viernes, 27 de septiembre de 2019

La Gendarmería del discurso


A propósito de las reacciones antes los dichos de Juan Grabois y Horacio González

Por Mariano Pacheco*


A comienzos de septiembre el dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Juan Grabois, manifestó la necesidad de que se desarrolle en el país una reforma agraria; y se desató el escándalo. Esta semana el diario La Nación levantó unos dichos sobre los años setenta, que Horacio González manifestó de una entrevista realizada por la Agencia Paco Urondo, y otra vez se desató el escándalo. ¿Qué puede y no decirse en la Argentina actual? ¿Qué pasa con los “sentidos de la oportunidad” para expresar ideas críticas al estado actual de la situación que vive el país. Revista Zoom retoma estas declaraciones y las figuras de este intelectual y este dirigente social para ampliar el debate en danza en estos días en los medios de comunicación. Las voces de los ensayistas Diego Sztulwark y María Pía López, desde Buenos Aires; del filósofo Diego Tatián, desde Córdoba y del periodista y dirigente político Carlos Del Frade, desde la provincia de Santa Fe.

¿Una policía de la lengua?
Diego Sztulwark es ensayista y coordinador de grupos de estudio sobre filosofía. Es autor de Vida de Perro. Balance político de un país intenso, del 55 a macri, en conversación con Horacio Verbitski (Siglo XXI editora) y actualmente Caja negra editorial tiene en imprenta su libro Ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político. Integró la Cátedra Abierta Che Guevara en los años noventa, el Colectivo Situaciones en las álgidas coyunturas anteriores y posteriores a 2001, participó de la fundación de la editorial Tinta limón y actualmente forma parte del colectivo editorial de Lobo suelto, el blog que recientemente publicó una editorial colectiva en la que dicen admirar la maestría de Horacio González. “Mientras la más rancia derecha -aquella herida por la contundencia de la votación del 11 de agosto- dispara contra las ideas de este viejo profesor, llamamos la atención sobre lo que muchos llaman ´el campo propio´, personas de todas las edades que temen que se digan verdades en tiempos de campaña electoral, sin advertir que silenciar estas ideas es condenarse a un futuro miserable. Una miserabilidad cultivada en el campo propio”, expresan. A propósito de esta publicación, consultamos a Sztulwark sobre el tema. En simultáneo, publicaba reflexiones al respecto en redes sociales virtuales, así que al conversar nos convidó a retomar su palabra escrita, que reproducimos en parte a continuación, no sin antes agregar que comparte con González esa “simpatía metodológica” respecto de las “rebeldías del pasado”, ya que entiende que allí están las claves para comprender el período político que se avecina en la Argentina.
¿Cómo funciona este tipo de canallada mediática?”, se pregunta Sztulwark, a propósito de la “operación de prensa” montada contra el ex director de la Biblioteca Nacional y miembro del espacio de intelectuales kirchneristas Carta Abierta. Y se responde: “Simple: todo lo que se piensa públicamente, desde Facebook a los medios alternativos, es patrullado día y noche por la gendarmería de la lengua, que se ocupa de controlar los acuerdos dentro del mundo de los discursos”. Y acontinuación agrega: “se trata de un ´consenso´ que filtra lo que se puede decir y lo que no. Hay un poder que prescribe aquello que es adecuado o admisible, y aquello que es objeto de sanción”. Para finalizar sus reflexiones, Sztulwark agrega que en su habitual “patrullaje”, la “gendarmería mediática” encuentra a un pensador (y aclara que para él, es uno de los más importantes profesores de nuestro país) y enciende las alarmas. Ante eso –argumenta-- se encienden dos tipos de reacciones: el escándalo y la sanción (o bien el silencio en el campo propio), lo que considera dos modos de adecuarse al consenso de los discursos. “Sin advertir quién y para qué se imponen los límites de lo decible –remata--; sin intuir siquiera que lo que se está haciendo es limitar toda creatividad, porosidad y capacidad de novedad del proceso político en curso”.
Pensar con osadía
María Pía López fue directora del Museo del Libro y de la Lengua durante la “gestión González” de la Biblioteca Nacional. Es autora de numerosos libros, entre los que se destacan Mutantes. Trazos sobre los cuerpos (editorial Colihue) y su reciente Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates, publicado en la colección “Plan de operaciones” de la editorial independiente platense Eme.
Consultada por este cronistas sobre el tema en cuestión, Pía López argumenta:
La coyuntura que se abrirá el 27 de octubre, en función de los resultados de las PASO del 11 de agosto, seguramente tendrá que ver con hacer eje en un tipo de gobernabilidad centrada en las dificultades, en la urgencia, en la cuestión de lidiar con la escacez y con las deudas que contrajo el país, los datos durísimos de desempleo y hambre que ya llevaron a decretar la emergencia alimentaria, que son las situaciones con las que se va a en contra el gobierno de Fernández/Fernández cuando asuma. Pero al mismo tiempo, por las mismas complejidades y dificultades que presenta ese escenario, tendríamos a favor, de todos modos, la posibilidad de mantener una apertura hacia la imaginación política. Lo peor que podemos hacer en ese escenario es pensar que hay que cerrarse cobre algún tipo de conservadurismo, porque eso nos llevaría a una pura administración de la escasez. Por el contrario, desde los movimientos sociales –y hablo en particular de los feminismos-- se fue enunciando en estos años una profusa imaginación política, en el sentido de producir otras imágenes de la sociedad, formas cooperativas y solidarias, modos no individuales de resolver los problemas de cada quien; es decir, que se pudo abordar las necesidades desde su causa social y con iniciativas colectivas que van desde comedores y merenderos hasta grupos de socorro a personas en situaciones de violencia o de acompañamiento de abortos. Por eso creo que es desde ahí, desde esas tramas, que se puede configurar una alternativa muy poderosa contra la idea de individuo-liberal-meritocrático. Desde esas prácticas, y desde la teoría crítica, es posible evitar el encierro de pensar que el próximo gobierno tiene que resolver las situaciones desde escasos recursos y nada más. Porque eso sería negar que el mundo popular, las experiencias plebeyas no tienen otras posibilidades que ofrecer. Entonces: cuando Grabois dice ´reforma agraria´, o cuando una joven sueca denuncia que el mundo se está hundiendo por la lógica de acumulación capitalista o González plantea una discusión al interior de la historiografía, lo que están haciendo es abrir preguntas que no entran en ese corset en el que se nos quiere encerrar. Y digo nos quieren incluyendo ahí, también, al futuro gobierno, a quienes militamos en su apoyo y a las experiencias populares en su conjunto. ¿Cual es el argumento? Que esas palabras no fueron oportunas. Yo creo, la verdad, que tenemos que poder discutir muy ampliamente e inteligencia para poder reconstruir los hilos conceptuales y narrativos de lo que se produce en la vida social para confrontar lo que se viene. Es esta coyuntura, la más compleja y más exigente en la que estuvimos embarcados, la que requiere pensar con osadía, y con mucha decisión de no dejar de lado la pregunta por la emancipación, para que Alberto Fernández no termine siendo construido como el candidato de las derechas sino en el nuestro, y que eso nos permita sostener el horizonte abierto”.


No dejar morir el anhelo de justicia
Diego Tatián fue decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, pero prefiere presentarse como ensayista y profesor de filosofía. Es un estudioso y difusor de la obra de Baruch Spinoza. Este año la editorial Tinta limón le publicó un libro titulado Spinoza disidente, y en la actualidad se encuentra esperando que la editorial Cuarenta ríos saque de imprenta su próximo título: Lo que no cae. Bitácora de la resistencia. En diálogo con este cronista, arriesga que “un pensamiento de Horacio González referido a la historia y la cultura es capaz de conmover y poner a discutir a la Argentina”. Y agrega: “No cualquiera puede hacerlo”. Y enseguida reflexiona:
Algún curioso de la historia (echemos mano a un giro borgiano: pongamos la ciudad de Buenos Aires, pongamos el año 2057) va a recorrer los diarios de años tenebrosos como estos últimos cuatro y la de este no menos oscuro y abrupto final de ciclo, y encontrará, divertido, que uno de los más altos exponentes del pensamiento libre y de la tradición intelectual argentina fue burdamente atacado por una canalla mediática con la más ensañada vulgaridad, y se tropezará con oscuros nombres que duermen en las amarillas páginas de viejos diarios, reducidos apenas a eso: los que atacaron al escritor cuyos libros, en 2057 y después -como lo son ahora pero seguramente más-, serán objeto de trabajo de muchísimos estudiosos y de agradecidos lectores futuros. En tanto, la gran entrevista de que publicó la Agencia Paco Urondo, establece una plataforma de discusiones imprescindibles para el tiempo por venir. Pero es necesario saber leer, y leerla. Contra la violencia y el saqueo que el macrismo extiende en todas direcciones, Horacio González dice -en la frase del escándalo, pero también en la entrevista completa y en todo lo que escribe- algo simple: es necesario no dejar morir el anhelo de justicia, e insta a quienes trabajan con las palabras a encontrar las que estén a la altura de ese anhelo”.

Reactualizar un sueño colectivo inconcluso
Carlos Del Frade es actualmente diputado provincial por el Frente Social y Popular de Santa Fe, una experiencia electoral provincial que reúne a las organizaciones Patria Grande, el Partido de los Trabajadores y del Pueblo (PTP), Unidad Popular y la Liga de los Pueblos Libres. Este año se presentó a las elecciones locales en una alianza junto a Ciudad Futura, obteniendo tres concejales en Rosario y dos bancas en la legislatura provincial. Del Frade es además un reconocido periodista y ha sido una figura de unidad de militancias diversas.
Consultado por este cronista sobre el tema en debate, Del Frade reflexiona:
Tomando conocimiento de lo que significa la profunda, extraordinaria, dura y difícil historia argentina, con sus pesadillas impuestas por minorías desde hace tanto tiempo y el sueño colectivo inconcluso de ver en el trono de la vida cotidiana la noble igualdad, no creo que hayan sido impertinentes las declaraciones de este mes, tanto de Juan Grabois sobre la reforma agraria como de Horacio González sobre la valoración positiva de quienes en los años setenta integraron las guerrillas, incluso dispuestos a dar la propia vida en beneficio construir posibilidades de igualdad sobre las grandes mayorías. Siempre dije que la de los setenta fue una década de amor, que es el insumo básico de cualquier revolución, y que por eso el sistema tuvo un miedo tal que lo llevó a gestar el terrorismo de Estado; es decir, que fue ese terror que sintieron ante un proceso revolucionario encabezado por jóvenes trabajadores y estudiantes que mostraba la posibilidad real de socializarlo todo en la Argentina, entre otras cosas, la propiedad de la tierra (lo que aparece como discusión de fondo en el tema de la reforma agraria), lo que llevó a la despiadada represión. Pero lo que quisiera destacar ahora, es que ambas discusiones (la planteada por Gabois, y la esbozada por González), son fundamentales en la Argentina contemporánea, y de cara a un futuro en donde la justicia tendrá que formar parte de las necesidades sociales. De allí mi reivindicación profunda de ambas intervenciones, audaces, valientes: porque no se puede soslayar la necesidad de volver a discutir la historia profunda del país y quienes han sido siempre los que han ganado, para abordar los imprescindibles debates que la época reclama”.

*Nota publicada en Revista Zoom

lunes, 23 de septiembre de 2019

Otra entrega de 2001: Odisea en el Conurbano

Las 8 esquinas

Por Mariano Pacheco*


Fusil y una tacuara/ una estrella de ocho esquinas/ nacieron los Montoneros/ los cumpas de Abal Medina”.

El piberío grita y canta en una esquina perdida de la zona sur del Conurbano.

Y en Mayo del setenta/ ya los gorilas tiemblan/ cuando los Descamisados/ a Aramburu lo hacen mierda”.

Entre la revolución que ya fue y la insurrección que vendrá, un puñado de muchachos y de chicas se reúnen en un rincón de Villa Corina, apenas pasado el cuarto de siglo del “Aramburazo”.

Y el General Perón/ mientras tanto desde Caracas/ al pueblo organizaba/ para la lucha armada”….

Rodo se sopla el flequillo, se acomoda la melena y arenga al resto.
La canción cambia de ritmo, aunque no disminuye la intensidad. Rodo se mete dos dedos en la boca y chifla, con una fuerza que parece que un parlante transmitió dicho sonido. Todos lo miran. Ahora la canción cambia a una melodía de una de Antonio Tormo, pero la letra continúa retomando un relato específico de la historia nacional.

Oligarca caballero que fumas cigarro habano/ que explotas a los obreros sin tenerle compasión/ que jamás supo tu mano ni de pico ni de pala/ para vos lo que te queda/ solo es el paredón...”

Las remeras se revoléan, los torsos desnudos chorrean transpiración mientras el “Perón/Perón” de la canción remata ese ritual que se repite cada tanto, en plena Argentina neoliberal, cuando Rodo llega en su moto al taller de Miguelito y entre zapatos maltrechos la conversa va dando pie al agite.
Rodo sabe de la potencia de la esquina. O al menos guarda en su memoria la práctica de los fogones que promovía Agustín –luego asesinado por la policía-- en San Francisco Solano, donde él vive desde hace años.

El olor de los chinchulines detiene los saltos, una botella de cerveza pasa de mano en mano, una caja de vino comienza a circular entre la ronda y Rodo agarra su moto para ir hasta el almacén otra vez.

A diferencia de las mujeres, que cuando se enamoran se vuelven más lindas, los hombres se vuelven más pelotudos.

Recordé la frase que me dijo Ariel, sin querer hacerme cargo y preguntándome por qué ese gil al que quiero tanto siempre tiene razón, pero también por qué se excluyó de dicha frase, si él también manifestó estar enamorado de su jermu en más de una oportunidad.

En poco tiempo cambiaron las esquina, los involucrados y los temas de conversación, pero las dinámicas de amistad eran más o menos las mismas. Incluso durante algún tiempo los rostros que solía ver en los Videos de Alsina de Quilmes también estaban entre los muchachos que ahora nos disponíamos a querer cambiar el mundo.

Cervezas en la esquina del barrio varón
Rodo volvió del almacén y la bandeja de chapa con chinchulines comienza a circular.
Él era de los más grandes, de edad y de físico, y su cultura del aguante que había adquirido entre la barra de La 12 en la cancha de Boca le daban un aura que hacía que su liderazgo no fuera un tema de discusión.
Incluso el hecho de saber que entre las gradas futbolíticas Rodo había compartido algún que otro caño con El Correntino, me hacía tenerle aún más admiración. El Correntino era el más malo de los malos en todos los recitales. No sólo los punkis lo respetaban sino que incluso los Skinhead, que le pegaban a todo el mundo, nunca se le animaban a él. Y yo ni me imaginaba que El Correntino era de la barra de Boca, hasta que una vez –en esos largos viajes que con Rodo hacíamos en moto recorriendo las barriadas del Conurbano-- salió el tema de conversación y me di cuenta de que hablábamos de la misma persona.
Yo mucho no me hacía cargo de mi reciente pasado punk, aunque todos los cumpas lo conocían. Pero desde que había empezado a militar, mi look había cambiado bastante. Tenía quince años y ya esa etapa tan intensa de chupines, cinto a tachas y campera de cuero me parecía cosa de otra vida.

100% Conurbano
Rodo era, junto con Marce, el único compañero que tenía moto.
Ambos eran imponentes, no sólo por sus motos sino también por sus físicos desarrollados. Al menos al lado mío –que parecía una “larva”, al decir de Wiily-- eran como dos gigantes.
Ambos eran pendencieros, tipos duros, fierreros. Pero cada uno a su estilo.
Rodo era más afín a la cultura del aguante de barrio, ligado a la cancha y a la pelea mano a mano.
Marce era más reservado, pero en confianza dejaba lucir su escuela de otra época, sus ademanes adquiridos en su paso por la Unión Soviética.
Con ambos compartí un trayecto de mis primeros pasos en la militancia.
Con Marce todo el período de los primeros cortes de calle y movilizaciones realizadas con la FeQ, la Federación de Estudiantes de Quilmes, cuando su tarea era mantenerse a distancia y hacer la seguridad a los pibes y las chicas. Pero eso no duró mucho, porque enseguida algunas docentes y también algunos muchachos y chicas de los Centros de Estudiantes empezaron a plantear que quien era ese mono que siempre estaba en moto en costado cuando hacíamos las actividades, y las sospechas de que era un servicio de inteligencia se comenzaron a levantar sobre él. Recuerdo que me hice el gil, pero a la primera reunión de ámbito que tuvimos lo plantee. Creo incluso que antes lo había hablado con mi responsable, para decirle que las hipótesis de conflicto en las medidas de lucha eran mínimas, y que seguro era mejor replegar a Marce, y prescindir de sus aportes para el Frente Juvenil.
Con Rodo llevamos un tiempo más juntos. Pintamos paredes, recorrimos barrios, mantuvimos reuniones, preparamos miguelitos para algún que otro corte de ruta, e incluso lo llevamos de vacaciones a la laguna de Chascomús, en las escapadas en tren que de tanto en tanto nos hacíamos con varios pibes y pibas con los que compartíamos la militancia, la amistad y, en algún casos, el amor adolescente atravesado por las discusiones políticas.
No recuerdo si fue esa vez que vino Rodo, o en otra anterior que en Constitución la policía me paró, y me sacó el rifle de aire comprimido que llevaba camuflado con las cañas de pescar. Recuerdo lo mal que la pasé, no sólo porque como era menor mi viejo me tuvo que ir a sacar a la comisaría, sino incluso porque el aire comprimido era de mi responsable y no le había dicho que lo llevaría. Obviamente el rifle quedó secuestrado en la comisaría.
Chascomús era el destino turístico de la juventud militante pobre del Conurbano. Allí las rondas junto al fogón en donde nunca faltaba una guitarra y algún mate por la tarde o vino por la noche, se entremezclaban con las intimidades de las carpas y las pintadas con aerosol en alguna pared. “Santucho vive, la lucha sigue”, había escrito alguna vez, y la pintada –que perduraba-- no servía a la vez siguiente para orientaros en qué lugar acampar, para no tener que caer en el camping donde había que pagar.
Una vez nos agarró un temporal, y terminamos acampando adentro de una iglesia, con parte de nuestras compañeras que eran catequistas y chamuyaron al cura para que nos dejara pasar; otra, para una semana santa, caímos presos a los pocos minutos de llegar. Pasamos el fin de semana largo en unos calabozos, e incluso a mi –que aún no había cumplido los 18-- mi viejo me tuvo que venir a sacar. Aún me runorizo al recordar que por un moco mío terminamos ahí, y encima el resto –que por unos meses eran mayores-- se tuvieron que quedar un día más, para ser liberados desde el Juzgado de Villa Dolores.
Pero en esas oportunidades Rodo no estuvo, de cuerpo presente, aunque siempre su espectro nos acompañaba, porque gritábamos “Síii, locooo!” con el mismo tono que él lo hacía; y siempre, siempre –fuera en el vagón del tren, caminando o sentados en torno al fogón-- las ocho esquinas que me tatué en el pecho cobraban sentido con alguna de las esquinas que frecuentábamos, siempre entonando ese himno de las ocho esquinas que había creado Rodo:

Fusil y una tacuara/ una estrella de ocho esquinas/ nacieron los Montoneros/ los cumpas de Abal Medina”.

*Adelanto del libro de relatos 2001: Odisea en el Conurbano (en elaboración). Publicado en La luna con gatillo.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Sobre el libro Desde abajo y a la izquierda y su presentación en Santa Fe


No hay autonomía posible sin enfrentar las contradicciones

Por Gustavo Schnidrig 
(Para Contrahegemonía Web)



Desde abajo y a la izquierda, el nuevo libro de Mariano Pacheco, es una invitación a reflexionar. En esta nueva apuesta, el autor analiza el proceso vivido por los movimientos sociales argentinos desde la posdictadura con un claro objetivo: realizar una lectura del siglo XXI que sea útil para desarrollar programas de gestión política en clave popular.


Si autores como Eric Hobsbwam observaron en el período 1914-1991 el desarrollo de un siglo corto (el XX), en cuyos extremos se encontrarían el inicio de la primera guerra mundial y la caída de la Unión Soviética, bien podría entonces leerse al siglo XXI desde una perspectiva que le brinde un nacimiento prematuro. Esto es lo que propone Mariano Pacheco en su nuevo libro, Desde abajo y a la izquierda. Movimientos sociales, autonomía y militancias populares, publicación en la que despliega una vía concreta para repensar la historia reciente y animarse a rescribirla en sintonía con el aquí y el ahora propio de los sectores populares.
Para Pacheco, es posible delinear el comienzo del siglo XXI con la revolución zapatista de enero de 1994. Es a partir de dicho momento, dice, donde puede rastrearse una particular trama identitaria de los procesos de resistencias y de luchas autónomas vividas por los diferentes movimientos sociales en la Argentina y, por extensión, en Nuestramérica. Fue en la gesta zapatista, añade, donde logró levantarse la primera bandera de dignidad frente al capitalismo financiero, global e intensivo propio del nuevo orden mundial.
Haciendo un interesante recorrido, en el que analiza tanto las expresiones ochentistas de toma de tierras como el actual devenir piquetero, desarrolla un estudio histórico de las estrategias populares que más se destacaron en el país. Pero además, propone detenerse a observas las contradicciones propias de estas gestas. Para él, por caso, la revuelta de 2001 debe ser un faro identitario no solo por la consagración del estallido popular como forma legítima de disputar poder en la arena política, sino también por haber expuesto la herida fundamental de los procesos autonomistas: ¿qué propuesta hemos sido capaces de elaborar toda vez que se terminó el tiempo de la denuncia?
Por todo ello, Desde abajo y a la izquierda es un libro que, a diferencia de otras propuestas del autor, propone parar la pelota narrativa para introducirnos en una instancia reflexiva. Su intención es la de desplegar pistas que permitan asumir un diálogo consciente con el pasado vivo, a fin de brindar herramientas conceptuales para rastrear las grietas del presente más susceptibles de facilitar el desarrollo de agendas propositivas. O en criollo: sistematizar los errores del pasado desde una perspectiva propia para no volver a repetirlos.
En tal plano, una de las principales inquietudes tomadas por Pacheco fue esbozada en su tiempo por Rodolfo Walsh. Este periodista y militante observó con preocupación el hecho de que las militancias autónomas no pudieran hacer una revisión histórica inteligente del pasado. Por caso, se preguntaba cómo era posible que sea tan difícil el tener una lectura justa de las medidas adoptadas por Lenin para resolver las coyunturas propias de su partido. Lo que notaba Walsh allí era una falencia de lectura, la cual muchas veces se quedaba en el análisis llano brindado por las narraciones oficiales y reproducidas por los aparatos comunicacionales hegemónicos. Lo que veía, en definitiva, era un cierto déficit de historicidad, es decir, un desconocimiento alarmante respecto al pasado que seguía moldeando el presente.
Pacheco plantea entonces que, en la actualidad, tal déficit se vería profundizado a causa de la consolidación de las nuevas lógicas culturales de consumo provistas por los avances tecnológicos. El autor razona que es este desconocimiento respecto al pasado (lejano, reciente y próximo) lo que muchas veces estaría bloqueando las potencialidades emancipatorias de las nuevas izquierdas. Por ello, se pregunta: ¿cómo puede instalarse una agenda propositiva, o generarse marcos de acción creativos, si no se tiene real conocimiento de los aportes brindados por las diversas tradiciones de izquierda?
Su gran propuesta sobre este punto es la de comenzar a generar archivos históricos que permitan, en algún momento, amigarse con la idea de pensar programas de izquierda que no dependan siempre de las voluntades aliancistas peronistas. El libro es un aporte profundo y serio en tal sentido, y es en la voluntad colectiva por retomarlo y entablar con él un diálogo concienzudo donde radica su mayor fortaleza.

La experiencia santafesina
La presentación del libro de Mariano Pacheco en la ciudad de Santa Fe fue organizada por Contrahegemoníaweb y se realizó el martes 10 de septiembre en la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Además del autor, participaron Eliana Ramos, referente del partido local Barrio 88, y Federico Di Pasquale, integrante de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Ambos aprovecharon la ocasión para narrar las experiencias propias en la esfera santafesina.
El caso de Barrio 88 es particular. Se trata de una organización que emergió hace pocos años como un partido político interesado estrictamente en disputar la agenda electoral. Ramos resaltó esta particularidad, explicando cómo el conseguir un sillón en el Concejo Deliberante representó la consolidación de una interesante estructura para reforzar y profundizar la militancia territorial. Actualmente, Barrio 88 está presente en varios sectores de la ciudad, donde asume un rol activo mediante talleres, capacitaciones y actividades varias. El propio Pacheco aprovechó la ocasión para resaltar esta experiencia (y otras similares, como la de Ciudad Futura en Rosario), haciendo foco en cómo la correcta lectura del marco local hizo funcionar una estrategia que difícilmente pudiese obtener similares resultados en lugares donde las facciones punteriles y de los partidos tradicionales tienen la suficiente fuerza como para bloquear su emergencia.
La UTT, en tanto, está asentada en la región metropolitana de Santa Fe desde hace casi cuatro años y está conformada por alrededor de 160 familias (en su mayoría de origen boliviano) de las localidades de Monte Vera, Chaquito, Paraje La Costa, Ángel Gallardo, Helvecia, Recreo, Campo Crespo y Alvear. En la presentación, Di Pasquale retomó las claves del libro para invitar a pensar la situación del campesinado en el contexto político actual. En tal sentido, caracterizó a este sector como un tipo particular de trabajador de la economía popular, cuyos principales rasgos identitarios se consolidarían tanto a partir de sus tradiciones como de sus relaciones comerciales con las ciudades linderas. También aprovechó la ocasión para manifestar la preocupación del sector respecto a la profunda penetración de la cultura del agrotóxico y del monocultivo incluso hacia dentro del sector pequeño productor.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Sobre el libro Desde abajo y a la izquierda y una discusión en torno a los conceptos de campesinado y autonomía en la Argentina contemporánea



Por Federico Di Pasquale*

Una lectura del Desde abajo y a la izquierda. Movimientos sociales, autonomía y militancias populares (Cuarenta ríos, 2019), de Mariano Pacheco, y una discusión desde las militancias inscriptas en la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) en torno al campesinado como “clase social” construida desde la autonomía.


Vidas de izquierda en posdictadura
Resulta necesario destacar que, para Pacheco, posdictadura significa que la democracia posterior al gobierno de facto continuó la guerra de otras formas. Hay una visión nietzscheana del poder leída a través de Foucault, en la que parte de la noción del poder como “guerra”: la “hipótesis Nietzsche”.
El autor se ocupa de las “vidas de izquierda” para enmarcar el ciclo de luchas autónomas antineoliberales que se inicia el 1º de enero de 1994 con el zapatismo en Chiapas y que se desplegó en nuestro país a partir de junio de 1996 con las puebladas neuquinas en la zona petrolera de Plaza Huincul y Cutral Co. Ese ciclo se cierra en 2002, el 26 de junio, con los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
Cierre de ciclo pero creemos que también mito fundacional de nuevas izquierdas populares venideras y de nuevas militancias empujadas por esos dos compañeros que nos miran desde las banderas, los afiches o los murales. Profunda la huella de Darío, el humanismo de Guevara y el ejemplo como política pedagógica. Micropolítica de lo inmediato; en esa empatía por el dolor y la injusticia, habitaba una certeza que oficiaba de guía ante la ausencia de planos y esquemas de lucha.
El influjo del autonomismo, con el único faro de la solidaridad política entre excluidos, sin asistencialismo ni caridad, perduró en el imaginario de quienes llevamos “vidas de izquierda” en muchas experiencias. Independientemente de haber estado o no en el Puente Pueyrredón, o en años posteriores y en otras ciudades, o de haber comenzado a militar posteriormente y durante la “década larga” kirchnerista, nuestra militancia nos reúne en un mito de proveniencia.
Tal fue el sacudón al mundo de la representación política que pegó 2001 con sus luchas callejeras y su organización de base popular desde abajo. Nuestras militancias provienen del horizonte de sentido abierto por las autonomías y las nuevas formas de hacer política surgidas en aquellos años: en el territorio, poniendo el cuerpo, sin coordenadas históricas. Dejando afuera a los viejos movimientos emancipadores, alejados de los partidos de izquierda y de la política oficial, desconfiando de un discurso único de las luchas.
El ciclo argentino 1996-2002 implicó la emergencia de una nueva izquierda autónoma que adopta el punto de vista de la crisis y que ve en ella un gran potencial de ruptura y de producción política de otro tipo. Exhiben rasgos de autoorganización movidos por el “acontecimiento” que implica la destitución del marco de representaciones de la democracia de la posdictadura y el descrédito también de los partidos clásicos. Se sitúa este ciclo en un tiempo histórico caracterizado como “la cuarta guerra mundial” y con el zapatismo como instaurador de fuerte productividad política y en donde la “revuelta”, la “rebelión” adquiere su potencia de la falta de esquemas teóricos o modelos exitosos.
La autonomía ante otras coyunturas y con el paso del tiempo mostró sus límites, aunque algunos románticos que queremos mucho como Raúl Zibechi, encuentran ahí la salida, en experiencias micro, “arcas de Noé” que resisten al diluvio del nuevo imperialismo. No pudo –la autonomía- formar cuadros capaces de construir y reproducir la política de las organizaciones. No pensó la intervención política más coyuntural. No tenía plan cuando le dijo que no al gobierno kirchnerista, mientras un montón de organizaciones o fracciones enfilaban para el oficialismo.
Desde la autonomía y con la crítica ante los propios límites del pasado, hoy las organizaciones populares piensan otra política, con el desafío de la recomposición de un sujeto popular y antineoliberal, cuyas expresiones más claras, para Mariano Pacheco, son el movimiento de mujeres y la organización del “precariado” en la experiencia de la CTEP. Entonces, emergieron dos nuevos sujetos en lucha, los feminismos populares y la economía popular.
Agregaría –sugeriría pensar- al campesinado como nuevo-viejo-sujeto, interpretado a la luz del marco conceptual autónomo, puesto que la organización rural de base es dinamizada con un ideario proveniente del horizonte de sentido abierto por la autonomía. La Unión de trabajadores de la Tierra (UTT) nuclea al campesinado desde esa cosmovisión. Los campesinos y campesinas, no deberían conceptualizarse como “trabajadores de la economía popular” sin más, si a la vez, no se enfatiza su propia identidad y autonomía.

Campesino no se nace, se hace
En el marco del zapatismo y el ciclo de luchas de las autonomías, la UTT se crea en 2011, dentro de la “década larga” del kirchnerismo, como sindicato de “nuevo tipo” y es hoy parte fundamental del pueblo organizado. Desde la autonomía acumuló experiencia territorial porque se construye en el territorio para demandar cambios estructurales en torno al agro y la matriz productiva. Para construir poder popular en torno al eje de alimentos sanos, formas de comercialización más justas y tenencia de tierras para quienes las trabajan.
Para Pacheco, la nueva izquierda autónoma, es organización que introduce el punto de vista de las luchas plebeyas en el gran debate de la organización del trabajo, el Estado y de la cultura. En el caso de la UTT, organización de la que puedo hablar por ser parte, por vivir mi “vida de izquierda” en torno a ella. El Foro Agrario, Soberano y Popular, llevado adelante en marzo de 2019 en el Microestadio de Ferro por múltiples organizaciones, introduce el punto de vista del campo oprimido –somos el otro campo, dice la UTT, el otro es el de la Sociedad Rural, Etchevere y la 125- y disputa la organización del trabajo y del Estado, al proponer la creación de un Ministerio de Alimentación, en donde el campesinado participe de las decisiones que van desde la producción hasta que los alimentos llegan a la mesa. También libra una profunda lucha cultural con la creación del COTEPO (Consultorio Técnico Popular) que con el método llamado “campesino a campesino”, heredado de las revoluciones de Cuba y Nicaragua, va transmitiendo la agroecología, la preparación de insumos naturales sin agrotóxicos, sin necesidad de depender del paquete tecnológico que impusieron las Multinacionales del agronegocio. Los “verdurazos” y los “feriazos” fueron nuestra forma de lucha, buscando ser creativos, como en 2001.
La UTT es una organización nacional conformada por aprox. 16000 productores y productoras en su gran mayoría de origen boliviano o hijo/a de bolivianos. En Santa Fe, el núcleo se encuentra en el cinturón hortícola: Monte Vera, Campo Crespo, Ángel Gallardo, Paraje La Costa y Chaquito. 160 familias oprimidas trabajadoras de la tierra. También tenemos una base en Helvecia y otra en Alvear, Rosario. El pequeño productor empobrecido está convencido, por un avasallamiento simbólico del agronegocio y el neoliberalismo, que sin lo que les venden los técnicos agrónomos (los que “saben”), no hay producción posible. Hay un gran trabajo de base para recuperar esos saberes de las abuelas y abuelos de Tarija que vinieron para la zona de Ángel Gallardo a trabajar la tierra junto con la Virgen de la Chaguaya y los caporales; saberes que varios años de monocultivo de soja y especulación inmobiliaria, han hecho olvidar en gran medida pero resisten.
Dentro del ideario del 2001, sus militantes pertenecemos a una generación que, como el zapatismo, no tiene certezas ni programas y desde allí venimos. La preferencia por el territorio, no pertenecer a un esquema histórico más duro, la creatividad a la hora de construir política, dan testimonio de ello. Estamos en la hipótesis de la guerra, en nuestro caso contra el agronegocio, por la tierra, por los recursos naturales, por las semillas, por la soberanía alimentaria, por la vida digna, por otro proyecto productivo, civilizatorio y político.
A través de “la década larga” las organizaciones han tenido que tomar posición con respecto a un gobierno nacional y popular. Los organismos de DDHH se vieron envueltos en dinámicas que separaron lo históricamente unido, con Nora Cortiñas fiel a la independencia con respecto a los partidos políticos y con Hebe de Bonafini adscripta fervientemente al kirchnerismo. Las organizaciones campesinas pasaron por lo mismo. El balance que me parece que podemos hacer es que, quizá, haya casos en que parecen haberse debilitado o al menos dispersado o perdido fuerza.
La UTT apuesta entonces por la autonomía como estrategia de construcción. No privilegia la perspectiva estatal y aquí vemos, otra vez, la importancia simbólica de 2001, al venir a proponer el lugar central del cuerpo, las voces populares silenciadas, otras coordenadas éticas y políticas. Piensa la política como puesta en cuestión de lo dado pero no renuncia a intervenciones coyunturales. Combina la estrategia de repliegue sobre el territorio con la intervención hacia fuera.

Campesinado y autonomía
Podemos decir que la UTT viene de la autonomía en 5 puntos:
  1. Considera imprescindible organizar la base campesina.
  2. Genera instancias de coordinación y organización que excedan lo propio. El Foro Agrario, formado por más de 200 organizaciones del campo, pueblos originarios, trabajadores del Estado que trabaja con el sector de la Agricultura Familiar, etc. es un buen ejemplo. También las Jornadas de Intercambio de Experiencias y Saberes de Organizaciones Campesinas Latinoamericanas que se realizó en las bases campesinas de la UTT - Unión de Trabajadores de la Tierra, y contó con la presencia de referentes del MST - Movimento dos Trabalhadores Sem Terra, el MPA - Movimento dos Pequenos Agricultores, ANAMURI (Chile) y la Fundación Rosa Luxemburgo Buenos Aires. Fueron 4 días donde se dieron talleres de formación política y técnica centrados en compartir análisis y experiencias sobre la expansión del agronegocio y las estrategias de resistencia desde la agroecología, el feminismo y la organización popular.
  3. Se forman cuadros y militantes para construir y reproducir la política. Esos encuentros, otros con la presencia de Jairo Restrepo, los permanentes viajes a las bases del COTEPO, la perspectiva de género y la necesaria formación en el territorio, son buenos ejemplos.
  4. Se marcan cursos de Acción que aportan claridad al conjunto de la lucha popular. El Foro Agrario, en su edición santafesina, permitió reunir organizaciones de pequeños productores, pueblos originarios, sindicatos, ambientalistas, trabajadores del Estado, marcando un horizonte y un camino de unidad en ciertos acuerdos.
  5. Se construye un Movimiento Nacional y la organización está en 15 provincias. No se queda en la experiencia puntual, en un solo lugar o territorio. Hay muchas experiencias autónomas que sostuvieron centros culturales, bachilleratos populares, etc. quedándose en un único y mismo lugar a lo largo de los años y los gobiernos. Sin construir ni reproducir la organización más allá del primer foco. Habría que pensar si más allá de su enorme valor, no resulta una política insuficiente para intervenir en lo popular en el presente.

Sospechemos que quizá el autonomismo puro (“arcas de Noé”…) sin cierto acumulado de experiencia, resulta anacrónico. Todavía existen autonomías que no ven el enorme influjo que el peronismo tuvo en los sectores populares y que no piensan en construir otras esferas de la política que intervengan en la coyuntura. Intervenir no es lo mismo que fundirse o ser parte de los partidos políticos, ni implica hacer esas formas de la política.
Combinando la micropolítica de 2001 con macropolítica, reconstruyendo un nuevo sujeto popular que cuenta con el feminismo popular, el “precariado”, pero también con el campesinado. Emerge la voz del otro campo en los debates sobre política agraria, en los espacios públicos y políticos, en la Plaza de Mayo, etc., a lo largo y ancho del país. También aparece en los medios de comunicación, tanto contrahegemónicos como hegemónicos.
El campesinado como clase social se unifica con la Soberanía Alimentaria como consigna global y viene resistiendo desde hace muchos años. Contra un sistema que también es global aunque se extiende campo adentro y a cada rancho de una campesina empobrecida que trabaja, vive y lucha. Estamos contra un enemigo que no duda en sostener las estructuras que le funcionan para ganar o inventar nuevas formas de opresión. Es una guerra contra la humanidad misma y el agronegocio es un frente de batalla. No tenemos tiempo de dudar de la necesidad de cuadros políticos o de generar estructuras o archivos militantes.
La UTT es una organización rural motorizada por productores y por militantes que venimos de la nueva izquierda popular y no de los partidos. Somos militantes de la posdictadura y ha diferencia del kirchnerismo, reivindicamos el 2001 y no escamoteamos los nuevos ensayos políticos plebeyos de esos años. La acción directa, la asamblea, el territorio, el cuerpo y la calle. El construir y prefigurar el mundo que se sueña y se piensa desde “otra política” creativa.
En la posmodernidad se fragmentan los fundamentos filosófico-políticos modernos y las luchas sociales dejan de lado el historicismo, las fórmulas de las viejas izquierdas, se asumen como parte de la caída de los grandes relatos. Los movimientos piqueteros, la autonomía, querían evitar el dogmatismo, el etapismo desarrollista marxista. No se sentían parte de la historia de las luchas y no tenían plan. Inventaban, creaban o erraban desde el barrio o la fábrica recuperada.
El campesinado aparece en un intento, que ganó masividad y reconocimiento sobre todo de los sectores medios y los sectores populares urbanos, de reconstruirse como clase social desde la autonomía, con consignas globales como la Soberanía Alimentaria, bandera del campesinado mundial. Micropolítica del territorio y macropolítica para actuar en la coyuntura.
Filosóficamente, me resulta importante destacar, que ante la fragmentación de las luchas sociales que sobrevino a la caída del Bloque Soviético y el Nuevo Orden Mundial, que hizo hegemónico el discurso único neoliberal, posmoderno, de la caída de los grandes relatos, no es una opción retornar al materialismo histórico y dialéctico sin más -como pretende el guevarista Néstor Kohan-, lo que sería volver a presuponer una metafísica historicista muy del siglo XIX, ni tampoco -como Rosa Nassif (maoísta) que pretende, en una crítica al posmodernismo en la figura de Vattimo- retornar a la gnoseología marxista y su teoría del conocimiento como “reflejo” de la infraestructura económica sobre la superestructura de la conciencia.
Estas opciones resultan anacrónicas y sin ciertos recaudos tienen el riesgo de llegar al debate en tren. El “acontecimiento”, la ruptura de la representación política, que implicó el ciclo 1996-2002, inspirado en el zapatismo, no puede ser escamoteado como para pretender volver a una teoría de la revolución y de la historia metafísica. Tenemos entonces el enorme desafío, de articular un sujeto popular, una experiencia, un programa, sabiendo que no podemos retornar a las representaciones políticas que teníamos en los 60 o los 70, porque 2001 rompió con todos esos esquemas, sin posibilidad de ser reconstruidos en sus aspectos ontológicos.
La opción posible que se está probando es, como herederos del 2001 no tenemos certezas, ni caminos asegurados, pero intentamos combinar la micropolítica con la macropolítica. El campesinado, al igual que el feminismo popular y los trabajadores de la economía popular, no reconstruyen su unidad como clase volviendo a pensar que están determinados históricamente a realizar el cambio social como producto de las propias contradicciones del sistema que se agudizan. Se concibe una política de izquierda sin fundamentos fuertes, como apuesta política, voluntad colectiva, que se reúne tanto como se desarticula. Construir la clase es la labor del militante. De allí, la enorme necesidad de cuadros.
Con un marco cercano al pensamiento político posfundacional, según el cual tenemos, al decir de Judith Butler, “fundamentos contingentes” y con la crítica al esencialismo, parafraseando a De Beauvoir, podemos decir el campesino “no nace campesino, se hace campesino”. Se constituye por pertenecer a un proyecto común. Aparece como una elección o apuesta política y no como una fatalidad económica, ni como constatación de datos preexistentes. Hay una unidad de clase siempre frágil y temporal, que se construye, se teje, se milita cotidianamente y que no ofrece certezas de que perdure.
Esta es una posible respuesta no metafísica para superar la fragmentación de las luchas sociales con la caída de las metanarrativas emancipatorias que imperó cuando el neoliberalismo borró las conquistas populares y obreras a nivel global. En un ademán extendido a las ciencias, la política, tras la caída de los llamados Socialismos Reales, la posmodernidad, pero también las autonomías, encontramos obsoletas las teorías filosófico-políticas que sostenían a los movimientos emancipadores. Estos comenzamos a dar la batalla anticapitalista identificando marxismo con vanguardias autoproclamadas, determinismo histórico o dogmas estalinistas. Las categorías filosóficas y políticas de la modernidad fueron relegadas a una visión del mundo pasada de moda y Marx era, junto al cristianismo y el psicoanálisis freudiano, un personaje de los relatos caídos.
La posibilidad de concebir un curso lineal, unitario, teleológico, o una estructura dialéctica de la realidad, atemporal, un proceso de desarrollo histórico, racional, hacia la emancipación humana, tendiente hacia un fin universalizable para la humanidad, se separa en mil fragmentos y, los retazos de lucha, no se pueden volver a reunir metafísicamente.
No se puede volver a un marxismo clásico como si nada hubiera pasado en 2001. Tampoco encerrarse en la romantización de experiencias que funcionen aisladas. Mientras tanto nos morimos, no comemos, enfermamos. Los campesinos sin tierra están volviendo a dotar de sentido el concepto de clase social y lo territorial se piensa en relación con una visión comprensiva, totalizadora e histórica, no determinista. La clase no es una esencia, no tiene peso ontológico, permanencia ni estabilidad, más allá de la práctica y la apuesta: una elección política común. Nos inventamos como actores colectivos en los movimientos y organizaciones que nos convocan. Pensarnos clasistas para no estar destinados a ser meramente testimoniales o reintegrados al sistema.
Nuestras “vidas de izquierda” vienen de una explosión, tanto de los conceptos políticos de la izquierda clásica, como de la política de la representación de la posdictadura. Si asumimos el mito de nuestro origen podemos ensayar respuestas filosóficas ante la fragmentación, sin recaer en el esencialismo metafísico anacrónico de algunos marxistas, que sólo cuestionan el autonomismo (poniéndolo en paralelo con los posmodernos) desde una supuesta superioridad moral, pero sin ofrecer respuestas en el plano del pensamiento.

*Militante de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) de Santa Fe.

jueves, 19 de septiembre de 2019

La Patagonia rebelde: el conflicto docente en Chubut


LA CRUZ DEL SUR

Por Mariano Pacheco*


La crisis en Chubut resume el desafío indeleble de la Argentina: riquezas naturales concentradas, inequidad distributiva y desinterés por el futuro. Rasgos de un conflicto espejo.

El conflicto de docentes y estatales está por entrar en la décima semana. Hoy, mientras los gremios docentes llevan adelante un paro nacional, en Chubut los camioneros se suman al conflicto. Desde anoche los grupos de whatsapp de las trabajadoras y trabajadores de la educación no dejaban de sonar advirtiendo que era necesario abastecerse de alimentos. A 30 años del “Chubutazo”, los cruces entre el gobierno provincial y nacional mantienen a la provincia patagónica en el centro de una inestabilidad “que pone en riesgo la paz social” del país, según declararon dirigentes sindicales.


Los reclamos van dirigidos tanto a Mauricio Macri y la gestión nacional de Cambiemos (“que parece no enterarse que hay una provincia paralizada desde hace dos meses”), hasta la gestión provincial del gobernador Mariano Arcioni, quien fue reelegido en las recientes elecciones del 9 de junio, realizadas mientras se encontraba en el cargo luego de haber asumido tras la muerte de Mario Das Neves, de quien era vicegobernador. Una provincia endeudada, un ejecutivo que envía proyectos a la Legislatura para aumentarse el sueldo un 100% y una crisis financiera y administrativa descomunal. Entre el “Macri ya fue”, reclamos de renuncia del gobernador, ciertas expectativas populares por las elecciones de octubre y lo que parece ser un inevitable triunfo de la fórmula Fernández/Fernández, la discusión sobre el peronismo en las provincias más alejadas de los grandes conglomerados urbanos del centro del país otra vez a estar en debate.

Una sola chispa puede encender toda una pradera
El trayecto Rawson/Comodoro Rivadavia de la Ruta Nº 3 está a punto de convertirse en la pradera que, ante una sola chispa, puede encenderse y hacer arder no sólo al gobierno de la provincia de Chubut, sino incluso a la gestión Cambiemos a nivel nacional. Es que tras el fallecimiento de Cristina Aguilar y Jorgelina Ruíz Díaz, este martes, cuando retornaban de un plenario de la Asociación Trabajadores de la Educación de Chubut (ATECH) y una movilización de carácter provincial, la CTERA decretó un paro nacional para hoy jueves; cese de actividades que se llevará adelante en el contexto de un conflicto provincial que está por entrar en la décima semana. Los dirigentes sindicales nacionales ya advirtieron que la situación pone en riesgo la “paz social de la Argentina” y hoy los camioneros se solidarizarán con las maestras, como ya ha sucedido en otros momentos.
El gobierno de Chubut es responsable de las muertes de las dos maestras por la desidia en la que nos ha dejado el Estado”, dice Florencia Franco (docente de nivel secundario en escuelas de Puerto Madryn y de Puerto Pirámide), en diálogo con Zoom. Tanto las dos mujeres fallecidas, como sus tres compañeras que viajaban en el mismo auto y aún permanecen internadas con lesiones, trabajan (trabajaban) en la escuela Nº 7 de Comodoro Rivadavia. Como tantas otras docentes se trasladaron el martes para participar de un momento de deliberación y decisión sindical respecto de cómo seguir sosteniendo este conflicto que, desde el primero de julio, mantiene tanto a los docentes y auxiliares como al conjunto de trabajadoras y trabajadores del Estado en huelga, que ha sido decretada por tiempo indeterminado ante la gravedad de la situación: salarios adeudados, reformas edilicias nunca ejecutadas y deudas con la obra social es el trasfondo reivindicativo de este conflicto que ya tuvo sus picos de violencia, hace unos días, cuando los docentes padecieron un ataque por parte de una patota paraestatal, mientras cortaban el cruce de las rutas 3 y 26, y que este martes a la noche se expresó por parte de quienes –indignados-- fueron a protestar frente a los edificios gubernamentales por la muerte de sus compañeras, al ser reprimidos, terminaron incendiando partes de la Legislatura provincial.
Diego Ávalos, profesor de historia, cuenta que el martes tuvieron que viajar unos 800 km, desde la Comarca Andina, para poder asistir a la movilización y al plenario sindical que se realizó en Rawson, y que a su regreso se enteraron del accidente fatal. “El clima político en Chubut está cada vez más tenso y el gobierno no parece tener oídos”, comenta ante este medio, no sin dejar de responsabilizar al gobierno por lo sucedido. Ávalos insiste en que una posible solución al conflicto podría ser que establezca un diálogo sostenido entre la gestión de Arcioni y Macri (“que el año pasado tuvieron muy buena relación”), y pensar en un plan de emergencia, “porque las cosas van de mal en peor, y no estamos en condiciones de esperar hasta diciembre cuando asuma un nuevo gobierno y baje fondos para esta provincia”.
Para Florencia Franco, la situación en este momento es muy grave y considera que el conflicto atraviesa su punto más agudo. En diálogo con este medio, denuncia que el Estado vienen realizando el pago de los salarios de manera escalonada, y fuera de tiempo y forma (“hay gente cobrando a fin de mes”); también que las autoridades están incumpliendo los acuerdos de la última paritaria (a partir del mes de julio, de acuerdo a la paritaria firmada y homologada en marzo de este año, los salarios incluyen una cláusula gatillo con el promedio de los índices de inflación de la Patagonia y Nacional que el gobierno se niega a abonar), y que al hecho de no poder usar la obra social (por una deuda que el Estado mantiene con la misma), tampoco pueden acceder al boleto estudiantil y docente gratuito. Florencia destaca, de todos modos, lo que la protesta está generando al interior de la comunidad: actividades culturales, como cafés literarios y cine-debate; talleres de percusión y arreglo de bicicletas; charlas informativas sobre temáticas varias como el derecho al aborto y los problemas de la megaminería. Denuncia, en ese sentido, que detrás de todo este conflicto está la discusión sobre la implementación de la megaminería en la provincia y el intento por esconder las malas decisiones que tomó el gobierno, como la firma del Pacto fiscal en 2018, que dejó a Chubur con el presupuesto diezmado.
Con varias escuelas ocupadas en distintos puntos de la provincia, así como la sede de la obra social, el conflicto mantiene en vilo a toda a población chubutense, que participa activamente reclamando el derecho a la educación pública. Como históricamente sucedió en provincias vecinas, como Río Negro y Neuquén, también en Chubut ahora la modalidad de protesta no se reduce a la movilización docente sino que incluye en corte de ruta.
Martín Álvarez, docente de Comodoro Rivadavia, subraya ante este cronista la importancia de que los sindicatos de municipales y camioneros adhieran a esta protesta, como lo hicieron el 4 de septiembre, luego de que los docentes fueran atacados por una patota del sindicato de petroleros, mientras realizaban 12 cortes en las llamadas “rutas del petróleo”. “Los fondos nacionales apenas cubrieron los gastos para el pago de jubilados y una pequeña porción de trabajadores. Chubut es la tercera provincia exportadora del país, no hay más explicación que el robo para que no haya dinero; robo de las petroleras y robo del dinero que fue a parar al pago de deudas con el FMI. La situación es crítica. No podemos esperar a meter un papel en un sobre y en una urna para solucionar nuestros problemas de ahora. Está claro que antes de asumir este gobierno ya emprendió una guerra despiadada contra los trabajadores”, remató Álvarez.


Daños (¿colaterales?) y guerrilla comunicacional
Los medios locales y nacionales hegemónicos oscilan entre el silencio y la selección tendenciosa de datos, como suelen hacer a menudo en la Argentina contemporánea. Así, mientras el diario El Chubut afirma que la crisis provincial es consecuencia de los altos salarios que paga la provincia a sus trabajadores, baja línea respecto de las advertencias que en el futuro el gobierno deberá tener en negociaciones paritarias y deja entrever que la necesidad de desarrollar la megaminería (actualmente prohibida por ley) para obtener financiamiento. Por otra parte, el diario Clarín publica declaraciones del jefe de Pediatría del Hospital Zonal Esquel, quien advierte que la situación de crisis ha incrementado las consultas de pediatría, con niñas y niños que muestran diversos síntomas como depresión, ansiedad, angustia. Así y todo, el diario no puede sino dar cuenta de la categórica conclusión a la que arriba el profesional de la salud: “Responsabilizamos plenamente al Estado por no cumplir su rol de empleador, y la solución es abonar los salarios del personal docente y no docente, y que los chicos puedan ir a clase. Debería ser una cuestión de Estado”, expresó Pérez Maldonado.
*Nota publicada en revista Zoom.

martes, 17 de septiembre de 2019

Entrevista a Javier Trímboli


Trímboli: “Hay que pensar modos de movilización que acompañen el período de un nuevo gobierno popular”
Por Mariano Pacheco*


El escritor y profesor de historia analiza los distintos modos de resistencia popular en la era macrista y los desafíos que presenta el posible regreso de un gobierno peronista. El reto de metabolizar antagonismos y contradicciones frente a la acechanza del neoliberalismo herido.


Javier Trímboli es escritor y profesor de historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado los libros 1904. Por el camino de Bialet Massé; La izquierda en la Argentina; Pensar la Argentina. Los historiadores hablan de historia y política y, junto a Roy Hora, Discutir Halperin. Siete ensayos sobre la contribución de Tulio Halperin Donghi a la historiografía argentina. Su último libro, Sublunar, entre el kirchnerismo y la revolución, es un ensayo breve en el que trata de pensar la posdictadura argentina, eje sobre el que intentamos volver y profundizar en esta conversación que, en una tarde de septiembre, mantuvimos entre mate y mate en la librería Punto de Encuentro.


El peronismo en cuestión

¿Qué pasa con este movimiento en la posdictadura? Digo: ¿cómo pensar esta experiencia que tuvo mutaciones tan fuertes, como fue pasar de la centralidad de figuras como la de Saúl Ubaldini, al frente de la CGT en los años ochenta, al programa neoliberal de gobierno durante la presidencia del otro Saúl (Carlos Menem), pasando por la transversalidad de los primeros momentos de Néstor Kirchner, luego su viraje al Partido Justicialista, el progresismo de Cristina Fernández, hasta llegar a la actualidad, donde CFK confluye con Alberto, en este fenómeno que ya hay quienes denominan como el Fernandismo?

Esa una gran cuestión. Me gustaría pensarlo yendo aún más atrás de lo que proponés para conversar. Diría que hay algo de la sensibilidad igualitarista de esta sociedad, que en las lecturas más interesantes del siglo XIX, se la ubica en la Revolución de Mayo. Tanto Sarmeinto como Mitre –liberales ambos-- no dudan de que la Revolución –como particularidad pero también como problema-- contó con la emergencia de una democracia de masas inorgánica, de un sentimiento igualitarista fuertemente presente. Sarmiento escribe el Facundo en 1845 y está pensando que hay algo de Facundo e incluso de Rosas, que tiene que ver con ese sentimiento igualitarista.
Lo que resulta fenomenal es que el peronismo –un siglo después de la escritura del Facundo-- recoge, reproduce, reconstituye esa sensibilidad igualitarista y le da una nueva adhesión de carácter político, lo que lo coloca en uno de los rasgos fundamentales de la Argentina. Hay algo ahí, en esa sensibilidad igualitarista, que se supone que después del terrorismo de Estado había quedado cerrado. Seguramente, esto, muy ligado a la crisis del peronismo como partido político, después de la muerte de Perón, el gobierno de Isabel y las distintas tendencias a su interior. Seguramente la primera parte de la historia de la posdictadura, de 1983 a 2001, se pueda narrar a propósito de la disgregación de esa identidad política que le había dado carácter a esa sensibilidad igualitarista previa. Y también se podría pensar que, durante la década del noventa, parte de esa sensibilidad circuló por otro lado, no por la forma política peronista. Creo que luego, de 2001 a 2003 y luego, de 2003 a 2008 y uno ahí puede empezar a fechar, nuevamente el peronismo pasa a dialogar con esa sensibilidad tan presente en la cultura argentina y a expresarla nuevamente en términos políticos.
En este sentido, rescataría un análisis que hace en 1985 un sociólogo, que se llama Juan Villareal, que liga esa sensibilidad igualitarista a la estructura socio-económica argentina, con fuerte presencia de la clase obrera industrial (a diferencia de otros países de América Latina donde la presencia del campesinado es muy fuerte) y el peronismo a ese sujeto social. Y lo que Villareal piensa en los ochenta, entonces, es que con el neoliberalismo que comenzó a introducir la dictadura (con su cuota de fragmentación social, cuantapropismo, demanda individual), esa sensibilidad está muerta, e intenta pensar el voto a Alfonsín como parte de esa ruptura de esa condición estrutural para pensar esa sensibilidad y esa identidad política. Lo notable es que, a pesar de que la estructura económica y social haya variado y la clase obrera industrial haya perdido el peso que tenía en los años cincuenta, sesenta, sin embargo el peronismo logra reconstituirse como vía de canalización de esa sensibilidad igualitarista. Y ahí, los significados de Patria y Derecho, se tornan muy potentes, y el peronismo/kirchnerismo, ha logrado articularlos.


Bien, me gustaría ahora que conversemos en torno a la cuestión “sujetos sociales”, porque al peronismo como identidad política no se lo puede pensar –históricamente-- sino como la expresión policlasista de una experiencia realizada por al menos una porción importante de la clase obrera argentina, que se entendía a sí misma –organizada en sindicatos-- como columna vertebral de ese movimiento (de liberación nacional, para decirlo en términos bien clásicos).
¿Qué pasa en la posdictaura, entonces, con esos sujetos sociales? Porque fijate que, incluso en los ochenta, está toda esa presencia arrolladora de la CGT encabezada por Ubaldini, pero con el avance del neoliberlismo eso comienza a mutar fuertemente. ¿Cómo ves esa discusión para adelante, durante el kirchnerismo y ahora, en lo que se viene –el Fernandismo-- respecto de esa vieja discusión que tiene que ver con el sujeto del cambio?


Lo primero que diría es que tenemos que hablar de una dificultad presente en el capitalismo tardío –o “posmodernismo”, para decirlo a lo Jameson--: la de detectar y precisar los sujetos. Es una época que se lleva mejor con conceptos como el de multitud que con el de pueblo, o con la de sujetos sociales más clásicos. Entonces –diría-- si siempre hay algo esquivo en esos conceptos, en este presente esto se vuelve aún más dificultoso, porque además se ha producido un desplazamiento de las formas clásicas de irrupción política. Por ejemplo: los años kirchneristas fueron momentos donde había una fuerte gimnasia social de movilizaciones de masas, que se empieza a intensificar en 2008 con la ya conocida crisis con el campo. Pero las características que tienen esas masas que se movilizan son en buena medida híbridas. Por lo tanto, una mirada que sólo las lea en términos de clase, me parece que va a chocar con las carcterísticas –incluso inorgánicas-- de esas multitudes movilizadas. En ese sentido a mí me interesaba mucho pensar las movilizaciones que se produjeron el 9 de diciembre de 2015, sobre todo quedarme con la foto de Plaza de Mayo. Ese día no había banderas de sindicatos por ejemplo, sino gente suelta. Por supuesto, con preponderancia de sectores populares, pero no en esa forma orgánica tan típica del peronismo clásico.


¿Y en el presente, como lo ves?


Y, diría que probablemente hoy, probablemente, la desindustrialización de la Argentina, y el peso que ya no volverá a ser igual de la clase obrera industrial, hace que buena parte de las clases populares ya no estén articuladas o siquiera ellas mismas vertebradas, y no tengan sobre sí el peso de la hegemonía que pueda tener la clase obrera. Por lo tanto, el mundo de las clases populares, es mucho más barroco de lo que era en 1945, o incluso 1985. Esto tiene algo de la dimensión del disparate, de poner patas para arriba muchas de las cosas que uno podía pensar. Y aquí planteo algo, quizás para discutir contigo. Si bien uno puede ver todo ese proceso que se abre con 2001 y que yo decía que en diciembre de 2015 no se había cerrado, a la hora de hacer un mapa de la movilización social en Argentina, habría que decir que hubo un momento muy preciso de gran activación de la movilización de masas, que fue en diciembre de 2017. Mi impresión es que toda la crisis económica y social que vivimos desde marzo de 2018, no se vio acompañado con un nivel de movilización de masas como el que se expresó en 2017, en diciembre, pero también durante todo ese año, desde febrero y con lo del caso de la desaparición y asesinato de Maldonado en el medio. Pero luego, todo pasa más bien en silencio, que sólo se rompe para manifestarse en agosto de este año, pero a través del voto. A ver: cuando Nicolás Dujovne dice esa barbaridad, de que ninguna devaluación había pasado en ningún país del mundo como había pasado la nuestra sin que eso implique un estallido social, no puede dejar de tenerse en cuenta el hecho del que rumor, producto del malestar, haya sido tan subterráneo. Es decir: que no se haya manifestado la bronca de una manera clásica, en esa gimnasia de movilizaciones como las de 2017. A propósito de las PASO, una compañera de Córdoba que fiscalizó en una barriada popular donde ganó la fórmula Fernández/Fernández, me decía que fue como un malón sordo, una expresión rarísima a través de los votos. Y esto hay que poder pensarlo, sobre todo en términos de qué puede implicar en un nuevo gobierno del peronismo, cómo ese malón se pueda expresar bajo otra forma, o más bien, cómo adquiere formas de expresión para hacerse sentir más allá del voto. Y en este sentido hay que poder pensar el sindicalismo. Es decir: calibrar mejor respecto de qué pudieron y qué no los sindicatos en estos cuatro años de macrismo, pero también, lo que produjeron los sindicatos durante los años kirchneristas. Esto requiere un balance fenomenal que hay que hacer respecto de los sindicatos, por lo menos desde 2001 a esta parte. Porque hay que poder pensar bien, por ejemplo, cuanto tuvieron que ver los sindicatos respecto de ese proceso de movilización tan moderado que se desarrolló durante 2018. Funcionaron, sí, como una barrera de contención frente a los despidos, pero más allá de eso, no tuvieron una mayor capacidad de producir resistencia. Me lo pregunto, también si ese otro paso, ya político, es lo que les corresponde. Entonces, creo que hay que poder pensar en otros modos de movilización que acompañen el período de un nuevo gobierno popular en la Argentina.


¿Se podría caracterizar al Fernandismo como un “Gobierno Popular” o más bien habría que pensarlo como un gobierno enredado, atravesado por fuertes disputas? Digo, no sólo por la composición social y política del Frente de Todos sino además por las condiciones desfavorables, tanto nacionales como internacionales, en las que va a asumir. ¿Cómo lo ves?

Creo en primer lugar que hay que poder caracterizar que el Frente de Todos es una alianza, que vuelve a poner en primer término la alianza intrínseca que tiene el kirchnerismo con el peronismo. Hay algo de la discusión que hubo acerca de si el kirchnerismo era peronismo que tal vez se pueda saldar ahora. Recuerdo eso que señalaba Walsh acerca del repligue sobre el peronismo que el kirchnerismo entiendo que supo hacer. Esta alianza que hace Cristina con Alberto, que tiene todos los aditamentos de su amistad personal, pero que creo que es una cuestión menor en relación con esta inteligencia táctica muy interesante que mostró Cristina y permitió esto, pero que de todos modos implica un cierto volver al peronismo, o si se quiere, si hubo algo del kirchnerismo, de cierto jacobinismo que en su momento había roto las relaciones con formas más clásicas del peronismo como identidad política y como gobierno –sobre todo en las provincias-- con esto hace un paso atrás en función de volver nuevamente al gobierno.


Claro, la idea del peronismo como repliegue, que también está en Walsh. Digo, porque en un momento se hablaba de “escribir el segundo tomo” (decía Taiana, como dirigente del Movimiento Evita) o de “profundizar el modelo” (según el camporismo). Pero ahora: ¿de qué se trata?

Lo del Frente de Todos creo que es una alianza en pos de volver a acceder a esas condiciones primeras de vida común que garantice, fundamentalmente, que esa población que está al borde, o que ya ha sido empujada más allá de los margenes, vuelva a ser incorporada, y volver a darle algún tipo de protección (lo digo así, de modo clásico, y sé que es un problema). Digo: que las escuelas de Moreno nunca más dejen de dar clases; que vuelva a existir un Estado que se ocupa en garantizar determinadas condiciones de vida fundamental; que se actualice la Asignación Universal por Hijo; que se puedan frenar determinadas políticas económicas que excluyen. Y pongo el acento en estas cosas a propósito, para tratar de cuenta de lo difícil de esta situación. No se apretó pausa el 9 de diciembre de 2015 y ahora, el 10 de diciembre de 2019 se aprieta play. No, estos cuatro años produjeron otra situación. El orden de prioridades es otro.
Entonces, también existe el problema de los reflejos de quienes estuvimos en la gestión, al menos en las segundas, terceras líneas. Al menos en mi caso me doy cuenta que no tengo los reflejos que quizás la era hora exige, de ciertos entendimientos que si bien la situación no es la misma, tienen que ver más con el 2003 de Néstor, donde se produce una suerte de gobierno de Salvación Nacional, que con el de Cristina, que fue más partisano, en el sentido de que es de una parte y no ya de todos, quiero decir, que se hace cargo que tiene que enfrentarse con otra parte de la sociedad que no para de hostilizarla a ella, y a lo bueno que se hacía. Pero los tiempos políticos no siempre coinciden con los personales, y quizás haya quienes estemos muy en sintonía con un viejo casette.
El otro tema es cómo evitar las recaídas de esta sociedad, a puntos de que fuera posible un macrismo. Cómo evitar lo que sucedió: que haya muchos trabajadores sindicalizados que hayan votado al marismo, que Cambiemos haya sacado en 2015 una buena cantidad de votos en zonas como José C. Paz, cómo conjurar eso, creo que ahí hay un esfuerzo muy grande que hay que hacer desde la militancia.


¿Cómo sigue la película entonces?

Para mí es un interrogante cómo va a seguir la dinámica de la movilización y la lucha de clases, sobre todo después de un año como éste, donde los niveles de movilización y conflictividad fueron relativamente bajos.
Digo –y esto vos lo sabés muy bien-- si uno hace el recorrido por el período que va de 1996 a 2001, hay una conflictividad en ascenso, que no para y que implica una constante ocupación del espacio público: de las calles, de las rutas. Y hoy no es esa la escena. Hoy hay algo que se verticaizó, y muy fuertemente. El FMI, por ejemplo, en 2001 estaba muy atento a lo que sucedía con los movimientos sociales; hoy les preocupa entrevistarse solamente con el candidato. Eso habla por un lado, lógicamente, de la crisis de representación (o de representatividad) del 2001, que el kirchnerismo superó, muy interesantemente pero la superó: se produjo un vínculo entre liderazgo y una porción muy grande la población.
Ahora, como decía anteriormente, estamos en otro escenario: ante una alianza. Y además, todo indica que hay algo del orden de la movilización social que es irremplazable. Y que por más que haya una fidelidad muy fuerte, por partida doble, entre Cristina y quienes la apoyamos, la movilización social es irremplazable. Ahora, como eso se activa y acompaña al gobierno de Alberto, ahí se presenta todo un interrogante y un desafío. En un viejo estilo uno podría apelar ahí a la figura de Lenin: cómo construir una dualidad de poderes, ¿no? Es decir: como construir un poder antineoliberal de base que fogonee permanente, porque se sabe, sobre Alberto se van a ejercer todas las influencias de los poderes. Si no hay un despliegue de masas bien importante va a ser muy difícil avanzar.

*Nota publicada en Revista Zoom