jueves, 8 de mayo de 2025

Confesiones (Eduardo Pavlovsky, 1975)

 Apartado final de “Reflexiones sobre el proceso creador 

 


Ayer, en “Escrituras (sintomáticas) y modos de vida”, el Laboratorio de Experimentación Narrativa que coordino en el marco de la Escuela Autogestiva de Literatura Aldo F. Oliva, trabajamos (junto con “Escribir” de Duras). este texto del  Tato:

 

 

Solo escribo aquello que me es incomunicable, aquello que se me revela, algo que siento como presencia molesta en mi interior, aquello que brota en mi soledad, de mi incompatibilidad. Escribo lo que no puedo compartir, lo que mis gestos y mis palabras no saben expresar. Aquello que quedó enquistado en mi desesperación, algo que me violenta. No puedo pensar lo que surge porque lo que siempre surge es lo peor de mi ser. Vómito de mis abismos, de mis suicidios. Mis personajes traducen mi mal. No hay gestos reparadores en mi teatro. Hay odio, perversión, resentimiento, violencia abismal. No hay primera intención de comunicar nada a nadie. Es un vómito de desesperanza, de terror el peor de los miedos. No hay amor por nadie. Es el odio lo que alimenta mis imágenes. Son sueños, retazos de mis máximas soledades, imágenes infantiles desoladoras. Mi asma y mi encierro permanente. Mi claustrofobia de lo cotidiano. Mi ahogo de la vida. Mi temor a la muerte. Escribo porque no puedo dejar de hacerlo. Actúo porque no puedo dejar de hacerlo; no hay elección libre en mi primer momento; no hay elección en el hombre que vomita; vomita porque no aguanta lo más descompuesto de sí mismo. Es en ese mismo vómito de mi mal de donde surgen todas las imágenes. Solo puedo querer cuando me permito odiar hasta el extremo. Recién allí aparecen algunos gestos que puedo distinguir como amor. Amor que me hace enamorar de los personajes y mi odio ya vomitado va dejando lugar a la sorpresa. Y a mí la sorpresa me produce ternura. Adoro lo que me asombra. Por eso aprendí a querer estos monstruos de personajes que inventé. Porque también son hijos míos, hijos de lo peor que hay en mí.

Más tarde se me revela que no son solo míos, sino expresión de un momento de otros seres de la vida, de la sociedad. Sé también que vomito por muchos, que mi vómito es colectivo, pero eso lo sé solo después solo mucho después.

 

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