“Cooke
sigue siendo una figura herética, inaceptable, intolerable”
Por
Mariano Pacheco
El
historiador y ensayista Miguel Mazzeo repasa los argumentos que lo
llevaron a, nuevamente, volver sobre la figura de John William Cooke
para repensar la historia del peronismo, pero también las tareas de
una política emancipatoria en la actualidad Latinoamericana.
“Manuel
reacciona al diagnóstico pesimista. Está convencido de que el
tiempo muda”, escribió Miguel Mazzeo en el prólogo a El
tiempo y sus mudanzas, última
novela escrita por Manuel Suárez, publicada en 2004, momento bisagra
de la Argentina. Mazzeo –nacido en 1966 en Lanús, donde se crió y
donde actualmente reside-- ya había publicado para entonces varios
libros: Volver
a Mariátegui
(1995), Cooke
de vuelta (el gran descartado de la historia),
y Textos
traspapelados de John William Cooke,
libros que compiló y presentó en 1999 y 2000, publicados -ambos-
por la editorial La
rosa blindada
que
dirigía José Luis Mangieri. También había publicado Dioses
fracasados. Apuntes sobre los procesos de la globalización
neoliberal
(2003) y Piqueteros.
Notas para una tipología
(2004). Pasados
los años el autor avanzaría en la línea de contribuir a la
autocomprensión y autoproyección de los movimientos sociales
emergentes (sobre todo aquellas organizaciones populares adscriptas a
la denominada “corriente autónoma”), pero no por eso dejaría de
releer y seguir estudiando a quienes al parecer se le presentaban
como dos obsesiones: Mariátegui y Cooke. Sobre el primero volvió
hace unos años, con su libro El
socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su
pensamiento (Fondo
de cultura económica, 2013)
y sobre el segundo el año pasado, con El
hereje. Apuntes sobre John William Cooke
(El Colectivo, 2016). En
el medio escribió su saga de ensayos ¿Qué
(no) hacer?
(2005) y El
sueño de una cosa: introducción al poder popular (2007),
junto con Poder
popular y Nación. Notas sobre el Bicentenario de la Revolución de
Mayo
(2011) y Conjurar
a Babel. La nueva generación intelectual argentina a diez años de
la rebelión popular de 2001 (2012).
La
inquietud por Cooke, sus lecturas durante los primeros años de su
formación parecen haber marcado, dejado huellas. Sobre ese y otros
temas conversamos en esta entrevista con revista Zoom.
Tus
lecturas sobre Cooke han estado presentes desde muy temprano en tu
formación. De hecho escribiste sobre él ya en los años noventa.
¿Por qué volver a Cooke ahora?
Creo
que todo el tiempo me encontré volviendo a Cooke, ya que mi interés
por él, como bien vos señalás, es de larga data. Incluso desde
mucho antes de escribir, cuando comencé mi militancia, a principios
de la década del ochenta. Y nunca fue un interés académico, sino
político. Porque siempre pensé que en Cooke podía encontrar
algunas de las claves para entender mi tiempo. Y creo que algunas
encontré: las encontré en los ochenta y los noventa, pero también
en los dos mil y ahora. Así que debo decir que su obra es
permantemente revisitada por mí. Y no sé si diría que este momento
tiene algo de especial en relación a los anteriores. Porque desde
una perspectiva emancipadora su obra es insoslayable. Porque quien en
la Argentina, concretamente, sostenga ideas en torno a un proyecto
popular, liberador, necesariamente se encontrará con Cooke, tarde o
temprano, es prácticamente una estación obligada. Tal vez sí, en
los últimos años, algunos debates en torno a lo popular, a lo
nacional, se hayan instalado con mayor fuerza nuevamente, y ahí
Cooke –otra vez- tiene algo que decir al respecto.
La
larga década que se fue tuvo una de sus improntas respecto de la
reivindicación de figuras históricas ligadas al imaginario nacional
y popular. Y si bien Norberto Galasso escribió ese voluminoso libro
sobre Cooke, al parecer el “Gordo” no fue una de las figuras
centrales de eso que se dio en llamar kirchnerismo… ¿O sí?
Comparto.
Creo que lo que se produjo en los últimos años fue,
simultáneamente, dos operaciones en torno a su figura. Estuvieron
quienes intentaron rescatar al “joven Cooke”: el diputado, el que
aun no es el precursor del peronismo revolucionario, un poco en
contraposición al Cooke maduro. Y si bien yo no creo en las
perspectivas evolucionistas, debo decir que hay, evidentemente, un
proceso en el pensamiento de Cooke. Entonces, primero, tenemos esta
operación, que como toda operación es arbitraria: rescatar al joven
Cooke en contraposición del Cooke maduro que reivindica el
socialismo. Por otro lado, lo que sucede es que predomina el olvido
en torno a su figura, porque realmente creo que es una figura
complicada, mucho más que otras, como Abelardo Ramos, o Juan José
Hernández Arregui, que incluso estuvieron ligados al pensamiento
marxista y que fueron de todos modos reivindicados durante la última
década. Cooke sigue siendo una figura herética, inaceptable,
intolerable.
Si
bien Cooke dio paso a la posibilidad de pensar en un peronismo
revolucionario, lo hizo en un momento histórico determinado. Uno
podría pensar que no siempre hubo condiciones históricas para
pensar en un peronismo revolucionario. No sé si compartís, y en
todo caso, te pregunto: ¿existen hoy condiciones históricas para
que emerja algo así como una nueva izquierda peronista? ¿O esa
denominación corresponde a un período histórico que ya está
agotado?
Yo
creo que ese período está agotado ya. Si el peronismo alguna vez
albergó alguna potencialidad revolucionaria –y yo creo que
efectivamente la albergó, y durante mucho tiempo- eso hace rato que
no pasa. Podríamos tomar algunas fechas: Ezeiza, o la posdictadura.
Como sea, creo que ya no, no alberga el peronismo de hoy
potencialidades revolucionarias como sí lo hizo en las décadas del
sesenta y del setenta, e incluso un poco antes. Es una perspectiva,
obviamente, ya que es obvio que hoy hay muchas personas que piensan
que sí el peronismo tiene posibilidades de regenerarse incluso al
punto de articular una propuesta revolucionaria. Yo creo que eso hoy
es inviable. El peronismo actual es un aparato, una gran maquinaria
de poder más parecido al PRI mexicano que a otra cosa, y en el mejor
de los casos lo que más puede dar es ser una administración
progresista del ciclo económico, más cerca de una alternativa
socialdemócrata que de una política revolucionaria.
Y
desde esta perspectiva que señalás, pensando en el libro que
escribiste: ¿pensas que le puede aportar algo a un militante
peronista que todavía cree en esto que vos das por agotado o lo
escribiste más pensando en otro tipo de lectores?
Yo
creo que el libro trata de debatir con ese tipo de militancias, con
quienes provienen de la corriente nacional y popular, quienes
permanecen aún enrolados en las filas del peronismo, pero también
con sectores de las izquierdas, con aquello que provienen de
tradiciones que han negado históricamente a Cooke. Por eso yo hablo
de Cooke como un hereje de dos iglesias: la peronista y la de
izquierda, sobre todo de la más tradicional y dogmática. Porque
negar la potencialidad revolucionaria del peronismo en la actualidad
y tal vez de cara al futuro, no significa asumir esa condición en la
mirada retrospectiva. Pero como decía el propio Cooke: si el
peronismo no se convertía en una fuerza revolucionaria, la
posibilidad de un final inglorioso estaba abierta. Creo que ese final
inglorioso ocurrió. Pero insisto: respecto del pasado no, esa
potencialidad revolucionaria existió. Entonces es interesante que el
debate hoy siga abierto en ese sentido, respecto de los modos de
interpretación de ese pasado, tanto con la izquierda (la más
clásica) como con el peronismo, o las corrientes nacional-populares
que no pueden digerir a Cooke. Porque el debate de fondo que se nos
presenta es con qué imágenes históricas vamos a construir una
política revolucionaria de aquí al futuro.
Bien,
en ese sentido te preguntaría entonces si esto que decías no podría
pensarse asimismo respecto de lo que pasó con la muerte de Fidel
Castro, teniendo en cuenta el pasaje de Cooke por la Cuba
revolucionaria de los años sesenta.
Sí,
bueno, evidentemente parte de esa izquierda (y digo una parte porque
me vi sorprendido por posiciones que fueron históricamente críticas
pero que al momento de su muerte no pudieron negar la talla de su
figura), esos sectores tuvieron ante la muerte de Fidel la misma
posición que tuvieron ante Cooke, o ante el Che incluso. Porque
Cooke es un guevarista argentino, uno de los más importantes, sin
por eso haber dejado de ser peronista. La forma de argumentar, la
mirada que se tiene respecto de este tipo de figuras, son muy
similares. Se les achaca lo que ellos consideran las mismas
falencias. Siempre partiendo de alguna verdad prefabricada y negando
los procesos históricos reales.
Por
último y en función de esto último que venimos conversando, quería
preguntarte sobre el trabajo crítico respecto del pasado, más allá
de que tu labor está más ligada al ensayo que a la historiografía.
Pero digo: tomando estos “Apuntes sobre John William Cooke” y
toda la obra que has construido en torno al peruano José Carlos
Mariátegui:
¿cómo
consideras que juega un imaginario crítico del pasado en las
actuales luchas de los movimientos sociales Latinoamericanos?
Bueno,
en primer lugar tengo que decir que soy de los que creen que esos
imaginarios son fundamentales. No pienso que se pueda construir una
política revolucionaria, emancipatoria de cara al futuro, sin ellos.
Y a veces creo que ese es uno de los déficit más grandes de las
izquierdas, de aquellas que –para decirlo de un modo exagerado--
presentan un gran vacío entre la revolución rusa y la actualidad.
Pero me parece que hay muchas organizaciones y movimientos que están
intentando construir un imaginario propio. Y ahí no siempre aparecen
las grandes figuras mas que en los procesos, en los momentos en donde
el pueblo fue el gran protagonista. Y ahí en todo caso el gran
hombre, la gran mujer, cobra peso si está asociada a un proceso
popular. En ese sentido Cooke tiene mucho que aportar. Porque fue
alguien ligado a un gran proceso de resistencia popular, como lo fue
la resistencia peronista y una figura ligada a las bases. Y de la
mano de esto hay que decir que los imaginarios históricos deben
estar en relación con los nuevos imaginarios. Porque de nada sirve
traer al presente un imaginario que fue eficaz hace treinta o
cuarenta años para trasladarlo a la actualidad. Parece que hay mucho
que desde hace cuarenta años escriben el mismo libro. De lo que se
trata en todo caso es de recrear, porque finalmente, recrear es
crear.
*Nota pulicada en revista Zoom.
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