Sobre manteros, mapuches y otros negros de mierda
Por Mariano Pacheco
El
desalojo de “los manteros” del barrio porteño de Once, hace unos
días, va en la misma línea macrista de limpiarle la cara a la
ciudad que encuentra su correlato en otras acciones como la
remodelación de Plaza Constitución, en donde el transeúnte atento
habrá podido ver esos afiches del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires con dos cuadrados en donde el de la izquierda dice “Antes”
y el de la derecha “Después”. Abajo de la primera frase, una
foto de uno de esos puestos que habitualmente había frente a la
Estación de trenes, con su estética típicamente tercermundista y
sus vendedores con rasgos claramente Latinoamericanos. Junto a la
otra frase, otra imagen: un limpio y prolijo “Carrito-Pro” (un
hombre con delantal y puesto amarillo).
La
Buenos Aires pensada e ideada para el “turismo blanco” es el
revés de un racismo que trasciende las fronteras de la Gran Ciudad
Capital, y que en estos días también pudo verse expresada en la
represión desatada contra los integrantes de la comunidad Lof
Cushamen en Chubut, la provincia gobernada por Mario Das Neves, quien
--según denunciaron desde la comunidad mapuche-- actúa “en
connivencia” con la familia Benetton, dueña de más de un millón
y medio de hectáreas en la zona. El emprendimiento minero que está
por detrás del conflicto, destacan los pobladores chubutenses,
podría afectar la provisión de agua de toda la provincia.
No solo la represión de
Infantería (que actúa en la zona junto con Gendarmería Nacional),
sino los “operativos periodísticos” que acompañaron la violenta
respuesta del Estado, va en la misma dirección que la represión
desatada contra los manteros en Buenos Aires y el ideal de ciudad
antes mencionado: un espacio donde el crisol de razas que caracterizó
a la patria desde siempre sea sometido a una profunda revisión. Ya
no inmigrantes europeos al estilo sarmiento para habitar el desierto,
sino gringos para el paseo turístico, gringos para invertir en
proyectos laborales en donde la mano de obra, cada vez más
flexibilizada, sí sea de los negros de mierda de Nuestraamérica,
pero lejos de la vista de los hombres y las mujeres de bien.
En simultáneo, pero en la
otra punta del país, también el racismo se hizo presente para
recordar que Milagro Sala continúa detenida, desde hace ya un año,
junto a otros “tupaqueros” y “tupaqueras”, igual de indios
(coyas, mapuches, lo mismo da), igual de negros, igual de
tercermundistas que los del sur del país.
Lo preocupante, además de la
abierta política represiva del Estado ante los conflictos sociales,
es la tendencia que instauran las experiencias de Jujuy y Chubut:
suspención del Estado de derecho bajo la mascarada de
constitucionalidad.
EL PERIODISMO PATOVA
La cobertura de los conflictos
sociales y gremiales desarrollada por casi todos los medios de
comunicación (radio, televisión, diarios, sitios webs) viene siendo
cada vez más patéticos y cada vez más lejos de cualquier parámetro
ético. Me refiero a las realizadas por aquellos periodistas que
trabajan para las grandes empresas del rubro, no a quienes --cada vez
más-- oponen con honestidad las prácticas de su oficio a esos
relatos, sean las distintas expresiones de medios de comunicación
populares, autogestivos y comunitarios o incluso aquellos pequeños
emprendimientos comerciales que se corren de las lógicas
hegemónicas. Este tipo de cobertura no es nueva, e incluso desde
hace años se estudian en las escuelas de periodismo y las carreras
universitarias de comunicación. Pero con la exasperación general
que se vive en la actual sociedad argentina, también las prácticas
periodísticas se exasperan. Operadores políticos a sueldo vociferan
en programas como los que pueden escucharse en la emisora Cadena 3
cuestiones que ruborizarían a más de un conservador y en televisión
los programas de informes políticos o incluso los noticieros ya no
se distinguen casi de los de chimentos, al menos en sus lógicas.
Tal vez teniendo en cuenta los
mencionados episodios, ocurridos durante los últimos días, pueda
pensarse en otorgarle un premio a Daniel Malnatti, el notero de Canal
13 (Grupo Clarín) así como la empresa de comida chatarras Mc
Donalds lo hace desde hace años con sus famosos cuadritos del
“Empleado del mes” (¿será este personaje el “Forro del
mes”?). Lo que le ocurrió al “trabajador de prensa” en su
cobertura del conflicto con los manteros de Once (en la cual llegó a
decir segundos antes de que se escuchara el primer disparo de la
policía que “algo tenía que pasar” porque se “respiraba la
tensión en el ambiente”, y luego de la represión, se puso a
recolectar las piedras que los manteros le arrojaron a las fuerzas de
seguridad para mostrarlas a las cámaras), lo que le ocurrió
–decía-- da cuenta de una advertencia que deberían tener en
cuenta quienes –tan alejados ya de cualquier mínimo criterio de
rigor periodísitico-- se dedican a operar como
“periodistas-patovicas”. Malnatti, y los de su calaña, tal vez
tendrán que pensar un poco que ya no están en el lugar de quien va
a un lugar e intenta dar cuenta de lo que allí pasa, y por lo tanto,
asumir los “riesgos” de sus dichos (el patovica de un boliche
sabe que si bien suele actuar en una clara relación asimétrica,
también puede “cobrar”). “¿Quien dice que nos estamos
enfrentando con la policía”?, lo increpa un mantero al notero,
quien responde: “Bueno, no, están cara a cara”. Tal como puede
verse en el video de 26 segundos que circula por Youtube
(https://www.youtube.com/watch?v=3_LmdhmjhpE),
“El Chipi” --como se leía en el zócalo de la pantalla que
presentaban al mantero-- agrega: “estas tergiversando”. Como si
fuera poco, en su actitud patotera, el periodista insiste: “entonces
explicame, decime que hacen cara a cara contra la policía. Y el
muchacho remata: “yo no tengo nada que explicarte Malnatti, vos
vivis tergiversando las cosas, así que andá, vos vivis cambiando
las cosas, tomátelas Malnatti, sos un tarado, tomátelas”.
Seguramente “El Chipi” no leyó a Roberto Arlt ( o tal vez sí,
pero seguro no lo tenía en mente al arrojar su frase), pero las
reminisencias con El
juguete rabioso son
claras:
“Rajá turrito, rajá”.
Actitud
similar tuvo Cecilia Moncalvo, la periodista de Perfil
que días antes de la represión en Chubut escribió un artículo
titulado “Denuncian vínculos de grupos mapuches con las FARC”
(http://www.perfil.com/elobservador/denuncian-vinculos-de-grupos-mapuches-con-las-farc.phtml).
Con
periodistas así se entiende luego que más que informarse el lector,
oyente o televidente termine desinformándose. Situación que
recientemente advirtió la propia Comisión Interna de Clarín,
cuando ridiculizando una nota del diario referida al conflicto por
los 380 trabajadores despedidos de
la
planta de impresión de AGR en el barrio porteño de Pompeya
(titulado “Un grupo de 40 empleados tomó con violencia un taller
gráfico”), y dando una clase gratuita de periodismo, afirmaron que
“lo que no se puede ni se debe hacer es disfrazar la comunicación
institucional de información periodística”.
Quizá si “la grieta” se
sigue ensanchando (me refiero a la grieta de odio que está cocinando
cada vez más rápidamente el macrismo y los voceros mediáticos de
la derecha, no a la que supuestamente vino a soldar la gestión
Cambiemos), si esa grieta se amplia en los meses por venir –decía--
las bellas almas periodísticas tengan que comenzar a ejercitarse
físicamente: porque como cualquier otro patova, en cualquier momento
puede “cobrar”, o tendrá que empezar a correr...
Micro-fascismos
o racismos de la vida cotidiana, ejercidos por “ciudadanos bien”
suelen acompañar con comentarios, actitudes y omisiones estas
operaciones del poder económico, político y comunicacional. Tal vez
no esté de más recordar aquel bello texto escrito por Jean Paul
Sartre, a modo de prólogo del libro del psiquiatra argelino Frantz
Fanon. Allí puede leerse aquella famosa frase que dice: “Nuestras
bellas almas son racistas”. En Los
condenados de la tierra,el
escritor, filósofo y dramaturgo francés también recuerda que,
mientras su humanismo pretendía universalidad, sus prácticas
racistas particularizaban a los colonizados, convirtiéndolos en
monstruos. “Ustedes, tan liberales, tan humanos, que llevan al
preciosismo el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen
colonias y que allí se asesina en su nombre”, escribe Sartre, y
advierte sobre el “beneficio” que obtienen los franceses de la
explotación colonial (aún de quienes se expresan en contra de
ella). ,
En Argentina también parece
que a veces nos olvidamos que se encarcela, se reprime y también se
mata (fueron récords los índices de gatillo fácil de los últimos
meses). El que calla otorga. Es más: ya no basta con expresar
palabras de indignación. El boomerang de violencia ya fue lanzado.
Después, como dice el dicho popular, “a llorar, a la iglesia”.
*Nota publicada en revista Zoom.
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