sábado, 6 de diciembre de 2025

Sobre "La teoría de la bolsa de ficción", de Ursula Le Guin

 

“La persona prehistórica media podía llevar una buena vida trabajando alrededor de 15 horas semanales”, escribe Ursula Le Guin en “La teoría de la bolsa de ficción”. Y luego agrega: “los más inquietos decidieron escaparse y cazar mamut”. Los hábiles cazadores volverían entonces, nos dice, con un montón de carne, mucho marfil y un relato. “No fue así la carne lo que marcó la diferencia. Fue el relato”.

 

Para Donna Haraway, que escribe el prólogo de este libro publicado en Argentina en una bella edición de Rara Avis (que cuenta además con ilustraciones de Martín Franhoc Halley realizadas especialmente para la ocasión), lo que Le Guin escribe son bolsas amplias de historias para juntar y llevar a la narración las cosas del vivir. “Cada mochila nace de (y exige una respuesta a) preguntas urgentes acerca de cómo contar historias que ayuden a reescribir la historia para los tipos de vida y de muerte que merecen mejores presentes y futuros fértiles”.

 

Se trata entonces de contar historias, no como un lujo, sino como una suerte de bordado que permita aumentar la empatía, la perspectiva hospitalaria hacia otres. “Cuestión apremiante respecto a cómo unirnos para contar historias necesarias, construir los mundos necesarios y hacer enmudecer a los mortíferos”, agrega Haraway.

 

La ficción sería así una forma de intentar describir lo que de hecho está sucediendo, lo que la gente hace y siente, cómo la gente se relaciona. “Es una suerte de realismo extraño”, dice Le Guin, porque la realidad “es extraña”. Contra la forma imperial –como caracteriza a la novela del héroe– se postula el “relato saco”, bolsa, ya que un libro guarda palabras y, las palabras, guardan cosas, portan significados (este apartado me hizo acordar mucho a “El guardapalabras”, el libro de memorias del obrero ferroviario y militante sindical argentino Juan Carlos “El Negro” Cena).

 

Una novela, desde esta perspectiva, sería un atado (en el sentido sudamericano de bulto de tela o de cuero, según se deja consignar en el texto) que mantiene las cosas “en una relación particular y poderosa, las unas con las otras y con nosotras”. Escribir para sostener una memoria, entonces, que pueda ser retomada para seguir la narración.

 

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