La grieta
a flor de piel; micro
y macropolítica neoliberal; las izquierdas y el peronismo Lo que se viene después de los necesarios y
merecidos festejos.
Por
Mariano Pacheco
UNO
(FESTEJAR)
La
fiesta, el momento del festejo es algo muy arraigado en las vidas
populares, de Argentina pero también de Nuestra América. Ni las
sangrientas dictaduras, ni las ofensivas de la derecha en contextos
como los actuales han logrado hasta el momento que, cuando se trata
de sacar la rabia afuera, y reconocerse con el otro en la mirada (la
otra, le otre), el abrazo o el simple saludo, la alegría de saberse
o intuirse parte de un mismo proceso se exprese sin tapujos. Sea para
gritar un gol de un partido de fútbol, celebrar un nacimiento (de
una vida, de una nueva experiencia vital) o un triunfo político
puntual (electoral, insurreccional o de una batalla parcial), la
música suena, los cuerpos bailan, las bocas putean y ríen, el humo
de la parrilla y la bebida corren.
Eso
indigna a las bellas almas argentinas, y los argumentos para condenar
ese momento suele ser siempre de derecha, por más que se diga bajo
una lengua pretendidamente progresista o de izquierda.
Motivos
para festejar la derrota electoral del macrismo en la Argentina
actual sobran. Hace apenas dos años atrás Cambiemos triunfaba en
las elecciones de medio término, y comunicadores progresistas
construían hipótesis para argumentar que estábamos ante una nueva
derecha, democrática, que estaba construyendo una nueva hegemonía
en el país. E decir: teníamos neoliberalismo (puro y duro), para
rato.
Pero
siempre, en toda estructura de opresión, explotación y dominación,
hay algo que fluye, que huye, que escapa a las reglas clasificatorias
del orden vigente. DICIEMBRE DE 2017 reactualizó una imaginación
rebelde y contestataria y si bien no abrió un proceso que marcara
una diferencia en el tiempo, lo cierto es que a la gestión Cambiemos
protestas no le faltaron y AGOSTO DE 2019 condensó el momento en el
que nuestro pueblo mostró su Ya Basta se expresaría esta vez en los
marcos delineados por los proyectos dominantes, es decir, por la vía
electoral.
Tras
innumerables esfuerzos, el neoliberalismo (puro y duro), fue
derrotado en las elecciones de domingo 27 de octubre. La grieta
queda, y hay que pensarla. Los desafíos estratégicos para el
movimiento popular quedan, y hay que pensarlos. Tras los festejos,
entonces, a redoblar la apuesta. Lo que sigue, unas breves
reflexiones sobre el neoliberalismo, las izquierdas y el peronismo.
DOS
(PENSAR)
A-
EL NEOLIBERALISMO
--
Juntos por el Cambio triunfó en los tres conglomerados
urbanos más importantes del país (exceptuando Gran Buenos Aires, el
más destacado de todos modos): CABA, Santa Fé, Córdoba (debemos
agregar la capital bonaerense, Mar del Plata y las provincias de
Entre Ríos y Mendoza).
--Aún
con la disparada del dólar luego de las PASO y la creciente
pauperización general de la vida, Juntos por el Cambio logró
ascender del 32 al 40% de votos en los últimos dos meses.
--La
grieta está a flor de piel. La Argentina está partida, y si
bien se ganó la elección (o más bien, diría: si bien el
neoliberalismo puro y duro perdió la elección), entre el macrismo,
Spert y Gómez Centurión, suman casi el 44% del electorado, a lo que
debemos sumar un 6% de Lavagna más un amplia franja de votos del
Frente de Todos que, de no ser porque primó cierta astucia y
pragmatismo, hubiesen ido a parar para otro lado (me refiero a líneas
que se expresan en figuras como Massa, Solá, gobernadores del PJ,
etcétera).
B-
LA IZQUIERDA Y EL PERONISMO
--La
izquierda que no intervino en el marco amplio del peronismo
quedó, o bien con resultados extremadamente marginales (2% de votos
cosechó la unidad del FIT –PO, PTS, IS, PP-- y el MST), o bien
automarginada en posiciones principistas y de un denuncialismo
moralista francamente impotente.
--La
izquierda que se sumó, adhirió o apoyó al Frente de Todes,
evidentemente, ha sido capaz de tener una táctica concreta para la
coyuntura, gestar cierta mística al interior de sus militancias,
tener una cierta incidencia en la discusión política hacia sectores
amplios dela sociedad. Queda por verse qué capacidad se podrá
gestar (si es que hay voluntad de realizar dicho proceso) respecto de
delimitar un propio espacio, que combine creativamente flexibilidad
táctica con rigurosidad estratégica (es decir no perder el
horizonte y las tareas de largo plazo en las urgencias de cada
momento puntual)
--Las
organizaciones populares peronistas son las que en mejores
condicionamientos quedan hoy para poner en pie una voz que marqué
una agenda determinada más allá de la gestión del Estado: por su
masividad (a nivel de extensión territorial, de movilización en las
calles y de militancias estructuradas), su capitalización en figuras
que puedan ser una referencia en medios de comunicación, la
sencillez con la que pueden explicar a niveles de masas quienes son.
TRES
(ACUMULAR)
Resulta
fundamental, para las organizaciones populares (peronistas y de
izquierda), asumir con rigor (y crudeza):
A-
El diagnóstico: del complejo momento que atravesamos (mejor que
el de los últimos años, tanto a nivel nacional como internacional),
francamente adverso para cualquier política con aspiraciones de
cambios profundos: en términos micropolíticos, con un
neoliberalismo expandido por el cuerpo social; en términos
macropolíticos, con una dinámica prácticamente subsumida en su
totalidad a las reglas del juego democrático (democracia de la
derrota, democracia castrada, democracia restringida, democracia
liberal-parlamentaria o como se la quiera caracterizar, un régimen
que en términos generales no facilita que el pueblo sea
protagonista). Las recientes rebeliones en Ecuador y Chile, la
persistencia de la Revolución cubana, la Revolución Bolivariana en
Venezuela y el Proceso de Cambio en Bolivia, sumado a las
experiencias desde abajo que vienen resistiendo y creando espacios en
Colombia, Brasil, México (por nombrar tan sólo experiencias del
continente) brindan puntos de apoyo para seguir repensando
estrategias que puedan enfrentar el Nuevo Orden Mundial, en pos de
quebrar lo horizontes de sentido que impone la era del realismo
capitalista (donde es más fácil imaginar el fin del mundo que el
fin del capitalismo).
B-
Recuperar una dimensión estratégica para las construcciones: el
tiempo que se abre en Argentina estará poblado por tensiones de todo
tipo. Más allá de lo que se pueda (o no) hacer desde la gestión
del Estado, en función de mejorar las calamitosas condiciones de
vida en las cuales nos encontramos sumergidos los sectores populares,
resultará de vital importancia lo que podamos hacer en términos de
una política popular, que no se limite al denuncialismo, y que no se
resigne a que lo máximo a lo que podemos aspirar en este momento
histórico es a la gestión progresista del ciclo (del capital), vía
líneas de reparación e inclusión social, más y mejores derechos
ciudadanos, mejor calidad institucional (de este régimen de
representación) sostenido por otra parte en base a un modelo
extractivo.
La
construcción de una infraestructura material e intelectual de los
movimientos populares se torna un desafío insoslayable para el
tiempo por venir. Acumular (social, cultural, políticamente) un
poder popular que pueda mostrar más que enunciar otros modos de
hacer, sentir, pensar, experimentar la política (anudamiento
micro/macropolítico) es fundamental para cambiar las relaciones de
fuerzas, requisito imprescindible no sólo para comenzar a cobrar
confianza en torno a un proyecto que se proponga cambiar todo lo que
deba ser cambiado, sino incluso para no retroceder, para hacer de
cada batalla un momento de una estrategia más general de cambio
social.
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