“Yo milito para que los hombres sean felices, no para que haya más
autos y edificios”
Por Mariano Pacheco
“El
mundo es cada vez más urbano y las megaciudades se están
transformando en trampas mortales”, dice Emilio Pérsico en este
diálogo con Zoom, para luego recordar: “la Argentina hoy
por hoy es uno de los países más urbanos del mundo”.
Pérsico
es hoy por hoy el dirigente de los movimientos populares con mayor
peso dentro del Estado. Quizás por su forma de vestir, por el modo
de hablar, por el lugar en donde sigue viviendo o la forma de
vincularse con sus compañeros y compañeras, muchos lo respetan y
admiran, pero en general le dicen Emilio, o El Emilio, de acuerdo a
la zona del país de la que se trate. Proveniente del peronismo
revolucionario setentista, Pérsico sostuvo durante los años noventa
la militancia en el marco de pequeños agrupamientos que, sin dejar
de ser peronistas, se dispusieron a enfrentar al menemismo. Luego,
con el kirchnerismo, fue una pieza clave para intentar achicar esa
enorme brecha que se había abierto en torno a 2001 entre los
movimientos sociales y el peronismo. Para el segundo gobierno de
Cristina Fernández el Movimiento Evita comenzó a dirigir algunas
críticas al interior del oficialismo y tras la derrota electoral de
2015, se distanciaron aún más del cristinismo, llegando incluso a
tejer nuevas alianzas, como en 2017 impulsando al candidatura de
Florencio Randazzo, cuyo jefe de campaña fue el actual presidente
Alberto Fernández. Desde 2011 comenzaron a impulsar, la
Confederación de Trabajadores de la Economía Popular –incluso
muchos sostienen que fue idea de “El Gordo”-- junto con otros
agrupamientos de distintas tradiciones y posicionamientos. En
diciembre de 2019, la CTEP, junto con Somos Barrios de Pie, la
Corriente Clasista y Combativa y un sector del Frente Popular Darío
Santillán, lanzaron la UTEP, la “Unión” que nuclea tradiciones
del peronismo, el cristianismo y las izquierdas, que pretende dar
marco sindical a esa nueva realidad del precariado.
En
medio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio por el CODID
19, revista Zoom le propuso al actual secretario de Economía
Social del ministerio de Desarrollo Social de la Nación conversar
sobre las perspectivas políticas de salida frente a la crisis que ha
provocado la pandemia mundial.
Desde
el punto de vista de los movimientos populares, en medio de esta
situación mundial, ¿cómo pensás una posible salida de la pandemia
en función de estos intereses?
Bueno,
¡me haces una pregunta que es como para escribir un libro!
En
primer lugar, te diría que no sabemos aún como termina este
capítulo, por lo tanto, cuesta pensar en cómo escribir el próximo
capítulo. Es un libro que vamos escribiendo día a día. Entonces,
primero: hay que terminar de escribir este capítulo. El otro día
leí una editorial de un periódico inglés que decía: “lo único
que sabemos, el único análisis predecible sobre el futuro es la
incertidumbre”. Creo que esa frase da una idea: quienes analizan
los mercados sostienen que por delante tenemos la incertidumbre.
Lo
que sí creo, por lo que vengo viendo, es que al menos algunas
características del capitalismo como vino siendo hasta ahora, en
estos años de globalización, yo creo que van a cambiar. Un tema del
que ya se ha hablado y analizado mucho es el rol del Estado. Me
parece claro que hoy es mucho mayor su importancia y eso es lo más
evidente. Si en Argentina no existiera una salud pública con fuerte
tradición estaríamos mucho peor. Los países europeos que han
tenido mejor salud pública fueron los países que no la pasaron
peor. Pero hay otras características: por ejemplo las empresas
industriales globales van a entrar en un proceso de fuerte
cuestionamiento. Estados Unidos es el mayor productor de equipamiento
médico del mundo, pero por más que se le ponga la marca y se lo
embale en Estados Unidos, la mayor parte de ese equipamiento se hace
en China. Y hoy el gobierno chino está vendiendo sus productos
médicos directamente al mundo, sin forma directa, por miedo a que se
lo confisquen. En Argentina, por ejemplo, tenemos una sólo empresa
que hace respiradores, 400 por semana, y eso nos permite ir
equipándonos. Otro ejemplo: Alemania está por empezar a fabricar
autos nuevamente, pero las cajas de cambios de esos autos se fabrican
en Argentina. ¿Vos pensás que Alemania no se pondrá a fabricar
esas piezas allá, pensando en que algo similar a l que sucede con la
pandemia actual puede volver a pasar? ¿Estados Unidos no va a
repatriar sus fábricas de respiradores expandidas por el mundo
pensando que algo similar pueda volver a ocurrir? Y así con todo.
Otro
tema es la urbanización. El mundo es cada vez más urbano y las
megaciudades se están transformando en trampas mortales para la
humanidad, no sólo en cuanto a la contaminación. Esto se ve muy
bien en China, que se estaba urbanizando a un promedio de 50 millones
de chinos por año. Es decir, toda la población de Argentina que se
iba a vivir a las grandes ciudades. Eso paró. Pero la Argentina hoy
por hoy es uno de los países más urbanos del mundo, tenemos sólo
el 8% de población agropecuaria, mientras que Italia tiene el 30,
Alemania y Estados Unidos el 25%. Es decir, que la burguesía ya no
va a conformarse con irse a vivir a countris, sino que –como viene
sucediendo-- se va a ir a vivir a chacras, en el medio del campo,
alrededor de las grandes ciudades. Se va a conformar un sexto cordón
en Buenos Aires que van a ser chacras. Entonces, nosotros también
tenemos que pensar en nuevas formas de urbanización para los
trabajadores. Y es un tema urgente y actual: las empresas de las
grandes ciudades no van a poder abrir, en cambio, las fábricas de
los poblados más chicos, sí. Mirá, cuando se abrió Arcor, durante
el peronismo, se armaron muchas de las fábricas de alimentos más
importantes del país, en el interior.
Y
en tercer lugar, está la cuestión de la soberanía alimentaria, no
nacional, porque la Argentina es soberana en términos alimentarios,
pero sí en términos locales: que cada región del país se
autoabastezca, con carnes y verduras, leche. La gente quiere comer
bien. Y los alimentos sanos valen un 60% más que los denominados
industriales. Y esa brecha se va a ampliar. Eso abre una gran
oportunidad para la Argentina. Porque Argentina está en el culo del
mundo, o como en mi caso que soy nacionalista, es el inicio, el mapa
al revés. Y el aislamiento territorial, hoy ofrece una oportunidad
de producir alimentos sanos para el mercado interno y para exportar
al mercado mundial.
¿Y
respecto de la economía popular?
Bueno,
yo creo que los políticos han descubierto al sector. Es una
discusión histórica que venimos teniendo con la clase política,
incluso con los sectores sindicales. Nosotros dijimos que eran más
de cuatro o cinco millones los trabajadores sin derechos en este
país, que había alrededor de doce millones entre desocupados,
subocupados, trabajadores de la economía popular. Ahora, cuando el
Estado lanza una ayuda para cada familia en esta situación,
calculaba tres millones y medio. La planilla excel le decía eso a al
política, pero pasaron el filtro más de ocho millones de familias.
La mayoría de los trabajadores de la Argentina hoy están sin
derechos, porque también tenés que sumar a esas cifras a muchos
trabajadores del Estado que no están bajo convenio, cuando la
Argentina llegó a tener al 90% de sus trabajadores bajo convenio. La
pandemia ahora lo que hizo fue visibilizar todo ese proceso de debate
en torno a la economía popular, que creo se va a seguir
profundizando.
¿Pero
qué relación de fuerzas analizas en este contexto? Porque riquezas,
en este país, hay. El tema es cómo la crisis se define en función
de los intereses de las mayorías trabajadoras. Y esa es una
resolución política que está atada a las relaciones de fuerzas.
En primer lugar diría que hay
que pensar la política desde otras coordenadas. Yo me cuestiono
mucho, incluso, formas en que pensaba la política en otros momentos.
Es evidente que donde hay pobreza hay riqueza, pero entiendo que a
ese análisis hay que darle una vuelta de tuerca más, preguntarse
qué es hoy cuestionar al capitalismo. Yo no creo que la felicidad
pase por el crecimiento absoluto, ni creo que la sociedad deba
aspirar a un crecimiento permanente del Producto Bruto. Las
sociedades más felices no son las que más crecen. Muchas veces los
pueblos más felices son los que parecen detenidos en el tiempo. No
es que se abren todos los días un negocio nuevo, pero la gente vive
feliz, deja la bicicleta en la puerta y no se la roban, cuando hay un
pibe con problemas de droga rápidamente se lo detecta y la propia
comunidad lo ayuda. Y son pueblos de 500 habitantes. Con esto quiero
decir que nos quieren hacer creer que la felicidad está directamente
ligada al consumo, es un paradigma que nos metió este capitalismo.
La idea de la felicidad sí está ligada a una sociedad más justa.
Lo que pasa es que ahora es todo mucho más complicado. Hay que
pensar en cosas que quizás antes no pensábamos: una nueva
distribución urbanística, una nueva distribución alimentaria, una
distribución equitativa de la riqueza pero que sea ecológicamente
sustentable. Hoy es todo mucho más complicado, no es sólo tomar los
recursos de los más ricos y repartirlos mejor.
¿Y
cómo evaluas que son recibidos estos planteos en la Argentina
actual?
La
clase dirigente en general tiene el problema de que algunos viven en
un mundo del pasado, y otros se han resignado a las injusticias del
mundo destructivo actual. En realidad el mundo se va a salvar, pero
se va a sacar de encima a su peor enemigo, como dice la poesía. Ya
se sacó de encima a los primeros habitantes, porque el mundo no
podía sostenerse con semejantes bichos, así que imaginate que se
puede sacar de encima al ser humano. Pero bueno, la dirigencia
política no ve, no nos ve. Para mí un saludo muy bueno que
ejemplifica lo que te digo es el que tenían los hombrecitos celestes
en la película esa que representa la pelea de los pueblos
originarios contra la colonización. Su saludo era “Te veo”. Y
los conquistadores no podían decirlo, porque no veían. Y acá pasa
algo similar. ¿Por qué tanta marcha?, nos preguntan a veces desde
la política y los medios de comunicación. Y es que si no marchamos
no nos vemos, ni vemos, nos encierran en el ghetto. Por eso me parece
tan importante la organización, porque es a través de ella que nos
hacemos visibles
Ahora:
¿cómo hacerse ver en medio de una situación como la actual, donde
se prioriza un autocuidado colectivo pero que también implica que
hay dificultades para reunirse, para manifestarse?
Bueno,
lo primero es lo que te decía recién: con la ayuda social que dio
el gobierno quedaron registradas ocho millones de familias que no
tienen sus derechos laborales garantizados. Ahora sabemos quienes
son, tienen nombre y apellido. Y ese sector social, de trabajadores
sin derechos, es el espacio donde nos movemos las organizaciones
populares. Es una forma de visibilizarnos también. Incluso para
muchas de esas familias seguramente eso fue mucho más importante que
una movilización. Desde el Estado pensaron que había una perdiz,
pero era un elefante, que está ahí, es una realidad. Además,
estamos en muchos barrios trabajando con la pandemia. ¿Es casualidad
que quién están llevando la vianda de comida, y la lavandina, y
ayudando a limpiar a las casas sean militancias de los movimientos
populares? No importa el nombre. En Avellaneda fueron de Somos
Barrios de Pie, en la villa 31 del FOL. El Estado realiza atención
telefónica, y está bien, contribuye. Pero en los territorios
estamos nosotros, las organizaciones. Somos los que defendemos a las
familias que tienen integrantes infectados para que otros vecinos no
le prendan fuego el rancho, los que cocinamos, los que activamos
protocolos de salud. “El barrio salva al barrio”, como dice la
consigna del programa que hemos lanzado. Estamos convencidos de eso.
Los barrios populares se salvan por la organización de la gente.
Incluso donde los movimientos no llegamos, salen ollas populares de
los propios vecinos, espontáneas, porque gracias al peronismo, y a
toda una historia de lucha que hemos protagonizada, nuestro pueblo
sabe cómo organizarse. Y en eso confío. Y en la responsabilidad.
Los trabajadores, no sólo acá, sino en el mundo, han respondido muy
bien. Y me gusta mucho también eso que dijo nuestro secretario
general. Yo también soy cristiano, así que me identifico con eso
que Esteban Gringo Castro le dijo al presidente, que no sabía si fue
un milagro, la mano de Dios como decía Maradona, o qué, pero que
Alberto haya puesto la salud por delante de todo. Yo le agradezco
mucho eso al presidente: que cada vez que le llevas un problema
decida en función del interés popular y que en este caso haya
puesto la salud por delante de la economía, porque es la decisión
de haber puesto al hombre por delante de todo. Yo milito para que los
hombres sean felices, no para que haya más autos y edificios. Uno
busca la felicidad de la humanidad. Eso somos los peronistas. Eso nos
enseñaron Perón y Evita, y Jesucristo, y el Che Guevara si vos
querés, también. Poner como eje la dignidad del ser humano, no a
las cosas. Las cosas van y vienen. Tenemos que tener más derechos.
Tenemos que tener dignidad y justicia.
Muy buena la nota,emilio persico siempre tan claro y directo a la hora de explicar
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