martes, 27 de diciembre de 2016

Entrevista a Máximo Sozzo

“Hay que eludir el fantasma de la  
“colombianización” de la Argentina”*
El investigador Maximo Sozzo analiza la cuestión del narcotráfico en Santa Fe y su impacto a nivel nacional. “El mercado de drogas se toca con internas policiales.
Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)


Doctor en ciencias sociales, profesor de Sociología y Criminología en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, Maximo Sozzo recibió a Revista Zoom en dicha institución académica para conversar sobre algunos de los temas que investiga y que son, por otra parte, los que colocaron a la provincia de Santa Fe en la primera plana de no pocos medios nacionales en los últimos tiempos: el delito, el narcotráfico, las fuerzas policiales y las políticas de seguridad. Para Sozzo, las producciones académicas deben esforzarse por producir un impacto en el debate público y trasmitir los resultados de sus investigaciones de un modo que otro tipo de lectores lo entiendan. De estas cuestiones y de cómo pensar políticas de seguridad en un territorio surcado por tensiones de todo tipo, conversamos en esta entrevista.

Narcotráfico, policías, políticas de seguridad
¿Pensás que hubo cambios en las políticas de seguridad a partir del cambio de gobierno, no solo a nivel nacional sino también provincial? Digo: si bien gobierna la misma coalición en Santa Fe, me gustaría saber si consideras que hubo cambios al interior de ese espacio político en relación a estos temas.
Me parecen muy buenas preguntas, ambas. Y voy a comenzar por contestarte la segunda, porque me parece importante entender el cambio en las alianzas gobernantes que se produce en la provincia en 2007, cuando se quiebra la composición gobernante desde 1983 bajo el signo del peronismo, para dar paso a otra coalición gobernante en donde conviven sectores del socialismo, del radicalismo y otros partidos menores, pero que, a su vez, ha ido cambiando en su composición interna. En 2007, el Frente Progresista crea el Ministerio de Seguridad, copiando de algún modo otras experiencias de la Argentina, como el caso de Buenos Aires, que es el primer lugar en donde se crea un Ministerio de Seguridad, un poco como un gesto para fortalecer la autoridad de los sectores electos popularmente para la institución policial, dándole más peso a la conducción de los temas de seguridad. Sin embargo, la creación de ese ministerio no conlleva un programa de reformas estructurales de la institución policial y tampoco un programa de reformas modestas. La primera gestión, a cargo de Hermes Binner, por ejemplo, se caracteriza por una fuerte continuidad con el estado de cosas que había anteriormente, con la excepción de la creación de ese ministerio y de este elenco de funcionarios que se colocan supuestamente por encima de la institución policial. Ahora, el pasaje del gobierno de Binner a Bonfatti, mantiene la situación en términos estructurales, pero comienza a circular otro lenguaje entre estos actores, entre comillas, reformista. Hasta el propio gobernador y Raúl Lamberto, que fue su ministro de Seguridad durante la mayor parte de la gestión, construyeron todo un discurso público alrededor de este tema: que se estaban llevando adelante políticas de reforma. Esas iniciativas son, de todos modos, de alcances muy modestos. Por ejemplo: se crea la Policía de Investigaciones que, dentro de la estructura general de la policía, es desde el punto de vista administrativo un área que tiene una conducción que no es el jefe de policía sino un funcionario político al interior del ministerio de Seguridad, en la búsqueda por separar investigación de seguridad. Ahora, ¿qué pasa? Que ese cuerpo es muy pequeño en cantidad de funcionarios y no puede investigar todo. Entonces aparece esta cuestión de resolver cuáles son los delitos que investiga la nueva esfera o cuáles los viejos policías de investigaciones ligados a las comisarías, los departamentos judiciales. Así es como se produce esta tensión entre las intenciones de hacer algo distinto y la modestia de sus alcances. Lo mismo sucede con la Policía Comunitaria lanzada en 2014.

“No se va a reconfigurar drásticamente el mercado ilegal de drogas porque se encarcele a jóvenes varones pobres como se viene haciendo”
Y luego viene un nuevo cambio de gestión pero dentro del mismo espacio político…
Claro, algo que por otra parte estamos bastante acostumbrados en la Argentina en general. Y lo que sucede es que durante el primer año de gestión de Miguel Lifschitz se busca de nuevo re-centralizar la toma de decisiones, ya no solo en el Ministerio de Seguridad, sino de nuevo en el jefe de policía. Entonces, si las modestas reformas que se buscaron llevar adelante durante las anteriores gestiones trataban de descentralizar, ahora, a partir de la creación de estos cuerpos alternativos (por más naturaleza ambigua que tuvieran, porque dependían administrativamente de la policía), se vuelve a re-centralizar la estructura. Esto sin necesariamente desarmar estos cuerpos, pero sí reconcentrando nuevamente las decisiones en el jefe de policía. Entonces se genera una situación muy ambivalente y difícil de interpretar todavía. ¿Cual es el plan? ¿Volver a una policía unitaria, uniforme y gestionada policialmente o gestionada por el ministro de Seguridad pero que quiere tener centralizadas las decisiones en un jefe de policía que es un funcionario policial? Eso es, por lo menos, contradictorio con la retórica de la misma colisión gobernante en la gestión anterior.

En el medio de todo esto, además, se produce en 2009 la detención del jefe de policía, que estaba en connivencia con cierto segmento del narcotráfico. Y esto es central para entender este proceso. Tanto para entender el lenguaje utilizado por ciertas fracciones políticas de la alianza gubernamental, que hablan de la necesidad de reformar la policía, así como lo que sucede actualmente. Porque tenemos una situación que era difícil de imaginar, y es que la institución policial está aun más desprestigiada, y a su vez se mantienen las tasas de homicidio en números muy altos y hasta se han incrementado. Esto genera mucha presión respecto de la opinión pública. Sobre todo cuando se producen homicidios luego de robos y el que muere no es un pibe de un barrio pobre, sino una persona de clase media, y esto es leído -según los patrones de producción de información de los medios hegemónicos- como que se mata a la persona equivocada. Y todo eso genera escándalo público, con su correlato en reclamos -movilizaciones incluidas- de más seguridad por parte de ciudadanos de sectores medios. Un reclamo entre comillas desde abajo, porque reúne personas que se movilizan, logran visibilidad pública en la prensa y tensionan la agenda política. Eso complica aún más las cosas, por un lado, y por el otro ayuda a entender este primer año de gestión del gobierno, que como te decía tiende a una política de re-centralización en las manos de la policía. Entonces revierten lo poco de la descentralización trunca, ambivalente y moderada que habían generado, con un jefe de policía que ahora centraliza en su figura la conducción de toda una serie de segmentos que antes se habían buscado separar.

Tengamos en cuenta que, desde la década del 90, la voz de descentralización siempre fue de los sectores progresistas, quienes sostuvieron que tal vez un modo de entrarle a esas estructuras centralizadas y corruptas era a través de la descentralización, partir las instituciones para reconstruirlas desde abajo de otra manera. Eso en Santa Fe no sucedió. Bueno, en realidad todas las desentralizaciones fueron medio berretas y no prosperaron en ningún lado. En el caso provincial concreto, entiendo que esta tentativa de re-centralización tiene que ver, sobre todo, con cómo aparece en el debate público la cuestión del delito, porque muchos funcionarios entienden que su futuro político está ligado a los modos de dar respuestas a estos temas. Y el problema de esto es que se puede volver a enfatizar el carácter policial de la institución policial, que en su lado oscuro -para decirlo con palabras de La guerra de las galaxias– está atravesada fuertemente por una serie de tensiones que, entre otras cuestiones, explica también la detención del jefe de policía en 2009. Una institución policial, por otra parte, que desde el retorno de la democracia está autogobernada.

¿”Colombianización” del narcotráfico en la Argentina?
Sozzo aclara que no se dedica a realizar investigación social sobre el tema “narcotráfico”, y comenta que en general hay poca gente en el país que, desde la academia, se dedique a eso. Así y todo, como profesor universitario, afirma que es una “asignatura pendiente de las ciencias sociales” generar exploraciones más profundas, argumentos más sólidos que los que flotan en el espacio público, político y mediático. “Yo no estudié el denominado narcotráfico pero sí a la policía y, como sabemos, en Argentina están fuertemente conectados”, remata, a modo de introducción, antes de comenzar con su argumento.

En Córdoba, por ejemplo, medios como La voz del interior, del grupo Clarín, insisten con la idea de “colombianización” del país. ¿Vos qué podes decir al respecto?

Creo que lo primero y principal es eludir el fantasma de la “colombianización” o “mexicanización” de la Argentina, porque es un discurso que promueve Estados Unidos, reformulando el viejo lema de la “guerra contra las drogas ilegales” para fortalecer las dimensiones represivas del aparato del Estado y la militarización de la seguridad pública. Por eso creo que hay que eludir esas recetas, pero también, el modo en que se plantea el problema en la esfera pública. Utilizar esos términos ya desde el vamos apunta claramente a obtener ese tipo de respuestas. Concretamente en Santa Fe el mercado de drogas ilegales está muy desarrollado, como en otras ciudades de la provincia. Y ahí se toca con las internas policiales que mencionaba anteriormente. A modo de hipótesis, podría decir que fue la desestructuración de las jerarquías de ese lado oscuro de la policía, en relación a cómo gestionar los negocios ilegales, en donde se distribuyen recursos obtenidos ilegalmente de forma pautada, reglas que se cumplen y que, por lo tanto, tienen la capacidad de ordenar en el territorio a quienes llevan adelante estos negocios (ilegalmente, pero llevando orden al fin), la que ha generado, en parte, esta situación que hoy estamos atravesando. Para decirlo de un modo claro y básico: si en la provincia de Santa Fe ya estaba ese problema, cuando ese lado oscuro que organizaba de forma muy pautada y regulada ese tipo de mercado ilegal de manera uniforme se quiebra, distintos grupos luchan por apropiarse de las ganancias de esos mercados ilegales, y es eso lo que incrementa los conflictos por el control del territorio. No creo, claro está, que esa sea la razón por la cual hoy existen más homicidios que en 1980, pero sí creo que es un elemento que ayuda a entender, por ejemplo, la mayor circulación de armas de fuego en los territorios de la marginalidad urbana. Y que a partir de eso se las use, no solo para esas actividades, sino para otros fines. Ahí yo veo un nexo. Ahora, lo que llama la atención es que se piense que el modo de intervenir en la problemática sea la receta de detener a los vendedores al menudeo de drogas ilegales para reducir el alcance del negocios. Además de que habría que discutir si de verdad prohibir la producción/circulación de esos productos es la opción más racional para gobernar la relación que los ciudadanos del mundo contemporáneo tenemos con las drogas. Yo creo que no lo es. Pero al margen, digo, si uno decidiera que esa es la opción, así y todo, perseguir al eslabón más débil de la cadena no parece ser lo más eficaz. No se va a reconfigurar drásticamente el mercado ilegal de drogas porque se encarcele a jóvenes varones pobres como se viene haciendo.

“En Argentina, narcotráfico y policía están fuertemente conectados”
Por último, y retomando lo que conversábamos al principio de esta entrevista, quería preguntarte sobre el vínculo entre la gestión nacional y provincial del Estado. ¿Cómo viene esa relación, al menos, en lo que pueda pensarse de este primer año de gobierno de Macri y Lifschitz?
Vos fijate que todas estas intervenciones de Gendarmería y Prefectura sobre el territorio nacen ya durante el kirchnerismo, más allá de las relaciones tirantes entre la gestión nacional y la provincial, pero que en determinados momentos alcanzaban niveles de acuerdos como para que esas intervenciones se produzcan. Y siempre fueron intervenciones de ocupación territorial. Ahora, con el nuevo gobierno neoliberal de Macri, las intervenciones que se generan son del mismo tipo. Se dice que va a haber además brigadas de investigaciones federales para investigar justamente este tipo de delitos de las drogas ilegales, el llamado “narcotráfico”, pero por ahora no se ha visto ningún síntoma en ese sentido. Lo que se ve son gendarmes y prefectos haciendo ocupación del territorio: patrullaje, parada fija y cacheos, detenciones. ¿De quienes? De los sospechosos de siempre: hombres jóvenes, morochos y pobres. Entonces, las intervenciones actuales lo que hacen es reforzar el tipo de intervenciones que se hicieron anteriormente. Y son intervenciones totalmente ineficaces si uno efectivamente lo que quiere hacer es combatir el narcotráfico. Y esto pone en cuestión, incluso, el mismo objetivo planteado. Resulta por lo menos llamativo que, después de tantos años, haya agentes estatales que crean que esa es la manera de desarmar las redes ilegales, con fuerzas trabajando a la bartola, con todos los efectos perversos que esas prácticas traen aparejadas, en términos de violación de los derechos humanos de un montón de ciudadanos que experimentan prácticas de hostigamiento en ese contexto. Y todo esto siempre poniendo un especial énfasis en la cuestión numérica, como si el envío de 1.000 o 1.300 o 2.000 efectivos fuera a alterar el efecto que este tipo de prácticas tendrían. Y si uno reflexiona solamente un poco puede caer en la cuenta de que es un planteo ridículo pero que se vende bien en el espacio público, y por eso, más allá de sus eventuales disidencias políticas, hay actores de diverso tipo que acuerdan en este punto, lo promueven, lo desarrollan y se sacan fotos. Esto resulta, como mínimo, paradojal, pero fácil de explicar: es un mensaje para los ciudadanos preocupados por el crecimiento del delito. En una provincia de más de tres millones de habitantes, 700 gendarmes o prefectos patrullando las calles por turno para resolver el problema del narcotráfico resulta ridículo.

*Nota publicada en revista Zoom.

lunes, 19 de diciembre de 2016

2001: reflexiones sobre la insurrección del 19 y 20 de diciembre


Que 15 años no es nada

Por Mariano Pacheco*
(@PachecoenMarcha)



A las 00.00 horas del 20 de diciembre de 2001 unas 100 mil personas entonaron el Himno Nacional en la Plaza de Mayo y a los veinte minutos caravanas de manifestantes se concentraron simultáneamente en la Quinta de Olivos y en Palermo, frente al domicilio del ministro de Economía que, media hora mas tarde, ya no lo sería. A las 0.50 comenzó la represión en Plaza de Mayo: cientos de personas resistieron a cascotazos las balas de goma y gases lacrimógenos. Minutos más tarde comenzaban a arder las palmeras de la Plaza, y con ellas, el país entero se encendía: se había iniciado la insurrección.
Se estipula que fueron 122 los supermercados y comercios del Gran Buenos Aires saqueados durante el día 19, y 17 los de la Capital Federal. Según las noticias de primera hora del 20, el día había amanecido con siete nuevos muertos. Las protestas y saqueos se habían multiplicado con el correr de las horas en distintos lugares del país y el Partido Justicialista, a través de Carlos Saúl Menem, Carlos Ruckauf y Eduardo Duhalde, habían expresado su apoyo al estado de sitio decretado por el presidente Fernando De La Rúa la noche anterior.
A las 10.15 una muchedumbre se concentró en Plaza de Mayo. A los 15 minutos, la montada avanzó sobre las Madres de Plaza de Mayo. A las 13 se cumplieron 12 horas desde la renuncia de Domingo Cavallo. El mismo que siendo ministro de Economía durante la presidencia de Menem había implantado el Plan de Convertibilidad. El mismo que promovió las privatizaciones para cancelar la deuda y generar un nuevo endeudamiento del país. A las 14 horas se desarrollaron enfrentamientos en Mar del Plata, Córdoba, Río Negro, Mendoza, Neuquén y Chubut. Desde entonces el micro-centro porteño fue epicentro de un acontecimiento inédito en la historia del país: durante horas, miles de personas sostuvieron enfrentamientos callejeros con las fuerzas de represión del Estado, que ese día agotaron sus municiones de balas de goma.
Para entonces, el “ejercito de pobres” (según expresiones del propio diario Clarín) se había incrementado durante el último año en 3 millones de personas, es decir, a un ritmo de 8.260 por día.

Un semestre intenso
La inmensa movilización del 3 de julio de 2002, desde el Puente Pueyrredón (al Sur del Conurbano Bonaerense) hacia el centro mismo de la ciudad de Buenos Aires (Plaza de Mayo), para repudiar los asesinatos de los jóvenes militantes Maximiliano Korteki y Darío Santillán (ocurridos el 26 de junio del mismo año durante la denominada “Masacre de Avellaneda”), fueron tal vez la última expresión de la insurrección de diciembre de 2001. Ese día importantes sectores de la sociedad argentina se movilizaron (o brindaron activo apoyo y muestras de simpatías con los movilizados) para decirle No a la represión y frenar los intentos del régimen por imponer su fase autoritaria. 

Pero los trágicos episodios también pusieron pusieron un claro límite al ascendente movimiento de protesta, que había tenido al movimiento piquetero como eje dinamizador del conflicto social, pero que incluía además a estudiantes secundarios y universitarios, vecinos de barrios de sectores medios agrupados en las Asambleas Populares, asalariados que habían ocupado sus lugares de trabajo y los habían puesto a funcionar bajo la modalidad “cooperativa” o de “control obrero” y otros tantos que, desde sus gremios, seguían con la basta tradición de lucha del movimiento obrero argentino (como los estatales y los docentes).
Luchas por mayor salario, por la defensa del empleo, contra el hambre y la represión pero que enlazaron durante meses con un cuestionamiento al orden social y el régimen político.
Por algunos meses la crisis se llevó puesto a los partidos políticos, a la mayoría de los sindicatos, en fin, a los modos tradicionales de hacer política en al Argentina. En este sentido, las jornadas del 19/20 colocaron a la política misma en otro lugar. De algún modo, la insurrección permitió hacernos nuevamente la pregunta acerca de qué es, qué entendemos por política.   
Es que las crisis suelen funcionar como momentos de desperezo, de apertura de la historia. Por eso suelen ser enormemente productivos y se erigen como un reto enorme para el pensamiento político crítico y las prácticas cuestionadoras del orden social. ¿Es posible permanecer actuando y pensando en el interior mismo de la crisis? Esa, de algún modo, es la pregunta que el kirchnerismo buscó anular, o al menos, tramitar solo de un modo estatal (el lugar estabilizador por excelencia, y por lo tanto, contrario a la crisis –recordemos que etimologicamente la palabra estado deriva de estatio--).
Pensar desde la crisis, en cambio, implica concebir que el motor de los cambios está en el conflicto y que, precisamente porque es el conflicto el motor del cambio, no podemos saber, de antemano, cuales pueden llegar a ser los resultados. En este sentido, diciembre de 2001 opera como símbolo generacional y una determinada porción del campo popular de nuestro país (generacional y no etario, puesto que hay, por ejemplo, tanto setentista como adolescentes que se identifican con él).
¿Qué queda hoy de las jornadas de aquel diciembre de una década y media atrás? Solo huellas de un cierto imaginario insurgente, y también, el fantasma de la crisis entendida como desorden que hay que limitar. De allí que para mucha gente 2001 sino sinónimo del infierno, de aquello que hay que conjurar, a lo que no hay que regresar. Sin embargo, las militancias que se identifican con él, no deberían apresurarse en traducir esa fecha en término de ceremonia de recordatorio (rememorar es reactualizar, recordar es la más de las veces quedarse anclado en la impotente nostalgia). Porque aquellos días (semanas, meses) fueron momentos de apertura a la impugnación del orden social, de sus clasificaciones y jerarquizaciones, de sus lenguajes, y por lo tanto, un breve período de aceleración temporal, donde el orden fue desnaturalizado, conmovido, puesto en cuestión, y la política, vivenciada por miles de personas lejos de las coordenadas de la mera gestión.

La larga década
Por primera vez en medio siglo los nombres de Perón y Evita fueron los grandes ausentes y, el peronismo, no gravitó la política popular durante ese primer semestre de 2002.

De algún modo, eso que pasó con el tiempo a llamarse kirchnerismo fue quien mejor leyó esa situación, y su irrupción implicó un retorno a lo conocido pero dando cuenta de los cambios acontecidos. Un peronismo pasado por derechos humanos y que se pasó por alto la década neoliberal. Desde el primer momento Néstor Kirchner leyó lo que las Madres de Plaza de Mayo habían implicado para la subjetividad de los argentinos desde los momentos mismos de la última dictadura, hasta entonces y sobre todo, lo que la figura de Hebe de Bonafini había implicado para las luchas de la post-dictadura (la de los organismos en particular, pero sobre todo, la del movimiento popular en general). También la necesidad de irse para atrás en el tiempo en la reivindicación del peronismo, sobre todo del tercero (ese que el historiador Alejandro Horowicz fechó entre el inicio de la campaña del “Luche y vuelve” hasta la caída de Héctor J. Cámpora de la presidencia de la Nación). Algo similar sucedió con los sindicatos, que habían perdido centralidad en la protesta y en las calles (no es casual que apareciera Hugo Moyano como principal referencia del mundo obrero, el camionero que sí participó de las protestas y las luchas en las calles en los años 90) incluso con el aparato partidario peronista, que con aire sureños comenzó a ser llamado Frente para la Victoria (“De estos y otros materiales se nutre la discusión que de inmediato emerge en las áreas de la izquierda y el peronismo”, escribió alguna vez Horacio González, quien aclara que el debate se refiere a si Kirchner “irrumpe para clausurar el gesto creativo de las asambleas o si la necesaria cuota de institucionalidad que él restituye, lleva en su esencia lo más activo del asambleismo”).
Sindicatos, partidos integrados al sistema político parlamentario y organismos de derechos humanos apoyando políticos de Estado: el reverso progresista de las jornadas de diciembre de 2001.
La izquierda liberal, por su parte --tan afecta a los lamentos y las quejas-- encontró en el concepto de “cooptación” su palabra-clave para explicar todos los males. También para disfrazar sus incapacidades. La denominada “Nueva Izquierda”, fuerte en la protesta callejera y la organización social de base durante esos meses, adolecía de una proyección política más de largo plazo, pero por sobre todas las cosas, no tenía condiciones históricas para llevar el proceso más allá (precariedad estructural de sus bases, escasa experiencia de sus cuadros, corto recorrido de existencia, ausencia de respaldo histórico sobre el cual apoyarse, entre otros elementos).
Durante la última larga década el 2001 permaneció bajo el modo de huellas en un gran número de prácticas micro-políticas que, sin embargo, no lograron prácticamente expresarse en la dimensión macro-política. También hubo importantes luchas populares, e incluso muchas de ellas protagonizadas por organizaciones que partían de un suelo existencial y simbólico ligado a las jornadas del 19 y 20: la consigna zapatista “desde abajo y a la izquierda” puede servir para sintetizar aquel ethos, centrado en la des-burocratización de las instancias de participación, la ligazón del proyecto estratégico con la cotidianeidad y el intento de no-escisión entre ética y política. Así, de organizaciones que lucharon contra el hambre en los noventa, surgieron durante los años kirchneristas algunas experiencias ligadas a la autogestión del trabajo y otras esferas de la vida social: cooperativas de producción y consumo de las cuales se alimentaron y “beneficiaron” miles de familias; Bachilleratos Populares que garantizaron (con título oficial otorgado por Estado incluso) el egreso del colegio secundario de otras cientos de personas (sobre todo en la provincia de Buenos Aires); nuevos colectivos de comunicación y cultura popular; promoción de políticas de género y diversidad sexual al interior de estos nuevos movimientos sociales e incluso esbozo de construcciones de un sindicalismo de base. Pero no lograron coagular en movimientos de masas e, incluso algunas de sus expresiones más radicalizadas, terminaron la década asimiladas a las lógicas políticas dominantes.
Hubo, desde luego, algunas excepciones: el movimiento de luchas en defensa de los bienes comunes, el de las luchas por la vivienda digna y en defensa de la educación pública. El primero encontró en la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) su herramienta organizativa más visible (2006-2016) y en el bloqueo producido a la empresa multinacional Monsanto en Córdoba (2013-2016) su cara más radicalizada. El segundo tuvo su mayor grado de visibilización en la “Carpa villera” que se instaló durante 53 días en plena Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2014). El tercero libró numerosas luchas en distintas ciudades del país (con epicentro en La Plata, Buenos Aires y Córdoba), cuyos protagonistas fueron a algunas veces los estudiantes secundarios, otras los universitarios y en ocasiones ambos juntos (palabras aparte merecería el conflicto docente en la Patagonia, cuyo rostro más trágico podemos encontrarlo en el asesinato del maestro Carlos Fuentealba). Más ligados a las izquierdas y sobre todo a su fracción “independiente”, fueron los Foros de Educación para el Cambio Social, pero a pesar de su masividad no lograron salirse del plano discursivo y con el paso de los años cayeron, como tantas otras experiencias, en nuevos modos de ensimismamiento. Y esta, tal vez, es una palabra que pueda ayudarnos a entender por qué ninguna de las experiencias mencionadas pudo erigirse en un movimiento de masas que impusiera agenda en la coyuntura, que referenciara con sus luchas a otros atores y, ni que hablar, que pudiera acaudillar otros sectores populares.

El largo año
El primer semestre macrista encontró al movimiento popular con poca capacidad de reacción, si bien desde diciembre de 2015 los trabajadores del Estado y otras fracciones del movimiento obrero dieron pelea contra los despidos que fueron el primer golpe de la gestión encabezada por el ingeniero Mauricio Macri.

El segundo semestre del año encontró a diferentes sectores populares peleando en las calles e incluso se produjeron algunos cruces inéditos en la historia reciente de nuestro país, como la confluencia en movilizaciones de trabajadores encuadrados en la CGT (También en las CTA) y ese gran precarizado que tiene en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) su herramienta más visible y numerosa (aunque existen otras, y también, numerosas organizaciones territoriales).
Desde principios de año un cierto afán nostálgico pesó sobre las miitancias de diverso origen e identificación ideológica, y fue la de asociar el embate macrista con el neoliberalismo menemista y, por lo tanto, con agitar ciertas imágenes del pasado de las resistencia. De ser una operación destinada a reconstruir un imaginario de resistencia, entiende este cronista, dichas operaciones podrían tener cierta eficacia, sin van acompañadas por creativas medidas políticas que puedan dar cuenta de la situación concreta que hoy atravesamos como pueblo. De lo contrario, serán una más de las tantas actitudes que no logran entender que nunca una situación política es igual a otra del pasado y que por más radicalizadas que sean las consignas y las imágenes que se utilicen, solo serán disruptivas aquellas iniciativas que logren reactualizar la rebelión en términos de contagiar indignación contra lo que sucede, transformar la bronca en peleas en las calles y la protesta en resistencia. A partir de allí, seguramente, pueda hablarse de un 2001 que no pueda ser asimilado por las clases dominantes: un diciembre que funcione como fantasma insurrecto. Entonces los muertos de aquellos días dejarán de pertenecer al botín de guerra de los que casi siempre han ganado en la historia, para pasar a ser estandarte que alimente los deseos de transformación social.

*Nota elaborada para revista Zoom.

martes, 13 de diciembre de 2016

Sobre Ciencia y utopía…, de Ariel Petruccelli


Crítica intelectual para el cambio social

Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)

Historiador y ensayista argentino, Ariel Petruccelli se ha transformado en un importante referente del pensamiento crítico en la Patagonia. Este año publicó Ciencia y utopía en Marx y en la tradición marxista, un libro co-editado por El colectivo y Herramienta. En esta entrevista nos habla sobre el libro, el pensamiento marxista en la actualidad y la "tarea aún pendiente" de edificar una Nueva Generación de Intelectuales de Izquierda.
 Escuchá la entrevista completa acá:


 
Su libro Docentes y piqueteros. De la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral Có, salió a las calles en 2005 por una co-edición porteño-patagónica realizada entre El cielo por asalto y El fracaso, y volvió a ser reeditado en 2015 por Ediciones con doble zeta, una editorial de la región (agotada rápidamente su primera edición, de baja tirada, el libro circuló asiduamente entre las militancias en forma de fotocopias). Allí Petruccelli emplea el concepto de “contra-cultura dde la protesta” para intentar comprender las particularidades de las luchas sociales y sindicales de Neuquén durante la post-dictadura. Entendido como una “cultura minoritaria y disidente, contrapuesta a una cultura política dominante y mayoritaria”, el concepto se asumía como uno de los tres rasgos (junto con la economía energética y la hegemonía política de un partido provincial) a partir de los cuales pensar la dimensión regional de la lucha de clases en el país, y fue asumido no solo como una herramienta de análisis sino como una suerte de palabra clave, un guiño de ojo de la militancia de izquierda local.
Este año (2016), Petruccelli volvió a la carga con Ciencia y utopía en Marx y en la tradición marxista, un libro co-editado por El colectivo y Herramienta, experiencias que cumplieron diez y veinticinco años de existencia respectivamente, y que más allá de algunas ediciones conjuntas realizadas en esta última década, logran transformarse en cada una en referentes de los movimientos sociales (la primera) y del marxismo heterodoxo (la segunda) en el país.
El libro, según afirma el propio autor en su introducción, forma parte de un mismo programa de trabajo intelectual, que viene sosteniendo desde hace ya una década y del cual también forman parte dos libros anteriores, Materialismo histórico: interpretaciones y controversias y El marxismo en la encrucijada, publicados por Prometeo en 2010 y 2011, respectivamente.
En Ciencia y utopía… Petruccelli cuestiona las versiones cintificistas y tecnologicistas del marxismo ortodoxo y se mete con rigor a trabajar sobre cuatro nudos temáticos: en primer lugar, la actirud de Marx y Engels respecto de los utopistas; en segundo y tercer lugar, retoma los debates en torno al estatuto científico del marxismo y repasa la “imaginación histórica en Marx: desde sus posiciones alrededor de la cuestión colonial hasta la revalorización de la comunidad rusa en los momentos finales de su vida, pasando por su posición respecto de la Comuna de París y la reivindicación de la figura de Espartaco; por último, analiza el problema d ella ética, los ideales y los criterios de justicia en el autor de El capital y en el marxismo.
Que el marxismo se haya derrumabado como guía para comprender lo que sucede en el mundo”, nos dice su autor, es algo que aún queda por discutir en las izquierdas, y propone no atar la suerte de las teorías y saberes impugnadores del orden del capital a las experiencias histórico-concretas que se edificaron durante el siglo XX en nombre del socialismo y se han derrumabado, para concluir que “el socialismo de nuestro tiempo debería mantener un compromiso múltiple con la reflexión ética, la imaginación utópica, la rigurosidad científica y la responsabilidad política”. Como puede verse, lejos de las miradas cientificistas, el autor rescata a Marx –sin embargo-- en el intento por seguir promoviendo una “nueva alianza entre movimiento social y un determinado conocimiento científico”, ya que considera que el marxismo, como totalidad, sigue siendo tanto una filosofá como una política que eprsigue fines, pero también, una teoría que formula análisis y realiza pronósticos, es decir, una ciencia de la historia y una crítica de la sociedad actual. Y la utopía, ¿queda relegada a los utopistas? Nada de eso: Petruccelli se esfuerza en rescatarla para el marxismo, como una dimensión para reactualizar los ideales por los cuales luchar por derrumbar el capitalismo, y edificar una nueva sociedad (socialista).

Para hablar de este y otros temas, Ariel Petruccelli conversó telefónicamente con este cronista, en el marco de una entrevista realizada para el programa radial semanal “La luna con gatillo: una crítica política de la cultura”.



jueves, 8 de diciembre de 2016

Crónica de una visita a Milagro Sala en el Penal de Jujuy


Estoy privada de la libertad ambulatoria, no de la libertad de expresión”*


Por Mariano Pacheco


Está terminando agosto y sin embargo, en distintos rincones del norte argentino puede verse a las paisanas, a los paisanos, llevar adelante aún su ritual por la Pachamama. Pero no en todos los rincones de esa provincia que se hace llamar Jujuy la ceremonia a la Madre Tierra puede desarrollarse con tranquilidad. Según cuentan algunos habitantes del Alto Comedero –ese barrio inmenso de unas 3.000 familias que construyó la organización social Tupac Amaru-- hasta en eso la policía los molesta. Es que desde hace meses los “tupakeros” --como se les ha comenzado a decir a quienes integran, integraban, estaban cerca o eran “sospechosos” de ser adherentes de la agrupación--, son como una “nueva raza”, según expresó una de las mujeres detenidas en el Penal de Jujuy, hacia donde nos dirigimos para entrevistar a Milagro Sala, y conversar con el resto de integrantes de la agrupación detenidas en el lugar.




VIDA IMPERSONAL
Desfilan mujeres y niños, hombres y más mujeres y niñas por la calle Forestal. Es domingo, hora de la siesta y en la Unidad N°8 --o “Penal de Alto Comedero”, como se conoce al Instituto Penal Federal Nuestra Señora del Rosario y Payayá-- se festeja el Día del niño. Atrás, junto con la Ruta Nacional Nº 9, situada a escasos metros del lugar, quedan también, por un rato, las singularidades biográficas de las visitas.
La primera clasificación es por sexo, luego por número. Sabrina, integrante de prensa de la Tupac Amaru y contacto de revista Zoom para arribar al lugar, recomienda que no me presente como periodista y que no lleve nada encima, para poder pasar así más fácilmente los controles.

--Masculinos por acá, femeninos a la vuelta.

Hago la fila y observo los rostros de los familiares detenidos que esperan ingresar. Miro a mi alrededor y me pregunto qué les pasará por la cabeza a esas mujeres y mujeres en medio de esa situación. Sus rostros dejan entrever un poco de bronca, algo de resignación, mucho de ansiedad.

--¿A quién visita?

--A Milagro Sala.

--¿Familiar o amigo?

--Escritor.

Veo que el agente del servicio penitenciario anota “amigo” junto a mis datos.

--¿Escritor de qué?

--De libros…

Justo cuando comienzo a pensar qué nombres decir si me preguntan qué libros escribí, cuando la sensación de que metí la pata asalta mi cuerpo, cuando me digo que mejor haber dicho “periodista” antes que “Montoneros”, “Darío Santillán” o “Puente Puyrredón”, justo en ese instante veo que el agente hace una mueca de desdén y remata: “Pasá”.
Una vez traspasada la “requisa” camino por una calle de tierra hacia el fondo del penal. Meto las manos en el bolsillo de mi campera y con los dedos siento la textura de las hojas que arranqué de mi anotador, y en el pecho, enganchada en la camisa, siento la punta de la lapicera. “Misión cumplida”, pienso. “O al menos su primera etapa”.
Atrás quedaron los temores de haber recorrido 900 kilómetros y no poder ingresar (“es una lotería”, me había dicho Sabrina por teléfono. “Anotado en la lista ya estás, pero hasta el momento de entrar no vas a saber si podrás hacerlo o no”, y me aclara que eso depende del “humor” de los penitenciarios que estén ese día).
No sé si la cantidad de niños, los globos colgados o qué, pero el humor pareció jugar a favor. O tal vez el simple azar, quien sabe. Lo cierto es que atrás quedaban las dudas, lo nervios, las incertidumbres, las ansiedades. Ya estaba adentro. Ahora tenía un carnet rojo y era el “021”. Atrás había quedado mi nombre y apellido, el breve relato de que era de Córdoba, como indicaba mi DNI, y que también era de Buenos Aires, como lo evidenciaba mi tonada.


ABERRACIÓN JURÍDICA, ENSAÑAMIENTO POLÍTICO
Desde la Tupac Amaru vienen denunciando que en Jujuy se encuentra suspendido el “Estado de derecho”. Milagro Sala fue detenida el 16 de enero y fue acusada de “instigar” una protesta realizada frente a la casa de Gobierno de Jujuy por trabajadores de cooperativas de vivienda. De esta causa fue excarcelada, pero luego se sumaron otras, así que nunca recuperó su libertad. La dirigente social se encuentra actualmente imputada por fraude y asociación ilícita por supuesto desvío de fondos destinados a la construcción de viviendas por parte de algunas de las cooperativas de la Red de Organizaciones Sociales impulsada por la Tupac Amaru. La mayoría de estos casos fueron abiertos por denuncias del gobernador Gerardo Morales, el fiscal de Estado, Mariano Miranda y de ex compañeros de ruta de Milagro, imputados en algunas de esas causas.
Incluso los abogados defensores se han visto envueltos en una dinámica que sería caracterizada de “comedia de enredos” si no fuera por la gravedad del caso: la abogada Elizabeth Gómez Alcorta, por ejemplo, fue acusada de “usurpación de títulos y honores” por dos jueces de un tribunal oral federal que juzga a Milagro Sala, bajo el argumento de que la letrada no tenía la matrícula habilitada para litigar en Jujuy, cuando en realidad el trámite ya había sido realizado en la Cámara de San Martín. Otros dos defensores de Milagro habían sido denunciados con anterioridad. Uno de ellos, Luis Paz, que es quien la representa en los ocho expedientes que tramitan en la provincia, fue denunciado por presunta coacción a la hija de uno de los imputados en una causa por tentativa de homicidio de una menor. Incluso fue indagado. Y en abril fue detenido Alberto Bellido, otro de los abogados, también en la causa por tentativa de asesinato.
Morales asumió el gobierno en diciembre del año pasado y consiguió superar a Menem. A Menem le llevó un año aumentar el número de miembros de la Corte Suprema de cinco a nueve, Morales lo hizo en tres días. El primer día de su gobierno envió el proyecto de ampliación, el segundo día se aprobó y el tercero juraron los cuatro nuevos miembros de la Corte, dos de los cuales eran diputados radicales que votaron la ampliación el día anterior, es una enormidad”, declaró el periodista Horacio Verbitsky hace unos días en una entrevista, donde remataba: “a partir de ahí, la presidenta de la Corte designó a su yerno como juez ad hoc para ocuparse de Milagro y el ministro de Seguridad, Ekel Mayer, designó a su amiga íntima, la fiscal Navarro, para ocuparse de todas las causas que ahora o en el futuro puedan concernir a Milagro Sala, lo cual es una aberración desde el punto de vista jurídico”.
En referencia al estado procesal en el que se encuentra actualmente Milagro Sala, su abogado defensor (Luis Paz) precisó ayer ante medios locales, tras presentar un hábeas corpus en el juzgado: “Milagro está siendo investigada en ocho procesos y cada uno está en una etapa diferente de investigación, pero la verdadera situación de cada una de las causas de Milagro Sala es que no existen pruebas ni elementos de convicción para sostenerla en este estado, por eso nosotros creemos que estamos claramente ante un estado de persecución política por parte del Poder Ejecutivo Provincial”.


POR EL PANCHO Y POR LA COCA
Ingreso al patio del Pabellón N°3 y quedo casi pasmado. Parece que por un rato, al menos por un rato, el infierno que debe ser la cárcel para todas esas mujeres ha quedado atrás. Hago un paneo con la mirada: veo globos -muchos globos-, mesas y sillas, bandejas con comida, vasos, bebidas, hombres, niños -muchas niñas- y mujeres, pero ninguna es Milagro Sala.
Casi que me lleva por delante con una bandeja, así que aproveché y me presenté:

--Hola Milagro, mi nombre es Mariano Pacheco, soy escritor, vengo de Córdoba.

--Sí, ya me estuvieron hablando de vos…

No termina de pronunciar las palabras que sigue su viaje con la bandeja de panchos, y los reparte en una mesa en donde están tomando Coca Cola y otras gaseosas. “Por el pancho y por la Coca hasta en la cárcel”, pensará cualquier lector de derecha. Y sí, algo de eso hay. La comida y la bebida son una excusa perfecta, un momento ideal para compartir una conversación con seres queridos. Y quien puede negar que suele ser la comida y la bebida preferida de los chicos, sobre todo en su día.
Milagro Sala va y viene, observa la mesas, mira que no falte nada. Coordina a quienes reparten la comida y la bebida, se para para abrazar a una mujer, alguien la detiene para darle un poco de charla, o un simple beso, y ella para a cada instante antes de seguir su marcha.
Recuerdo lo que me han dicho antes de entrar: que antes no había esa cantidad de mesas y de sillas, que eso solía ser motivo de peleas entre las internas, pero que luego de un reclamo de Milagro se resolvió. También que “La Flaca” --como parecen decirle muchos en Jujuy--, tiene una especial devoción por los niños, y que por eso se puso tanto esfuerzo en conseguir los permisos, las donaciones de comida y bebida, de zapatillas, de golosinas, de todo lo necesario para festejar ese día así, con castillo inflable y banda de cumbia incluidos.
Al rato, en un costado, empezamos a conversar.


CABECITA NEGRA
Milagro me cuenta que continúa compartiendo celda con Brenda Muñoz, a quien le falta poco para ser mamá.
--¿Ves esos caños detrás de los árboles? Bueno, te cuento, son de la conexión de agua caliente. Porque después de que reclamamos pusieron los calefones, antes no había, o no funcionaban, y teníamos que bañarnos con agua fría.
Ni bien saco la lapicera y las hojas me hace señas para que guarde todo. Sigue hablando y no deja de mover las manos para todos lados.

--Hasta de cómo hablas te tenes que cuidar acá. Me dicen que soy violenta, no solo por lo que digo, porque yo hablo así, ¿viste? Si tengo bronca digo “la concha de tu madre”, porque soy una negra de mierda. Pero además les molesta que cuando hablo muevo los brazos, dicen que es violento.

--Igual te acusan de violenta no solo por los gestos. Por ejemplo, muchos se preguntan qué tenes para decir de Lucas Arias, el joven asesinado de un culatazo de revolver en la cabeza.

--Son todos inventos. Acá en Jujuy se dice cualquier cosa, y nadie investiga nada. Basta un dicho para que lo tomen como prueba. Basta con que cualquier delincuente esté dispuesto a decir que Milagro Sala hizo esto, que Milagro Sala hizo lo otro para que le reduzcan las penas o los dejen en libertad. Ahora hasta dicen que secuestré a un bebé. Me dicen violenta pero mi referente es Ghandi y mis ideas humanistas.

--La pregunta que uno se hace, de hecho, es la contraria: ¿cómo metieron presa a Milagro Sala y no se prendió fuego Jujuy?

--Por lo que te digo. Yo pedí que no haya violencia. Como no hubo violencia en el acampe que hicimos antes de que me detengan. Aunque inventen causas no tenemos que recurrir a la violencia.

--¿Aún a causa de permanecer detenida?

--Aún a causa de permanecer detenida.

Este cronista no lo dice, por no ser insistente, por pudor respecto de la situación de la entrevistada, o por lo que fuera. El hecho es que no se lo digo pero lo pienso: tampoco se vio “resistencia pacífica” en estos meses. Uno se pregunta por qué, que ha pasado que los “tupakeros” no se lanzaron a una lucha masiva por liberar a su líder y defender lo conquistado en tantos años.
Respuestas hay muchas: que hay miedo; que el contador Gerardo Morales ganó la gobernación no sólo con el apoyo del ahora presidente Mauricio Macri sino por un acuerdo con el peronismo y un amplio apoyo de la sociedad jujujeña, y que eso “tira para atrás” a cualquiera. Los comentarios sobre los “aprietes” a los familiares de los detenidos es moneda frecuente en la provincia, en una presión que llegó incluso hasta los abogados defensores, que quedaron reducidos a un cuarto de los que empezaron. Así y todo la duda queda: ¿por qué, en seis meses, un “blanco radical” jujueño, aliado con un “cheto porteño”, “descuartizaron” a la Tupac Amaru, tal vez la organización social más poderosa del país en los últimos años?
Luego de mirar para todos lados saco nuevamente la lapicera y el piloncito de hojas.
Milagro aclara que escriba lo que quiera pero me pide que no lo presente como entrevista. Dice que después andan diciendo cualquier cosa por ahí: qué le dejan entrar celulares o grabadores, que tiene privilegios o arreglos con las guardias. “Cualquier cosa”, insiste, y se queja de que a Sabrina, incluso, una vez le sacaron una carta que ella había escrito. Y dice con palabras más o menos parecidas algo que había escuchado antes de entrar al penal: “estoy privada de la libertad ambulatoria, no de la libertad de expresión”.


EN BUSCA DE LAS CONQUISTAS PERDIDAS
Zapatillas deportivas azules, jean ajustado, campera negra tipo inflable, buzo con capucha. Milagro Sala parece “en su salsa” con la jornada del Día del niño. Contrasta esa imagen con una de las últimas noticias periodísticas que se tuvo de ella, cuando en un diálogo telefónico con el colega Reynaldo Sietecase, para radio Vorterix, sostuvo que estaba tan mal que, incluso, había pensado en “atentar” contra su vida.
En conversación con este cronista cuenta que “ahí adentro” es todo muy arbitrario y comenta que así como le pusieron una sanción sin motivo, sin motivo se la sacaron. “Acá hay mujeres detenidas desde hace más de una década, y dicen que nunca han visto esto que hacen con nosotras, “esto de acumular informe tras informe”.

--¿Por qué pensás que se ensañan así con ustedes?

--Porque somos solidarias. Porque ayudamos a las compañeras, las defendemos.
Milagro sigue yendo y viniendo y en cada vuelta el tema cambia. Seguimos con la conversación:

--Me gustaría que compartas tu opinión sobre el devenir político en Jujuy, y en la Argentina. Han pasado muchas cosas en estos pocos meses. En primer lugar, la pregunta de rigor: ¿“peronismo o kirchnerismo”?

Me siento más identificada con el kirchnerismo que con el peronismo. El kirchnerismo se fue del gobierno y rápidamente parece que volvimos a los 90. Tenemos que pelear para que nos devuelvan todo lo que nos han quitado en estos meses. Yo creo que tenemos que tener fuerza propia, porque en el kirchnerimso se discute política, hay cuadros nuevos, jóvenes. En Jujuy, además, el peronismo está muy dividido, pero no puede dejar de decirse que han negociado todo con los radicales. Somos la única oposición real a Morales en la provincia.


MEMORIAS CARCELARIAS
Milagro Sala es el nombre más reconocido, pero también allí permanecen encerradas tres integrantes de la Tupac Amaru: Gladys Díaz, Mirta Aizama y Patricia Cabana. En comisarías también se encuentran detenidas otras cuatro mujeres de la organización: Mirtha Rosa Guerrero (“Shaquira”), Ángela Galarza (“La Gringa”), María Molina y Patricia Jalín; y tres varones: Fabián Alberto Ávila (“Chato”), Iván Altamirano y Raúl Noro (éste último compañero de Milagro Sala).
Como las otras 39 mujeres detenidas en los tres pabellones del Penal de Alto Comedero, también las cuatro integrantes de la Tupac tienen una rutina allí dentro: a las seis de la mañana arriba, porque comienzan los controles, se realiza la limpieza del lugar y el higiene personal, y se prepara y se sirve el desayuno. Después gimnasia; y los talleres: manualidades y tejido. Al mediodía el almuerzo y de 15 a 18.40 pueden utilizar el patio. Las que van a la escuela, pueden hacerlo por la tarde. El resto, volver a manualidades. Los miércoles, además de los sábados y domingos, son los días de visita, también en el horario de la siesta.
A Patricia no le dicen “Pato”, sino “Pachila”. Tiene 36 años y nueve hijos: un bebé de un año y el resto de tres, siete, nueve, doce, catorce, quince y dieciocho. Y como si fuera poco una hija adoptiva (“de corazón” dice), de 20. Y hace unos días fue abuela. “Me la paso tejiendo para pasar el tiempo” es lo primero que dice, pero después cuenta que cada miércoles, y cada domingo, les entrega cartas a sus hijos. Y que está leyendo un libro que le prestó Milagro.
Para Pachila, un error grave de la organización fue haber descuidado la prensa: “no difundimos lo suficiente nuestra obra, todo lo que hacíamos en salud, trabajo, educación”, reflexiona, y agrega: “Morales siempre la tuvo a Milagro como enemiga”.

--¿Por qué?

--Porque ella siempre se negó a trabajar con él. Morales es un radical, un tipo que mira de la clase media para arriba, y la necesitaba a Milagro, porque desde hacía años se venía postulando y nunca le iba bien. Pero Milagro se negó a trabajar con él, una y otra vez”.
Gladys, de 53 años, es madre de un hijo de 23 y una hija de 30, y recientemente fue abuela. Lo primero que dice es: “no se olviden de nosotras”, y luego aclara que las cuatro son trabajadoras, que en la cárcel hacen de todo, que no tienen privilegios. Lo dice con nervios, la voz entrecortada, los ojos llenos de lágrimas. “Tengo tanta bronca que no quiero hablar”, comenta por lo bajo.
Mirta, de 59 años, tiene una hija de 26 y un hijo de 16. Dice que el varón no deja de preocuparle, sobre todo por lo difícil que es atravesar esa edad. “Lo jueces acá en Jujuy están todos comprados”, comenta con bronca. Y agrega que “hasta los abogados tienen miedo”. Gladys agrega que tampoco los familiares de los detenidos la pasan bien: “son amenazados, seguidos, intimidados”. Ella, Gladys, tampoco la pasa bien. Se le nota en la mirada, pero también, en los 25 kilos que -cuenta- ha bajado en estos siete meses. “Siempre que hubo alguien con una necesidad nosotras estuvimos ahí”, agrega. Y vuelve a callar. “Es una injusticia que estemos acá adentro”, remata Pachila, después de destacar “todo lo que trabajamos”, todo lo que “ayudamos a tanta gente”.


NOMEOLVIDEN

Al rato Milagro vuelve y me cuenta que está leyendo, que empezó a escribir un libro con sus memorias desde que está detenida, que tiene en la mesa de su celda un diccionario de sinónimos.

--¿Y ahora qué lees?

--Las venas abiertas de América Latina, de Galeano.
Dice estar leyendo otro libro más del escritor uruguayo, “uno de mujeres”, que no recuerda el nombre. Y que hace poco terminó uno de “cartas desde la cárcel”, escrito por un nicaragüense, que acaba de prestarle a una de sus compañeras presas de la Tupac.
La música en vivo corta la charla. Saludo a Milagro mientras de fondo Los Piyos tocan una “versión-cumbia” de “Los caminos de la vida”, la canción de Vicentico. “Los caminos de la vida/son muy difícil de andarlos/difícil de caminarlos/y no encuentro la salida”. Milagro baila y también “Pachila”. “Los caminos de la vida/no son lo que yo esperaba/no son lo que yo creía/no son lo que imaginaba”.
Me siento fortalecida. No pienso salir y meterme debajo de la cama”, me dice Milagro Sala. Y agrega: “decile a los compañeros de los Comité de solidaridad que sigan trabajando con esa amplitud política, que me siento muy fortalecida por todo lo que están haciendo y que será por su lucha que los presos políticos podremos recuperar nuestra libertad”.
No la veo a Mirta, pero casi me choco con Gladys, como al entrar me pasó con Milagro. Gladys me toma del brazo y vuelve a reiterarme: “que no se olviden de nosotras”, dice con la voz quebrada. Y vuelve a repetir: 
 
No se olviden de nosotras”.

Nota publicada en revista Zoom, agosto de 2016.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Derechos Humanos y Justicia Social en la Era Macri

Un nuevo aniversario del Día de los DD-HH y un año de Gestión Pro*

Por Mariano Pacheco

Cada 10 de diciembre se conmemora en el mundo el Día de los Derechos Humanos. Este sábado, en Argentina, el aniversario coincide con el del primero de la gestión Pro.


Este nuevo aniversario del Día Internacional de los Derechos Humanos coincide en nuestro país con el primer  año de gobierno del Ingeniero Mauricio Macri. En estos casi 70 años que han transcurrido desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, su celebración o conmemoración, ha cobrado diferentes significados de acuerdo al contexto. Porque como todo hecho político, también las celebraciones/conmemoraciones no se realizan en el vacío, sino en un contexto histórico determinado.

Terror
A juicio de este cronista, el fuerte de la lucha en defensa de los derechos humanos en Argentina cobró un relieve particular tras del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, cuando los secuestros-torturas-asesinatos pasaron a ser el eje de la política oficial. No es, como tantos investigadores en el tema lo han señalado ya, que antes de esa fecha no existieran violaciones a los derechos humanos, incluso secuestros-torturas-asesinatos perpetrados por el Estado (o grupos para-estatales), pero desde entonces la desaparición se tornó modalidad oficial del Estado (terrorista). Antes, durante las décadas del 60 y del 70, la tarea de denuncia estaba sobre todo centrada en los abogados, que muchas veces formaban parte de las estructuras sindicales, y se dedicaban a defender presos gremiales y políticos, exigir su liberación y prevenir o denunciar casos de torturas, que en nuestro país existen en las comisarías desde la década del 30, cuando el jefe de policía durante la dictadura de José Félix Uriburu, Polo Lugones, la introdujo como método de vejación de los detenidos (paradójicamente su hija, la militante Susana “Pirií” Lugones, fue salvajemente torturada con picana eléctrica por los Grupos de Tareas del Proceso de Reorganización Nacional). Pero hasta entonces, los casos de desaparición de personas por razones políticas fueron eventuales (muy específicos y puntuales), como el del joven militante peronista Felipe Vallese, activista de la Unión de Obreros Metalúrgicos (UOM), secuestrado en 1962 y cuyo cuerpo aún permanece desaparecido.
Antes de 1976, entonces, existieron organismos de Derechos Humanos, pero esa lucha, tal como la entendemos hoy, se configuró en la Argentina durante aquellos años de terror, cuando surgieron las Madres de Plaza de Mayo y se convirtieron en emblema de aquello que se sabía pero no se decía, no se asumía. De allí lo subversivo de la consigna “Aparición con vida y castigo a los culpables”.

Huellas del Terror
La post-dictadura tendrá a los organismos como eje central de su política, primero (entre 1983 y 1996) subsumida bajo el horizonte de la Teoría de los Dos Demonios y luego (sobre todo tras las jornadas de diciembre de 2001), como retaguardia estratégica de las más elementales garantías democráticas del movimiento popular.
Se sabe, el de 1996-2001 fue un período  clave para esta luchas, porque en ese proceso surgió la agrupación HIJOS, las movilizaciones del 24 de marzo se hicieron nuevamente masivas y emergió toda una producción historiográfica, cinematográfica, periodística y artística que recuperó las identidades y proyectos de los desaparecidos, sus militancias, incluso en organizaciones revolucionarias armadas. Y las jornadas de diciembre de 2001 --otra vez con las Madres de Plazo de Mayo como elemento central- fueron quienes pusieron pusieron fin al terror dictatorial que reinaba en el inconsciente colectivo de este suelo que, cariñosamente, algunos denominamos patria.
La última década y media, asesinatos del “Argentinazo” y de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán mediante, marcaron la barrera última que la sociedad argentina --al menos en sus franjas mayoritarias-- estaba dispuesta a tolerar en términos de represión abierta como modalidad de Estado. Es cierto, entre 2003 y 2015 hubo muchísimas violaciones a los derechos humanos, sobre todo en cuestiones “sociales” (las cárceles son el rostro despiadado de esto que venimos diciendo), pero respecto de las protestas y manifestaciones políticas, al menos desde la cima del Estado nacional, fueron asumidas desde otra perspectiva. El eco de esos discursos en los territorios provinciales por fuera de Buenos Aires no siempre fueron del todo fructífero y militantes sociales y políticos continuaron siendo asesinados, sea por manos de fuerzas del Estado, como el docente Carlos Fuertealba en Neuquén, o por mafias de otros poderes emergidos en la reconfiguración neoliberal del país, como la las patotas de la burocracia sindical que se cobraron la vida del estudiante Mariano Ferreyra en Buenos Aires. De eso no hay dudas, pero --insiste este cronista, al menos desde su óptica-- no puede negarse que hubo determinados gestos de Estado que pusieron una barrera a las pulsiones fascistas que, de un modo o de otro, nunca dejaron de estar, también, presentes en núcleos de nuestra sociedad.
El último año, con la toma del poder del gobierno por parte de los Ceos la situación de los derechos humanos ha empeorado notablemente.

ProCeos y AntiPiquetes
El primer año macrista ha sido un año poblado por globos amarillos. La inflación no se redujo, las inversiones no llegaron y la economía no se reactivó. A promesas incumplidas, diez, más que ocho (aunque Macri seguro pensó en “el culo te abrocho”). La destrucción el empleo, que desde principios de año impulsó el Ministerio de Modernización en el ámbito público, rápidamente se extendió al privado y hoy llega a cifras récords: 6.145.821 despidos sólo en el sector privado. Cuesta creer que esta embestida en los derechos laborales y sociales de las y los argentinos no sea calificada como una clara violación a los derechos humanos. Pero así y todo, no nos concentramos en estas líneas en dar cuenta de los elementos que hacen a una falta de justicia social, pero no podían dejar de ser mencionados como parte integral de la estrategia del gobierno de los Ceos.
Que Mauricio Macri se pronuncie como ingeniero en vez de como presidente de la República, afirmando que Milagro Sala debe continuar en prisión porque “él”, y “la mayor parte de los argentinos” así lo creen, da cuenta de la situación actual de los derechos humanos en el país. La dirigente de la organización social y política Tupac Amaru (que desde la revista Zoom hemos visitado en el Penal de Alto Comedero), lleva un año detenida, pese a la irregularidad del caso y el reclamo por su liberación, que no solo sostienen desde hace meses distintas expresiones nacionales del movimiento social y los derechos humanos,  organizaciones estudiantiles y culturales, referentes artísticos, académicos y partidos políticos, sino que además logró el respaldo de organizaciones internacionales como Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el secretario general de la OEA y el primer ministro de Canadá. Detención que no solo es inadecuada, sino sostenida en dichos inoportunos, como los vertidos por Mauricio en la rueda de prensa que realizó luego del “retiro espiritual” (que tuvo con sus ministros), con el que acompaña a otros similares expresados por el contador Gerardo Morales, a cargo de la gobernación de Jujuy. Situación que llevó incluso al abogado especialista en D.D-H.H, Marcelo Parrilli, a comparar esta situación con la que se vivió en el país en 1979, cuando Argentina quedó bajo la lupa de organismos internacionales por ser un país en el que se violaban los derechos humanos.
Por otra parte, la gestión Pro comenzó sus días ya con una clara posición respecto de los “desbordes” de la lucha obrera, cuando la Gendarmería reprimió a los trabajadores de Cresta roja, quienes reclamaban la continuidad de sus fuentes laborales en aquella coyuntura navideña.
Respecto de la situación de los casos de gatillo fácil también la gestión Pro se lleva la medalla de oro del Cambio, ya que si la situación no era buena con los gobiernos anteriores, donde se registraron un asesinato cada 28 horas, en lo que va de 2016 la estadística indica que la situación es aún mucho peor:  cada 25 horas una persona es asesinada en nuestro país por algún agente de las fuerzas policiales (Gendarmería, Prefectura, Policía de Seguridad Aeroportuaria, Policía Federal Argentina o policías provinciales). Desde la asunción de Cambiemos al gobierno ya son 241 las personas asesinadas, según indicó la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) en su informe anual, que el viernes pasado se presentó en Plaza de Mayo.
A esto se le debe sumar la posición de Cambiemos respeto de la construcción de la memoria histórica, en la que la Teoría de los Dos Demonios intentó ser reactualizada durante el año a partir de afirmaciones (bravuconadas) como las del ministro de Cultura porteño, Darío Lopérfido, quien abrió el año sosteniendo que “en Argentina no hubo 30.000 desaparecidos”, sin dejar de mencionar el protocolo antipiquetes, que aunque fallido, mostró los modos en que la actual gestión de la Casa Rosada pretende abordar los conflictos sociales de la Argentina contemporánea.
*Nota publicada en Revista Zoom