(extracto
del libro Montoneros silvestres)*
Por
Mariano Pacheco
A
principios de abril, cuando Roberto Perdía sale del país rumbo a
México con la intención de viajar desde allí a Italia y presenciar
el lanzamiento del MPM en Roma, Julio Roqué (Lino) queda en
Argentina como único integrante de la Conducción Nacional en el
territorio. «Dentro de la Conducción, nuestra idea era ir
produciendo recambios constantes, para mantener una presencia dentro
del país y tratar de sostener los distintos niveles de conducción
pero reduciendo la exposición al ataque represivo», cuenta Perdía
en el ya mencionado Montoneros.
El peronismo combatiente en primera persona.
El
29 de mayo de 1977, acorralado en una casa situada en la calle El
Ceibo Nº 1.276, en el corazón mismo de la localidad bonaerense de
Haedo, Lino muere luego de un intenso combate contra las fuerzas del
Ejército. Tenía entonces 36 años y era padre de tres hijos: Iván,
María Inés y Martín1.
«Este
golpe, junto con la caída en el país de Arrué2
—licenciado en Economía— contribuyó a desarticular el
funcionamiento orgánico, se produjo una ruptura de los distintos
vínculos de comunicación y, bajo esas condiciones, muchos
compañeros mantuvieron solamente sus conexiones con los más
cercanos, se exiliaron o dejaron la militancia», agrega Perdía.
Nacido
en Córdoba el 22 de junio de 1940, Roqué realizó estudios en el
Seminario Mayor. Fue docente secundario y, más tarde, rector en un
colegio de enseñanza media. Se licenció en Ciencias de la Educación
y en 1966 fue uno de los fundadores de los «Comandos de Resistencia
Santiago Pampillón», primero, y de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), después. Desde entonces, en la militancia
comenzaron a llamarlo «Iván Roquín», «Lino» o «Mateo».
Recibió instrucción militar en Cuba, y quienes lo conocieron
aseveran que era un tirador con gran puntería. Fue detenido en
febrero de 1973 por la dictadura lanussista. Tres meses después
recuperó su libertad junto con cientos de presos políticos, tras la
amnistía decretada por el presidente Héctor J. Cámpora. Se casó
primero con Ana María Rodríguez, maestra de la escuela parroquial
San Francisco de Asís de Córdoba, y tiempo después, ya metido en
la militancia al cien por cien, con Gabriela Yofré3.
Aquel
29 de mayo de 1977, en un nuevo aniversario del «Cordobazo» y el
«Aramburazo»4,
en el Día del Ejército Argentino, aquel hombre cercano a los 40
años combate durante horas, hasta quedarse sin municiones. La casa
misma se transformó en un botín de guerra para los militares. El
intento por desalojarla o «hacerse» del lugar les resultó
imposible. Luego de ser bombardeada con una tanqueta y ametrallada
desde el aire con un helicóptero artillado, una bomba detonada por
Roqué hizo explotar la vivienda, con él adentro. Lino ejerció su
último deseo antes de morir: no entregarse con vida ante sus
enemigos; y dificultar la identificación de su cuerpo.
Toda la documentación
que comprometía a la organización (e incluso la vida de algunos de
sus militantes), se evaporó con la bomba activada desde adentro.
«Descubrir el dolor
ajeno y sentirlo como propio es el primer paso para convertirse en
revolucionario; desconfiar de las apariencias y buscar tenazmente la
verdad, el segundo paso; vencer el miedo, el tercer paso. Yo recuerdo
exactamente cuándo comencé a convertirme en un revolucionario. Fue
un día de invierno muy frío, en que un compañero de la escuela
primaria se cayó casi congelado en la puerta del edificio donde
estaban las aulas. Yo tendría 8 o 9 años. Vi que ese chico tenía
sólo el guardapolvo escolar encima de una camisa rotosa. De pronto
sentí una profunda vergüenza por mis ropas abrigadas, por mis
zapatos y medias de lana. Sentí como si yo le hubiese quitado la
ropa a ese chico. Su frío fue para mí un sufrimiento concreto. Sus
manos y su cara morada y sus articulaciones rígidas me espantaron
como la misma muerte. “Todos somos iguales ante la ley”, decía
la maestra. Recuerdo que por esa fecha me empezó a parecer estúpido
ser iguales para la ley, y no estar igualmente abrigados para
aguantar el frío que era un problema mucho más inmediato y
concreto. “Los argentinos somos ricos porque la Argentina es un
país riquísimo” seguía diciendo la maestra y citaba largas
listas de producción de trigo, carne, azúcar y ventajosas
ubicaciones en los rankings de producción en los países del mundo.
Sin embargo, yo conocía compañeros que no comían nada antes de
caminar los cinco kilómetros que los separaban de la escuela, y que
aguantaban el hambre hasta la tarde con una batata asada que les
daban sus padres al salir de su casa. Esos padres trabajaban
cultivando enormes trigales y cuidando centenares de vacas y no
tenían más que una batata para darles a sus hijos. La riqueza
estaba allí, sin ninguna duda, pero los que la creaban con su
trabajo no eran tan ricos como decía la maestra».
Éstas fueron las
palabras que Lino Roqué dejó sentadas en una carta que escribió a
sus hijos, sabiendo que en cualquier momento podía morir, y no
habría chance de despedidas.
*Mariano
Pacheco, Montoneros
silvestres (1976-1983). Historias de resistencia a la dictadura en el
sur del conurbano,
(Planeta, 2014)
NOTAS:
1.
Radicada en México, María Inés Roqué dirigió en 1995 y estrenó
en Buenos Aires en 2004 el documental titulado Papá
Iván, donde recrea la vida del combatiente montonero.
2.
Cuando cayó en manos de una «patota» del Ejército, en junio de
1977, Horacio Arrué («Pablo Cristiano», como se lo conocía en la
militancia) tenía 31 años. Era entonces miembro del Secretariado
Nacional de Montoneros. Se sabe que el Grupo de Tareas que lo
secuestró en el barrio porteño de Retiro pertenecía a Campo de
Mayo. También que, a pesar de haber sido torturado salvajemente, no
entregó ninguna información. Aún permanece desaparecido.
3.
Militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), primero y de
Montoneros después, «Mecha» como le decían en su familia, «La
Ratita», como la llamaba Roqué, fue detenida en Rosario, acusada
de integrar el comando que ajustició al general Juan Carlos Sánchez
el 10 de abril de 1972. El 25 de mayo de 1973 recuperó su libertad,
luego de la amnistía decretada por el presidente Héctor J.
Cámpora. El 28 de octubre de 1976 fue secuestrada por un Grupo de
Tareas cuando caminaba por la calle y trasladada a la ESMA. Aún
permanece desaparecida.
4.
Firmado por el «Comando Juan José Valle» y dirigido «al pueblo
de la Nación», el Comunicado Nº 1 de Montoneros informa que el 29
de mayo de 1970, Pedro Eugenio Aramburu —sobre quien pesan «los
cargos de traidor a la patria y al pueblo y asesinato en la persona
de veintisiete argentinos»— fue «detenido» con el fin de ser
sometido a un «juicio revolucionario». Días más tarde la
organización, a través de otros cuatro comunicados, va informando
del «proceso». Las resoluciones son conocidas: el «Tribunal
Revolucionario» resuelve condenar al ex presidente de facto a ser
«pasado por las armas» y «dar cristiana sepultura» a sus restos,
sin ser entregados a su familia hasta tanto no sean devueltos al
«Pueblo Argentino» los restos «de su querida compañera Evita».
Presentados en sociedad, los Montoneros llaman a la «resistencia
armada por una Patria Libre, Justa y Soberana».
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