Hoy en Córdoba se
marcha
Por Mariano Pacheco
En alguna oportunidad había puesto a circular este textito, que ahora comparto nuevamente porque creo que no ha perdido actualidad, si de lo que se trata es de reinventar nuestras existencias más allá (y más acá) de los modos estatales de entender la vida
En
ciudades como Córdoba rige una lógica de “policialización” que
se acopla a las típicas costumbres que nos sujetan: modelo familiar
y de pareja, de amistades, etcétera. Modos que nos sujetan y nos
atan a los modos de habitar la ciudad que nos proponen desde el
poder. Es que en el capitalismo contemporáneo no solo estamos
sujetos a una estructura que no se sostiene en la economía
(trabajar), y en la política entendida como gestión (votar los
mejores representantes), sino también en una serie de costumbres que
implican la distensión, la diversión y el ocio (cada vez menos
creativo).
Si
aquello que el filósofo Baruch Spinoza denominó como pasiones
tristes implica “separar a un cuerpo de lo que puede”, el Código
de Convivencia (que suplantó al tan cuestionado “Código de
Faltas” que rigió por años en la provincia) no es más que una
expresión descarnada de estos afectos. Por eso tal vez la Marcha de
la Gorra puede ser pensada como un ejercicio de despliegue en el
territorio, que pivotea sobre las pasiones alegres de los colectivos
y personas movilizadas. Porque trazar líneas de fuga, salirse de la
norma que rige el modo de transitar la ciudad implica también gestar
nuevos espacios-tiempo. Porque los códigos anclan. Reglan los
lugares. Fijan los cuerpos. Anudan a los sujetos a una lógica
determinada (pre-determinada). Los devenires, en cambio, trazan
líneas desde las cuales es posible huir a las cuadriculas que los de
arriba intentan todo el tiempo imponer para reglar nuestras
conductas, para limitar nuestra imaginación.
Devenir
imperceptible, entonces, como una apuesta por gestar nuevas
cartografías, trazar nuevos recorridos, conjurar los impedimentos
que el Estado, a través de sus códigos, nos impone en la
circulación por la ciudad.
Se
trata entonces de imaginar modos de interrumpir la “normalidad”
de nuestra cotidianeidad.
Pensar-sentir-imaginar-crear
una nueva cartografía donde desplazarse, ya no de un punto fijo a
otro, sino experimentar nuevos modos de ser y habitar, el tiempo, el
espacio, los afectos.
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