Por Mariano Pacheco para La Tecl@ Eñe*
Entre el
“reordenamiento” del gabinete nacional y las elecciones legislativas tenemos
por delante dos meses en los que se deberá evaluar, de manera simultánea, qué
capacidad encontramos para abordar un triple desafío que se nos presenta en
esta coyuntura: perfil reparativo de las nuevas medidas; capacidad para
revertir los resultados electorales de septiembre y mayor delimitación de los
rasgos que va ir adquiriendo la transición hacia la pospandemia.
Ante cada
crisis los sectores tradicionales de la política argentina profundizan su
conservadurismo (incluimos también en esta línea al progresismo). Esto resulta
preocupante, ya que hay dos modos fundamentales de abordar las crisis:
negarlas, en el afán de salirse de ellas como quien huye de la peste, buscando
reponer un supuesto orden en el que no existen los conflictos; o más bien,
asumirla para leerla y operar sobre ella de modo tal que aquello que antes
permanecía oculto, pueda ser puesto sobre la superficie. En nuestro caso, la
actual crisis nos permite ver, en simultáneo, por lo menos dos elementos: las
deudas sociales de la democracia de la desigualdad; las estrategias populares
que vienen dando respuestas ante cada situación de emergencia (generalmente
frente a una política tradicional que queda sorda, muda y ciega, o en el mejor
de los casos, que finge pretender ver, escuchar y hablar para ofrecer
respuestas que por lo general no apelan a un diálogo con esas estrategias
populares).
En esta
coyuntura resulta clave tomar medidas para salirse de la burbuja de impotencia
en la que se encuentra en la actualidad el gobierno nacional. La crisis en la
gestión es producto del adverso resultado electoral, que a su vez es producto
de una crisis anterior: el modo insuficiente en que se atendieron las
problemáticas más sentidas por nuestro pueblo durante una de las mayores crisis
sanitarias (y por lo tanto, también económica y social) que atravesó la humanidad.
Por eso sostenemos aquí que la disputa por los nombres entre quienes ocupan o
dejan un cargo ministerial habla y mucho de quienes han hecho de la política
una profesión, pero poco y nada dice para la amplia mayoría de sectores
populares, quienes necesitan de manera urgente que la política sea entendida y
practicada como una herramienta para la transformación. Una transformación que
es urgente, porque urgentes son las necesidades básicas hoy insatisfechas, con
casi un 50% de la población sumergida bajo la línea de pobreza y un índice
anual de inflación que ronda el 45% (mientras los salarios han aumentado un
35%... sólo para la mitad de la clase trabajadora que se encuentra empleada
bajo relación salarial). De allí que ya se esté hablando de un aumento al menos
10% superior al estipulado, que se anunciaría este martes tras la reunión del
Consejo del Salario, que adelantó diez días su fecha de encuentro.
Más allá de la
inflación y los salarios, una discusión central será la de la negociación con
el FMI ¿No habrá llegado la hora de que los Movimientos Populares,
organizaciones sociales y fuerzas políticas con aspiraciones transformadoras
convoquen a una consulta popular al respecto?
Una Agenda de octubre
Para el 18 de
octubre está prevista una movilización de la CGT junto a los Movimientos
Populares, en conmemoración por la gesta que dio nacimiento al peronismo, el
emblemático 17 de octubre de 1945.
¿No habrá
llegado el momento en que esta unidad, que permite pensar en la recreación de
una nueva columna vertebral en Argentina, asuma el desafío de construir una agenda
popular para la pospademia? A modo de ejemplo, mencionamos aquí una serie de puntos a través de los cuales se podrían
abordar aquello que hoy se torna fundamental para el conjunto de la clase
trabajadora:
1)
Plan
de obras públicas (con participación del sector cooperativo de la economía
popular)
2)
Plan
de construcción de viviendas (también con participación del sector cooperativo
de la economía popular)
3)
Programa
de acceso a la tierra, urbana y rural, para la producción
4)
Programa
de acceso al crédito para la producción
5)
Establecimiento
de políticas impositivas progresivas
6)
Estricto
control de precios
7)
Aumentos
salariales y de asignaciones familiares acordes a los índices de inflación
8)
Consulta
popular que coloque en el centro del debate la relación entre deuda externa y
deuda interna
Una propuesta
así, obviamente, requiere del compromiso de las y los funcionarios de salirse
del simple lugar de la gestión, para asumir la necesidad de hacer política. No mera
campaña electoral, sino visualización de las tensiones y los conflictos de
intereses que hoy nos desgarran como sociedad. Para ello, no es posible seguir
sosteniendo el enfrascamiento en el que se encuentra la mayoría de la
dirigencia política. Tal como sostuvo Martín Burgos en una nota publicada este
domingo en el diario Página/12, si
alguna lección ha dejado esta pandemia es la importancia que la
planificación económica tiene como instrumento del desarrollo, aprovechando al
Estado como estructurador económico y social, con fuerte presencia como
oferente y demandante en numerosas ramas de la economía. De allí que resulte
fundamental contemplar aquello que viene aconteciendo por abajo, en los
territorios, donde se organiza la economía popular, y de una vez por todas
asumir que sin nuevos paradigmas será imposible salirse de la encerrona en la
que nos coloca querer resolver los problemas contemporáneos con recetas ya
caducas. Asumir a la Economía Popular como actor productivo y político, y no
sólo social (población vulnerable a la que hay que asistir con alimentos y
subsidios) implica revalorizar el rol jugado por un importante sector de la población
durante la pandemia, e incluso en años anteriores. Claro que esto implica no
sólo poner en discusión la redistribución de la riqueza sino también del poder
político y simbólico, y dejar de ver allí “población en riesgo” para visualizar
el potencial productivo y político de un sujeto social que resuelve a diario
muchas problemáticas, que piensa y propone medidas no sólo para sí mismo sino
para los sectores populares en general.
“Sin poder popular no hay justicia
social”, esgrime una consigna. Sin tener en cuenta el poder social y el
potencial productivo construido por las economías populares, entonces, no será
posible pensar en ningún proyecto de desarrollo nacional. Hemos advertido hace
unos días sobre el deseo y la necesidad de comenzar a abordar con mayor rigor
la discusión en torno al proyecto, porque el resultado de las elecciones del 12
de septiembre han demostrado que amplias franjas de la población están con
bronca, y desencantadas con este gobierno. No serán sólo medidas urgentes para
paliar necesidades inmediatas (aunque éstas sean la condición de posibilidad de
todo el resto), las que resuelvan por sí mismas esta situación. “No sólo de pan
vive el hombre” (y la mujer). Eso entendieron hace rato y muy bien las usinas
ideológicas del neoliberalismo, que operan sobre el deseo de las masas de un
modo en que ni las izquierdas, ni los progresismos, ni los proyectos populares,
estamos pudiendo entender.
Tenemos que empezar a imaginar, a proyectar, a
pelear por futuros próximos que contemplen alternativas a este presente
desolador. De eso se trata, en gran medida, hacer política. Soñar, pero a
condición de ser realistas, de permanecer despiertos, entre otras cuestiones,
para que los poderes fácticos no nos duerman otra vez.
* Director del Generosa Frattasi, Instituto Plebeyo de la Federación de
Cooperativas de Trabajo Evita/Unión de Trabajadoresy Trabajadoras de la
Economía Popular. Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular.
Integrante de la Cátedra Abierta Félix Guattari. Responsable de la Formación
del Movimiento Evita en la Provincia de Buenos Aires.
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