Para
promocionar los vínculos
entre Teatro, Política y
Sociedad
Por Mariano Pacheco
(Publicada en revista Deodoro, noviembre de 2014)
Se
realizó en Córdoba entre el 2 al 12 de Octubre. Un total de 17 obras se
llevaron a los escenarios de las salas “La Chacarita” y “Casa Grote”.
Hubo además proyección de películas, entrevistas públicas, mesas de debate, lecturas
públicas de narrativa y poesía. Un espacio de encuentro que parió un nuevo
colectivo de intervención cultural.
Tal
vez fue el mote de “poéticas varias”, o la idea de que el Festival de Teatro no
fuera solo eso, sino también un espacio de encuentro para impulsar/fortalecer los
vínculos entre Teatro, Política y Sociedad. Quién sabe. El hecho es que durante
diez días (del 2 al 12 de octubre), en la ciudad de Córdoba, “El urondo”
se llevó adelante en las salas “La Chacarita” y “Casa Grote”.
Centenares de teatristas, poetas, escritores, ensayistas, artistas
independientes y activistas sociales se reunieron para dar nacimiento a esta
primera edición de un Festival anual que terminó convirtiéndose en un
nuevo colectivo de intervención cultural. Organizado por los grupos “Zéppelin
Teatro”, “Elencos Concertados”, “Los de La vuelta” (que dirigen Jorge Villegas,
Enrique Giungi y Toto López, respectivamente), también participaron los grupos
“5M16”, “Des Armadero Teatro”, “Las Perez Correa”, “Teatro de ilusiones
Animadas”, “La Vueltaalperro”, “BiNeural-MonoKultur”, “Rimando Entreversos” y
artistas como Teti Cavo y Miguel Oyarzún.
Más allá de los escenarios
El
Festival contó también con actividades por fuera de los escenarios, con entrada
libre y gratuita. Una de ellas fue la proyección de “Darío Santillán, la
dignidad rebelde”, la película documental de Miguel Mirra y la entrevista
abierta que el periodista Dante Leguizamón le realizó al escritor Mariano
Pacheco, co-autor de Darío Santillán, el
militante que puso el cuerpo, el joven asesinado junto a Maximiliano
Kosteki el 26 de junio de 2002, en la denominada “Masacre de Avellaneda”. Otra,
la presentación del proyecto artístico “Pobre arte”, de Jorge Cuello, en el que
el artista rinde homenaje a las “Abuelas de Plaza de Mayo”. El evento contó con
la presencia de Sonia Torres, entre otros. También, se realizó una mesa debate
sobre “Teatro y dictadura-Teatro y democracia”, que contó con la participación
de José Luis Arce, quien fue entrevistado por Daniela Martín.
Por
otra parte, impulsado por el Grupo de Poesía Pan Comido, mates y criollos
mediante, se realizó durante toda una tarde, en la Plaza Comechingona (ex Colón),
una lectura colectiva de La patria
fusilada, el emblemático libro de Francisco Urondo publicado en 1973, en el
que aparecen en primera persona los testimonios de Ricardo René Haidar, María
Antonia Berger y Alberto Camps, los tres sobrevivientes del crimen político del
22 de agosto de 1972, recordado como la “Masacre de Trelew”. Libro que Urondo
construyó en base a los testimonios que grabó en la madrugada del 25 de mayo de
1973, mientras compartía cautiverio con los tres sobrevivientes, en la cárcel
de Villa Devoto y los presos políticos esperaban ser liberados por una multitud
que, afuera del penal, pujaba por acelerar el decreto presidencial que
finalmente Héctor Cámpora firmó, y con el cual se otorgó una amnistía a los
“combatientes revolucionarios” encarcelados.
Además,
“El Urondo” contó con una mesa sobre “Violencia institucional”, de la que
participaron Viviana Alegre (mamá del joven desaparecido Facundo Rivera
Alegre); Eugenia Aravena, de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina
(Ammar); el Abogado de derechos humanos Claudio Oroz; representantes del
Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos y madres de jóvenes victimas de
gatillo fácil.
El fuego y la palabra
En
diálogo con Deodoro, Villegas, Giungi
y Toto López cuentan la trama que los llevó a organizar esta primera edición de
“El Urondo”. Para Villegas, lo importante es que la identidad del festival “se
vaya” construyendo, con el tiempo, y con las actividades. “La idea es
visibilizar los colectivos y teatristas, los poetas y escritores que están,
además de haciendo sus obras, trabajando con los movimientos sociales, con
actividades anticarcelarias y otros temas. Es decir, con todos aquellos que
tienen muy unida la producción artística específica y la construcción de
ciudadanía”, cuenta el director de Zéppelin teatro. Y remarca que el festival
no pretende “ser un espacio de consagración, sino que se propone generar encuentros.
Giungi, por su parte, rescata la “generosidad” del Toto López, ya que “El
Urondo” surge de la metamorfosis del Festival Clandestino, que durante años
organizó el director de “Elencos Concertados”. “Creo que esa generosidad de la
que habla Giungi, en realidad tiene que ver con que hubo una propuesta
superadora. Así como el Festival Clandestino se organizó en una época, para
intentar visibilizar aquello que se pretendía invisibilizar desde el
establishment cultural local, que definía por donde tenía que pasar la estética
y el que no la acataba se quedaba afuera, creemos que después de once años hay
cosas que han cambiado, somos más visibilizados. Eso, por supuesto, tiene que
ver con la pelea de todo un pueblo. Y esta idea de visibilizar a compañeras y
compañeros militantes, tiene que ver con organizar todo ese espacio que existe,
pero que está como en la diáspora. El festival fue un primer paso para
conocernos y compartir una experiencia”, insiste el Toto López.
Para Guingi, vivimos una época en donde es
importante “sostener y cuidar lo que tenemos”. “Me parece que, sobre todo ellos
(por Villegas y López), que son de generaciones más grandes que la mía, saben
lo que cuesta vivir como estamos viviendo ahora, y como estamos trabajando en
democracia, y hay que apropiarse de las libertades que hemos conquistado”,
señala el teatrista. Y remata: “es uno de los puntos que tiene el festival:
apostar a construir la fuerza capaz de defenderlas. Y prepararnos para lo que
puede venir”. Villegas agrega que esa “apuesta militante” puede verse expresada
en el hecho de que ellos tres no son “un grupo de amigos que sale a hacer un
festival con su gusto”, sino que son artistas que tienen diferencias, pero que
se juntan para ir armando una propuesta. “Y la identidad es clave”, agrega. “El
hecho de llamarlo con el nombre de un poeta y guerrillero, muerto en combate,
es toda una señal. Porque El Urondo pretende generar una discusión con estos
temas”. Para cerrar, Toto López, el más grande de los tres, rescata dos frases.
Una: que lo colectivo es infinitamente superior a lo individual. Y segundo, lo
que decía Paco Urondo, que “todos los extremos son malos”. Y por eso tenemos
que ir más allá de los extremos.
Constelaciones
En
sus “Tesis sobre el concepto de historia”, Walter Benjamin escribió que “articular históricamente
el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido sino adueñarse de
un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”. Algo de eso
parece haber estado presente a la hora de elegir la figura, el nombre de
Francisco “Paco” Urondo para identificar esta experiencia. El riesgo de tomar
figuras y nombres del pasado para dar cuenta de procesos actuales es riesgoso,
se sabe, y el hilo para evitar caer en el folclore y apagar toda llama de
perspectiva revolucionaria que aun pueda quedar encendida es muy delgado. Sin
embargo, muchos de quienes asistimos a este Festival quedamos con una extraña
sensación de inactualidad, no en el sentido de viejo sino en el de porvenir.
Algo así como que una demora retrasa la llegada de algo que, por aquí y por
allá ya se hace sentir. Tal vez sea que el arte no representa tanto como
anuncia, y “El Urondo” es un síntoma de que hay miradas que están cambiando
respecto del vínculo entre arte, política y sociedad. Miradas que retoman del
ayer elementos imperceptibles desde la óptica de los vendedores de ilusiones y
monumentos del pasado. Miradas que, parafraseando nuevamente a Benjamin,
pretenden establecer un secreto compromiso de encuentro entre las generaciones
del pasado, y la nuestra.
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