martes, 30 de mayo de 2017

Compañero Iván: Palabras para Roqué a 40 años de su caída en combate


(extracto del libro Montoneros silvestres)*

Por Mariano Pacheco


A principios de abril, cuando Roberto Perdía sale del país rumbo a México con la intención de viajar desde allí a Italia y presenciar el lanzamiento del MPM en Roma, Julio Roqué (Lino) queda en Argentina como único integrante de la Conducción Nacional en el territorio. «Dentro de la Conducción, nuestra idea era ir produciendo recambios constantes, para mantener una presencia dentro del país y tratar de sostener los distintos niveles de conducción pero reduciendo la exposición al ataque represivo», cuenta Perdía en el ya mencionado Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona.
El 29 de mayo de 1977, acorralado en una casa situada en la calle El Ceibo Nº 1.276, en el corazón mismo de la localidad bonaerense de Haedo, Lino muere luego de un intenso combate contra las fuerzas del Ejército. Tenía entonces 36 años y era padre de tres hijos: Iván, María Inés y Martín1.
«Este golpe, junto con la caída en el país de Arrué2 —licenciado en Economía— contribuyó a desarticular el funcionamiento orgánico, se produjo una ruptura de los distintos vínculos de comunicación y, bajo esas condiciones, muchos compañeros mantuvieron solamente sus conexiones con los más cercanos, se exiliaron o dejaron la militancia», agrega Perdía.
Nacido en Córdoba el 22 de junio de 1940, Roqué realizó estudios en el Seminario Mayor. Fue docente secundario y, más tarde, rector en un colegio de enseñanza media. Se licenció en Ciencias de la Educación y en 1966 fue uno de los fundadores de los «Comandos de Resistencia Santiago Pampillón», primero, y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), después. Desde entonces, en la militancia comenzaron a llamarlo «Iván Roquín», «Lino» o «Mateo». Recibió instrucción militar en Cuba, y quienes lo conocieron aseveran que era un tirador con gran puntería. Fue detenido en febrero de 1973 por la dictadura lanussista. Tres meses después recuperó su libertad junto con cientos de presos políticos, tras la amnistía decretada por el presidente Héctor J. Cámpora. Se casó primero con Ana María Rodríguez, maestra de la escuela parroquial San Francisco de Asís de Córdoba, y tiempo después, ya metido en la militancia al cien por cien, con Gabriela Yofré3.
Aquel 29 de mayo de 1977, en un nuevo aniversario del «Cordobazo» y el «Aramburazo»4, en el Día del Ejército Argentino, aquel hombre cercano a los 40 años combate durante horas, hasta quedarse sin municiones. La casa misma se transformó en un botín de guerra para los militares. El intento por desalojarla o «hacerse» del lugar les resultó imposible. Luego de ser bombardeada con una tanqueta y ametrallada desde el aire con un helicóptero artillado, una bomba detonada por Roqué hizo explotar la vivienda, con él adentro. Lino ejerció su último deseo antes de morir: no entregarse con vida ante sus enemigos; y dificultar la identificación de su cuerpo.
Toda la documentación que comprometía a la organización (e incluso la vida de algunos de sus militantes), se evaporó con la bomba activada desde adentro.
«Descubrir el dolor ajeno y sentirlo como propio es el primer paso para convertirse en revolucionario; desconfiar de las apariencias y buscar tenazmente la verdad, el segundo paso; vencer el miedo, el tercer paso. Yo recuerdo exactamente cuándo comencé a convertirme en un revolucionario. Fue un día de invierno muy frío, en que un compañero de la escuela primaria se cayó casi congelado en la puerta del edificio donde estaban las aulas. Yo tendría 8 o 9 años. Vi que ese chico tenía sólo el guardapolvo escolar encima de una camisa rotosa. De pronto sentí una profunda vergüenza por mis ropas abrigadas, por mis zapatos y medias de lana. Sentí como si yo le hubiese quitado la ropa a ese chico. Su frío fue para mí un sufrimiento concreto. Sus manos y su cara morada y sus articulaciones rígidas me espantaron como la misma muerte. “Todos somos iguales ante la ley”, decía la maestra. Recuerdo que por esa fecha me empezó a parecer estúpido ser iguales para la ley, y no estar igualmente abrigados para aguantar el frío que era un problema mucho más inmediato y concreto. “Los argentinos somos ricos porque la Argentina es un país riquísimo” seguía diciendo la maestra y citaba largas listas de producción de trigo, carne, azúcar y ventajosas ubicaciones en los rankings de producción en los países del mundo. Sin embargo, yo conocía compañeros que no comían nada antes de caminar los cinco kilómetros que los separaban de la escuela, y que aguantaban el hambre hasta la tarde con una batata asada que les daban sus padres al salir de su casa. Esos padres trabajaban cultivando enormes trigales y cuidando centenares de vacas y no tenían más que una batata para darles a sus hijos. La riqueza estaba allí, sin ninguna duda, pero los que la creaban con su trabajo no eran tan ricos como decía la maestra».
Éstas fueron las palabras que Lino Roqué dejó sentadas en una carta que escribió a sus hijos, sabiendo que en cualquier momento podía morir, y no habría chance de despedidas.

*Mariano Pacheco, Montoneros silvestres (1976-1983). Historias de resistencia a la dictadura en el sur del conurbano, (Planeta, 2014)

NOTAS:
1. Radicada en México, María Inés Roqué dirigió en 1995 y estrenó en Buenos Aires en 2004 el documental titulado Papá Iván, donde recrea la vida del combatiente montonero.

2. Cuando cayó en manos de una «patota» del Ejército, en junio de 1977, Horacio Arrué («Pablo Cristiano», como se lo conocía en la militancia) tenía 31 años. Era entonces miembro del Secretariado Nacional de Montoneros. Se sabe que el Grupo de Tareas que lo secuestró en el barrio porteño de Retiro pertenecía a Campo de Mayo. También que, a pesar de haber sido torturado salvajemente, no entregó ninguna información. Aún permanece desaparecido.

3. Militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), primero y de Montoneros después, «Mecha» como le decían en su familia, «La Ratita», como la llamaba Roqué, fue detenida en Rosario, acusada de integrar el comando que ajustició al general Juan Carlos Sánchez el 10 de abril de 1972. El 25 de mayo de 1973 recuperó su libertad, luego de la amnistía decretada por el presidente Héctor J. Cámpora. El 28 de octubre de 1976 fue secuestrada por un Grupo de Tareas cuando caminaba por la calle y trasladada a la ESMA. Aún permanece desaparecida.

4. Firmado por el «Comando Juan José Valle» y dirigido «al pueblo de la Nación», el Comunicado Nº 1 de Montoneros informa que el 29 de mayo de 1970, Pedro Eugenio Aramburu —sobre quien pesan «los cargos de traidor a la patria y al pueblo y asesinato en la persona de veintisiete argentinos»— fue «detenido» con el fin de ser sometido a un «juicio revolucionario». Días más tarde la organización, a través de otros cuatro comunicados, va informando del «proceso». Las resoluciones son conocidas: el «Tribunal Revolucionario» resuelve condenar al ex presidente de facto a ser «pasado por las armas» y «dar cristiana sepultura» a sus restos, sin ser entregados a su familia hasta tanto no sean devueltos al «Pueblo Argentino» los restos «de su querida compañera Evita». Presentados en sociedad, los Montoneros llaman a la «resistencia armada por una Patria Libre, Justa y Soberana».

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