24-E: una variopinta manifestación popular
Empobrecimiento social + autoritarismo político + desintegración comunitaria, el tríptico con el que el gobierno de la Libertad Avanza busca llevar adelante en democracia un verdadero Proceso de Reorganización Nacional. Las centrales sindicales, los movimientos populares, y el entramado de una sociedad en movimiento que busca frenar esta ofensiva contra las grandes mayorías combinando una fuerza que se exprese en el parlamento, en los medios de comunicación y –sobre todo– en las calles. La importancia del primer paro general con movilización al gobierno de Javier Milei, a un mes y medio de su asunción.
Pasados
apenas diez minutos de la una del mediodía toda la zona del Congreso se torna
intransitable. Del lateral derecho, del lado del Cine Gaumont, las
organizaciones de la economía popular. Más hacia el centro los partidos de
izquierda y del otro lateral, adelante del escenario y, sobre todo, por Avenida
de Mayo y hasta la 9 de Julio, obreros, empleados, trabajadores y trabajadoras
de múltiples oficios, encolumnados con sus sindicatos.
No
sólo la plaza colmada, como después pudo verse en las imágenes captadas por
algún dron, sino todas las calles de alrededor del Congreso son un hervidero al
mediodía: Rivadavia, Bartolomé Mitre, Paraná, Uruguay, del lado norte, Yrigoyen,
Sáenz Peña, Alsina, Santiago del Estero, del lado sur: por todas las calles van
y vienen personas en ambas direcciones. Algunas llegan, otras se van, unas
cuántas buscan algún lugar para ir al baño, un kiosco o supermercado abierto
para comprar algo fresco de tomar o un rincón de sombra para descansar un rato,
teniendo en cuenta los más de 30 grados de sensación térmica que hace en la ciudad.
Pasan columnas de jóvenes, de asambleas vecinales, de artistas, de activistas
de la diversidad sexual. Padres, madres e hijos, hijas, abuelos y nietos,
grupos de amigues y hasta personas que, solas, sostienen alguna pancarta en la
plaza o en sus calles adyacentes, conforman así un variopinto contenido popular
a la movilización convocada por las centrales sindicales, en las que el grueso
de las columnas son de trabajadores y trabajadoras agremiados. El sindicato de
la carne coloca una bolsa enorme de consorcio sobre el techo de un auto y
quienes pasan caminando son invitados a llevarse un choripán. Suenan bombos,
redoblantes y trompetas y una multitud se sintetiza en la consigna “La patria
no se vende”.
La
policía, concentrada en las avenidas 9 de Julio y Entre Ríos, obsesionada con
hacer cumplir el “protocolo”, permanece en toda esta zona contigua a la plaza Congreso
replegada en las veredas, mientras la multitud ocupa las calles.
Las
columnas finalmente se repliegan en orden y en paz, tras el cierre del acto, en
los que la dirigencia sindical, de la mano de Héctor Daer y Pablo Moyano, hace
un llamado a la dirigencia política –sobre todo peronista– a no claudicar, a no
dejar pasar este atropello institucional contra el pueblo impulsado por el Ejecutivo.
¿Una nueva etapa?
¿Abre
este paro general con movilización? ¿Qué cierra? ¿Qué puede una huelga en tiempos
en los que más de la mitad de quienes viven de su trabajo no realizan sus
actividades bajo convenios colectivos, no tienen delegados, no los representa
ninguna entidad sindical? No entraremos aquí en el debate de si fue correcto o
no garantizar el transporte público para que, quienes quisieran, pudieran
asistir a la movilización (en el Congreso de la nación para quienes habitan en
AMBA, esa palabrita que nos quedó de la pandemia y que indica la concentración
poblacional más numerosa del país). Lo cierto es que, a diferencia de otras
épocas, en que se medía en la conversación pública cuánta masa laboral se
adhería a la huelga, hoy el foco está puesto en la cantidad de gente movilizada,
y en la apuesta del gobierno por restringir la protesta, criminalizarla, condenarla
a través de la estigmatización de sus dirigentes.
Les
guste o no –no les gusta, por más que finjan
demencia– a un mes y medio de su asunción, Javier Milei/ Victoria Villarruel/
Patricia Bullrich, enfrentan el primer paro general, del que son parte todas
las organizaciones sindicales del país. ¿Qué cierra entonces esta jornada?
Cierra el ensueño de pensar que a un gobierno que ganó un ballotage con el 56%
de los votos, pero que desde el vamos dejó en claro que venía a realizar
reformas regresivas de manera profunda y veloz, se le puede dar el tiempo de
que ponga en marcha su plan, sin que el 44% restante de la población le obstaculice
sus intenciones sólo por el hecho de que llegó al poder por la vía electoral.
¿Qué abre? La conformación de una amplio bloque de fuerzas sociales, conducido
por las organizaciones sindicales (centralmente la CGT, pero que tiende puentes
hacia las dos CTA y las organizaciones de la economía popular), que marcan el ritmo
de la discusión parlamentaria, al menos puertas adentro del peronismo, que más
allá de su crisis de conducción y los riesgos de “balcanización” que acarrea,
sigue siendo el espacio político-institucional, la memoria social mayoritaria
que puede reencarrilar a futuro los destinos del país en una orientación que
busque conquistar mayor justicia social y ampliar los márgenes de soberanía
nacional.
Al
cierre de esta nota se confirma que el tratamiento en el Congreso de la Ley ómnibus
se pospondrá por unos días. También que los diputados nacionales por el “peronismo
tucumano” conformaron un nuevo bloque, dando a entender que votarán junto al
oficialismo.
Mientras
tanto, sectores del radicalismo y otras fuerzas que no son ni oficialistas ni
peronistas navegan en un mar de dudas que dejan abierto el escenario de qué
pueda pasar en los próximos días. En este contexto, el gobierno nacional, con
su presidente Javier Milei a la cabeza, parece querer mostrarse públicamente
como impolutos ante la protesta en las calles. Pero más allá de que en su
mirada tecnocrática del poder, “la gente” no vota en el parlamento (y que
consideren que en donde sí votan –en las urnas– ya
lo hizo en noviembre pasado para validar este proyecto), lo que no tiene en
cuenta este personaje de redes sociales y presuntos saberes académicos es que
el rumor de la calle suele transformar el humor social más rápido de lo que
tantas veces los gobernantes han calculado o quisieran, y que ese bullicio hace
también tambalear muchas posiciones de quienes sí levantan la mano en ambas
cámaras, porque al menos desde 2001 saben que el descontento suele llegar hasta
las puertas mismas de los despachos de Senadores y Diputados.
Frente
a esto parece quedar claro que la salida a la encerrona de desigualdad y
dependencia no puede ser corporativa (económico-social), sino que debe ser política.
Dicho de otro modo: hay que derrotar el DNU y esforzarse por bloquear la Ley
ómnibus.
Pero
no hay política popular, con una perspectiva plebeya en Argentina, si no es
capaz de recrear una nueva columna vertebral.
Una
salida política, entonces, que desde hoy tiene claras condiciones de
sustentarse en la movilización del Movimiento Obrero Organizado, los Movimientos
Populares de matriz territorial-comunitaria y el bloque de alianzas que se
pueda gestar con artistas, profesionales, inquilinos, activismos ambientales,
feministas, de la diversidad, estudiantes, colectivos culturales, escritores y
editores y todos aquellos que se vean afectados en esta coyuntura por el
programa de gobierno, que busca consolidar el modelo de país que tiene su
linaje en Martínez de Hoz, Cavallo-Menem-De La Rúa, Macri... Proyecto que en
Argentina expresa este nuevo fenómeno de libertarismo reaccionario, pero que no
es ajeno del avance de las derechas en distintas latitudes. Seguramente por eso
el paro fue acompañado por diversas manifestaciones en distintos puntos de
Nuestra América y Europa: Santiago de Chile, Caracas, Montevideo, Berlín,
Barcelona, Bélgica, Roma, Bruselas, París, Toulouse, que junto con las
movilizaciones y concentraciones que también se realizaron en las principales capitales
de provincias de nuestro país, muestran que hay condiciones para no regalar la
Argentina a las empresas multinacionales que viene por sus recursos, como en
otros sitios ya ha sucedido, y como pretenden que acontezca en gran parte del
mundo.
Como
en tantas otras coyunturas, también ahora la lucha es nacional, latinoamericana
e internacional. Y en ese orden. De allí la importancia del paro y movilización
de este 24 de enero. Y de la solidaridad que suscitó a nivel latinoamericano y
mundial.
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