jueves, 26 de enero de 2017

Reseña de Spinoza por las bestias


Libros para el Cambio Social
 
Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)


En Spinoza por las bestias, el libro con textos del filósofo Ariel Suhamy y dibujos de Alia Daval, publicado en Argentina por la editorial Cactus (2016), se nos recuerda cómo un Baruch Spinoza abomina de la “docilidad ovejuna” con la que los filósofos, por lo general, han definido una antropología. Spinoza es revisitado en este texto para poner de manifiesto cómo el “pulidor de lentes” se las agarra con una manera antigua de definir al hombre, tal como sostienen los autores en este libro: “la definición por género (animal) y diferencia específica (razón, risa, posición erecta…). ¿Pero qué hacer con los jorobados, los tullidos… y sobre todo con la gran masa de los irracionales? No queda más que erigir la definición en norma y pretender que esos hombres van contra su naturaleza, contra la naturaleza… Triste filosofía”.
Suhamy/Davaly nos recuerdan que la filosofía de Spinoza pone al cuerpo (singular y colectivo) en el centro de la escena (“lo que distingue ´primero´ al hombre de los animales –y luego, a los hombres entre sí–, no es el alma, ni siquiera la razón: es el cuerpo”), y que el cuerpo no está separado del alma (“el alma no podría actuar sobre el cuerpo, ni el cuerpo sobre el alma, puesto que son una y misma cosa, considerada bajo dos atributos de una misma y sola sustancia”).

 Filosofía antiautoritaria y de inspiración libertaria, a su vez, la filosofía política de Spinoza es realista. Si el sueño de los tiranos es transformar a los hombres en bestias de carga, en esclavos inútiles para sí mismos --se nos recuerda--, es porque se pretende reducir una existencia a un modo de luchar por la servidumbre como si se tratara de la libertad. De allí que los tiranos liguen la libertad a la angustia, la vergüenza y el temor, en post de embrutecer al pueblo y reducirlo a una disposición ciega de obediencia.
Con un trabajo sumamente cuidadoso de composición, entreverando textos e imágenes, Spinoza por las bestias logra constituir una verdadera estrategia “plástico-narrativa”: aborda al pensador maldito a través de ambas dimensiones, poniendo de relieve la presencia de animales, bichos y bestias que aparecen en su filosofía. Así, arañas y perros, gusanos y elefantes, peces y ratas, caballos alados, gallinas y leones, abejas y palomas, serpientes y sirenas, se posan como imágenes y como conceptos, recordando una vez más que el solo conocimiento de los afectos no basta para dominarlos, y por lo tanto, que es un buen remedio “aliarse con la imaginación”. Y que “sin la alianza de imágenes, el intelecto se quedaría impotente”.

martes, 24 de enero de 2017

Hay que matar a los negros… y difundirlo a través de un periodista-patova


Sobre manteros, mapuches y otros negros de mierda


Por Mariano Pacheco


El desalojo de “los manteros” del barrio porteño de Once, hace unos días, va en la misma línea macrista de limpiarle la cara a la ciudad que encuentra su correlato en otras acciones como la remodelación de Plaza Constitución, en donde el transeúnte atento habrá podido ver esos afiches del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con dos cuadrados en donde el de la izquierda dice “Antes” y el de la derecha “Después”. Abajo de la primera frase, una foto de uno de esos puestos que habitualmente había frente a la Estación de trenes, con su estética típicamente tercermundista y sus vendedores con rasgos claramente Latinoamericanos. Junto a la otra frase, otra imagen: un limpio y prolijo “Carrito-Pro” (un hombre con delantal y puesto amarillo).
La Buenos Aires pensada e ideada para el “turismo blanco” es el revés de un racismo que trasciende las fronteras de la Gran Ciudad Capital, y que en estos días también pudo verse expresada en la represión desatada contra los integrantes de la comunidad Lof Cushamen en Chubut, la provincia gobernada por Mario Das Neves, quien --según denunciaron desde la comunidad mapuche-- actúa “en connivencia” con la familia Benetton, dueña de más de un millón y medio de hectáreas en la zona. El emprendimiento minero que está por detrás del conflicto, destacan los pobladores chubutenses, podría afectar la provisión de agua de toda la provincia.
No solo la represión de Infantería (que actúa en la zona junto con Gendarmería Nacional), sino los “operativos periodísticos” que acompañaron la violenta respuesta del Estado, va en la misma dirección que la represión desatada contra los manteros en Buenos Aires y el ideal de ciudad antes mencionado: un espacio donde el crisol de razas que caracterizó a la patria desde siempre sea sometido a una profunda revisión. Ya no inmigrantes europeos al estilo sarmiento para habitar el desierto, sino gringos para el paseo turístico, gringos para invertir en proyectos laborales en donde la mano de obra, cada vez más flexibilizada, sí sea de los negros de mierda de Nuestraamérica, pero lejos de la vista de los hombres y las mujeres de bien.
En simultáneo, pero en la otra punta del país, también el racismo se hizo presente para recordar que Milagro Sala continúa detenida, desde hace ya un año, junto a otros “tupaqueros” y “tupaqueras”, igual de indios (coyas, mapuches, lo mismo da), igual de negros, igual de tercermundistas que los del sur del país.
Lo preocupante, además de la abierta política represiva del Estado ante los conflictos sociales, es la tendencia que instauran las experiencias de Jujuy y Chubut: suspención del Estado de derecho bajo la mascarada de constitucionalidad.

EL PERIODISMO PATOVA
La cobertura de los conflictos sociales y gremiales desarrollada por casi todos los medios de comunicación (radio, televisión, diarios, sitios webs) viene siendo cada vez más patéticos y cada vez más lejos de cualquier parámetro ético. Me refiero a las realizadas por aquellos periodistas que trabajan para las grandes empresas del rubro, no a quienes --cada vez más-- oponen con honestidad las prácticas de su oficio a esos relatos, sean las distintas expresiones de medios de comunicación populares, autogestivos y comunitarios o incluso aquellos pequeños emprendimientos comerciales que se corren de las lógicas hegemónicas. Este tipo de cobertura no es nueva, e incluso desde hace años se estudian en las escuelas de periodismo y las carreras universitarias de comunicación. Pero con la exasperación general que se vive en la actual sociedad argentina, también las prácticas periodísticas se exasperan. Operadores políticos a sueldo vociferan en programas como los que pueden escucharse en la emisora Cadena 3 cuestiones que ruborizarían a más de un conservador y en televisión los programas de informes políticos o incluso los noticieros ya no se distinguen casi de los de chimentos, al menos en sus lógicas. 

 
Tal vez teniendo en cuenta los mencionados episodios, ocurridos durante los últimos días, pueda pensarse en otorgarle un premio a Daniel Malnatti, el notero de Canal 13 (Grupo Clarín) así como la empresa de comida chatarras Mc Donalds lo hace desde hace años con sus famosos cuadritos del “Empleado del mes” (¿será este personaje el “Forro del mes”?). Lo que le ocurrió al “trabajador de prensa” en su cobertura del conflicto con los manteros de Once (en la cual llegó a decir segundos antes de que se escuchara el primer disparo de la policía que “algo tenía que pasar” porque se “respiraba la tensión en el ambiente”, y luego de la represión, se puso a recolectar las piedras que los manteros le arrojaron a las fuerzas de seguridad para mostrarlas a las cámaras), lo que le ocurrió –decía-- da cuenta de una advertencia que deberían tener en cuenta quienes –tan alejados ya de cualquier mínimo criterio de rigor periodísitico-- se dedican a operar como “periodistas-patovicas”. Malnatti, y los de su calaña, tal vez tendrán que pensar un poco que ya no están en el lugar de quien va a un lugar e intenta dar cuenta de lo que allí pasa, y por lo tanto, asumir los “riesgos” de sus dichos (el patovica de un boliche sabe que si bien suele actuar en una clara relación asimétrica, también puede “cobrar”). “¿Quien dice que nos estamos enfrentando con la policía”?, lo increpa un mantero al notero, quien responde: “Bueno, no, están cara a cara”. Tal como puede verse en el video de 26 segundos que circula por Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=3_LmdhmjhpE), “El Chipi” --como se leía en el zócalo de la pantalla que presentaban al mantero-- agrega: “estas tergiversando”. Como si fuera poco, en su actitud patotera, el periodista insiste: “entonces explicame, decime que hacen cara a cara contra la policía. Y el muchacho remata: “yo no tengo nada que explicarte Malnatti, vos vivis tergiversando las cosas, así que andá, vos vivis cambiando las cosas, tomátelas Malnatti, sos un tarado, tomátelas”. Seguramente “El Chipi” no leyó a Roberto Arlt ( o tal vez sí, pero seguro no lo tenía en mente al arrojar su frase), pero las reminisencias con El juguete rabioso son claras:
Rajá turrito, rajá”.
Actitud similar tuvo Cecilia Moncalvo, la periodista de Perfil que días antes de la represión en Chubut escribió un artículo titulado “Denuncian vínculos de grupos mapuches con las FARC” (http://www.perfil.com/elobservador/denuncian-vinculos-de-grupos-mapuches-con-las-farc.phtml).
Con periodistas así se entiende luego que más que informarse el lector, oyente o televidente termine desinformándose. Situación que recientemente advirtió la propia Comisión Interna de Clarín, cuando ridiculizando una nota del diario referida al conflicto por los 380 trabajadores despedidos de
la planta de impresión de AGR en el barrio porteño de Pompeya (titulado “Un grupo de 40 empleados tomó con violencia un taller gráfico”), y dando una clase gratuita de periodismo, afirmaron que “lo que no se puede ni se debe hacer es disfrazar la comunicación institucional de información periodística”.
Quizá si “la grieta” se sigue ensanchando (me refiero a la grieta de odio que está cocinando cada vez más rápidamente el macrismo y los voceros mediáticos de la derecha, no a la que supuestamente vino a soldar la gestión Cambiemos), si esa grieta se amplia en los meses por venir –decía-- las bellas almas periodísticas tengan que comenzar a ejercitarse físicamente: porque como cualquier otro patova, en cualquier momento puede “cobrar”, o tendrá que empezar a correr...
Micro-fascismos o racismos de la vida cotidiana, ejercidos por “ciudadanos bien” suelen acompañar con comentarios, actitudes y omisiones estas operaciones del poder económico, político y comunicacional. Tal vez no esté de más recordar aquel bello texto escrito por Jean Paul Sartre, a modo de prólogo del libro del psiquiatra argelino Frantz Fanon. Allí puede leerse aquella famosa frase que dice: “Nuestras bellas almas son racistas”. En Los condenados de la tierra,el escritor, filósofo y dramaturgo francés también recuerda que, mientras su humanismo pretendía universalidad, sus prácticas racistas particularizaban a los colonizados, convirtiéndolos en monstruos. “Ustedes, tan liberales, tan humanos, que llevan al preciosismo el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre”, escribe Sartre, y advierte sobre el “beneficio” que obtienen los franceses de la explotación colonial (aún de quienes se expresan en contra de ella). ,
En Argentina también parece que a veces nos olvidamos que se encarcela, se reprime y también se mata (fueron récords los índices de gatillo fácil de los últimos meses). El que calla otorga. Es más: ya no basta con expresar palabras de indignación. El boomerang de violencia ya fue lanzado. Después, como dice el dicho popular, “a llorar, a la iglesia”.

*Nota publicada en revista Zoom.

Velorio de Dario Julian Eugenio, "Icki", militante del movimiento popular La Dignidad

 Compañero Icki: !PRESENTE!


VIDEO: 

Breves imágenes del domingo 22 de enero, minutos antes de que fuera velado Dario Julian Eugenio en el local central de la CTEP, situado en el barrio porteño de Constitución. "Icki" era militante del movimiento popular La Dignidad, y falleció el sábado pasado. El año pasado había sido baleado por un sicario del Pro y nunca llegó a recuperarse bien tras la operación. El domingo sus compañeras y compañeros del campo popular se reunieron para decirle ¡Presente! Su rostro en un afiche fue acompañado por banderas, algunas con la imagen del che y desde el fondo lo observaban desde una pared los rostros de Maximiliano Kosteki, Dario Santillan y el Oso Cisneros. Y cientos que cantaban con dolor. Y con rabia. Porque acá, acá no se rinde nadie! @PachecoenMarcha

miércoles, 18 de enero de 2017

Reseña de Yo ya no. Horacio González: el don de la amistad


González según Pía López

Por Mariano Pacheco

En Yo ya no. Horacio González: el don de la amistad, publicado recientemente por la editorial Cuarenta Ríos, María Pía López recorre los vínculos políticos, intelectuales y afectivos que la unen al ex director de la Biblioteca Nacional.

Corremos riesgo de extinción. Modos de pensar, hablar, actuar, están bajo amenaza. Narrar es rozar el hueco que dejan pero también que apuntalar los restos y regar la tierra para que en ella algo germine”.
Podríamos leer todo Yo ya no. Horacio González: el don de la amistad, de María Pía López, a través de estas palabras.
Publicado recientemente por Cuarenta Ríos con prólogo del cordobés Diego Tatián, el libro se constituye en uno de los mejores homenajes al ex director de la Biblioteca Nacional, no solo por lo que se cuenta en él, sino por cómo se lo hace. Es que si hay algo así como un “Gonzalismo”, éste se expresa no tanto en quienes pretenden seguir sus sendas y continuar su obra sino en sus verdaderos discípulos, es decir, aquellos irreverentes que, inspirados en González, no lo imitan, sino que crean algo nuevo a partir de las lecturas de sus libros, de sus artículos o, acaso, a partir de una voz escuchada en charlas, conferencias y clases.
Tanto Eduardo Rinesi como María Pía López han sabido cosechar la amistad de Horacio, compartir con él trayectos políticos y culturales en común y, a su vez, abrirse un espacio propio de producción, con entonación e ideas propias.
¿El ensayo puede enseñarse?”, se pregunta la autora. La respuesta queda inconclusa, pero pareciera que no, que el ensayo puede inspirar, marear, contagiar, alucinar, pero no se puede enseñar. Yo ya no, título de este último trabajo de la ex directora del Museo del Libro y de la Lengua (que parafrasea un tramo de alguna de las novelas publicadas por González en los últimos tiempos), bordea los límites del ensayo, la autobiografía, el diario, el relato, la biografía, la novela, la crónica, ofreciendo un texto inclasificable a partir del cual el lector puede acceder no tanto a la singularidad existencial González sino al universo que supo cultivar a través de décadas de intervención pública, pero también, de charlas informales con sus más allegados, cena o café de por medio. “Conversé mucho con Horacio González en las últimas dos décadas”, afirma Pía López, a la vez que sostiene que el libro intenta ser -entre otras cosas- “memoria de esa conversación”.
La idea del riesgo no deja de acechar la narración. De allí que el libro se proponga no solo como lugar de la memoria en el que fundar un amparo, sino también como espacio a través del cual trazar una hospitalidad.
¿Quien es González, entonces? La pregunta atraviesa el libro, aunque no de modo explícito. 

González no es un francotirador, sino un fundar de tribus”. He aquí una de las respuestas, hipotéticas, que se ensayan en el texto. Pía López hace aparecer recuerdos, no tanto personales sino -al modo saereano- recuerdos de recuerdos que otros han contado alguna vez. Así, se hace presente el González de las Cátedras nacionales de los primeros años setenta en la Universidad de Buenos Aires, el González de la escritura de temas nacionales en otro idioma durante el exilio brasileño ya finalizando la década y el González de los primeros años de la postdictadura. Para este último caso, Pía López rescata unas palabras de González, escritas para la revista Unidos y publicadas en 1987. Allí el director de la colección Puñaladas de la editorial Colihue, ante una crítica que le hicieron a la revista por ser “difícil”, arriesga que pensar es crear lugares inhabituales.
La reflexión cobra vigencia si se la piensa en el actual contexto que atraviesa la Argentina, pero también, si esta coyuntura se la pone en serie con “los años kirchneristas”. Y he aquí uno de los nudos más sagaces del libro, porque tanto González como la autora del libro fueron funcionarios (¿oficialistas?) de la “década ganada”, aunque mantuvieron siempre una actitud crítica en torno a ciertos temas. Parte de esa tensión, y de cómo uno y otro la resolvieron, aparece comentada ampliamente en distintos tramos del libro. “¿Por qué Horacio, que creía en ese gobierno y del que era parte, mantenía una reserva de distancias y de sospechas, y oía con atención a quienes cuestionaban por izquierda?”, se pregunta la autora, quien también se interroga del por qué de ese apoyo militante. Una de las respuestas que encuentra, y no solo para el Caso González sino para gran parte de su generación, son los “efectos de reparación” que el kirchnerismo ensayó frete a la tragedia anterior de los argentinos.
Me interesa, de todos modos, resaltar algunos “problemas” que Pía López cuenta que detectaron ya en su momento, y que leídos hoy, pueden entenderse de algún modo como una autocrítica. Tres cuestiones que, anudadas, pueden ser insumo para pensar las políticas culturales del kirchnerismo.
Por un lado, la autora se refiere a Carta Abierta, espacio de intelectuales oficialistas del que dice:
Cuando dejé de ir tenía varias razones. Una era el tedio: cada vez que se hablaba críticamente, algún compañero contestaba con el listado de razones por los cuales había que seguir apoyando al gobierno. Los que discutíamos no poníamos en duda ese apoyo, sino la necesidad de pensar más allá del oficialismo de época, aunque su centro fuera el gobierno que apoyábamos”.
Por otro lado, cuenta una anécdota de censura que padeció en la Agencia de Noticias Télam, de la cual fue colaboradora, cuando aportó una nota con una mirada crítica respecto del rol que podría jugar la Iglesia Católica en relación a los gobiernos progresistas en Latinoamérica tras la mutación de Jorge Bergoglio en Papa Francisco. “Rechazaron la nota. Yo seguir colaborando”, comenta. Y agrega: “La anécdota es sintomática de lo que vendría”. El episodio narrado ocurrió en 2013, cuando el gobierno ya llevaba una década redonda de gestión del Estado nacional.
Por último, otra anécdota, esta vez del propio González. Cuenta Pía López que una vez, en una asamblea de Carta Abierta, ante el entusiasmo de algunos de sus colegas con Tecnópolis, Horacio llamó a realizar un “Librópolis”. La respuesta oficial fue el lanzamiento del “Encuentro Federal de la Palabra”… al interior de Tecnópolis.
Las tres dimensiones dan cuenta de una matriz de entender la intervención política en una de las esferas más progresistas de un gobierno en el cual también estuvieron presentes los intendentes y gobernadores cuestionados en 2001 y las empresas extractivistas obtuvieron rentas extraordinarias.
Por otro lado, resulta llamativo que Pía López califique como “comodidad intelectual” la situación de quedarse “a distancia” de un gobierno, sobre todo si se tiene en cuenta el poco o nulo espacio que quedó para aquellos intelectuales críticos que no aceptaron a las empresas de comunicación hegemónicas como tribuna anti-gobierno para expresarse.
Así y todo, y tal como sucedió durante las gestiones de gobierno de Néstor y Cristina, el modo en que Pía López aborda la figura de González, sus vínculos con él y sus intervenciones respectivas en el campo cultural de la argentina contemporánea, dan cuenta de cierta vocación por problematizar no solo el mundo tal cómo está, sino también los modos en los que se lo lee y se lo interpreta.
Por último, cabe destacar que Yo ya no es también un homenaje, un reconocimiento público de Pía hacia su maestro. Tal vez por eso escribe:
Nuestro vínculo siempre giró sobre palabras, dichas o leídas, escuchadas o imaginadas, pendientes o imposibles. Palabras. Me enseñó la atención desaforada sobre la lengua. La de los escritores, traductores y psicoanalistas. La de los que imaginan museos para albergar esa experiencia y compartir la escucha”.
Con serios inconvenientes de salud desde hace un tiempo, Horacio asistió ya a las primeras presentaciones de este libro durante las últimas semanas de 2016. En medio de la debacle política y cultural que atraviesa el país, quien supo cosechar admiración en aulas universitarias colmadas por miles, quien dirigió una de las instituciones culturales más prestigiosas del país, aparece en numerosas fotografías difundidas en las redes sociales virtuales con una sonrisa en los labios y un dejo de nostalgia y agradecimiento hacia el puñado de amigos que lo rodearon en dichas jornadas.
¿Qué más puede pedir quien se definió como “funcionario libertario” y habitó como política el gesto de la incomodidad permanente hacia lo dado?

*Nota publicada en revista Zoom.

sábado, 14 de enero de 2017

Entrevista a Mariano Pacheco, autor de “Cabecita negra”


El peronismo a través de la literatura

Por Mario Hernandez


M.H.: Publicaste tu último libro “Cabecita negra. Ensayos sobre literatura y peronismo” en la editorial Punto de Encuentro, que reúne textos que analizan crónicas periodísticas, cuentos novelas, obras de teatro, poemas y ensayos críticos acompañados por una puesta en diálogo con un análisis de un entramado de elementos políticos e historiográficos. ¿De qué se trata este libro?

M.P.: Básicamente el libro trata de hacer una historia del peronismo a través de la literatura. Tomar el peronismo en su totalidad histórica, en estos ya más de 70 años. Parte del 18 de octubre de 1945 con la crónica que Raúl Scalabrini Ortiz pública el día posterior al 17 sobre los acontecimientos de Plaza de Mayo que podríamos decir son el hecho fundacional del peronismo. Si bien Perón venía como Coronel al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión y con todo su trabajo previo desde 1943. Ese mismo día, el 17 de octubre de 1945, hubo alguien que produjo un texto, que fue Raúl Scalabrini Ortiz, en esa famosa crónica que tiene ese pasaje que dice “era el subsuelo de la patria sublevada”. Quiere decir que desde 1945 en adelante el peronismo tuvo sus acciones y también tuvo sus textos y sus narradores, quienes hicieron sus crónicas y también tuvo a quienes desde el bando antiperonista escribieron sobre el peronismo y es a lo que el libro le presta especial atención. Como dice el título “Cabecita negra” es uno de los ensayos sobre literatura y peronismo y no sobre literatura del peronismo; por otra parte, está escrito por un escritor que no es peronista. Si bien siempre tengo una mirada de cierta excepción y simpatía por figuras como Evita o los descamisados y el proceso del movimiento obrero que luego van a ser las fracciones revolucionarias o la tendencia de izquierda del Movimiento.

M.H.: Vos tenés otro libro anterior que es “Montoneros silvestres”.

M.P.: Claro, está en esa línea. El libro trata de hacer una historia del peronismo a través de la literatura, y de la literatura en un sentido amplio, distintas variantes de la literatura que han trabajado el tema del peronismo, desde 1945 hasta el 2015 que es cuando se cierra el análisis de las publicaciones realizadas hasta ese momento haciendo por supuesto un recorte porque la cantidad de material que hay en 70 años en torno al peronismo es inmenso, ocuparía una biblioteca entera. Hemos concentrado la mirada en determinados textos clásicos, en otros que quizás no se les ha prestado tanta atención pero que he considerado que eran relevantes para hacer este recorrido de toda la experiencia del peronismo a través de la literatura en sus 70 años de existencia.

M.H.: ¿Cuáles son los autores no peronistas que abordás?

M.P.: Empezando por los clásicos de primera hora que son Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, los dos grandes escritores de la literatura argentina, ambos profundamente antiperonistas sobre todo de los años ´50 ambos. Después Cortázar va a hacer una revisión de su mirada a partir de su acercamiento al fenómeno de los procesos revolucionarios latinoamericanos, sobre todo la revolución cubana y la revolución sandinista, va a hacer una revisión autocrítica de su posición, que él mismo llama “gorila” en los años ´50. Y Borges con esa posición estética y política siempre igual. Hasta otros autores quizás no abiertamente antiperonistas pero con claras disidencias, podemos mencionar a Copi desde la postura más anti, hasta otros que quizás tuvieron alguna postura más cercana como Néstor Perlongher o Juan José Saer. Distintos autores que trabajaron el peronismo de manera muy interesante sin ser peronistas en algunos casos y otros siendo abiertamente antiperonistas.

M.H.: ¿Te concentrás solamente en la escritura o abordás otros géneros?

M.P.: No, como te decía el libro tiene una concepción amplia de la literatura, por lo tanto, si bien está centrado fundamentalmente en lo que se entiende clásicamente por literatura: obras de teatro, poemas, novelas y cuentos, también se analizan canciones, como la cantata Montonera de Huerque Mapu o guiones cinematográficos como el emblemático “Los traidores” del Grupo de Cine de la Base que comandaba Raymundo Gleyzer, o del Grupo Liberación de Pino Solanas, la obra “Los hijos de Fierro”, hasta pasando por otras cuestiones que tienen que ver con el tango, los monólogos que en su momento hizo Discépolo en la radio a fines de los años ´40. Todo lo que podría ser denominado como cultura popular y cultura letrada, sin hacer esa distinción de qué es letrado y qué es popular, sino poniéndolos en diálogo a través de la escritura de un libro que está basado en la cultura del ensayo.

M.H.: Acercándonos hacia el presente, ¿cuáles son los autores y las obras que abordás?

M.P.: Trabajo de los más conocidos, con “La trilogía del profesor Gómez” de Guillermo Saccomanno que es ya un escritor con años pero que su obra concentrada en cuestiones del peronismo se producen en los últimos 15 años, Juan Icardona que es referente de la nueva narrativa peronista, otros menos conocidos como Sebastián Pandolfelli que tiene una obra excelente que se llama “Choripán social” una novela muy ácida reivindicando autores como “el turco” Jorge Asís que también he trabajado en “Cabecita negra”. Y otros textos un poquito más viejos del principio de la post dictadura que tratan de dar cuenta de una mirada que se fue construyendo a lo largo de los años, como Luis Gusmán respecto de lo que fue la década del ´70. Los más contemporáneos son éstos que te menciono junto con otros más clásicos que siguieron produciendo como Lamborghini, que viene desde la década del ´50 y que siguió escribiendo hasta la década de los ´80.

M.H.: ¿Y sobre el kirchnerismo?

M.P.: Queda la discusión abierta sobre si el kirchnerismo es un momento más del peronismo o si abrió una secuencia política diferente en la Argentina. Lo que pasa es que a diferencia de lo que sucede y es analizado en la primera parte con obras como la de Rodolfo Walsh, que producen en simultáneo con los acontecimientos políticos, como el cuento “Esa mujer” de Walsh que habla sobre el cadáver de Eva, muerta ya hace años pero con el cadáver secuestrado, siendo un elemento político de la coyuntura, obras como “El avión negro” que desmaquillan el mito del retorno de Perón. Literatura que aborda cuestiones de la propia coyuntura política. Eso no sucede en los años kirchneristas, cuando emerge una nueva camada de escritores pero que lo que hacen es encarar el pasado peronista desde otro lugar, mucho más interesante que el de sus pares del pasado, más relajado, más humorístico, que se permite otras cuestiones que antes los escritores no se permitían, pero que no deja de trabajar más con una mirada retrospectiva que sobre lo existente. Entonces, prácticamente no hay textos sobre el kirchnerismo producidos en la década kirchnerista. Excepto algunos poemas como el que le hizo a Cristina Washington Cucurto, donde se nota cómo decae la literatura cuando ronda con la propaganda en cuanto a niveles de producción estética, si bien uno reivindica los volantes, la propaganda política, pero en la esfera de la literatura suelen ser de bastante menor calidad las producciones que se hacen en ese sentido y así y todo son prácticamente inexistentes.

M.H.: ¿Estás trabajando sobre algún nuevo texto?

M.P.: Sí. Estoy con el cierre de un nuevo libro de ensayos que saldrá seguramente a principios de año, no tiene título todavía pero ya está terminado, está en la fase de corrección. Con algunos textos de literatura, cine, entrevistas que realicé hace varios años a personajes de la cultura de izquierda argentina como Martín Kohan, Eduardo Gruner, Vicente Zito Lema, etc. Compilo todo ese trabajo para ver si se puede publicar a principios de año y también vamos a hacer un libro con Diego Abú Arab, “El turco”, que es un artista plástico que realiza las gráficas de mi programa de radio “La luna con gatillo”, con dibujos de él y breves textos míos para la editorial El Colectivo.
Y como primicia te cuento que Planeta va a reeditar nuevamente “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo” así que estamos preparando una edición corregida y con algunas ampliaciones y actualizaciones de la causa judicial para que pueda dar a luz entre abril y mayo previo al 15º aniversario de la Masacre de Avellaneda.

M.H.: Mucho trabajo por delante.

M.P.: Sí. Un año muy intenso, que va en correlación con la intensidad de estos primeros 11 días que van de enero, donde la situación política en Argentina está muy caldeada y quienes estamos con tareas de formación, comunicación y producción de insumos culturales para la crítica política pensamos que tenemos nuestro rol que jugar a través de este tipo de producciones.

miércoles, 11 de enero de 2017

Notas sobre "Mugre", poemario de Laura Ledesma


Libros para el Cambio Social

(Reseñas de verano: II)*



Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)


Treintaysiete poesías, un prólogo y un poema innecesario. Unos dibujos de Jorge Cuello, una fotografía en la tapa, otra en la contratapa y una foto-retrato en la solapa, en la que pueden leerse unas breves líneas que solo denotan humildad por parte de la autora del libro: “Laura Ledesma nace en Córdoba capital en agosto de 1981. Este es MUGRE un libro de poesía que seguirá ensuciando a pesar de todo”. No dice que Laura, además, es actriz, que actúa en una de las obras más importantes del prestigioso grupo Zéppelin Teatro, que dirige el reconocido dramaturgo Jorge Villegas, que toca el uquelele y compone canciones. De hecho, la presentación del texto, realizada a principios de diciembre, se llevó a cabo en un teatro, con intervenciones de varios de sus amigos, en la que incluso el “poema innecesario” que figura tras el índice del libro, fue cantado a dúo por la autora y otra actriz. El poema-canción da cuenta de cuántas cosas innecesarias nos rodean en nuestras vidas, casi sin que nos demos cuenta, como en una suerte de fenomenología del fetichismo de la mercancía que tan bien describió Karl Marx en su voluminoso libro El capital, pero hecho aquí poema-canción, en el que se mezclan humor y cierto sabor amargo.
Mugre. Poemario de una hija vecina cualquiera parece llevar al extremo aquella máxima poética escrita por Juan Gelman hace ya décadas: “se sienta a la mesa, y escribe”. No importa que el texto no sirva para nada, hay una pulsión que lleva a ser escrito. ¿Debería “servir” para algo un poema? “Un poema no es un tocadisco”, dijo alguna vez Susan Sontag. Y en su revés, el poeta-militante Roberto Santoro (detenido-desaparecido por el accionar terrorista del Estado Argentino): “si mi poesía no sirve para cambiar la sociedad no sirve para nada”.
Tal vez dando cuenta del paso de los años, Laura Ledesma parece quitarle carga moral a sus textos, sin por eso dejar de expresar en el fondo una suerte de realismo crudo. Quizá por eso en una de las nueve historias de “dos negros egoístas” (cuyos protagonistas son la voz poética en primera persona y Mandela (su perro), puede leerse:
Cuando Mandela (mi perro) y yo, jugamos con una botella de plástico, a las corriditas y luchitas varias… no estamos reciclando. Nos divertimos con algo que será basura indefectiblemente. Solo pasamos nuestros días. No queremos ser ejemplo de nada”.
Hay, por otra parte, algo etnográfico en este libro. Un errar por las calles de la capital provincial, por algunos de sus barrios más emblemáticos (con sus almacenes que aún tienen “permitido” el fiado, sus doñas que venden productos de avón; sus ferias para comprar frutas y verduras), y también, historias mínimas, íntimas, en las que pueden leerse sin jerarquías el vínculo con un perro, un amor o el deseo de encontrar un pedazo de tierra en medio de la jungla de cemento. Lo personal deviene colectivo y lo plural, singular. Y el género una cuestión política y no mera diferencia biológica:
Tan solita. Tan chiquita. Tan clandestinita. Tan poco santita.
Esa tarde de ese día.
¿Que si dolió?
Te meten una jeringa en el útero… ¡más vale que dolió!...
Hasta que pasa.
Yo la pasé.
Otras no.
Y más vale que vuelve a doler.
Porque las mujeres que abortan somos todas”.


Lo plural deviene singular, porque no se trata de intimismos, por más íntimos que puedan ser los temas abordados. El dolor propio, el dolor ajeno. ¿Hay diferencia?

¿Tai bien negro?
¿Tai bien negro de mierda?
Negro de mierda, ¿está o no está?”


Seguramente el mejor modo de entrarle al libro sea a través de las palabras del prologuista, también actor de Zéppelin Teatro, quien escribe, como él mismo declara, para que vos, “bestia lectora, que por primera vez ves Laura Ledesma, escuches el interior, de vos (de ella) (de mi) (denuestropaís)”.


Un prólogo-convite, escrito por Santiago San Paulo, en el que puede leerse:
Te invito a revolcarte, recontravolcarnos, en éstas cloacas escupiéndonos la calle. MUGRE, te recomiendo tener a mano terecontrarecomiendo/ un mate, un porro, un anotador, hacerlo en voz alta, haciendo resonar lo clandestino recontrasonándolo.
Vos, bestia lectora. Yo, el prólogo. Que no pudimos. Tampoco pudimos.
Ok. Entonces, Veámonos Adentro
Ahora somos tres”.


Tal vez no doce, como los apóstoles. Quizá no seamos muchos más que diez, como canta Bulldog --la banda de punk rock rosarina-- pero seguro, tras la lectura de esta Mugre, ya seamos manada. Aunque estemos solos.


*Nota publicada en el Portal de Noticias Marcha

martes, 10 de enero de 2017

Notas sobre Producción Bornoroni", de Sebastián Puente y Carlos Bergliaffa



Libros para el Cambio Social

(Reseñas de verano: I)*


Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)

El hijo de un trabajador de la emblemática Fábrica Militar de Aviones de Córdoba que deja la carrera de Ingeniería para dedicarse al psicoanálisis; el paciente de un Hospital Psiquiátrico que se hace llamar como su vecino; un médico que estudia filosofía y luego viaja a Viena y retorna al país con la “ciencia del inconsciente” en su mochila (o su valija); un editor sorprendido por el azar, el destino, los encuentros fortuitos o como a cada uno le guste más llamarlo. Un e-mail, un café y la pregunta por cómo se encuentran dos cuerpos. (¿Y tres).
La historia de un sociólogo que funciona como editor.
La historia de un psicoanalista que funciona como escritor.
La historia de un loco que funciona como personaje literario.
El historial de un médico.
El relato de una tía.
El monólogo de un esquizofrénico.
La figura de un avión (¿como los que partieron de Córdoba en 1955 para bombardear la Plaza de Mayo en la búsqueda por asesinar al presidente Juan Domingo Perón?) que cruza las historias de delirio de un loco, de su psicólogo y del país que ambos habitan.
Algo de todo esto aparece en Producción Bornoroni. Relato degenerado del encuentro con un loco, de Carlos Bergliaffa y Sebastián Puente, publicado por editorial Cactus en 2008 y que, sin embargo, no deja de circular, de presentarse, de generar nuevos encuentros, otras conversaciones. Puede leerse en la contratapa del libro parte de esta historia:
Carlos Bergliaffa, psicoanalista, conoció a Sebastián Puente, editor y sociólogo, a través de Cactus en el 2006. Editor, ayúdeme a construirme un libro, no fue exactamente lo que le dijo Carlos a Cactus, pero estuvo cerca, la primera vez que se le acercó. Y hasta allí llegaron las etiquetas y los roles que comienzan a diluirse en las convergencias, en la multiplicación y extensión de los delirios en una situación en la que ya no puede decirse quién habla, quién narra, quién escribe, quién edita”.
El texto da cuenta del encuentro entre Bergliaffa y Lucrecio Roberto Bornoroni y haciendo honor a la rica historia del género (¿no son los textos psicoanalíticos un género en sí mismo, difícil, por no decir imposible, de clasificar?), puede ser leído como una novela o un historial clínico, pero también como un manual técnico, un relato policial, un diario íntimo, un excursus historiográfico o un panfleto de denuncia.

*Nota publicada en el Portal de Noticias Marcha