“Un gobierno tiene más
capacidad de acción con más conflictividad social y no con menos”.
Por Mariano Pacheco*
La socióliga y ensayista
aborda el país que viene y las distintas perspectivas en tensión.
Gobierno, Feminismos, movimientos sociales y peronismos bajo la lupa.
El proceso que se abre el 10
de diciembre de 2019 en Argentina y la situación Latinoamericana.
Los movimientos sociales, los feminismos y el peronismo. Las figuras
claves en su formación intelectual y su rol actual respecto de la
formación político-intelectual de las nuevas generaciones. Un
diálogo con María Pía López acerca de los desafíos presentes en
la escena contemporánea.
El saludo agitado en la puerta
del edificio, el comentario circunstancial en el ascensor, la
anécdota del viaje ya en el departamento, mientras se calienta el
agua para el mate y una gata ronronea al pasar. La extensa charla
antes de que se encienda el grabador: las figuras de Rodolfo Walsh y
Ricardo Piglia, los periplos de lectura de quien –se nota-- no
transita ningún canon y la predisposición sin urgencias a cultivar
la conversación. María Pía López recibe a este cronista en su
morada del barrio porteño de Once y acepta el convite de revista
Zoom para sumar su voz a la serie testimonios que vienen
contribuyendo a pensar el país actual, su historia, sus vicisitudes.
Para empezar quería
preguntarte por la coyuntura, a pocos días del 10 de diciembre,
¿cómo ves la situación? Diría: ¿cómo ves la situación del
movimiento social (en general) y de los feminismos (en en
particular)?
La etapa que se abre es muy
interesante y contradictoria, signada por una situación muy
dramática respecto del contexto Latinoamericano. A diferencia de lo
que pasa en 2003, que asume un gobierno con una formidable crisis de
representación y un nivel muy amplio de organización social, ahora,
esa crisis de representación no está, y se abre una situación
sobre un terreno de legitimación de las instituciones y del sistema
electoral que, de algún modo, recondujo hacia la elección fuerzas
que podrían haber sido mucho más conflictivas socialmente. De
hecho, hay quien dice que en Argentina el estallido fueron las urnas,
a diferencia de otros procesos Latinoamericanos. De algún modo, acá
la temporalidad electoral condujo todas las confrontaciones hacia una
espera respeto del resultado electoral. En ese sentido, el 10 de
diciembre se abre un proceso que debe entender que va a gobernar con
las instituciones pero también con ese afuera no institucional, que
es esa conflictividad que se convirtió en apuesta, en expectativa.
Creo que es importante incluso para que se piense desde el gobierno,
indagar en qué significan esos votos obtenidos. Me parece
importante, en ese sentido, discutir con las hipótesis que sostienen
que sólo se votó por economía, por el desastre que hizo el
macrismo. Porque si no se comprende que hubo una especie de
acumulación militante en ese voto, de decisión, de resistencia,
que fue elaborada durante estos cuatro años, se entiende el campo
social de un modo muy yermo sobre el cual ejercer políticas nada
más. Si vos pensás que ese voto también implicó militancias y
acumulaciones resistentes, dialogás con ese activismo, y no sólo
con el objeto de las políticas de gobierno. Resulta clave, también,
para los movimientos sociales, respecto de cómo piensan su propia
reconfiguración. Dentro de los contradictorios y plurales feminismos
(todas sus contradicciones van a ser exponencialmente dramáticas en
los próximos meses, puesto que hay muchos feminismos), por ejemplo,
creo que van a haber algunos sectores, sobre todo los vinculados a
los partidos de izquierda, que van a intentar construir un feminismo
callejero adversario al gobierno, articulado con otras luchas
sociales, y otras compañeras más vinculadas al peronismo y los
sindicatos, más referenciadas en lo que pueda hacer el gobierno, que
pueden verse inhibidas de producir conflictividad. Ninguna de las dos
alternativas me convencen. Creo que es un momento interesante para
pensar no sólo qué es gobernabilidad hoy sino como se construye una
articulación virtuosa entre lo que van a ser los cuadros
parlamentarios y estatales, y los cuadros sociales. Si se logra
inventar una articulación un poco más virtuosa de la que siempre
hemos tenido, eso implica garantizar niveles de autonomía de esas
militantes sociales, al mismo tiempo que políticas de realización
de esas demandas. A mí me preocupa mucho lo que pasó con el aborto
el año pasado, con una gigantesca movilización en las calles, una
derrota en el parlamento y un retorno a casa inadmisible: jugar toda
una fuerza callejera multitudinaria, ser derrotadas por el senado
conservador y volverte… hay algo ahí de lo que deberíamos poder
aprender. Es difícil, pero hay que poder asumir que se necesita
ampliar los diálogos con diputados, senadores, funcionarios de los
ámbitos donde se toman decisiones estatales (en este caso el
ministerio de Salud), al mismo tiempo en que se fortalece la calle.
Es muy difícil, pero no podemos pensar sin conflicto. No sería
deseable que con el nuevo gobierno haya un horizonte de pérdida de
conflictividad social, porque un gobierno tiene más capacidad de
acción con más conflictividad social y no con menos. Los
movimientos populares retraídos para garantizar gobernabilidad sólo
se entregan de pies y manos a otros sectores que ya están operando.
No se pueden quedar a la espera para no molestar, pero tampoco el
moverse puede ser el clásico que conocemos de las izquierdas, de
salir a denunciar “al gobierno burgués”, con consignas del tipo
“El Estado es responsable”, etcétera. Entonces: en cómo
encontrar ese otro lugar se juega toda una inteligencia política,
que hay que ver si tendremos o no.
¿Y en el reverso? Digo, ya
no del movimiento social en general, y de los feminismos en
particular, sino del Estado en general, y del peronismo en
particular, ¿cómo lo ves de cara al proceso que se abre.
El Estado es siempre un
maquinaria muy compleja. El Estado tiene muchas zonas grises y
contradictorias entre sí, y probablemente asistiremos a un nuevo
despliegue de la estatalidad con esa situación, en donde vas a tener
políticas con las que tengas relativos acuerdos y otras que no, al
igual que con los cuadros técnicos. Eso ya pasó durante el
kirchnerismo, donde hubo zonas muy difíciles de mover, políticas
que iban en contra de otras políticas del mismo Estado. Yo creo que
con el peronismo pasa algo similar. Cuando estás ante un movimiento
de masas que es a la vez un partido tradicional, estás ante un campo
de heterogeneidades infinitas. Como le decía Cooke a Perón:
“General, cuando usted se muera vamos a ir todos a la misa y
después nos vamos a degollar como caballeros medievales”. No creo
que sea ese el escenario, pero sí tenemos que saber que va a haber
una conflictividad muy grande al interior de los distintos sectores
del peronismo. Ahí, así como decía que anhelaba que hubiese la
inteligencia necesaria por parte de los movimientos sociales también
espero del peronismo una inteligencia para no degollarse, para que
las disputas lógicas por acumulación de poder, por ocupación de
espacios no derive en la destrucción del frente logrado; sabiendo
que es un frente es heterogéneo: está Manzur y está Ofelia
Fernández. Pensando en el gobierno, en el Estado que se viene, creo
que hay que pujar por que se amplíen, se expandan las zonas que
puedan garantizar más derechos, más libertades, más
emancipaciones. Si, como charlábamos antes de empezar la entrevista
respecto de Ranciere, sobre sus conceptualizaciones en torno a
política y policía, yo creo que si quedamos prendados a la sola
idea de que hay política en el lugar instituyente del disenso social
y en el Estado sólo hay policía, se le regala muchísimo a los
sectores conservadores que quedan exclusivamente a cargo de la
producción de la lógica estatal, sin poner esa lógica estatal al
servicio de algo más dinámico, colectivo, instituyente.
Me gustaría ahora sacarte
un rato de la aceleración típica de coyunturas álgidas para que
entremos en otra temporalidad, y que nos cuentes sobre la relación
que vos tuviste, en tus primeros pasos de formación intelectual, con
la generación que te precedió. Queda bastante clara tu relación
con Horacio González leyendo tu libro Yo ya no. Horacio
González y el don de la amistad (Cuarenta ríos), pero
también hubo otras personas importantes en tu vida, como David
Viñas, o no sé qué otras figuras se te vienen ahora a la cabeza.
¿Qué recordas del entramado de esos vínculos?
Vos nombraste a Horacio y a
David. Yo agregaría a León Rozitchner. Ellos fueron mis tres
maestros, sobre todo en un momento iniciático, Horacio. Los tres
tenían un modo de concebir la tarea docente muy vital, en el sentido
de que estar en la universidad era para ellos abrir otras cosas, no
estar sólo dando clases y tomando exámenes, sino hacer
publicaciones, invitar a la gente más joven a sumarse a esas cosas,
y creo que tuvo que ver con un modo de pensar la tarea intelectual,
que no es cerrada, especialista, sino arrojada a la discusión
pública. Especialmente en el caso de Horacio, él siempre fue un
hacedor de espacios heterogéneos. Siempre recuerdo: el primer
artículo que escribí, cuando tendría unos 22 años, fue porque me
invitaron, Horacio y Eduardo Rinesi –que era apenas un poco más
grande que yo-- a participar de un libro que estaban elaborando.
Estoy hablando de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires en ese momento, que la recuerdo así de la mano de
ellos, muy vital.
Mencionaste tres nombres,
tres varones. ¿Qué hay del lugar de las mujeres intelectuales en
esos años? Digo: salvo Maristella Svampa, ¿hay otras mujeres que
recuerdes? Sobre todo en las ciencias sociales y la filosofía,
porque en otros ámbitos, como por ejemplo la carrera de Letras, hubo
muchas, pero no sé en carreras como Sociología, Ciencias políticas.
¿Hay algo que hoy puedas revisar a la luz de las discusiones
actuales planteadas por los feminismos? ¿Era un tema en la época o
sólo puede pensarse en retrospectiva?
Creo que no era un tema en ese
entonces. Sí puedo decir que así como en Letras estaban Josefina
Ludmer y Beatriz Sarlo, en Sociales estaba Alcira Argumedo. Mi primer
trabajo docente, de hecho, fue en su Cátedra, en Teoría Social
Latinoamericana. Ella era un figura tan fuerte como las otras tres
que te mencioné antes, como personalidad pública que disputaba en
el espacio político ella fue muy importante. Pero te diría que en
los años noventa ese no era un tema. Estoy casi segura que, cuando
dábamos ensayo Latinoamericano, toda la bibliografía eran varones
–salvo el libro de Alcira--, y no lo vivíamos como problema.
Porque se pensaba al ensayo como ensayo sobre la cuestión nacional,
y ahí eran todos varones. Pero también había mujeres produciendo
ensayos, sobre cuestiones de género, o de minorías. Hoy, cuando
reviso eso con cierto horror, me doy cuenta también que al ser mujer
en esos ámbitos intelectuales tan masculinizados, contabas con
cierto privilegio, porque se generaba toda una idea de
excepcionalidad, esa situación te daba más visibilidad, con lo cual
tmbién se torna importante poder ver esos lugares de comodidad para
pensar la propia situación. En mi caso, esas preguntas no fueron
preguntas personales sino preguntas callejeras, abiertas por el
movimiento social, por la potencia del feminismo.
Para finalizar, ¿cuál es
el vínculo que vos ahora sostenes con las nuevas generaciones? ¿Hay
una nueva intelectualidad que vos veas que se esté gestando en estos
años?
Diría que yo ahora me siento,
a veces, un poco culpable con les más jóvenes, porque hago otras
cosas en universidades que no son los sitios en los que doy clases.
Entonces tengo más ese vínculo de ir y dar clases nada más, a lo
sumo el acompañamiento es más puntual a determinadas personas en su
trayectos de lecturas y sus investigaciones. Lo que más me interesa
de les jóvenes de hoy que estudian ciencias sociales, es que veo que
hacen otras cosas: poesía, literatura, crítica. Y me parece que lo
más interesante es eso: la renuncia a la hiper-especialización, al
cierre, si bien hay –y muy buenas-- carreras académicas. Pero
también están les pibes que se inventan vidas medio díscolas
respecto de esos saberes. Y ahí, lo que más me interesa en estos
años, es la aparición de un feminismo juvenil que está abriendo
muchas preguntas, sobre la política, pero también sobre la
escritura y la teoría, que pone en tensión los modos en que las
personas más grandes tenemos de habitar la universidad. Y eso te
ayuda a revisar las clases, los programas de estudio, los modos en
que hablas. Ahí, lo que más me interesa de ese diálogo
intergeneracional es ese vínculo con los feminismos.
* Revista
Zoom
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