domingo, 18 de mayo de 2025

¿Lo viejo funciona? Elecciones en CABA


Hoy casi la mitad de la población no fue a votar en las elecciones de la ciudad. Un 20% más que en octubre de 2001.

¿Lo viejo funciona? ¿Qué es lo viejo?

 ¡Atención! De quienes sí lo hicieron, el 54% lo hizo abiertamente por los candidatos de las derechas, el mismo porcentaje que cosechó CFK en las elecciones presidenciales de 2011, una década después del “Que se vayan todos/ Que no quede ni uno sólo”. Esto, en una ciudad (y en medio de una gestión nacional), donde las personas en situación de calle se cuentan de a miles (unas 4.000 se estipulaba en marzo, un 55% más que hace dos años).

 No se puede dejar de mencionar entonces que ese 54% de votos se concentró en figuras que expresan la actual y anteriores gestiones de la ciudad –e incluso del país-- y el vocero de la actual gestión nacional (Adorni, Lospenato respaldada por Jorge y Mauricio Macri y Larreta).

El casi 25% de ausentismo electoral de octubre de 2001 fue leído como “voto-bronca” contra el modelo neoliberal, porque se produjo en el pico de la crisis de representación de aquel año que culminó con el fuego de los piquetes en el centro, luego de que lentamente fuera llegando desde las periferias del país y coincidiera con el ruido de las cacerolas, que aparecieron como emergente de aquella coyuntura; proceso que se sintetizó luego en el “Piquete y cacerola/ La lucha es una sola”. En las calles y en las urnas, primaba el descontento popular con el orden existente.

¿Cómo leer el ausentismo actual a las urnas? ¿Qué es lo viejo en este contexto? ¿El peronismo? ¿El conjunto de los partidos tradicionales? ¿Las luchas populares que se expresaron por años sin estrategia de disputa institucional y que luego canalizaron –casi hasta la exclusividad- la construcción ligada a la gestión y/o la obtención de recursos del Estado?

Pasamos horas, en los noventa, discutiendo si estábamos en un momento de “creciente resistencia” o de “sectores que local y fragmentariamente” resistían. La palabra Resistencia era una contraseña de época en la militancia, en los sectores descontentos de la sociedad (con el menemato primero y con ese intento “progresista” de la ALIANZA después). Hasta había una agrupación que se llamaba “Peronismo que Resiste” y en cada movilización miles coreábamos “Va creciendo/ La nueva resistencia”, pero también, “Luche que se van/ Luche que se van”. ¿Quién quiere, y está dispuesto hoy, a pelear para echar a Milei, por más consensos que coseche, a sabiendas de que su programa de gobierno es profundamente antipopular?

Creo que el ausentismo electoral de este domingo en CABA deberíamos leerlo en serie con el apoyo activo a las distintas variantes de las derechas contemporáneas. O, a lo sumo, como un síntoma de que no se puede seguir pensando y actuando como si el triunfo de La Libertad Avanza en octubre de 2023 haya sido una simple victoria electoral de un sector de las derechas contemporáneas (que, dicho sea de paso, en tiempos pretéritos tenían que dar golpes de Estado, porque no podían ganar ni por asombro una elección).

¿Lo viejo funciona? ¡Por supuesto que no! Porque no calienta a nadie. Sólo sirve como consigna, de esas fáciles que nos repetimos a menudo (“Nadie se salva sólo”; “El héroe es colectivo”; “Todo está guardado en la memoria”), para tranquilizar nuestras bellas almas progresistas. Pero no movilizan a un pueblo que cunde en la dispersión, el abatimiento y el desencanto, al que le habla unas izquierdas (unas corrientes nacional-populares) aferradas a pasados anquilosados (sea el de la “década ganada” o el del “dosmiluno”, o incluso el de la “Juventud maravillosa” y el “socialismo nacional”).

La memoria de las luchas pasadas resulta fundamental a la hora de construir “archivos-cajas-de-herramientas” (otro slogan muchas veces vacío), siempre y cuando sirvan para potenciar, fortalecer y desarrollar nuevas luchas, capaces de iluminarse con nuevos mitos.

Como ya dijo el Amauta José Carlos Mariátegui hace casi un siglo atrás, el mito es potente porque es capaz de unir, juntar, religar, crear lazos, identificaciones y contribuir a realizar ese pasaje de los meros conflictos a una lucha abierta donde los cuerpos se emocionan al saberse (sí, claro, con un saber en el que se encuentran razones para la crítica y el accionar propositivo consciente) protagonistas de un proyecto por el cual, incluso –llegado el caso—están dispuestos a jugarse el pellejo.

En nuestras filas hoy carecemos de mitos. Tal vez por eso nos aferramos a los fetiches de las consignas fáciles, a discursivas “autocríticas” sin correlato en las prácticas, a intentos por “volver” (a donde sea que cada quien quiere volver), en lugar de mirar atrás para tomar las fuerzas que nos inspiren a recrear, a ganas la necesaria confianza para la invención que la hora requiere.

Mientras no lo hagamos seguiremos “indignados” frente a lo que hacen las fuerzas del cielo y del dinero, sorprendidos ante cada resultado adverso, impotentes para ser constructores de un nuevo amanecer. Y para esto no hay muletillas que nos sirvan, porque se inventa algo nuevo cuando se es capaz de leer con lucida crudeza los nuevos escenarios adversos, para ejercitar la crítica eficaz, esa que nos lanza a la batalla para conquistar otros horizontes.

 

 

 

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