Murió el oligarca Franco Macri, una noche en que el pueblo festejaba el carnaval
Por Mariano Pacheco
Ayer, mientras terminaba de releer a Viñas, me llega un
alerta al facebook, que me avisa que ya había empezado un evento al que había
puesto que me interesaba: eran los Corsos de la Federación de Organizaciones de
base. A la gente de la FOB la conozco hace, muchísimo, desde antes de que
fueran FOB y teníamos las mismas o parecidas diferencias políticas que las que
podemos tener ahora (ellos usaban bandera negra y el movimiento en el que yo
estaba, la argentina). Sin embargo, siempre tuve mucho respeto por sus
militancias: coherentes, honestas, bien metidas en la base, ellas mismas de
extracción proletaria.
Ayer leía que Viñas, David, había escrito alguna vez: “en
forma simbólica, los anarquistas vengan a los montoneros. Es que a lo largo de
un circuito de cincuenta años, los verdugos de la élite empiezan a convertirse en
víctimas y su agresividad expansiva en sobrevivencia y repliegue”.
Terminé de leer a Viñas, miré el evento de Facebook en mi
celular, me bañé, me cambié y emprendí la larga caminata hacia barrio General
Paz, hoy un reducto de chetos y empresas desarrollistas que han hecho sus negocios
con los departamentos. Allí, sobre la calle Ovidio Lagos, está la Casa Caracol,
el centro principal de la FOB Córdoba, donde hace poco –el día en el que se
cumplía el primer aniversario del fallecimiento de su referente principal,
Mayte Amaya—se inauguró una biblioteca popular.
¿Quién puede abrir una biblioteca en esta época?, recuerdo
que me pregunté entonces. La respuesta era obvia: ¡los anarcos!, ¡quién más!
Pero anoche, cuando pensé en el corso, la imagen de carnavales me llevaba al
peronismo: al modo en que la elite literaria se refería a él como “carnaval
siniestro”, a sus bases como “murga”, a su apuesta por hacer del carnaval una
fiesta popular (no es casual que el 6 de junio de 1976 fueran prohibidos por el
entonces presidente de facto, el general genocida Jorge Rafael Videla, y restituidos
recién a fines de 2011).
Fue interesante la apuesta de la FOB: poner en escena, en una
misma cuadra, al precariado que en las barriadas periféricas de la ciudad se
organizan con ellos y las vecinas y vecinos de sectores medios de aquel barrio
cercano al centro. Todos juntos, mezclados, disfrutando del momento del
carnaval.
Durante días, con los feriados de carnaval, se puede bailar,
escuchar ritmos de todo tipo, disfrazarse, comer unos choripanes, tomar unas
gaseosas o cervezas o unos fernet, juntarse con amigxs o hacer otrxs nuevxs, en
fin, interrumpir un poco la siempre tan agobiante cotidianeidad.
Al volver a casa veo en las redes sociales que había muerto
Franco Macri: los chistes, lso festejos, y también, las advertencias morales: “compañeres,
nosotres no festejamos la muerte”. Hice un posteo al paso, en el que decía que
la muerte de este Gran Delincuente de la Patria, en un feriado largo de
carnaval, operaba como una suerte de justicia poética. No creo ser peor persona
por alegrarme que Hay uno Menos de estos oligarcas sobre la tierra.
Si hay algo en lo que el anarquismo y el peronismo obrero (de
base, combativo) coinciden, es en hacer del odio de clase un arma política. “No
me vengan con eso de que el amor vence a la chota y la puta que lo parió”, dijo
la otra vez una compañera. Son sus palabras, así que no las emprolijo para
hacerlas quedar “políticamente correctas”. Obviamente, la lengua también es un
territorio de disputa y allí también habrá que librar batallas.
Me quedo entonces con lo problematizar un poco toda esa progresía
que hay veces en que nos desarma más que otra cosa.
Ayer se fue un oligarca, hoy sigue el carnaval. Mañana y
pasado también, así que más allá de la malaria, que la alegría y el odio de
clase conformen una dupla invencible a partir de la cual podamos dar vuelta la
tortilla, y que el pobrerío como pan con manteca y dulce de leche, y Macri,
mierda, pura mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario