TEXTO DE 1974, DIARIO NOTICIAS
Rodolfo Walsh, enviado de Noticias,
estaba en Beirut el 15 de mayo cuando un comando palestino golpeó en Maalot.
Caminó al día siguiente entre las ruinas de las aldeas libanesas bombardeadas
por la aviación israelí. Entrevistó a los principales dirigentes de la
Resistencia Palestina; antes había pulsado el sentimiento dominante en El
Cairo, Damasco, Argel. En su opinión, los acuerdos tramitados por Kissinger no
sellarán la paz en Medio Oriente. La explicación está en el pueblo palestino
expulsado de su tierra y en la marea revolucionaria que sacude a ese pueblo.
Esa Revolución es el tema de la serie que empieza a publicar Noticias.
Tres millones de palestinos despojados
de su patria cuestionan todo arreglo de paz en Medio Oriente
- ¿Cómo te llamás?
- Zaki.
- ¿Qué edad tenés?
- Siete.
- ¿Vive tu padre?
- Murió.
- ¿Qué era tu padre?
- Fedaí.
- ¿Qué vas a ser cuando seas
grande?
- Fedaí.
El chico rubio de cabeza rapada y
uniforme a rayas que da estas respuestas en una escuela de huérfanos al sur de
Beirut, Líbano, resume la mejor alternativa, que tras 26 años de frustración
resta a tres millones de palestinos despojados de su patria: convertirse en
fedayines, combatientes de la Revolución Palestina.
¿Palestinos? No sé lo que es eso,
declaró en una oportunidad la ex primer ministro de Israel, Golda Meir. Se
conoce la eficacia ilusoria del argumento, utilizado en Argelia, Vietnam,
colonias portuguesas, para negar la existencia de sus movimientos de
liberación. Muyaidín? Connait pas. Libération Front? Never heard of it.
FRELIMO? Nao conhece. El enemigo no existe y todo está en orden. Cada una de
estas negativas ha hecho correr un río de sangre pero no ha detenido la
historia.
Desde hace un cuarto de siglo la
política oficial del Estado de Israel consiste en simular que los palestinos
son jordanos, egipcios, sirios o libaneses que se han vuelto locos y dicen que
son palestinos, pero además pretenden volver a las tierras de las que se fueron
voluntariamente en 1948, o que les fueron quitadas no tan voluntariamente en
las guerras de 1956 y 1967. Como no pueden, se vuelcan al terrorismo. Son en definitiva
terroristas árabes.
Es inútil que en el Medio Oriente
estos argumentos hayan sido desmantelados, reducidos a su última
inconsecuencia. Israel es Occidente y en Occidente la mentira circula como
verdad hasta el día en que se vuelve militarmente insostenible.
La hoja 1974 de esta historia no ha
sido todavía doblada y ya tiene varios renglones sangrientos: Keriat Shmonet,
Kfair, Maalot, Nabatyé. Es difícil entenderla si se ignoran las hojas 1967,
1948, 1917, y aún las anteriores, incluso las que se salen de la historia y se
hunden en la literatura religiosa.
En el principio fue...
Primero -dicen- fueron los caanitas y
después fueron los hebreos. Faltaban mil años para que naciera Cristo cuando
Saúl fundó su reino, que después se partió en dos. Hace casi 2700 años el reino
de Israel fue abatido por los asirios. Hace 2560 años el reino de Judá fue
liquidado por los babilonios, y en el año 70 de nuestra era los romanos arrasaron
Jerusalén.
Estos son los precedentes históricos
del Estado de Israel, sus títulos de propiedad sobre Palestina.
El Sha de Irán podría alegar títulos
análogos fundado en la invasión persa del siglo VI antes de Cristo, la Junta
Militar griega podría recordar que Alejandro ocupó Palestina el año 331, Paulo
VI acordarse de que en el año 1099 los cruzados católicos fundaron el reino de
Jerusalén. Los propios historiadores árabes han señalado burlonamente que los
caanitas que ocuparon Palestina antes que los hebreos, venían de la península
arábiga y eran, en consecuencia, ?árabes?.
Con la destrucción de Jerusalén
-dicen- empezó la diáspora judía, la dispersión. Desde entonces, según la
leyenda moderna, el judío anduvo errante por el mundo esperando el momento de
volver a Palestina..
¿Cuántos volvieron realmente?
Historiadores ingleses afirman que en el siglo XVI vivían en Palestina menos de
4.000 judíos, en el siglo XVIII, 5.000, y a mediados del siglo pasado, 10.000.
Es recién a fines de ese siglo cuando algunos judíos empiezan a plantearse el
retorno masivo, y cuando ese retorno asume una forma política y una ideología:
el sionismo. ¿Por qué?
Un fruto tardío del capitalismo
Una respuesta posible a esa pregunta
surgió del campo de concentración nazi de Auschwitz. La escribió en 1944, su
último año de vida, un judío marxista de 26 años, Abraham León: El sionismo,
que pretende extraer su origen de un pasado dos veces milenario, es en realidad
el producto de la última fase del capitalismo.
En esa fase todos los nacionalismos
europeos han construido sus estados y no necesitan ya de la burguesía judía que
ayudó a construirlos, pero que ahora es un competidor molesto para el
capitalismo nativo.
Repentinamente surge en esos países el
chovinismo antisemita, y se convierten en extranjeros indeseables judíos
integrados durante siglos a la vida de los mismos, que, como dice León, tenían
tan poco interés en volver a Palestina como el millonario norteamericano de hoy.
Las persecuciones del siglo XIX
afectan más a la clase media judía que a la clase alta, cuyos representantes
notorios iban a lograr una nueva integración a nivel del capital financiero
internacional.
Aquellos judíos europeos perseguidos
que descubrieron en el capitalismo la verdadera causa de sus males, se
integraron en los movimientos revolucionarios de sus países reales. El sionismo
evidentemente no lo hizo y se configuró como ideología de la pequeña burguesía,
alentada sin embargo por aquellos banqueros que -como los Rotschild- veían
venir la ola y querían que sus ?hermanos? se fueran lo más lejos posible. A
fines del siglo pasado esa ideología encontró su profeta en un periodista de
Budapest, Teodoro Herzl, su programa en las resoluciones del Congreso de
Basilea de 1897 y su herramienta en la Organización Mundial Sionista.
El retorno a Palestina tropezaba sin
embargo con el inconveniente de que el país estaba ocupado por una población
-500.000 habitantes- que desde la conquista islámica del siglo VII era árabe.
Los fundadores del sionismo negaron el
problema. En 1898 Herzl hizo un viaje a Palestina y preparó un informe donde la
palabra árabe no figuraba. Palestina era una tierra sin pueblo donde debía ir
el pueblo sin tierra. El palestino se convirtió en el hombre invisible del
Medio Oriente. Algunos alcanzaron sin embargo a descubrirlo. El escritor
francés Max Nordau vio un día a Herzl y le dijo asombrado: Pero en Palestina
hay árabes y agregó: Vamos a cometer una injusticia.
En medio siglo el sionismo reemplazó a
la población árabe de Palestina por inmigrantes europeos
Palestina es mi país, dice Ihsan. Nunca
estuve en Palestina, dice, pero algún día volveré porque nuestros comandos
están peleando para que volvamos.
Mi padre murió en Abar el Djelili,
dice Naifa. La muerte de mi padre no me duele, porque murió por nosotros.
Mi padre se llamaba Salah, dice Randa.
Estaba peleando y murió.
Ninguno de los 480 huérfanos de la
escuela de Suq el Garb, al sur de Beirut, había visto Palestina si no era a
través de los ojos del padre muerto.
En el aula las muchachas se levantaron
para saludar al visitante que venía de tan lejos. En el pizarrón había una
inscripción en árabe. Pregunté qué decía. Decía: “Historia Palestina”.
La idea del Estado Judío surgió a
fines del siglo pasado, como el último proyecto de un estado europeo cuando ya
no existía en Europa lugar para un nuevo estado.
Ese estado debía en consecuencia
instalarse fuera de Europa y el lugar elegido resultó Oriente. La contradicción
fue resuelta a través de la ideología -el sionismo- y la ideología se alimentó
en el mito bíblico y en la simulación de que Palestina estaba deshabitada.
Históricamente, estas construcciones
mentales producen víctimas. En 1900 había en Palestina 500.000 árabes y 30.000
judíos. Si en 1974 hay tres millones de israelíes y 350.000 árabes, no hace
falta preguntarse dónde están las víctimas: están afuera de Palestina,
expulsadas de su patria.
Conviene recordar -porque es la
cuestión de fondo- cómo se produce ese trasvasamiento sin precedentes en que la
población de un país es reemplazada por otra.
Los primeros inmigrantes no provocaron
la desconfianza de los árabes. En 1883 los habitantes de Sarafand recibieron a
los colonos que llegaban con estas palabras. Desde tiempo inmemorial somos
hermanos de nuestros vecinos, los hijos de Israel, y viviremos con ellos como
hermanos. Ocho años después sin embargo los notables de Jerusalén pidieron al
imperio otomano, que gobernaba Palestina, que prohibiera la inmigración judía,
y en 1898 los árabes de Transjordania expulsaron violentamente una colonia judía.
A pesar de las prohibiciones oficiales
la inmigración continuó, aprovechando la corrupción de funcionarios turcos y de
terratenientes árabes ausentistas que vendían sus tierras. En 1907 se
estableció el primer kibutz, granja colectiva que desde el principio excluyó al
trabajador árabe. Cuando en 1914 los turcos hicieron su primer y último censo,
resultó que había en Palestina 690.000 habitantes, de los que 60.000 eran
judíos. Ese año la guerra mundial dio al sionismo su gran oportunidad.
Inglaterra regala Palestina
Foreign Office, Noviembre 2, 1917.
Querido Lord Rotschild:
Tengo mucho placer en transmitirle, de
parte del gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las
aspiraciones Judías Sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por
él.
El gobierno de Su Majestad contempla
con simpatía en establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el
pueblo Judío, y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el cumplimiento de
ese objetivo, quedando claramente entendido que nada se hará que pueda
perjudicar los derechos civiles y religiosos de comunidades no-Judías
existentes en Palestina, o los derechos y el status político de que disfrutan
los Judíos en cualquier otro país.
Le agradeceré ponga esta declaración
en conocimiento de la Federación Sionista.
Este trozo de papel, en apariencia
inofensivo, es el fundamento moderno del Estado de Israel. Se lo conoce como de
declaración de Balfour, y lleva la firma del canciller inglés.
Dos años después Balfour aclaró lo que
quería decir: El sionismo, bueno o malo, es mucho más trascendente que los deseos
y prejuicios de los 700.000 árabes que ahora habitan esa antigua tierra... En
Palestina no pensamos llenar siquiera la formalidad de consultar los deseos de
los actuales habitantes del país.
Dos años antes de la Declaración, Gran
Bretaña había prometido al Shariff Hussein, la independencia de los países
árabes, a cambio de su ayuda en la guerra contra Turquía, aliada de Alemania. Y
en efecto fueron soldados árabes los que liquidaron el dominio otomano en Medio
Oriente.
La declaración Balfour se conoció
después y, finalizada la guerra, sirvió de base para la resolución de la Liga
de las Naciones que convirtió a Palestina en mandato británico. En la redacción
de ese documento participó la Organización Mundial Sionista.
A partir de ese momento la inmigración
creció inconteniblemente, organizada por la Agencia Judía, que formaba parte de
la administración británica.
Cuando los ingleses hicieron su primer
censo en 1922 había en Palestina 760.000 habitantes, de los que algo más de
80.000 eran judíos: o sea el 11%. Esa proporción había subido en 1931 al 16 y
en 1936 al 28%. Ese año se produciría la primera rebelión palestina contra los
ingleses, que duró tres años y costó millares de muertos.
Manual del colonialismo
Todavía en 1917 David Ben Gurion
afirmó que en un sentido histórico y moral. Palestina era un país sin
habitantes.
Ben Gurion no ignoraba que el 90% de
los habitantes eran árabes: decía simplemente que no existían como seres
históricos o morales. Por la misma época, según relata Fanon, los profesores
franceses de la Universidad de Argel enseñaban seriamente que los argelinos
eran más parecidos a los monos que a los hombres.
Este tren de pensamiento, llevado a
sus conclusiones prácticas, puede encontrarse en el propio fundador del
sionismo, Teodoro Herzl. La edificación del Estado Judío, escribió, no puede
hacerse por métodos arcaicos. Supongamos que queremos exterminar los animales
salvajes de una región. Es evidente que no iremos con arco y flecha a seguir la
pista de las fieras, como se hacía en el siglo XV. Organizaremos una gran
cacería colectiva, bien preparada, y mataremos las fieras lanzando entre ellas bombas
de alto poder explosivo.
Algunos colonizadores admitían que los
palestinos eran hombres, aunque más parecidos a los pieles rojas. ¿Quién ha
dicho -preguntaba en 1921 la Organización Sionista de Gran Bretaña- que la
colonización de un territorio subdesarrollado debe hacerse con el
consentimiento de sus habitantes? Si así fuera... un puñado de pieles rojas
reinarían en el espacio ilimitado de América.
Un ghetto más grande
La mentalidad colonial marcó
profundamente el establecimiento de la inmigración judía en Palestina. Se
formaron comunidades cerradas, exclusivas, donde el árabe era un intruso. La
reventa de tierras a los árabes se convirtió en pecado que las organizaciones
terroristas judías castigaron sangrientamente.
Aún a nivel de la clase obrera se
instala una perversión de la conciencia que convierte al trabajador árabe
primero en competidor del inmigrante, después en enemigo, finalmente en
víctima. La Histradut, central sindical judía, no admite en su seno, los
boicotea, prohíbe a las empresas judías que compren materiales trabajados por
los árabes.
David Hacohen, miembro de la Histradut
y años después parlamentario israelí, ha recordado las dificultades que tuvo
para explicar a otros ?socialistas? ingleses que ?en nuestro país uno adoctrina
a las amas de casa para que no compren nada a los árabes, se piquetean las
plantaciones de citrus para que ningún árabe pueda trabajar en ellas, se vuelca
petróleo sobre los tomates árabes, se ataca en el mercado a la mujer judía que
ha comprado huevos a un árabe, y se los rompe en la canasta...?
La soberbia racial va moldeando esa
sociedad en el más absoluto aislamiento, como si todos los ghettos del mundo se
juntaran en un ghetto más grande, pero esta vez deliberadamente encerrado en sí
mismo.
Simón Luvich, israelí exiliado en
Londres, recuerda con asombro aquella época de su infancia: Para nosotros, los
árabes eran una especie de exótica minoría étnica, que a veces bajaba de las
montañas con sus kufeyas... Nunca entendimos de qué se trataba, porque no los
veíamos.
Galili, ministro de Información de
Israel, seguía sin verlos en 1969: No consideramos a los árabes del país un
grupo étnico ni un pueblo con carácter nacional definido.
Si es ceguera no ver lo que existe, a
esa ceguera debe atribuirse la sangre que ha corrido y seguirá corriendo en
Palestina.
En 1947, una resolución de las
Naciones Unidas quitó a los palestinos el derecho a tener una Patria
El israelí se jacta ante el mundo de
ser el máximo representante en la historia de la Diáspora... Pero quien posee
en tal grado el sentimiento del destierro, llega a ser completamente incapaz de
comprender que otros puedan tener ese mismo sentimiento. No es cruel que
digamos que el comportamiento de los israelíes sionistas con el pueblo original
de Palestina es similar a la persecución nazi contra los propios judíos.
(Mahmud Darwis, poeta palestino).
El mandato británico sobre Palestina
después de la primera guerra mundial permitió cumplir con la promesa, contenida
en la declaración de Balfour de 1917, de establecer un hogar nacional judío en
un territorio poblado por los árabes. Para el sionismo el Mandato era una etapa
intermedia, necesaria antes de establecer una población propia en Palestina
como base del Estado Judío, objetivo permanente detrás de la fachada del hogar
nacional.
Gran Bretaña favoreció ese proyecto
hasta que la inminencia de la segunda guerra mundial le hizo ver que el riesgo
de que los pueblos árabes se alinearan junto a Alemania. Las falsas promesas de
1915 se renovaron en 1939.
En mayo de ese año el gobierno
británico publicó un Libro Blanco donde reafirmaba que no tenía el propósito de
imponer la nacionalidad judía a los árabes palestinos, prometía limitar a
75.000 el número de inmigrantes en los próximos cinco años y, a partir de 1944,
no admitir nueva inmigración sin el consentimiento explícito de los árabes.
El Libro Blanco fue un producto tardío
e ineficaz del colonialismo inglés. En los primeros 20 años de Mandato la
proporción de habitantes judíos en Palestina pasó del 10 al 30%. Solamente en
1935 habían entrado más de 60.000 colonos: en 1940 la población judía se
acercaba al medio millón.
Aceitando el fusil
Los jefes de la Agencia Judía
concibieron desde el principio la inmigración como una colonización armada y
construyeron una organización semiclandestina, el Haganah, de la que en 1935 se
separó un brote terrorista de ultraderecha, el Irgun, cuyo lema era un mapa de
Palestina y Transjordania atravesado por un brazo armado y un fusil con el lema
hebreo Rak Kach (Sólo así).
Inicialmente estas organizaciones se
limitaron a asegurar mediante el terror la vigencia del boycot antiárabe, pero
a partir de 1939 empezaron a prepararse para combatir, también a los ingleses.
Curiosamente uno de esos preparativos consistió en el ingreso masivo de judíos
en el ejército británico: al final de la segunda guerra su número llegaría a 27.000
hombres, que serían el núcleo del ejército judío para la confrontación final en
dos tiempos: contra los ingleses y contra los árabes.
El empujón nazi
El estallido de la guerra llevó a su
paroxismo la persecución de los judíos en Alemania y brindó un nuevo argumento
para la inmigración en Palestina. Ben Gurion resumió en estos términos el
sentido y los límites de la alianza entre el sionismo y Gran Bretaña: Lucharemos
junto a Gran Bretaña en esta guerra como si el Libro Blanco no existiera, y
lucharemos contra el Libro Blanco como si no existiera la guerra.
En la práctica esto significó
desconocer las cláusulas restrictivas del Libro Blanco e intensificar la
inmigración clandestina, aún desafiando el bloqueo inglés. Buques cargados de
inmigrantes europeos fugitivos del nazismo empezaron a llegar a las playas
palestinas. Cuando en 1940 los ingleses pretendieron devolver el cargamento de
dos de esos barcos, el buque Patria que debía transportarlos confinados a la
isla Mauricio, saltó en pedazos en el puerto de Haifa. Allí murieron 250
personas, en su mayoría mujeres y niños. Aunque el sionismo alegó que los
propios refugiados volaron el Patria, la opinión mundial se indignó ante la
insensibilidad británica.
Recién 18 años después un miembro del
Comité de Acción Sionista, Rosenblum, reveló que el Patria había sido volado
por la Haganah, sin consultar a las víctimas. Con nuestras propias manos
asesinamos a nuestros hijos, escribió Rosenblum.
Llegan los americanos
En 1942 el centro de gravedad del
sionismo se había desplazado de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El 11 de
mayo de ese año la Organización Sionista Americana publicó un manifiesto que
luego fue conocido como el Programa de Baltimore. Planteaba cuatro exigencias:
el fin del Mandato, el reconocimiento de Palestina como Estado soberano judío,
la creación de un ejército judío, la formación de un gobierno judío.
En Jerusalén, la Agencia Judía adoptó
el Programa de Baltimore como política oficial del sionismo y se desligó del
Mandato. Gran Bretaña había cumplido su ciclo. Iba a librar aún acciones de
retaguardia, condenadas de antemano, pero dejaría en Medio Oriente -como en la
India, como en Irlanda- la semilla de un conflicto inagotable.
Los norteamericanos tomaron el relevo
de los ingleses y no lo abandonaron hasta hoy.
Cuando en 1945 se desmoronó el nazismo
y se abrieron las puertas de los campos de concentración -las cámaras de gas,
los patéticos restos de una infinita carnicería-, un sentimiento de horror
sacudió a Europa.
Los europeos tienen una singular
capacidad para proyectar los propios demonios a lejanos escenarios. Muchos
franceses creen que las atrocidades de Hitler son distintas de sus propios
crímenes en Indochina y Argelia: ingleses que no han oído de Kenya se asustan
de las persecuciones de Stalin, y algunos italianos están convencidos de que el
fascismo nació en la Argentina.
De acuerdo con este esquema, el
exterminio de los judíos iba a ser purgado no en el lugar donde ocurrió, sino
en Medio Oriente: no por quienes lo ejecutaron o lo permitieron sino por gente
que no tenía nada que ver.
El proyecto de un Estado Judío en
Palestina se convirtió así en clamor mundial y los dirigentes sionistas lo
explotaron serenamente. Los 225.000 sobrevivientes de los campos de
concentración fueron canalizados a Palestina aumentando una población que ya al
fin de la guerra ascendía al 32%.
Entretanto se preparaba la guerra. No
se había disipado el humo sobre las ruinas de Berlín ni se había desenterrado
el espanto total de Auschwitz cuando David Ben Gurion, futura cabeza del Estado
de Israel, negociaba en Estados Unidos la compra de armamento pesado y la
reorganización de la Haganah por militares norteamericanos.
Nace una Nación
Una fulgurante campaña de terror
contra los ingleses precipitó el epílogo. En febrero de 1947 Gran Bretaña
anunció que, en esas condiciones, no estaba dispuesta a seguir gobernando
Palestina, y devolvió a las Naciones Unidas el Mandato que le había entregado
la Liga de las Naciones.
La Asamblea de la UN discutió siete
meses el tema y finalmente elaboró una solución salomónica. Palestina sería
dividida en dos Estados: uno judío, otro árabe.
En ese momento había en Palestina
1.200.000 árabes y 600.000 judíos. Los palestinos poseían el 94% de la tierra y
los judíos el 6%.
El Plan de Partición de las Naciones
Unidas dividió el país en dos. En uno, que se convertiría en el Estado de
Israel, y que abarcaba el 60% de las mejores tierras cultivables, había 500.000
judíos y 400.000 palestinos. En el 40% restante, que nunca llegó a convertirse
en Estado, y que hoy forma parte de Israel, había 800.000 palestinos y 100.000
judíos.
El mapa resultante es un notable
ejercicio de topología en que ambos países aparecen superpuestos, con pasadizos
y corredores para comunicar regiones separadas. Lo que no dice el mapa es que
la mitad de las tierras de propiedad palestina caían bajo jurisdicción israelí,
y que en millares de casos la aldea árabe quedaba separada de las tierras que
cultivaban sus habitantes.
El 29 de noviembre de 1947, por una
mayoría de dos tercios que encabezaban los Estados Unidos y la Unión Soviética,
la Asamblea de la UN aprobó el Plan de Partición y desencadenó la desgracia del
pueblo palestino, el genocidio, el éxodo y la guerra.
En la votación los norteamericanos
presionaron hasta el límite a los dóciles gobiernos asiáticos y
latinoamericanos. Una empresa yanqui compró a la vista de todo el mundo el voto
de un país africano. El secretario de Defensa norteamericano James Forrestal,
que no era propenso a escandalizarse, pudo escribir: Los métodos que se han
usado en la Asamblea General para presionar y coercionar a otras naciones,
bordean el escándalo.
Así nació Israel. Pero la historia no
terminaba. Al día siguiente de la votación, el sionismo lanzó todo el peso del
terror para despojar a los árabes del territorio que le había dejado el Plan de
Partición.
El Terror Sionista y el Éxodo
Palestino. La Masacre de Deir Yassin sentó un modelo de escarmiento
Durante tres días, del 11 al 13 de
diciembre, atacamos en Haifa y en Jaffa, en Tireb y Yazur. Atacamos y volvimos
a atacar en Jerusalén... Las bajas enemigas en muertos y enemigos fueron muy
altas.
De este modo describe Menajem Begin,
el jefe del Irgun, el comienzo de la guerra que durante siete meses sacudió a
Palestina en 1947-48.
El objetivo de esos ataques no eran ya
los ingleses. El 29 de noviembre las Naciones Unidas habían votado la partición
de Palestina y Gran Bretaña anunció el 14 de mayo de 1948 que retiraba sus
últimas tropas.
El blanco de la ofensiva en que participaron
la Haganah, el Irgun y la Banda Stern era la población Palestina, desarmada y
desorganizada.
En septiembre de 1946 la Haganah había
caracterizado al Irgun y la Banda Stern como organizaciones que se ganan la
vida mediante el gangsterismo, el contrabando, el tráfico de drogas en gran
escala, el robo a mano armada, el mercado negro.
Esta suma de dicterios expresaba en
realidad diferencias políticas y de método. Mientras la Haganah, brazo armado
de la Agencia Judía, se definía como socialista y buscaba una imagen de
respetabilidad, el Irgun evolucionaba hacia las posiciones fascistas que hoy
sostiene el partido Herut, encabezado por el mismo Begin y la Banda Stern era
un grupo de desesperados de ultraderecha.
A pesar de las acciones espectaculares
del Irgun, Haganah fue siempre la organización de mayor peso y de ella
surgieron los líderes, hasta hoy, del Estado de Israel.
Como jefe militar aparecía Moshe Sneh.
La cabeza real era Ben Gurion -luego primer ministro- y entre sus dirigentes
figuraban Moshe Dayan, hasta hace poco ministro de Defensa, y el actual primer
ministro Itshak Rabin.
Un comité anglonorteamericano de
investigación sobre la violencia en Palestina describió en 1946 los efectivos
de la Haganah: una fuerza territorial de reserva de 40.000 colonos, un ejército
de campaña de 16.000, y una fuerza de choque, el Palmach, que oscilaba entre
2.000 y 6.000.
El Irgun tenía de 3.000 a 5.000
combatientes; la Banda Stern alrededor de 300.
Separadas por ácidas disputas, estas
tres fuerzas confluyeron rápidamente ante el anuncio de la retirada inglesa,
aceptaron la hegemonía de la Haganah y pusieron en práctica el llamado Plan D,
que consistía en aterrorizar a la población árabe en el período de vacío
político comprendido desde el voto de la UN y la retirada inglesa y limpiar de
árabes el Estado Judío y ocupar todo el territorio posible del Estado Árabe
previsto por el Plan de Partición.
Deir Yassin
Las primeras operaciones combinadas de
las organizaciones sionistas se desataron en diciembre de 1947 sobre la
carretera que unía los dos principales baluartes judíos: la ciudad costera de
Tel Aviv y el barrio judío de Jerusalén. La carretera estaba flanqueada por
aldeas árabes, lo que equivalía al bloqueo de Jerusalén.
La primera etapa consistió en
operaciones de hostigamiento contra esas aldeas, duró hasta marzo de 1948 y
dejó 1700 muertos. La ofensiva en gran escala comenzó el 3 de abril cuando el
Palmach tomó por asalto la aldea de Qastall, situada sobre un cerro que
dominaba la carretera.
Seis días después el Irgun con el
conocimiento de la Haganah, desarrolló una operación que hasta el día de hoy
aparece ante cien millones de árabes como el símbolo del horror: el asalto y la
masacre de Deir Yassin.
Deir Yassin era una pequeña aldea
árabe situada cinco kilómetros al oeste de Jerusalén. No tenía importancia
estratégica alguna y sus habitantes permanecían al margen de la conflagración.
En la mañana del 9 de abril, 200 efectivos del Irgun y la Banda Stern entraron
a sangre y fuego casa por casa, masacrando a 254 hombres, mujeres y niños,
saquearon, violaron, mutilaron cadáveres y los arrojaron a una fosa común.
El baño de sangre de Deir Yassin
-admitió después el escritor judío Arthur Koestler- fue la peor atrocidad
cometida por los terroristas en toda su carrera.
Discurso del Método
En su libro La Rebelión, el autor de
la masacre, Menajem Begin, aclaró sus motivos. Después de Deir Yassin, dice, un
pánico sin límites asaltó a los árabes, que empezaron a huir en salvaguarda de
sus vidas. Esta fuga en masa se convirtió en un éxodo enloquecido e
incontrolable. De los 800.000 árabes que vivían en el actual Estado de Israel,
sólo quedaron 165.000.
La opinión de Begin es confirmada por
Koestler: La población árabe fue presa del pánico y escapó de sus pueblos y
aldeas lanzando el lastimero grito: Deir Yassin. Huyeron de sus casas dejando a
medio beber el último café en el pocillo de porcelana.
Si los detalles de la masacre de Deir
Yassin merecen un tratamiento aparte cuando se discuta el rol del terrorismo en
las luchas palestinas, sus efectos políticos y militares se hicieron evidentes
enseguida.
Tres días después el Palmach tomó
Kolonia sin lucha y dinamitó una por una las casas árabes. Cinco aldeas más
fueron destruidas por la fuerza de choque del Haganah antes del 17 de abril con
un saldo de 350 muertos. El 21 de abril, dice Begin, todas las fuerzas judías
penetraron en Haifa como un cuchillo entra en la manteca. Los árabes escapaban
aterrados gritando Deir Yassin.
Haifa era la segunda ciudad de
Palestina. En una semana su población se redujo de 60.000 a 9.000.
El 25 de abril el Irgun atacó Jaffa,
la ciudad árabe contigua a Tel Aviv. Al principio hubo resistencia, pero
después se repitió el fenómeno: los árabes escapaban por decenas de millares.
Aquí no fue necesario el ejemplo de Deir Yassin: los últimos defensores de
Jaffa fueron fusilados sobre el terreno, los sobrevivientes expulsados con lo
puesto, y las casas dinamitadas una tras otra.
El mismo día la Haganah tomó Acre.
Bastó un megáfono y el anuncio de represalias, para que el éxodo se repitiera.
Mientras estos episodios se repetían
en centenares de aldeas y decenas de millares de familias palestinas ambulaban
por los caminos que conducían al Líbano, Siria, Jordania, las tropas británicas
observaron con singular indiferencia, limitándose a impedir que los incipientes
ejércitos de los países árabes violaran las fronteras del nuevo Estado de
Israel.
El 14 de mayo las últimas columnas del
ejército inglés desfilaron al son de las gaitas por las calles de Jerusalén. En
el primer minuto del 15, una exclamación de júbilo brotó de las posiciones
conquistadas por los israelíes: era el Día de la Independencia.
Nathan Chowsi, un judío que emigró a
Palestina en 1906, ha calificado ese júbilo:
Los viejos colonos de Palestina
podríamos relatar de que manera nosotros, los judíos, expulsamos a los árabes
de sus ciudades y sus aldeas... Aquí había un pueblo que vivió 1300 años en su
propia tierra. Vinimos nosotros y convertimos a los árabes en trágicos
refugiados. Y todavía nos atrevemos a calumniarlos y difamarlos, a ensuciar su
nombre. En vez de sentirnos profundamente avergonzados por lo que hicimos, y
tratar de enmendar todo el mal que hemos cometido, ayudando a esos infelices
refugiados, justificamos nuestros actos terribles, y tratamos inclusive de
glorificarlos.
Producto de tres guerras y de
innumerables persecuciones, el Pueblo de las Tiendas aguarda su hora
- ¿Usted de dónde es?
- Soy de Jaffa.
- ¿Y dónde vive?
- Yo vivo en una carpa. Y usted, ¿de
dónde es?
- Soy de Bulgaria.
- ¿Y dónde vive?
- Vivo en Jaffa.
(Arlette Tessier. Diálogo en Gaza)
Esta es una transmisión de la Haganah,
intimidando a los árabes a que abandonen este distrito antes de las 5:15 de la
madrugada. Tengan piedad de sus mujeres y de sus hijos y salgan de este baño de
sangre. Váyanse por el camino de Jericó, que todavía está abierto. Si se
quedan, vendrá el desastre.
Aún no había amanecido el 15 de mayo
de 1948, Día de la Independencia de Israel, cuando decenas de camiones
equipados con altoparlantes transmitían este mensaje a las poblaciones árabes.
El desastre que se invocaba no era una
amenaza hueca. El recuerdo de la masacre de Deir Yassin se unía en la mente de
los palestinos al de decenas de pueblos y ciudades ocupados a sangre y fuego.
El Plan Dalat o Plan D, puesto en
ejecución por el alto mando de la Haganah, al que se plegaron las otras dos
organizaciones terroristas -Irgun y Stern- incluyó trece campañas militares en
regla entre el 1º de abril (Operación Nachshon) y el 14 de mayo (Operaciones
Ben Ami, Pitchfork y Schfilon). Ocho de ellas se desarrollaron fuera de Israel.
El resultado de estas operaciones fue
la ocupación de Haifa, Jaffa, Beisan, Acre, barrio residencial árabe de
Jerusalén y otras poblaciones menores, así como la purificación de Galilea.
Antes que Ben Gurion proclamara el
Estado de Israel en un museo de Tel Aviv, bajo un retrato de Teodoro Herzl
fundador del sionismo, había ya 400.000 palestinos fugitivos. Pero en la
madrugada del 15 las fuerzas israelíes cruzaron arrolladoramente las fronteras
del Estado árabe consagrado por el Plan de Partición de la UN que, de ese modo,
no llegó a existir.
Es entonces cuando se produce, según
la historia oficial israelí, pródiga en mitos, la invasión de cinco poderosos
ejércitos árabes contra el indefenso Estado de Israel.
El Cowboy y el Pielroja
Después de la guerra del 48, cada
bando hizo su balance militar. Solamente la Haganah, que en 1946 tenía 65.000
hombres (fuente británica) y en 1948, 90.000 (fuente israelí), contaba un año
antes de la guerra con 10.000 fusiles, 1.900 metralletas, 600 ametralladoras y
768 morteros: en este caso la fuente es Ben Gurion. En los meses anteriores a
la Partición, ese armamento se multiplicó merced a la introducción
?clandestina? de una fábrica capaz de producir 100 metralletas y 50.000 balas
por día. Y en vísperas de la guerra, agentes israelíes contrabandearon por
barco y por avión millares de fusiles y ametralladoras checas.
Fuentes árabes estiman el total de sus
fuerzas en 21.000 hombres mal equipados, con largas líneas de comunicaciones.
En Egipto reinaba el corrompido rey Faruk, cuyo primer ministro Nokrashy no
tenía el menor interés en mandar hombres a Palestina, desafiando a los ingleses
que aún ocupaban el Canal de Suez. En Irak gobernaba un títere de los ingleses,
Nuri as Said. Siria acababa de independizarse de los franceses y su ejército no
superaba los 3.000 hombres. El ejército libanés tenía apenas 1.000 reclutas.
La única fuerza militar atendible, la
Legión Árabe, reunía 4.000 hombres adiestrados y conducidos por oficiales
ingleses. El Foreign Office llegó a un acuerdo con el rey Abdullah, por el que
se impidió a la Legión violar la frontera israelí. (Abdullah pagó después su
traición a manos de un refugiado palestino)
En estas condiciones la invasión de los
?poderosos ejércitos árabes? en apoyo de sus hermanos palestinos resultó apenas
un gesto desesperado.
A pesar de todo, esas fuerzas
consiguieron algunos éxitos iniciales, cuyo eje era el bloqueo de Jerusalén,
pero el 11 de junio aceptaron una tregua que les hizo perder todas las ventajas
conseguidas. En menos de un mes la Haganah terminó de convertirse en un
ejército regular, y cuando el 7 de julio se reanudó la lucha, duró apenas diez
días. Ahora sí, los árabes estaban vencidos.
El Masacrador de Lydda
En el contexto de la derrota, cabe el
estilo de la victoria. El 11 de julio de 1948, la población árabe de Lydda, que
se había rendido a los israelíes, se sublevó al advertir la presencia de unos
tanques jordanos.
El tercer regimiento del Palmach
liquidó en horas la insurrección, entrando casa por casa y disparando sobre
todo lo que se movía. Según fuente israelí, hubo 250 muertos. Según fuente
árabe, entre 500 y 1.700, de los cuales 150 fusilados en la Gran Mezquita
convertida en prisión. El escritor inglés Erskine Childers dice que una columna
israelí entró en el pueblo disparando en todas direcciones: los cadáveres de
hombres, mujeres y niños quedaron desparramados en las calles, tras esta carga
implacablemente brillante.
Y dice quién iba al frente de la
columna: Moshe Dayan, un nombre que haría historia.
Tras la firma del armisticio, Israel
se quedó con 3.500 kilómetros cuadrados más de tierra palestina, Faruk se
apropió la franja de Gaza y la monarquía hachemita anexó la Cisjordania.
Palestina había dejado de existir. Casi 900.000 palestinos se amontonaban en
los campamentos de refugiados de Jordania, Siria, Líbano, Gaza, alimentándose
con las raciones de socorro de la UN. Una generación entera nació y creció bajo
las carpas. En 1954 eran más de un millón, en 1956, 1.300.000. Otros 500.000
habían emigrado al Canadá, al Brasil y a otros países.
En 1956 esos desterrados vieron pasar
entre columnas de polvo los tanques israelíes que se lanzaban sobre el Sinaí,
mientras los ingleses y los franceses ocupaban el Canal. Meses después los
vieron regresar.
En 1967 el dios de la guerra volvió a
tronar en los escuálidos campamentos del Pueblo de las Tiendas.
La Paz israelí
Fue con repugnancia que vi por
televisión las escenas de Israel en aquellos días; la ostentación del orgullo y
la brutalidad del conquistador; los estallidos del chauvinismo; y las salvajes
celebraciones del inglorioso triunfo, contrastando con las imágenes del
sufrimiento y desolación árabe, las caravanas de refugiados jordanos y los
cadáveres de los soldados egipcios muertos de sed en el desierto. Contemplé las
figuras medievales de los rabís y los khassidim saltando de alegría en el Muro
de los Lamentos; y sentí como los fantasmas del oscurantismo talmúdico -que
bien conozco- se amontonaban sobre el país, y cómo la atmósfera reaccionaria de
Israel se volvía densa y sofocante.
Este es el comentario de un escritor
judío, Isaac Deutscher, a la fulgurante campaña de los Seis Días que, en junio
de 1967, arrojó al ejército egipcio al otro lado del Canal de Suez. Sus glorias
han sido suficientemente cantadas. Entre ellas no figura probablemente la
expulsión de 250.000 palestinos que aún quedaban en Cisjordania y Gaza.
En el vacío que dejó el largo éxodo
palestino, se estableció la Paz Israelí. El profesor de matemáticas italiano le
sacó la casa al tendero árabe. El lingüista inglés construyó la suya sobre un
espacio demolido. El pintor apátrida del Quartier Latin se rodeó de un ambiente
oriental. El ingeniero agrónomo argentino se fue al kibutz donde ya no quedaba
ni memoria del fellah que durante trece siglos le preparó la tierra: como si no
hubiera tierra en la Argentina.
En la resistencia armada el pueblo
palestino encontró al fin su identidad negada por la ocupación
Yo soy de Djebelia, en la franja de
Gaza. Allí éramos 16.000 concentrados. Nos quitaron las casas, destruyeron los
campos y se repartieron todo. Quieren que todo cambie de aspecto, que nada sea
árabe. A la gente más vieja, la que se fue en 1948, no la dejan volver para que
no puedan reconocer los lugares. Nos incitan a irnos, nos ofrecen dinero para
que nos vayamos a países más ricos. ¡Vayan a Canadá, a Argentina, allá van a
estar bien! Tal vez ellos han venido de allá, ¿no?
Djebelia tenía fama de brava. A los
que éramos de Djebelia no nos daban trabajo, decían que éramos peligrosos. Un
día, en 1969, nos bombardearon. Empezaron a las 10 de la mañana y nos
cañonearon hasta las 5 de la tarde. Hubo 500 muertos. ¿Por qué? Porque somos
palestinos. De noche rodean el campamento con tanques, no nos dejan salir. Y
sin embargo, tienen miedo: ?Yo aprendí el israelí y los oigo conversar. Cuando
pasan en un jeep, van sentados alrededor del jeep, apuntando en distintas
direcciones.
El muchacho se ríe. Estamos en el
campamento de Borje Barashne, al sur de Beirut, capital de Líbano, a cuya
Universidad ha venido a estudiar. Hay 20.000 refugiados en este campamento que
es en realidad un pueblo, una villa cuya copia casi exacta son algunas manzanas
de la villa de Retiro: pequeñas casas de bloques con techos de chapa, pasillos
de material con la canaleta por donde circula el agua, canillas colectivas. E
igual que nuestro villero, el palestino pone una planta, aunque sea una maceta,
en el mínimo espacio libre: recuerdo del campo al que uno y otro pertenecen.
Después las diferencias. No hay
calles, solamente pasillos, porque en Medio Oriente el espacio es distinto que
en Argentina: Líbano cabe dos veces en la provincia de Tucumán. Pero otra
diferencia que al principio casi no se nota, va penetrando como la verdad
esencial del campamento. Son los hombres vestidos de caqui que sentados en
alturas estratégicas vigilan con el fusil AK cruzado sobre las rodillas, es el
jefe de la milicia local que sale a recibirnos, es la puerta de madera de una
casa donde el refugiado que la habita ha pintado todo a lo alto la bandera
roja, verde, blanca y negra de la Resistencia palestina, y adentro de la
bandera su nombre en árabe. Administrativamente, el campamento depende de la ONU.
Políticamente, la palabra es Fatah.
La luz de la esperanza
En una oficina de Beirut, Abu Hatem,
miembro del Comité Central de Fatah (sigla de Movimiento Nacional de Liberación
Palestina) enumeró ante el enviado de Noticias las etapas de la Resistencia.
La primera etapa, antes de 1965, fue
de preparación y organización. Llegamos a la conclusión de que la lucha armada
era la única salida para el pueblo palestino, y desde ese año empezamos a
ponerla en práctica. Fue una época llena de dificultades: teníamos tantos
enemigos... No eran sólo los israelíes, sino también el imperialismo y los
elementos reaccionarios en los países árabes. Nuestro primer mártir, Ahmed
Muza, fue abatido por el ejército jordano al cruzar la frontera con Israel.
Nuestras operaciones militares fueron
una de las razones que alegaron los israelíes para desencadenar la guerra de
1967. Pero allí los países árabes fueron derrotados y se instaló un clima de
derrota. Era importante acabar con ese clima, y por eso, apenas terminada la
guerra, nosotros reanudamos las hostilidades. Eso fue el 28 de agosto de 1967.
?En cuatro meses, lanzamos 79
operaciones en el interior de Palestina, pusimos fuera de combate a más de 300
sionistas, volamos dos trenes militares, derribamos tres helicópteros,
destruimos medio centenar de vehículos, hicimos estallar el depósito de
explosivos de Acre y bombardeamos con bazukas los suburbios de Jerusalén y Tel
Aviv.
El precio fue duro: perdimos 46
hombres, de los cuales la mitad eran cuadros de conducción.
Pero en todo el mundo árabe esa
actividad de Fatah fue percibida como una luz de esperanza, que se agrandó el
21 de marzo de 1968, cuando dimos la batalla de Al Karameh.
El Signo de Karameh
Si Deir Yassin es para los palestinos
el recuerdo que sobrecoge y enfurece, Al Karameh simboliza la recuperación de
la propia identidad negada tras la derrota, la confiscación, la persecución, el
exilio.
Dice un combatiente: En esa época,
nuestro problema era obtener bases permanentes. En la guerra de junio habíamos
perdido las bases de Gaza y Cisjordania. Entonces empezamos a filtrarnos en
Jordania, por separado, de a uno o de a dos. Así se formó la base de Al
Karameh, en el campamento de ese nombre que existía desde 1948. Juntamos 500
combatientes en la zona. De allí lanzamos una escalada operativa.
El gobierno de Jordania quería
echarnos, pero no se atrevía. Los israelíes empezaron a fastidiarse. Al fin
planearon una operación de represalia en gran escala, para aplastarnos.
Concentraron 15.000 soldados, con tanques. Pero estaban tan orgullosos de la
victoria de junio, tan seguros de que nadie podía oponerles resistencia, que no
tomaron medidas de seguridad. Nosotros nos enteramos 48 horas antes de la
operación.
Llamamos a todas las organizaciones
palestinas para que discutiéramos si debíamos enfrentar el ataque o retirarnos.
Algunos dijeron que los principios de la guerrilla prohibían el choque frontal,
que si el enemigo ataca en fuerza, nosotros nos retiramos, todas esas cosas.
Fatah sostuvo que todo eso era cierto,
pero que aquí lo fundamental era el marco político: la derrota árabe, el pueblo
desesperado. Fatah decidió dar la batalla, a todo o nada. Sólo nos acompañó una
pequeña organización, el Ejército de Liberación Palestino.
Con ellos distribuimos los 500 puestos
de combate. No era una emboscada, Al Karameh era terreno llano, con una
población, una villa de emergencia. Había que pelear como se pudiera. Durante
toda la noche cavamos pozos, nos enterramos, y esperamos el amanecer.
La picadura y el burro
A las 5 de la mañana empezaron la
preparación de artillería, después avanzaron los tanques. Venían como para
desfile. Traían periodistas y Dayan les dijo que iban a almorzar en Amán, la
capital de Jordania. Cuando les paramos un tanque con un bazukazo, y después
otro, se quedaron como sorprendidos. No esperaban eso. Retrocedieron, después
volvieron a avanzar. Ahora venían con aviones y helicópteros además de los
tanques.
Les resistimos trinchera por
trinchera, les resistimos hasta el mediodía.
Y en esas siete horas interminables,
detrás nuestro estaba el ejército jordano, inmóvil. Los oficiales miraban la
batalla con sus prismáticos. El rey Hussein había ordenado no intervenir, y los
oficiales miraban: oficiales árabes.
No se sabe quién dio el grito, quién
no aguantó más. Y de pronto el ejército jordano avanzaba, desobedeciendo
órdenes, se juntaba con nosotros. Eso fue a mediodía.
A las ocho de la noche la división
israelí empezó a retirarse. No podíamos creerlo, era la primera vez que
sucedía, la primera vez en la historia. Y cuando avanzamos vimos el daño que
les habíamos hecho: los tanques destruidos, los equipos abandonados.
Al día siguiente Hussein se hizo
fotografiar en un tanque capturado. A Dayan le preguntaron para cuando era el
almuerzo en Amán, y él contestó que sólo el burro no cambia de opinión. A Levy
Eshkol le preguntaron qué había sucedido, y él dijo que el que busca miel, debe
esperar algunas picaduras.
Aquella picadura la hicimos nosotros,
y nos costó. Nos costó 90 muertos, que son muchos cuando sólo teníamos 500
hombres. Pero Al Karameh cambió todo, fue un viraje decisivo. Les demostró a
todos los árabes que ellos podían derrotar al ejército israelí.
Para nosotros, el resultado fue
tremendo. Hasta entonces, Al Fatah era una organización estrictamente secreta,
un puñado de hombres. La batalla de Al Karameh demostró a las masas que éramos
sinceros, que podíamos convertirnos en el cuchillo y en la víctima como dice
uno de nuestros documentos, ?entrar en la batalla para crearlo todo de la
nada?, que los palestinos podíamos cerrar el puño sobre la brasa ardiente, como
dice nuestro hermano Abu Ammar (Arafat).
Después de la batalla de Al Karameh
millares de palestinos acudieron a incorporarse a Al Fatah, que aún no estaba
preparado para recibirlos, aunque tuvo que abrir las puertas. Otras
organizaciones se enriquecieron con ese flujo. Un año después la Resistencia
palestina se paseaba libremente por Siria, tenía una estación de radio en El
Cairo, dominaba prácticamente en Líbano Jordania.
Sobre ese transitorio triunfo iba a
abatirse la traición del rey Hussein. La esperanza palestina ardería en las
calles de Amán, en las montañas de Jordania, antes de renacer poco a poco como
una llama que no está destinada a apagarse.
El sionismo no es sólo el enemigo de
los árabes, es el enemigo de toda la humanidad.
En la oficina de Fatah en Beirut, Abu
Hatem, miembro del Comité Central de la Organización, refirió a Noticias las
etapas posteriores a la batalla de Karameh, que en 1968 demostró por primera
vez que una fuerza árabe podía enfrentar al ejército israelí.
En Karameh, la Revolución Palestina
creó las circunstancias de su propio crecimiento. Todo el mundo árabe se acercó
a nosotros. Inversamente nuestros enemigos redoblaron sus esfuerzos para
destruirnos. Los israelíes atacaron nuestras bases y nuestros campamentos, y
los gobiernos árabes reaccionarios también. Esas tentativas culminaron en
Jordania, en setiembre de 1970. El ejército de Hussein atacó nuestras bases y
nuestros pueblos, con tanques y aviones.
No consiguió aplastarnos pero mató a
muchos miles de compañeros. La masacre se reanudó en julio de 1971. Tuvimos que
salir de Jordania.
Con la pérdida de nuestras bases
jordanas, empieza la cuarta etapa de nuestras luchas. Al principio nuestra
actividad disminuyó. Tuvimos que adoptar una nueva política, concentrar la
fuerza de Fatah en los propios territorios ocupados. El resultado se vio
después de un año, con el aumento de las operaciones.
También aumentamos la acción política,
la duplicamos. El resultado es que actualmente la opinión pública mundial
empieza a comprender que no hay acuerdo estable en Medio Oriente sin el pueblo
palestino, que no hay paz sin Revolución Palestina.
Actualmente la totalidad de los países
africanos, con excepción por supuesto de los residuos coloniales, reconocen a
la OLP como el único representante legítimo del pueblo palestino. En la
Conferencia de Países no Alineados de Argel, el año pasado, 72 estados
reconocieron a la OLP. O sea que las relaciones de la Revolución Palestina con
el resto del mundo crecen día a día, y particularmente con el bloque socialista
encabezado por la Unión Soviética.
Por supuesto que no nos quedamos en
eso. En la última guerra, la de Octubre, todo el mundo sabe -y principalmente
los israelíes- que no hubo dos frentes, sino tres: el egipcio, el sirio y el
palestino.
OLP y CNP
Fatah es la fuerza hegemónica de la
guerrilla palestina. Su líder Abu Ammar (Arafat) preside la OLP y, desde
comienzos de junio de 1974, el Consejo Nacional Palestino. Pero no es la única
organización de la Resistencia.
En la OLP figuran, además de Fatah, el
Frente Popular dirigido por Habache, el Frente Democrático de Hawathme
(escisión del FP) y Saika, organización adiestrada por los sirios. Después de
Fatah, Saika es probablemente la de mayor capacidad militar, y el FD, que se
define como marxista-leninista, la de mayor capacidad política, mientras que la
estrella de Habache, inclinado al ultraizquierdismo, parece declinar.
Fuera de la OLP se encuentra todavía
el Comando General, escindido del FP y dirigido por Ahmad Jibril, que saltó a
la notoriedad a comienzos de este año con la operación de Kyriat Shmonet.
El Consejo Nacional Palestino, CNP, la
organización más amplia de la Revolución, incluye no sólo a las organizaciones
guerrilleras, sino a los frentes de masas, delegados de territorios ocupados y
de la emigración y de grupos financieros y religiosos.
A los dirigentes de Fatah no les
gustan las fotografías ni las autobiografías. Trazar su historia no es fácil.
Un documento de la Organización, fechado en 1969, admite que sus creadores
fueron un grupo de intelectuales que publicaban la revista Nuestra Palestina,
antes de optar por la lucha armada. En ese punto su primera preocupación fue
financiar la futura Organización, sin pedir ayuda a los gobiernos árabes, y el
camino que eligieron fue heterodoxo:
Ya no es un secreto que buscamos
empleo o desarrollamos actividades comerciales en las regiones árabes ricas en
petróleo, como el Golfo. Al principio esto creó una atmósfera particular
alrededor de Fatah, pero eso no nos desalentó... porque nosotros sabíamos que
nos privábamos hasta de lo esencial para ahorrar el máximo de nuestros ingresos
y destinarlo al movimiento.
¿Quiénes eran? Los nombres de guerra
de alguno de ellos -Abu Ammar, Abu Iyad, Abu Ihad- son conocidos, pero salvo el
primero (Arafat), poco se sabe de los demás. Los tres pertenecen sin embargo al
grupo que fue al Golfo a trabajar. Cuando en 1965 decidieron lanzar la guerra,
volvieron a suelo palestino. Abu Ammar operó allí, en Cisjordania, viviendo
como un pastor a medias ciego, de gruesos anteojos negros. Su designación como vocero
de Fatah fue una decisión en la que no participó.
Necesitábamos un hombre que pudiera
hablar en nombre de Fatah. La prensa israelí había empezado a concentrarse en
el nombre de Abu Ammar, porque era uno de los líderes en territorio ocupado, y
un combatiente de primera fila... La dirección se reunió y lo designó vocero.
Era el único miembro de dirección que no estaba presente. La decisión se
anunció y él tuvo que cumplir con la decisión.
Habla Fatah
A pesar del origen de sus fundadores,
Fatah puso siempre el acento en la lucha de masas, además de la acción armada: Si
abordáramos solamente la lucha armada, estaríamos condenados al fracaso, porque
en términos militares partimos de una situación de inferioridad. Pero si
abordáramos solamente la lucha política, también estaríamos perdidos, porque
tarde o temprano nos chocaríamos con la realidad de que el enemigo nos domina
por la fuerza. La lucha armada es indisoluble de la lucha política, y el
descuido de una o de otra equivale a convertir la guerra revolucionaria en una
aventura.
En consecuencia, nosotros no
diferenciamos entre acción política y acción militar, ni mandamos a combatir a
nadie que no haya pasado por la organización política.
¿Cuál es el objetivo último de Fatah?
Sus dirigentes lo vienen repitiendo desde hace años: la creación de un estado y
no religioso en Palestina. ¿Cuál sería la situación de los judíos en ese
Estado?
Fatah no toma las armas contra los
judíos. Aceptamos a los judíos como ciudadanos palestinos en absoluto pie de
igualdad con los árabes. Fatah toma las armas contra el sionismo y se propone
liquidarlo, porque el sionismo es el enemigo fascista y racista, el enemigo de
toda la humanidad y no solamente de los árabes.
Preguntó un periodista:
- ¿Qué harían ustedes frente a un
judío perseguido en cualquier lugar del mundo?
Contestó Fatah:
- Le daríamos un fusil y pelearíamos a
su lado.
El bombardeo de aldeas libanesas
desnuda la esencia de un terrorismo que se llama ?represalia?
Otra vez los rockets de los Phantom se
han abatido sobre las aldeas del Líbano, un país pequeño que no tiene ejército
ni aviación y cuyo pecado es dar refugio a 300.000 palestinos, una décima parte
de los expulsados de su patria por los israelíes.
Nuevamente los campamentos de refugiados
son descriptos como bases guerrilleras. Visité uno de esos campamentos, el de
Nabatiyeh, al día siguiente de su casi total destrucción por los aviones
israelíes, el 16 de mayo de este año. Vi las pequeñas casas arrasadas como por
una enorme topadora, los utensilios de cocina desparramados, ropa de mujer
colgando de los árboles calcinados.
Eso no era una base.
Esto no significa que en Líbano, en
Siria, en cualquier país árabe, no existan bases de fedaín. Existen pero ni
están a la vista, ni albergan una población civil de millares de almas, ni
están indefensas, ni son bombardeadas.
Desde hace 25 años Israel vive
anticipando ataques, en perpetuo estado de represalia. Una propaganda que
empieza a volverse torpe describe cada acción de sus fuerzas como respuesta a
un acto de terrorismo.
En cada oportunidad se resucita la
historia de ese terrorismo, se invoca Maalot, Kyriat Shmoné, Lod, Munich. Entre
esos actos y los campos nazis de concentración se establece una continuidad, se
retrocede a los programas zaristas, a la intemporal persecución del judío. En
este proceso se ha perdido de vista toda la verdad: el palestino despojado de
su patria se ha convertido en agresor, la víctima en verdugo.
Se discute sobre los métodos. ¿Por qué
los palestinos atacan escuelas? He visto la escuela de Nabatiyeh, nivelada con
la roca. ¿Por qué los palestinos tiran granadas en un mercado En Ain el Hue, la
semana pasada, no quedó siquiera el mercado, bajo las bombas israelíes de 250
kilos.
La discusión sobre los métodos es una
de las formas de eludir la discusión sobre el fondo, reemplazar el porqué por
el cómo.
Pero aún esa discusión secundaria no
debe ser rehuida.
¿De quién es el terror?
Hablemos de Maalot, por ejemplo. Las
cosas en Maalot no empezaron el 15 de mayo de 1974, con la matanza de 22
estudiantes israelíes. Empezaron el 15 de mayo de 1948, con el Estado de
Israel. Porque Maalot no se llamaba Maalot, sino Tarchiha, y no era un pueblo
judío sino una aldea árabe.
¿Dónde está Tarchiha? Arrasada,
borrada del mapa. Volvamos a Deir Yassin, otra aldea árabe hoy enterrada bajo
Kfar Shaul, un suburbio de Jerusalén. 9 de abril de 1948. Fuerzas de la Haganah
y del Irgun atacan la aldea, matan a 254 habitantes, descuartizan los cadáveres
y los tiran a un pozo. Escuchemos el testimonio del coronel Meir Bail del
ejército israelí, que tardó 24 años en hablar: ?Los soldados peinaron las casa,
tirando explosivos en su interior y usando todas las armas que tenían.
Disparaban indiscriminadamente sobre todo lo que había adentro, incluso mujeres
y niños. Sus oficiales no movieron un dedo para impedir las atrocidades que se
estaban cometiendo. Junto con otros residentes de Jerusalén, imploré que se
ordenara a los soldados detener el fuego. Fue inútil. 25 hombres fueron subidos
a un camión, paseados por Jerusalén en ?desfile de la victoria?, llevados a una
cantera y fusilados a sangre fría.?
Retrocedemos al 30 de enero de 1948.
La aldea se llamaba Sheikh. El método fue el mismo. Los muertos, 60.
14 de febrero de 1948. 20 casas
dinamitadas con sus habitantes adentro. 60 muertos. Recordemos a Lydda. 11 de
julio de 1948. La Haganah reprime un alzamiento popular: 250 muertos según
fuente israelí, entre 500 y 1700 según fuentes árabes.
14 de octubre de 1953. Bombardeo de
aldeas jordanas, 75 muertos. En Qibya se encierra a los vecinos en sus casas
con fuego de ametralladoras, luego se las dinamita.
Franja de Gaza. 8 de febrero de 1955.
38 muertos.
31 de agosto de 1955. Ataque a Khan
Yunis en la Franja de Gaza, 46 muertos.
11 de diciembre de 1955. Ataque a
aldeas sirias. 50 muertos.
Otra vez Khan Yunis, abril de 1956.
275 muertos.
10 de octubre de 1956. Ataque a aldeas
jordanas. 48 muertos.
Octubre de 1956. Kafr Qasim. 51
aldeanos son asesinados por estar fuera de su casa en un toque de queda del que
no fueron avisados.
13 de noviembre de 1966. Ataque a las
aldeas de Gaza y Jordania. 200 muertos.
Noviembre de 1967. Karameh, Jordania.
Ataque con morteros a niños que salían de una escuela.
La lista es interminable. Entre 1949 y
1964 los países árabes denunciaron 63000 actos de agresión, entre 1950 y 1966
las Naciones Unidas y la Comisión de Armisticio condenaron 78 veces al Estado
de Israel. Después ya nadie llevó la cuenta, la ?represalia? se convirtió en
costumbre.
Vuelta al origen
Si en el balance del terror en Medio
Oriente, Israel lleva una ventaja sobre todos sus adversarios, si el Estado
mismo de Israel fue la obra de organizaciones terroristas, si esas
organizaciones inventaron o reactualizaron la mayoría de los modernos métodos
del terror -recordar el asesinato de conde Bernadotte, la voladura del hotel
Rey David, la ejecución de rehenes ingleses, las cartas explosivas- en eso no
se agota la discusión sobre los métodos. Para restituir el cuadro disociado, es
preciso volver a relacionar los métodos con los objetivos.
El terror es un método de lucha que
han usado todas las revoluciones y también todas las reacciones. Hechas las
reverencias de práctica a la actitud que prefiere condenarlo ?en sí mismo?
(como si algo existiera en sí mismo), su humanidad o su inhumanidad depende de
sus fines. Nuestra Revolución de Mayo fue terrorista. El general Aramburu
también. Con estas precisiones es posible reenfocar el terror en Medio Oriente,
superar las barreras de una propaganda que -casualmente- es la del imperialismo
occidental, y decidir quién tiene la parte de razón que las circunstancias le
permiten tener.
El objetivo del terrorismo palestino
es recuperar la patria de que fueron despojados los palestinos. En la más
discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad.
El terrorismo israelí se propuso
dominar un pueblo, condenarlo a la miseria y al exilio. En la más razonable de
sus ?represalias?, aparece ese pecado original.
La Embajada de Israel replica
El diario Noticias recibió el 27 de junio último una extensa carta del señor
Mario H. Sejatovich a cargo de la oficina de prensa de la embajada de Israel,
que se reproduce a continuación. El propósito de la dirección del diario fue
publicarla íntegra y a la mayor brevedad posible. Lamentablemente cuando iba a
cumplirse ese propósito, se produjo la muerte del Teniente General Perón y
Noticias -como integrante del pueblo peronista- sumó su duelo al de sus
lectores consagrando varias de sus ediciones a informar sobre la vida, la obra
y la muerte del gran patriota desaparecido.
Ahora cumplimos ese pedido, formulando
tres aclaraciones: 1º) la dirección del diario efectivamente respalda las
opiniones vertidas por Rodolfo J. Walsh en su serie de notas sobre La
Revolución Palestina aparecidas en Noticias en la semana del 12 al 19 de junio
último. Cabe recordar al respecto que Walsh viajó a los países árabes como
enviado especial de este matutino; 2º) Walsh utilizará próximamente esta misma
columna para contestar a la embajada de Israel; 3º) La descripción objetiva de
la injusticia histórica que ha venido soportando el pueblo palestino sólo con
malicia puede interpretarse como una actitud antisemita o persecutoria de la
comunidad judía de nuestro país.
Este es el texto de la embajada de
Israel:
Señor Director: Cumplo en dirigirme a
usted con relación a la serie de artículos titulada “La Revolución Palestina”,
publicada en Noticias cuya
representación invoca su autor en reiteradas oportunidades. Como de ello surge
que el diario aparece respaldando las afirmaciones del señor Walsh entre las
cuales se encuentran flagrantes inexactitudes y deformaciones de los hechos
históricos, esta Embajada apela al derecho de respuesta, confiando que dará
cabida al texto completo de esta carta en las columnas de su diario.
Ella no intentará ser una refutación
exhaustiva del extenso trabajo del señor Walsh, pero entendemos que urge
restablecer la verdad acerca de algunos de los más gruesos equívocos en que incurrió
el nombrado, a saber: 1.- El problema de los refugiados palestinos fue creado
por los propio líderes árabes, al destacar la Resolución de las Naciones Unidas
del 29 de noviembre de 1947, que determinaba la creación de dos Estados, uno
judío y otro árabe, violando así sus deberes como miembros de la Organización
Internacional, y al compeler a los pobladores árabes a abandonar sus lugares de
residencia para abrir paso a los ejércitos invasores, cuya intención proclamada
era destruir el naciente Estado de Israel.
El señor Walsh intenta demostrar que
la inmigración judía significó el desplazamiento de los árabes. La verdad es
diferente: al fin de la Primera Guerra Mundial la Tierra de Israel era un país
casi despoblado. La población árabe era de 557.000 y la población judía de
100.000. Menos del 30 por ciento de los árabes vivían en el área que es hoy
Israel. Hasta los comienzos de la década del 30 era una tierra de emigración
árabe, tendencia que revirtió en los años siguientes cuando el desarrollo
económico y social promovido por la comunidad judía atrajo la afluencia de
árabes de los países vecinos. Al proclamarse la independencia de Israel, el
número de árabes que habitaban su territorio era de 600 a 700.000. De éstos,
permanecieron donde estaban 160.000. En consecuencia el número real de
refugiados árabes salidos de Israel en 1948 puede estimarse en 450.000 y aún
dando margen a errores estadísticos, nunca más de 550.000, cifra que equivale
aproximadamente al mismo número de refugiados judíos provenientes de los países
árabes (97 por ciento de la población judía total de estos últimos) que se
vieron obligados a emigrar a Israel. De hecho se produjo una transferencia de
poblaciones. Mientras Israel integró a estos hermanos venidos de los países
árabes, los refugiados palestinos fueron concentrados por los países árabes en
miserables campamentos, impidiendo hasta hoy día su integración pese a su
identidad étnica, cultural, idiomática y religiosa para usufructuar esa situación
como un arma política contra Israel.
¿Quiénes provocaron el éxodo
palestino? La respuesta está en las propias palabras de los líderes árabes. Lo
admitió explícitamente el señor Emile Ghoury, secretario general del Alto
Comité Árabe de Palestina, el 6 de septiembre de 1948:
El hecho de que existan estos
refugiados es consecuencia directa de la acción de los Estados Árabes al
oponerse a la participación y al Estado Judío. Los Estados Árabes acordaron
unánimemente esta política y deben participar en la solución del problema. Ya
antes del 23 de abril de 1948, en el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas, el entonces presidente del Alto Comité Árabe, señor Jamal Husseini,
confesaba:
Nunca hemos ocultado el hecho de que
nosotros hemos iniciado la lucha.
El diario jordano Al-Difaa aportó el 6
de septiembre de 1954 este testimonio de un refugiado: ?Los gobiernos árabes
nos dijeron: Salid para que nosotros podamos entrar. De modo que nosotros salimos
pero ellos no entraron.
2.- Fueron los Estados Árabes de la
región los que impidieron con su agresión y la secuela consiguiente, la
constitución del Estado Árabe Palestino previsto por la Resolución de Partición
de la ONU. El señor Trygve Lie, entonces secretario general de las Naciones
Unidas, dijo:
Los Árabes habían afirmado reiteradas
veces que resistirían la partición con la fuerza. Y así ocurrió: el 14 de mayo
de 1948 los ejércitos regulares de Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak, y
contingentes de Arabia Saudita y Yemen, invadieron el Estado de Israel. El 15
de mayo de 1948 en El Cairo, el secretario general de la Liga Árabe, Azzam
Pachá, llamó a los árabes a una Guerra Santa contra Israel, y declaró: Será una
guerra de exterminio, una matanza de la que se hablará como se habla de la
matanza de los mongoles y de los cruzados. El señor Andrei Gromyko, entonces
representante de la Unión Soviética y actualmente su Ministro de Relaciones
Exteriores, declaró en el Consejo de Seguridad de la ONU, el 21 de mayo de
1948:
La Delegación de la URSS no puede menos
que expresar su asombro ante la actitud adoptada por los Estados Árabes en la
cuestión palestina y particularmente ante el hecho de que esos Estados hayan
enviado sus tropas a Palestina a realizar operaciones militares encaminadas a
la supresión del movimiento de liberación nacional en Palestina? (Actas
Oficiales del Consejo de Seguridad, Tercer Año, Nº 71, 299 sesión p. 4, mayo
1948).
La agresión militar árabe fue
derrotada, pero el Reino de Transjordania anexó la mayor parte del territorio
destinado a convertirse en un Estado palestino, mientras Egipto hacía otro
tanto con la franja de Gaza. Fueron los propios árabes, pues, los que impidieron
la creación de un Estado palestino.
3.- El señor Walsh afirma que el
pueblo judío no tiene derecho a la Tierra de Israel. A esta altura de la
historia ese es un tema fuera de discusión: La Tierra de Israel fue un estado
independiente sólo tres veces en su historia y cada una de ellas fue un Estado
Judío. Sólo cuando se la identificó con el pueblo judío entró en los anales de
la humanidad como una unidad geopolítica e histórica. La ocuparon
conquistadores extranjeros, pero sólo el pueblo judío alcanzó su independencia
en esta tierra y la consideró el alma y el centro de su existencia nacional.
4.- El señor Walsh afirma que Gran
Bretaña regaló Palestina al pueblo judío, provocando con mentalidad colonial,
la creación del Estado de Israel. La verdad es opuesta: el renacimiento de
Israel, aspiración de siglos, se concretó como movimiento de liberación
nacional del pueblo judío a través del sionismo, en la segunda mitad del siglo
XIX y se afianzó con el trabajo de tres generaciones de pioneros judíos.
La Declaración de Balfour no fue otra
cosa que el reconocimiento de esa realidad histórica, consagrada por la
comunidad internacional cuando la Liga de las Naciones resolvió crear el
Mandato sobre Palestina, para instaurar el Hogar Nacional Judío.
Era la primera vez que el sueño
milenario del retorno a Sión recibía el auspicio universal. Incluso de los más
representativos caudillos árabes de ese entonces, como el Rey Hussein, de
Hejaz, quien escribió:
Vimos a los judíos afluir a
Palestina... El móvil no puede escapar a los que tienen una intuición profunda;
saben que este país ha sido para sus hijos originales, pese a todas sus
diferencias, una patria sagrada y amada. (Al Kibla, La Meca Nº 183, 23 de marzo
de 1918; George Antonius, Despertar Árabe pág. 269).
Este reconocimiento a la formación del
Estado Judío se integra en el contexto de la creación de los Estados Nacionales
árabes en el Medio Oriente, al desintegrarse el Imperio Otomano, tal como en
Europa el desmembramiento del Imperio Austro-Húngaro dio lugar a la conquista
de su soberanía por los movimientos nacionales de los países sojuzgados.
5.- El señor Walsh sostiene en sus
artículos los objetivos proclamados por la organización Al Fatah: instaurar en
reemplazo del Estado de Israel, un Estado árabe con mayoría árabe, lo que
implica liquidar totalmente la soberanía y la independencia de Israel. El
instrumento adoptado para este objetivo es el terrorismo que elige
deliberadamente como blanco a civiles inocentes, en Israel y en el mundo, y que
no trepida en asesinar a mujeres y niños. El señor Walsh confiesa haber
visitado esas bases terroristas, que buscan abrigo en campamentos de refugiados
instalados en territorio del Líbano, cuyo gobierno tolera esa situación.
Una de las expresiones más significativas
de esta situación es que el gobierno libanés ha suspendido el derecho de su
ejército y su policía a entrar en las bases de los terroristas y los campos de
refugiados que están bajo su control, hasta el punto de no tener siquiera
competencia en delitos comunes, o asaltos por parte de los fedayines, a
soldados libaneses, o ante enfrentamientos entre grupos terroristas
antagónicos.
El señor Walsh da un testimonio
dramático de lo que significa la educación para el odio, sin repudiarla. Exalta
el hecho de que los niños sean adiestrados para matar. Y abunda en ejemplos
parecidos para atribuir un contenido revolucionario al desborde criminal del
terrorismo árabe. De este modo, el señor Walsh aparece justificando las
matanzas de Lod, Munich, Fiumicino, Atenas, Zurich, Jartum, Kiriat Shmone,
Maalot, Shamir, y Nahariya, entre otras.
¿La verdadera revolución en Medio
Oriente es la paz?.
Saludo al señor Director atentamente.
Mario H. Sejatovich
Oficina de Prensa
Embajada de Israel
Respuesta
Flagrantes inexactitudes,
deformaciones de los hechos históricos, gruesos equívocos, son algunas de las
virtudes que la Oficina de Prensa de la Embajada de Israel en Buenos Aires
atribuye a mi reciente serie sobre Palestina, según la carta publicada en Noticias
el domingo 14.
En ella el señor Sejatovich,
funcionario de esa oficina, se propone reestablecer la verdad y lo intenta
sosteniendo, en síntesis, que Palestina era un país casi despoblado al fin de
la Primera Guerra Mundial; que el problema de los refugiados palestinos fue creado
por los propios líderes árabes, en 1948, al compeler a los pobladores árabes a
abandonar sus lugares de residencia; y que el 14 de mayo de 1948 los Estados
Árabes invadieron el Estado de Israel.
En mi serie de notas yo he sostenido
que Palestina era desde el siglo VII una tierra poblada por árabes; que el
éxodo de 1948 fue provocado por las organizaciones terroristas Haganah, Irgun y
Stern; y que fueron estas organizaciones las que desencadenaron la guerra.
Frente a opiniones tan dispares, un
lector distante tiene derecho a conocer las fuentes en que se basan para
deducir dónde está la verdad.
El mito de la Tierra sin Pueblo
Expliqué en mis notas que ya a fines
del siglo pasado la propaganda sionista convirtió al palestino en el hombre
invisible de Medio Oriente, a tal extremo que Teodoro Herzl hizo un viaje a
Palestina y escribió un informe donde no figuraba la palabra árabe. El mito de
la tierra sin pueblo era útil para fomentar la inmigración del pueblo sin tierra.
Ese mito renace en la carta de la Embajada de Israel, como si no hubiera sido
refutado.
Según el escritor israelí Amos Elon,
en un libro de 1971, cuando Herzl viajó a Palestina en 1898, debía haber allí
más de 500.000 árabes palestinos. Esto se complementa con una observación
formulada en 1891 por el judío Achad Haam, que conocía bien Palestina:
En el extranjero solemos pensar que
Palestina hoy es casi desierta, un páramo incultivado... Pero no es así, en
absoluto. Es difícil encontrar tierras sin cultivar... En el extranjero solemos
pensar que los árabes son todos salvajes, comparables a los animales, pero esto
es un gran error.
Cabe preguntarse si no es esa forma
racista de pensar, lo que volvía ?invisible? al palestino y lo que, todavía
hoy, hace que la Embajada de Israel invente cifras de población distintas a las
que figuran en los únicos censos conocidos. Así el señor Sejatovich afirma, sin
citar fuente, que al fin de la Primera Guerra la población árabe era de 557.000
y la población judía, de 100.000.
La verdad es que en 1914 los turcos
hicieron un censo que dio una población total de 689.272, y el sionista Arthur
Ruppin estimó que 60.000 eran judíos.
El 31 de diciembre de 1922 el Gobierno
de Palestina (o sea el Mandato británico) hizo un censo que dio estos
resultados:
Árabes: 663.914
Judíos: 83.794
Otros: 9.474
Total: 757.182
Es decir que cuatro años después de lo
que dice la Embajada, la población judía aun no llegaba a los 100.000. Tampoco
acierta la Embajada cuando dice que Palestina hasta comienzos de la década del
30 era una tierra de emigración árabe. Si comparamos el censo de 1922 con el de
1931, vemos que la población árabe creció el 28% y la población judía, el 108%
lo que sólo se explica por la política de inmigración que implantó el Mandato
británico.
De las cifras que acabo de citar se
deduce que los términos Palestina, país despoblado, son una falacia en cualquier
época que se considere. En 1922, la densidad de población ascendía a 22
habitantes por kilómetro cuadrado, cifra superior en ese momento a la de
Estados Unidos o la URSS, y que la Argentina no alcanzará en un siglo: lo que
espero no suministre argumentos a ningún colonizador.
El mito de la Agresión Arabe
Para explicar el éxodo palestino de
1948, la Embajada de Israel apela a un argumento que el sionismo ha dejado
prácticamente de utilizar desde 1961, cuando fue pulverizado por el
investigador inglés Erskine Childers.
El argumento pretendía que dirigentes
árabes habían hablado por radio a los palestinos ordenándoles evacuar sus
casas. Childers viajó a Israel en 1953 y pidió pruebas de ese alegato, sin
obtenerlas. Acudió entonces al Museo Británico, donde se conserva la versión
grabada por la BBC de todas las emisiones de radiales de Medio Oriente desde
1948, y no sólo no encontró un solo llamamiento árabe a la evacuación, sino
numerosas exhortaciones, e incluso órdenes, de permanecer en sus casas.
Las razones que incitaron a los
palestinos a huir al grito de Deir Yassin son la destrucción de aldeas y las
masacres que precedieron al 15 de mayo de 1948. Ello esta demostrado, en primer
lugar, por uno de los responsables de esas masacres, el dirigente de la Irgun
Menajem Begin, en su libro La Rebelión. Pero hay además centenares de
testimonios.
El mediador de la UN, conde Bernadotte
(asesinado por terroristas sionistas) dijo en su informe:
El éxodo de los árabes palestinos
resultó del pánico causado por la lucha, de rumores sobre actos de terrorismo
reales o supuestos y de la expulsión... Prácticamente toda la población árabe
huyó o fue expulsada del área ocupada por los judíos.
El periodista (y luego diputado)
israelí Uri Avneri dice:
En algunos casos, los dirigentes
judíos trataron de persuadir a los árabes de que se quedaran, por ejemplo en
Haifa. Pero por regla general los incitaron a abandonar sus ciudades y aldeas.
El propio Yigal Allon ha referido que
para limpiar Galilea de palestinos, llamó a los alcaldes árabes y les advirtió
?que se van a quemar todas las aldeas de Huleh... que huyan mientras hay tiempo.
El mayor OBallance, historiador militar
inglés, señala que expeditivamente los árabes fueron expulsados y obligados a
huir, como en Ramleh, Lydda y otros lugares. Dondequiera avanzaban en
territorio árabe las tropas israelíes, la población árabe era arrancada como
por una topadora.
El terror causado por las masacres
tipo Deir Yassin, y no las inexistentes exhortaciones de dirigentes árabes a
quienes nunca se nombra, fue pues la causa del éxodo.
La mayoría de esas masacres ocurrieron
antes del 14 de mayo, fecha de la invasión de Estados Árabes, y ocurrieron en
zonas netamente árabes, que aun dentro del Plan de Partición de la UN, figuraban
dentro del Estado Árabe.
Entre el 21 de diciembre de 1947 y el
14 de mayo de 1948, las organizaciones terroristas israelíes montaron las
siguientes operaciones de gran envergadura, fuera de los límites de Israel, que
en todos los casos significaron ocupación de territorio, toma o destrucción de
ciudades y pueblos, y expulsión de árabes: Qazaza (21.12.47); Sása (16.2.48);
Haifa (21.2.48); Salameh (1.3.48); Biyar Adas (6.3.48); Qastal (4.4.48); Deir
Yassin (10.4.48); Lajun (15.4.48); Saris (17.4.48); Tiberias (20.4.48); Haifa
(22.4.48); Jaffa (26.4.48); Acre (27.4.48); Safad (7.5.48); Beisan (9.5.48). La
fuente es el New York Times.
Estas incursiones, y los extensos
relatos que las documentan, prueban que Israel no esperó siquiera el día de su
Independencia, fijado por la UN, para lanzarse a la conquista de territorio
árabe; y que fueron sus organizaciones armadas las que desencadenaron la
guerra.
En este contexto, importan
relativamente poco las citas de funcionarios árabes que en su mayoría
pertenecían a gobiernos corrompidos y reaccionarios, de fuertes vínculos con el
colonialismo. Lo que hayan dicho o dejado de decir el rey Faruk, o el rey
Abdullah, o el títere británico en Irak, Nuri as Said, tiene tan poca
importancia como lo que hayan declarado los Comisionados designados por el
gobierno británico, a quienes cita la Embajada (Abdul Khader, el único
dirigente amado y seguido por los palestinos, murió en combate). Pretender que
sobre esos testimonios se pueda erigir el derecho a la dominación de un pueblo;
suponer que el relato de un refugiado (entre un millón), aparecido en un diario
jordano, justifique las infames Leyes de Expropiación dictadas por el Estado de
Israel sobre las tierras árabes; hablar de una imaginaria transferencia de
poblaciones; todo eso es defender lo indefendible.
Comprendo que el señor Sejatovich, lo
haya hecho, por encargo de su Embajada, con tan poca convicción.
Para reflexionar
Con respecto a los datos verificables,
sólo me resta agregar que las cifras de refugiados que di en mi serie de notas
proceden de la UN. La Embajada de Israel se permite, sin embargo, teorizar
sobre mi actitud frente al terrorismo y la violencia, que expliqué claramente
en mi serie sobre la Revolución Palestina.
Dije allí que apruebo la violencia de
los pueblos oprimidos que luchan contra sus opresores. Eso significa que el
terrorismo que se inscribe en esa lucha es -más allá del juicio particular
sobre cada acción- tan legítimo en el caso de los palestinos como en el caso de
la Resistencia francesa. Y que la insurrección de los palestinos frente a los
ocupantes de su patria es tan legítima como, por ejemplo, el alzamiento del
ghetto de Varsovia contra los nazis.
El testimonio de un escritor religioso
judío ayudará a comprender el paralelo:
En lo que a mi concierne ha dicho
Moshe Menuhin mi religión es el judaísmo profético y no el judaísmo-napalm. Los
nacionalistas judíos, el nuevo tipo de guerreros judíos no son judíos, sino
nazis judíos que han perdido todo el sentido de la moralidad y la humanidad
judías... A pesar de todos los artificios de encubrimiento y la construcción de
imágenes ficticias; a pesar de los torrentes de trucos sofisticados, publicidad
astuta, retórica polémica, ocultamiento de los hechos, redacción tendenciosa de
la historia, el hecho trágico es que los nacionalistas judíos se apoderaron por
la fuerza de las armas, del terror y de las atrocidades, de los hogares, la
tierra y la patria de los campesinos, trabajadores y comerciantes árabes, en la
vieja Palestina; construyeron una Patria Judía y la expandieron durante los
meses anteriores al 14 de mayo de 1948 por medio de masacres, despojos,
terrorismo, entre el 10 de abril y el 14 de mayo, expulsando a los árabes de
ciudades tan típicamente árabes como Deir Yassin, Jaffa, Acre, Ramleh, Lydda,
etc.. Los nacionalistas judíos son nazis judíos y yo siento vergüenza que me
identifiquen con ellos y con sus causas herejes.
Rodolfo Walsh, Periodista. Buenos
Aires, 1974.
Fuente:
Diario Noticias.
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