Elecciones en Bolivia
Por Mariano Pacheco*
Las elecciones del 12 de
octubre en Bolivia. Evo Morales y los movimientos sociales. El desafío de
pensar lo conquistado como transición. Latinoamérica: el laboratorio político
más importante del último cuarto de siglo. Hacia una nueva política
emancipatoria.
Entre todos y en el mejor de los casos, los
candidatos Samuel Doria Medina (Unidad Demócrata), Jorge Tuto Quiroga (Partido
Demócrata Cristiano), Juan Del Granado (Movimiento Sin Miedo) y Fernando Vargas
(Partido Verde), no llegan a reunir el 39% de intención de voto. En el mejor de
los casos, ya que la última encuesta difundida en el país hermano, el pasado
viernes, otorgó a medina cinco puntos más de los que venía midiendo en
encuestas anteriores. Por el contrario, la fórmula Evo Morales-Álvaro García
Linera, tras casi una década al frente del gobierno de Bolivia, asciende al
59%.
Entre todos y en el mejor de los casos, los
candidatos Samuel Doria Medina (Unidad Demócrata), Jorge Tuto Quiroga (Partido
Demócrata Cristiano), Juan Del Granado (Movimiento Sin Miedo) y Fernando Vargas
(Partido Verde), no llegan a reunir el 39% de intención de voto. En el mejor de
los casos, ya que la última encuesta difundida en el país hermano, el pasado
viernes, otorgó a medina cinco puntos más de los que venía midiendo en
encuestas anteriores. Por el contrario, la fórmula Evo Morales-Álvaro García
Linera, tras casi una década al frente del gobierno de Bolivia, asciende al
59%.
Todo
indica que el triunfo electoral del Movimiento al Socialismo-Instrumento
Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), el próximo domingo 12 de
octubre, será arrollador. Los bolivianos elegirán diputados y senadores, además
de presidente y vicepresidente. También “parlamentarios supranacionales”. Si
bien no formarán parte de la Asamblea Plurinacional, los 18 parlamentarios
supranacionales (nueve titulares y nueve suplentes), serán elegidos a través
del voto directo para representar a Bolivia, por un período de cinco años, ante
organismos parlamentarios supraestatales como la Unión de Naciones
Suramericanas (Unasur), el Parlamento Andino, el Parlamento Latinoamericano,
Amazónico, Indígena, Unión Interparlamentaria (UI) y el Mercado Común del Sur
(Mercosur).
Así
como puede ser una tarea central y de primer orden para el movimiento popular
boliviano, en la coyuntura actual, garantizar el triunfo de Evo Morales para
este tercer período presidencial, no menos central y prioritaria parece ser la
tarea de los movimientos sociales de cara a tensionar su vínculo creativo con
un gobierno que vino a intentar expresar en el Estado las convulsionadas
confrontaciones sociales que lo precedieron.
Alguna
vez, el fotógrafo francés Henry Cartier Bressón afirmó que todo el secreto de
la fotografía consistía en capturar “el instante decisivo” (o algo así). Sin
lugar a dudas este cronista piensa que en 2005 los movimientos sociales
bolivianos, aquellos que libraron importantes batallas contra el modelo
neoliberal, se encontraron ante un “instante decisivo” de la política nacional,
y por qué no decir también, de la política popular Latinoamericana. Luego de un
período de significativas luchas (2000-2005), entre las que se destacaron las
ya legendarias “Guerra del Agua” (2000) y “Guerra del Gas” (2003), y tras la
renuncia de dos presidentes (Jorge Quiroga Ramírez en 2002 y González Sánchez
de Losada en 2003), Evo Morales se transformó en el primer presidente indígena
del mundo.
Desde
entonces, Bolivia se transformó en Estado
Plurinacional -proceso constituyente mediante- y logró el reconocimiento constitucional
de los derechos de la Pachamama. También a través de la nacionalización de los
hidrocarburos, implementó una serie de políticas redistributivas. En clara
sintonía con el ideario de la Revolución Cubana, conquistó ser declarado país
libre de analfabetismo. Para el próximo período, el desafío del gobierno está
planteado: avanzar con la Agenda Patriótica para terminar con la pobreza
extrema y avanzar en aspectos centrales de soberanía financiera.
El
denominado “Buen Vivir”, de todos modos, corre el riesgo de circunscribirse a
una “política de Estado”. La posibilidad de recuperar protagonismo, y esbozar
elementos que ayuden a pensar-desarrollar una nueva política, por parte de los
movimientos sociales, es un desafío presente tanto dentro de la “Revolución
Democrático-Cultural” como en el resto del continente, al fin y al cabo, el
territorio más interesante para repensar las coordenadas de una nueva política
emancipatoria para el siglo XXI.
Si
el primer ciclo de luchas desarrollado por los pueblos latinoamericanos durante
los últimos años del siglo pasado y los primeros del actual –centralmente las
resistencias antineoliberales–, introdujo una serie de novedades políticas
respecto de las perspectivas transformadoras que las antecedieron (en medio de
la “revancha conservadora” mundial que se vanagloriaba de un supuesto “fin de
la historia”), y el segundo ciclo permitió ensayar en algunos países –casi exclusivamente
en Bolivia y en Venezuela, con la Revolución Bolivariana encabezada por Hugo
Chávez Frías– un vínculo tenso y conflictivo entre auto-organización popular y
gestión estatal, en la actualidad nos encontramos a las puertas de un nuevo
ciclo. Los anteriores ya mostraron sus límites. Queda por verse, para los
pueblos, cuánto podrán o no avanzar en desplegar sus potencias creativas. Y
reinstalar un nuevo horizonte emancipatorio.
*Nota elaborada especialmente para el
periódico mensual “Me contó el Viejo Antonio”, del Centro Cultural Somos
Viento, San Francisco-Córdoba y para el Portal de Noticias Marcha.
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