Entrevista al historiador y
ensayista Omar Acha
Por Mariano Pacheco*
Reconversión peronista post dictadura,
menemismo, la era K y los indicios del "fernandismo".
Omar Acha
es docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires. También
ensayista y un estudioso del peronismo. Entre sus libros publicados
se destacan Los muchachos peronistas.
Origenes olvidados de la juventud peronista (1945-1955),
Planeta, 2011; Crónica sentimental de
la Argentina peronista. Sexo, inconsciente e ideología (1945-1955),
Prometeo Libros, 2013; y recientemente, La
Argentina peronista,
red editorial, 2019, un libro de 83 páginas que forma parte de la
colección 90 intervenciones (90 libros de hasta 90 páginas para
leer en 90 minutos), en el que comienza afirmando que “que el país
como tal se transformó en un escenario donde lo sucedido a propósito
del peronismo pasó a ordenar los temas decisivos de la política, de
la experiencia social y de la vida cotidiana”. En este diálogo
con Zoom,
Acha contribuye con sus reflexiones a que sigamos intentando pensar
la coyuntura actual que atraviesa el país inscribiéndola en un
proceso histórico más amplio, donde el peronismo y el mundo popular
durante la posdictadura están en el centro de la escena.
En primer lugar, Omar,
quisiera que pudieras compartir alguna reflexión sobre el peronismo
de posdictadura. Es decir: pensar qué pasó, después del terror,
con el peronismo –en general--, pero también –más
específicamente— con lo que se denominaba su columna vertebral, el
movimiento obrero, la clase obrera peronista. Indagar en las
mutaciones, tanto del mundo popular como de esa identidad y
experiencia política.
Respecto del peronismo, el
primer dato concreto, después de la dictadura, es la derrota
electoral, que es una novedad. Y ahí la pregunta respecto de qué
nos dice esa derrota. En principio diría que hay dos grandes
cambios, fácilmente perceptibles. Por un lado el desplazamiento, en
el escenario del poder peronista –que es un escenario múltiple,
con diversos actores, que poseen sus proyectos, muchas veces
enfrentados, otras veces bajo el mudo de alianzas o pactos—del
sindicalismo. De algún modo el proyecto de la renovación peronista
–Cafiero, De la Sota— venía a hacer del peronismo un partido más
clásico, en el sentido liberal, con una organización más
tradicional, y dejar su movimientismo de lado. Pero una de las
consecuencias fue, al menos en términos de perspectiva, el
desplazamiento del famoso tercio sindical en la configuración del
movimiento peronista. Y por otro lado, el desvanecimiento de una
pugna muy poderosa, que se plantea sobre todo en los años setenta,
pero que venía ya con antecedentes, entre sectores que podríamos
denominar más ortodoxos y una izquierda peronista. Ese esquema se
desvanece, si bien persisten algunos segmentos de la izquierda
peronista en los años ochenta y noventa (e incluso en la
actualidad), sin embargo, fueron minoritarios dentro del movimiento y
carecieron de la fuerza necesaria para disputar su orientación. Creo
que estos son los datos de partida. Y una de las consecuencias fue el
ascenso al poder de los políticos en el escenario de las
definiciones político-ideológicas del peronismo. Creo que esto es
el dato central. Eso no quiere decir que se haya erosionado una
conexión entre el peronismo y la clase trabajadora, sino que se
modificó, y ese es uno de los datos que modificó la historia
política reciente de la Argentina. Porque no sólo se modificó ese
vínculo, sino más en general, el lugar de la clase trabajadora –y
no sólo industrial, o con empleo fijo, estable-- dentro del panorama
nacional.
Luego
viene el menemismo, que uno puede pensarlo como peronismo del revés
(hace todo lo contrario a lo que indican las tres banderas
históricas), a partir del cual se gestan una serie de modificaciones
que producen, entre otras cuestiones, nuevos repertorios de protesta
y modos de organización popular, que de algún modo desembocan en la
insurrección del 19 y 20 de diciembre de 2001. Vos en uno de tus
trabajos, creo que en La nueva
generación intelectual, decís
que uno de los grandes ausentes en ese momento de crisis (2001/2002),
son los nombres de Perón y Evita. Pasada ya más de una década de
la publicación de ese texto y casi dos de aquellas jornadas, ¿qué
podrías decir hoy respecto de esa ausencia?; o más bien, ¿se
podría pensar que, más allá de la ausencia de las estructuras
tradicionales del peronismo en la protesta social, hubo algo del
peronismo que persistió allí y estuvo presente por abajo, como
reverso de ese peronismo que era el partido del orden neoliberal en
el gobierno?
En realidad, diría que ese
apagamiento de los nombres de Perón y Evita en el lenguaje de los
grupos peronistas es algo que se puede rastrear desde 1955, cuando
surgieron los llamados neoperonismos, en los cuales esos nombres
permanecían en el trasfondo, y aparecían otros, dentro de una
tradición fluida y porosa como la del peronismo, y en otros momentos
retornaba la centralidad de esos nombres. Ahora, en el caso del
menemismo, creo que se presenta una propuesta hegemónica diferente,
que es cambiar el lugar del peronismo respecto de la estructura de
clases en la Argentina, donde una cierta configuración de la
burguesía local y de las burguesías transnacionales aparecen como
el referente central, y las clases trabajadoras, como un sector
subordinado al modelo de acumulación. Pero eso no significa que la
vida popular se haya apagado durante esos años. Y eso es un dato
central de esta breve historia, en el sentido de que usualmente se
señala al peronismo como superestructura que viene a domesticar la
vida popular y, precisamente, lo que la historia reciente nos muestra
–vos diste el ejemplo del 2001, pero podríamos identificar otros
momentos también— es que hay una opacidad viviente y múltiple
difícil de interpretar. Por ejemplo: no sabemos muy bien por qué De
Narváez le gana las elecciones a Néstor Kirchner en la provincia de
Buenos Aires, o por qué luego triunfa el macrismo, no sólo con un
voto de las clases medias o altas sino que también tuvo una
repercusión entre las clases trabajadoras, y me parece que ese es el
enigma central para develar.
El kirchnerismo, de algún
modo, combinó un movimiento que implicó un proceso de
reperonización de la discusión política en Argentina, pero a su
vez –vía la transversalidad, la incorporación al proyecto de
otros sectores no peronistas, la retórica de los derechos humanos,
etcétera— se alejó bastante de ciertos parámetros del peronismo
clásico. ¿Qué pensás vos del kirchnerismo, en este punto de su
relación con el peronismo?
En la medida en que entiendo
que el peronismo no supone una orientación ideológica precisa, sino
más bien una identidad flexible, la idea básica que podría
compartir es en base a una frase de Perón mismo, que en los años
setenta, decía: “no es que yo cambié, el que cambió fue el
mundo”. Entonces no se trata de una lógica de fidelidades o de
traiciones a ciertas banderas, sino más un olfato para poder
construir poder, dentro de una identidad que es maleable, que tiene
ciertos referentes, pero cuyas orientaciones sociales y económicas
son maleables y pueden encontrar énfasis diversos. En tal sentido,
el kirchnerismo fue y es una de las versiones posibles del peronismo.
Lo mismo puede decirse del menemismo. Hubo muchos sectores que decían
que eso no fue peronismo, sino una traición a esas banderas, pero la
perspectiva del tiempo hoy nos da una mirada mucho más sabia al
respecto, que nos permite decir que eso también fue peronismo y
abrir la diversidad de lo que fue y es: una tradición que se está
reinventando permanentemente. La coyuntura actual, en ese sentido, es
muy interesante, porque no sabemos qué puede llegar a hacer Alberto
Fernández una vez que esté en la presidencia, si llega a existir
algo así como el “Albertismo”… ni el propio Alberto lo sabe.
Hoy se podría pensar, sin
embargo, más en un “Fernandismo” que en un Albertismo. Es decir,
un proceso a partir del cual, en esta confluencia de Alberto con
Cristina, surge otra cosa. ¿Cómo lo ves?
Creo que uno de los elementos
centrales para poder evaluar las posibilidades de acción de un
gobierno de este tipo consiste en analizar los recursos con los que
cuenta. Las acciones posibles están fuertemente condicionadas por
las capacidades y los límites para poder llevar adelante ciertas
reformas, propuestas. Y ahí, lamentablemente, el panorama no es muy
auspicioso. Las condiciones macroestructurales que han condicionado
al segundo gobierno de Cristina, y al de Mauricio Macri (y voy a
poner acá entre paréntesis todas las barbaridades de las medidas
que ha tomado el macrismo), no se han transformado. Entonces lo que
sucede es que se torna un misterio qué puede ocurrir. Alberto ya
viene anunciando que los problemas no se van a resolver rápidamente,
que los compromisos asumidos con el FMI van a ser respetados, pero no
fue demasiado explícito con las medidas a tomar.
Claro,
y habrá que ver qué tipo de agenda popular se pueda construir
también. En ese sentido, te quería preguntar: ¿qué pensás de
este fenómeno que se produce con el peronismo, que aún sin estar
presente muchas veces de manera directa en las ciertas luchas que se
puedan librar, luego, en las coyunturas electorales, sigue siendo la
única opción que a nivel popular se visualiza como capaz de
enfrentar a lo más crudo del neoliberalismo, en este caso
concentrado en la figura de Macri?
Creo que efectivamente hay un
rasgo de mediana duración en la cultura política argentina. Mi
hipótesis es que, en las clases populares, la representación
simbólica del poder estatal es incorporada en los años
cuarenta/cincuenta, a través de una identificación peronista. Y
esto es lo que hace que la representación intelectual y cultural de
una posibilidad de estabilidad estatal se identifique con el
peronismo. En otras palabras, que una estabilidad estatal no
peronista es una ficción poco creíble. Hay una gran incredulidad
popular respecto de las capacidades de una gobernabilidad no
peronista. Y esto se vincula con una idea, en gran medida
inconsciente –no porque no es sabida, sino porque es una premisa,
un presupuesto del propio pensamiento—que fue incorporada por las
clases populares con el peronismo. Y esto no está presente sólo en
la clase trabajadora, en los sectores más bajos de la sociedad, sino
también en otros segmentos. Por ejemplo ahora, ni siquiera la
burguesía le cree a Macri que puede sostener la gobernabilidad.
Más allá del peronismo de
posdictadura, en tu caso has trabajado muchos años sobre el
peronismo clásico, y has planteado esta idea de centrar tu enfoque
desde una perspectiva de un peronismo desde abajo, que pudiera
indagar sobre esas zonas poco abordadas por la historiografía más
tradicional. ¿Qué reflexión podrías compartir al respecto sobre
este enigma que lleva por nombre peronismo?
En mi caso asumo una
deformación profesional, que solemos tener los historiadores y las
historiadoras, que es que siempre que pienso la coyuntura la inscribo
en una temporalidad mucho más extensa. Es decir, que el ahora, nunca
está dado de forma aislada, sino inscripto en una trama mucho más
profunda y extensa, que a veces los actores no necesariamente
perciben, pero sobre la cual podemos reflexionar. En ese sentido,
diría que la idea básica que he tratado de desarrollar en mis
textos sobre peronismo, es la siguiente: el peronismo no es una idea,
no es una ideología, no es un proyecto unívoco, sino que el
peronismo es un campo de fuerzas y de luchas donde se inscriben una
diversidad de actores, grupos, clases que no tienen todos la misma
orientación, los mismos intereses, ni se van transformando en el
mismo sentido ni con la misma velocidad, sino que más bien es una
suerte de magma, con una multiplicidad de agentes que son políticos,
sociales, culturales, que construyen un resultado que no es la
intención de cada uno de ellos sino más bien el resultado de un
juego múltiple de fuerzas en conflicto. Entonces, frente a esa
multiplicidad, los relatos tradicionales que intentan explicar al
peronismo, por ejemplo, por la voluntad de Perón o Evita, o el
estado peronista, es extremadamente empobrecedora y distorsionadora
de esa realidad tan compleja, que es preciso investigar, que no se
entrega pasivamente a la percepción, sino que requiere una
elaboración, con fuentes, archivos, debates, para poder acceder a
esa historia tan compleja. Es decir, que la historia del peronismo,
antes y hoy, es tan diversa, múltiple y sofisticada, como cualquier
gran historia del mundo que leemos en los libros más reconocidos.
Entonces, de ese juego múltiple, me interesa rescatar la acción, la
agencia, la pasión y la memoria de esos sectores bajos que en
general son olvidados o menospreciados por esos relatos
simplificadores que enfatizan el rol del estado, de los líderes y de
la propaganda. Ese contrafrente que aparece oculto bajo la hojarasca
de esas imágenes simplificadoras es lo que intento rescatar en mis
escritos.
* Revista Zoom