Apuntes en un cuaderno (azul) de tapa dura
Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)
El problema son los
ñoquis. Sí. Ahora. Ahora el problema son los ñoquis. Los ñoquis y los vagos.
Los que piden monedas. Los trapitos. Los que venden estampitas. Que venden, va.
Que te extorsionan con la imagen de un santo. O de la Virgen. Virgen deberían
ser esas chicas. Esas mugrosas. ¡Que vayan a laburar! El problema es que no
quieren laburar. Les das un trapo de piso y salen corriendo. Que se van a poner
a limpiar. Igual hay que tener cuidado. Le das la mano y te toman el codo. Le
abrís la puerta de tu casa y te roban. Las negras siempre roban. Te roban tu
casa. Y si te descuidas te roban el marido. O te lo toman prestado. No te lo
sacan del todo. Te lo llevan por un rato. Las negras se calientas con los tipos
de guita. Se hacen la croqueta. Se piensan que ellas también serán como las
negras de las novelas: lograr que un tipo lindo y de guita se enamore de ellas.
Pero eso sólo se ve en las pantallas. Y las negras no son negras. Son blancas
que actúan de negras. De provincianas. Igual también están los blanquitos que
son negros de alma. Los que salen a la calle a hacer quilombo. Porque le dicen
protesta pero es hacer quilombo. Una cosa es salir con una olla y una cuchara,
como puede hacer una de nosotras, que se yo, a hacer un poco de ruido, y otra cosa
es cortar una calle. Prender fuego. Los tipos sin remeras, todos sudados. ¡Que
vayan a la-bu-rar! Pero que van a laburar estos... Queres un electricista y no
hay. Querés un plomero, y no hay. Queres uno que te destape el baño al menos,
tampoco hay. Siempre tienen otros trabajos “pendientes”, te dicen. Por una
pendiente habría que tirar a todos esos negros de mierda. Y a las negras. Solo
salen a pedir. O a “protestar”, como le dicen. Las minas llenas de críos
alrededor. Claro, por unos mangos que les llueva de arriba las negras ya van y
tiene hijos. No uno o dos. O tres. ¡No! ¡Un montón! Las negras se llenan de
críos. Y de perros. Y de gatos. Se creen que todavía están esos ranchos del
interior de donde vienen. Pero no. Están en la ciudad. Pero bueno. Esto no es
de ahora. Antes también. Los negros se hacían los cocoritos en la época de la
yegua. Decí que se murió. La mató el cáncer. Decí, que sino alguien igual la
habría matado, a ese macho con polleras. Hubo blancos también igual he… Blancos
que eran negros de alma. Nenes de mamá contaminados por los negros. Se hacían
los héroes metiéndose en la guerrilla. Decí que los mataron a todos. Bueno, no.
A todos no. A casi todos. Si los hubiesen matado a todos la cosa se habría
terminado. Pero no se terminó. Los negros son así: se multiplican. ¡Otra que
los panes de Cristo! Los panes, la harina y la grasa. Este país está lleno de
grasa. Otra que tortafritas. Una torta de tortafritas se puede hacer con tanta
grasa. Una gran torta. Este país está lleno de tortas. Y de putos. Sí, si ahora
hasta se pueden casar. Y tener hijos. Y andar mostrando obscenidades por ahí.
El otro día salí de casa y me topé con dos tortas de la mano, caminando como si
nada. Y dos putos dándose un beso en medio de la plaza. Mirá si los ven los
nenes. ¡Qué degenerados! Pero así estamos: rodeados de putos, de tortas, de
cirujas, de negros, de grasas, de ñoquis. ¡Se podría poner un supermercado con
todo eso! Pero no. Ni siquiera. Porque ni un negocio como se debe se puede
tener en este país. Porque vienen las bolivianas y se te sientan a vender cosas
en la puerta. Todo el día ahí sentadas las peruanas. Peruanas no. Bolivianas.
Bueno, no sé, es lo mismo. Las negras esas olorientas. Y sus maridos. ¡Qué olor
tienen esos tipos! Y sí. Habría que hacer un supermercado con toda esa grasa
disponible. O no: se los podría sacar de la Villa y meterlos… En una gran
villa. Sí. Pero todos juntos. Los negros, las negras, las tortas, los putos,
los peruanos, las indias, las bolitas, los choritos, los que protestan, todos.
Meterlos a todos en una villa y prenderla fuego. Y sí, que pase un avión y los
mate a todos. De una vez. A ver si así se dejan de joder…
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