SE NOS FUE EL COMPAÑERO
COCO MARTÍNEZ
Después
de pasar por una grave operación que intentó frenar la voracidad asesina de un
cáncer, falleció en Misiones, donde residía actualmente ese grande del teatro
popular latinoamericano, que se llama Humberto Coco Martínez. Un hombre que
hizo del teatro un arma de combate y supo gatillarla hasta el final.
Nunca
mejor dicho que Coco Martínez, murió con las botas puestas. Venía de actuar,
junto con su inseparable compañera Jorgelina, en el Centro Cultural Rosa
Luxemburgo, en San Telmo, donde interpretó fragmentos de textos escritos por
otro escritor inmenso, como fue Leónidas Lamborghini.
Allí,
quienes tuvimos la suerte de reencontrarlo, disfrutamos de su forma de contar
dolores y alegrías, con una contundencia implacable, cuando le tocó referirse a
los poderosos y a los genuflexos que se arrodillan ante ese Dios desalmado.
Coco
Martínez fue un ser hermosamente digno, y como tal lo vamos a recordar cuando
evoquemos a los que cayeron luchando. Sin duda, su combate aún está inacabado.
Por eso lo despedimos con un Hasta la Victoria siempre. Un abrazo fuerte, compañero,
de todos/as los/as que hacemos RESUMEN LATINOAMERICANO.
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Mensaje de Carlos Aznárez y María
Torrellas a Jorgelina, compañera de Coco
Querida
hermana.
Que dolor sentimos, da bronca que se vayan los que
luchan, los que dan vida, los que toda su existencia la dedicaron a la
solidaridad con los de abajo.
Sin embargo, hay que pensar que nuestro coco se dio el gusto
de irse peleando hasta último momento, de pie, en su habitat elegido, cuando
con vos se lanzó a la gran patriada de concientizar en medio de la quiroguiana
selva, porque allí también hay patria, aunque nos duela.
Aun lo recordamos y lo estamos viendo cuando vinieron a recordarnos la poética
de Lamborghini, con su risa tierna y su mirada potente, lleno de ideas, de
ganas, de coraje anti-oligárquico, antiimperialista.
coco, no lo tengas duda, vivirá en el pensamiento de todos y todas aquellas que
un buen día se suban a un escenario improvisado y emprendan como él, como vos,
la aventura de embestir contra el poder haciendo reír, haciendo llorar.
Un abrazo compañero coco, y hasta la victoria siempre.
Otro abrazo para vos, Jorgelina, que estuviste con él en las buenas y en las
malas.
Entrevista a Humberto Coco
Martínez, director de teatro, escritor, ensayista, escenógrafo y militante
a lo largo de su vida
Por Ezequiel Álvarez, para Revista La Maza-Martes, 18 de Octubre de
2011.
Director
de teatro, escritor, ensayista, escenógrafo y militante, a lo largo de su vida,
Coco Martínez, ha sabido llevar su compromiso a disímiles latitudes en donde la
clase oprimida necesita una voz y luchar contra el régimen. Ayer fueron
Bahía Blanca, Neuquén, California y México. Hoy, su casa, sus sueños y su vida
están en el medio del monte misionero, en donde abrió una biblioteca y día a día busca
resistir pese a la lluvia de desidia y la vergüenza de una clase política
ausente.
Desde los orígenes
-LM:
Humberto ¿Cómo te enamoraste del teatro?
-HM.
Mi primera relación, inconsciente, con el teatro debe haber sido, de pibito, al
dormir pegado al escenario en los ensayos donde participaba mi viejo, al cual
admiraba. Después siendo más consciente en los registros: fui de la
comedia al grotesco, al drama y la tragedia. Pero creo que todo el arte
contribuyó a mi amor por el teatro, aunque lo que más amé fue la poesía. El
teatro le dio forma a mi visión espiritual en una ficción que no era
mentira sino otra realidad construida a la medida de mis ideas; una poética.
-LM:¿Cómo
fue tu infancia?
-HM:
Nací en Carmen de Patagones. Mi padre llegó allí como trabajador del
"Ferrocarril del Sud". Antes recorrió el país como trabajador
golondrina. Ingresó al ferrocarril como mi abuelo, que fue también
anarquista y terminó muerto por una máquina en el puerto de Ingeniero
White. Cuando tenía un año, mis viejos se trasladaron a Tandil y allí
transcurrió mi infancia en un hermoso clima: un hogar donde se cantaba mucho,
se recitaba y narraba. Ese orden se rompió cuando mi padre, también anarco
y miembro de la Fraternidad, participó como dirigente de una huelga ferroviaria
en el año 1951 contra Perón y quedó cesante. A partir de ese momento
tuvimos vigilancia policial ya que mi viejo estaba en algún lugar de las
sierras. Eso me marcó mucho, tanto como las charlas de sus compañeros respecto
a su pertenencia a la clase trabajadora. Su sentido de justicia,
responsabilidad y compañerismo se concretaban en una acción: la huelga.
Aquellos relatos se daban en encuentros y también en el grupo de teatro
"Alborada", en el salón de la Fraternidad, donde mi viejo actuaba,
cantaba y tocaba la guitarra.
-LM:
Esa figura de tu viejo anarquista ¿te determinó políticamente?
-HM:
A lo largo de mi vida tuve vínculos con compañeros y compañeras que provenían
de distintas organizaciones o independientes. Conocí anarquistas, de quienes
aprendí lo que practicaban: anticipar la utopía, es decir vivir y luchar
como comunistas sin esperar que la sociedad cambie para serlo. Otros fueron
marxistas de quienes tuve mucha influencia en su rigor, compromiso y
conocimiento. Otros fueron cristianos. Otros, peronistas que lucharon y
dieron su vida por la causa del pueblo. Pienso que la historia no es lineal y
no hay un solo camino para liberar al ser humano de la opresión. Me defino en
mi deseo más profundo, que es una sociedad sin dioses ni patrones: una sociedad
sin clases, de hermanos y hermanas.
-LM:
Una de tus obras más recordadas fue la Cantata Santa María de Iquique. ¿Cómo se
gestó?
-HM:
Cuando se dio la experiencia de Allende en Chile viajé con el propósito de
conocer y participar en ese proceso. Me inscribí en los trabajos voluntarios y,
al enterarse los compañeros de que era un hombre de teatro, me dieron la
dirección de un grupo perteneciente a la FECH (Federación de Estudiantes
Chilenos). Con ellos, recorrimos tres provincias: Bio Bio, Malleco y Cautín. Entonces
escuche el disco de la Cantata Santa María de Iquique por el grupo
Quillapayun con textos de Luis Advis. Me conmovió por su paralelismo con las
masacres obreras de la Patagonia. Alentado por mi maestra Susana Zimmermann,
comencé a trabajar en la idea de la puesta. Decidí que los actores debían
ser los protagonistas de la historia: los mismos obreros. Al volver a mi tierra
comencé a convocar a obreros de una fábrica textil, obras en construcción,
empleadas domésticas y estudiantes (en total unas 60 personas), con quienes
concretamos la idea en el Centro Cultural de Viedma a sala llena y con la
especial asistencia de Arturo Jauretche. Así comenzó este movimiento, que,
incluso aportó al fondo de huelga cuando hubo conflicto en la fábrica y los obreros
la cantaban enfrentando a la patronal.
-LM:
¿Se puede reeditar una experiencia de integración actoral como la que hiciste
con la Cantata Santa María de Iquique o eso es cosa del pasado?
-HM:
El contexto histórico es distinto, pero de hecho, pudimos montarla en Neuquén
en el año '97 con la participación de obreros, niños, estudiantes y actores
locales, Villa Regina, Necochea, y la presencia de Luisa Calcumil (actriz
mapuche de General Roca). También participaron artistas plásticos y músicos,
éramos en total 100 personas. La montamos en el Gimnasio Central a público
lleno. Luego de la función a medianoche, inauguramos con el público una
escultura de Claudio Carlovich recordando a los desaparecidos.
Destaco también la puesta que hicimos de la obra "La Pasión del Piquetero"
de Vicente Zito Lema en el 2006, con el grupo "Contraviento" del
Frente Darío Santillán y la participación del actor Ricardo Gil Soria.
Sin olvidar el apoyo de los compañeros de las Asambleas y en particular de
nuestro compañero Rubén Saboulard. Las funciones se dieron frente a los
Tribunales de Lomas de Zamora durante el juicio a Franchiotti con un
público de 3000 compañeros piqueteros y bajo el puente Pueyrredón durante la
vigilia del 26 de junio. Tenemos a los compañeros, tenemos a Vicente, por lo
tanto, "hacer lo imposible" es la consigna.
Teatro y militancia sin fronteras
-LM:
¿Cómo fue tu exilio y en qué circunstancias se produjo?
-HM:
Se produjo mientras dirigía el grupo Eva Perón en Bahía Blanca. Corría el año
1973 y tras varias actuaciones con la "Cantata Santa María de
Iquique" en los barrios y en la Universidad nacional del Sur,
nos propusimos llevarla al Teatro Municipal. Llenamos el teatro con
compañeros de los barrios y las villas, ya que los integrantes del grupo venían
de allí. Recuerdo que cuando salí a escena, pude ver que al fondo de la
sala estaban los compañeros Montoneros cuidando la misma, ya que varios de
nosotros militábamos en la Tendencia. En el palco de adelante, cerca de escena,
estaban compañeros del ERP con boina y estrella roja y armados, también
cuidando la función. En ese momento me estremecí de emoción. Al terminar la
obra, -el teatro daba a la avenida Alem, que es la más paqueta de la ciudad-
marchamos por la calle: actores, público y organizaciones. Causamos escándalo
en la sociedad bahiense donde tienen peso decisivo la Armada, el Ejercito y el
reaccionario diario Nueva Provincia. Poco después, durante la presidencia de
Isabel se agravó la situación y ganó espacio la CGT local, vinculada a la
Triple AAA. En ese clima hostil y con compañeros caídos, se me advirtió que
figuraba en una lista y una noche de regreso a casa advertí el peligro. Mi
viejo me sacó de la Ciudad con un amigo hasta Tres Arroyos, de allí a Buenos
Aires y luego salí del país con la ayuda de la Sociedad Argentina de Actores.
Aclaro que mi militancia no se limitaba solamente a la actividad teatral.
Con Ángel Cappa, que fue expulsado de La Nueva Provincia, organizamos una
actividad periodística con la participación de la gente del barrio y trabajadores,
fundando el periódico "La Argentina en patas" del que aún
conservo un ejemplar. Teníamos un espacio, un viejo club de barrio, y nos
ayudaba en la manutención Ricardo Carpani, quien nos donaba sus dibujos.
Después de pasar una temporada en Buenos Aires donde la situación también
era seria, la SADE me proporcionó documentación donde se especificaba que tenía
que hacer un curso en Los Ángeles, EE. UU y regresaría. Así conseguí
la visa. Mi idea era estar un tiempo en Los Angeles con los grupos chicanos
de los que tenía noticias pero no contacto y regresar al país cuando fuera
posible.
Llegué con 25 dólares, sin hablar el idioma y con un número telefónico para
contactar a un amigo. Los pocos dólares me alcanzaron para una noche de hotel.
Por la mañana traté infructuosamente de conectarme y al ver mi dificultad
con el teléfono una empleada de la cafetería me ayudó. Ella era ecuatoriana y
me ayudó hasta que pude encontrar a mi amigo.
-LM:
¿Cómo fue tu vida en EE. UU. y en qué espacios participaste políticamente?
-HM:
Fueron tres años y medio de intensa actividad, de mucho trabajo, de respeto y
de reconocimiento; jamás me sentí ajeno a estos compañeros. En esos años llegó
a este mundo mi hijo Miguel. Trabajé, sobretodo, en la organización CASA,
en los talleres para grupos chicanos y latinos en toda el área de la bahía y
Tucson, Arizona, y en el grupo "Libertad". Los grupos de teatro
chicano tienen su origen en el "Teatro Campesino" bajo la
dirección de Luis Valdez. Este grupo se generó en la Unión de Trabajadores
Campesinos, liderada por Cesar Chávez. La mayoría de los actores eran hijos de
braceros. También formamos el "Comité de Solidaridad con
Argentina" que incluía a compañeros estadounidenses. En esa época
recibíamos noticias de la actividad en los centros clandestinos de detención y
la usábamos para difundir la situación mediante un periódico. Recuerdo que
salía a la calle vendiéndolo, diciendo lo único que pronunciaba fluido en
inglés "News from Argentina!". Fueron momentos muy dolorosos que aún
me acompañan. En esos años trabajábamos conjuntamente con el Frente
Sandinista, lo que nos permitió invitar al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal,
quién en un barrio de San Francisco realizó unos bautismos que
me sorprendieron: al derramar agua bendita sobre la cabeza de los pequeños
decía: "Espíritu del capitalismo, ¡sal de este niño!, espíritu de la
propiedad privada, ¡sal de este niño!"
-LM:
Luego te fuiste a México...
HM:
Si. Con dos integrantes del grupo decidimos irnos para México. Compramos un
Ford Galaxy '70 y pasamos por los estados de California, Arizona, Nueva México
y hasta El Paso, Texas. En Tucson el grupo Libertad nos donó cuatro
cubiertas nuevas para seguir viaje y así cruzar todo el desierto. En México nos
dieron espacio y garantizaron trabajo a todos los exiliados. En mi caso me
desempeñé como profesor de teatro en Bellas Artes durante seis años. Viví
en Cuernavaca con mi familia, allí nació mi hija Manuela. Trabajaba en el D.F.
y siempre traté de vivir en la cultura mexicana comprometido con su realidad
social y su historia. Por ello formé en el grupo "El Plan" con
trabajadores jóvenes, haciendo referencia al "Plan de Ayala" de
Emiliano Zapata. Como vivíamos en Morelos -donde nació, lucho y murió el líder
revolucionario- usábamos la modalidad del "corrido", tomando en
cuenta el pasado revolucionario y los conflictos actuales. Allí tuve el
privilegio de convivir con David Viñas, de quien tanto aprendí y que tanto me
ayudó a afirmar mis convicciones. De él tomé y para siempre dos
definiciones básicas: "no hay texto sin contexto" y "me interesa
todo aquello que cuestione mi coherencia". Fue un hombre
consecuente, lúcido y muy generoso. Después vino la guerra de Malvinas,
más tarde la democracia y mi regreso en un avión con todos exiliados. Pero el
país no era el mismo y yo tampoco.
Un grito en el monte
-LM:
¿Qué te llevó a vivir y fundar un teatro y una biblioteca en el medio de la
selva?
-HM:
Estaba viviendo en Buenos Aires con mi compañera Jorgelina y pensamos y
sentimos que una experiencia basada en el reencuentro con la tierradesde la
vivencia y la producción de nuestros propios alimentos podría ser un
camino a seguir para profundizar en nuestra producción artística y de
pensamiento. Además, una opción cultural que cuestionaba un modelo de vida. Compramos
la tierra con nuestros ahorros y elegimos Misiones por el clima y porque
su monte me recordó a México. La biblioteca la construimos con mi hijo Miguel y
mi nuera Claudia, que también aportaron con sus ahorros y la llamamos
"Primero de Mayo". Luego Miguel y Claudia se fueron, quedando
ésta a nuestro cargo y el "teatro de la selva" todavía es un sueño.
-LM:
¿Cómo se hace para seguir construyendo cultura en medio del monte misionero?
-HM:
Es muy difícil en el espacio geográfico que habitamos, el monte de la zona
centro de la provincia. Estamos a 18 km de Oberá, ciudad que tiene 300 templos
de distintas religiones, cristianos de todo pelaje. Los pobladores de
nuestro entorno son muy pobres, la mayoría vive de planes sociales. Son parte
de la industria del asistencialismo del país, ocupan buena parte de su tiempo,
todos los meses, haciendo las largas colas del Banco. Están en situación
de supervivencia y no tienen luz ni agua potable ni acceso a la información.
Hay mucha ignorancia y resignación y en parte se debe a la influencia de esas
iglesias evangélicas. Hay desocupación y alcoholismo, sobre todo en los
jóvenes. Creo no haber sentido tanto dolor en mi vida por la situación de
otros. En nuestra biblioteca pudimos formar una asamblea, y luego de dos años
de lucha conseguimos tener una perforación de agua y una red. La biblioteca
funciona con algunos niños y adultos, muchos vienen a ver videos y algunos de
los niños a merendar. El intendente y los concejales de éste municipio,
San Martín, nos ignoran por completo, ni siquiera hay caminos en buenas
condiciones. Por suerte tenemos el reconocimiento y la amistad de los vecinos
por nuestra conducta solidaria. Cuántas veces nuestra camioneta sirvió de
ambulancia ante un parto o un accidente, a lo que algunos responden ofreciendo
frutos de su producción. Pero sufrimos la imposibilidad de lograr
cambios importantes en la gravedad de la situación. Somos empecinados
frente al rostro desnudo del "modelo" y construir cultura aquí no es
una tarea fácil. Del teatro ni hablemos, nunca vieron una obra y, encima,
hay prejuicios religiosos, pero hay que articular nuestra experiencia y
voluntad con esta realidad y no bajar los brazos jamás.
-LM:¿Cuál
es la situación de los campesinos pobres y los recolectores de yerba mate?
-HM:
Las condiciones son precarias, terribles. La mayor parte de los campesinos
trabaja en el desmonte y cuidando y regando con agrotóxicos las forestaciones
de pino y eucalipto, también en la cosecha de yerba y en los cultivos
destinados a la alimentación. Hay desocupación porque los trabajos son
temporarios. Esta es la política del gobierno reelecto de Maurice Closs, mimado
de los K. El desastre ecológico es profundo: la provincia perdió el 90%
del monte nativo para vender su madera y plantar mayormente pino. Cada árbol
implantado consume 100 litros de agua por día y es inminente la construcción de
la represa Garabí que inundará 35.000 hectáreas de monte nativo. Las zonas
desmontadas se están desertificando y casi toda la provincia sufre el cambio
climático. Todo da como resultado un tejido social deteriorado con un alto
índice de alcoholismo, violaciones, embarazos infantiles e incesto, cultura
producida por la ignorancia, indefensión y dependencia para sobrevivir. Pero
para "apalear tanto dolor" en gobierno ha construido una inmensa
cruz en Santa Ana en la que, hasta ahora, lleva gastados más de 70 millones de
pesos.
-LM:
Ante los gravísimos hechos de Ledesma hace poco más de un mes, ¿qué opinión
tenés acerca del conflicto por la tierra y la vivienda en el interior del país?
-HM:
Luego de la Conquista y la "Campaña al desierto" -el despojo de los
pueblos originarios-, la propiedad de las grandes extensiones de tierra quedó
concentrada en una minoría. El resultado es: somos todos argentinos, pero
pocos tienen la tierra. Pienso que no hay sentido de Patria si no hay
responsabilidad del pueblo en los destinos de la misma. Considero que es un
gran tema a discutir. Para ir parando la mano, por ahora, lo quieren
arreglar con algunos terrenos y algún techo. El resto es estratégico para el
modelo, ya que su horizonte son el agro negocio y la agro industria. No se
discute lo más importante: qué se produce, cómo se produce y qué
consecuencias sociales y ambientales conlleva. Ahora están discutiendo la ley
para frenar la compra de tierras por extranjeros, pero nadie dice que el agro
negocio no necesita la propiedad ya que en su mayoría arriendan, como el
vergonzoso contrato de la provincia de Río Negro con China para plantar soja.
Tampoco las minas a cielo abierto requieren propiedad. Y en caso de
necesitarla, cuentan con traidores que pueden ser sus testaferros. Pienso
que la cuestión de la tierra es fundamental para un proyecto de liberación
nacional.
Teatro y resistencia: el telón que nunca
se cierra
-LM:¿Qué
balance hacés de la política cultural del gobierno K?
-HM:
El balance es sencillo: es funcional y parte del "modelo" que
proponen. Lo deja claro "El fútbol para todos" y otras cuestiones. Lo
que no es para todos es la tierra, el trabajo digno, la educación, la salud y
el arte. Y para esa tarea cuentan con artistas bien aceitados que
funcionan acorde al "modelo". Existe un circo y adherentes
incondicionales, pero no dejan muy claro qué es "el modelo".
-LM:
CFK está a punto de ser reelecta con índices que superan cualquier comparación,
pese a que -como ha señalado Atilio Borón regentea un modelo económico que
permanece inalterado desde Menem . ¿Qué opinas de esto?
-HM:
No sólo que regentea este modelo económico y social sino que lo va a
profundizar, con los agro negocios, agregando la industrialización de la
ruralidad -una agricultura sin agricultores-. Esto va a
alterar profundamente nuestra cultura y nuestra soberanía alimentaria
estará en mano de las empresas que puedan desarrollar biotecnología con
cultivos extensivos. Producirán alimentos a los que sólo podremos
acceder en las góndolas caras de los supermercados. También extenderán las
fronteras agrícolas con más desmonte, concentración y hacinamiento de los
pobladores en las villas de las grandes ciudades. Todos estos años de
modelo han generado una cultura de clientelismo, punteros y dependencia. Así
mismo la participación de una clase media acomodaticia a la que le va esta
economía y un progresismo que patea al arco mirando la tribuna y a su
bolsillo.
-LM:
El gobierno K ha distribuido, profusamente, subsidios para la realización de
filmes nacionales, pero, ¿ha hecho algo para fomentar el teatro, para sostener
o crear salas y producciones independientes?
-HM:
El teatro puede ser masivo o no y ellos no van a aportar a un arte que
generalmente no es masivo. El teatro requiere de una construcción grupal,
fomentar el teatro - idea, para hacer circular el pensamiento crítico y
lograr que el público, si es buen teatro, participe de una reflexión personal y
social y eso es ajeno a los intereses del gobierno. La censura en este
capitalismo puede ejercerse privándonos de recursos económicos, pero por
suerte, el teatro puede hacerse aún "sin plata". Pasión y
convicciones bastan. Para que el teatro sea revolucionario hay que distanciarse
de la tradición romántica y hacer "visible lo visible", incluso
ser crítico hasta del mismo proceso revolucionario. Hay tantas miradas como
directores, actores y público.
-LM:
¿Haber asumido el teatro como un enorme compromiso con la vida y la lucha social
te cerró puertas?
-HM:
Se me cerraron casi todas las puertas, excepto las de los compañeros, que son
las más importantes. Yo nunca viví ni pretendí vivir del teatro, siempre me las
arreglé con la docencia y otros oficios y rebusques.
-LM:
¿Qué opina de la vinculación orgánica que muchos intelectuales, algunos amigos
suyos, han establecido con el poder?
HM:
Opino que estos intelectuales orgánicos negocian a la medida de sus
necesidades.. Usan la realidad social como coartada y es tan precaria su verdad
como el discurso que la sostiene. Reemplazan el lenguaje por una
especie de jerga y algunos supuestos. Es imposible macanear en serio,
aunque ellos piensen que tienen derechos por lo que hicieron con sus vidas,
pero es imposible responder a la memoria de los compañeros caídos desde
ese lugar. Frente a este panorama, compañeros como Vicente Zito Lema y otros
-en los que me incluyo-, el único derecho que tenemos es el de resistir. Si no
perdemos la bronca, si luchamos, si nos organizamos y encarnamos el discurso,
tal vez todo cambie.
Si
no podemos -pese a todos los esfuerzos- al menos, como señaló Envar El Kadri,
"no pudieron convertirnos en ellos".
-LM:
¿Pensás volver a la ciudad?
-HM:
Lo que produce dolor, produce arraigo. Aquí, con Jorgelina, tenemos nuestro
pedazo de tierra, nuestra huerta, nuestra soledad y la compañía de nuestros
vecinos. Quisiéramos regresar a la ciudad para compartir lucha e ideas
acordes a nuestro ser, pero sabemos que dejaríamos el país real; el de los que
sufren y son ignorados. A veces odiamos tanta resignación y queremos irnos- y
creo que algún día nos iremos-, pero sabemos que los rostros de las
víctimas más afectadas por este "modelo", los pibes, los ancianos,
los desposeídos, los que sólo cuentan con su sola vida, nos acompañarán hasta
el final.