viernes, 30 de abril de 2021

Guattari y nuestros actuales desafíos Latinoamericanos

 Félix Guattari nació un 30 de abril de 1930 

 

Por Mariano Pacheco*

 (para Revista Jacobin América Latina)

 

Desde temprana edad supo combinar su que-hacer autodidacta como filósofo y escritor con una investigación y una práctica clínica, pero también con un activismo político: capacidad de dar cuenta de fenómenos diversos para intervenir en planos de la realidad que muchas veces se nos presentan escindidos. Así, Félix intervino activamente en las discusiones del Partido Comunista Francés en la primera mitad de la década del cincuenta y, después, fue un militante de las experiencias que se gestaron por fuera del stalinista PCF: entre 1958 –cuando abandonan la «táctica de infiltración» en el seno del PCF– y hasta 1964, participa de la organización La Voie Commnunista, que edita un periódico del mismo nombre, y desde 1965 participa de la «Oposición de Izquierda». Mayo del 68 lo encuentra siendo un protagonista activo del acontecimiento francés, junto a usuarios de la Clínica Le Borde, quienes ocuparon el Teatro del Odeón. La década del sesenta la culmina publicando Psicoanálisis y transversalidad (donde gran parte de la “caja de herramientas teóricas” del trabajo con y sobre la subjetividad aparecen entremezclados con “Tesis” políticas de la Oposición de Izquierda) y la de los setenta la abre con su trabajo junto al filósofo Gilles Deleuze. Conocida es su participación junto al operaismo italiano, a fines de la década (las Radios Libres, entre otras) y sus vínculos con las primeras organizaciones ecologistas. Pero su activismo no se agota allí, sino que interviene también en las discusiones políticas, forjando una auténtica «práctica teórica». En los años ochenta viaja a Brasil, se entrevista con un joven Lula y recorre lo que el poeta y ensayista argentino Néstor Perlongher denomina el Brasil menor. Los últimos años de su vida los dedicó a pensar y ejercer un activismo en torno a la eco-sofía, o una filosofía caracterizada por pivotear sobre tres dimensiones de la ecología: la ambiental, la social y la subjetiva. Falleció en 1992, un 29 de agosto en la Clínica Le Borde. Dejó un legado aún poco explorado por las izquierdas y las militancias populares.



Crítica y política

En 1952, con 22 años, Guattari abandona el hogar familiar para irse a vivir solo. Lleva ya varios años de “politización”, que como a tantos otros, llegó a su vida con la liberación de París, en 1945, cuando la denominada Segunda Guerra Mundial llegó a su fin. También desde adolescente Félix ya había comenzado a escribir: poemas, historias, sueños. Aunque quienes lo conocieron sostienen que era mejor orador que escritor, esa etapa marcó para siempre una vocación irrenunciable. De aquellos años de la primera juventud consta su paso por el Partido Comunista Internacionalista, fracción francesa de la Cuarta Internacional (trotskista) y su “táctica de infiltración” en el seno del Partido Comunista Francés, posicionado en la línea oficial de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Militante comunista crítico del stalinismo, Guattari cuestionó con fuerza las posiciones del PCF respecto de la guerra de Argelia, y transitó distintos momentos de activismo en los marcos del marxismo, antes de incursionar en sus propias apuestas por gestar “organizaciones políticas de nuevo tipo”.

Entre batalla política y batalla política Félix estudió primero farmacia, y luego –lecturas filosóficas mediante– llegó a los seminarios de Jaques Lacan, de quien también fue “paciente”. De la mano de su amigo Jean Oury, joven y brillante psiquiatra, Guattari logró combinar su pasión por la militancia con lecturas ligadas a la filosofía, la psiquiatría y el psicoanálisis. En abril de 1953 Oury funda Le Borde, la clínica que abrió sus puertas en julio de 1956, pero rápidamente entró en bancarrota... Y allí, precisamente allí, es donde entra en escena el joven Guattari, para mostrar sus dotes de organizador: con 25 años se hace cargo de las finanzas de la institución, y “la salva”; transformándose, de hecho, en su director.

Crítica y clínica

Le Borde se destaca desde sus inicios por trabajar a través de la organización de “comités”: de cocina; de cultura; de limpieza; de menú… comités que se intercalaban con ámbitos de discusión de temas más generales, incluso de política, de coyuntura. En la “Carta fundadora”, por ejemplo, los rastros de la experiencia militante de Guattari se hacen sentir con fuerza: instituyen un principio común del colectivo de trabajo como grupo terapéutico según tres principios organizadores:


1- El centralismo democrático: que garantiza la preeminencia del grupo de gestión, y responde al clásico principio marxista-leninista.


2- La utopía comunista: que estable la precariedad de los estatutos y promueve la puesta en cuestión de la división del trabajo manual y el trabajo intelectual.


3- El antiburocratismo: a partir del cual se ponen en común las responsabilidades, las tareas y los ingresos económicos de cada uno, en la búsqueda por gestar una organización comunitaria de la vida.


Cuentan que para incitar a los militantes comunistas a romper con el partido, Félix los invitaba a Le Borde, para que conocieran “en la práctica” aquello que desde lo teórico ya comenzaba a esbozarse como una crítica sagaz a los modos de hacer política del stalinismo.

Esta labor clínica de Guattari se presenta de un modo inescindible a sus modos de practicar la investigación y llevar adelante una práctica política. Así, entre 1956 y 1966, participará de algunas experiencias claves de investigación/producción “profesional”, como las que enumeramos a continuación.


1- En 1961, Guattari se suma al GTPSI, Grupo de Trabajo de Psicoterapia y Socioterapia Institucional, fundado el año anterior. Experiencia que, hasta 1965, funciona con dos reuniones anuales, llevadas adelante durante un fin de semana completo, en la búsqueda por “hablar fuera de los propios establecimientos”.


2- En 1965 participa de la fundación de la Sociedad de Psicoterapia Institucional, con un grupo de psiquiatras que definen un campo teórico-práctico de intervención que toma el nombre de “psicoterapia institucional”, que tiene entre sus principios considerar que “solo es posible hacerse cargo de los locos dentro de una institución que ha reflexionado sobre su propio modo de funcionamiento”. Por otra parte, esta tendencia promueve nuevos tratamientos, en la búsqueda por inventar nuevos agenciamientos y conexiones sociales yr hacer surgir nuevos “grupos-sujetos” que deshagan a su vez los grupos que están sometidos (“sujetos”) a las leyes exteriores (un año antes, en 1964, Guattari ya había presentado en el Primer Congreso Internacional de Psicodrama, desarrollado en París, su tesis sobre la “transversalidad”, concepto que pone en cuestión un doble supuesto: el del eje vertical en tanto estructura piramidal, como el eje horizontal que yuxtapone distintos vectores sin conexión entre sí).


3- También en 1965 se funda la Federación de Grupos de Estudios e Investigaciones Institucionales (FGERI), que en enero del año siguiente lanza el primer número de su revista Recherches, donde –entre otras cuestiones– sostienen que “la repetición es la muerte” y cuestionan la utilización que algunos sectores hacen de Karl Marx y Sigmund Freud (“el modo de la repetición es entregarse a una suerte de adulación mortífera”, insisten). No es que el grupo no rescate los aportes del freudismo y el marxismo, sino que lo hacen poniendo la libido en el centro del proceso de investigaciones, que conciben desde una perspectiva “transdisciplinaria”, es decir, como un proceso de interrogación original sobre cada disciplina, a la vez que se apuestan por articular sus orientaciones y poner en discusión “la división de propietarios preocupados por sus límites fronterizos”. En junio de 1967 la revista inicia la publicación de números temáticos.

4- El Grupo de Estudios y de Investigaciones del Movimiento Obrero (GERMO) y el Grupo de las Mujeres de Izquierda (GROBOFEGA), ambos impulsados por el FGERI, busca establecer conexiones entre la “práctica profesional”, y su afuera. El primero aparece ligado a las experiencias sindicales de izquierda –que a su vez tienen un fecundo vínculo con sectores del movimiento universitario– y el segundo, pretende aportar a la difusión de una cultura de liberación sexual (libertad de abortar y promoción de la anti-concepción gratuita), en combinación con reflexiones en el campo de la historia y la etnología.


5- En 1967, como cierre de todo este período, Guattari crea el Centro de Estudios, de Investigaciones y de Formación Institucionales (CERFI), un colectivo autogestionado que se propone estar “a la escucha” de los distintos actores sociales.


Simultáneamente, Guattari interviene en el campo específicamente político.

Desde 1958 –momento en que abandonan la “táctica de infiltración” en el seno del PCF– y hasta 1964, Félix participa de una organización y un periódico (que publica 49 números entre 1958 y febrero de 1965, momento en que es embargado por publicar un Manifiesto en defensa del pueblo argelino que lucha por su liberación) que lleva por nombre La Voie Commnunista, que cuenta con un “núcleo obrero” (en la Hispana) y otro “estudiantil” (en La Sorbona). En 1965, un año después de haber dejado La Voie Commnunista, crea la Oposición de Izquierda (OI), una organización política que, a su vez, sirve como espacio de contención militante de sus allegados profesionales. En los marcos de esta experiencia Guattari logra dar un paso más allá de la crítica al burocratismo de corte stalinista. En la “Plataforma Programática” –que es redactada en la Clínica Le Borde y se publica como folleto en febrero de 1966– aparece con claridad una crítica, incluso, al “centralismo democrático” que sostenían desde sus posiciones trotskistas. Desde este espacio fundan el Bulletin de l´ Opposition de Gauche (BOG), que tiene una frecuencia quincenal.



El Mayo Francés

Como un pez en el agua”, así define Francois Dosse (biógrafo de Deleuze y Guattari), la posición de Félix durante el “Mayo Francés”, cuando es “tomado” el Teatro del Odeón. Y cuenta esta anécdota que me permito transcribir:


Con esto se apunta a la cultura oficial de la República, pues el Ministro de Cultura André Malraux frecuenta este teatro. Guattari forma parte de la ocupación, después de evaluar los peligros que representa el ataque frontal de uno de los símbolos del Estado. La Universidad, vaya y pase: está protegida de las intervenciones intempestivas de la policía por los derechos universitarios, ¡pero el teatro subvencionado de Jean Louis Barrault es otro asunto! Guattari, entonces, pone toda la habilidad de la FGERI –sus médicos, sus diversas redes de militantes- al servicio de la toma del Odeón. ´Muchos trabajan en los hospitales. Llenamos los autos de vendas, desinfectantes, antibióticos´. Otros se ocupan del abastecimiento necesario para sostener una hipotética ocupación. ´Habíamos visitado el teatro diciendo que éramos periodistas y vimos que podíamos subir al techo, llevar colchones, y que había sitio para almacenar medicamentos y comida´. Después de la gran manifestación del 13 de mayo, el Odeón es tomado por asalto el día 15 y el movimiento irrumpe en una escena donde artistas e intelectuales, pero sobre todo una multitud anónima, toma la palabra en el hall de entrada. El comando principal escribe en rojo esta advertencia:


Cuando la Asamblea Nacional/ se convierte en un teatro burgués,/

todos los teatros burgueses/ deben convertirse en Asambleas Nacionales”.


El encuentro con Deleuze

Sin lugar a dudas el “clima de mayo” tiene entre sus efectos el encuentro, en 1969, entre Gilles y Félix. Deleuze es un filósofo con claros dotes de polemistas, y seguramente el recorrido militante y profesional de Guattari lo haya atrapado, por las conexiones con algunos planteos que ya se venía haciendo. Por supuesto, el interés de Deleuze por el psicoanálisis ya estaba presente en sus textos previos, a la vez que Guattari siempre tuvo un manejo muy fluido de la filosofía.

Sobre ese comienzo supo decir Deleuze:


Felix y yo decidimos trabajar juntos. Al principio lo hicimos por cartas. Luego, de tiempo en tiempo, en sesiones donde uno escuchaba al otro. Nos divertimos mucho. Nos aburrimos mucho. Siempre había uno que hablaba demasiado…”.


Y agrega continuación:


También leíamos mucho. No libros enteros, sino trozos. A veces encontrábamos cosas totalmente idiotas que confirmaban nuestros prejuicios del Edipo y la gran miseria, la gran pobreza del psicoanálisis. A veces nos encontrábamos con cosas que nos parecían admirables y teníamos ganas de desarrollar. También escribíamos mucho. Félix trata a la escritura como un flujo-esquizo que carga toda suerte de cosas…”.


En 1972 sale a las calles el primer trabajo conjunto: Antiedipo, primer tomo –a su vez– de Capitalismo y esquizofrenia (el segundo tomo, Mil mesetas, será publicado en 1980 y en medio escriben y publican Kafka, para una literatura menor). Antiedipo no solo lleva el nombre de ambos, sino que implica asimismo un profundo trabajaban “entre” los dos. Libro, asimismo, que funciona como punto de partida de una serie de producciones conjuntas, pero también de ese encuentro, que produce una mutua afectación. Ninguno de los dos será el mismo de allí en más. Nacerá así una amistad, en sentido cabalmente filosófico. Tal como remarca Raúl García en La anarquía coronada. La filosofía de Gilles Deleuze, la amistad así entendida “niega la identificación”. No hay –entonces– analogías ni equivalencias, sino diversidad, alianza (que suele ser “aberrante”).



Días de radio

Las radios en Italia funcionan durante un tiempo como verdaderos “andamios”, “organizadores colectivos” – en el sentido cabal del término tal como fue planteado en la teoría leninista de la prensa--. Las batallas en las fábricas y universidades, la lucha en las calles, se supo combinar con profundos combates por el sentido, por la interpretación de lo que acontece y lo que hay que hacer en momentos donde el orden aparece desquiciado. Eso sucede en Italia a poco menos de una década transcurrida desde el Mayo Francés. Ante la muerte de un estudiante, o de una mujer a la que le niegan un aborto terapéutico –cuenta Dosse–, por ejemplo, un anuncio en las radios lograba que miles de personas salieran a manifestarse. “En Bolonia, Guattari es considerado un héroe. Se lo considera como uno de los inspiradores esenciales de la izquierda italiana”, insiste el autor de la “biografía cruzada”.

Pero no solo en Italia hay movimientos moleculares que pujan por hacerse escuchar. También en Francia, en un contexto totalmente distinto y un mayo del 68 que parece haber quedado demasiado lejos, sin embrago, se produce un intenso movimiento de “radios libres”. Y allí está Guattari, junto a uno de sus hijos –que ya tiene 20 años– intentando abrir una grieta en las voces de los medios hegemónicos de comunicación. Junto a su amigo Francois Pain, especialista en tecnologías, Guattari ingresa clandestinamente, desde Italia, una serie de aparatos que le permiten realizar trasmisiones más allá de no encontrarse acreditado por el Estado. En 1977 se crea la ALO, la Asociación para la Libertad de las Ondas. Guattari –junto a Deleuze, Foucault y otras quince “personalidades” de la cultura francesa– firma un petitorio para la liberación de las antenas. Pero Guattari no se queda en la firma de un papel. Participa activamente del movimiento y junto con un grupo funda la “Radio Libre París” (en 1980 pasará a llamarse “Radio Tomate”), que emite las 24 horas del día, y además de los programas culturales (teatro, música, cine) cuenta con un programa semanal de debate político, que coordina el propio Guattari. Las problemáticas de las “minorías” (como los ocupantes ilegales de casas) de Francia tienen un lugar. Incluso, las minorías de otros países: palestinos, irlandeses…



La apuesta revolucionaria, siempre


En el caso de Guattari, por su trayectoria militante, las preocupaciones por “las nuevas formas de subjetivación” siempre estuvieron vinculadas a otras de corte más específicamente político: cómo encontrar nuevas formas de lucha colectiva, que refundaran la perspectiva del proyecto revolucionario.

En algunos textos de su autoría, como “Las luchas del deseo y el psicoanálisis”, Guattari plantea que ambas luchas no pueden ser excluyentes entre sí: “por una parte, la lucha de clases, la lucha revolucionaria de liberación, que supone la existencia de máquinas de acción capaces de oponerse globalmente a las fuerzas opresivas, funcionando para ello de acuerdo a un cierto centralismo, o por lo menos un mínimo de coordinación; por otra parte, la lucha en el frente del deseo, en el frente de los agenciamientos colectivos que proceden a un análisis permanente de la subversión en todos los niveles del poder”. En otros, como “Micropolítica del deseo” (ambos textos fueron reunidos en el libro titulado Cartografías esquizoanalíticas), cuestiona la idea de “representar a las masas e interpretar sus luchas”. Así y todo, no condena a priori “toda acción de partido”, toda idea de “línea, de programa, incluso de centralismo”, pero sí se esfuerza por situar y relativizar esa acción, en función de una práctica “que se opondría punto por punto a los hábitos represivos, al burocratismo y al maniqueísmo moralizante que contaminan actualmente a los movimientos revolucionarios” (tengamos en cuenta que Guttari habla y escribe en un contexto muy diferente al nuestro: entonces aún persistía la URSS y los PC alineados con ella, y “lo nuevo” emergía con toda la frescura de la novedad).



Sur Global y Nuevo Orden Mundial

Los años ochenta, y el breve tramo de los noventa que vivió Guattari, fueron tiempos de reconversión acelerada del capitalismo: el bloque socialista se desploma, el sandinismo (triunfante en 1979) pierde las elecciones en Nicaragua, la argentina pasa a ser gobernada por un régimen neoliberal que gana las elecciones con la boleta peronista para rápidamente llevar adelante un programa de gobierno que va contra las tres banderas históricas del peronismo (políticamente libre, socialmente justa y económicamente soberana). Estamos a las puertas de lo que será un Nuevo Orden Mundial. Guattari lo ve y con lucidez lo denomina Capitalismo Mundial Integrado (CMI), aun antes de que caiga el Muro de Berlín. En ese Nuevo Orden Mundial que comienza a bosquejarse tiempo antes de su muerte, en el que el capital tiende a desterritorializarse, en un doble sentido: por un lado de modo extensivo (se expande al conjunto del planeta); por el otro intensivo (ocupa la totalidad de la vida). Por eso para Guattari ya no resulta productiva la división Este/Oeste y se propone pensar en clave de Norte/Sur, asumiendo que hay nortes en los sures y sures en los nortes. El «Tercer Mundo» pasa al centro de la escena. Incluso a comienzos de la década del ochenta Guattari viaja a Brasil, se entrevista con Lula –quien encabeza el proceso de nacimiento del Partido de Trabajadores– y conoce a Néstor Perlongher. Aún no ha nacido el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, el MST, pero los movimientos sociales tienen una presencia y un dinamismo inusitado para lo que es el Cono Sur, luego de que –vía el Plan Cóndor– la voracidad imperial arrasara con las apuestas revolucionarias de esta región del continente. Guattari visualiza el Tercer Mundo como el sitio desde el que pueden llegar a surgir «recomposiciones más militantes» que puedan torcer las desfavorables relaciones de fuerzas a nivel internacional.



Es en este contexto que Guattari subraya que el movimiento obrero tiene un gran problema: el corporativismo sindical (él lo dice a propósito del obrerismo marxista pero también podríamos leerlo al interior de la Argentina como un fenómeno que se extiende al obrerismo peronista). Y por eso insistirá en la necesidad de gestar nuevas prácticas (políticas y sociales) que puedan realizar una reapropiación (singular y colectiva) de la subjetividad (trabajo de resingularización). Guattari va a llamar a su propuesta EcoSofía, en un movimiento teórico de claras resonancias con su experiencia junto a «Los verdes». Su propuesta consiste en tramar una articulación de una ecología ambiental sí, pero también social, y subjetiva. En ese sentido se refiere a la necesidad de llevar adelante una «reconversión ecológica» de la acción sindical; reconversión que implica estrechar nuevas alianzas: fundamentalmente con el feminismo y el ecologismo.

También en esos momentos de pasaje de la década del ochenta a la del noventa, Guattari se refiere a Latinoamérica en alguna que otra entrevista televisiva (para la TV Griega), leyendo el proceso de despliegue de ofensiva del capital a través de casos como los de Argentina y Chile. NO puede menos que llamar nuestra atención, sobre todo teniendo en cuenta las repetidas ignorancias de los centros del poder/saber respecto de los procesos de las periferias globales.

Guattari, el francés, es quizás uno de los teóricos más actuales del proceso de luchas populares Latinoamericanas, puesto que en su afán conjuntivo (más que disyuntivo), logra pensar en un contexto incipiente dinámicas que hoy han logrado desplegar en la escena política de nuestros países una potencia arrolladora (como los feminismos y los ecologismos populares, las luchas por la diversidad y la organización comunitaria del precariado en el marco de las economías populares), sin perder de vista la necesidad (diríamos “macro”, “molar”, “por arriba”) de librar una disputa más general por otro tipo de sociedad, donde las lógicas y lenguajes más “clásicos” emergen para apuntar algunas propuestas más conocidas, quizás menos creativas, pero de las que quizás no nos convenga a los pueblos explotados y dominados del mundo prescindir así nomás. Me refiero a las “Máquinas de guerra revolucionarias” de las que hablaba Guattari, con sus procesos de verticalidad, centralismo, programa e incluso organización de la coersión (para decirlo a lo Gramsci), es decir, para pensar en una línea dura de segmentaridad para los mementos de reflujo y, por qué no, para futuros próximos de ofensiva popular.

* Director del Instituto Generosa Frattasi; integrante de la Cátedra Abierta Félix Guattari; Secretario de Formación del Movimiento Evita de la Provincia de Buenos Aires.



miércoles, 28 de abril de 2021

La Comuna de París y nuestros desafíos Latinoamericanos actuales


Por Mariano Pacheco

 

«¿Qué es la comuna, esa esfinge que tanto exaspera a las mentes burguesas?». Con esa pregunta, Karl Marx abre en su libro La guerra civil en Francia una serie de preguntas en torno a la importancia histórica de la Comuna de París.

I-

En estos días, semanas, se conmemoran los 150 años de uno de los episodios más importante en la historia de las clases trabajadoras de todo el mundo: el triunfo, sostenimiento y aniquilamiento por parte de la burguesía europea de la Comuna de París, primer ensayo de gobierno proletario en el mundo. "La comuna es el acontecimiento por excelencia", dijo Antonio Negri en una entrevista reciente, publicada en Lobo suelto!, en la que rescata de la insurrección parisina el hecho de que se hayan acumulado en torno suyo el máximo de fuerzas acumuladas durante el último medio siglo, mientras anudaba dos elementos fundamentales en la perspectiva emancipatoria: la revocabilidad de los mandatos y el salario medio para quienes ejercen funciones públicas (democracia de los consejos como respuesta ensayada ante la pregunta de cómo vivir juntos, es decir, de cómo afirmar libremente nuestras existencia en un plano de igualdad.

II-

Marzo de 1871. Han pasado tan sólo dos meses desde que París, sitiada por el hambre, capitulara ante Prusia. La guerra, para Francia, está perdida, pero la Guardia Nacional parisina, que se conformó con amplia participación popular durante los enfrentamientos bélicos, conserva sus armas. El nuevo gobierno intenta desarmarla, pero fracasa. Eso fue un 18 de marzo. Una semana después, el 26 de marzo, es elegida en París la Comuna, que antes de que termine el mes, condonó los pagos de alquileres, abolió el ejército profesional y suspendió la venta de objetos empeñados.

Una de las conclusiones a la que arriba Marx en su folleto de intervención es que «la clase obrera no puede limitarse a hacerse cargo de la maquinaria del Estado ya existente y utilizarla para sus propios fines». En ese sentido, destaca la importancia que tuvo el hecho de que los «consejeros municipales» fueran elegidos por sufragio universal en los distintos barrios y que sus mandatos fueran «revocables».

«La Comuna dotó a la República de una base de instituciones realmente democráticas», comenta Marx. E insiste: la Comuna fue «la forma política al fin descubierta bajo la cual ensayar la emancipación económica del trabajo». Es decir, la Comuna estableció un horizonte en el que era posible pensar «abolir la propiedad privada» («expropiación de los expropiadores») y establecer una dinámica de «trabajo libre y asociado».

En ese sentido podemos decir que esos fueron días que conmovieron no sólo a Francia, a Europa, sino al mundo entero.

III-

La expresión "Días que conmueven", conocidas por el libro de Jhon Reed dedicado a la Revolución Rusa de 1917, bien podrían ser usados para pensar en la Comuna de 18171, según sugiere Horacio González. "Esos momentos tempestuosos con los que se suelen comparar las revoluciones, es decir, un conjunto de acontecimientos que, conjugados y articulados de vastísimas maneras, trastocan la vida cotidiana, ponen en juego un conjunto de utopías, cambian los horizontes de expectativas y de alguna manera hacen flotar en la atmósfera un sentimiento de furor, de combates, de luchas, de sangres, de fracasos o de conmemoraciones". Las palabras citadas pertenecen al ensayista argentino y fueron pronunciadas en un ciclo de charlas que llevó por título “Las armas y las letras”, y puede verse y escucharse en youtube. En ese capítulo, dedicado a rememorar la comuna, el ex director de la Biblioteca Nacional dice algo parecido a aquello que su compatriota David Viñas expresa en su libro De los montoneros a los anarquistas, y que ambos comparten con el modo en que el filósofo Walter Benjamin piensa la historia. A saber: que un secreto compromiso de encuentro se entreteje entre las generaciones de quienes luchan por la justicia y la libertad, más allá de temporalidades, y geografías.

En nuestro caso, como dice Viñas, el obrero europeo que llega a nuestras tierras con la oleada inmigratoria de fines del siglo XIX, viene con su experiencia sindical y su voluntad de lucha, a vengar de algún modo al gaucho recientemente derrotado por ese primer proceso de reorganización nacional, el que extermina al malón y a la montonera, e incorpora al país al esquema de la división internacional del trabajo capitalista.


IV-

Más allá de las distancias geográficas y temporales, hay una lección del París insurrecto de 1871 que sigue conmoviendo, incitando. La Comuna «tomó en sus propias manos la dirección de la revolución; cuando por primera vez, simples trabajadores se atrevieron a transgredir el privilegio gubernamental de sus ´superiores naturales´»

El «atrevimiento» de «simples» trabajadores para «ensayar» la emancipación sigue siendo una dinámica que, por aquí o por allá, parece aterrar a los dueños del poder, e inquietar a las almas bellas que administran en sentido progresista los intereses del capital. Por eso la experiencia de democracia participativa y protagónica, como la que fue ensayando el pueblo venezolano en estos años de Revolución Bolivariana iniciada bajo el liderazgo de Hugo Chávez, o la experiencia llevada adelante por las comunidades indígenas chiapanecas organizadas en el marco de la insurgencia zapatista, o el modo en que los movimientos sociales bolivianos pujaron por hacerse ver y oír y construir un Estado diferente en los últimos 15 años, bajo el liderazgo de Evo Morales y Álvaro García Libera, dan cuenta de un desafío para este siglo XXI y nos recuerdan aquello que alguna vez escribió Miguel Abensour. A saber: que la grandeza de la Comuna es haber alcanzado la existencia contra todas las formas de Estado que le negaban el derecho a existir.

Gran parte del programa de la Comuna sigue siendo de una profunda actualidad. La separación de la Iglesia y del Estado, que ha sido puesta sobre el tapete a partir de las movilizaciones feministas que en Argentina movilizaron cientos de miles de mujeres, es un ejemplo de ellos, así como el reclamo de los Movimientos Populares que pujan por hacerse ver, y oír, te un clase (casta) política liberal totalmente desvinculada del sentir, el pensar y el actuar de las simples mujeres y hombres de a pie cada día sostienen la vida en nuestras sociedades. La Comuna será una de las experiencias fundamentales a revisitar a la hora de pensar en sostener un proyecto de Justicia Social capaz de trastocar el orden liberal actual, y sustentar las conquistas sociales y económicas en un nuevo modo de organizar la participación políticas de las y los trabajadores en los asuntos comunes, es decir, en la construcción de un democracia plebeya y un Gobierno Popular.

 

* Texto leído a modo de editorial del #Episodio5 de La parte Maldita, el programa de Filosofía Errante y Sucio Rock de Radio Gráfica

Se puede escuchar el programa completo ingresando a La Parte Maldita en Spotify


martes, 27 de abril de 2021

La actualidad del Filósofo Militante Antonio Gramsci

 

Por Mariano Pacheco*

 

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la muerte del militante revolucionario italiano que pasó una década en la cárcel como prisionero del fascismo, mostrando una vocación inquebrantable por sostener una resistencia a través de la lectura, la escritura y la elaboración estratégica, pensando temas fundamentales para la teoría y la práctica política (inescindibles en su concepción de “filosofía de la praxis”, bien en la línea de las “Tesis sobre Feuerbach” de Marx, donde comprender el mundo implica, valga la redundancia, implicarse para transformarlo). Entre ellos, uno de los temas que asombra por su actualidad es la relación intelectuales/pueblo. Su concepción de “intelectualidad orgánica” (de una de las “clases fundamentales”) implica la constitución de ese lazo orgánico para contribuir a la gestación de una voluntad colectiva nacional-popular capaz de protagonizar una reforma intelectual y moral, en clara confrontación con la concepción del mundo de las clases dominantes. Ese aporte a la construcción de hegemonía (o de contrahegemonía popular), implica para Gramsci asumir funciones organizadoras, “constructoras”, de educación, difusión y dirección para contribuir al desarrollo de la conciencia y la homogeneidad necesarias para la formación molecular de una nueva civilización; y tamaña tarea no es posible de llevarse adelante si en primer lugar no se comienza por elaborar críticamente la propia actividad intelectual. Por eso en el centro de sus reflexiones aparece el problema de la eficacia: cómo la filosofía de la praxis, esa concepción de mundo superadora de la de la burguesía, logra tener base de masas, un arraigo popular a nivel nacional que no puede pensarse a su vez sino en su estrecha relación con una proyección internacional.

Frente academicismo y el anti-intelectualismo contemporáneo, Gramsi reaparece como un espectro que incita a repensarnos, para forjar un nuevo vínculo intelectualidad/pueblo. Una cuestión que en un mundo al borde del colapso civilizatorio se torna urgente.

 

* Director del Instituto Generosa Frattasi; integrante de la Cátedra Abierta Félix Guattari. Secretario de Formación del Movimiento Evita de la Provincia de Buenos Aires.

domingo, 25 de abril de 2021

Abril del 96, los inicios de la militancia, la Generación de 2001


 Un día de abril, hace 25 años atrás, mi vida dio un vuelvo de cientos de grados: inicié mi camino en la militancia. Fue en abril pero en realidad, durante ese verano de 1996, ya había ido madurando la idea de la militancia. Aún, creo, no le decía así, pero estaba claro que la rebeldía del punk y del metal no me alcanzaban. Ya había leído a Guevara y quería pasar a otro tipo de acción. ¿Cual? ¡No sabía muy bien!

No había agrupaciones en los colegios de la zona por aquel tiempo. No había tampoco Centros de Estudiantes. En Quilmes, distrito donde cursaba mis estudios secundarios en el Normal, estaba presente el Partido Comunista y alguna agrupación “independiente” que impulsaban, como Ña Palos. También el hijo de algún maoístas dando vueltas, pero ni siquiera actuaba como JCR, la Juventud del Partido. También había una piba de un grupito más raro, el PTS. Una vez casi me meto en el local central del PC de Quilmes, en la calle Humberto Primo. Andaba por ahí de casualidad. Estaba esperando el bondi, que no venía, y estaba dele que te dele mirando el mural de la puerta. Crucé la calle, y volví a esperar el colectivo. “Estos lo dejaron tirado al Che en Bolivia”, pensé, y no entré.

Para ir a estudiar a lo de Dani, ese verano, viajaba todos los días en el 85, desde la casa de mi viejo en Wilde. A mitad de camino, por la zona de La Cañada, veía siempre unas pintadas, que entonces pensaba eran todas del mismo grupo. Una decía “Patria o Grupos Económicos- Movimiento La Patria Vencerá”. Otra: “A vencer o morir por la Argentina”.

Desde marzo, para ir al colegio (pasé de turno, de la mañana a la tarde, pero no de año, ya que tuve que cursar nuevamente segundo por segunda vez), hacía el mismo recorrido, con el mismo bondi, pero hasta Quilmes. Así fue como un día, al bajar del colectivo para ir hasta el Normal, veo un afiche pegado sobre las chapas de una construcción. ¡Eran horribles! Todo un escrito largo, sin imágenes. Ya había visto unos así del Partido Obrero, pero estos decían MPV. ¡Eran los mismos de las pintadas de La Cañada! ¿Era una señal? Anoté en un cuaderno la dirección de la “casilla postal” y luego les escribí. Una vez. Otra. Y nada. Un día me llamaron a la casa de mi viejo, ya que en la carta en la que me presentaba había dejado el número. Me dieron una “cita” para unos días antes del 24 de marzo. Era 1996. Todo me parecía raro. Lo de cita me sonaba a telenovela vieja, pero igual anoté los datos y ese día fui. No llegó nadie. Gran frustración.

El 24 de marzo se conmemoraban 20 años del inicio de la última dictadura militar. En el colegio se había comenzado a reunir una comisión de estudiantes para formar el Centro y se había hablado del tema. Le dije a los pibes para ir juntos a la Plaza de Mayo, pero ese día habíamos quedado en ir a jugar Roll a la casa de Ariel, el empleado de Los Videos, quien se había hecho amigo de la banda a pesar de ser más grande, creo que en una especie de cruzada para “sacarnos del mal camino” (era cristiano y scout). Así que se me presentó el dilema, y resolví irme solo a la movilización.

En un momento iba caminando por Avenida de Mayo y veo una columna que me pareció impresionante. Mucha mística y agite. La bandera decía: MPU- Quebracho. “¡Que boludo!”, pensé. No es MPV, es MPU, deben haberse juntado con los de Quebracho.

Seguí caminando y de repente un flaco me da un volante. Leo: MPV. “¡Otra señal!”, pensé. Le iba a contar toda la historia al muchacho, pero en medio de la marcha se me ocurrió que era mejor ir al grano y encontrarlos, y luego contarles la confusión (que pensé que era MPV y no MPU).


¿Dónde están? Recién vi pasar la bandera de ustedes, la que decía grande Quebracho.


El flaco de ojos azules me dice por allá, y señala la multitud. Me pareció bastante descortés (después supe que se trataba de Claudio Funes).



***


Después del acto, y el festival (tocaron Los fabulosos Cadillacs, León Gieco y muchos músicos más), desde el escenario dijeron que HIJOS (que era la agrupación de los hijos de los desaparecidos, me enteré ahí) había preparado otro festival, para la Juventud, a unas cuadras de ahí. Así que me acerqué a la columna de Quebracho y fui.


Me dicen el matador nací en Barracas…


La columna no era muy amable, como que a la gente que estaba cerca y quería marchar con ellos nos dejaban afuera. Así que decidí seguir caminando solo y llegar hasta Tribunales junto a la muchedumbre que caminaba a los costados de las columnas.


Sólo le pido a Dios/ que la guerra no me sea indiferente…


Días después me llamó de nuevo el mismo muchacho que me había pasado la primera “cita”. Pidió disculpas por no asistir y me propuso un nuevo encuentro. Luego sabría que su nombre era César; que era el militante más joven del MPV (que no era MPU); que vivía en Villa Corina junto a su madre y hermanos; que era de familia comunista, bien prole; que su padre (también militante comunista) había sido asesinado en Avellaneda mientras realizaba una pintada del partido; que él, luego de un paso por “La Fede”, se había arrimado a un grupo peronista que en los años 80 había armado la Agrupación Descamisados y que –de esto se hablaba menos-- tras algunas macanas que se habían mandado, conforman luego el MPV.

César me invitó a un recital que se iba a realizar en el Río de Quilmes, por el aniversario del golpe del 76 y “Contra el gatillo fácil”. Al parecer iba a ser previo al 24 de marzo, pero se suspendió por lluvias y se reprogramó para abril. “Menos mal”, pensé, porque ni me había enterado. Encima tocaba “Gatos sucios”, una banda de punk que yo escuchaba y últimamente me gustaba mucho. Pero no pude verla casi. Ese día tuve mi primera tarea militante: formar parte del cordón de seguridad del escenario.

Fue fatal ese recital: los pibes nos escupían, nos gritaban “botones”, yo no sabía qué hacer. Pero me quedé en el cordón. Un compañero, Peckerman, en un momento se calentó y corrió a un punky con un cuchillo en la mano. Fue bizarro.

Ese mismo día me presentaron a Fabio González, El Negro, quien a pesar de ser más grande que César venía de la militancia juvenil, de la UES en los 80 y tenía un programa de radio en la Parroquia de Luis Farinello. Así que ahí mismo me incorporaron a la organización, y me dieron el pase de Avellaneda a Quilmes. Ese día también lo conocí al Flaco Pablo Vera (cuñado de Fabio); a El Turco; a El Cholo Ancona, la Gorda Graciela y algunos otros militantes más.

Eso fue hace 25 años atrás. Comenzaba a gestarse entonces la Generación Militante de 2001.



lunes, 19 de abril de 2021

Sobre el film "El Profesor" (con link a película)

¿Cómo se imaginan algo si las imágenes siempre se las dan?...


 

La pregunta se la hace el actor Adrien Brody en su papel de Henry Barthes, "El profesor" (como se tituló en castellano el film EL DESAPEGO, con dirección de Tony Kaye y guión de Carl Lund), que recorre colegios secundarios norteamericanos, de zonas populares (es decir, poblada de laburantes y marginales negros y latinos) haciendo suplencias.

"Es un holocausto del marketing, 24 horas al día, por el resto de nuestras vidas" exclama en una rara arenga que hace en una de sus clases (digo rara y no mucho más para no espoilear, porque no es un Merlí sino una suerte de "escritor fracasado" arltiano, o personaje mellvilleano a lo "Bartleby", versión docente). Palabras a las que agrega:

"Los poderes están trabajando duro para seguir atontándonos hasta la muerte. Así que para defendernos nosotros mismos y pelear contra la asimilación de este embotamiento de nuestro proceso de pensamiento debemos aprender a leer. Para estimular nuestra propia imaginación. Para cultivar nuestra propia consciencia... Para proteger nuestras propias mentes".

Me gusta la idea de la literatura contribuyendo a desautomatizar la mirada, como decían los formalistas rusos, o permitiendo pensar lo que se anuncia y todavía no es", como escribió alguna vez Ricardo Piglia.

Obviamente, la lectura no hace milagros, pero puede contribuir y mucho a ensanchar nuestro repertorio simbólico y ensanchar nuestra imaginación.

En fin, recomiendo mucho ver esta película con historias tremendas, pero que cuenta a su vez con imágenes hermosas y una trama intensa. Se la puede ver gratis, y subtitulada acá:

https://ok.ru/video/2262871575253


martes, 13 de abril de 2021

Pacheco: "emerge un peronismo desde abajo, que avanza en unidad y disputa poder"

 Entrevista a Mariano Pacheco


El escritor, periodista e investigador popular Mariano Pacheco, actualmente director del Instituto Generosa Frattasi, habla en esta entrevista sobre la situación actual del país, el gobierno de Alberto Fernández y el macrismo; reivindica las experiencias populares (de los feminismos a los ambientalismos, y fuertemente las del precariado) y argumenta el por qué de su decisión de incorporarse a lo que denomina el “Nuevo” Movimiento Evita. La fusión de las organizaciones en puerta y los desafíos por venir.

APU: A partir de los últimos textos suyos, y a raíz de algunos movimientos políticos del último año, se abren al menos dos vías de conversación. Una en torno a lo que llama “Peronismo desde abajo” y otra es ese concepto que ha usado en varios oportunidades, “punto de vista popular”, dice, para pensar la historia y la coyuntura, tanto en el plano nacional como internacional. En términos teórico-políticos, en el plano estratégico, ¿cómo conecta ambas ideas?

MP: En primer lugar diría que hay una íntima conexión entre punto de vista popular como perspectiva estratégica en el plano teórico, y aquello que puede ser nombrado como un peronismo desde abajo en lo lo político, junto con la conformación de una nueva columna vertebral en lo social. Al decir “peronismo desde abajo” en algún punto retomo mi último libro, al que titulé “Desde abajo y a la izquierda. Movimientos sociales, autonomía y militancias populares”. Allí intento condensar un conjunto de reflexiones en las que vengo trabajando hace tiempo, y que se abren con mi primer libro publicado en 2010: “De Cutral Có A Punte Pueyrredón”. La idea central es que la experiencia zapatista –en el plano Latinoamericano--, y lo que fue la emergencia del movimiento piquetero –a nivel nacional--, abren un ciclo de luchas y de perspectivas organizativas “desde abajo”. Esta dinámica recorre el continente. A veces se dice “desde abajo y a la izquierda”, como en el caso zapatista, o Nuevos Movimientos Sociales o simplemente luchas desde abajo. Lo fundamental, me parece, es que en el caso argentino es un proceso que, por primera vez en medio siglo, no se identifica centralmente con el peronismo. La sensación que tengo es que tras el ciclo de gobiernos progresistas latinoamericanos, en los que incluyo el kirchnerismo argentino, esa experiencia de autonomía desde abajo se agota, y tras 2017, emerge algo que no estaba presente ni en el ciclo de luchas que va desde mediados de los años noventa y hasta mediados de los dos mil, ni tampoco está presente en el ciclo de gobiernos progresistas. Eso que emerge es algo nuevo, por más que tenga sus raíces en una historia ya larga. Es decir, que aquello que llamo “peronismo desde abajo” recupera la historia peronista pero no en clave populista/progresista (como lo hizo el kirchnerismo), y tampoco lo hace en clave ortodoxa, tipo Moreno, asumiéndose como guardianes de una suerte de peronismo “histórico”... sin historia. No, el “peronismo desde abajo” sabe dar cuenta de los nuevos protagonismos sociales. Tiene (o trata de tener) una sensibilidad atenta a esos fenómenos. Es una suerte de peronismo-post-peronismo-progresista, es decir, poskirchnerista. No es una izquierda peronista. Tampoco un peronismo revolucionario, por más que a su interior existan militancias que así se identifican históricamente, pero incluso quienes así lo hacen, no postulan hoy la construcción política en esos términos.

En gran medida esto se debe a que hoy el divorcio entre izquierdas y peronismos es muy profundo. El último gran intento de reunir ambos elementos fue Montoneros, primero en 1973, con su fusión con las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las FAR, y luego en 1976, cuando pasa de organización político-militar a partido y se asume como partido leninista y busca confluir con la OCPO (Organización Comunista Poder Obrero) y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) en la OLA (Organización para la Liberación de la Argentina); fue de todos modos en el momento en el que había que hacer todo lo contrario, si uno adhiere a las tesis de Rodolfo Walsh, quien dijo entonces que había que recostarse otra vez en el peronismo, ejercitar un “movimiento de repliegue” y no uno de ofensiva. Hoy, en algún punto, la situación es similar: obvio, no por el momento dictatorial, como en 1976, en medio de una ofensiva enemiga que no permitía ninguna condición para un avance popular. Pero sí en términos de que, en la actualidad, entiendo que hay que recostarse sobre la experiencia peronista porque estamos ante un repliegue en lo estratégico a nivel mundial, también en el plano latinoamericano, e incluso en el nacional, si pensamos en una perspectiva de transformación estructural (eso que hay quienes seguimos insistiendo en llamar “revolución”, o más bien, “proceso revolucionario”). No parecen haber condiciones, en el corto plazo, para avanzar en ese sentido, aunque paradójicamente, en medio del realismo capitalista mundial y en el esquema político configurado en la Argentina actual (democracia liberal), sí hay condiciones de avanzar, y mucho, en una estrategia de acumulación popular que asuma lo prolongado del proceso de cambio, y se proponga ya no solo acumular por abajo, sino también disputar poder por arriba, entrar al Estado, conquistar posiciones, y desde allí adentro también librar la batalla, que es una batalla por conquistar una democracia plebeya en un gobierno popular, como transición hacia un nuevo proceso. Eso, entiendo, por el lado del peronismo desde abajo. Y por el lado del progresismo, aunque no comparto su estrategia, entiendo que el kirchnerismo también tiene condiciones de avanzar, aunque sin proponerse modificar la democracia y el Estado liberal.



APU: ¿Cuál sería la diferencia entonces entre un punto de vista popular y otro progresista? Para pensar la historicidad, la politicidad, las luchas, los movimientos. ¿Cuál es esa diferencia estratégica, política e incluso programática?

MP: Antes que nada, quisiera aclarar que, cuando decimos “punto de vista popular”, estamos pensando en una perspectiva que, desde abajo, analice la totalidad social. En ningún caso esto quiere decir tendencia basista, horizontalista, etcétera. Una conclusión del cierre del período 1997/2017 (las luchas desde abajo en Argentina, pero también, a nivel europeo, ciertas elaboraciones “aceleracionistas” en su crítica a la “izquierda folk”), es que los momentos de verticalidad, mando, liderazgo, centralización no pueden descartarse así nomas, sino que deben ser asumidos precisamente como eso, como momentos de una estrategia de transformación. Lo contrario sería una ausencia total de perspectiva materialista, un idealismo en el plano filosófico, y una imprudencia en el plano político, porque desarma a las clases subalternas, las priva del necesario momento de ofensiva que todo proyecto de cambio necesita.

En ese sentido, entiendo que todo militante inscripto en una experiencia popular piensa (o sería saludable que así lo hiciera), más o menos, desde las coordenadas de análisis marxista: hay clases sociales, hay explotación, hay dominación, hay lucha de clases. El progresismo, en cambio, piensa en otro horizonte, más ligado al populismo, a la figura de Ernesto Laclau, a quien podríamos invocar para decir que, mientras desde el punto de vista popular se trata justamente de situarse desde un lugar social determinado para pensar la política (las luchas y procesos de organización de las y los trabajadores, fundamentalmente), el progresismo piensa en la clave de la “articulación de demandas”. Lo importante ahí es el liderazgo (unipersonal), el discurso, las identificaciones con un proyecto político que está de algún modo deslindado de una anclaje social. Es donde allí donde se manifiestan diferencias profundas respecto de un punto de vista popular. Además, el proyecto que trata de pensar una perspectiva popular es plebeyo, y no por un esencialismo, sino porque atiende justamente a la historicidad, a la experiencia de luchas y resistencias de nuestro pueblo entendido él mismo como una experiencia que se hace en sus disputas con las clases dominantes. Es desde allí que se puede hoy reconstituir una nueva columna vertebral, con una clase trabajadora escindida entre un precariado que cada día se inventa su trabajo (y sus modos de organización, incluso ahora recuperando la “forma sindicato”) y el ya más conocido mundo del trabajo asalariado y sus sindicatos con larga historia. Es desde allí, por lo tanto, donde visualizo mayores posibilidades de radicalizar un proceso político en Argentina. Insisto: no porque haya una esencia popular determinada, definida a priori, sino por nuestra propia historicidad, lo que implica el recorrido del mundo popular plebeyo, obrero, en la Argentina. Y ese proceso se produce mayoritariamente de la mano de la experiencia peronista, que comparte espacios con el progresismo, que no se plantea un horizonte de cuestionamiento al capitalismo. La idea misma del kirchnerismo, por ejemplo, es la de una gestión progresista del orden existente. Desde un punto de vista popular es todo mucho más sucio, más enmarañado. Tampoco vamos a decir que el punto de vista popular es anticapitalista per se. Pero muchos sectores del peronismo no progresista, no ortodoxo, piensan que no hay solución a los problemas populares estructurales en un sentido de justicia social dentro del capitalismo. Pero tampoco postulan el socialismo. Por algo esa experiencia se autodenomina peronismo y no comunismo. Pero entrar en esa discusión es un poco como jugar al cuento de la buena pipa.

APU: En su libro “Desde abajo a la izquierda” hace una lectura del proceso político de la post dictadura argentina, justamente, con una perspectiva desde abajo y a la izquierda: el movimiento de Derechos Humanos, con Madres e HIJOS a la cabeza, los movimientos piqueteros, en fin, el 2001. Y últimamente viene trabajando mucho sobre economía popular, en la que incluye también ciertos feminismos, los populares. Ahora, cuando se refiere a un “peronismo desde abajo”, ¿en qué experiencias está concretamente pensando? ¿En qué sectores, movimientos, en que luchas?

MP: Para pensar hoy la Argentina desde un punto de vista popular hay que seguir pensando, fundamentalmente, desde los trabajadores, como históricamente hizo el peronismo que reivindicó a la clase obrera como columna vertebral del movimiento. Dicho esto, habría que agregar algo que ya hemos mencionado: producto de la reestructuración capitalista, a base del terror (primero de la dictadura, luego del shock inflacionario alfoncinista, finalmente del justicialismo del revés del menemato), la clase mutó, y a ritmos vertiginosos. Y esas transformaciones fueron estructurales, no coyunturales. Eso hace que hoy exista mitad de la clase trabajadora, más o menos, que está empleada de manera asalariada (y aún así con fuertes niveles de precarización, pero también, con altos niveles de sindicalización, sobre todo comparando números con otros países de América Latina y el resto del mundo). Pero la otra mitad es la que se denomina como economía popular, donde aparece esto que intento pensar como “Precariado en acción”. Porque la economía popular es ambivalente, tiene un emprendedorismo con todo lo que eso implica en valores neoliberales, individualistas. Dicho esto en términos políticos, no morales. Como sostiene la investigadora Verónica Gago, no se trata de moralizar sino de dar cuenta de que eso también es una dinámica de sobrevivencia de los sectores populares. Y le agrego: dinámicas que ayudan a una persona a sobrevivir, pero que no contribuyen a gestar y sostener un proyecto emancipador.

En cambio en esto que denomino como Precariado en acción, aparece esta vocación de asociación, de trabajo cooperativo, de esfuerzos por sostener proyectos de autogestión más que emprendimientos personales o familiares. Y a eso entiendo hay que prestarle mucha atención: porque es allí donde está presente toda una politicidad plebeya, donde anidan no sólo luchas reivindicativas y procesos de organización para resolver problemas inmediatos (que son muchos, y urgentes, fundamentales para las vidas populares), sino también deseos, anhelos, cierta recuperación de la historia sindical nacional, y una vocación de hacer las cosas de otro modo. Una mirada desde abajo, que sostenga un punto de vista popular hoy, entiendo, se tiene que situar ahí, con las miles de mujeres que sostienen la olla, el comedor, el merendero, la recreación para las infancias, la promoción en salud, la educación sexual y la pelea por el derecho a hacer lo que desean con sus cuerpos, las cooperativas de trabajo, la organización de las movilizaciones, la mesita en el barrio para garantizar cuarentena comunitaria, etcétera. Miles de mujeres, de pibas y de pibes, de hombres también, aunque es indiscutible el protagonismo de las mujeres en esta etapa histórica en la política argentina. Desde las y los últimos de la fila –que paradójicamente fueron quienes estuvieron en la primera línea de combate durante la “cuarentena comunitaria” en las barriadas-- es desde donde hay que pensar la totalidad de la política argentina. Entonces, para recrear una nueva columna vertebral hay que poder prestar atención, fundamentalmente, a las tres grandes experiencias en las que hoy se agrupan las y los trabajadores: la experiencia de la CGT, con todas sus complejidades adentro, en la que se encuentran representadas las grandes ramas de la industria y el transporte; la CTA, sobre todo en sus vertientes de salud, educación y administración pública; y, finamente, el precariado, abrumadoramente agrupado hoy en la UTEP. En los tres espacios hay presentes distintas corrientes políticas, pero entiendo que el peronismo es hegemónico. Y es al interior de ese peronismo que se da lo que puede ser entendido como la posibilidad de surgimiento de una corrientes más delimitada, que vengo denominando “Peronismo desde abajo”. Este peronismo desde bajo es, claramente, hegemónico en UTEP, pero tiene también una fuerte presencia en la CTA, e incluso, hay determinadas dinámicas peronistas al interior de la CGT que permitirían pensar entre ellas una conexión virtuosa (la Regional Oeste del Gran Buenos Aires es emblemática en este sentido, pero también los aceiteros de Rosario, por nombrar dos casos de relevancia). El mundo obrero es muy complejo hoy, no diría que hay una corriente de peronismo desde abajo dentro de la CGT, pero sí creo que hay delegados y activistas, comisiones internas e inclusos algunos sindicatos que sostienen determinada sensibilidad histórica; también dirigentes de renombre y trayectoria, como Juan Carlos Smith, que ven la necesidad de esta conexión con la economía popular. Eso en términos de composición material. En cuanto a la composición política, la organización que hoy hegemoniza todo eso que se viene produciendo es el Movimiento Evita. Y con total claridad, creo, quien puede liderar el proceso en curso es el nuevo Movimiento Evita.

APU:¿Por qué nuevo? Es una experiencia con larga trayectoria...

MP: Sí, pero el Nuevo Movimiento Evita es la organización que se está gestando a partir del proceso de fusión del actual Movimiento Evita con el Movimiento Barrios de Pie. Fusión a la que hay que sumarle la incorporación reciente de organizaciones como Seamos libres a nivel nacional, y otras a niveles provinciales y distritales. Pero ésta última fusión no sólo cobra una importancia por su número, sino también por su relieve simbólico: estamos hablando de las dos expresiones mayoritarias dentro del campo nacional-popular. De todas las organizaciones que hubo desde 1983 a esta parte son las dos más importantes. Estuvo Luis D’Elia y Milagro Salas, cada uno liderando corrientes que tuvieron su peso, pero en períodos muy delimitados, luego se esfumó su poder de movilización, su inserción territorial (cabe destacar que ambos hoy permanecen detenidos, y de ambos exigimos su libertad, más allá de toda diferencia política). También estuvo en su momento Quebracho, impulsando la CTD Aníbal Verón, pero esa experiencia ha quedado muy golpeada hoy en día, y divida entre quienes adhirieron al kirchnerismo, y quienes permanecen cerca del propio Evita. Por eso, cuando uno mira el mapa nacional-popular en la actualidad, dos de las tres grandes organizaciones son el Movimiento Evita y Barrios de Pie. Ambos con sus trayectorias que vienen de los 80 y los 90. Patria Libre (y luego Libres del Sur) por el lado de Barrios de Pie; y por el lado del Movimiento Evita es más complejo, porque se conforma a partir de la alianza de una serie de pequeños grupos que se conformaron tras la disolución del Peronismo Revolucionario. Algunos pasaron por Quebracho, por el Peronismo que Resiste, por el Movimiento La Patria Vencerá, por Malón, y otros varios agrupamientos más. Eso hoy se encuentra fusionado o en vías de fusionarse. La Coordinadora 25 de Mayo, que agrupa a la vez una gran cantidad de organizaciones en distintos lugares del país y la coordinadora 14 de Junio, son otras expresiones que caminan en el mismo sentido. Si uno suma todo eso, está claro que en la Argentina, si uno habla de proyectos políticos populares o progresistas, el panorama queda conformado con dos grandes organizaciones hegemónicas del movimiento popular: por un lado el nuevo Movimiento Evita, y por otro, La Cámpora y lo que ella agrupa, más allá del nombre, como espacio político que encuentra en Cristina Fernández y Máximo Kirchner sus liderazgos indiscutibles.

APU:¿Cómo piensa el proceso de alianzas, tácticas, confluencias y antagonismo en esta etapa? Es decir: ¿quiénes son aliados y quiénes adversarios en este proceso político que se abre?

MP: En principio habría que decir que el Frente de Todos esta compuesto, fundamentalmente, por cinco corrientes. En primer lugar, el kirchnerismo; luego el massismo, con el Frente Renovador. Le siguen los intendentes y gobernadores peronistas, que en realidad no son en sí mismos una corriente política, sino que funcionan como una especie de corporación que defiende intereses locales. Cada uno defiende su provincia o su municipio, pero a la hora de plantarse como un actor de poder, muchas veces, fusionan de conjunto. En cuarto lugar, el sindicalismo, fundamentalmente la CGT. Y por último, aunque no menos importante, los Movimientos Populares. Hoy con la UTEP en contra no podes gobernar. La paradoja de la UTEP es que en la actualidad el Movimiento Evita y el Frente Patria Grande caminan políticamente por distintos carriles. Y los demás actores se han ido acomodando en función de los movimientos de estas dos grandes corrientes. Alberto, además de presidente, es un poco el que va surfeando el mar de contradicciones y tensiones de esa coalisión.

La UTEP, como expresión del bloque social, se sostiene sobre la base de la alianza entre el peronismo desde abajo y cierto progresismo (el devenir kirchnerista de cierta izquierda independiente y corrientes “antipolíticas” como la que expresa la figura de Juan Grabois). Sostener esa unidad, asumiendo las tensiones que hay a su interior, es importante, así como saber que sus aliados más cercanos van variando de acuerdo a las coyunturas. Creo que el peronismo desde abajo sabe que es innegable la necesidad de una confluencia o alianza con el progresismo. En primer lugar, frente a sectores de la derecha de la política Argentina, pero también, de ciertos sectores que podríamos caracterizar de derecha dentro del propio Frente de Todos, donde se incluyen no solo lo que pueden ser sectores del Massismo sino también del sindicalismo ortodoxo mas retrógrado, y algunos intendentes o gobernadores. Es difícil de mapear la situación actual, porque no es que los intendentes o gobernadores son aliados o adversarios en bloque; incluso hay gobernadores e intendentes que son aliados y adversarios al mismo tiempo. Eso va variando de acuerdo al lugar y a las coyunturas, y a las áreas específicas de gestión. Por ejemplo: hay intendente y gobernadores que en algunos momentos se posicionan con políticas claramente anti populares en algunos aspectos de su gestión, y al mismo tiempo, son más permeables a determinadas demandas y reclamos. El mundo de hoy es muy complejo, Argentina también lo es, y requiere todas estas series de variables para el análisis.

En lo social, la alianza con los sectores del progresismo que hoy están actuando al interior de la UTEP se torna fundamental: entonces, cuando uno dice progresismo, lo dice en lo político, pero se expresa en pobrerismo en lo social y en populismo en lo ideológico. El populismo es el gran adversario. Con el pobrerismo hay alianza social pero disputa ideológica, lo mismo con el progresismo en lo político. Puede haber alianza pero no deja de haber, al mismo tiempo, una disputa sobre los modos de entender la política. Entonces, frente a la tríada “pobrerismo, progresismo, populismo”, intentamos dinamizar la perspectiva de un plebeyismo, de un peronismo desde abajo, de un punto de vista popular.

APU: En las izquierdas se suele criticar, a este tipo de posiciones como la que viene señalando, por el hecho de que los movimientos populares le hacen el trabajo en lo social a una dirigencia que en lo político termina siendo kirchnerista. Entonces, lo que vos llamas “peronismo desde abajo”, ¿no termina finalmente siendo progresista por arriba, o sino, asociada a lo más rancio de los intendentes y gobernadores? ¿Cómo no repetir una estrategia de la pinza, donde desde abajo se hace el trabajo social y por arriba se buscan solucionar los problemas con el progresismo de turno, o con una dirigencia peronista que tiene intereses de clase muchas veces antagónicos a los del propio movimiento popular?

MP: Bueno, yo diría que hoy podemos hablar de un peronismo desde abajo que no es progresista, y que a diferencia de hace dos o tres años atrás, sostiene una plena autonomía política. Esto antes de 2017 no era así. Lo que decís puede que se aplique a las corrientes que yo denomino pobreristas al interior del progresismo, que no tienen estrategia de poder propia, y van detrás de un liderazgo y de un proyecto que les resulta ajeno. También puede aplicarse a corrientes peronistas que actuaron al interior del kirchnerismo en las coyunturas previas al 2017, pero no se aplica ese análisis a la actualidad del caso del peronismo desde abajo. En este caso es distinto, porque es un sector que se plantea la integridad de la lucha y tiene una estrategia de poder propia; y que está apostando a formar sus cuadros, su propia dirección estratégica. Vos le preguntas al kirchnerismo cuál es la conducción estratégica y la respuesta es muy clara: es Cristina Fernández de Kirchner. Luego, como herencia, Máximo Kirchner, y en ese armado, figuras claves, como Axel Kicillof y el Cuervo Larroque. Pero para las corrientes pobreristas/progresistas (entre quienes incluyo a muchos que fueron parte de la “Izquierda Independiente”), la cuestión es diferente: no tienen conducción estratégica propia, y asumen la de Cristina sin ser kirchneristas. En cambio, si vos preguntas cuál es la conducción estratégica de los Movimientos Populares del Peronismo desde abajo, la respuesta allí también es clara, y diferente a la del progresismo/pobrerismo: la conducción estratégica del peronismo desde abajo son los propios cuadros que se están formando, y que en algunos casos, ya cuentan con una larga trayectoria de militancia, e incluso vienen ocupando lugares de gestión y de referencia política. Entiendo que el proceso de conquista de autonomía por parte del Movimiento Evita, después de 2017 (proceso al que ahora se suma el Movimiento Barrios de Pie), implica claramente una salida del kirchnerismo y la apuesta por construir esa propia conducción estratégica. Eso lo cambia todo y por eso se puede empezar a hablar de un peronismo desde abajo.

El Movimiento Evita del año 2015 es un movimiento social del kirchnerismo. El Movimiento Evita del 2017 es un movimiento que tensiona la estrategia de esa dirección y se termina apartando. Por eso muchas veces son acusados de traidores por el progresismo, porque promovieron la candidatura de Florencio Randazzo en vez de acompañar la de Cristina. Fueron apuestas. El jefe de campaña de Randazzo hoy es presidente de la Nación, y Unidad ciudadana dejó de ser la apuesta principal del kirchnerismo porque Cristina entendió que con cristinismo puro no se ganaba una elección. Creo que hoy hay Frente de Todos porque en su momento hubo una discusión en torno en que no había que hacer de Unidad ciudadana la apuesta central de la etapa. Y eso no quita que después se produzca una alianza electoral para sostener el proyecto del Frente de Todos, o que hoy se reconozca que el Camporismo liderado por Cristina es una de las fuerzas políticas más importantes de la Argentina, con algunos de los cuadros más lúcidos y capaces que tiene nuestro país. Por eso Mariel Fernández, la única intendenta de los Movimientos Populares (en Moreno), acompaña el proyecto de renovación generacional que encabeza Máximo dentro del PJ. Son esas tensiones y contradicciones propias del peronismo y propias de una realidad tan complicada como la que atravesamos, las que a veces no se entienden desde las izquierdas, que hacen política corriendo por izquierda a la corriente de al lado. Entre esas contradicciones y tensiones aparece sin duda, la propia composición del actual Frente de Todos, resultado de la alianza entre sectores cuya coincidencia central fue impedir una renovación de mandato de la salida que con mayor claridad se mostró y se muestra contra los intereses populares, y que aún conserva una alta intención de voto, incluso después del desastre de su gestión de cuatro años. No tenemos en la actualidad, ante nuestros ojos, un proceso de radicalización de masas, una lucha abierta por el socialismo. Lo que tenemos por fuera del peronismo y el progresismo es un proceso de movilización y de amplio apoyo electoral a figuras de la derecha más claramente neoliberales. Es distinto si vos tenes un gobierno progresista, medio socialdemócrata, pero con masas populares movilizadas pujando por proyectos de cambio radical, en sentido anticapitalista. Ahí puede ser que el progresismo tapone. Pero acá lo que se ve es a Patricia Bullrich, a Elisa Carrio, a Mauricio Macri, al radicalismo más de derecha pujando por ser gobierno otra vez. Hoy en la Argentina no se ven otros proyectos de gobierno más que el del Frente de Todos, y el de Cambiemos. Y a diferencia de los noventa, o del 2001, no venimos de un proceso creciente de resistencia en función de un nuevo ciclo de acumulación de fuerzas tras una derrota fulminante. Acá tenemos ya un proceso de un cuarto de siglo de luchas populares, con sus avances y retrocesos, sus ciclos de gestión progresista del Estado, su relevo por derecha y su desenlace en nuevas luchas sociales. Hay que poder sacar conclusiones de todo ese proceso.

APU: Desde esa posición, entonces, criticar al gobierno, ¿es hacerle juego a la derecha?

MP: Claramente no. La cuestión sería pensar qué se le va a criticar y desde dónde. La crítica puede ayudar a pensar, a señalar cuestiones sin las cuales no se podrían hacer las cosas de otro modo. El problema es cuando las críticas no tienen ningún tipo de propuestas, nunca. David Viñas decía: “decir no es empezar a pensar”. Y Nietzsche: “sólo el asno dice a todo que sí. Dice sí, por lo tanto, también a lo existente”. Entonces, la cuestión no es crítica sí, crítica no, sino poder pensar qué pasa que hay sectores que, desde hace décadas, solamente pueden hacer política señalando lo que otros hacen mal, o peor, señalando que otros sectores no hacen las cosas como ellos quieren que se hagan. Ahí hay un problema, y su reverso, es pensar que todo señalamiento crítico a una gestión es hacerle el juego a la derecha. Pensar que una crítica a un gobierno es hacerle el juego a la derecha es una estupidez.

APU: ¿Cuál es hoy la estrategia programática de los movimientos populares del peronismo desde abajo? ¿Cuáles son las tareas en el plano de la lucha cultural, en el plano de la formación de cuadros, en el plano estrictamente político y social para contribuir a ese proceso de unidad popular que mencionaba y acompañar este proceso que usted llama como Nuevo Movimiento Evita o Peronismo desde abajo? ¿Cuáles serían esas tareas políticas militantes fundamentales para esta etapa?

MP: Va variando un poco de acuerdo a si lo miramos en el aspecto social o más estrictamente político, o cultural. Y digo más estrictamente político porque lo social y lo cultural también son políticos, pero a diferencia de aquello en boga en determinadas corrientes (como la autonomista), pienso que hay una esfera política que puede delimitarse estrictamente. Dicho esto, pensaría entonces que el plano fundamental es el de la estructuración social: ¿por algo somos marxistas, no? Lo más importante en esta etapa es poner en pie la experiencia del sindicato del precariado. Experiencia que se esbozó en diciembre de 2019, con un acto de lanzamiento en Buenos Aires, y que rápidamente se truncó porque una pandemia azotó a la humanidad, y en Argentina, seguimos la correcta decisión de sostener una cuarentena, bastante estricta durante los primeros meses. Entonces: pensar que podes armar un sindicato de nuevo tipo, con nuevos sujetos sociales, en un año y en medio, y encima atravesado por una pandemia mundial, es por lo menos utópico (utópico en el peor sentido, digo, idealista). Esa creo que es la tarea fundamental. La UTEP no está logrando tener su normal funcionamiento, y hay que armar un nuevo sindicato, con todo lo que eso implica. Esa es la tarea estratégica fundamental de la etapa, pero no puede ser exclusiva, porque sino se caería en posiciones unilaterales, en una especie de economicismo con lógica de movimiento social. De la mano de esa tarea, me parece fundamental disputar espacios dentro del Estado, asumiendo que es un Estado Liberal, con una democracia totalmente restringida, también liberal, y además, construida sobre la derrota del proyecto revolucionario de los años setenta. Pero en el contexto actual, a través del peronismo, creo que es posible avanzar en conquistas populares, en disputas de espacios dentro del Estado, sobretodo vinculados a la economía popular y a la gestión de lugares concretos a niveles locales. Hoy hay espacios de la economía popular en todos los planos del Estado: nacional, provinciales y municipales. Después, la experiencia mostró que se puede obtener también espacios puntuales dentro de la institucionalidad vigente: concejales, Diputados provinciales y nacionales. El Movimiento Evita, solamente, tiene por ejemplo en la provincia de Buenos Aires 32 Concejales, una Diputada provincial y un Diputado Nacional por la provincia (en el Congreso Nacional tiene además otras dos Diputadas por otras provincias, lista a la que se le podrían agregar, sólo para graficar esto que estoy diciendo, el dato de que la CCC y Patria Grande tienen otros diputados también). Y se va a poder avanzar aun más, estoy convencido. Es una tarea de la etapa. Y para eso necesitas formar cuadros políticos integrales, porque los militantes formados en la lucha social necesitan otras herramientas para poder dar una disputa al interior del Estado, y sobre todo, para poder combinar estrategias que no siempre van de la mano, como son la lucha social y la gestión estatal. Surge nuevamente un enorme desafío: junto con la disputa en el Estado, y la conformación del sindicato del precariado, recuperar el horizonte de formación de cuadros integrales para el movimiento popular. Eso implica militantes con capacidad organizativa, con capacidad de comunicación, con capacidad de ejercitar una recuperación determinada de la historia nacional, y de las luchas de otros pueblos del mundo; y capacidad de análisis, sobre todo, para poder caracterizar la situación actual y darse las tareas necesarias. Es en ese contexto que asumo con vértigo, y orgullo, mi incorporación al Movimiento Evita, luego de 25 años de militancia por fuera del peronismo. Porque entiendo que hoy emerge un peronismo desde abajo, que avanza en unidad y disputa poder. Y me entusiasma ser parte de ese proceso. De allí que hoy, además de sostener mi rol como Director del Instituto Generosa Frattasi (que pretende ser un instrumento de elaboración y análisis para el movimiento popular en su conjunto), asuma entre las tareas en las que me veo involucrado, ser responsable de la Secretaria de Formación del Movimiento Evita en la provincia de Buenos aires. Es un desafío enorme.

APU: Señaló que que junto con lo social, y lo político, era también importante la lucha o la batalla cultural...

MP: Sí, creo que la lucha cultural es fundamental en términos de pensar en la gestación, primero, de organizaciones de nuevo tipo, no sólo políticas sino también sindicales, e incluso de una infraestructura intelectual, para poder comprender que el y la militante del Siglo XXI se tiene que formar bajo otras coordenadas ético-políticas que las del siglo XX. En ese sentido, no pueden obviarse las contribuciones del ecologismo y los feminismos populares (ya hace unas décadas el filósofo militante Félix Guattari hablaba de tres ecologías: una planetaria o ambiental; otra social –la lucha de clases-- y otra subjetiva). Pero hace falta disputar no solo en el terreno del discurso, y por eso me gusta hablar de “lucha cultural” y no de “batalla cultural” (además de que un grupo de lunáticos tomó ese nombre para sus elucubraciones virtuales). Porque no se trata solo de discursos, de manejos de redes sociales, sino también de la gestación de una nueva concepción de humanidad, que pueda disputar a este realismo capitalista que domina el mundo. Y eso implica, necesariamente, una disputa por el sentido. Antonio Gramsci diría “hay que disputar el sentido común, el peor de los sentidos, pero en el que también anidan núcleos de buen sentido que son los que permiten poder pensar, sentir y hacer las cosas de otra manera” (cito de memoria, pero la frase dice algo por el estilo). Así que como diría el filósofo Panigasi, de un modo bien gasolero, “una cosa es una cosa, y otra cosa, es otra cosa”. Una cosa, la batalla cultural, de perspectiva progresista y filiación populista. Otra la lucha cultural, de perspectiva popular, y filiación materialista. Parece un juego de palabras, pero son definiciones que tienen consecuencias muy profundas. Ya decía el Profesor Freud: “comenzamos cediendo con las palabras y terminando cediendo en los hechos”.

APU: ¿Le gustaría agregar algo más?

MP: Sí, breve. Respecto del punto de vista popular y el progresismo, me parece importante subrayar que es en la mirada histórica donde se pueden apreciar con mayor claridad las diferencias: mientras que para el progresismo, desde 1976 en adelante, lo que hay son organismos de derechos humanos, luchas de las Madres y de las Abuelas de Plaza de Mayo (y luego de los HIJOS), y no mucho más hasta los años del kirchnerismo en el Estado, para el punto de vista popular, desde 1976 a esta parte, lo que hay para mirar en el proceso político argentino son las luchas de los derechos humanos, con las Madres, las Abuelas y los HIJOS a la cabeza, pero también, oposición de la clase trabajadora a la dictadura: hay sabotaje obrero e incluso resistencia guerrillera. Después, entre 1983 y 2003, hay acciones del movimiento sindical, como las que encabeza Ubaldini, con el Programa de los 26 puntos de la CGT en los años 80. Y hay movimiento piquetero y luchas populares que desembocan en diciembre de 2001, nunca reivindicado por el progresismo como algo positivo, porque sólo ven allí el momento de la precariedad y de la crisis económica. Incluso, desde un punto de vista popular, se pueden rescatar luchas desde abajo que se dieron durante los gobiernos progresistas; luchas que no lo apoyaron pero que resultan fundamentales para todo proyecto popular. Por ejemplo, muchas luchas ambientales. Creo que ahí se expresa con claridad una mirada progresista y una mirada popular de la historia Argentina.

Desde un punto de vista popular se intenta rescatar la vieja discusión que diferencia poder de gobierno, porque resulta fundamental entender que tener el gobierno no es tener el poder y que en la Argentina de la post dictadura, lo que no hay por parte de los sectores populares es estrategia de poder. Solamente ahora se abren las puertas a un proceso posible, no seguro, de construcción de una estrategia de poder por parte de los sectores populares. De nuevo: a diferencia de la mirada progresista, para el punto de vista popular no hay estrategia de poder si no hay poder social de una clase determinada. Y recién ahora, con el sindicato del precariado, con la alianza entre la economía popular y sectores sindicales, es posible empezar a construir una estrategia de poder mas allá de que haya una presencia en un gobierno o se esté en la oposición, como sucedió durante el macrismo. Porque incluso estando dentro de un gobierno progresista, como fue el kirchnerismo, o siendo parte del actual (que no es ni progresista ni popular), el horizonte más afín sigue siendo el de las experiencias de Venezuela con su Revolución Bolivariana, o de Bolivia, donde los movimientos sociales gestaron un instrumento político, y llegaron al gobierno con un programa popular propio. Son referencias, de todos modos. Como decía José Carlos Mariátegui: ni calco ni copia, creación heroica.