Las más de cinco mil desapariciones en los últimos veinte años trazan
uno de los mayores agujeros negros de la posdictadura. Trata, violencia
institucional y las grietas del “nunca más”.
Por
Mariano Pacheco para revista Zoom
Los
de Yamila Cuello y Facundo Rivera Alegre son dos casos cordobeses
emblemáticos de ese agujero negro de la Argentina de posdictadura:
los casos de personas desaparecidas en democracia.
Esta
semana, dos actividades recuerdan en Córdoba estos casos que, desde
hace siete y cuatro años, son el rostro de un reclamo que puja por
hacerse oír.
TRAMAS
El
de Yamila es el único caso de Córdoba investigado por la Justicia
Federal como posible trata de personas. Vivía en Coronel Olmedo, uno
de los tantos barrios populares de Córdoba capital. Tenía entonces
21 años. Desapareció el domingo 25 de octubre de 2009. Su familia,
sobre todo su hermana Soledad, emprendió desde entonces una activa
militancia para sostener en pie el reclamo de búsqueda, a pesar de
los pocos recursos económicos con que contaba, de las trabas
burocráticas del sistema judicial, de la indiferencia de la clase
política. Para la familia, el principal sospechoso de su
desaparición es un ex novio, que según consta en el expediente
judicial jugaba clandestinamente, apostaba y cuando perdía, obligaba
a Yamila a tener relaciones sexuales con otras personas, a modo de
pago de las deudas contraídas. El hombre fue citado a declarar y
luego absuelto. La familia también ha denunciado que, si bien no se
sospecha de que haya sido el Estado el actor directo de la
desaparición de Yamila, sí está presente en las redes que
posibilitan la desaparición de mujeres y en la lenta actitud para
recuperarlas de la clandestinidad. En su caso, cuando quisieron
radicar la denuncia en la comisaría de su barrio, no se la tomaron,
y tardaron 48 horas en activar la búsqueda. Dicen los que saben que
esos dos primeros días son centrales a la hora de dar con el
paradero de una persona que ha sido secuestrada. Hoy la causa sigue
formalmente abierta, aunque sin signos de avance y, desde hace
tiempo, sin novedades.
PEREJILES
El
del “Rubio del pasaje”, como se lo conoce en Córdoba a Facundo
Rivera Alegre, es un caso “jurídicamente” más complejo que el
de Yamila, aunque sus familiares no dejan de señalar las
implicancias políticas del entramado que rodea a los expedientes
judiciales. Es un caso en el que hubo juicio y condena. “Es la
primera vez que una madre se queja por la condena a los culpables del
asesinato de su hijo”, arremetieron desde la fiscalía, tras la
disconformidad de Viviana Alegre, la mamá de Facundo, luego de que
la Cámara 11 del Crimen condenara a Pablo Rearte a 12 años de
prisión, como coautor del homicidio por el que su hermano de 15 años
fue declarado penalmente responsable. “Me arruinaron la vida, somos
inocentes, saben que somos inocentes”, replicó el menor de los
hermanos en la sala el día en que se leyó la sentencia.
La
hipótesis oficial de la fiscalía sostiene que Facundo fue asesinado
en un barrio alejado del Estadio del Centro donde se lo vio por
última vez, a donde había ido a ver a la banda de cumbia de Damián
Córdoba, quien le habría encargado comprar drogas. Según esta
hipótesis, El Rubio del Pasaje intentó pagar los estupefacientes
con dinero falso y discutió con los acusados (hijos de una conocida
vendedora de drogas), quienes terminaron asesinándolo ese mismo 19
de febrero de 2012, escondiendo su cuerpo y luego de ocho meses
cremándolo en el Cementerio Municipal de San Vicente. “Allí, el
cerebro habría sido un empleado que no sabe leer ni escribir y tiene
una discapacidad mental que no le permite operar maquinaria alguna,
menos aún un complejo horno crematorio. Un cementerio, además, con
constante presencia de cuatro a seis policías de guardia a metros de
los hornos, que no funcionan sin que se note”, escribió la abogada
de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional
(CORREPI), María del Carmen Verdú, refiriéndose al ex empleado
municipal Aldo Monje, quien finalmente resultó absuelto por la
Justicia. Para el abogado de Viviana Alegre, Claudio Orosz, las
pruebas recolectadas en la investigación judicial no hacen más que
“crear un marco de duda”. Tanto él, como la familia de Facundo y
las organizaciones sociales que la han acompañado durante estos
años, la principal sospecha debería recaer sobre la “brava”
policía de Córdoba. El joven fue visto por última vez cerca de la
Central de Policía. El único testigo presencial del caso apareció
un año y nueve meses después, y ubicó al hecho entre las 5.45 y
las 6 de la mañana en el barrio Maldonado, hora en la que se ubica a
Facundo marcando tarjeta en un colectivo.
RESPONSABILIDAD
Y OMISIÓN
Los
casos de Yamila y Facundo, emblemáticos en una provincia gobernada
por la derecha peronista desde hace dos décadas, con una de las
policías más “autonomizadas” del país (que en diciembre de
2013 protagonizaron la “rebelión” que logró contagiar a los
uniformados de otros sitios de la geografía nacional), tienen sus
símiles en otras latitudes de la Argentina. Las cifras de los
desaparecidos en el país entre 1990 y2013 lograrían captar la
atención de cualquier desprevenido que no tiene mucha idea de la
cuestión. Sin embargo, paracen no alarmar demasiado a los gobiernos,
que muchas veces brindan respuestas acotadas o insuficientes para los
reclamos de una importante porción de la sociedad que suele
acompañar los reclamos de familiares y amigos de las víctimas. En
el período mencionado, desaparecieron en Argentina 3.231 mujeres y
2.081 varones. Eso, al menos, según los datos revelados por un
informe publicado el año pasado por el gobierno Nacional. Informe al
que la gestión de José Manuel De la Sota se negó a aportarle datos
sobre las desapariciones acontecidas en Córdoba.
Esta
investigación, realizada conjuntamente entre la “Procuraduría de
Trata y Explotación de Personas” del Ministerio Público Fiscal de
la Nación (PROTEX) y la organización no gubernamental Acciones
Coordinadas Contra la Trata (ACCT), a partir del proyecto “Búsqueda
e identificación de Víctimas de Trata y delitos conexos”, se basó
en la información brindada por las Secretarías de Derechos Humanos
del país y las Policías Provinciales, a las que se les solicitó
reenviaran las denuncias presentadas por desaparición, extravío y
ausencia de personas, tanto de menores como de mayores de edad.
Si
bien el gobienrno de Córdoba no remitió información acerca de
personas buscadas en la provincia, según establece el informe, se
pudieron de todos modos relevar denuncias a partir de otras fuentes
documentales, como la ONG Missing Children, el Registro de Personas
Desaparecidas de Buenos Aires y la base de ACCT. Así pudo
establecerse que al menos siete personas fueron denunciadas como
desaparecidas en la provincia entre 2004 y 2012. De las siete
denuncias, 4 corresponden a niñas, adolescentes o mujeres adultas y
3 a niños, adolescentes o varones adultos. Las edades más
representadas son las de dos casos de niñas/os de 5 años, un caso
de 14 años de edad, 3 casos de entre 21 y 24 años, y otros dos
casos de 37 y 78 años.
MICROPOLÍTICAS
Y POLÍTICAS DE ESTADO
Desde
algunas organizaciones sociales y organismos de Derechos Humanos
reclaman que el Estado, en sus distintas esferas, efectivice
políticas concretas para una “búsqueda real” de las personas
desaparecidas en democracia.
La
Coordinadora por la Aparición con Vida de Yamila Cuello, por
ejemplo, ha denunciado que con la confusión, tanto durante las
gestiones provinciales y nacionales anteriores como en las actuales,
de dos fenómenos diferentes como son la Trata de Personas y el
Trabajo Sexual, no se contribuye a una real esclarecimiento de los
casos de desaparición de mujeres. Para ejemplificar comentan el
hecho de que entre el número de mujeres rescatadas en todo el país,
producto de los allanamientos en prostíbulos, no se encuentren
mujeres denunciadas por desaparición. También reclaman la
implementación de medidas que ayuden a terminar con el flagelo de
las desapariciones en democracia y denuncian la complicidad que suele
producirse entre las policías provinciales y el Poder Judicial de
cada lugar, así como la ausencia de un Registro Único y Federal de
Personas Desaparecidas.
El
caso de Rivera Alegre, en este sentido, no puede dejar de mirarse a
la luz de otros casos como
el
de Luciano Arruga y Maida Castro, cuyos restos estuvieron años
enterrados como NN en cementerios. Esto recuerda también que tampoco
existe en Argentina un Registro Único de Personas Enterradas como
NN.
La
concentración realizada el martes en la Plaza de Fundador,
recordando los siete años de la desaparición de Yamila Cuello, y la
jornada de intervenciones performáticas prevista para esta tarde en
el Archivo Provincial de la Memoria, acompañando el reclamo de la
madre de Facundo Rivera Alegre para que se reabra la causa que ordena
la búsqueda del cuerpo de su hijo, son dos expresiones de una puja
entre aquellos anhelos y exigencias esbozadas por un sector de la
sociedad que no se resigna a aceptar las explicaciones oficiales, y
un entramado político, policial y judicial que es acusado de
ineficaz, cuando no de directamente cómplice de ese flagelo de la
democracia.
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