Por
Mariano Pacheco*
La rotunda derrota electoral del Frente de Todos en
las PASO de ayer da cuenta del profundo llamado de atención para la coalición
gobernante. Y esto en un doble sentido: por lado, la mayoría de la población ha
dado un mensaje de que las cosas no pueden seguir así. Por otro lado, ese
descontento se ha canalizado por derecha, incluso dando un visto bueno a
quienes condujeron el país al abismo, apenas dos años atrás.
No parece ser un dato menor que la izquierda
identitaria, sumando los votos de sus seis expresiones trotkistas (las cuatro
que fueron a internas del FIT-U --es decir, MST, PTS, PO, IS--, mas Palabra
Obrera y el Nuevo MAS), haya cosechado no más del 7 % de los votos. Sí, han
realizado una mejor elección que en otras oportunidades, obtuvieron buenos
resultados en Chubut y dieron un batacazo en Jujuy (alguna vez lo dieron en
Salta), pero el dato central de estas Primarias no es el leve repunte de estas
expresiones sino que la derecha que se presentó fragmentada por fuera de la
interna de cambiemos logró sumar alrededor de 12 %. Es decir, que la derecha en
su conjunto, con 50 % de caudal de votos, se posiciona como una nueva mayoría
en la Argentina. Tampoco parece ser un dato menor que los candidatos más
votados de la derecha hayan sido los responsables más cercanos en el tiempo de
la debacle del país (no importa que Larreta se haya impuesto sobre Macri o Juez
sobre Negri en Córdoba, porque como declaró éste último, en noviembre estarán
todos juntos “para combatir el populismo”).
Por el lado del peronismo, entre Ranzazzo y Moreno
juntaron menos que la izquierda (y casi lo mismo que el voto en blanco), es
decir que, sumando esos votos peronistas a los del Frente de Todos, no se llegó
si quiera al 40%. El porcentaje de presentismo, por otra parte --teniendo en
cuenta que eran elecciones primarias y en pandemia--, fueron elevados. Esto
tira por la borda las estimaciones de las encuestadoras (nuevamente). Está
claro entonces que el descontento no se expresó ni por la vertiente de la
anti-política ni tampoco a través de las corrientes de izquierda o de un
peronismo más ortodoxo. La mitad del padrón eligió opciones de derecha.
Una lupa para
leer la época
El escenario tiende nuevamente a polarizarse. Por el
lado de Juntos por el cambio, es parte de su estrategia: polarizar e intentar reducir
la amplitud de la coalición gobernante actual al kirchnerismo. Esperemos no sea
también estrategia del cristinismo, porque si hay que ha primado en estos
últimos dos años en un alto porcentaje de quienes somos parte del Frente de
Todos, es el deseo de tercera posición.
El desafío es enorme: agrupar en un mismo polo una
gran diversidad de expresiones, que puedan plantearse claramente como una
alternativa al proyecto cambiemista que gobernó hasta 2019, poner en valor lo
acertado de determinadas formas de administrar la pandemia, pero también de dar
cuenta de una autocrítica, y proponer líneas de acción concreta para la
pospandemia (Cristina, por ejemplo, habló una hora durante el acto de cierre en
Tecnópolis, con abundantes referencias al pasado, incluso de su pasado personal
y familiar, pero poco o nada respecto del futuro de las mayorías populares del
país).
La división del frente opositor, la incógnita en
torno a qué capacidad de conservar intactos los votos radicales tendrá Juntos
también juega en la coyuntura que se avecina, aunque lo central tendrá que
pasar puertas adentro en base a la lectura autocrítica que pueda realizarse.
Si todo esto resulta vital es porque corremos el
riesgo de perpetuar las dificultades que venimos arrastrando para leer las
situaciones, desde la coyuntura previa al ballotage Scioli-Macri hasta hoy. Enunciados
del tipo “medidas económicas ya” o “redoblar la militancia desde hoy mismo” no
pueden ser las únicas respuestas. Claro
que uno de los puntos centrales de la hora es abordar con mayor profundidad la
agenda económico-social, porque no alcanza con denunciar que el combo herencia
macrista + pandemia mundial fue fatal, sino que hay que poder hacer algo con
eso. Estamos en ese aspecto en números escandalosos, de pobreza e indigencia,
pero también de brecha entre los aumentos de los índices de inflación y los del
salario real. Tampoco se trata (sólo) de “más militancia”, en tanto no se
problematicen los modos en que se lo hace: hay que escuchar más, permanecer a
la apertura del intercambio, poder leer qué repertorios ya están totalmente
caducos o al menos profundamente deslegitimados y no caer en la tentación de
pensar que entonces debemos hacer las cosas como la derecha. Porque la derecha
tiene otro proyecto, y éste es inescindible de los modos en que se expresa
(memoria de corto plazo, trabajo sobre lo emocional, slogans sin fundamentos,
mentiras descaradas, ocultamiento de sus intenciones).
Y hablando de proyecto, vieja palabrilla un poco en
des-uso, quizás sea la hora de retomarla un poco. No puede ir la agenda
económico-social por un lado, la disputa política por otro, la batalla de ideas
extraviada como patrulla perdida y las ofensivas sensibles como interrogante
perpetuo. Hay que poder anudar estas dimensiones en una estrategia integral. Y
para ello se requiere un trabajo arduo, sostenido, de miras lejanas. Hay que
poder trabajar sobre las herencias y los cambios epocales.
Desigual y
combinada
Un desafío de la hora es abordar los cambios
epocales.
La pandemia radicalizó una serie de tendencias que
venían pujando por abrirse espacio, y ella misma abrió un momento específico de
crisis multimensional. Pues entonces no es posible pretender resolver los
problemas urgentes de la hora con recetas ya caducas, con formas anticuadas, con
repertorios gastados y contenidos añejos. Y lo inverso también es válido: no se
puede saltar del discurso de reconstruir la Argentina peronista al tarot y las
humoradas sobre garchar, aunque no haya que descartar ni el garche, ni el
juego, ni el humor como cuestiones políticas.
Las brechas entre militancias populares y de nuevos
emergentes y las y los funcionarios y dirigentes políticos “de carrera” es
enorme. Y profunda la desconexión entre estas instancias y el que-hacer
intelectual y las intervenciones en torno a cuestiones vinculadas a la
subjetividad El momento electoral no
puede ser una excepción en este proceso de necesario reanudamiento de estas
instancias. Hay que asumir la integralidad sensible, económica, política,
cultural de las apuestas en las que nos embarcamos.
Recuperar la iniciativa táctica requiere entonces, necesariamente,
discutir más fondo algún tipo de perspectiva estratégica.
Y el mundo actual muestra que la recuperación de
márgenes de autonomía de los Estados nacionales en el orden mundial neoliberal
sólo puede ser una parte de la película. Los otros tramos del film que
protagonizamos requieren apostar por la invención, entender la política misma
como una invención, y retrabajar la herencia: ¿en qué nos equivocamos en el
pasado? ¿Qué cuestiones pretéritas ya no tienen sentido en nuestro presente? Y
por el contrario: ¿qué elementos de la tradición debemos rescatar, retener,
refuncionalizar para no quedar atrapados en la red de elementos inmediatistas
en que nos vemos envueltos en la era del realismo capitalista?
Las luchas feministas y de la diversidad, los
paradigmas ecologistas y las prácticas territoriales de matriz comunitarias de
algunas economías populares tienen mucho para decir al respecto. Hay que ver
hasta dónde la política tradicional (incluso la progresista) está dispuesta a
escuchar, a incorporar, a dejarse interpelar.
Después de las PASO de 2019 el macrismo recuperó
diez puntos. No ganó, pero tampoco se retiró humillado; y le quedó nafta para
esta disputa de 2021. Cristina Fernández activó una batería de medidas tras la
derrota de 2009 y arrasó en 2011. Así que un desafío de la hora es combatir el
desánimo en las propias filas. Y ser más audaces para imaginar el futuro.
Álvaro García Linera insiste en una caracterización
que deberíamos retener. Dice que a diferencia de épocas anteriores ahora los
momentos políticos son muy inestables, y todo triunfo (popular, progresista o
neoliberal) debe asumirse en su fugacidad. Como si el “equilibrio inestable de
fuerzas” ya no fuera un momento excepcional sino una constante. Sobre el fondo
de esta cuestión está el debate sobre las formas de vida contemporáneas.
Si el capitalismo en su fase neoliberal produce no
sólo al hombre y la mujer como mercancías, sino un tipo determinado de subjetividad,
necesitamos urgente emprender una analítica micro-política capaz de indagar
sobre los ámbitos de la sensibilidad, trabajar críticamente en torno a cómo el
neoliberalismo fabrica modos de vida que logran captar y modelar los deseos de
las personas. Porque allí se juega una disputa fundamental: y no hay relatos de
Víctor Hugo Morales, columnas de opinión en Página/12
o locutores ofuscados de C5N que puedan aplacar esta tendencia. Porque el
problema no es sólo de información o de conciencia, sino mucho más profundo (el
enemigo histórico no está sólo allí afuera, cosechando votos en lugar de
golpear las puertas de cuarteles militares, sino que actúa como un centinela
dentro nuestro, al interior de cada espacio propio, e incluso, adentro de cada
una, de cada uno de nosotros).
Que la disputa comunicacional es una parte de la
pelea, sí, claro (otra es la discusión sobre el modo en que se aborda); pero
debemos inscribir esa disputa en una lucha cultural más amplia (que implica asimismo
“batalla de ideas” y “ofensiva sensible”, para retomar el concepto con el que
Diego Sztulwark tituló un libro suyo). Las otras partes, como ya hemos
señalado, implican una agenda económica y social urgente para atender las
necesidades elementales de los sectores más golpeados por la situación actual y
vocación política de sostener la unidad.
Sin estos elementos no hay salida victoriosa en el
horizonte de las disputas en curso. Esperemos que las y los funcionarios y
dirigentes políticos tradicionales hayan tomado nota de los resultados de ayer.
Esperemos tengan la generosidad de tener más en cuenta a las organizaciones
sindicales, los movimientos populares, las construcciones sociales a la hora de
emprender la patriada que tenemos por delante.
Un tropezón no es caida. Pero te podés lastimar. Y
aquí no se daña sólo la gestión del gobierno. Aquí se daña nuestra dignidad, se
lastima el presente y el futuro de nuestro pueblo, de nosotros, de nosotras,
que somos parte de él, porque vivimos como él, y no como los sectores
privilegiados que pretendemos combatir cuando decimos anhelar y luchar por una
Argentina libre y soberana, por un país con justicia social.
*Director del Generosa Frattasi, Instituto Plebeyo de la Federación de
Cooperativas de Trabajo Evita. Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y
Popular. Integrante de la Cátedra Abierta Félix Guattari. Responsable de la
Formación del Movimiento Evita en la Provincia de Buenos Aires.
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