“La Córdoba delasotista es el paradigma
de un modelo de policialización social”*
Por Mariano Pacheco
Sergio Job es
Abogado, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Doctor en
Ciencias Políticas y Diplomado en Seguridad Ciudadana. Ha defendido a vecinos
que ocuparon tierras para construir viviendas, a trabajadoras sexuales, y
detenidos en protestas sociales, entre otros sectores. En diálogo con este
medio, conversa sobre las políticas de seguridad de Córdoba, y las
lógicas de “inseguridad” que parecen haberse instalado más allá de las
fronteras provinciales, e incluso, de las nacionales.
--¿Cómo caracterizas la política de seguridad de la
provincia?
--La Córdoba
delasotista es el paradigma de la policialización social, mostrando la mayor
cantidad de policías por habitantes del país (con 1 cada 141 habitantes), que
ha redundado en el fortalecimiento de la mafia policial, el incremento de su ya
enorme poder corporativo, el crecimiento exponencial de los casos de gatillo
fácil y en tasas de criminalización de la protesta social realmente
preocupantes para cualquier concepto de democracia que se tenga. Pero claro, este modelo no es
una “invención del cordobesismo”, sino un problema internacional.
--¿Una lógica Mundial?
--Sí, para hablar de
lo cercano, hay que decir que el continente entero se encuentra hoy en día
sumergido en una supuesta guerra contra la inseguridad y el narcotráfico, que
ha llevado al incremento de las fuerzas de seguridad interior. Políticas que
han mostrado un profundo fracaso, porque ha crecido de manera alarmante la
comisión de delitos organizados y menores, y la violencia social generalizada
parece haber llegado para quedarse en nuestras tierras. Estos resultados dan
qué pensar sobre la eficacia y efectividad que la “policialización” y el
“control social” general tienen para otorgar mayores seguridades a los
ciudadanos. Por el contrario, parecen arrastrar al conjunto social hacia un
espiral de violencia con nefastas consecuencias para la vida social, cultural,
material, moral y hasta biológica de nuestros pueblos. Inseguridad, entonces,
es el nombre del Caballo de Troya que el poder mundial ha utilizado para
desplegar y alinear las tropas en esta nueva cruzada de los poderosos para
mantener a raya a las experiencias de organización social más avanzadas que
muestra nuestro continente, y para contener los enormes contingentes de pobres
dentro de marcos territoriales concretos que permiten su administración de
manera segura para el poder.
--¿Y qué rol juegan los “medios de comunicación
hegemónicos” en todo esto?
--Mucho. Por
ejemplo, las empresas transnacionales de comunicación masiva, apuestan por el
temor y la paranoia, y reclaman la profundización de sociedades de control y
represión. A veces parece alarmista, pero la sincronización de diversas esferas
gubernamentales (estatales y para-estatales), parece estar más cercana a una
película sobre distopías futuras o el producto de una mente paranoica
preocupada por encontrar conspiraciones por doquier, que otra cosa. Pero los
medios fortalecen un imaginario beligerante que no tiene nada de improvisado:
para nuestra preocupación, se trata de planificaciones teorizadas, diseñadas e
implementadas desde los centros de poder para nuestro continente. Es una suerte
de nuevo Plan Cóndor para Nuestra América.
La “espectacularización” de la violencia
Doctor en Ciencias
Políticas, Job intercala sus actividades profesionales con la docencia (es
profesor de Sociología Jurídica en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
de la UNC), y la investigación, que desarrolla en el marco del Colectivo
de Investigación “El llano en llamas”. También participa del asesoramiento
jurídico de la Cooperativa de Carreros y Recicladores La Esperanza y es
militante del Encuentro de Organizaciones.
--¿No hay una lógica que se instala, también, a nivel
social?
--Por supuesto. Por
eso quienes queremos defender la democracia, más allá de qué entendamos por ésta,
debemos estar atentos a las dinámicas que la materia de seguridad va tomando en
estas tierras. La ofensiva del poder no se limita a lo conocido, sino que como
todo sueño totalitario, busca nuevas formas de avanzar, de ocupar cada
resquicio, para lograr así una sociedad controlada y administrada hasta en sus
mínimas expresiones y modos de estar. Es así que el nuevo vocabulario que para
la materia veremos emerger desde el presente hacia futuro, irá mechando
seguramente una prédica cada vez más violenta que busque generar acuerdos y
naturalización de las prácticas más arcaicas y repugnantes, junto con un
supuesto espíritu de libertad y respeto de la condición humana. Ejemplos de
esto: el reclamo de la implementación de la pena de muerte o las torturas de modo
legal, la cada vez mayor “espectacularización” de la violencia en todas sus
formas; el intento de gestar una participación ciudadana activa en términos de
seguridad entendida de ese modo: apostar a la colaboración (complicidad) activa
de todos (contra todos), en el control y la represión social, con la
consecuente ruptura de los lazos comunitarios que aún quedan entre los
gobernados.
--¿Y en perspectiva?
--El camino para
avanzar en mayor seguridad para nuestra vida, la de nuestros seres queridos y
de la sociedad toda, parece estar lejos de los paradigmas que se imponen desde
el norte hacia el sur del continente. Por el contrario, es en la creación de
redes comunitarias firmes, que busquen romper las fronteras sociales y
territoriales que ese poder diseña, utiliza y profundiza, donde parece estar la
punta del ovillo para desatar esta maraña de violencia y control donde nos
encontramos, literalmente, encerrados. Romper ese encierro y fortalecer esas
redes son parte de la apuesta. El futuro dirá.
*Publicada en la edición Córdoba del diario El Argentino (miércoles 29 de julio de 2015)
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