lunes, 28 de noviembre de 2016

Entrevista a Mariano Pacheco en la Agencia Paco Urondo



Siempre creí que el peronismo era una de las grandes tradiciones de las rebeldías argentinas”


Entrevista a Mariano Pacheco, a partir de su libro Cabecita Negra. Ensayos sobre literatura y peronismo. “Existe una literatura muy interesante durante el kichnerismo que revisita desde otro lugar al peronismo, es decir, aquello que no pudieron hacer en los ´80 o ´90 sí lo pueden hacer los narradores actuales”.
Por Juan Manuel Ciucci

APU: ¿Cómo surge tu interés por el cruce entre literatura y peronismo?
Mariano Pacheco: Tiene que ver, sobre todo, con poner sobre papel el cruce entre dos grandes pasiones de mi vida: la política y la literatura. Desde que tengo 15 años mi vida estuvo atravesada por la militancia, y de la mano de ella, el periodismo y la literatura. Ambos están muy ligados con mi formación política. Y el peronismo particularmente, de algún modo, jugò un papel preponderante en ese camino. No porque fueran o sea peronista, nunca lo fui, porque tené en cuenta que empecé a militar en los años 90, en pleno menemismo, con Eduardo Duhalde como gobernador (luego principal responsable político del asesinato de mi amigo Darío Santillán, el 26 de junio de 2002, junto con Maximiliano Kosteki), pero sí a partir del vínculo que desde esos mediados años 90 tuve con compañeros que venían de la experiencia peronista. Algunos de ellos de grupos de los ´80 e incluso vaarios de los ´70, de Montoneros particularmente. Y si bien como joven rebelde que era, digamos, siempre estuve muy alejado de la vida escolar, porque me iba mal, porque repetí de año y dejé muchas veces el colegio (de hecho lo terminé de grande en un nocturno), siempre, desde que comencé a militar, tuve mucha vocación por la lectura, una pasión por la literatura y el cine, y ya desde esos años primeros de formación policía me fui encontrando con gente más grande que yo, que me fue recomendando libros. De esa época datan cuestiones que tienen que ver con este libro: la poesía de Juan Gelman o Paco Urondo, por ejemplo, o las canciones del Cuarteto Cedrón musicalizando poesías; también algo de cine, que en este libro trabajo, por ejemplo las películas Los hijos de Fierro o Los traidores, de los grupos Cine Liberación y Cine de la Base. Fueron cuestiones que me marcaron ya desde muy pibe, y con los años seguí leyendo más filosofía y literatura. Y en algún momento incluso tuve un paso por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, fugaz, porque no me gustó la academia. Pero me quedó una de esas cosas que uno puede reconocerle a la academia que es cierto orden de lecturas. Entonces fue un programa de una materia de literatura argentina que cursé, donde había muchísimos temas, ejes y textos, y un bloquecito era sobre abordajes literarios del peronismo. Con los años lo que hice fue ir como abriendo ese bloquecito de lecturas, como una especie de programa propio de lecturas y reflexión, y de escritura de algunos textos que fueron publicados en la Agencia Urondo, en el portal de noticias Marcha, en Resumen Latinoamericano, en medios compañeros. Siempre con la idea de armar un libro, porque Cabecita negra no es una compilación de notas, sino que siempre fui escribiendo pensando en de un libro, y en todo caso en algunos momentos fui haciendo recortes para publicar parte de capítulos en formato de notas.
Por último te diría que, si bien nunca asumí la identidad peronista en mi militancia, nunca milité en un espacio que se asumiera peronista, siempre creí que el peronismo era una de las grandes tradiciones de las rebeldías argentinas, una marca identitaria de la clase trabajadora en nuestro país, eso siempre me interesó como fenómeno político. Respecto de esta pasión por la literatura te diría que, cuando vi que tanta gente había abordado desde distintos ángulos el fenómeno peronista, me puse a estudiarlo y a tratar de pensar qué habían expresado esos textos en su momento histórico, sobre todo en el período previo al último golpe de Estado. Después, con el tiempo, me fui topando con las nuevas narrativas. Ahí surgió esta idea (también contraria a la lógica académica, que hace un hipertextualismo y de un cuento te saca 20 trabajos de ensayos críticos), de tratar de nuclear en un mismo corpus gran cantidad de textos referidos al peronismo, desde el ´45 a la actualidad. Por eso llega a narradores como Juan Diego Icardona con su último libro publicado, bueno, publicado hasta el año pasado, porque justo ahora sale casi en simultáneo con este Cabecita Negra la cuarta parte de su saga matancera. No podía dejar de decirlo, porque Juan Diego parece que sacó Estrella federal como para que se dijera que Cabecita negra tiene problemas con los nuevos narradores de los que no da cuenta (risas).
APU: En la selección, aparecen muchos autores malditos, que han sido olvidados incluso dentro de la tradición del peronismo. ¿Cómo ha sido trabajar esos materiales?
MP: El libro no es sobre literatura peronista sino de literatura sobre el peronismo. Entonces están los malditos, hay textos clásicos, emblemáticos, y hay muchos textos antiperonistas. Me parece que quizás una mirada populista del peronismo no los tomaría, o si lo hace suele ser con muchos peros. Por ejemplo, el emblemático de Borges-Casares, “La fiesta del monstruo”, o “Casa tomada” de Cortazar, o la Eva Perón de Copi, obra de teatro a la que un comando peronista le puso una bomba en París cuando hizo el estreno. Para mí son los grandes textos sobre el peronismo. Otros escritos en una clave más cifrada, como pueden ser los libros de Juan José Saer, donde en su entramado narrativo y en su construcción estética, da cuenta del peronismo. Eso me interesaba, junto con rescatar otros autores como Perlongher, Fogwill, Viñas, que han producido una literatura no peronista, pero tampoco antiperonista.
APU: Y Rozenmacher, quien es difícil de encontrar…
MP: Sí, el nombre del libro es de algún modo un homenaje a quien considero un gran escritor. A quien por suerte ha rescatado hace un tiempo la Biblioteca Nacional, publicando sus obras. Cuando yo empecé a escribir, ese texto lo tenía fotocopiado, y con el tiempo encontré una edición de usados en la calle corrientes. Cuando esta edición de la Biblioteca Nacional sale ya tenía escrito ese capítulo, no era sencillo de encontrar antes. Algo que me parece es virtud de la gestión de Horacio González, más allá de que yo nunca adscribí al kirchnerismo y que tengo algunas críticas con respecto a su política cultural, me parece que esas son las cosas que amerita encontrar compañeros de ruta en espacios como esos, con la gestión de González creo hubo una gran publicación de textos imprescindibles de la literatura y la ensayística nacional, que antes no era posible conseguir.
APU: También toma tanto desde el tango al rock, cómo la tradición popular se va relacionando con el peronismo…
MP: parece que el libro apuesta a trabajar desde un concepto amplio de literatura. Por ejemplo: hay un capítulo dedicado a Capusotto, es decir, cómo los guiones de Saborido pueden ser leídos en una clave de literatura metida en la televisión. Y el tango, que no fue la música oficial peronista pero que sin embargo uno puede rastrear en poetas y letristas una gran identificación con el movimiento, y una gran captura de ciertos sentidos de la época que se expresan en los tangos del ´50, en especial. La literatura muchas veces así como se restringe a la universidad, se restringe también a los libros, y hay una gran tradición de cultura oral también, y otra literatura que uno puede ver en películas, en guiones televisivos, en canciones de tango o de rock. Uno también podría pensar que un cartel o una pintada es una forma de literatura popular.
APU: ¿Cómo está dividido el libro?
MP: Paradójicamente lo que sucede es que toda la primera parte del libro, el corte del libro, tiene que ver con algo político y no tanto literario, que tiene que ver con lo que significó el Proceso de Reorganización Nacional en la Argentina. Cómo un peronismo puede ser leído del ´45 a Isabelita, hasta el golpe, con un comentario de que no hay prácticamente literatura peronista durante la dictadura. Y en la postdictadura hay como dos grandes momentos: uno que tiene que ver con una literatura anclada en la novela histórica, con Tomás Eloy Martínez, por ejemplo. Escritores de los ´70 que escriben sobre el peronismo en los ´80-´90, y otro a partir del 2001, cuando se produce lo que entiendo un quiebre generacional y otra lectura del peronismo, pero en donde ya no es una peronismo en clave actual. Es decir, Walsh habla de Evita cuando Eva es una presencia histórico-política del momento, como de otros episodios de la resistencia peronista, hablan del peronismo en clave actual o sobre su historia reciente. En cambio los narradores nuevos no, hablan con una mirada más distanciada históricamente, por ejemplo, no hay una literatura producida durante el kirchnerismo que hable del kirchnerismo. Pero sí hay una literatura muy interesante durante el kichnerismo que revisita desde otro lugar al peronismo. Es decir, aquello que no pudieron hacer en los ´80 o los ´90 sí lo pueden hacer los narradores actuales, como Cucurto, Saborido-Capusotto o Incardona, construyen una trama mucho más interesante, que tiene de fondo una crítica política, pero desde otro lugar, quizás no tanto sobre la actualidad del peronismo, sino sobre los modos en que históricamente se entendió el fenómeno.
APU: Decía lo de la literatura durante el kirchnerismo, ¿cree que eso puede llegar, una relectura desde la literatura de este ciclo que se ha cerrado?
MP: Habría que ver cómo se entiende el kirchnerismo pasado un tiempo, desde una mirada más retrospectiva. Creo que ahí hay una discusión más ensayística que literaria por ahora, respecto de si el kirchnerismo fue un momento del peronismo o si fue otra cosa, o si fue un mix. Y la literatura no sé si ya dará cuenta de eso, creo que no, en una operación que critico bastante, que es que durante mucho tiempo en pos de ciertas posiciones posmodernas o cuestionamientos de cierto realismo burdo, se cuestionaron las miradas políticas en la literatura. Soy un gran defensor del realismo literario, porque no creo que necesariamente sea sinónimo de panfletario o literatura de baja calidad o propagandística. Si bien reivindico el panfleto y la propaganda en otra esfera, creo que puede haber una buena literatura realista, y quizás este prejuicio hizo que no se aborde desde allí ciertos fenómenos políticos más actuales, que lo ameritan. Creo que las configuraciones de la Argentina hicieron que se le preste atención más que a las identidades políticas, a las dinámicas sociales. Ahí sí hay una muy buena literatura vinculada a temáticas sociales contemporáneas. Esto es cambiante de todos modos, y dependerá mucho de cómo leamos políticamente al kirchnerismo la posibilidad o no de que emerja una literatura que aborde al kirchnerismo, temáticamente, desde la ficción.
u interés por el cruce entre literatura y peronismo?
Mariano Pacheco: Tiene que ver, sobre todo, con poner sobre papel el cruce entre dos grandes pasiones de mi vida: la política y la literatura. Desde que tengo 15 años mi vida estuvo atravesada por la militancia, y de la mano de ella, el periodismo y la literatura. Ambos están muy ligados con mi formación política. Y el peronismo particularmente, de algún modo, jugò un papel preponderante en ese camino. No porque fueran o sea peronista, nunca lo fui, porque tené en cuenta que empecé a militar en los años 90, en pleno menemismo, con Eduardo Duhalde como gobernador (luego principal responsable político del asesinato de mi amigo Darío Santillán, el 26 de junio de 2002, junto con Maximiliano Kosteki), pero sí a partir del vínculo que desde esos mediados años 90 tuve con compañeros que venían de la experiencia peronista. Algunos de ellos de grupos de los ´80 e incluso vaarios de los ´70, de Montoneros particularmente. Y si bien como joven rebelde que era, digamos, siempre estuve muy alejado de la vida escolar, porque me iba mal, porque repetí de año y dejé muchas veces el colegio (de hecho lo terminé de grande en un nocturno), siempre, desde que comencé a militar, tuve mucha vocación por la lectura, una pasión por la literatura y el cine, y ya desde esos años primeros de formación policía me fui encontrando con gente más grande que yo, que me fue recomendando libros. De esa época datan cuestiones que tienen que ver con este libro: la poesía de Juan Gelman o Paco Urondo, por ejemplo, o las canciones del Cuarteto Cedrón musicalizando poesías; también algo de cine, que en este libro trabajo, por ejemplo las películas Los hijos de Fierro o Los traidores, de los grupos Cine Liberación y Cine de la Base. Fueron cuestiones que me marcaron ya desde muy pibe, y con los años seguí leyendo más filosofía y literatura. Y en algún momento incluso tuve un paso por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, fugaz, porque no me gustó la academia. Pero me quedó una de esas cosas que uno puede reconocerle a la academia que es cierto orden de lecturas. Entonces fue un programa de una materia de literatura argentina que cursé, donde había muchísimos temas, ejes y textos, y un bloquecito era sobre abordajes literarios del peronismo. Con los años lo que hice fue ir como abriendo ese bloquecito de lecturas, como una especie de programa propio de lecturas y reflexión, y de escritura de algunos textos que fueron publicados en la Agencia Urondo, en el portal de noticias Marcha, en Resumen Latinoamericano, en medios compañeros. Siempre con la idea de armar un libro, porque Cabecita negra no es una compilación de notas, sino que siempre fui escribiendo pensando en de un libro, y en todo caso en algunos momentos fui haciendo recortes para publicar parte de capítulos en formato de notas.
Por último te diría que, si bien nunca asumí la identidad peronista en mi militancia, nunca milité en un espacio que se asumiera peronista, siempre creí que el peronismo era una de las grandes tradiciones de las rebeldías argentinas, una marca identitaria de la clase trabajadora en nuestro país, eso siempre me interesó como fenómeno político. Respecto de esta pasión por la literatura te diría que, cuando vi que tanta gente había abordado desde distintos ángulos el fenómeno peronista, me puse a estudiarlo y a tratar de pensar qué habían expresado esos textos en su momento histórico, sobre todo en el período previo al último golpe de Estado. Después, con el tiempo, me fui topando con las nuevas narrativas. Ahí surgió esta idea (también contraria a la lógica académica, que hace un hipertextualismo y de un cuento te saca 20 trabajos de ensayos críticos), de tratar de nuclear en un mismo corpus gran cantidad de textos referidos al peronismo, desde el ´45 a la actualidad. Por eso llega a narradores como Juan Diego Icardona con su último libro publicado, bueno, publicado hasta el año pasado, porque justo ahora sale casi en simultáneo con este Cabecita Negra la cuarta parte de su saga matancera. No podía dejar de decirlo, porque Juan Diego parece que sacó Estrella federal como para que se dijera que Cabecita negra tiene problemas con los nuevos narradores de los que no da cuenta (risas).
APU: En la selección, aparecen muchos autores malditos, que han sido olvidados incluso dentro de la tradición del peronismo. ¿Cómo ha sido trabajar esos materiales?
MP: El libro no es sobre literatura peronista sino de literatura sobre el peronismo. Entonces están los malditos, hay textos clásicos, emblemáticos, y hay muchos textos antiperonistas. Me parece que quizás una mirada populista del peronismo no los tomaría, o si lo hace suele ser con muchos peros. Por ejemplo, el emblemático de Borges-Casares, “La fiesta del monstruo”, o “Casa tomada” de Cortazar, o la Eva Perón de Copi, obra de teatro a la que un comando peronista le puso una bomba en París cuando hizo el estreno. Para mí son los grandes textos sobre el peronismo. Otros escritos en una clave más cifrada, como pueden ser los libros de Juan José Saer, donde en su entramado narrativo y en su construcción estética, da cuenta del peronismo. Eso me interesaba, junto con rescatar otros autores como Perlongher, Fogwill, Viñas, que han producido una literatura no peronista, pero tampoco antiperonista.
APU: Y Rozenmacher, quien es difícil de encontrar…
MP: Sí, el nombre del libro es de algún modo un homenaje a quien considero un gran escritor. A quien por suerte ha rescatado hace un tiempo la Biblioteca Nacional, publicando sus obras. Cuando yo empecé a escribir, ese texto lo tenía fotocopiado, y con el tiempo encontré una edición de usados en la calle corrientes. Cuando esta edición de la Biblioteca Nacional sale ya tenía escrito ese capítulo, no era sencillo de encontrar antes. Algo que me parece es virtud de la gestión de Horacio González, más allá de que yo nunca adscribí al kirchnerismo y que tengo algunas críticas con respecto a su política cultural, me parece que esas son las cosas que amerita encontrar compañeros de ruta en espacios como esos, con la gestión de González creo hubo una gran publicación de textos imprescindibles de la literatura y la ensayística nacional, que antes no era posible conseguir.
APU: También toma tanto desde el tango al rock, cómo la tradición popular se va relacionando con el peronismo…
MP: parece que el libro apuesta a trabajar desde un concepto amplio de literatura. Por ejemplo: hay un capítulo dedicado a Capusotto, es decir, cómo los guiones de Saborido pueden ser leídos en una clave de literatura metida en la televisión. Y el tango, que no fue la música oficial peronista pero que sin embargo uno puede rastrear en poetas y letristas una gran identificación con el movimiento, y una gran captura de ciertos sentidos de la época que se expresan en los tangos del ´50, en especial. La literatura muchas veces así como se restringe a la universidad, se restringe también a los libros, y hay una gran tradición de cultura oral también, y otra literatura que uno puede ver en películas, en guiones televisivos, en canciones de tango o de rock. Uno también podría pensar que un cartel o una pintada es una forma de literatura popular.
APU: ¿Cómo está dividido el libro?
MP: Paradójicamente lo que sucede es que toda la primera parte del libro, el corte del libro, tiene que ver con algo político y no tanto literario, que tiene que ver con lo que significó el Proceso de Reorganización Nacional en la Argentina. Cómo un peronismo puede ser leído del ´45 a Isabelita, hasta el golpe, con un comentario de que no hay prácticamente literatura peronista durante la dictadura. Y en la postdictadura hay como dos grandes momentos: uno que tiene que ver con una literatura anclada en la novela histórica, con Tomás Eloy Martínez, por ejemplo. Escritores de los ´70 que escriben sobre el peronismo en los ´80-´90, y otro a partir del 2001, cuando se produce lo que entiendo un quiebre generacional y otra lectura del peronismo, pero en donde ya no es una peronismo en clave actual. Es decir, Walsh habla de Evita cuando Eva es una presencia histórico-política del momento, como de otros episodios de la resistencia peronista, hablan del peronismo en clave actual o sobre su historia reciente. En cambio los narradores nuevos no, hablan con una mirada más distanciada históricamente, por ejemplo, no hay una literatura producida durante el kirchnerismo que hable del kirchnerismo. Pero sí hay una literatura muy interesante durante el kichnerismo que revisita desde otro lugar al peronismo. Es decir, aquello que no pudieron hacer en los ´80 o los ´90 sí lo pueden hacer los narradores actuales, como Cucurto, Saborido-Capusotto o Incardona, construyen una trama mucho más interesante, que tiene de fondo una crítica política, pero desde otro lugar, quizás no tanto sobre la actualidad del peronismo, sino sobre los modos en que históricamente se entendió el fenómeno.
APU: Decía lo de la literatura durante el kirchnerismo, ¿cree que eso puede llegar, una relectura desde la literatura de este ciclo que se ha cerrado?
MP: Habría que ver cómo se entiende el kirchnerismo pasado un tiempo, desde una mirada más retrospectiva. Creo que ahí hay una discusión más ensayística que literaria por ahora, respecto de si el kirchnerismo fue un momento del peronismo o si fue otra cosa, o si fue un mix. Y la literatura no sé si ya dará cuenta de eso, creo que no, en una operación que critico bastante, que es que durante mucho tiempo en pos de ciertas posiciones posmodernas o cuestionamientos de cierto realismo burdo, se cuestionaron las miradas políticas en la literatura. Soy un gran defensor del realismo literario, porque no creo que necesariamente sea sinónimo de panfletario o literatura de baja calidad o propagandística. Si bien reivindico el panfleto y la propaganda en otra esfera, creo que puede haber una buena literatura realista, y quizás este prejuicio hizo que no se aborde desde allí ciertos fenómenos políticos más actuales, que lo ameritan. Creo que las configuraciones de la Argentina hicieron que se le preste atención más que a las identidades políticas, a las dinámicas sociales. Ahí sí hay una muy buena literatura vinculada a temáticas sociales contemporáneas. Esto es cambiante de todos modos, y dependerá mucho de cómo leamos políticamente al kirchnerismo la posibilidad o no de que emerja una literatura que aborde al kirchnerismo, temáticamente, desde la ficción.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Fidel y los condenados de la tierra


A propósito de la muerte de Fidel Castro
 

 Mariano Pacheco


Se fue Fidel Castro y los gusanos festejan en Miami. Fidel Castro murió y mercenarios del mundo entero cantan loas a la parca. Incluso algunos, disfrazados de un oficio que supo ser noble, inundan las redes sociales comparando al prócer cubano con el genocida chileno Augusto Pinochet. Llaman tirano a quien ya de joven entregó su vida a combatir a la tiranía, nombran con eufemismos cobardes que desprestigian porque no pueden situarse a la altura de tremendo acontecimiento: ha muerto un revolucionario, uno de los dirigentes políticos más destacados del siglo XX (y lo que va del XXI).
Mientras tanto, lo lloran cubanas y cubanos y otros tantos Latinoamericanos que lo sienten como un padre, un hermano, un camarada en las luchas por la liberación y la dignificación de las mujeres y los hombres a quienes cada día se les niega esa posibilidad: las de ser, y no solo persistir. El otrora llamado Tercer Mundo llora un líder excepcional.
Se decía en décadas pasadas que a los revolucionarios muertos no se los lloraba: se los reemplazaba. Han pasado los años, las derrotas, las atrocidades, y hemos aprendido a llorar a nuestros muertos. Hemos asumido que continuar su legado y mantener encendida la chispa que haga arder la memoria de sus nombres no es tarea sencilla, pero tiene menos peso que intentar reeamplazar lo irremplazable: porque cada existencia es única e irrepetible, porque –caray-- ¿quien se animaría a tratar de ser Fidel Castro? Sin embargo, el ejemplo de Fidel –como entonces el de Guevara, el de Camilo y el de tantos más-- brota en cada rebeldía que se sostiene ante este orden injusto.
Pasaron las décadas y fueron desapareciendo físicamente los grandes dirigentes, pero también, se fueron desdibujando las referencias: murieron Lenin y Trotsky fue asesinado, perdió la Revolución en España y un manto de pena cubrió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero pasaron los años y el Ejército Rojo enfrentó valientemente al nazismo; las décadas transcurrieron y se levantó el pueblo argelino, y el chino y vietnamita. Murieron Ho Chi Ming y Mao Tse Tung, pero también la revolución desbarrancó hasta no quedar un estandarte cuando el Muro de Berlín cayó.
Pasó todo esto y Fidel Castro siguió con vida. Pero no solo. Estallaron nuevos sueños, nuevas rebeldías y Cuba estuvo allí para hacer de puente entre las antiguas luchas, y las nuevas. Y los rostros de Guevara y Fidel flamearon con los del Subcomandante Marcos y los rostros de Fidel y Guevara marcharon junto con los confederalistas kurdos. Las luchas sociales del continente conquistaron espacios de gobierno en Bolivia y Venezuela y allí estuvo Fidel Castro, acompañando la emergencia de Evo Morales y Hugo Chávez Frías en nuestraamérica que, otra vez, se mostraba digna y rebelde.
Hoy el continente, el mundo acaso, parece atravesar nuevamente por sendas de oscuridad y desaliento. Que la desazón no se apodere de los ánimos de los pueblos del mundo. Allí está el rostro de Fidel, su estrella que viene a dar cuenta de que, aún en los momentos más difíciles, siempre se puede resistir con dignidad.
Salud Fidel, las viejas guardias y las nuevas generaciones levantamos un puño en alto para despedirte. Y retomar tus palabras de cuando partió Guevara: ¡Hasta la victoria, siempre!

En los pliegues invisibles de la ciudad neoliberal


Tierra para la vida digna

Agronegocio y boom inmobiliario son la contracara de una complicación estructural que padecen miles de personas en el país y en Córdoba, provincia que tuvo su último gran plan habitacional en 2001.

Por Mariano Pacheco*


Las luchas por la Tierra y la Vivienda Digna vienen siendo una de las dinámicas de participación popular que con mayor ímpetu vienen cuestionando las lógicas del agro-negocio y el desarrollismo inmobiliario: las resistencias a la ciudad neoliberal en el centro del debate sobre otros modos de entender y habitar el mundo.
Los números se muestran ásperos y exceden a los colores políticos que han gestionado las distintas esferas de gobiernos en lugares diversos, pero sin lugar a dudas la tendencia “amarilla” del actual proceso de profundización neoliberal muestran signos de agravamiento de la situación.
Hace apenas unos días, la Asociación Civil TECHO presentó los resultados de su “Relevamiento de Asentamientos Informales 2016”. El informe, que se planteó “identificar, caracterizar y geo-referenciar los asentamientos informales” en 10 zonas clave del país: provincia de Buenos Aires y Ciudad Autónoma; provincia de Córdoba; Gran Corrientes y Gran Resistencia; departamentos Capital, Oberá, Eldorado y San Vicente de la provincia de Misiones; Plaza Huincul, Cutral-Có, Arroyito y Alto Valle de Neuquén; Alto Valle de Río Negro; Orán, Rosario de la Frontera, Gran Salta y Tartagal en Salta; San Miguel de Tucumán y Área Metropolitana de Rosario.
Según el Relevamiento existen actualmente al menos 2.432 asentamientos en los 11 territorios relevados, donde viven aproximadamente 650.685 familias. Utilizando la media nacional de 4,6 miembros por cada familia, según el informe, se estima que al menos 2.993.151. personas viven en asentamientos informales, en el territorio donde habita el 67% de la población del país.

Cuadricular el espacio


Configurar, modelar y transformar el espacio son tres modos básicos a través de los cuales el capital organiza el vínculo social en la actualidad, en un contexto en el que los flujos de capitales internacionales presentes en la ciudad como “viento de cola” del sistema económico mundial dominan la producción del espacio con el objetivo de crear oportunidades de inversión y frentes de negocio. Palabras más, palabra menos, así explica al menos este complejo entramado la investigadora de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) Mercedes Ferrero.
Se sabe: las últimas décadas estuvieron signadas (y no solo en nuestro país) por procesos de ocupación del espacio por parte de una pequeña minoría que solo profundizaron modelos de exclusión de masas enteras de la población, tanto en el ámbito urbano como rural.
El mencionado informe de la Asociación TECHO identificó que en la provincia de Córdoba existen un total de 170 asentamientos informales, en los que viven 18.755 familias. En el 65% de esos asentamientos los hogares no cuentan con conexión formal a la red pública de energía eléctrica. Por otra parte, el 95% de ellos se ven impedidos del acceso a la red pública de agua corriente. Además, casi la totalidad (99%) están privados de la conexión a la red cloacal pública. Cerca del 70% está amenazado por un factor de riesgo (basural, ribera de un curso de agua, camino de alto tráfico, pendiente) dentro del mismo barrio o a menos de 10 metros del mismo y el 55% se inunda cuando llueve. Los números suenan y resuenen con contundencia. Así y todo, el informe no abarca a la totalidad de las personas que no poseen un acceso adecuado al hábitat, sino sólo las que se encuentran en el mayor estado de gravedad, como ser no contar con título de propiedad, ni acceso regular a, por lo menos, dos de los servicios básicos (red de agua corriente, energía eléctrica con medidor domiciliario y/o sistema de eliminación de excretas a través de la red cloacal formal). Así que el lector podrá sacar sus propias conclusiones.

Tierra para la Vida Digna 

 
A quienes ocupan tierra para vivir y para producir; a quienes se organizan por la auto-urbanización y la auto-gestión territorial; a quienes resisten los intereses inmobiliarios por el agua, los bosques y la vida; a quienes enfrentan los intereses del agro-negocio luchando contra las fumigaciones, el avance de la agricultura intensiva y promoviendo la producción de alimentos sanos”. Con estas palabras el Encuentro Provincial de Luchas por la Tierra convocó a su Tercer Encuentro Anual, que se realizó el pasado sábado 19 de noviembre en la ocupación de tierras de “Parque Las Rosas”, en la Ciudad de Córdoba.
Contra el despojo, la contaminación, la expulsión y la muerte que nos ofrecen los de arriba”, según expresaron sus organizadores, cientos de personas que habitan en espacios urbanos, rurales y periurbanos de la provincia se congregaron durante un día para proyectar sus intervenciones.
El Encuentro Provincial de Tierras surgió en julio de 2014, luego de las violentas y conflictivas jornadas que se vivieron en el año 2013 en Córdoba en torno a la temática. Se realizó en la localidad de Piedra Blanca, una comunidad periurbana situada al sur de la capital (cerca del Penal de Bouwer), en el predio en donde funciona una cooperativa auto-gestionada de pollos (Gallo Rojo). Un mes después, el fin de semana del 16 y 17 de agosto, sesionó en los terrenos de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba el 1° Encuentro Nacional por la Tierra y la Vivienda, del que no se han realizado otros encuentros, al menos hasta el momento. En noviembre de 2015 se llevó adelante en la localidad de Cuesta Blanca el Segundo Encuentro Provincial de Tierras, que coaguló un año intenso de trabajo e intercambio político entre las distintas experiencias. Desde entonces, de manera rotativa en cada lugar, funciona una vez por mes un espacio de encuentro entre los territorios más dinámicos del Encuentro. Allí elaboran estrategias jurídicas para enfrentar los intentos de desalojo, se plantean ejes de articulación en torno a la edificación, los desarrollos productivos, el acceso a servicios y la preservación medioambiental, entre otros temas. También funcionan como un espacio de referencia para otros conflictos, nuevos o viejos, e incluso para agrupar a experiencias que se han conformado alrededor de la problemática de la vivienda aunque no tanto de la tierra, como el caso (muy conocido en Córdoba), de las 22 familias que han sido estafadas (en el populoso barrio de Villa El Libertador) por Héctor Raúl Messio, un desarrollista urbano que pretendió –sin éxito– desalojarlas de sus viviendas luego de un proceso de estafa con títulos de propiedad adulterados.
Hasta el momento los encuentros se han realizado en espacios que venían de protagonizar conflictos y, además de ser parte del proceso organizativo, requerían de un amplio apoyo solidario por la situación en la que se encontraban.
En 2014 fue en Piedra Blanca, comunidad que había protagonizado una ocupación de tierras y estaba fuertemente intimidada por la policía. En 2015 en el barrio Comechingones en Cuesta Blanca, comunidad que también en 2013 había transitado un momento de fuertes conflictos, que tuvo como salgo detenciones, represión y 15 personas imputadas por la Justicia, incluso uno de los abogados de los ocupantes. Este conflicto adquirió una fuerte repercusión mediática, ya que la ocupación se realizó en una zona cercana a Villa Carlos Paz, que algunos consideran “paradisíaca”, y en la cual han puesto sus ojos los desarrollistas urbanos.
Este año se eligió como sede del Encuentro las tierras en donde el Encuentro de Organizaciones realizó una ocupación en septiembre del año pasado. Parque Las Rosas es uno de los tantos “barrio-ciudad” creados por la gestión de José Manuel De la Sota.

Un gueto para la Docta
El último gran plan habitacional provincial presentado por el gobernador José Manuel De la Sota en Córdoba fue en 2001. Su nombre fue “Mi Casa, Mi Vida”. El programa consistió en edificar “barrios-ciudades” para reubicar allí a unas 28.000 personas (según datos oficiales del gobierno provincial) consideradas vulnerables por riesgos ambientales. Tanto Candela de la Vega, autora de “Política habitacional y ciudadanía: el programa Mi Casa mi Vida” (2010), como María Alejandra Ciuffolini, autora de “El derecho a la y en la ciudad: Un estudio sociopolítico sobre el Programa Mi casa, mi Vida” (2011) aseguran en sus trabajos que la iniciativa gubernamental creó más exclusión social y que el hacinamiento y la violencia se multiplicaron en estos lugares. Ambas docentes e investigadoras de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y la UniversidadCatólica de Córdoba (UCC), e integrantes del Colectivo de Investigación El Llano en Llamas, sostienen que si bien las mejoras habitacionales, de servicios y equipamiento son indudables en estos lugares respecto de los anteriores sitios de vivienda de sus habitantes, es igualmente cierto que el proyecto se constituyó en la intersección de las políticas de seguridad y de reordenamiento territorial urbano, dando lugar a un nuevo fenómeno que es la periferización de la pobreza. Proceso que, de alguna manera, dio paso una década después a una creciente criminalización de la pobreza.
El mismo colectivo de investigación realizó entre abril de 2013 y junio de 2014 un relevamiento sobre la “criminalización de la lucha por la tierra en Córdoba”, en el que establecen que el porcentaje de detenidos y/o judicializados en ocasión de conflictos por la tierra en la provincia ascendió al 80% a del total de los casos analizados en ese período.
Criminalización de la acción directa y desigualdad habitacional parecen ser las dos caras de una misma moneda cordobesista. Según especialistas en la materia, si se considera de manera conjunta el hacinamiento crítico y las condiciones deficitarias de vivienda, el porcentaje de hogares afectados en Córdoba es del 13%, mientras que los problemas de propiedad afectan a un 35%. De ello resulta que casi la mitad de los hogares de la provincia registra algún problema habitacional. Más exactamente: el 48% de los hogares cordobeses tienen al menos uno de los tres problemas habitacionales relevados.
Los números por sí mismos no suelen explicar situaciones, pero a veces ayudan a entender la gravedad de un determinado tema. En dos décadas de gestión consecutiva, Unión por Córdoba no parece haber hecho justicia al viejo lema peronista que sostiene que donde hay una necesidad, existe un derecho.

*Nota publicada en la revista Zoom.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

La batalla del lenguaje

Sobre la Paz y la Democracia 

Por Mariano Pacheco*


El proceso de los diálogos por la Paz en Colombia han puesto sobre la mesa de las discusiones políticas del mundo, y sobre todo en territorio Nuestramericano, un tema de larga trayectoria en los movimientos y organizaciones de los trabajadores. Ya años atrás, la discusión sobre la paz en el país Vasco o en Irlanda habían suscitado una serie de reflexiones y posicionamientos respecto del futuro de aquellos países más allá del conflicto armado que los atravesaba desde hacía décadas, e incluso, qué pasaría con las «democracias» luego de que las organizaciones armadas dejaran atrás su accionar militar.
En estos días la palabra paz y la palabra democracia circula entre los ámbitos políticos, académicos y comunicacionales de perspectivas diversas, como una suerte de palabra-clave-neutral que nadie, en principio, se plantea problematizar. Pero ya desde el vamos vemos que, por ejemplo en Colombia, no parece ser la misma idea de paz y de democracia que maneja el Estado a la que manejan las insurgencias, o el pujante movimiento social que intenta «abrirse paso» también en la negociaciones. Algo similar sucede cuando se hace referencia al «pasaje a la política» de estas organizaciones armadas, en un intento por situar el accionar militar de las guerrillas por fuera de la política, reduciendo la política a un «juego institucional», librado en el marco de las democracias parlamentarias contemporáneas.
Alguna vez, refiriéndose a estos regímenes, un historiador argentino las denominó como «democracias de la derrota». Se refería al caso nacional, pero tranquilamente podríamos pensar en una secuencia Latinoamericana.
Polémico, el concepto de guerra ha recorrido todos los análisis y postulados de las militancias durante por lo menos 50 años (desde la década del 20 a la del 70). Ha sido, asimismo, un concepto bastardeado por las “democracias de la derrota”. Desconociendo aquella máxima que sostiene que aun en tiempos de paz estamos en guerra los unos contra los otros. Si es cierto que un frente de batalla atraviesa toda la sociedad, continua y permanentemente, y que esa situación nos coloca a cada uno de nosotros en un campo o en otro, no es posible separar de modo tajante la guerra de la paz. Siempre, necesariamente, somos el adversario de alguien, por más diálogos que se establezcan. Esto no quiere decir que no existan conversaciones, que no se postulen acuerdos, pero reducir la democracia a la mera gestión y el consenso es parte de una estrategia de los sectores de poder que solo buscan perpetrar la explotación y la dominación. Porque la democracia, vista desde el punto de vista de los sectores que pujan por transformar nuestras injustas sociedades, es sobre todo disenso.
De allí que la premisa de que la paz debe pasar por una agenda social que reconozca las necesidades no resueltas por el Estado y que derivaron en el conflicto armado, que hoy sostienen diversos sectores del movimiento social colombiano, sea fundamental para entender a la paz no como lo otro de la guerra, sino como su reverso, en donde el conflicto no es anulado sino tramitado de otro modo, pero siempre presente, así sea bajo la forma de una latencia.
Que las fuerzas armadas de nuestros países, actuando como «ejércitos de ocupación» de sus propias patrias, hayan usado la palabra “guerra” para justificar sus matanzas contra los sectores populares, no implica que sus organizaciones deban desestimar el concepto, que en mucho casos ha guiado sus estrategias durante años. Reconocer que “hubo una guerra» no equivale a negar que, también, estos sectores del poder concentrado y sus fuerzas represivas (incluidas las «paramilitares»), también hayan perpetrado una matanza. Reconocerlo no empareja “bandos” ni iguala nada con nada, sino que se resiste a desechar parte del arsenal conceptual, político e identitario con el que importantes sectores de nuestros pueblos han librado batallas contra sus opresores.
¿Cómo hacer entonces para que la voces populares –la de las gentes comunes y de a pie– sean tenidas en cuenta como palabras, y no como meras voces? Es decir, ¿cómo hacer para que ese murmullo de la protesta y la lucha callejera, de la organización de base, sea tenido en cuenta como palabra política y no como mero ruido? Porque la lucha política, lo sabemos, es también, siempre, una lucha por la palabra y, antes que eso aún, por la definición misma de qué cosa debe ser entendida como una palabra. Si la lucha política no es sólo una lucha que involucra los cuerpos en las batallas callejeras, en las disputas cuerpo a cuerpo contra las fuerzas que sostienen la dominación y la explotación en cada lugar, sino que también es una lucha por definir los sentidos y los nombres que se le otorgan a las prácticas sociales, entonces, la intervención en el plano simbólico, la disputa por el lenguaje en el marco de una lucha más general por sostener la batalla cultural no puede ser sino un elemento más, tan importante como el político y el económico-social, en la disputa por cambiar la sociedad.
Por supuesto, estas batallas no se libran en el vacío, y en cada contexto las relaciones de fuerzas determinarán asimismo el énfasis que puede poner en un concepto determinado, o incluso las estrategias que las propias organizaciones populares deberán usar para resignificar algunos, o incluso suplantarlos por otros.
Claro que una política revolucionaria nunca considera la relación de fuerzas como algo estático, y asume que el énfasis puesto en determinados conceptos y debates varían según la coyuntura. Pero también asume que que los propios conceptos que va creando para explicar el mundo y su lugar en él están guiados por ciertos principios, que como señaló alguna vez Ernesto Guevara, suelen ser la mejor política. La flexibilidad táctica no tiene por qué implicar ceder en los principios y mucho menos, en renunciar a la disputa «cuerpo a cuerpo» por las palabras.
La agenda de paz en Colombia y en otros lugares del mundo, así como los modos en que entendamos la democracia (o su refundación/transformación) de aquí en más, marcarán los límites o las posibilidades de ampliarlos de aquí en más, en un contexto continental e internacional en el que las fuerzas reaccionarias parecen querer cerrar nuevamente todo el debate en torno a las posibilidades de vivir en paz y en democracia tal como la vienen entendiendo ellos. Es decir, una paz en democracia que solo garantiza la perpetuación de la explotación y la dominación de unos pocos selectos sobre la inmensa mayoría de los comunes.


*Nota publicada em el N°145 del periódico Resumen Latinoamericano (noviembre 2016)

martes, 22 de noviembre de 2016

Organizaciones sociales derriban en Córdoba un muro que separa un barrio popular de un mega-emprendimiento desarrollista urbano


En el marco del 3er Encuentro Provincial de Luchas por la Tierra


Por Mariano Pacheco
(Resumen Latinoamericano)


Tras la realización del 3er Encuentro Provincial de Luchas por la Tierra –desarrollado en la toma de tierra de Parque Las Rosas-- varias docenas de militantes sociales derribaron un muro que separa hoy un barrio de un mega-emprendimiento inmobiliario.
La acción directa fue llevada adelante el sábado pasado, cuando integrantes de organizaciones sociales “escracharon” a Manantiales, uno de los emprendimientos inmobiliarios llevado adelante en Córdoba por “Edisur”, una de las empresas desarrollistas urbanas más importantes del país. Según denunciaron los manifestantes, el muro sería ilegal y los terrenos sobre los que se edificó, pertenecerían al Estado nacional. “Luego de derribar una parte del muro, que interrumpe la calle pública Lisboa, los manifestantes llegaron pacíficamente hasta Las Siete Alcantarillas, se eligió ese lugar en especial para visibilizar la problemática y se colgó una bandera con la frase ´Tierra y Libertad´ en el acueducto justo encima de un escenario durante un festival realizado por la empresa”, destacaron desde el Encuentro de Organizaciones (EO), a través de un comunicado de prensa.
Como resultado de la acción directa desarrollada el sábado, las organizaciones sociales presentes obtuvieron el compromiso, de parte de representantes de la empresa que se hicieron presentes en el lugar, de abrir una mesa de diálogo para evaluar la eliminación del muro y terminar de ese modo con la separación actual que padecen esos dos barrios. Las Siete Alcantarillas es un icónico lugar donde se encontraba la villa con el mismo nombre, que fue relocalizada en el año 2005 a un barrio ciudad –tras la excusa de que los terrenos eran inundables-- durante el desarrollo del Plan provincial ´Mi Casa Mi Vida´.
En agosto del año pasado sucedió un hecho similar, cuando vecinos y vecinas del barrio Villa Aspacia derribaron un muro construido por la compañía inmobiliaria Cooperativa Horizonte, que dividía a la mitad la zona y producía graves problemas de salubridad. En quella oportunidad, un grupo de personas tiraron abajo un muro de 300 metros de largo y dos metros de altura situado en la zona sudoeste de la capital provincial, construido hace dos años por la empresa inmobiliaria “Cooperativa Horizonte”. La Cooperativa de Cartoneros y Recicladores “La Esperanza”, que tiene en Aspacia uno de sus núcleos organizativos, participó entonces de la acción a través de varios de sus integrantes que viven en el lugar. Luego, en un comunicado de prensa, señalaron que esa pared “violaba el derecho a circular libremente”, ya que no respetaba el trazado de calles, “siendo además una afrenta discriminadora y racista”.
Cansados del ninguneo de los funcionarios decidieron tomar en sus manos el asunto. “Entendimos que nunca más debemos esperar que los de arriba hagan lo que tiene que ver con nuestras libertades y dignidades, porque los malos gobiernos están para cuidar empresas y ricos, no para velar por los derechos y dignidades de los más pobres”, resaltaron entonces.

Acciones directas como las del pasado sábado en Las Siete Alcantarillas, o la del año pasado en Aspacia, contribuyen a gestar un imaginario que pone el foco en el protagonismo popular para resolver los problemas comunes. Tal como resaltó ante este cronista Mercedes, una militante social que participó de la acción, “coincidir con ese evento super-cheto de Edisur fue simbólicamente muy potente. La empresa estaba indignada y muy desconcertada. No imaginaban un golpe así, porque viven en otro mundo. Creo que estuvo muy bien tirarles el muro y colgarles en medio de su público super top la consigna de ´Tierra y Libertad´”.
Casi tres décadas después de la caída del Muro de Berlín puede verse con claridad que no llegado, como señalaron una y otra vez los voceros de las clases dominantes, el mundo único de la libertad y la democracia. Parece quedar más claro que el muro del mundo se ha limitado sólo a desplazarse: en vez de separar a Oriente de Occidente, divide ahora al Norte rico capitalista del Sur pobre y devastado. “Se están construyendo nuevos muros en todo el mundo para separar los placeres de los ricos de los deseos de los pobres”, tal como señaló el pensador francés Alain Badiou. Y a veces ni siquiera eso. Los muros dividen muchas barrios pobres de barrios habitados por trabajadores en mejores condiciones, sectores medios en pleno proceso de proletarización, pero con hábitos culturales que los separan de aquellos que están precarizados, en el trabajo y en sus condiciones de vida más en general.
Los mazasos derribando el muro simbolizan tal vez una advertencia: de lo que son capaz los condenados de la tierra cuando se hastían y dicen “Ya basta”.

viernes, 18 de noviembre de 2016

10ª Marcha de la gorra en Córdoba

El día en que es nuestra la ciudad

Por Mariano Pacheco

Hoy se realiza en Córdoba la 10° Marcha de la gorra. Unidad y creatividad para denunciar las lógicas de un “Estado policial” no hace más que segregar la ciudad.
 

¿Cómo leer “La Marcha de la Gorra”, esa masiva movilización que cada noviembre se realiza en Córdoba desde hace ya una década?

En primer lugar podría afirmarse que esta protesta viene siendo una de las pocas (¿la única?) en el país que se realiza de manera regular y logra congregar  al más amplio espectro político. A diferencia de las movilizaciones conmemorativas (como las del 24 de marzo), que suelen caracterizarse por una amplia participación ciudadana (además de las militancias partidarias, sociales, culturales, estudiantiles, sindicales y de derechos humanos), pero que al menos durante los últimos años han tenido más de un lugar de expresión, La Marcha de la Gorra tiene este carácter unitario. Convocada cada año por el Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos, tras  la bandera de repudio al “Código de Faltas” se han expresado, durante los últimos nueve años, todas las tendencias políticas del denominado “campo popular”. En este sentido, mas que como una movilización, lo que sucede ese día puede ser pensado como una multiplicidad en movimiento.

En su novena edición, el 18 de noviembre pasado, la marcha estuvo atravesada por los debates y las discusiones en torno al ballotage, lo que implicó que por primera vez fuertes tensiones se expresaran alrededor de la convocatoria. Tensiones que seguramente volverán a reeditarse este año, ya no por el contexto nacional sino por el provincial: antes de retirarse de la gestión y darle paso a su sucesor en la conducción de la provincia, José Manuel De la Sota activó a través del bloque de legisladores de Unión por Córdoba que se aprobara el proyecto que culminó con la transformación del “Código de Faltas” en “Nuevo Código de Convivencia”. Si bien siempre hubo disidencias al interior de las organizaciones en relación a si valorar o no medidas de “reformas” del código (la posición mayoritaria siempre exigió lisa y llanamente su derogación), este cierre de 2015 metió contradicciones al interior del espacio, ya que hubo organizaciones y personalidades que venían trabajando la temática que valoraron positivamente la medida. Entre ellos, La Campaña Contra la Violencia Institucional, conducida por el Movimiento Evita, que a principios de este año se incorporó al bloque de legisladores oficialistas a través de Ricardo Vissani, su único legislador electo en las últimas elecciones. Así y todo, esta décima edición de la Marcha de la Gorra promete expresar “la década ganada” para la unidad del campo popular cordobés.



BRONCA, ALEGRÍA Y DOLOR

 
“El silencio corporativo de la prensa, el asesinato de nuestrxs pibxs queridxs, la persecución a carreros y trabajadoras sexuales, el allanamiento sin orden judicial de cualquier casa villera, y el arresto de cada persona que ose enfrentarlos, son algunos de los hechos que nos obligan a repetir esta forma de expresión colectiva después de haber caminado libremente por las calles de nuestra ciudad un día por año, durante los últimos
diez años”, puede leerse en la “Carta abierta al Estado policial” firmada por una infinidad de organizaciones, que están convocando a movilizarse este viernes 18 de noviembre por las calles de la capital provincial, bajo la consigna “¡¿Cuánto más?! El Estado es responsable”.
La primera edición de esta marcha se realizó en 2007. De allí en más, cada noviembre, un amplio espectro de la población cordobesa salió a las calles para exigir la derogación del Código de Faltas y el respeto de las garantías democráticas, en una provincia en donde no suelen cumplirse con frecuencia. Un ejemplo: durante los primeros siete meses de 2014 (tras el “acuartelamiento” policial de diciembre de 2013), se registraron en Córdoba siete casos de gatillo fácil. A fines de octubre de cada año la Policía solía difundir las cifras oficiales de aprehensiones en la vía pública. Pero desde 2011 ya no lo hace. Ese año hubo 73.100 detenciones en todo el territorio provincial, es decir, un promedio de 200 diarias. Dicho de otro modo: una cada 8 minutos. En la ciudad-capital las cosas son peores: entre 2009 y 2011, hubo un aumento del 54% en las detenciones. Y en 2014 se sumaron los “operativos humillación”, detenciones masivas en donde los aprehendidos fueron encerrados en “corralitos”, exhibidos ante la mirada atenta de los “vecinos alertas”.
La primera Marcha de la Gorra se convocó bajo la consigna “¿Por qué tu gorra sí, la mía no?”. La segunda marcha, en 2008, la consigna fue: “Una oreja para los chicos”. La del año siguiente “Los jóvenes al centro”. La cuarta: “Contra el Código de Faltas. ¿Y los Derechos que nos faltan?”. En 2011, “Nos detienen por la cultura”. Al año siguiente el lema fue: “Tu código trata de desaparecer nuestra alegría callejera”. Para la 7° Marcha, en 2013, el slogan fue “Tu seguridad nos limita, nuestra Resistencia es infinita”. Al año siguiente: “Más vale gorras embrollando, que la Policía matando”. Y el año pasado: “NI Código de Fasltas NI Código de Convivencia: Basta de Estado Policial”.
A partir de la quinta marcha se dio inicio a lo que se denominó “Alto Embrollo”, una forma de dar visibilidad a las producciones culturales que surgen desde los barrios, como los talleres de poesía o comunicación, el hip hop, los grafittis. Y en el marco de la octava marcha se realizó por primera vez “La Gorra Literaria”, un ciclo de talleres, charlas y eventos que le sumó a Alto Embrollo el aporte de escritores, periodistas, poetas y comunicadores que buscan inscribir la “batalla cultural” en el marco de la pelea más amplia que vienen librando los movimientos sociales.

CÓDIGOS DE SUJECIÓN


Ningún ciudadano parece quedar libre de sospechas ante los códigos del cordobesismo. Así y todo, algunos los padecen más que otros. Sobre todo los jóvenes de los barrios populares, las trabajadoras (como las “sexuales”) y trabajadores (como los “carreros”). Son ellos quienes más se ven afectados por esta política de policialización de la ciudad que gobierna el territorio de “la Docta”. También las denominadas “minorías sexuales”. Para muestra reciente, basta un botón: dos chicas adolescentes fueron detenidas el pasado sábado 22 de octubre luego de que un agente las viera dándose un beso en la Plaza Colón, aplicándoles el Código de Convivencia (la figura es “tocamientos indecorosos”). El hecho produjo el “Besazo contra la lesbofobia”, una masiva manifestación de repudio llevada adelante al fin de semana siguiente frente a la Jefatura de Policía.

UNA MARCHA QUE PARECE UN COLLAGE

 
La Marcha de la Gorra es una movilización donde tienen cabida muchas marchas. El ritmo y los colores son el rasgo distintivo de una jornada que suele estar atravesada por la alegría, a pesar del dolor. Pibas y pibes de los barrios que han sido asesinados por la policía, en los denominados casos de gatillo fácil, son estandartes de una protesta en la que sus familiares y amigos se mezclan con otros miles de muchachos y de chicas que ha diario padecen la misma situación que padecieron quienes tuvieron menos suerte que ellos, y quedaron atrapados en medio del accionar de los agentes de seguridad. Además participan militantes que integran organizaciones sociales, espacios comunitarios y culturales, bibliotecas populares, agrupaciones estudiantiles, partidos políticos, pero también grupos de amigos o personas que simplemente se sienten interpeladas y se movilizan.
Una de las claves de la potencia que contiene la Marcha de la Gorra tal vez haya que buscarla en que no es una marcha más. Hay banderas partidarias, camionetas con autoparlantes y megáfonos. Columnas perfectamente organizadas e identificables, pero también mucho barullo y caos. Es que cada uno puede sumarle sus colores y sus cánticos, sus consignas y estilos a la movilización.
Es una marcha tan rara que contiene una amplia diversidad. Además de las banderas de las distintas fracciones políticas hay grupos de teatro que realizaban “intervenciones”, otros que hacen grafitis en las paredes que se cruzan a su paso. Suele haber murgas, batucadas y comparsas. Y cajones peruanos. Y muchas fotografías: de los fotógrafos (profesionales de los medios y amateurs), y de los cientos de muchachos y de chicas que se fotografiaban con sus celulares, como quien está en un cumpleaños, o en una fiesta.
Una fiesta anual, puesto que ese día pueden sentir que son ciudadanos de esa República Burguesa que, el resto del año, les niega sus más elementales derechos, ya no el de protestar, sino tan solo el de transitar libremente por la ciudad. Porque en una tarde “normal”, no podrían hacer los mismo, con excepción de verse expuestos a ser detenidos por la policía, molestados, seguramente encarcelados. De allí que la multitud que se expresa con arte, con alegría, no por eso olvida el reclamo político que la incita. Una exigencia que se dirige a la institución policial, a la corporación judicial, al gobierno de turno (un turno que lleva ya década y media), y también, a los “buenos vecinos”, esos que con sus comentarios y prejuicios aportan cada día a estigmatizar a una importante cantidad de jóvenes y adolescentes que, con sus viseras, su vestimenta, sus bandas de música y sus modismos, intenta hacerse un lugar generacional en la sociedad. En clara sintonía con la banda de rock Los Gardelitos, ese día asumen que la ciudad les pertenece. Por eso marchar, en ese contexto, implica no solo protestar, sino además rescatar un momento de amistad, de compañerismo y de camaradería, donde todos son pares.
Así que también el día en que se realiza la Macha de la Gorra es un “Día de  “desquite”: se cantan, se salta, se bailan. Y se protesta contra el Estado policial.


*10° Marcha de la Gorra: viernes 18 de noviembre, 17 horas en General Paz y 9 de julio, Córdoba capital.

martes, 15 de noviembre de 2016

Marcha de la gorra: cuestionar los códigos que nos sujetan


El viernes se realiza en Córdoba la 10° Marcha de la gorra

Por Mariano Pacheco

Una juventud que denuncia las lógicas de un “Estado policial” que se ha instalado en la provincia. Códigos que atan, y a veces, matan.
En ciudades como Córdoba rige una lógica de “policialización” que se acopla a las típicas costumbres que nos sujetan: modelo familiar y de pareja, de amistades, etcétera. Modos que nos sujetan y nos atan a los modos de habitar la ciudad que nos proponen desde el poder. Es que en el capitalismo contemporáneo no solo estamos sujetos a una estructura que no se sostiene en la economía (trabajar), y en la política entendida como gestión (votar los mejores representantes), sino también en una serie de costumbres que implican la distención, la diversión y el ocio (cada vez menos creativo).
Si aquello que el filósofo Baruch Spinoza denominó como pasiones tristes implica “separar a un cuerpo de lo que puede”, el Código de Convivencia (que suplantó al tan cuestionado “Código de Faltas” que rigió por años en la provincia) no es más que una expresión descarnada de estos afectos. Por eso tal vez la Marcha de la Gorra puede ser pensada como un ejercicio de despliegue en el territorio, que pivotea sobre las pasiones alegres de los colectivos y personas movilizadas. Porque trazar líneas de fuga, salirse de la norma que rige el modo de transitar la ciudad implica también gestar nuevos espacios-tiempo. Porque los códigos anclan. Reglan los lugares. Fijan los cuerpos. Anudan a los sujetos a una lógica determinada (pre-determinada). Los devenires, en cambio, trazan líneas desde las cuales es posible huir a las cuadriculas que los de arriba intentan todo el tiempo imponer para reglar nuestras conductas, para limitar nuestra imaginación.
Devenir imperceptible, entonces, como una apuesta por gestar nuevas cartografías, trazar nuevos recorridos, conjurar los impedimentos que el Estado, a través de sus códigos, nos impone en la circulación por la ciudad.
Se trata entonces de imaginar modos de interrumpir la “normalidad” de nuestra cotidianeidad.
Pensar-sentir-imaginar-crear una nueva cartografía donde desplazarse, ya no de un punto fijo a otro, sino experimentar nuevos modos de ser y habitar, el tiempo, el espacio, los afectos. Algo de eso se viene gestando en Córdoba en torno de la Marcha de la gorra, no sólo con las masivas y creativas movilizaciones de cada noviembre, sino también en torno a sus actividades previas, cada vez más, más numerosas y más intensa.
Algo de eso intentaremos poner de relieve este viernes 18 de noviembre, cuando a las 17 horas nos concentremos en General Paz y 9 de julio para decir una vez más que el Estado policial es responsable.