jueves, 17 de abril de 2025

Beatriz Sarlo y sus aportes para pensar la izquerda cultural y la izquierda política

 Sumo a Sarlo al nuevo libro de ensayos sobre literatura argentina que intento cerrar en estas horas. Trato de dejar de incorporar cuestiones, pero para eso debería dejar de leer, porque sus páginas me despiertan nuevas reflexiones y me tiento de sumarlas.

 


Leo esto de su libro “Tiempo presente”. La izquierda política no puede:

 

1) Ser sólo izquierda académica a la manera norteamericana, donde los conflictos teóricos son vividos como sucedáneo fundamental de una esfera pública inalcanzable.

 

2) Ser una izquierda que considere sólo como acontecimientos accesorios los dramas del marxismo en el siglo XX.

 

3) Ser un apéndice cultural de los partidos que gestionan el epílogo de las transformaciones neoliberales.

 

4) Ser solo una izquierda testimonial que se refugie en la reafirmación moral formal de sus valores.

 

Continúa la enumeración, pero reivindicando tareas a las que no se puede renunciar. Escribe:

 

“El pensamiento de izquierda tiene que movilizar las disciplinas y las rutinas académicas, cuestionando sus sentidos comunes teóricos e institucionales; fortalecer la dimensión cultural de la política, rechazando sin más la dirección económica de lo social; preservar la memoria de los sufrimientos y el dolor… tiene que tener una poderosa implantación cultural y en consecuencia con el argumento de que una implantación cultural “no es suficiente” sería absurdo que renunciara a aquel espacio donde todavía puede encontrar una escucha y ejercer una influencia”.

 

Sin embargo –remata– una izquierda política no es solo una izquierda cultural. Aquí es donde el desconcierto es más fuerte precisamente porque la política parece repeler a la izquierda en nombre de un posibilismo…

 

Ser de izquierda, entonces, tiene también una dimensión social y práctica, y tiene que ver con algunos principios. Por lo menos dos:

 

1) No aceptar como límite objetivo un diagnóstico que lleva inscriptas las condiciones de hegemonía que lo imponen.

 

2) Sostener unos puntos completamente no negociables en el marco del sistema, es decir, intervenir en el espacio público y en la política refutando los pactos de mímesis, que son pactos de complicidad o de resignación.

 

 

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