Un día como hoy, 26 de enero, pero en 1977, Alicia
Eguren era secuestrada por una “patota” de la Escuela de Mecánica de la Armada
(ESMA) para convertirse en otro de los emblemas que se nuclean bajo el número
símbolo de 30.000. Luego de un paso por el Centro Clandestino de Detención la
poeta y militante del peronismo revolucionario fue asesinada en uno de los
siniestros “vuelos de la muerte” implementados por la dictadura que llevó adelante
el plan sistemático del terrorismo de Estado.
Alicia fue una militante, conocida por su
activismo sobre todo en la Resistencia Peronista, y por haber unido su vida,
desde 1955, a John William Cooke, en aquello que Mabel Bellucci caracterizó
como la prefiguración de “un modelo de pareja activista”.
Eguren también había estudiado en la Facultad de
Filosofía y Letras, de donde egresó como profesora de Literatura. Luego ejerció
la docencia y durante el primer gobierno peronista escribió y publicó cinco
libros de poemas: Dios y el mundo; El canto de la tierra inicial; Poemas del siglo XX; Aquí,
entre magias y espigas y El talud descuajado.
También publicó algunos ensayos y editó la revista Nombre, primero, y después Sexto continente, una revista de ideas nacionalistas
donde publicaron desde hombres de la más tradicional derecha argentina hasta
forjistas como Raúl Scalabrini Ortiz. De aquellos años data el “cabecitas
negras”, rescatado del olvido por Gito Minore, quien en 2011 lo incluyó en el
libro “Poetas depuestos”, poema que reproduzco en mi libro “Cabecita
negra. Ensayos sobre literatura y peronismo”, publicado en 2016 (ambos por editorial
Punto de Encuentro).
En 2023 Colihue
publicó sus “Escritos”, un extenso libro compilando cartas, artículos y otros
textos. En 2022, la misma editorial había publicado “Alicia en el país. Apuntes
sobre Alicia Eguren y su tiempo”, biografía
del ensayista, historiador e intelectual militante Miguel Mazzeo en la
que se destaca que pocas mujeres, como ella, lograron en la historia argentina traspasar
“los límites de la femineidad hegemónica de su tiempo”, y que por eso puede
detectarse en su figura una suerte de “feminismo práctico”, legado de los cuerpos
en acción”.
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