(Primera parte)
Por Mariano Pacheco
(Agencia Paco Urondo)
En este primer texto me
propongo repasar algunos de los principales acontecimientos políticos
que, tanto en el plano nacional como internacional, acompañaron el
proceso de radicalización política de gran parte de las militancias
peronistas, desde su nacimiento en 1945 hasta finales de la década
del cincuenta.
I-
Es difícil entender el
proceso político de cualquier país durante el siglo XX, si no es en
el contexto del enfrentamiento que se libra al menos desde 1917 entre
los países capitalistas/imperialistas y el proletariado que comienza
a protagonizar luchas por su emancipación del capital en casi todos
los rincones del planeta. Por algo, historiadores como el británico
Eric Hobsbawm se refieren al siglo XX como el “siglo corto”
(1914/1991). Así y todo, en cada lugar, los enfrentamientos se
libran de acuerdo a características específicas, ligadas a la
propia historia de cada país, con los rasgos que cada formación
social posee.
En sus clases de 1937 en el
Instituto Militar y Político Antijaponés de Yenán, Mao Tse Tung
insiste en la importancia que tiene, para el materialismo dialéctico,
asumir la tesis de que las “contradicciones internas” son la
causa básica del desarrollo de todo movimiento (obviamente, en
interconexión e interacción con las causas externas, que
constituyen la causa secundaria). Más allá de cierta rigidez, e
incluso de dogmatismo de estas “Tesis filosóficas” (“Sobre la
práctica”; “Sobre la contradicción”) que tienen ya casi un
siglo además (y retoman discusiones del siglo XIX), quisiera
rescatarlas aquí para intentar evitar el enfoque unilateral en el
tema que nos convoca (el proceso de radicalización del peronismo, de
sus militancias) y recordar que, como insiste Mao, las “causas
externas actúan a través de las causas internas”. Esto es: no
desconocer ni el plano interno de la producción, ni las influencias
externas que actúan al interior de aquél.
El capitalismo, por otra
parte, es un sistema que se caracteriza por este doble polo de
mercado mundial y Estados nacionales, con lo cual, es difícil pensar
la historia de un país desconectada del contexto internacional;
situación, de todos modos, que no debería llevarnos al error de
pensar la lucha de clases en un país determinado sólo como efecto
de ese enfrentamiento global
II-
En Argentina, si bien puede
pensarse que el peronismo posee rasgos similares al de otros
“populismos” o procesos populares del continente, se produce la
particularidad de que su líder, Juan Domingo Perón, no sólo
enuncia un rasgo distintivo del proceso (“La Tercera Posición”),
sino que incluso intenta teorizarlo y darle un respaldo filosófico.
Así, a inicios de 1949, se realiza en Mendoza el Primer Congreso
Nacional de Filosofía (Gabriel D´ Iorio supo publicar un bello
texto al respecto, en algún número de El río sin orillas.
Revista de filosofía, cultura y política). En el evento juega
un rol fundamental el filósofo Carlos Astrada (discípulo argentino
del emblemático filósofo alemán Martín Heidegger), y el propio
Perón asiste (junto con Evita) para brindar una conferencia, a modo
de cierre de la sesión de clausura (el texto de aquella conferencia
será difundido en formato libro, desde los años cincuenta, bajo el
título La comunidad organizada).
Duró poco, de todos modos, la
idea de que era posible, vía un Estado Benefactor, sostener la
alianza de clases. En 1955 el propio Perón promueve el “Congreso
de la productividad” (al que la CGT logró imponerle el agregado “Y
del bienestar social”). Ya no se trata, para entonces, sólo de los
“derechos de los trabajadores”, sino de enfrentar ciertas
dificultades económicas (balanza de pagos deficitaria). El poder no
sólo de los sindicatos, sino de las Comisiones Gremiales Internas,
complica el aumento de la “plusvalía relativa” por parte de los
empresarios, quienes –de todos modos-- no pueden revertir una
relación de fuerzas que es la más favorable para la clase obrera
argentina en toda su historia. No pueden entonces, pero sí a la
brevedad, cuando se lleven adelante el golpe de Estado.
La historia es conocida:
muerta Eva el peronismo queda no sólo golpeado “espiritualmente”,
sino en su materialidad estratégica (el plan de Evita de gestar
“milicias obreras” junto a la CGT es desactivado, las propias
armas compradas por la “abanderada de los humildes” son
entregadas por Perón al Ejército Argentino). Entre la sangre y el
tiempo, dice Perón, él elige el tiempo. Pero las luchas de clases
nunca dependen de la voluntad de un individuo, y ante su exilio
(llevó su tiempo conquistar su retorno: 18 años), sin armas y sin
protección garantista del Estado Benefactor, el proletariado
argentino se ve expuesto a una ofensiva clasista profunda (al golpe
del Estado le sigue una dictadura que no sólo encarcela y obliga a
exilios, sino que tortura y fusila, y proscribe, mientras arrebata
derechos conquistados). Se inicia así el largo tiempo teñido de
sangre obrera.
III-
Si bien la Primera Guerra
Mundial ofició como un duro golpe para las expectativas de hacer de
la humanidad una experiencia atravesada por la justicia, la libertad,
la igualdad y la fraternidad, con la Revolución
R de 1917 las esperanzas vuelven a ser renovadas. Al menos
parcialmente.
De
Rusia al resto del mundo, los procesos revolucionarios irán
encadenando una dinámica que llega hasta fines de los años setenta,
cuando en Nicaragua el Frente Sandinista de Liberación Nacional tome
el poder, destronando a la dictadura de la familia Somoza.
El
proceso no es lineal, y la Segunda Guerra Mundial será el otro gran
momento trágico del siglo. Tras la muerte de Lenin, en 1924, y el
proceso creciente de stalinización de la URSS (con el consecuente
exilio de León Trotsky, jefe del Ejército Rojo, el aplastamiento de
la “Oposición de Izquierda” y el aniquilamiento de la “Viaja
Guardia Bolchevique”, prácticamente solo el triunfo de la
República Española, en 1936, oficiará como episodio esperanzador…
Pero como sabemos, la guerra civil enterrará los sueños
emancipatorios y en España se librará la antesala del conflicto
bélico en puertas). Así y todo, con la “degeneración estalinista
del socialismo” a cuesta, la URSS –su Ejército Rojo-- logra ser
el factor determinante en la victoria frente al eje nazi-fascista.
Con
el fin del conflicto bélico interimperialista quedan atrás,
sepultados, los intentos revolucionarios en Italia y Alemania, cuyas
tempranas derrotas dieron paso al ascenso del fascismo y el nazismo
(muerto Antonio Gramsci tras duros años de cárcel; asesinada Rosa
Luxemburgo por la socialdemocracia), pero así y todo, la segunda
mitad del siglo no será menos convulsionada que la primera, aunque
el centro de los conflictos se desplace a las periferias.
VI-
En Argentina, el conflicto
armado centrado en Europa posibilitó de algún modo la aparición de
un fenómeno como el del peronismo.
Más allá de las acusaciones
contra Perón, por su supuesto linaje nazi-fascista, en octubre de
1945 la clase obrera tomó partido, y ese partido se llamó
peronismo. El lamentable modo en que actuó gran parte de la
izquierda orgánica (fundamentalmente el Partido Socialista y Partido
Comunista, puesto que el anarquismo ya llevaba años habiendo perdido
la hegemonía dentro del movimiento obrero) fue estudiado, entre
otros, por Juan José Hernández Arregui, y puede seguirse su rastro
leyendo un libro como La formación de la conciencia nacional.
En el peronismo, se sabe,
confluyen algunos elementos católicos, de la derecha nacionalista,
incluso alguna tendencia con simpatías nazifascistas, es cierto,
tanto como que una importante corriente del radicalismo –sobre todo
su ala Yrigoyenista, y grupos como FORJA) darán un sustento popular
y antiimperialista, junto con gran parte de las dirigencias medias
obreras que poseen ideas de izquierda y se suman al nuevo movimiento,
acompañados de algunos cuadros políticos anarquistas, socialistas y
comunistas (el cuadro teórico de mayor renombre es Rodolfo
Puiggros).
El experimento, como decíamos,
no dura siquiera una década. El frente de alianzas de clases estalla
por los aires en 1955. El Ejército no queda partido en dos, sino que
es mayoritariamente golpista; la Iglesia promueve los bombardeos a
civiles en lugares públicos desde aviones que llevan la leyenda
“Cristo Vence”; no hay fracción de la “burguesía nacional”
que se proponga sostener al peronismo; los sectores medios han sido
desde 1945 abiertamente antiperonistas. En fin: es sólo la clase
obrera quien se sigue identificando con el peronismo y se propone
continuar sosteniendo el grito de guerra de seguir “Combatiendo al
capital”.
El
proceso de la resistencia peronista es factor determinante del
proceso de radicalización de las amplias franjas obreras
identificadas con el peronismo, y puede seguirse con atención
leyendo la correspondencia entre Perón y Cooke; o libros como
Operación masacre,
de Rodolfo Walsh. También estudiando los “Documentos” compilados
por Roberto Baschetti o viendo films como “Operación masacre”,
de Jorge Cedrón, o “Los traidores”, de Raymundo Gleyzer.
De
todos modos, no pueden dejar de tenerse en cuenta los cambios que se
producen en mundo desde los años cincuenta y, sobre todo, al
iniciarse la década del sesenta.
IV-
En
1949, liderado por Mao Tse Tung y el Partido Comunista, triunfa la
Revolución en China, dando paso a la construcción de una “República
popular”. El término popular, y la base mayoritariamente campesina
de China, sumado a la posición “nacionalista” que el PCC supo
tener frente a la invasión japonesa, produjeron una de las primeras
inflexiones en la ortodoxia del movimiento comunista internacional.
El concepto de masas populares toma distancia de cierto obrerismo
marxista, y en Argentina el ya mencionado pensador marxista Juan José
Hernández Arregui cita Mao para referirse al gobierno peronista como
una “democracia autoritaria de masas”.
En
1956 se desata en Hungría una revolución que, a la vez que
anticapitalista, se manifiesta contra la burocracia soviética.
Habían pasado ya tres años desde la muerte de Stalin y en febrero
de ese mismo 1956, un informe es leído en el XX Congreso del PCUS
(Partido Comunista de la Unión Soviética), donde se denuncian los
crímenes de Stalin. Pero en Hungría la “autocrítica”, así,
“por arriba”, parece insuficiente, y se desata todo un proceso de
rebelión “por abajo”.
En
Argentina, mientras tanto, la brutalidad de la Revolución
libertadora, su política antiobrera, su persecución a los
dirigentes gremiales y la clausura de los sindicatos van acercando
posiciones entre las militancias de izquierda, y el activismo
peronista que hace armas de sabotaje en la resistencia.
En enero de 1959,
encabezados por Fidel Castro y el argentino Ernesto Guevara, triunfa
una revolución antiimperialista y antidictatorial en Cuba, que dos
años más tarde va a declararse socialista y enfrentarse a los
Estados Unidos. El Che se va transformando en una figura clave de la
lucha Latinoamericana, e incluso mundial, y personajes del peronismo
(como Cooke) pasan sus días en La Habana, intentando gestar puntos
de confluencia entre la dirigencia comunista cubana y el activismo
peronista en la resistencia argentina. Incluso Cooke solicita a Parón
que deje la España franquista y se instale en Cuba. Cooke, el
dirigente peronista que logra escapar de las cárceles de “La
fusiladora” (como Walsh denominará a la dictadura de Aramburu), en
ese enero del 59 acompaña una acción que será uno de los hitos de
la combatividad de la clase obrera argentina: la toma del frigorífico
Lisandro de la Torre. Los “caños” para hacer sabotaje contra las
empresas y las tomas de fábrica serán rasgos distintivos de la
resistencia peronista, que se organiza clandestinamente a lo largo y
ancho del país.
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