Por Mariano Pacheco*
Cada generación de lucha por la transformación social tienen sus muertos. Y esto es así porque detrás de las leyes y los pactos, el Estado y sus instituciones, el orden civil de los "tiempos de paz", está el campo de batallas, los "tiempos de lucha", la guerra de clases donde se enfrentan quienes explotan y quienes sabotean la explotación, quienes dominan y quienes resisten la dominación, quienes mandan (con métodos moderados por momentos, despiadados las más de las veces), y quienes ejercen la desobediencia, la rebeldía y la insubordinación frente a ese orden injusto.
En la historia Argentina, generalmente, esos muertos tienen rostros muy jóvenes. Basta ver las fotos de los detenidxs-desaparecidxs por la última dictadura cívico-militar (1976/1983), pero no hace falta tampoco irse tan lejos. Basta con seguir poniendo el foco en la posdictadura. Durante el "ciclo de luchas desde abajo" (1983-2003) las cifras de asesinatos de luchadorxs populares son escandalosas. Tenemos nombres que fueron y son bandera, de Agustín Ramírez a Teresa Rodríguez, de Pocho Leprati a Kosteki y Santillán. El ciclo de "Gobiernos progresistas" emergió de las cenizas de esas luchas, y a su interior, convivieron actores con posicionamientos garantistas, viejos reaccionarios agazapados y llamándose al silencio y otros actores conservadores que no quisieron aceptar nuevas reglas de juego. Sobre el fondo del garantismo progresista, el orden estructurante de la violencia del capital, y su rostro más descarnado: la precarización laboral/la patota sindical.
El asesinato de Mariano Ferreyra nos habla de la necesidad de asumir los desafíos de construir otra lógica sindical, de gestar dinámicas más amplias de alianza social frente a las fuerzas reaccionarias y de plantar bandera, siempre, exigiendo justicia frente a los atropellos criminales, pero también, justicia frente al estado de situación ante el cual los muertos, nuestros muertos (los del Movimiento Popular), brindaron un testimonio de justicia e igualdad, frente al cual esgrimieron un grito de libertad. Sabemos: la justicia y la libertad no se mendigan, se exigen, se conquistan y, lamentablemente ---a veces-- hay que morir por ellas.
Por una Patria y un Mundo donde no haya que seguir transitando la muerte para obtener esas conquistas.
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