martes, 31 de marzo de 2020

LA TOMA DE LA MATERA, 20 AÑOS ATRÁS


31 de marzo/ 1° de abril del año 2000

Por Mariano Pacheco*

 

Hacía exactamente una semana que habíamos terminado nuestra relación con Grillo. O más bien: era la primer ruptura, que duró un año y medio, en un vínculo que se sostuvo por años. Así que siendo sábado a la mañana y con ese estado de ánimo, mi concentración en la reunión iba y venía. ¡Y encima en medio de la discusión que definía el rumbo político-ideológico de nuestro grupo! Estaba hecho un trapo de piso, pero no decía nada. Creo que todos lo sabían, pero nadie decía nada. Urgían otras cuestiones: en el movimiento popular, en la Argentina. Después de cuatro años de militancia intensa en el Movimiento La Patria Vencerá protagonizamos una ruptura con tres de los compañeros que menos conocía personalmente, con los que menos vínculos tenía más allá de las discusiones políticas.
Cuando sonó el teléfono en la casa de Pablo y Flor ninguno de los cuatro interrumpió su concentración en el debate: los borradores de lo que sería pronto el Estrella Federal estaba en plena elaboración: las transformaciones estructurales del capitalismo; la financierización de la economía mundial; los aspectos ideológicos de dichos cambios, en fin, el neoliberalismo. También discutíamos los temas más propios: objetivos para la etapa; aspectos que caracterizábamos como estratégicos para una revolución en Argentina (la moral revolucionaria, la actitud de vanguardia de la militancia en el proceso de recomposición de fuerzas populares) y las perspectivas que, como grupo, teníamos en ese momento: centralmente, volcar todas las fuerzas militantes en pos de construir un Movimiento de Trabajadores Desocupados de alcance nacional.
El teléfono seguía sonando y seguíamos en plena discusión.
Pablo: si escuchan el mensaje vengan. Estamos desde la madrugada participando de una toma de tierras en Solano. Se está armando un asentamiento a unas cuadras de la parroquia y ya hay más de 2.000 personas, el lugar es inmenso”.
La voz inconfudible de Neka, una de las referentes del MTD de San Francisco Solano, había quedado grabada en el contestador.

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Cruzamos una mirada entre Darío, Flor y yo. Pablo, con las llaves del auto en la mano, ya estsba listo para partir al predio al que todos en la zona denominaban La Matera. El lugar era inmenso, así que llegamos y empezamos a caminar buscando a Neka, y al cura Alberto. En el andar nos cruzamos con el Gaucho y Lili, una de las parejas referentes de Quebracho que militaban en la Comisión de Desocupados del barrio Km 35, en La Matanza, y con la que sosteníamos una asudua discusión política.
La imagen era surealista: muchas “casas” estaban improvisadas con planchuelas gigantes de tergopol. Enseguida nos enteramos que habían salido de una suerte de estructura que se encontraba en el lugar al momento de la toma; estructuras de tergopol de lo que alguna vez había sido anunciado como un plan de obras de viviendas populares que, era obvio en la Argentina neoliberal, nunca se habían terminado.
El dinamismo de la gente me sorprendió, ver a tantas vecinas y vecinos garantizar lo básico de los primeros pasos de la ocupación: organizar las manzanas y eligir delegados; respetar el trazado de calles para que no se armaran pasillos; que cada quien, en su terreno, fuera armando su lote, al menos de manera provisoria, tomando las medidas con pasos, clavando ramas en las puntas y uniéndolas con hilo.
En la tardecita de aquél sábado 1° de abril del año 2000 ya se discutía que nombre ponerle al lugar. Creo que se dijo 31 de marzo, por el día de la ocupación, pero finalmente creo que le quedó La Matera, como todos le decían al sitio en la zona.

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En La Matera logré agarrarme uno de los últimos lotes que quedaban, bien al fondo del asentamiento. A la noche, Darío se ofreció a quedarse, para acompañarme en la guardia, mientras Pablo y Flor iban hasta su casa a buscar las cosas más necesarias y urgentes: una carpa, frazadas, una olla, algunas provisiones… y una pareja de compañeros jóvenes, vecinos de Monte Chingolo que aun no tenían su propio techo. Creo que Pablo tenía miedo de que me desmoronara. No nos conocíamos mucho, si bien ellos se había sumado al MPV después de los cortes de ruta que protagonizmaos en agosto del 97 en la zona sur. Ellos venían del Comedor Los Pibes de La Boca, y nadie preguntaba mucho pero sabíamos –¡eramos pocos y nos conocíamos mucho!-- que “la banda de Lito” era aún más conspirativa que la nuestra. Así que de cosas personales casi ni hablábamos. Pero un mes y medio antes, como parte de nuestras tareas de contactar grupos para poner en pie un MTD a nivel nacional, habíamos agarrado el destratalado Peugeot de Pablo y Flor y junto a ellos, y su bebé Juancito, tomamos con Grillo la decisión de pasar nuestras vacaciones visitando en Corrientes a Marianita, nuestra compañera de la agrupación 11 de Julio, y de paso, hacer base allí para recorrer Corrientes, y sobre todo Chaco, donde se estaba construyendo un poderoso MTD. De paso visitamos Entre Ríos, donde teníamos un contacto de un viejo cuadro del PRT. Así Pablo y Flor vieron con sus propios ojos lo enamorados que estábamos con Grillo. Seguro, como yo –quien sabe, quizás también como Grillo-- ellos se preguntaban qué había pasado. Supongo que a los 19 y 16 años cualquier estupidez es motivo para romper un vínculo.
La cuestión es que cayó la parejita a acompañar al “militante”. Tal vez haya sido Flor la de la idea, siempre más atenta a los vínculos entre los integrantes del grupo. Como sea, en La Matera, era común que los “solos” fuéramos los militantes. El resto, la mayoría, eran parejas con varios hijos. No importaba si tenían 20, 30 o 35 años. La regla era que estaban juntados o casados… y con algún que otro crío; las más de las veces, varios.

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Ese invierno no paró de llover y las lluvias provocaron numerosas inundaciones, sobre todo en La Florida y San Martín, barrios que integraban el MTD de Solano, que entonces también se encontraba atravesado por el conflicto de la parroquia Nuestra Señora de las Lágrimas, ocupada por el cura y los vecinos que habían resuelto en asamblea desobedecer las órdenes de dejar el lugar impartidas por el Obispo Jorge Novak, referente de la Iglesia progresista que años atrás había acompañado las tomas de tierras que hicieron de Solano una enorme barriada, y también, referente en la defensa de los derechos humanos en el último tramo de la dictadura. Pero los tiempos habían cambiado, sobre todo después de la caída del muro de Berlín, el estrepitoso fracaso de la toma del cuartel de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria (organazación que tenía entre sus referentes al sacerdote Antonio Puigjané, de Quilmes) y el avance del menemismo con sus políticas socialmente justas, políticamente esclavas y económicamente serviles del imperio.
Con las inundaciones Las lágrimas se transformaron en centro de evacuados y central de operaciones de la intervención en La Matera. En la parroquia circulaban vecinos y vecinas que “bancaban” al cura, mujeres y hombres de creencias y militancias cristianas, algún militante de la guerrilla chilena, jipis que buscaban un techo y un lugar propicio para poner en pie proyectos autogestivos de artesanías, militancias diversa de las izquierdas que buscaban radicalizar el conflicto en la zona sur del conurbano, lumepenes que allí recalaban por Alberto en eso seguía siendo cura, y cobijaba a quien llegara y pidiera un lugar.

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Fueron días difíciles los de La Matera, sobre todo esa Semana Santa en que la mayoría de los pibes y las pibas de la agrupación 11 de Julio, que había ayudado a fundar en 1996 y en la que había militado hasta fines del año anterior, se fueron de campamento, como siempre para esa fecha, mientras yo parecía haber traspasado el umbral de la adultez, con mis 19 años, el colegio secundario ya abandonado tras numerosos intentos por pasar a cuarto año y el fracaso de mis primeros intentos de trabajo asalariado hiperprecarizado.
Días difíciles en los que las amenazas de desalojo se mezclaban con las tareas en el asentamiento: primero fui delegado de manzana, luego integrante de la Comisión de Salud hasta llegar a formar parte de la Comisión Directiva en la que las militancias del MTD y el activismo cristiano de la zona, compartíamos tareas con los “punteros” del PJ, que hora tras hora perdían base social referencia política entre la población. A tal punto que un día en que, bajo la lluvia, marchamos desde Solano hasta Quilmes para reclamar al intendente frepasista que diera respuesta a las necesidades urgentes, el diario El Sol de Quilmes adjudicó en su tapa al MTD y al cura Spagnolo como organizadores de la movilización de las vecinas y vecinos del asentamiento de La Matera que culminó con una toma de la Municipalidad.
Por supuesto, no eran gratis esos protagonismos: a las amenazas de desalojo de la parroquia comenzaron a sumarse las del PJ al MTD; amenazas que se trasformaron rápidamente en acción.
Así que además de centro de evacuados y central de operaciones de la intervención en La Matera la Parroquia se convirtió en círculo de organización de la autodefensa: había un saber acumulado en las militancias, que había llegado desde los 70 hasta los 90 prácticamente intacto, a través de distintas tradiciones. Pero con el incendio de ranchos, las golpizas a la militancia y las confrontaciones en las asambleas, como suele suceder, la gente comenzó a retirarse poco a poco de los espacios de reunión y participación.

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En La Matera puse en pie la que fue mi primera casa: una humilde choza de chapa y madera construida colectivamente por nuestro grupo. Allí perdí un libro de Lenin, uno de Engels, y alguna que otra cosa más que servía para sostener nuestra seguridad: una inundación –creo que la primera-- se llevó puesto casi todo en una fría noche de esas tantas en las que llovió en ese crudo invierno.
Así que al regresar al asentamiento desde la casa de mi viejo, luego de pasar alguna noche en la búsqueda de reponerme de ese resfrío que pronto devino neumonía, me encontré en una asamblea general teniendo que dar explicaciones ante un grupo de punteros del PJ que me acusaban de ser responsable de la muerte de un bebé durante el temporal.
¿Dónde estaban los de la comisión de salud?
Como si el régimen político y el sistema económico no fueran responsables de esas muertes, que se sucedían a diario, en una Argentina que se caía a pedazos gestionada por el mismo partido para el que trabajaban esos punteros (quienes habían traicionado en esos años las banderas históricas del peronismo para llevar adelante ese modelo neoliberal), las acusaciones no eran más que el paso previo a la acción directa, en la búsqueda por corrernos de los espacios conquistados a fuerza de una militancia de base cotidiana.
Obviamente, con los ánimos así caldeados no se podía dar ningún debate, asi que rápidamente el encuentro terminó a las piñas. Entre mocos y estornudos intenté hacer surgir en mí algún tipo de lucidez frente a los muchachos peronistas a quienes no les importaba que yo llevara tatuadas en el pecho las banderas argentinas, junto con tacuaras y una estrella federal. Tampoco que hubiera sido formado políticamente por militantes montoneros. Para ellos era un zurdo más, y punto. Así que como sabía, o podía intuir como funcionaba su cabeza, rápidamente empecé a mirar los movimientos que se empezaban a dar. Me puse en guardia, aunque obviamente por peso y estatura no había forma de intimidarlos. Pero cuando pensé que era inevitable la situación, cuando me dije que era obvio que estaba por “cobrar”, lo veo al Cura Alberto que empieza a revolear piñas y me salva la situación. No voy a decir que fue Dios el que me salvó ese día, pero que su palabra en la tierra pasó a ser acción directa no me caben dudas, porque pude verlo con mis propios ojos. ¿Dónde estaba Neka ese día? No recuerdo, pero por ahí andaría, porque siempre estaba donde había que estar.

***
Duramos poco en La Matera. Después de esa asamblea reñida no hubo punto de retorno.
Nos instalamos a vivir allí para que nadie pudiera decirnos que eramos una militancia externa; pasamos el mismo frío, el mismo hambre, la misma incertidumbre que el resto de nuestras vecinas y vecinos; como ellas, y ellos, nos inundamos, padecimos resfrío y entretejimos esperanzas. Como tantas otras militancias a lo largo de la historia asumimos el compromiso y los desafíos que cada decisión implicaba: discutimos colectivamente qué hacer, asumimos con rigor cada decisión más allá de cuánto o no nos cerraba, nos preparamos para defender nuestras posiciones frente a los ataques. Discutimos en las asambleas para no perder la referencia conquistada, nos entrenamos para estar en condiciones de sostener cuerpo a cuerpo la defensa de nuestras casa si hacía falta. Aprendimos y enseñamos, según los casos, como sostener un arma si llegado el caso hacía falta usarlas. Pero no era una cuestión de decisión, sino de correlación de fuerzas. Y en sa co-relación, las fuerzas evidentemente no estaban de nuestro lado.
El asentamiento siguió su vida, y nosotros continuamos con la nuestra. A Grillo ese año la vi poco y nada. Recién en noviembre, cuando realizamos los primeros cortes de ruta coordinados de los MTD de la zona sur la volví a encontrar, en la Rotonda de Pasco, entre humos de neumáticos y sirenas policiales que no dejaban de sonar. Me puse contento de verla después de esos meses tan difíciles.
La de La Matera fue una batalla perdida, pero sólo una batalla más en ese intenso período que ya se había abierto, y que en noviembre del 2000 tuvo el pico más alto de ese año; proceso que no dejaría de crecer y desarrollarse hasta desembocar en la insurrección de diciembre de 2001.

* Relato que forma parte de “2001: Odisea en el Conurbano”,
libro de Mariano Pacheco en proceso de elaboración.

domingo, 29 de marzo de 2020

Tuñón: el poeta comunista que en esta cuarentena elegimos reivindicar


A 115 AÑOS DE SU NACIMIENTO

Por Mariano Pacheco*


Raúl González Tuñón, autor del emblemático poema “La luna con gatillo”, es el escritor que hoy –en medio de la pandemia mundial del coronavirus-- elegimos reivindicar.


Más de una vez nos han preguntado por qué nuestro proyecto de producir contenidos comunicacionales para intentar ejercitar “una crítica política de la cultura” llevaba el nombre de La luna con gatillo (ver anexo). Ante nuestra respuesta (“por el poema de Raúl González Tuñón”), muchas veces nos encontramos con una nueva pregunta: ¿Y ese quien es?
No sorprenden las preguntas, si se tiene en cuenta que nos referimos a un poeta, a un periodista, a un escritor que fue una figura fundamental de la historia cultural de nuestro país, pero más asociado a la década del treinta que a la de los setenta, cuando falleció. Tuñón fue de algún modo “padrino” de figuras que hoy se pueden escuchar con mayor frecuencia, como Francisco “Paco” Urondo, y el mucho más reconocido Juan Gelman, quien tituló a su primer libro –prologado y presentado por Tuñón en 1956-- “Violín y otras cuestiones”; nombre que remite de manera directa a “El violín del diablo”, primer libro del propio Tuñón, publicado en 1926. También en el ámbito musical porteño Juan “Tata” Cedrón y su cuarteto inmortalizó muchos de sus poemas en el disco entero que le dedicó musicalizando sus textos.
Así que si, por un lado, el afán memorialista que primó en la década 2005-2015 posó su mirada sobre todo en la década del setenta, y –por otro lado-- como supo subrayar el crítico cultural británico Mark Fisher, una de las características del “realismo capitalista” contemporáneo es su incapacidad para construir recuerdos de largo plazo, es entendible que quien fuera bautizado como “el ángel guardián de los porteños” (Cedrón) y quien fuera el poeta argentino más admirado por sus pares contemporáneos españoles durante la guerra civil, hoy pueda presentarse como un desconocido ante muchas personas, incluso entre quienes pretenden –como nosotros y nosotras-- construir una contracultura de impugnación frente al Nuevo Orden Mundial vigente en la actualidad.
En un contexto de crisis provocado por la pandemia del coronavirus, cuando la discusión sobre el futuro de la humanidad comienza a ser parte de las discusiones urgentes y no faltan quienes vuelven a traer el concepto comunismo para ser pensado en la actualidad, qué mejor que rescatar a Raúl, el escritor que primero blindó la rosa, el poeta comunista.


Apuntes para una biografía
El menor de siete hijos de una pareja de españoles radicada en Argentina a fines del siglo XIX, Raúl González Tuñón nació en Buenos Aires el 29 de marzo de 1905.
En 1918 ingresa al Nacional de Buenos Aires, pero abandona antes de terminar sus estudios y se dedica a transitar la bohemia literaria. En 1924 viaja a Santa Fe, trabaja en una zapatería y recorre los bares del puerto, en donde conoce a Berner Lang, que cantaba canciones de posguerra en un instrumento casero fabricado con una lata que lleva cuerdas atadas (de allí surge el título de su primer libro, El violín del diablo, que empieza a escribir en 1922, termina en 1924 y publica en 1926, luego de ganar el año anterior el Premio Gleizer). Durante la década del 20 publica poemas en Caras y Caretas y revista Inicial, se incorpora a Proa, que dirige Ricardo Güiraldes (quien supo decir de él que, “herido de todos los dolores, no ha desaprendido el reír con optimismo y la infinita facultad de amar de sus versos”) y se vincula a la revista Martín Fierro, que integran –entre otros-- Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo; mientras tanto, sostiene relaciones con los escritores sociales del Grupo Boedo, situación que llevó a los jóvenes investigadores Emiliano Cadiano y Lucas Peralta a caracterizar a Tuñón como el “más bodeista de los martinfierristas”.
En 1926 ingresa al emblemático Crítica diario que además de renovar la tipografía y el tipo de fotografía del periodismo argentino, fue capaz de relevar el mundo popular. Esta publicación, supo incorporar escritores a su redacción. De allí que Raúl compartiera aquellos días junto a Roberto Arlt, y su hermano Enrique.
En 1928 Tuñón gana el premio Municipal de Poesía con su libro Miércoles de ceniza. Con el dinero obtenido en el premio realiza su viaje a Europa. De allí –sobre todo de su estadía parisina-- surgen algunos de sus poemas fundamentales, que serán publicados en 1930 bajo el título “La calle del agujero en la media”.
En 1931 viaja a Brasil y escribe crónicas de la revolución constitucionalista que llevará a Getulio Vargas al poder en 1932, año en el que Raúl trabaja como cronista cubriendo la “Guerra del Chaco” (conflicto entre Bolivia y Paraguay que duró hasta 1935).
En 1933 funda “Contra, la revista de los franco tiradores”, que tiene la efímera vida de cinco números, pero de vital importancia para la cultura de izquierdas de nuestro país, puesto que allí Tuñón publicó su explosivo poema titulado “Brigadas de choque”, por la cual es procesado por el gobierno de Justo, y condenado a dos años de prisión. El texto que entre otros versos sostiene una diatriba contra la burguesía (“Contra la democracia burguesa/ Contra la demagogia burguesa/ contra la pedagogía burguesa/ contra la academia burguesa/ contra/ contra/ contra el fascismo, superexpresión/ del capitalismo desesperado”) fue avalado por gran parte de sus contemporáneos, compañeros de ruta como el español Federico García Lorca y el chileno Pablo Neruda firmaran una declaración en su apoyo, así como personalidades de la talla de André Gide, Waldo Frank, André Malraux o Tristán Tzara se manifestaran “en nombre de la dignidad del pensamiento y la libertad de expresión” al enterarse de lo sucedido.
En 1934 Tuñón se afilia al Partido Comunista y al año siguiente se casa con Amparo Mon, también periodista de Crítica, con viaja a España y luego a Francia. Allí conoce a Neruda y participa (en París), del 1° Congreso de Escritores Antifascistas, al que asisten el pintor Pablo Picasso y el dramaturgo e intelectual marxista Bertolt Brecht. También en 1934 publica el libro Todos Bailan, donde aparece su personaje/alter ego “Juancito caminador”
En 1936 publica La rosa blindada y en 1937 viaja por tercera vez a España, en plena guerra civil. Corresponsal argentino en España, escribe una serie de textos que luego serán publicados bajo el título de La muerte en Madrid, Las puertas del fuego y 8 documentos hoy. Derrotada la República en España y con el avance del nazi-fascismo en Italia y Alemania, Tuñón parte hacia Chile, donde funda la Alianza de Intelectuales de Chile, junto a Neruda. Allí se radica (donde funda el diario El siglo), tras la muerte de su compañera Amparo, en 1940. Dos años después, en 1942, también muere su hermano Enrique. Dos pérdidas fundamentales en la vida de Tuñón. En Chile publicará los libros Himno de Pólvora y Nuevos poemas de Juancito Caminador. También Primer Canto Argentino, editado por el Comité de Residentes Argentinos Pro Libertad de los Presos Políticos
En 1945 regresa a Buenos Aires, pero vuelve rápidamente a Chile, luego de haber estado en la ciudad el 17 de octubre y ver el ascenso del peronismo, al que caracterizó con las mismas lentes que el partido al que pertenecía (y casi toda la izquierda), como un fenómeno de inspiración fascista (en 1974, cuando conversa con Horacio Salas, Tuñón reitera sus posiciones de entonces. Ante la pregunta de Salas, que le dice si no es “un tanto gorila” su respuesta, Raúl hace una diferenciación entre líder y “masa peronista”, pero no deja de mirar con antipatías al fenómeno que terminó siendo el más importante de la historia política nacional).
En 1948 Tuñón regresa a la Argentina e ingresa a trabajar al diario Clarín, donde permaneció hasta 1970, cuando se jubiló. En esos años finales de la década del cuarenta comenzó una relación con Irma Falcón, vínculo del que nace su hija Aurora.
En los cincuenta, en cambio, su vida amorosa pasó por su vínculo con Nélida Rodríguez Márquez, con quien tiene a Adolfo Enrique, su segundo hijo. En 1954 viaja a URSS, China, Checoslovaquia y tras su regreso a la Argentina publica Todos los hombres son hermanos.
En 1957 publica su emblemático poema “La luna con gatillo”, pero también, su libro A la sombra de los barrios amados.
En los sesenta Tuñón se convertirá en “el padrino” de la emergente generación de intelectuales de la nueva izquierda, que en una de sus fracciones fundará el emblemático proyecto editorial “La rosa blindada”, donde se publicaron los textos políticos y culturales más emblemáticos de aquellos años; experiencia en torno a la que se reunieron poetas, periodistas, pintores, músicos e intelectuales.
En 1963 Tuñón fue jurado del concurso de Casa de las Américas, en Cuba.
Continuó construyendo su obra poética hasta su muerte, ocurrida el 14 de agosto de 1974.
*Nota publicada en La luna con gatillo

viernes, 27 de marzo de 2020

Entrevista a Esther Díaz sobre filosofía y coronavirus

“Nos encontramos frente a un fenómeno que nos incita a pensar”

Por Mariano Pacheco



La filósofa argentina Esther Díaz aborda el desafío intelectual que impone el coronavirus en tiempo real: "Nos encontramos frente a un fenómeno que nos incita a pensar".

La filósofa argentina Esther Díaz fue consultada por revista Zoom para sumar su voz al coro de reflexiones que, desde distintos puntos del planeta, han circulado en estos días intentando pensar desde la filosofía las consecuencias que la actual crisis provocada por el coronavirus tendrá para la humanidad.

Etimológicamente, filosofía quiere decir: “amor por la sabiduría”. Desde su nacimiento en la Grecia anterior en cinco siglos al inicio de la era cristiana, hasta la actualidad, la filosofía supo intervenir a través de los tiempos y las geografías en los conflictos y debates fundamentales que humanidad supo atravesar a lo largo de esta historia de veinticinco siglos. Ésta no parece ser  la excepción, y durante la última semana han circulado textos de los españoles Amador Fernández Savater y Santiago Lopez Petit y, traducidos al castellano, otros del francés Alain Badiou, la norteamericana Judith Butler, el esloveno Slajov Zizek, el italiano Franco “Bifo” Berardi y el surcoreano Byung-Chul Han, entre otros. Todos los textos han sido subidos al portal argentino Lobo suelto!, donde pueden consultarse siguiendo los links que revista Zoom comparte al final de ésta conversación que hemos mantenido con la filósofa argentina, quien suma sus reflexiones sobre el rol de la filosofía en el actual contexto de crisis que ha provocado la pandemia del coronavirus.


Mujer nómade
Esther Díaz comienza la charla haciendo un doble agradecimiento, por el hecho de que se tenga en cuenta  su voz a la hora de pensar en el debate del que se ha hecho parte el elenco filosófico internacional. “En este mundo machista pocas veces se suele tener en cuenta la voz de una mujer filósofa, y mucho menos si es argentina”, comenta en diálogo telefónico con este cronista.
Durante años dedicada a cuestiones epistemológicas, Esther Díaz supo hacerse conocida en el ámbito filosófico local por su estudio y difusión de la obra de Michel Foucualt, y el año pasado y el anterior, primero a través del film de Martín Farina “Mujer nómade” y luego con su autobiografía titulada “Filósofa punk”, un público mucho más amplio tuvo noticias de la dura vida de esta mujer que hoy, con ochenta años, asume como un “desafío ético” esta dinámica que ha tomado en los últimos días: levantarse, leer tres o cuatro diarios, informarse por las redes sociales e intentar pensar lo que está pasando con el coronavirus, en una búsqueda de contribuir con su mirada a problematizar la situación que como humanidad estamos atravesando con la pandemia.


¿Puede aportar algo la filosofía a pensar lo que nos está pasando en estos días?

Creo que la filosofía está en estos momento en su apogeo, porque desde mi perspectiva, la filosofía no tiene que estar al servicio del pensamiento por sí mismo. Eso no quita que esté mal hacerlo, crear conceptos aunque no tengan ningún tipo de aplicación, dicho muy entre comillas. Pero no en momentos de crisis, donde aparece tan perturbada la vida cotidiana de todas las personas, mucho más de quienes tienen que vivir la cuarentena con niñas y niños de poca edad, o que son muchos en un espacio chico. Son momentos donde surgen muchos conflictos, sin hablar de los conflictos geopolíticos que esta situación conlleva, porque estamos aún sin saber si esta ha sido la propagación de un virus natural o estamos ante un virus de diseño. Tengamos en cuenta que hay científicos del área de la salud que están estudiando el tema, yo he hablado con algunos de aquí de la Argentina, y me dicen que es un virus tan sofisticado que no parece ser natural. Así que estamos frente a un problema que es simultáneamente de orden doméstico, científico, geopolítico y económico. Y las distopías que se cumplen. Pensemos que hace medio siglo atrás, acá en este país, Adolfo Bioy Casares escribió su novela “Diario de la guerra del cerdo”, donde cerdo es sinónimo de personas viejas, que son cazadas y asesinados por personas jóvenes. Esa distopía hoy de alguna manera se está cumpliendo, de manera mucho más sofisticada e invisible como es este virus. Sin ir más lejos, hay quienes incluso la promueven, como hace unos días el vicegobernador de Texas, que dijo que los abuelos deberían dejarse morir para que no se venga abajo la economía.


Suele darse por supuesto que la filosofía es un oficio que tiene que ver con poca gente. ¿Cómo ves eso?

Mi experiencia en estos días ha sido la contraria. Mucha gente me escribe cada día pidiendo que de clases por redes sociales, que trate de pensar esto que nos pasa en voz alta. Yo les contesto diciendo que no puedo, por un lado porque tengo otros trabajos profesionales que hacer, pero además porque no me gusta tampoco guitarrear, como se dice, porque siempre trato de hablar con algún fundamento. Pero es evidente que en estos tiempos estamos ante la necesidad de ejercitar un pensamiento rápido, algo que la filosofía no está tan acostumbrada. Por algo casi todos los filósofos con algún tipo de reconocimiento a nivel internacional han salido a dar su opinión. Hay cosas dichas –y me incluyo-- bastante débiles, y que necesitan ser pensadas, pero ello no quita que reivindiquemos nuestras intervenciones desde la filosofía. Mirá: una vez le preguntaron a Foucault si él creía que la filosofía se tenía que ocupar de los temas políticos del poder, y Foucault respondió que esa era precisamente la función de la filosofía: estudiar al poder para alertar a la población y que podamos pensar cuándo nos están invadiendo, cuándo nos están discriminando y cuándo, por decirlo de alguna manera, nos están marcando buenas rutas. Así que te diría que, por un lado, hay cierta demanda de la población hacia nosotros, pongamos por caso “profesionales del pensamiento”. Y por otro lado, está nuestra necesidad de posicionarnos. En mi caso lo siento casi como una obligación micro-militante: cada noche me acuesto pensando en qué puedo escribir al otro día, y cada mañana me levanto, leo cuatro o cinco periódicos y veo qué puedo elaborar. Lo siento como necesidad ética: los seres humanos necesitamos teorías que den cuenta de nuestra realidad, por más que a veces la gente no le diga “teorías”, todas las personas tenemos razones para hacer lo que hacemos y pensar lo que pensamos. Así que cuando nos quedamos sin razones, como parece ser el caso actual, necesitamos más que nunca pensar. Y más en esta situación inédita. He hablado con historiadores y lo que me dicen es que nunca, en la historia de la humanidad, se cerraron como ahora todas las fronteras del mundo y la humanidad se quedó haciendo más o menos lo mismo. Es decir, que nos encontramos frente a un fenómeno que nos incita a pensar.


En Hegel, filósofo emblemáticos si los hay, existe esa metáfora que sostiene que la filosofía siempre llega tarde, porque es como el búho de minerva, que levanta vuelo después del amanecer. Vos por el contrario venís insistiendo en la necesidad de ejercer un “pensamiento rápido” en esta coyuntura, ¿no?

Sí, yo estoy de acuerdo con la frase de Hegel de todos modos, y no estoy –por ejemplo-- con que hizo Zizek en estos días, hablando del futuro. Ha caído en una posición totalmente utópica, diciendo que después toda esta hecatombe que estamos atravesando la humanidad va a ser mejor. Por lo que se está viendo creo que vamos a ser peores, aunque la realidad te sorprende. En estos días, por ejemplo, pudo verse a muchos barrabravas hacer tareas solidarias. Por eso yo veo toda esta situación como una “transvaloración de todos los valores”, como decía Nietzsche. Creo que va a producirse un cambio absoluto en los valores. Es momento de pensar, porque está mutando todo; y no lo digo por deformación profesional, porque los acontecimientos mismos nos obligan a quienes nos dedicamos a este oficio a hacerlo, sino porque estoy convencida de que existe una demanda social: de nuestros alumnos, de quienes nos leen. Así que, como te decía antes, creo que es un momento en donde se dicen cosas propias del pensamiento rápido, pero no dejaría de tener en cuenta que también el pensamiento rápido necesita un background. Por ejemplo –y de esto yo me enteré hace poco tiempo-- la gente que hace jazz, que improvisa, toma clases también para improvisar, así que como ves, también la improvisación necesita disciplina. Entonces, si ya tenés una batería fuerte de conceptos como para avanzar sobre temas como estos, totalmente nuevos, lo tenes que hacer, sabiendo que tal vez podamos decir cosas que no son muy adecuadas, pero creo vale la pena arriesgarse; porque como te contaba, en el intercambio virtual que vengo teniendo en estos días con muchas personas, veo que nuestros discursos muchas veces aliviaban. Obviamente, hay otros que producen indignación. Pero sea en uno u otro caso, creo que son discursos que contribuyen a gestar líneas de fuga ante toda esta locura en la que estamos inmersos.

 *Nota publicada en revista Zoom






viernes, 20 de marzo de 2020

La economía popular frente a la pandemia y la crisis


UNIDAD, SOLIDARIDAD, ORGANIZACIÓN


Por Mariano Pacheco*


La legión de trabajadores informales quedarán en la primera línea de la batalla contra el Coronavirus. Estrategia de subsistencia y un deseo para el día después: no volver a la normalidad.



De las crisis se puede no salir, salir abatido o bien fortalecido. El corona virus, el autoencierro preventivo y las diversas iniciativas solidarias que, de una punta o otra del país, se vienen desarrollando desde los movimientos populares para afrontar la situación desesperante de quienes no cuentan con la cobertura social necesaria para poder sobrevivir si no salen de sus casas.
En la Argentina de la tercera década del siglo XXI casi la mitad de la población trabajadora desarrolla sus tareas diarias por fuera del mundo formal laboral. Es decir: no cuenta con un salario mensual, ni con seguridad social de ningún tipo, sea obra social, aguinaldo, vacaciones pagas o licencia con goce de sueldo por enfermedad. Por supuesto, no es un fenómeno nacional sino internacional, producto de décadas de triunfalismo neoliberal, más allá de ciertos contrapesos expresados por las luchas sociales y las gestiones estatales –durante algunos años-- llevadas adelante por gobiernos “progresistas”, sobre todo en América Latina. Pero ni en las resistencias sociales ni en los intentos por llevar adelante políticas estatales de recuperación de derechos se ha logrado resolver esta situación estructural en el Nuevo Orden Mundial.
Por eso ante esta pandemia planetaria, con una salud pública aniquilada en muchos casos, o deteriorada como en el ejemplo argentino tras los cuatro años de gobierno macrista, los sectores populares son los más expuestos, no sólo a las enfermedades, sino –sobre todo-- a una dificultad enorme por resolver su subsistencia material en un contexto donde las actividades cotidianas se ven paralizadas y las economías nacionales contraídas por la crisis.
En este contexto, como hemos comentado y analizado en más de una oportunidad, son las organizaciones territoriales de matriz comunitarias las que suelen contar con mejores condiciones, dentro de las desfavorables condiciones generales, para enfrentar las crisis con creatividad y audacia. El precariado, vaya por ejemplo en la Argentina, cuenta desde diciembre del año pasado con un sindicato que nuclea a la mayoría de las organizaciones del sector, que en algunos casos tienen dos décadas de existencia.


Que no nos gane el miedo”
Esteban “Gringo” Castro expresó en diálogo con FM Riachuelo que estas organizaciones, que “han sido fundadas en momentos de crisis, están preparadas para participar de campañas solidarias y desarrollar niveles de organización en el acompañamiento de decisiones gubernamentales”.
El secretario general de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular subrayó asimismo que el aporte de las organizaciones populares pasa fundamentalmente por sostener los comedores y los merenderos, “porque no vamos a dejar que nadie quede sin comer, además de que hemos desarrollado una extensa red educativa y de salud, con promotores que puedan contribuir a difundir las medidas de prevención”.
En nombre de la UTEP, Castro manifestó que “una cosa es el aislamiento preventivo y otra es sentirse solos o solas. Los adultos mayores que trabajan en nuestras organizaciones están licenciados para no asistir a los espacios comunitarios, pero tienen que saber que vamos a estar presentes”, subrayó, para luego agregar: “vamos a preparar toda una red de vinculaciones, para que se cuiden pero no se sientan solos, a contrapelo de lo que sostiene el liberalismo, para quien cada uno se tiene que arreglar como pueda”. Y finalmente remató: “tenemos que avanzar también en una propuesta integral, que tenga en cuenta a los chicos que no van al colegio, para que no se aburran en sus casas y puedan desarrollar actividades que los hagan sentirse bien”.
La deuda es con el pueblo”
Desde Córdoba, el secretario general de la Confederación de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (CTEP), integrante de la UTEP junto a la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Movimiento Somos- Barrios de Pie, comentó a este medio que también en la provincia se suma la preocupación por los casos de Dengue, situación ante la cual, además de adoptar el protocolo nacional lanzado por la UTEP, los movimientos populares han conformado un “Comité de emergencia” y ya se han reunido con el ministro de Desarrollo social de la provincia y otros funcionarios del gobierno de Córdoba para trasmitir las demandas del sector. “Por otra parte hemos conformado un grupo para garantizar el control popular de los alimentos que están llegando a los comedores y estamos armando una propuesta de voluntariados para activar en caso de que la situación se continúe agravando”.
Desde el sindicato del precariado se han pronunciado públicamente anunciando que promoverán las medidas anunciadas por el gobierno nacional y trabajarán en conjunto con gremios y la comunidad eclesiástica para garantizar algunos puntos. A saber:
1) Concientización: distribución de material con información acerca del Corona Virus en los barrios populares de toda la Argentina.
2) Promoción de la salud: distribución de elementos de higiene.
3) Abastecimiento de productos indispensables: agua y alimentos (los movimientos sociales garantizarán la provisión de alimentos y viandas en los comedores y merenderos distribuidos en todo el país. En caso de ser necesario, se realizará la distribución de alimentos y bebidas casa por casa).
4) Control comunitario: para garantizar las medidas dispuestas.
5) Protocolo comunitario: los centros comunitarios aplicarán un protocolo para colaborar con el sistema sanitario nacional desarrollado por profesionales sanitaristas y aprobado por las autoridades.
6) Control de acaparamiento y agiotismo: los movimientos sociales colaborarán con las autoridades para detectar y denunciar todas las prácticas que, aprovechando la emergencia nacional, especulen con alimentos o productos de primera necesidad.
Desde la UTEP, comunicaron que “todos los trabajadores y trabajadoras comunitarios que realicen tareas de distribución de objetos, alimentos y/o material impreso, así como los involucrados en la preparación de alimentos, seguirán rigurosamente las normas sanitarias pertinentes”.
Por su parte, Mariela Díaz, integrante de los Encuentros de Feminismo Popular y de la OLP de Córdoba (organización que forma parte de la CTEP/UTEP), comentó a este cronista que los movimientos sociales continúan insistiendo en que “la deuda es con el pueblo trabajador”, y que esto implica “defender a las familias que se encuentran en un endeudamiento escalonado, producto en gran medida de las consecuencias del macrismo, endeudamiento que se produce para acceder a servicios básicos como la luz, el gas o los servicios de telecomunicaciones que son un derecho humano, cuyo plena utilización se deben garantizar”. En ese sentido, insistió, resulta fundamental el trabajo de los movimientos sociales, porque son los que vienen dando respuestas inmediatas a problemas estructurales, problemas que el Estado debería ir solucionando. “Para frenar el hambre en nuestros barrios se abrieron comedores, para generar trabajo organizamos la economía popular, para enfrentar la violencia de género organizamos la presencia constante de compañeras que asisten y acompañan a miles de mujeres y diversidades en situaciones de riesgo, y así con todos los aspectos de la vida cotidiana. En esta oportunidad, frente a la pandemia del dengue, el hambre y el coronavirus, el papel de prevención y asistencia que estamos desarrollando desde las organizaciones es otra muestra de que somos parte de la solución y no del problema, de que somos quienes mantenemos con vida la esperanza de un mundo mejor”.


Modelos humanos”
Para el economista y periodista Tomás Astelarra, es importante leer el aspecto humano, de “modelos humanos” que expresan las dinámicas comunitarias de la economía popular. “Las empresas suelen tomar decisiones en base a sus ganancias, y por lo general, frente a este tipo de crisis, toman decisiones que desprotegen a sus empleados y al público en general para no ver afectadas esas ganancias”, comenta, y pone como ejemplo a los shopings, en contraposición a las experiencias de la economía social, en las cuales el “beneficio” está en el bienestar comunitario, por lo que “lejos de permanecer cerrados su centros de atención, con las medidas precautorias necesarias, abren sus puertas a la comunidad para resguardarla en estos momentos de crisis”. Para ser más específico, Astelarra cita el ejemplo de lo que acontece actualmente en el Valle de Traslasierra (Córdoba), donde habita desde hace años: “se dinamizan y organizan acciones de solidaridad, como en el caso de los locales cooperativos de Humano, la cooperativa donde trabajo, que hemos incorporado productos de los artesanos de Villa de las Rosas, que con la feria suspendida han dejado de percibir ingresos; también habilitamos un lugar para la venta de verduras agroecológicas del Movimiento de Trabajadores Excluidos y otro para la entrega de sobres de Compra Vida, un sistema de distribución de frutas y verduras agroecológicas que, en el caso del local de San Javier, también sirve como punto de entrega. Ésto sumado a la venta de otros productos que siempre están en los locales, como la comida orgánica, las medicinas naturales, los libros y otros elementos que son útiles para este contexto de cuarentena y crisis sanitaria”. Estas actividades, según comenta, se llevan adelante con el recaudo de no tener más de tres personas en el local, que se higienizan constantemente y mantienen una coordinación con las acciones de los gobiernos municipales. “Como éstas que cito sólo a modo de ejemplo, pueden verse a lo largo y a lo ancho del país acciones variadas que desde su carácter comunitario y solidario, las organizaciones de la economía social y popular llevan adelante en territorios a los cuales, las más de las veces, los empresarios no les prestan atención porque no les interesan; territorios alejados de los centros urbanos de los que, muchas veces, también el gobierno permanece alejado, o no da abasto para abordar la situación. Son ejemplos del modo en que diversas organizaciones, campesinas y urbanas, organizan estrategias de comunicación, salud y defensa, a contrapelo de las empresas privadas, en donde algo así no sucede ni a modo de publicidad, entre otras cuestiones por que hay un descreimiento muy grande respecto a que, desde esos lugares, se sostengan valores de solidaridad”.


Otro campo, otro modelo de país”
Desde la Unión de Trabajadores de la Tierras (UTT), la organización que se hizo conocida en los años macristas por los “Verdurazos” que realizaban (el más emblemático: el reprimido en Plaza Constitución), Federico Di Pasquale expresó que están buscando los modos para poder continuar ejercitando la solidaridad y mantener los precios de la verdura, a contrapelo de las especulaciones en las que están cayendo los supermercados y otros sectores. “Lo importante es que no se produzca desavastecimiento”, sostuvo en diálogo con revista Zoom, a la vez que comentó que en los puestos de venta han reformulado los modos de atención para que la gente pueda seguir contando con productos para una alimentación soberana y a precio popular sin correr riesgos en su salud: “los bolsones se encargan con anterioridad, para no tener que elegir los productos al llegar y se trata de que no se concentren muchas personas haciendo fila”. En la provincia de Santa Fe, lugar donde habita –cuenta Di Pasquale-- han suspendido las Ferias que suele llevar adelante la organización junto con otros movimientos y feriantes independientes, que en algunos casos llega a concentrar hasta cincuenta puestos, en la búsqueda por reducir las concentraciones de personas en un mismo lugar. “En cambio, junto con la Municipalidad y otras experiencias, como los Almacenes del Buen Vivir del Movimiento Popular La Dignidad o Apyme, que provee carne, vamos a asegurar algunos nodos que vendan a precios populares Bolsones con productos de la canasta básica, prestando atención a las formas de distribución para cuidar la prevención, priorizando el capital simbólico que piensa en la solidaridad y la soberanía alimentaria, en un modelo agropecuario diferente al del agronegocio y no en el capital de la acumulación de ganancias, en fin, que piensa y lleva adelante construcciones que piensan en otro campo, otro modelo de país”.


En situación de calle”
Los testimonios se multiplican y sea en el ámbito rural o en las grandes ciudades, en pequeños parajes o en pueblos del denominado “interior” las acciones de solidaridad y prevención de los sectores de la economía social y popular organizados en espacios comunitarios se multiplican. Mientras tanto, la peor parte se la llevan aquellas personas que, con vidas precarias pero sin contar con organización popular, quedan a la intemperie, desprotejidas.
Se estipula que en la ciudad de Buenos Aires son alrededor de siete mil las personas que permanecen en situación de calle (700 serían mayores de 60 años), de las cuales unas tres mil padece afecciones de salud: vidas que quedan expuestas a una severa vulnerabilidad en medio de la pandemia, si el Estado no toma cartas en el asunto. A modo de descripción de lo que está pasando, podemos citar las palabras de Jesica Mansilla Suárez, trabajadora social que desarrolla sus tareas laborales en espacios que asisten a Personas en situación de calle y consumo en CABA, quien explica las dificultades que se le suman a estas personas en la actual coyuntura. A saber:
* Muchas no tienen DNI (son NN porque nunca lo tuvieron o lo están tramitando), y por lo tanto, no pueden ir a Paradores (sitios, por otro lado, que continúan funcionando sin solucionar problemas estructurales, como son la higiene, transformándose más que en lugares de cuidados, en verdaderos sitios donde se concentran focos de infecciones).
* Muchas personas encuentran que varios comedores han cerraron cerrado sus puertas mientras se reorganizan y, otros que permanecen abiertos, funcionan sólo para hombres, dejando afuera a mujeres, a personas trans y a niñas y niños.
* Se están reprogramando turnos en hospitales y demorando las fechas de pago de programas de asistencia, como el subsidio habitacional.

Como puede observarse leyendo el relato, la situación es más que compleja para una enorme cantidad de personas. Ésta no parece ser una crisis más. Tal como sostuvo la filósofa argentina Esther Díaz en una publicación reciente en su muro de facebook, con el “virus coronado”, hoy en día “somos contemporáneos de una bisagra epocal”. Vaya momento para no sólo sobrevivir, sino también pensar en cómo queremos salir de esta situación.
Una consigna recorrió las redes sociales virtuales en estos días. La frase reza: “No queremos volver a la normalidad, porque la normalidad era el problema”.

*Nota publicada en Revista Zoom

domingo, 15 de marzo de 2020

Fernández: “Entiendo al rock como una voz que siempre está del lado de los oprimidos”


ENTREVISTA A JUAN PABLO FERNÁNDEZ

Por Mariano Pacheco*


La voz de Acorazado Potemkin repasa los lazos con la política, el trasvasamiento generacional y la cultura fraternal del rock. “Es la música que busca abrir espacios y cabezas”, afirma. Juan Pablo Fernández publica un libro en el que reúne letras de sus bandas Pequeña Orquesta Reincidente y Acorazado Potemkim: 25 años de canción y de rock como contracultura.


Llega a la librería Punto de Encuentro a las apuradas, mochila al hombro, en un mediodía sofocante en la ciudad de Buenos Aires. Juan Pablo Fernández comenta su ansiedad por que el libro “Peluca”, que presenta este jueves en el Club Atlético Fernández Fierro, aún no ha salido de imprenta. La publicación reúne canciones que escribió durante el último cuarto de siglo, primero para Pequeña Orquesta Reincidente y luego para Acorazado Potemkim, banda con la que se presenta este sábado 7 de marzo en la ciudad de Córdoba. Pensando un poco, entonces, en ese título emblemático que utilizó David Viñas para uno de sus libros (“Literatura argentina y realidad política”), revista Zoom le propone a Fernández comenzar la conversación tratando de pensar la relación entre esas experiencias de producción cultural y la situación política del país. Pensar en que la Pequeña Orquesta tiene su vida durante ese período que va del Santiagazo a los inicios del kirchnerismo, y los Potemkin en el ciclo que se desarrolla después del enfrentamiento del gobierno de Cristina con las patronales agropecuarias hasta nuestros días. Juan Pablo dice que la imagen que se le viene a la cabeza es la de las Asambleas Populares en el primer caso, y la del asesinato de Mariano Ferreyra, y la de los pañuelos verdes para la segunda.


¿Qué pasó con el rock, entonces y ahora? ¿Visualizás cambios entre lo que fue la experiencia de los años noventa y del 2001 y lo que sucede con el rock, ponele, desde 2004 o 2005 en adelante?

La Pequeña Orquesta siempre trabajó a su ritmo. A veces más integrada y otras veces más escondida, pero siempre tratamos de prestar atención y vincularnos a lo que pasaba, y si no lo hacíamos participando lo hacíamos desde nuestras canciones, escribiendo y describiendo lo que estaba pasando alrededor. Después nos planteábamos mucho discutir las formas de trabajo. Ahora hay cosas que parecen naturales. La Pequeña Orquesta no tenía facebook, por ejemplo. Entonces, chiste aparte, lo que aparece en nosotros en ese momento es una concepción muy fuerte de la independiente, heredada de algún modo de esa concepción un poco romántica pero hermosa de Los redondos, de no dejarse contaminar por la prensa hegemónicos, los sellos discográficos, la canonización de las multinacionales. Todas frases que nos vas a escuchar repetir ahora con los Potemkin, desde otro lugar y otro contexto. En ese sentido nosotros valoramos mucho las redes sociales, porque te ponen a un click de distancia con la gente. Vale lo mismo una nota en Clarín que la que te hace un amigo tuyo en su blog. Eso es algo muy lindo que en las redes crece mucho. Nosotros hablábamos mucho de todo eso. La Renga, por ejemplo, creció muchísimo sin estar en ningún ciclo de gobierno o bajo el sello de una multinacional. Cuando La Renga firma con una discográfica a sus recitales ya iban más de dos mil personas. Ese fue el crecimiento más grande que recuerdo después del fenómeno de Los redondos. También en los noventa hubo un rock que después derivó en el rock chabón y que tuvo sus antecedentes en ese rock “uruguayisado”, como Los piojos, la Bersuit, que metían murga, candombe. A mí siempre me gustó igual Ciro de Los Piojos, su forma cantera de cantar.
Como contracara de eso hubo un rock muy menemista, muy televisivo, muy ligado a la industria también, con Menfis y los coletazos de Soda Estéreo y sus giras Latinoamericanas. Entonces, ¿qué mas quedaba?: todo un rock más independiente, Babasónicos, lo que se hizo en Córdoba con el Nuevo Rock Argentino. La Pequeña Orquesta no entraba ahí, pero sí en el movimiento de todas esas bandas que se iban armando y juntando para tocar y se iban gestando pequeñas tribus. Yo creo que ahora el rock independiente tiene más peso, organiza sus propios festivales, como el Festipulenta en Ciudad de Buenos Aires, o Laptra, con El mató a un policía motorizado y Los 107 faunos en La Plata.
Después también existe en lo independiente toda una zona de precarización laboral: terminas organizando las fechas y todo vos. Y no te dan los costos. Nosotros decimos que para ir a Uruguay primero tenemos que armar una empresa. Y es chiste pero no tan chiste, porque después querés ir a Córdoba y no podés. Ahora vamos esta semana, pero hace dos años que no lo hacemos, porque no tenés quien te pague los pasajes o corra ciertos riesgos sobre los costos en la apuesta. El circuito está muy acostumbrado a que sea el artista el que corre los riesgos, es un vicio que quedó después del descalabro que hicieron las compañías menemistas, que vendían los CDs a 20 dólares cuando en todo el mundo estaban once, y cuando les empieza a ir mal le echan la culpa a las telefónicas, al compartir. Después de eso, en 2008 más o menos, empieza a trabajarse sobre la idea de que “compartir no es delito”


Son varias cosas…

Sí, no sé si te respondí la pregunta, pero diría que son varias cosas en simultáneo. Una cosa es lo que pasa de la puerta de la sala de ensayos para adentro y otra para afuera. Una cosa es como organizas un recital y otra como sacás un disco. Todo eso hace a la política de una banda pero no siempre expresa una estética. Nosotros con la Pequeña Orquesta y también a veces con Potemkin trabajamos la idea de que sea la propia canción la que ya trae su impronta que pueda ser muy manipulada por las estéticas dominantes.


Y en términos de influencias literarias, ¿qué podrías nombrar? ¿Qué lecturas recordas de estos 25 años?

Mirá, leer, en estos años, leí de todo. Recién, antes de empezar, veía un libro del poeta chileno Gonzalo Rojas, que descubrí hace muy poco tiempo, a quien podríamos pensar como una suerte de heredero de César Vallejo. Entonces hay veces en las que lees cosas en un momento, pero que te marcan un recorrido hacia atrás. A mí me influenció mucho trabajar en el Taller de Poesía de Claudia Prado, una poeta extraordinaria, que estuvo en un vínculo muy directo con las obras que estaban produciendo Paula Jiménez España, Claudia Masin, Sonia Escarabelli. Esas son las poetas mujeres que leí, todas de algún modo influenciadas por Diana Bellessi, que había realizado un taller, del cual seleccionó a los poetas que estábamos trabajando en algún libro para que lo publiquemos. En mi caso el libro se llamaba “Poemas del viejo”, en 2005. Allí tuve de compañeros y compañeras a mucha gente, amiga en algunos casos, que hoy son grandes referentes de la poesía: Josefina Saffiotti, Nicolás Cambon, Gabriela Franco, Marcelo Cutro y Martín Puchetta.
Yo ya venía escribiendo, pero esas experiencias me hicieron tomar real dimensión del mundo poético. Después también tengo que mencionar amigos con los que he compartido reflexiones, como Yaki Setton o Diego Posadas, gente con la que se puede decir que comparto un parentesco generacional, que me han ido abriendo puertas como hermanos mayores, además de las figuras maestras, como Diana Belleci que recién mencionaba. Esto como poeta. Como letrista a mí siempre me gustó Moris, Cantilo, Luca Prodan, el Indio Solari, Palo Pandolfo, León Gieco. Y antes, más de chico, leí mucha literatura norteamericana, policiales, y novelas en general, pero después, con los talleres, le empecé a encontrar más gusto a la poesía, a ver las voces que se ponen en juego. Y al menos en Buenos Aires siempre hay talleres, ciclos de lecturas de poesía, iniciativas. Ahora hay una gente que hace una revista que se llama “Por el camino de Puan”, por ejemplo, vinculando la parte académica con la parte de escritura.


Volviendo al rock: hay quienes piensan que de algún modo hay una suerte de franja etárea en la que quedó acorralado el rock…

Acorralado Potempin…

La franja acorralada que va desde los treinta a los sesenta años, por poner una cifra...
Es una enorme franja etárea esa Mariano, de todos modos…


Sí, pero la hipótesis supone algo del rock como pasado, o sin capacidad de reinventarse. Vos por lo que decís, al contrario, visualizás toda una potencia en el rock aún en la actualidad…

Sí, sí, claro, por supuesto. Incluso te digo más: Wos, por ejemplo, termina haciendo rock, o lo va a terminar haciendo. En el mejor de los casos él nos va a obligar a nosotros a repensar el rock. Porque el rock es una gran coartada, un gran puchero donde se mezclan muchas cosas. El papá de Wos, Alejandro Oliva es un gran músico, compositor y productor, que ha tenido contacto con la música experimental, el jazz, el rock. Yo creo que va a haber influencias y cruces, porque la música va evolucionando con las personas, que son las que la tuercen, y no los movimientos académicos. Y en algún momento esas personas se juntarán con otras y habrá nuevas influencias. Mirá: recién dijiste algo que quisiera retomar, antes de irme para otro lado. Recién hablabas de la franja etárea. Y unas estadísticas que estuvimos viendo de Spotify dicen que los jóvenes son quienes más lo frecuentan, y dentro de los jóvenes, el 42% escucha rock, y es un segmento tanto o más grande que el trap o el latino. Entonces: sigue habiendo un público para rock. Yo no sé si es más o menos urbano, si es un fenómeno metropolitano o qué, pero te diría que al menos para Acorazado, salir de Buenos Aires ha sido una política de trabajo, por más que en los últimos años esto ha costado muchísimo. Pero siempre tratamos de ir a Córdoba, a Rosario, a Mar del Plata, a Mendoza. Y a todos lados a donde vas, sea Trenque Lauquen o Rawson, donde vas, sobre todo en las ciudades más chicas, hay un público que es el público de rock, que le puede gustar Valle de muñeca, Los gorriones, Potemkin o Babasónicos, o conocen la Pequeña Orquesta, Los visitantes, que se yó, escucharon Sumo. Son un público más nítidamente rockero, más que en Buenos Aires donde prima la lógica de tribu y hay más bandas y uno sigue a sus amigos. El rock es una gran mezcla, es muy abierto.


Ahí se podría pensar en la Pequeña Orquesta como una gran cultora de la mezcla. Digo: si bien es rock hay algo de la nostalgia del tango, y elementos más ajenos a la dinámica rockera. Casi que si alguien que no escuchó y te pregunta uno está tentado en decir que fueron una banda inclasificables, ¿no?

Yo de todos modos siempre reivindiqué la cuestión del rock. En algún momento, en pleno menemismo, cuando el rock era Menfis y toda esa porquería, nosotros queríamos corrernos de todos esos brillos y toda esa estética de la que nos sentíamos ajenos porque era parte del problema. Pero sí creo que nosotros rescatamos todo un rock, sobre todo el que viene del pospunk, que era otra cosa. Cuando uno trata de apropiarse de las músicas populares, como hicieron Mano Negra en Francia, o Corcobado en España, o The pogues en Irlanda, o también, como hicieron a su manera gente como Tom Waits y Nick Cave, y hasta U2, cuando hicieron esa gira por Estados Unidos. Había una forma de hacer evolucionar al rock que tenía que con hacer una cruza con las músicas populares. Nosotros acá, sin ir más lejos, teníamos a La portuaria, Los visitantes, ni hablar Manal, Moris, Miguel Cantilo y León Gieco que lo hicieron. Y con la Pequeña Orquesta Reincidente nos seguíamos reivindicando dentro del rock pero evidentemente no encajábamos del todo, y por eso terminábamos buscando lugares, por ejemplo, que tuvieran buena acústica para el piano, más allá de si eran o no del circuito del rock. Pero más allá de ciertos sonidos acústicos, había batería, y guitarra eléctrica y la forma misma de las melodías y la estructura de las canciones son del rock. Para mí el rock siempre fue la música de una búsqueda que te permitiera abrir espacios y abrir cabezas y hacer hermanos, sobre todo entre la gente que crecimos bajo las sombras de la dictadura, que decía que el rock era algo subversivo, extranjerizante, cosas de vagos y drogadictos y que el folclore era la música argentina. Esas cosas nos fueron marcando. Entonces nosotros decíamos: “nuestro espacio de pertenencia es éste, pero hay que abrirlo para que entremos todos”. Y debe ser amplio, y generoso, para que ahora, por ejemplo, también entren el rap, y el trap y otros ritmos.


Hay algo de las políticas de la amistad en el rock así entendido, ¿no?

Sí, claramente: el rock es fraternidad, no aceptar a los padres, el mandato social. Después bueno, ahora tenemos un presidente que hace canciones de rock con la guitarra. Evidentemente, se puede acceder a espacios de poder y hacer rock, no es contestatario per se. Se puede ser oficialista y ser rockero, términos que antes marchaban por separado, porque el rock era más antisistema. Pero también se puede entender al rock como una voz que siempre está del lado de los oprimidos, de los que preguntan, de los que reclaman.


Por último: ¿qué implicó Cromagñón para el rock argentino?

Bueno, acá en capital se cerraron un montón de espacios para tocar después de Cromagñón. Los Reincidentes veníamos denunciando las malísimas condiciones que había para tocar. Y había lugares en los que no tocábamos. Incluso hemos suspendido algún recital, por ejemplo, cuando patovicas le pegaron a gente de nuestro público. No tiene por qué haber patovicas además, como en Matienzo, en donde no hay patovica sino gente que te cuida. En ese sentido nosotros nunca nos pusimos en una postura corporativa de ir contra las regulaciones de los inspectores, porque muchas veces nosotros mismos las necesitábamos. Las condiciones para tocar eran, y muchas veces aún lo son, muy precarias. Después sobre esa base, el gobierno de la ciudad y el nacional terminaron, con una actitud culposa, cerrando un montón de lugares. Después pasó eso de que te juntabas en una terraza a guitarrear, el vecino hacía una llamada y terminabas con tu casa clausurada. Entonces, creo que había muchas denuncias por hacer, como hoy hay que seguir haciéndolas, para que no haya silencios ni posturas corporativas, pensando en que incluso el rock también puede serlo. Y bueno, si bien este es un país que siempre busca culpables, acá hay que decir que hubo unos cuantos responsables, incluso los músicos y la organización. Hay cosas donde hay que hacerse cargo. Vos no podés tocar en lugares que no cuidan a la gente. Hay que exigir al gobierno y a los bolicheros (esos pequeños empresarios) que cumplan con lo que tienen que cumplir. De ellos es la responsabilidad, y la nuestra es exigirles. Hay que cuidar a la gente porque el rock es un proyecto de fraternidad: la gente se pasa los discos, se hacen pequeños emprendimientos, se montan Centros culturales, todo un mundo alejado de las violencias de las discotecas. Y nosotros como músicos, como usuarios, tenemos todo el derecho de exigir que se cuide y se lo mejore y se lo reconozca como un valor cultural. No como ha pasado, por ejemplo, con los chicos que mataron en San Miguel del Monte, que la parecer no pararon cuando un policía les dio la voz de alto porque no lo escucharon: iban escuchando música. ¿Qué hace la policía?: los corre, les dispara, provoca que choquen contra un camión y mueren. Si vos le mandás la policía a los chicos que están en una esquina escuchando música o tirando rimas, como suele suceder, no te das cuenta donde está la cultura. ¿Dónde está cultura? No está en las alarmas, en los alambres de púa, en las cámaras, en la televisión, sino en esos chicos que cantan y tiran rimas, y bailan y pasean escuchando música en un auto, en quienes quieren sentirse libres. Entonces hay que cuidarlos. Yo ya tengo 50 años. Entonces nosotros, los músicos más grandes, tenemos que hacer como una guerra de retaguardia y seguir peléandonos contra los viejos carcamanes y los burócratas del Estado y la policía, para que esos pibes vayan gestando nuevos caminos estéticos, nuevas vanguardias. Pero nosotros, los más viejos, tenemos que seguir peleando porque el rock siga siendo un lugar amplio de confraternidad, lealtad y compañerismo.
*Nota publicada en revista Zoom

lunes, 2 de marzo de 2020

“Pa: tenés que escribir un libro que se llame El Duna con Gatillo”


Debería hacerlo, puesto que mi vida en Córdoba llega de algún modo a su fin (al menos por ahora)


Pa: tenés que escribir un libro que se llame El Duna con Gatillo.
Male me dice esa frase mientras viajamos en auto, desde Córdoba hacia Los Aromos, en el último día de sus vacaciones, antes de que comience el colegio. Lo dice camino al río, donde solemos ir cada vez que podemos, luego de que le cuento que este año voy a comenzar a investigar, leer y entrevistar gente para embarcarme en un nuevo proyecto: escribir la biografía de Raúl González Tuñón, autor de La luna con gatillo.
El nombre de ese poema y ese auto están, para mí, íntimamente ligados a mi estancia cordobesa; estancia que de algún modo llega a su fin en las próximas horas, cuando realice mi desembarco en Buenos Aires, provincia que dejé atrás hace siete años. Y digo “de algún modo” porque, entre otras cuestiones (para mí la más importante), en Córdoba queda mi hija, así que el plan es viajar los fines de semana, cada quince días, para poder estar con ella al menos esas dos veces al mes, unos tres días cada vez.
Te voy a mandar fotos y dibujos por teléfono Pa –comenta, mientras me hace morisquetas y ríe.
Les niñes tienen un modo extraño de procesar los cambios, pienso, pero no lo digo y en cambio le insisto en que además vamos a hablar por teléfono o hacer videollamadas todos los días.
Nos gusta pasear en auto, así que ese año y pico que estuvo roto y no contaba con el dinero suficiente para arreglarlo, lo padecimos un montón.
A ella le gusta decirle “el dunita”, no El Duna; tampoco el auto.
Lo de “El Duna con gatillo” no es de ella, obviamente, sino que viene de una broma de mis compañeras y compañeros de “La luna con gatillo”, proyecto que nació a mediados de 2015 bajo el lema “Una crítica política de la cultura”. En realidad ese año comenzó como un proyecto personal, aunque político: un programa radial, de una hora por semana, en Eterogenia, la radio del Centro Cultural España Córdoba que dirige el generoso de Guillermo Guerra, donde me llevó el Gran Periodista y Poeta Omar Hefling. La Carla Lorena y el Pelado Rodríguez hicieron lo suyo para que esta idea loca se transformara en realidad.
El proyecto lo cranee unos meses antes, en mi casa de Alta Gracia, mientras me recuperaba de una operación de columna que me tuvo algunas semanas sin caminar, y varios meses adentro, saliendo nomás para tratamientos y controles pre y posoperatorio y esos etcéteras que, dos años antes, ya había padecido al ser operado de un pulmón.
La luna con gatillo pasó a ser en 2016 un proyecto plenamente colectivo, cuando se sumaron una gran cantidad de columnistas: de teatro y cine; de género y movimientos sociales territoriales; de iniciativas antirepresivas y de luchas por la tierra; de música y pensamiento crítico, tanto de Córdoba (quienes venían a “estudio” una vez por mes) como de Buenos Aires (quienes salían al aire por teléfono o enviando audios de wsp). Al año siguiente se sumó al programa de radio un blog, donde comenzamos a subir los audios de los programas y algunas notas escritas (ya conté en otra oportunidad quienes se fueron sumando en cada momento… y quienes se fueron) y hacia fin de ese 2017 –en diciembre, cuando pensamos en salir a la cancha para el aniversario de 2001 y terminamos haciéndolo en la nueva cancha rediseñada en plena lucha de calles contra el macrismo-- el blog se transformó en Portal: www.lalunacongatillo.com
A la página web fueron a parar con el paso del tiempo no sólo los audios de programas y notas escritas por les integrantes del grupo (Lea Ross y Tomás Astelarra fueron redactores estrella y permanentes de esta iniciativa) sino también las colaboraciones que fueron llegando y las fotografías y videos realizados por los nuevos aportes que compañeras y compañeros fueron sumando (La Mari y El Mati, entre otrxs), y las siempre distinguibles gráficas políticas de Flor Longo, residente de Alta Gracia.
Ya instalado en Córdoba capital, con Flor viviendo en Alta Gracia y Germán en La Bolsa, el dunita pasó a ser “El duna con gatillo”: ir y venir para buscar y llevar a mi hija Male, pero también para llevar y traer fanzines, afiches, periódicos Resumen Latinoamericano y nuestros cuerpos, ansiosos por construir una nueva experiencia política en Córdoba. Yo por entonces participaba en el Encuentro de Organizaciones, una experiencia de la izquierda autonomista local, en la que hice grandes amistades (La Celi y el Dami) y conservo – más allá de las diferencias políticas-- sentimiendos profundos de camaradería, tanto con quienes se fueron yendo como con quienes aún permanecen allí con sus militancias (Sergio Job y Mercedes Ferrero; Lisandro Levstein y Anabella Antoniolli, entre tantxs).
Germán y Flor, mientras tanto, me convencieron para que desde “La luna” comenzáramos a organizar las Cátedras Bolivarianas en Córdoba. Así se empezó a tejer un vínculo con las pibas y los pibes de La Simón Bolívar (de donde luego surgieron los Encuentros de Feminismo Popular), con las compañeras y compañeros de la OLP (que entonces insistieron en recorrer el camino al interior de la CTEP) y con la “Vieja Guardia Montonera” (Carlitos Aznárez, el Pelado Perdía, Jorge “El Chiqui” Falcone… y luego el Vasco Murúa y Carlos Martínez). De ese recorrido surgieron la OLP, La Simón Bolívar y los EFP en Córdoba, donde hoy participan un montón de pibas y pibes (sobre todo pibas) que están haciendo sus primeras armas en la militancia.
En este tiempo La luna con gatillo también editó dos libros de poesía: uno del poeta cordobés Carlos Salinas (“Tinta militante”) y otro del Gran Chiqui Falcone (“El ojo izquierdo de la luna”) y organizó algunas “Radios Abiertas” y jornadas político-culturales.
En 2019 el programa de radio siguió, aunque sin mi presencia y en otra emisora (la Radio Comunitaria La Quinta Pata): Lea, Mati y la Ludmi (hoy en Brasil) tomaron las riendas de la “trinchera radiofónica” y sostuvieron la experiencia todo el año, sumando incluso otras colaboraciones que enriquecieron al programa. En mi caso me dediqué a retomar una apuesta radial unipersonal (“Profanas Palabras: Pasado y Presente de la Argentina y El Mundo”, también en radio Eterogenia) y a poner en pie, junto a los camaradas Emiliano Exposto y Gabriel Rodríguez Varela (también Pepe Nacho, que luego fugó a sus derivas foucaultianas) la Cátedra Abierta Félix Guattari en la Universidad de los Trabajadores de la Fábrica Recuperada IMPA, en la ciudad de Buenos Aires. También pasé el año viajando por todos lados, presentando mi último libro, “Desde abajo y a la izquierda”, que vio la luz por Cuarenta ríos, gracias a la invitación que me hicieron Gabril D Iorio y Diego Caramés para sumarme a la colección.
En 2020 no tendré un programa radial en Córdoba y aún no sabemos si La luna con gatillo seguirá saliendo al aire, aunque el proyecto del Portal sigue en pie, al igual que –aunque maltrecho-- “El Duna con gatillo”, que queda en Córdoba.
Al Dunita lo compré en 2016, unos días después de salir del Hospital (¡Sí, me operaron otra vez!.. aunque la vencida la tercera fue la vesícula). Compré el auto, la computadora con la que escribo estas líneas, una cama (que no tenía) y un lavarropa, que esta semana dejó de funcionar (“Las casas también lloran”, diría algún personaje del cineasta Wong Kar Wai). Obviamente saldé numerosas deudas. Y ya…
El dinero de la indemnización no fue mucho (ni por asombro lo que nos correspondía), pero fue algo, y en los inicios del macrismo era como decir mucho.
De todos modos, más que “los beneficios” de la indemnización, lo más importante de ese dinero es que cierra un momento importante de mi vida, que fue el hecho de haber cumplido un sueño: trabajar como redactor en un diario. La experiencia de El Argentino, creo, en algún punto fue heroica, y quizás alguna vez escriba sobre eso. Por ahora, sólo recordar la emoción y el compromiso con el que toda esa pandilla de jóvenes periodistas llenos de sueños poblamos la redacción del diario.
En fin, mi etapa en Córdoba se cierra en este inicio de 2020, más allá de que frecuente la provincia, de ahora en más, dos veces por mes (me dicen por la cucaracha, también, que estaría coordinando, cada 15 días, el Seminario de Formación sobre Marxismo para las militancias del Precariado).
En estos siete años en Córdoba vi cumplir mi sueño de trabajar en un diario, colaboré en revistas, hice radio, organicé cursos y talleres de formación, armé grupos de estudio, impulsé cenas de filosofía en el querido Café del Alba, publiqué cuatro libros (“Kamchatka”, con ensayos sobre Nietzsche, Freud y Roberto Arlt; “Montoneros silvestres”, con historias de resistencia a la última dictadura en la zona sur del Conurbano; “Cabecita negra”, una suerte de historia del peronismo a través de la literatura; “Desde abajo y a la izquierda”, en un esfuerzo por pensar las militancias de los movimientos sociales en la posdictadura argentina), vi reeditarse mis dos primeros libros (“De Cutral Co a Puente Pueyrredón”, la genealogía sobre los Movimientos de Trabajadores Desocupados y “El militante que puso el cuerpo”, la biografía de Darío Santillán que escribimos con Ariel Hendler y Juan Rey) y terminé de cerrar mis próximos dos libros (“Madriguera”, con nuevos ensayos sobre política y cultura y “La parte del todo”… que es sorpresa y media).
También, en estos siete años en Córdoba, viví cosas horribles: vi derrumabarse un proyecto (la familia nuclear); vi morirse mi gato Gatica; vi a mi cuerpo cabalgar sólo, sintiendo que ya no me pertenecía y se moría…
Vi, junto a todo ese espanto, mi cuerpo renacer, como lo hace el ave fénix desde las cenizas.
No es cólera, es con risa que se mata”, dice Zaratustra- Nietzsche. Y cuánta razón tiene, o al menos, cuanta razón le doy.
Hubo que matar muchos fantasmas para poder volver a sonreír.
Y cuando menos lo esperaba, me encontré riendo a carcajadas junto a Jorge Villegas, quien supo abrir las puertas de su casa, y de su familia de amistades construida junto a los Zéppelin teatro. El Diego y Gattino, Rodolfo y sobre todo el Santi y el Cruz, junto con Jorge, hicieron que en Córdoba me sintiera como en casa.
Y ya en casa me volví a enamorar, perdidamente, y como suele suceder en esos casos, mareado me perdí hasta retornar a la soledad. Camaradas, compañeres y nuevas amistades surgidas de los talleres me recordaron sin decirlo, una y otra vez, que la consigna “La única lucha que se pierde es la que se abandona” es también un lema para el combate existencial.
Mi retorno a Buenos Aires me llena de alegría, por más que no pueda evitar sentir cierta tristeza por ver a mi hija que queda acá.
Cuatro años sin un trabajo estable es demasiado tiempo para quien tiene que pagar el alquiler de una vivienda para contar con un lugar donde poder vivir y que sólo cuenta para su subsistencia con su fuerza de trabajo para vender en el mercado (una fuerza de trabajo un poca maltrecha, y en un mercado que requiere poca, para colmo).
Buenos Aires aún no promete nada muy concreto todavía, pero se sabe: allí atiende Dios (o quien se disfrace de él en caso de que no exista).
En Buenos Aires habita además mucha gente con la que nos conocemos hace rato. También otra que he ido conociendo en el andar de estos años. Gente que quiero (que supongo que nos queremos). De esa gente que uno dice “Gente que no” (como cantaban los muertos).
En fin, como cantaba No Demuestra Interés, “que todo sea para bien, ¿verdad?”.
En eso andamos...