Libros para el Cambio Social
(Reseñas de verano: II)*
(Reseñas de verano: II)*
Por
Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)
Treintaysiete poesías, un prólogo y un poema innecesario. Unos dibujos de Jorge Cuello, una fotografía en la tapa, otra en la contratapa y una foto-retrato en la solapa, en la que pueden leerse unas breves líneas que solo denotan humildad por parte de la autora del libro: “Laura Ledesma nace en Córdoba capital en agosto de 1981. Este es MUGRE un libro de poesía que seguirá ensuciando a pesar de todo”. No dice que Laura, además, es actriz, que actúa en una de las obras más importantes del prestigioso grupo Zéppelin Teatro, que dirige el reconocido dramaturgo Jorge Villegas, que toca el uquelele y compone canciones. De hecho, la presentación del texto, realizada a principios de diciembre, se llevó a cabo en un teatro, con intervenciones de varios de sus amigos, en la que incluso el “poema innecesario” que figura tras el índice del libro, fue cantado a dúo por la autora y otra actriz. El poema-canción da cuenta de cuántas cosas innecesarias nos rodean en nuestras vidas, casi sin que nos demos cuenta, como en una suerte de fenomenología del fetichismo de la mercancía que tan bien describió Karl Marx en su voluminoso libro El capital, pero hecho aquí poema-canción, en el que se mezclan humor y cierto sabor amargo.
Mugre.
Poemario de una hija vecina cualquiera
parece
llevar al extremo aquella máxima poética escrita por Juan Gelman
hace ya décadas: “se sienta a la mesa, y escribe”. No importa
que el texto no sirva para nada, hay una pulsión que lleva a ser
escrito. ¿Debería “servir” para algo un poema? “Un poema no
es un tocadisco”, dijo alguna vez Susan Sontag. Y en su revés, el
poeta-militante Roberto Santoro (detenido-desaparecido por el
accionar terrorista del Estado Argentino): “si mi poesía no sirve
para cambiar la sociedad no sirve para nada”.
Tal
vez dando cuenta del paso de los años, Laura Ledesma parece quitarle
carga moral a sus textos, sin por eso dejar de expresar en el fondo
una suerte de realismo crudo. Quizá por eso en una de las nueve
historias de “dos negros egoístas” (cuyos protagonistas son la
voz poética en primera persona y Mandela (su perro), puede leerse:
“Cuando
Mandela (mi perro) y yo, jugamos con una botella de plástico, a las
corriditas y luchitas varias… no estamos reciclando. Nos divertimos
con algo que será basura indefectiblemente. Solo pasamos nuestros
días. No queremos ser ejemplo de nada”.
Hay,
por otra parte, algo etnográfico en este libro. Un errar por las
calles de la capital provincial, por algunos de sus barrios más
emblemáticos (con sus almacenes que aún tienen “permitido” el
fiado, sus doñas que venden productos de avón; sus ferias para
comprar frutas y verduras), y también, historias mínimas, íntimas,
en las que pueden leerse sin jerarquías el vínculo con un perro, un
amor o el deseo de encontrar un pedazo de tierra en medio de la
jungla de cemento. Lo personal deviene colectivo y lo plural,
singular. Y el género una cuestión política y no mera diferencia
biológica:
“Tan
solita. Tan chiquita. Tan clandestinita. Tan poco santita.
Esa
tarde de ese día.
¿Que
si dolió?
Te
meten una jeringa en el útero… ¡más vale que dolió!...
Hasta
que pasa.
Yo
la pasé.
Otras
no.
Y
más vale que vuelve a doler.
Porque
las mujeres que abortan somos todas”.
Lo
plural deviene singular, porque no se trata de intimismos, por más
íntimos que puedan ser los temas abordados. El dolor propio, el
dolor ajeno. ¿Hay diferencia?
“¿Tai
bien negro?
¿Tai
bien negro de mierda?
Negro
de mierda, ¿está o no está?”
Seguramente
el mejor modo de entrarle al libro sea a través de las palabras del
prologuista, también actor de Zéppelin Teatro, quien escribe, como
él mismo declara, para que vos, “bestia lectora, que por primera
vez ves Laura Ledesma, escuches el interior, de vos (de ella) (de mi)
(denuestropaís)”.
Un
prólogo-convite, escrito por Santiago San Paulo, en el que puede
leerse:
“Te
invito a revolcarte, recontravolcarnos, en éstas cloacas
escupiéndonos la calle. MUGRE, te recomiendo tener a mano
terecontrarecomiendo/ un mate, un porro, un anotador, hacerlo en voz
alta, haciendo resonar lo clandestino recontrasonándolo.
Vos,
bestia lectora. Yo, el prólogo. Que no pudimos. Tampoco pudimos.
Ok.
Entonces, Veámonos Adentro
Ahora
somos tres”.
Tal
vez no doce, como los apóstoles. Quizá no seamos muchos más que
diez, como canta Bulldog --la banda de punk rock rosarina-- pero
seguro, tras la lectura de esta Mugre, ya seamos manada. Aunque
estemos solos.
*Nota publicada en el Portal de Noticias Marcha
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