueden registrarse
hoy en distintos ámbitos de la vida social: el pasaje del cine a las
series; del uso de facebook a Instagram y twitter (con 2.000 y 140
caracteres como límite, respectivamente) y de los “posteos” a
las “historias” (que duran 24 horas y luego se borran), por citar
ejemplos masivos y cotidianos. Lo mismo podrá decirse de las
noticias: se puede decir cualquier cosa con tal que surta efectos en
el día, después… después se verá (a otra cosa mariposa, como
dice el dicho popular).
Por eso el oficialismo apuesta
a gestar la más amplia capacidad de adhesión posible, como lo
demostró en estos días poniendo a circular el texto “¿Por qué
votamos a Macri?” (25/07/2019), en el 143 integrantes del quehacer
intelectual argentino advierten contra el retorno del kirchnerismo y
apoyan la fórmula de Cambiemos, pero sobre todo, pone en la primera
línea de fuego a personajes como Alejandro Rozitchner, o los propios
funcionarios y candidatos, como María Eugenia Vidal, a decir
cualquier barbaridad sin ruborizarse.
Las afirmaciones de
Rozitchner, equiparando al kirchnerismo con el fascismo y haciendo
analogías del tipo “ahora no se puede opinar a favor del gobierno”
(lo que resulta una paradoja, porque no se entiende cual es la
capacidad de represión de quien no detenta el aparato del Estado,
único capaz de ejercer el uso legítimo de la fuerza, según la
clásica fórmula liberal), “antes por pensar distinto te
secuestraban y torturaban”, o las de la gobernadora de la provincia
de Buenos Aires, diciendo que los miles de aspirantes a los 50
puestos de trabajo en el Penal de Olmos de La Plata estaban allí
porque buscaban estudiar.
Más allá de lo delirante que
puedan parecer esas posiciones, convendría no olvidar que esas miles
de personas de La Plata, junto con con los 9.000 jóvenes que se
anotaron para cubrir las primeras 1.200 vacantes para el “Servicio
Cívico Voluntario en Valores” de la Gendarmería Nacional, son
personas de los sectores populares que encuentran allí una
iniciativa concreta que los contienen (de nuevo cosas concretas
frente a relatos).
En su clásico libro El
arte de la guerra, el sabio oriental Sun Tzu decía que había
que conocer al adversario tanto como uno se conoce a sí mismo. Y
también, que había que saber aprovechar al máximo los defectos del
adversario en beneficio propio. Algo de eso supo intuir, estudiar y
llevar adelante Perón, cuando hacía hincapié en desarrollar una
estrategia integral que contemplara innumerables tácticas. Y que
supiera golpear al enemigo donde duele y cuando duele. Cambiemos no
parece haber sacado bandera blanca. Y de hacerlo –siguiendo con
Perón-- conviene que cuando en enemigo comienza a replegarse lo
menos que hay que hacer es relajarse.
La confianza en la creatividad
popular resulta fundamental. La intervención de carteles de
Cambiemos, luego difundida en redes sociales no alcanza, es cierto,
pero no deja de ser un modo interesante, fácil y activo de
intervenir en la necesaria batalla por el sentido común que habrá
que librar de acá a octubre, con todos los frentes, con todas las
herramientas.
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