Tres
Ecologías y Revolución Molecular
Por Mariano Pacheco*
Entre
el “preferiría no hacerlo” melvilleano (Bartlebly), y el “lo
hacemos por costumbre” delezeuziano/guattariano, me quedo con éste
último. Las efemérides son una costumbre argentina, y en tiempos de
redes sociales y pandemia, mucho más. No me considero, lo que se
dice, un amante de las efemérides. Pero puesto a elegir, prefiero
los aniversarios de natalicio que los mortuorios. Así que en función
de seguir tejiendo este “secreto compromiso de encuentro” entre
las generaciones pretéritas y las actuales, como supo decir Walter
Benjamin, van estas líneas rescatando la figura y algunas aristas
del pensamiento de Félix Guattari, quien nació un día como hoy, 30
de abril, no en Argentina sino en Francia, hace 90 años.
I-
La crítica, siempre
Con
Félix Guattari –decimos Guattari para usar un nombre propio que
expresa una diversidad de nombres y experiencias colectivas-- la
critica de la economía política, inaugurada por Karl Marx, va un
paso más allá, introduciendo también la dimensión de la crítica
de la economía subjetiva. Si el deseo y la producción subjetiva son
del orden de la infraestructura, entonces, en los años del
Capitalismo Mundial Integrado –como luego en la era del “realismo
capitalista” de la que nos habla Mark Fisher-- la apropiación de
la producción subjetiva serán fundamentales, junto al control
político y el antagonismo social nacido en el ámbito de la
producción material.
Parece
un matiz respecto del “marxismo clásico”, pero contiene
consecuencias teórico-políticas fundamentales, puesto que desde
allí Guattari va a construir su planteo de “Tres ecologías”:
una “ambiental”, que replantee el vínculo entre la humanidad
(acción depredatoria) y el planeta; otra “social”, atravesada
por las luchas de clases; y, finalmente, una tercera dimensión, la
“ecología mental”, que asume que el capitalismo, en su fase
neoliberal, profundiza la angustia, la tendencia a la soledad, el
individualismo y la neurosis, separando a los sujetos del campo
social y privatizando el malestar. “No hay oposición entre las
tres ecologías –escribe Guattari--. Toda aprehensión de un
problema medioambiental postula el desarrollo de universos de valores
y por lo tanto, de un compromiso ético-afectivo”.
II-
La invención, por sobre todas las cosas
“Nosotros
no hemos conseguido inventar una estructura política que sea capaz
de desarrollar esos dos tipos de lucha al mismo tiempo; y por eso
pienso, los movimientos sociales se han vaciado en lo esencial”.
Quien
habla, para referirse a esta dicotomía incruenta establecida entre
la micro y la macro-política, no es un militante argentino de la
generación del 2001, sino Félix Guattari, en los años ochenta,
reflexionando en torno a experiencias como la “Autonomía Obrera”
en la Italia de fines de los setenta, y su incapacidad para evitar el
aislamiento, pensar la relación entre las experiencias puntuales y
la “comprensión global que las clases populares tenían de los
problemas”. Así, según Guattari, las experiencias de la autonomía
terminaron “replegándose sobre sí mismas”, presentándose como
“tribus totalmente externas en relación con el conjunto del campo
social”.
¿Por
qué esta incomprensión de quienes comprendieron tan bien los
cambios que habían acontecido en las sociedades capitalistas de
posguerra? Quizás porque esencializaron uno de los momentos de la
construcción, podríamos arriesgar. Porque redujeron la política
revolucionaria a la construcción local desde abajo.
“Es
preciso inventar un medio que permita la coexistencia de esas dos
dimensiones. No sólo un medio práctico, un medio de intervención
real, sino también un nuevo tipo de sensibilidad, un nuevo tipo de
raciocinio, un nuevo tipo de teoría”, comenta Guattari, para
quien, si bien lo fundamental pasa por la micropolítica (en tiempos
en que poco o nada se hala sobre ella), la dimensión macropolítica
no puede quedar fuera del horizonte de una analítica crítica.
En
ese sentido, es un autor que presta una profunda atención a la
importancia de “desmoralizar” el análisis. “En el nivel de la
micropolítica no puede funcionar una una lógica maniqueísta, a
aprtir de la cual los ´buenos´ podrían hacer un agrupamiento entre
sí para ir a atacar a los ´malos´”. Algo similar había
anunciado ya en Mil mesetas (segundo tomo de Capitalismo y
esquizofrenia), junto a Gilles Deleuze, cuando sostuvieron que en
el rizoma “habita lo mejor y lo peor”.
No
se trata de copiar o cambiar de modelos, sino de inventar, de
“encontrar una salida”, para decirlo en los términos kafkianos
de una literatura menor (la que anuncia un pueblo que falta).
III-
Relaciones de fuerzas y revolución molecular
Si
la “Revolución molecular” pasa para Guattari, fundamentalmente,
por la transformación singular y la experimentación grupal para
salirse de los “modelos dominantes de subjetivación” (sistemas
modelizantes), queda claro para él –asimismo-- que ningún
movimiento molecular “podría sobrevivir durante mucho tiempo sin
establecer una política en relación con las fuerzas existentes, con
los problemas económicos, con los medios de comunicación...”. Es
decir, que son los cambios en las relaciones de fuerzas (plano molar)
los que pueden dar respuestas fundamentales a problemáticas que
afectan a un país, como pueden ser el hambre, o el fin de una guerra
en las disputas internacionales.
Esta
mirada sobre la “Revolución molecular” asume lo molar como lugar
de constitución de las grandes identidades, no para negarlas, sino
para intervenir sobre ellas. Así, si la micropolítica pasa por
ejercer una “analítica de las formaciones del deseo en el campo
social”, la macropolítica pasa por operar transformaciones a nivel
de las instituciones. No se trata entonces de construir un gueto en
el cual analizar los modos dominantes de subjetivación, sino de
agenciar los procesos de singularización en el propio nivel en el
que emergen, combinando la lucha en el frente del deseo con la lucha
de clases más general. Operar una transformación en la relación
entre el movimiento de autoorganziación de la actividad social y el
Estado, también forma parte de la Revolución molecular, puesto que
es a nivel molecular, también, en donde se expresan los modelos que
hacen depender a la política de los poderes del Estado. Como todo
marxista, también Guattari entiende que algo que tiene que ver con
una revolución implica un “momento de irreversibilidad de un
proceso”, que a su vez es proceso de “no retorno al mismo punto”.
Por
eso para Guattari, la revolución es un “proceso que produce
historia”, que termina con “la repetición de las mismas
actitudes y de las mismas significaciones”.
Una
revolución así, que duda cabe, es un proceso, una dinámica
imprevisible, que apuesta a la experimentación y la creatividad,
tanto en el plano singular, como colectivo.
“Conseguir
que las finalidades del movimiento político en su conjunto no se
reduzcan a los objetivos de toma del poder político, de
reivindicaciones contra la derecha, de reivindicaciones sociales y de
derechos”, escribe Guattari. Y agrega: “Conseguir que, a través
de todas las dialécticas de esos procesos de autonomía en el campo
social, el movimiento político desemboque en una de las finalidades
fundamentales de la singularidad y la autonomía”.
No
se trata entonces de oposición/exclusión, sino de conjunción, de
co-existencia de dimensiones de la intervención política, y de su
mutua contaminación.
*Nota publicada en La luna
con gatillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario