jueves, 4 de diciembre de 2014

Córdoba: Festival “El Urondo"

Para promocionar los vínculos 
entre Teatro, Política y Sociedad

Por Mariano Pacheco
(Publicada en revista Deodoro, noviembre de 2014)

Se realizó en Córdoba entre el 2 al 12 de Octubre. Un total de 17 obras se llevaron a los escenarios de las salas “La Chacarita” y “Casa Grote”. Hubo además proyección de películas, entrevistas públicas, mesas de debate, lecturas públicas de narrativa y poesía. Un espacio de encuentro que parió un nuevo colectivo de intervención cultural.




Tal vez fue el mote de “poéticas varias”, o la idea de que el Festival de Teatro no fuera solo eso, sino también un espacio de encuentro para impulsar/fortalecer los vínculos entre Teatro, Política y Sociedad. Quién sabe. El hecho es que durante diez días (del 2 al 12 de octubre), en la ciudad de Córdoba, “El urondo” se llevó adelante en las salas “La Chacarita” y “Casa Grote”. Centenares de teatristas, poetas, escritores, ensayistas, artistas independientes y activistas sociales se reunieron para dar nacimiento a esta primera edición de un Festival anual que terminó convirtiéndose en un nuevo colectivo de intervención cultural. Organizado por los grupos “Zéppelin Teatro”, “Elencos Concertados”, “Los de La vuelta” (que dirigen Jorge Villegas, Enrique Giungi y Toto López, respectivamente), también participaron los grupos “5M16”, “Des Armadero Teatro”, “Las Perez Correa”, “Teatro de ilusiones Animadas”, “La Vueltaalperro”, “BiNeural-MonoKultur”, “Rimando Entreversos” y artistas como Teti Cavo y Miguel Oyarzún.

Más allá de los escenarios
El Festival contó también con actividades por fuera de los escenarios, con entrada libre y gratuita. Una de ellas fue la proyección de “Darío Santillán, la dignidad rebelde”, la película documental de Miguel Mirra y la entrevista abierta que el periodista Dante Leguizamón le realizó al escritor Mariano Pacheco, co-autor de Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo, el joven asesinado junto a Maximiliano Kosteki el 26 de junio de 2002, en la denominada “Masacre de Avellaneda”. Otra, la presentación del proyecto artístico “Pobre arte”, de Jorge Cuello, en el que el artista rinde homenaje a las “Abuelas de Plaza de Mayo”. El evento contó con la presencia de Sonia Torres, entre otros. También, se realizó una mesa debate sobre “Teatro y dictadura-Teatro y democracia”, que contó con la participación de José Luis Arce, quien fue entrevistado por Daniela Martín.
Por otra parte, impulsado por el Grupo de Poesía Pan Comido, mates y criollos mediante, se realizó durante toda una tarde, en la Plaza Comechingona (ex Colón), una lectura colectiva de La patria fusilada, el emblemático libro de Francisco Urondo publicado en 1973, en el que aparecen en primera persona los testimonios de Ricardo René Haidar, María Antonia Berger y Alberto Camps, los tres sobrevivientes del crimen político del 22 de agosto de 1972, recordado como la “Masacre de Trelew”. Libro que Urondo construyó en base a los testimonios que grabó en la madrugada del 25 de mayo de 1973, mientras compartía cautiverio con los tres sobrevivientes, en la cárcel de Villa Devoto y los presos políticos esperaban ser liberados por una multitud que, afuera del penal, pujaba por acelerar el decreto presidencial que finalmente Héctor Cámpora firmó, y con el cual se otorgó una amnistía a los “combatientes revolucionarios” encarcelados.
Además, “El Urondo” contó con una mesa sobre “Violencia institucional”, de la que participaron Viviana Alegre (mamá del joven desaparecido Facundo Rivera Alegre); Eugenia Aravena, de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar); el Abogado de derechos humanos Claudio Oroz; representantes del Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos y madres de jóvenes victimas de gatillo fácil.

El fuego y la palabra
En diálogo con Deodoro, Villegas, Giungi y Toto López cuentan la trama que los llevó a organizar esta primera edición de “El Urondo”. Para Villegas, lo importante es que la identidad del festival “se vaya” construyendo, con el tiempo, y con las actividades. “La idea es visibilizar los colectivos y teatristas, los poetas y escritores que están, además de haciendo sus obras, trabajando con los movimientos sociales, con actividades anticarcelarias y otros temas. Es decir, con todos aquellos que tienen muy unida la producción artística específica y la construcción de ciudadanía”, cuenta el director de Zéppelin teatro. Y remarca que el festival no pretende “ser un espacio de consagración, sino que se propone generar encuentros. Giungi, por su parte, rescata la “generosidad” del Toto López, ya que “El Urondo” surge de la metamorfosis del Festival Clandestino, que durante años organizó el director de “Elencos Concertados”. “Creo que esa generosidad de la que habla Giungi, en realidad tiene que ver con que hubo una propuesta superadora. Así como el Festival Clandestino se organizó en una época, para intentar visibilizar aquello que se pretendía invisibilizar desde el establishment cultural local, que definía por donde tenía que pasar la estética y el que no la acataba se quedaba afuera, creemos que después de once años hay cosas que han cambiado, somos más visibilizados. Eso, por supuesto, tiene que ver con la pelea de todo un pueblo. Y esta idea de visibilizar a compañeras y compañeros militantes, tiene que ver con organizar todo ese espacio que existe, pero que está como en la diáspora. El festival fue un primer paso para conocernos y compartir una experiencia”, insiste el Toto López.
 Para Guingi, vivimos una época en donde es importante “sostener y cuidar lo que tenemos”. “Me parece que, sobre todo ellos (por Villegas y López), que son de generaciones más grandes que la mía, saben lo que cuesta vivir como estamos viviendo ahora, y como estamos trabajando en democracia, y hay que apropiarse de las libertades que hemos conquistado”, señala el teatrista. Y remata: “es uno de los puntos que tiene el festival: apostar a construir la fuerza capaz de defenderlas. Y prepararnos para lo que puede venir”. Villegas agrega que esa “apuesta militante” puede verse expresada en el hecho de que ellos tres no son “un grupo de amigos que sale a hacer un festival con su gusto”, sino que son artistas que tienen diferencias, pero que se juntan para ir armando una propuesta. “Y la identidad es clave”, agrega. “El hecho de llamarlo con el nombre de un poeta y guerrillero, muerto en combate, es toda una señal. Porque El Urondo pretende generar una discusión con estos temas”. Para cerrar, Toto López, el más grande de los tres, rescata dos frases. Una: que lo colectivo es infinitamente superior a lo individual. Y segundo, lo que decía Paco Urondo, que “todos los extremos son malos”. Y por eso tenemos que ir más allá de los extremos.

Constelaciones
En sus “Tesis sobre el concepto de historia”, Walter Benjamin escribió que “articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido sino adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”. Algo de eso parece haber estado presente a la hora de elegir la figura, el nombre de Francisco “Paco” Urondo para identificar esta experiencia. El riesgo de tomar figuras y nombres del pasado para dar cuenta de procesos actuales es riesgoso, se sabe, y el hilo para evitar caer en el folclore y apagar toda llama de perspectiva revolucionaria que aun pueda quedar encendida es muy delgado. Sin embargo, muchos de quienes asistimos a este Festival quedamos con una extraña sensación de inactualidad, no en el sentido de viejo sino en el de porvenir. Algo así como que una demora retrasa la llegada de algo que, por aquí y por allá ya se hace sentir. Tal vez sea que el arte no representa tanto como anuncia, y “El Urondo” es un síntoma de que hay miradas que están cambiando respecto del vínculo entre arte, política y sociedad. Miradas que retoman del ayer elementos imperceptibles desde la óptica de los vendedores de ilusiones y monumentos del pasado. Miradas que, parafraseando nuevamente a Benjamin, pretenden establecer un secreto compromiso de encuentro entre las generaciones del pasado, y la nuestra.



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