Macri
gato: queremos morfi, chupi y regalos pa´ las fiestas
Por Mariano Pacheco
(www.revistazoom.com.ar)
La
emergencia social y laboral que reclaman sindicatos y movimientos
sociales. El fin de año que se avecina y un bono que no alcanza.
Siempre,
más allá de las afirmaciones de coyuntura, hubo en la historia
argentina más penas, y nuevos olvidos. Pero también toma de notas,
y pases de factura.
La
Confederación general del Trabajo, la CGT, abrió la puerta a los
movimientos sociales, realizó una autocrítica por su incapacidad,
su despiste o su lisa y llana ignorancia frente a las mutaciones del
mundo del trabajo, la nueva composición orgánica de la clase obrera
argentina durante el neoliberalismo y la emergencia de nuevos modos
de organización popular en el país. Anunció (sin fecha) un primer
paro nacional contra Mauricio Macri, que rápidamente pasó de una
dilación en la concreción del día a un paulatino olvido. Luego
ingresó en un aparente camino sin retorno de diálogo con la gestión
Pro. Así y todo, ya anunció su participación activa junto a la
Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, la CTEP, en
la jornada de protesta a realizarse el próximo 18 de noviembre, en
reclamo por la aprobación parlamentaria de una Ley de Emergencia
Social y laboral. La movilización de 100.000 personas cuyas
existencias transcurren en la denominada “informalidad”, y el
reciente Paro Nacional de mujeres, convocado por fuera de las
dinámicas institucionales del mundo gremial, para sorpresa de
muchos, puso sobre la mesa que “los empoderados” no parecía
estar entre los vecinos que mate y silleta en mano se reunieron en
las plazas de lagunas importantes ciudades del país durante el
verano, para idolatrar algunas figuras de la dirigencia política
(casi todos ex funcionarios de las tres gestiones anteriores) sino
más bien en la emergencia de sujetos políticos con capacidad de
trastocar los modos tradicionales de entender y practicar la
política.
Francisquismo
de por medio, en un país en donde no solo la estructura de la
Iglesia Católica supo tener un peso político de importancia, sino
–sobre todo todo—en donde el cristianismo abrevó con fuerza en
las creencias de los sectores populares, la corriente mayoritaria de
estos “nuevos descamisados” busca romper la fragmentación
estructural y organizacional de la clase formalmente ocupada y el
precariado que labura como puede, en vistas de constituir una
dinámica de la clase que vive del trabajo, mientras que otros
sectores (feminismos a la cabeza), no deja de señalar el papel
reactivo del catolicismo en ciertos modos de entender el mundo y
habitarlo, y sobre todo, en el papel moralizador de los postulados de
la Iglesia, aún con Jorge Bergoglio-devenido-francisco en su cima.
La tensión no es menor, sobre todo si se tienen en cuenta
determinadas conquistas ciudadanas obtenidas durante la “década
ganada” (leyes de matrimonio igualitario y educación sexual) e
incluso sus iniciativas bloqueadas (como el aborto libre, seguro y
gratuito).
La
resolución de lo que pase con el bendito “bono de fin de año”
para los asalariados y un bono de $1.000 (más $200 por cada hijo) a
las familias que perciben la Asignación universal por Hijo (AUH)
determinará con cuanto descontento o no se ingrese en el último mes
del año, el históricamente diciembre caliente.
La
“Argentina gatuna” entra finalmente ya en su tramo final del año,
y más allá (o más acá), de las encuestas y los anuncios, todo el
mundo sabe (todo el mundo: la clase política y empresarial, los
movimientos sociales, los sindicatos, “la gente” en general), que
en diciembre el ambiente se re-calienta. Y no precisamente por las
altas temperaturas, que a cómo viene el clima, ya nadie sabe si
guardar o no el pulóver para la navidad. Lo cierto es que se vaya o
no a misa, se tenga o no la estampa de la virgencita en la billetera
o el poster de Francisco en la casa de uno o en el almacén o negocio
familiar, todo el mundo quiere llegar a las fiestas sin grandes
sobresaltos, sin angustias basadas en precariedades económicas
extremas, y sobre todo, con un resto de guita para poner el morfi, el
chupi y los regalos sobre la mesa (porque aún quienes no arman el
arbolito clavan un regalito para sus afectos).
Que
hay más policía y mucho menos poesía se sabe hace rato en la
Argentina. Pero que hay más pálidas que consumo es una novedad
(¿cuántos trabajadores no cobrarán aguinaldo ni vacaciones pagas
porque han perdidos sus trabajos “formales” durante el último
año?). La señora, el joven o el señor podían putear tranquilos a
“la yegua” frente al televisor, y dejar salir su gorilismo
mientras comían las papas-fritas y bebían el vermut de sus manos,
pero no podrán ya –tras doce meses de gobierno—atribuir a la
“pesada herencia” aquellos males que lo atravesarán de un modo u
otro cuando realice su retrospectiva anual. ¿Cuánto impactará eso
en las subjetividades de quienes fueron base de sustentación
electoral del nuevo gobierno? ¿Cuántos se sentirán defraudados y
pasarán del desinterés o la mirada de reojo a la puteada abierta
frente a las actuales políticas económicas? Los interrogantes se
multiplican, en una época del año en la que, para bien o para mal,
“la gente” suele hacer balances, comparar su situación actual
con la que atravesó exactamente un año o dos atrás, etcétera.
Se
sabe: “la tercera es la vencida”. O al menos así reza el dicho
popular. Tal vez por eso el ingeniero se muestra tan confiado en sus
posibilidades de durabilidad. Pero lo diga o no, aunque no podamos
saberlo al menos lo sospechamos, diciembre no será un mes que
amerite tanta tranquilidad de conciencia. El Tercer Gobierno Radical
(como viene denominando Jorge “El Turco” Asís a la gestión Pro)
deberá surfear de algún modo su primer diciembre, en un país con
14 millones de pobres. La Argentina del #MacriGato no deja de
sobrellevarse a sí misma con el espectro de un fantasma que recorre
su historia reciente: el fantasma de los saqueos, el espectro de un
desborde social.
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