Por Mariano Pacheco*
Tras
un mes de revueltas, Chile avanza hacia una reforma constitucional
que puede poner fin al experimento que inició Pinochet: el
Neoliberalismo Institucional. Desigualdad, impunidad e inclusión
social, en el centro del debate. La cuestión mapuche en la revuelta. Testimonios de Caren Tepp y Pedro Cariman,
La
convocatoria a una Asamblea Constituyente está en el centro del
debate político chileno en estos días. No es para menos, si se
tiene en cuenta la “constitución pinochetista” que rige los
destinos el país, por un lado, y por otro, que los países que en
los últimos años han logrado niveles de profundización de los
procesos de cambio (Bolivia, Venezuela, más allá de las actuales
dificultades que atraviesan) han realizado reformas políticas y
constitucionales.
La
rebelión más grande y pujante de la historia de Chile ya lleva más
de un mes. Y nada indica que las aguas vayan a aquietarse a la
brevedad.
Hay
algo del orden de la comprensión de las temporalidades, y su
trastocamiento, que se torna fundamental a la hora de hacer un
análisis crítico del estado actual de la situación Chile. Es obvio
que hay una agenda popular que puja por cuestiones que parecen
difíciles de concretarse, así como también es importe subrayar que
es la revuelta, la rebelión que se sostiene desde hace más de un
mes, la que posibilita que, aquello silenciado durante décadas, hoy
pueda circular a gritos en un contexto en donde la excepción puja
por sostenerse en pos de que el retorno a la “normalidad” se
desarrolle por los carriles menos normales. Chile
está en deliberación, y ahora se escucha con atención lo que en
circunstancias “normales” se rechaza de antemano, sostuvo el
historiador argentino Ariel Petruccelli hace unos días, en una nota
en la que destacó que, si bien puede decirse que la rebelión carece
de conducción y de estrategia, tiene sin embargo algo muy parecido a
lo que en un lenguaje político más clásico suele llamarse “un
programa”. Y enumera cinco puntos. A saber: 1) Renuncia del
presidente Piñera; 2) Convocatoria a una Asamblea
Constituyente; 3) Rechazo a las jubilaciones privatizadas; 4) Rechazo
a la educación privada; 5) Exigencia de una educación pública
gratuita y de calidad. Hay otros puntos, por supuesto, pero estos
serían los centrales.
La
cuestión de la impunidad es uno de ellos, en un país donde ésta ha
reinado por décadas: no se trata de avanzar en los acuerdos si, uno
de sus precios, es dejar a un lado el juzgamiento de las
responsabilidades del accionar represivo durante el último mes, en
el que al menos veinte personas han sido asesinadas (o murieron por
falta de asistencia, que nunca llegó por el bloqueo represivo),
decenas han perdido parte de su visión producto del daño provocado
por el impacto de balas de goma en alguno de sus ojos y, entre las y
los numerosos detenidos, muchas mujeres han denunciado abusos
sexuales por parte de los efectivos de las fuerzas de represión
estatal.
Desacuerdos
con el Acuerdo
Caren
Tepp es concejala en la ciudad de Rosario por Ciudad futura, una
fuerza de izquierda local que irrumpió en 2015 como “partido de
movimientos” (sociales) que hoy cuenta con 5 concejales y, en
alianza con el Frente Social y Popular, tres bancas provinciales de
diputados. Mas allá de su pronunciamiento por la fórmula Férnández/
Fernández en Argentina, dicha fuerza política ha buscado establecer
en los últimos años relaciones con expresiones municipalistas de
distintos lugares, entre los que se encuentra Valpaíso. A partir del
actual contexto y su reciente estadía tras la cordillera, Tepp
destaca la participación activa y sostenida de la ciudadanía
chilena en esta “puesta en cuestión del modo de vida neoliberal”,
pero también, en la exigencia de reforma constitucional vía una
Asamblea Constituyente en la que pueda expresarse la “gente común”
y no sólo la “clase política”. De allí que el recientemente
“Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”, firmado tanto por
sectores del oficialismo como de la oposición parlamentaria, haya
sido cuestionado por amplias franjas de la ciudadanía movilizada, al
punto de que haya llevado a una profunda discusión al interior de
espacios políticos como el Frente Amplio, incluso con
pronunciamientos como los de Jorge Sharp (Alcalde de Valparíso),
quien presentó su renuncia al partido Convergencia social, junto a
un grupo de militantes, por considerar erróneo que los integrantes
del Frente amplio con representación parlamentaria firmaran el
acuerdo.
En
diálogo con este cronista, Tepp repasa los tres puntos claves de
dicho acuerdo. En primer lugar, el mecanismo plesbiscitario, es
decir, por quienes estará integrado el colectivo encargado de llevar
adelante la reforma constitucional (lo que está en juego es si va a
ser un 50% de políticos profesionales y un 50% de la gente común o
si se abrirá un proceso más asambleario, con representaciones
sociales amplias). En segundo lugar, la posibilidad de avanzar con el
denominado proceso de “hoja en blanco”, a partir del cual no se
reformen artículos determinados de la Constitución vigente
(pinochetista) sino que se efectúe su derogación y se redacte una
nueva carta magna. Y en tercer lugar, la cuestión del quorum, es
decir, con qué cantidad de votos se deberá contar para aprobar los
puntos debatidos.
Lo
que está en juego, obviamente, es cuánto poder social se expresará
en el proceso como para avanzar en una reforma constitucional en
abierta confrontación con el neoliberalismo, donde los pueblos
originarios, las mujeres, las juventudes y clases trabajadoras puedan
tener peso frente a las corporaciones políticas de la derecha, que
cuenta con los medios económicos y los medios hegemónicos de
comunicación para instalar sus propuestas (o bloqueos a propuestas
más radicales).
Mapuches
en un Chile convulsionado
“Los
mapuches nos asumimos como una nación que es preexistente a los
Estados. Y a pesar de haber transcurrido poco más de un siglo, es un
hecho todavía muy reciente, y está presente en la memoria mapuche y
es un valor que hace a la identidad política de nuestro pueblo saber
que estamos en un territorio propio (que va desde el norte de la
provincia de Buenos Aires hasta el otro lado del pacífico), que ese
es nuestro país, con un nombre (Wall mapu), y un idioma propio”,
comenta Pedro Carimán, activista del movimiento político-social
mapuche, integrante de Kizu Iñciñ (Organización Mapuche en la
Universidad Nacional del Comahue), quien coordinado cursos de
Historia, Lengua y Cultura Mapuche y se desempeña como docente de
Historia en el nivel medio.
En
diálogo con este cronista, Cariman denuncia un “colonialismo
intensivo interno” presente en ambos lados de la cordillera desde
finales del siglo XIX, situación –dice-- que no ha variado con los
distintos gobiernos, más allá de que admita que, en sus
discusiones, suele estar presente la diferenciación del tipo de
corriente política que asume la gestión estatal, ya que no les
parece lo mismo que gobierne una u otra. Pero advierte: “no vemos
reflexiones serias, profundas, respecto de qué implica vivir en
Estados que se han construido como monoculturales, cuando en la
realidad socio-política son Estados plurinacionales”. Cariman
argumenta que si bien hoy en día, en Chile, se dice “no son 30
pesos, son 30 años”, desde el Wall mapu se sostiene que son muchos
más los años de padecimientos. “La represión que ahora se ve en
Chile los mapuches la padecemos desde hace más de cien años. Y si
bien en la época de la Unidad Popular de Salvador Allende se abrió
una perspectiva muy interesante, no se concibió la cuestión mapuche
como una entidad nacional específica, sino como
indígenas-campesinos, en el mejor de los casos”.
Consultado
acerca de las posibilidades que abre la situación de crisis actual
por la que atraviesa Chile, el militante mapuche argumenta que, desde
un punto de vista social, entre trabajadores que enfrentan políticas
neoliberales y mapuches se pueden encontrar varios puntos de
contacto, en post de enfrentar de conjunto políticas que los afectan
de conjunto. Pero insiste en que es necesario, asimismo, construir
una nueva relación entre naciones. “Es muy interesante lo que está
pasando dentro del Estado de Chile, pero también dentro del Wall
mapu, donde se discute la perspectiva de los acuerdos que se están
gestando –por muy progresistas que puedan aparecer desde
determinados puntos de vista-- en la medida en que no contemplen
nuestros derechos como nación”, argumenta, para luego rematar:
“necesitamos respuestas de fondo y hoy se abre una perspectiva muy
desafiante e interesante. Es una buena oportunidad para avanzar en un
pacto entre naciones”.
*Nota publicada en Revista Zoom.
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