sábado, 30 de noviembre de 2019

Bolivia: las 20 verdades de la delegación argentina


1er reporte de la delegación de derechos humanos, organizaciones sociales y sindicales de la república argentina en solidaridad con el pueblo de Bolivia (noviembre de 2019)

Siendo las 17hs horas encontrándonos presentes en la iglesia San francisco de Asis en la localidad de Senkata, informamos a la comunidad internacional, al pueblo boliviano y a los compatriotas de nuestro país que el equipo proveniente de la argentina, luego de haber escuchado a víctimas directas y a las familias de las víctimas de la violaciones de derechos humanos en el país, señalamos:
1) Que no alcanzan las palabras para describir el sufrimiento, el dolor, la pena y las grandes calamidades que hoy golpean especialmente a determinados sectores del hermano pueblo boliviano, fundamentalmente mujeres, campesinos e indígenas.
2) Que pudimos constatar de las estas primeras entrevistas, a través de desgarradores testimonios, de familias campesinas, indígenas, mujeres de pollera, que han sufrido la represión de las fuerzas armadas y de seguridad del Estado, bajo las órdenes del gobierno de facto.
3) Que existe responsabilidad directa del Estado por las muertes, heridos, detenciones ilegales y otros abusos y vejaciones ocurridas en Senkata como consecuencia del actuar represivo de las FFSS y FFAA y la posterior impunidad e encubrimiento de las demás autoridades judiciales, policiales y administrativas
4) Que ha existido ausencia total del estado en brindar alguna respuesta e información a los familiares
5) Que no existe investigación judicial de ningún tipo.
6) Que sobre la desgracia de la perdida de seres queridas, algunas instituciones de salud le están reclamando el pago de los insumos y de la atención sanitarias, de personas finalmente fallecidos.
7) Que se han sufrido numerosas detenciones arbitrarias, imputaciones judiciales fraguadas con pruebas falsas montadas por agentes del Estado y paraestatales.
8) Que se observan situaciones de persecución política, sobre la dirigencia social, sindical y política, lo que es incompatible con establecer un acuerdo de paz para restablecer la democracia. No hay paz con impunidad.
9) Que numerosos testimonios han denunciado torturas a niñas, niños adolescentes y adultos mayores
10) Que entre los casos recepcionados, hemos recolectado testimonios que refieren haber encontrado dos cuerpos de mujeres violadas y atacadas sexualmente en vida y luego de su muerte. Asimismo, testimonios que refieren haber visto cuerpos mutilados y desmembrados.
11) Que hay amenazas a los abogados particulares y que las defensorías públicas no están cumpliendo su función de defensa de víctimas y perseguidos penalmente por falsos delitos.
12) Que hay numerosos casos de delitos de violación y agresiones sexuales sobre niñas, niños y adolescentes. En particular hay 3 niños y adolescentes con capacidades especiales que están detenidos ilegalmente.
13) Que hasta el momento hemos relevado casos de heridos alojados en sus casas, y frente al peligro de la detención y la no atención correspondiente en hospitales y clínicas están sobrellevando esta penosa situación con total desamparo por parte del estado.
14) Que existen casos de heridos que se han hecho presente en el lugar para denunciar heridas de balas de plomo de origen de las FFSS y FFAA, efectuadas en 11 de noviembre del presente año en el marco de represiones a la resistencia al golpe.
15) Que las fuerzas policiales hicieron uso de la fuerza de modo indiscrimado en distintos puntos de la ciudad de El Alto, Departamento de La Paz.
16) Que en muchos casos se les ha negado la atención médica de emergencia en razón de su ideología política
17) Que en el Hospital Holandés existen personas que no han podido ser operados por falta de recursos que debería garantizar el estado. Que en el Hospital Coreano el día 11 de noviembre ingresaron 12 personas heridas de bala de fuego.
18) Que todo lo registro hasta ahora refleja en profundidad que la actuación represiva y la violencia ejercida tiene su fundamento principal en el odio racista hacia el pueblo y naciones indígenas que integran el Estado de Bolivia.
19) Que fue sistemático el incendio de casas de dirigentes identificados con el MÁS y líderes políticos populares.
20) Que es central que el estado, toda la comunidad y las organizaciones populares resguarden la integridad y acompañen la situación de los heridos y su restablecimiento, así como su protección en condición de testigos fundamentales en las investigaciones.
20) Que Abogados y referentes de la delegación se han dirigido a visitar heridos a hospitales y casas de familias víctimas. Visitamos también a la SENADORA del MAS por Chuquisaca, María Elizabeth Oporto Balboa quien se encuentra en Huelga de Hambre desde hace 6 días, hasta la aprobación de una Ley que reafirme el ejercicio de los derechos y garantías del pueblo boliviano.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Entrevista a Beto Pianelli


Se avecinan pujas muy importantes”

Por Mariano Pacheco

Entrevista al líder de Metrodelegados Beto Pianelli. Definiciones sobre el rol del sindicalismo en la Argentina que viene, la unidad del movimiento obrero y los matices entre kirchnerismo y peronismo.


En esta conversación con revista Zoom el secretario general de la Asociación de Trabajadores del Subte y el Premetro (AGTSyP), Beto Pianelli, se despacha sobre cual entiende que deberá ser el rol del sindicalismo en la Argentina que se viene, nos cuenta por qué se hizo kirchnerista, los motivos de por qué no se asume peronista y qué piensa de la unidad del movimiento obrero, en una sola CGT, luego de haber sido parte de la experiencia de los Metrodelegados y conformado un nuevo sindicato que se fue de la Unión Tranviaria Automotor hace ya una década.

Beto pianelli nos recibe en las instalaciones de la Asociación de Trabajadores del Subte y el Premetro, situada en el barrio porteño de Boedo. Tras un recorrido por el lugar, donde con orgullo va contando que por allí funcionan las secretarías, que ese otro sitio se realizan los Planarios del sindicato, que ese salón se hacen las reuniones de delegados y Comisión Directiva y que en aquella otra sala suelen realizar encuentros de formación, el Metrodelegado atiende algunos llamados, cruza algunas palabras con parte de sus compañeros y compañeras presentes en el lugar e invita a pasar a una oficina, no sin antes mostrar la radio. Por las paredes pueden verse cuadros, posters, afiches. Hay fotos de Ernesto Guevara y de León Trotsky, símbolos de la hoz y el martillo pero también rostros como el de Cristina Fernández, junto a él, en un cuadro del que cuelga un pañuelo verde con la consigna “Aborto Legal, Seguro y Gratuito”, una estatua de Simón Bolivar, un afiche de Rodolfo Walsh o un poster del Espacio Latinoamericano de Metroviarios. En Bermudas y con una riñonera colgando, la charla se extiende hasta que, pasada ya más de una hora, el grabador se enciende y comienza formalmente la entrevista.


¿Cómo ves la Argentina que se viene?

La Argentina que se viene es de una situación extremadamente difícil y en la cual se avecinan pujas muy importantes. Vamos a tener la deuda externa más grande de nuestra historia, con vencimientos imposibles de pagar. El gobierno de Alberto va a intentar negociar eso, pero hay que ver si puede, porque estamos acá, en este contexto del continente. Venimos de alzamientos muy fuertes en Ecuador y Chile, y un golpe de Estado fascista en Bolivia. Es una situación de mucha tensión, en donde un neoliberalismo que parecía quedarse para consolidarse entró en crisis y se avecinan posibilidades de nuevos gobiernos populares, pero la situación está abierta. Pensar que las potencias imperiales no van a querer arrodillar al gobierno argentino sería un poco ingenuo.


¿Y qué rol puede jugar en ese contexto el sindicalismo?

Creo que el sindicalismo, en primer lugar, debería lograr un programa común que establezca que esta crisis, este festival que se dieron los neoliberales en estos cuatro años no lo paguemos los trabajadores. Esto es: tensionar para que, de ahora en más, no seamos los trabajadores los patos de la boda. Es decir, que sabiendo las limitaciones, se pueda renegociar con el FMI y tomar medidas económicas a favor de las mayorías populares. Eso debe ser el sindicalismo: un polo de tensión en esta puja, que no es sólo argentina sino internacional. Por eso, más allá de las buenas intensiones, lo que se pueda hacer dependerá de las relaciones de fuerzas que existan a la hora de avanzar. Creo que el sindicalismo tiene que tener una posición independiente. ¿Vamos al pacto social? Vamos, pero con un programa propio. Por ejemplo, además de la recomposición salarial tenemos que avanzar en una legislación que, por lo menos, reduzca la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, para generar más empleo; que el Estado genere plan para gestar nuevos puestos de trabajo. Y eso implica sentar en una mesa al sindicalismo, pero también a las Pymes y a las organizaciones sociales. Eso, más el rol histórico que tiene que jugar el sindicalismo, que uno a veces en Argentina duda que lo juegue, que es la defensa –individual y colectiva-- de los trabajadores. Y esto no se reduce a las conquistas típicas de salario y condiciones laborales, que por supuesto no se pueden abandonar, sino también un plan de obras para viviendas, por ejemplo. Hoy el sindicalismo tiene que tener una posición mucho más política; está llamado a no quedarse solamente en los marcos de la actividad sindical cotidiana sino también intervenir en los debates políticos, porque está demostrado que lo que ganás hoy lo podes perder mañana, si no tenés voz para pelear y definir que se apliquen políticas de fondo, estructurales, estás en un problema.


¿Qué pasa con la democracia sindical? Vos venís de toda la experiencia de los metrodelegados, que tuvieron fuertes peleas al interior de la Unión Tranviaria Automotor y luego armaron un nuevo sindicato, que hoy está en la CTA de los Trabajadores. Y sin bien en Latinoamérica la cuestión indígena y de los movimiento sociales suele estar en primera plana, aquí el peso del sindicalismo sigue siendo muy fuerte, aún después de todos los golpes recibidos por las políticas neoliberales, de la dictadura a Cambiemos, pasando por Menem. ¿Qué análisis podés hacer hoy del sindicalismo argentino, puertas adentro?


Nosotros no inventamos nada tampoco, pero surgimos haciendo un sindicalismo que, en el país, había quedado bastante desactualizado. El tema de la democracia es importantísimo, pero sobre todo nosotros surgimos peleando y defendiendo los intereses de los compañeros y, fundamentalmente, apostamos a correr los horizontes de lo posible. Fuimos a contramano y tuvimos la suerte de lograrlo, pudimos lograr la conquista de la reducción de la jornada laboral, por ejemplo, pasar a trabajar seis horas diarias cuando había gente dispuesta a trabajar 14 horas porque no había laburo. Tuvimos momentos políticos, suerte, una capacidad y también una visibilidad que otros gremios capaz no tienen. En ese sentido, yo diría que –como casi siempre en nuestra historia-- hubo por lo menos dos grandes tipos de sindicalismo: el de unos que peleaban y el de los que no peleaban y pensaban que, pactando con sus enemigos, iban a sufrir menos. En los noventa fue así: se gestó un polo en la calle entre la CTA, la Corriente Clasista y Combativa, el MTA que dirigía Moyano. Después viene De La Rúa y, en 2003, Kirchner, que nadie se lo esperaba. Y el sindicalismo no se preparó para ese proceso, y le constó entenderlo. Entonces la CGT se parte, la CTA se parte y el sindicalismo jugó un rol secundario en los doce años kirchneristas. El macrismo nos encontró a determinados sectores –fundamentalmente las CTAs encabezadas por Yasky y por Michelli y la Corriente Federal. Luego se sumaron otros: Moyano, el SMATA. Obviamente, estamos ante siglas, nombres, estructuras de otras épocas. Mi novia, cuando le digo que voy a la CTA me dice: “¿vas al parripollo? ¿Vas a alquilar un VHS? Y tiene razón, son estructuras que responden a fenómenos de otra época. De ahí viene esta postura de querer salir a discutir la necesidad de la unidad del movimiento sindical, y de todo el movimiento obrero, con las cooperativas de los movimiento sociales, pero empecemos con la unidad del movimiento sindical.


¿En el caso de ustedes sería ir a una unidad con los sectores con los que históricamente se enfrentaron, como la UTA?

Si vos haces unidad es con los distintos, sino no es unidad. Cristina lo dijo claro: “unidad hasta que duela”. Y a veces duele mucho. En la CTA somos todos amigos, el tema es cómo construir con el diferente. Y obviamente, la unidad en la CGT es con la UTA. Nosotros pensamos que la UTA no tiene nada que hacer en el subte, y ellos opinarán lo contrario. Esa disputa seguirá, o no, la dejarán. No sé: nosotros no la vamos a dejar. Hay una unidad que se fue expresando en la calle, en las peleas contra el neoliberalismo; hay una unidad que se expresó en Lanús, en el Congreso de la CTA, donde no sólo estaba Alberto Fernández y Verónica Magario, sino también hugo y Pablo Moyano de Camioneros, Mario Manrique del Smata, Amichetti de Gráficos, Palazzo de La Bancaria, pero bueno, después hay sectores que no quieren la unidad. Nosotros no la vamos a dejar de buscarla, pero eso sí te digo, así como están las siglas hoy en día, son más una traba que otra cosa.


Más allá de las siglas uno podría pensar que hay diferencias programáticas. Digo: más allá de los ejemplos que mencionás, durante el macrismo se cuestionó muy fuerte, por lo menos, a sectores hegemónicos del sindicalismo, por su inacción, o su acción retardataria, mientras los feminismos y la economía popular contribuyeron a todo un dinamismo en estos años, junto con los derechos humanos. 
 

Yo creo que son los cuatros fenómenos, incluido el sindicalismo.
Y los movimientos sociales también tuvieron momentos en que no quisieron movilizar, como cuando hicimos la Marcha Federal, porque tenían un acuerdo con Carolina Stanley. Y no lo digo criticando, uno hace acuerdos, y a veces, esos acuerdos te sacan de la calle. Yo también voy al ministerio de Trabajo y hago acuerdos. Cuando fue la Marcha Federal Docente no sólo los “Gordos” no se movilizaron, sino tampoco esos movimientos sociales. Después en diciembre de 2017 nos encontramos todos en las calles enfrentando a la policía. Estaba Daer, el de alimentación, por ejemplo. Ahora, si los tenes que analizar en términos políticos, generales, y me preguntás: ¿por que Macri duró cuatro años? ¿Por qué la dictadura más cruenta de nuestra historia duró siete años?, bueno, diría que, como vos dijiste hace un rato, Argentina tiene un movimiento sindical poderoso, hay movimientos sociales que son los herederos de los sindicatos cuando los trabajadores se quedaron sin trabajo y tenemos organizaciones de derechos humanos gigantescas, que intervienen sobre los paradigmas sociales de la gente, pero sobre todo, tenemos el movimiento sindical. Nosotros tuvimos cuatro meses de conflicto en el subte, camioneros casi seis meses, a los docentes y a los bancarios los estuvieron jaqueando. A esos cuatro el gobierno los buscó liquidar. A los otros no, con los demás negoció. Con los movimientos sociales negoció, un tiempo, claro, después los atacó, cuando ya no cumplían las expectativas que se habían generado. Ahora, entre estos actores heterogéneos que han estado en la resistencia hay que buscar puntos de acuerdo para ir para adelante.

¿Y este planteo de conformar un Sindicato único de la Economía Popular por parte de los diversos sectores del precariado como lo ves?

Yo sostengo la posición histórica de la CTA de que los trabajadores que no están bajo una relación salarial se tienen que organizar igual al interior de una central sindical. Lo que hay que discutir después es con qué política. Lo que hay que discutir, que es una cuestión teórica y no sólo de acá sino internacional, por el avance tecnológico y la robótica, la informática, y que en una época se hizo una discusión famosa bajo el nombre del título de un libro, El fin del trabajo, y en ese marco hay todo un porcentaje de la población que sobra. Dicen fin del trabajo mientras toda otra gente trabaja 14 horas por día. Está bien, todo avance tecnológico implica que se requiera menos fuerza de trabajo. Pero la discusión no es esa, sino cómo se enfrenta esa situación. Hay sectores del imperialismo incluso que dicen: “donemos el 2% de nuestras ganancias y otorgamos un subsidio por existencia para todos aquellos que no van a entrar nunca al mercado laboral”. Estarían dispuestos, grandes conglomerados internacionales lo harían, no porque les importa que la gente coma y tenga más o menos un lugar digno donde vivir sino porque temen que algún día los vayan a buscar a donde viven ellos. Y hay sectores de las izquierdas que dicen lo mismo. Y eso rompe con una mirada histórica que tienen que tener los trabajadores, que es que el trabajo es un ordenador social, en principio. Entonces hay que hacer eso: el trabajo necesario que exista hay que dividirlo por la cantidad de personas que pueden realizar ese trabajo. El tema central no es el subsidio por existencia, como dicen en Europa, pero eso puede ser una táctica, la estrategia tiene que ser repartir las horas de trabajo, y la reducción de la jornada de trabajo es una discusión cultural, además de política, de creérsela. En algunos lugares del mundo les parece una locura que no tengas que pagar para atenderte en salud, o para estudiar. Acá, desde el peronismo a esta parte, nos resulta incomprensible que haya que pagar para estudiar, no nos pudieron convencer. Son luchas culturales centralmente.


Para finalizar, y teniendo en cuenta que sos un dirigente sindical que proviene del campo de las izquierdas, ¿qué quiere decir para vos el peronismo?

Bueno, en primer lugar te diría que el peronismo tiene que ver con mi historia familiar. En casa, durante la dictadura, se brindaba con un “Viva Perón, Abajo la dictadura” y que después supo entender cómo el peronismo salió de la dictadura y no se lo votó ni en los ochenta, con ese peronismo de Luder o de Herminio Iglesias, o de la socialdemócrata de la renovación y mucho menos con Menem. Yo ingresé a la política en ese contexto, en el que era muy difícil hacerse peronista. Entonces mi búsqueda fue por la izquierda, durante todos los ochenta y también los noventa. En mi vida, la significación del peronismo es para olvidar. NO veo nada progresivo en el peronismo desde finales de la dictadura hasta 2003. Yo viví al peronismo como partido del régimen, no el hecho maldito que vivió mi viejo. Yo me hice kirchnerista, pero no por el peronismo. Al principio Néstor apostó a la transversalidad. Después por el PJ, sí, pero al inicio apostó por la transversalidad. Si me preguntás mi mirada más ideológica, más paradigmática, coincido con el libro de Alejandro Grimson. No por casualidad militamos muchos años juntos. Lo veo como un fenómeno contradictorio, que precisamente da nacimiento a un fenómeno que es quizás el más importante de la historia argentina, que no es el peronismo sino el anti-peronismo. A mí me ordenó la discusión política el antiperonismo, del que supe que tenía que estar en contra, siempre. Yo no me hice kirchnerista por Néstor, sino por la Sociedad Rural, por las cacerolas que vimos marchar por la avenida Santa Fe. Te lo digo porque nosotros teníamos un plan de lucha y cuando vimos eso lo levantamos, y fuimos al acto de un gobierno al que hasta ese momento habíamos criticado y con el cual estábamos enojado porque no nos había dejado cortar el Puente Pueyrredón, no nos había dejado llegar a la Plaza de Mayo. Pero cuando vi a la Sociedad Rural con la 125 me definí, y ahí me reencontré con muchos compañeros. Yo peronista no soy. Si hubiera vivido en el 45 seguramente hubiese sido peronista, pero hoy me identifico como kirchnerista.

jueves, 28 de noviembre de 2019

LAS PASIONES ALEGRES Y LA MARCHA DE LA GORRA


Hoy en Córdoba se marcha
Por Mariano Pacheco


En alguna oportunidad había puesto a circular este textito, que ahora comparto nuevamente porque creo que no ha perdido actualidad, si de lo que se trata es de reinventar nuestras existencias más allá (y más acá) de los modos estatales de entender la vida
En ciudades como Córdoba rige una lógica de “policialización” que se acopla a las típicas costumbres que nos sujetan: modelo familiar y de pareja, de amistades, etcétera. Modos que nos sujetan y nos atan a los modos de habitar la ciudad que nos proponen desde el poder. Es que en el capitalismo contemporáneo no solo estamos sujetos a una estructura que no se sostiene en la economía (trabajar), y en la política entendida como gestión (votar los mejores representantes), sino también en una serie de costumbres que implican la distensión, la diversión y el ocio (cada vez menos creativo).
Si aquello que el filósofo Baruch Spinoza denominó como pasiones tristes implica “separar a un cuerpo de lo que puede”, el Código de Convivencia (que suplantó al tan cuestionado “Código de Faltas” que rigió por años en la provincia) no es más que una expresión descarnada de estos afectos. Por eso tal vez la Marcha de la Gorra puede ser pensada como un ejercicio de despliegue en el territorio, que pivotea sobre las pasiones alegres de los colectivos y personas movilizadas. Porque trazar líneas de fuga, salirse de la norma que rige el modo de transitar la ciudad implica también gestar nuevos espacios-tiempo. Porque los códigos anclan. Reglan los lugares. Fijan los cuerpos. Anudan a los sujetos a una lógica determinada (pre-determinada). Los devenires, en cambio, trazan líneas desde las cuales es posible huir a las cuadriculas que los de arriba intentan todo el tiempo imponer para reglar nuestras conductas, para limitar nuestra imaginación.
Devenir imperceptible, entonces, como una apuesta por gestar nuevas cartografías, trazar nuevos recorridos, conjurar los impedimentos que el Estado, a través de sus códigos, nos impone en la circulación por la ciudad.
Se trata entonces de imaginar modos de interrumpir la “normalidad” de nuestra cotidianeidad.
Pensar-sentir-imaginar-crear una nueva cartografía donde desplazarse, ya no de un punto fijo a otro, sino experimentar nuevos modos de ser y habitar, el tiempo, el espacio, los afectos.

viernes, 22 de noviembre de 2019

CHILE: LA REVOLUCIÓN DE LOS MANSOS


 Por Mariano Pacheco*

Tras un mes de revueltas, Chile avanza hacia una reforma constitucional que puede poner fin al experimento que inició Pinochet: el Neoliberalismo Institucional. Desigualdad, impunidad e inclusión social, en el centro del debate. La cuestión mapuche en la revuelta. Testimonios de Caren Tepp y Pedro Cariman,


La convocatoria a una Asamblea Constituyente está en el centro del debate político chileno en estos días. No es para menos, si se tiene en cuenta la “constitución pinochetista” que rige los destinos el país, por un lado, y por otro, que los países que en los últimos años han logrado niveles de profundización de los procesos de cambio (Bolivia, Venezuela, más allá de las actuales dificultades que atraviesan) han realizado reformas políticas y constitucionales.

La rebelión más grande y pujante de la historia de Chile ya lleva más de un mes. Y nada indica que las aguas vayan a aquietarse a la brevedad.
Hay algo del orden de la comprensión de las temporalidades, y su trastocamiento, que se torna fundamental a la hora de hacer un análisis crítico del estado actual de la situación Chile. Es obvio que hay una agenda popular que puja por cuestiones que parecen difíciles de concretarse, así como también es importe subrayar que es la revuelta, la rebelión que se sostiene desde hace más de un mes, la que posibilita que, aquello silenciado durante décadas, hoy pueda circular a gritos en un contexto en donde la excepción puja por sostenerse en pos de que el retorno a la “normalidad” se desarrolle por los carriles menos normales. Chile está en deliberación, y ahora se escucha con atención lo que en circunstancias “normales” se rechaza de antemano, sostuvo el historiador argentino Ariel Petruccelli hace unos días, en una nota en la que destacó que, si bien puede decirse que la rebelión carece de conducción y de estrategia, tiene sin embargo algo muy parecido a lo que en un lenguaje político más clásico suele llamarse “un programa”. Y enumera cinco puntos. A saber: 1) Renuncia del presidente Piñera; 2) Convocatoria a una Asamblea Constituyente; 3) Rechazo a las jubilaciones privatizadas; 4) Rechazo a la educación privada; 5) Exigencia de una educación pública gratuita y de calidad. Hay otros puntos, por supuesto, pero estos serían los centrales.
La cuestión de la impunidad es uno de ellos, en un país donde ésta ha reinado por décadas: no se trata de avanzar en los acuerdos si, uno de sus precios, es dejar a un lado el juzgamiento de las responsabilidades del accionar represivo durante el último mes, en el que al menos veinte personas han sido asesinadas (o murieron por falta de asistencia, que nunca llegó por el bloqueo represivo), decenas han perdido parte de su visión producto del daño provocado por el impacto de balas de goma en alguno de sus ojos y, entre las y los numerosos detenidos, muchas mujeres han denunciado abusos sexuales por parte de los efectivos de las fuerzas de represión estatal.


Desacuerdos con el Acuerdo
Caren Tepp es concejala en la ciudad de Rosario por Ciudad futura, una fuerza de izquierda local que irrumpió en 2015 como “partido de movimientos” (sociales) que hoy cuenta con 5 concejales y, en alianza con el Frente Social y Popular, tres bancas provinciales de diputados. Mas allá de su pronunciamiento por la fórmula Férnández/ Fernández en Argentina, dicha fuerza política ha buscado establecer en los últimos años relaciones con expresiones municipalistas de distintos lugares, entre los que se encuentra Valpaíso. A partir del actual contexto y su reciente estadía tras la cordillera, Tepp destaca la participación activa y sostenida de la ciudadanía chilena en esta “puesta en cuestión del modo de vida neoliberal”, pero también, en la exigencia de reforma constitucional vía una Asamblea Constituyente en la que pueda expresarse la “gente común” y no sólo la “clase política”. De allí que el recientemente “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”, firmado tanto por sectores del oficialismo como de la oposición parlamentaria, haya sido cuestionado por amplias franjas de la ciudadanía movilizada, al punto de que haya llevado a una profunda discusión al interior de espacios políticos como el Frente Amplio, incluso con pronunciamientos como los de Jorge Sharp (Alcalde de Valparíso), quien presentó su renuncia al partido Convergencia social, junto a un grupo de militantes, por considerar erróneo que los integrantes del Frente amplio con representación parlamentaria firmaran el acuerdo.
En diálogo con este cronista, Tepp repasa los tres puntos claves de dicho acuerdo. En primer lugar, el mecanismo plesbiscitario, es decir, por quienes estará integrado el colectivo encargado de llevar adelante la reforma constitucional (lo que está en juego es si va a ser un 50% de políticos profesionales y un 50% de la gente común o si se abrirá un proceso más asambleario, con representaciones sociales amplias). En segundo lugar, la posibilidad de avanzar con el denominado proceso de “hoja en blanco”, a partir del cual no se reformen artículos determinados de la Constitución vigente (pinochetista) sino que se efectúe su derogación y se redacte una nueva carta magna. Y en tercer lugar, la cuestión del quorum, es decir, con qué cantidad de votos se deberá contar para aprobar los puntos debatidos.
Lo que está en juego, obviamente, es cuánto poder social se expresará en el proceso como para avanzar en una reforma constitucional en abierta confrontación con el neoliberalismo, donde los pueblos originarios, las mujeres, las juventudes y clases trabajadoras puedan tener peso frente a las corporaciones políticas de la derecha, que cuenta con los medios económicos y los medios hegemónicos de comunicación para instalar sus propuestas (o bloqueos a propuestas más radicales).


Mapuches en un Chile convulsionado
Los mapuches nos asumimos como una nación que es preexistente a los Estados. Y a pesar de haber transcurrido poco más de un siglo, es un hecho todavía muy reciente, y está presente en la memoria mapuche y es un valor que hace a la identidad política de nuestro pueblo saber que estamos en un territorio propio (que va desde el norte de la provincia de Buenos Aires hasta el otro lado del pacífico), que ese es nuestro país, con un nombre (Wall mapu), y un idioma propio”, comenta Pedro Carimán, activista del movimiento político-social mapuche, integrante de Kizu Iñciñ (Organización Mapuche en la Universidad Nacional del Comahue), quien coordinado cursos de Historia, Lengua y Cultura Mapuche y se desempeña como docente de Historia en el nivel medio.
En diálogo con este cronista, Cariman denuncia un “colonialismo intensivo interno” presente en ambos lados de la cordillera desde finales del siglo XIX, situación –dice-- que no ha variado con los distintos gobiernos, más allá de que admita que, en sus discusiones, suele estar presente la diferenciación del tipo de corriente política que asume la gestión estatal, ya que no les parece lo mismo que gobierne una u otra. Pero advierte: “no vemos reflexiones serias, profundas, respecto de qué implica vivir en Estados que se han construido como monoculturales, cuando en la realidad socio-política son Estados plurinacionales”. Cariman argumenta que si bien hoy en día, en Chile, se dice “no son 30 pesos, son 30 años”, desde el Wall mapu se sostiene que son muchos más los años de padecimientos. “La represión que ahora se ve en Chile los mapuches la padecemos desde hace más de cien años. Y si bien en la época de la Unidad Popular de Salvador Allende se abrió una perspectiva muy interesante, no se concibió la cuestión mapuche como una entidad nacional específica, sino como indígenas-campesinos, en el mejor de los casos”.
Consultado acerca de las posibilidades que abre la situación de crisis actual por la que atraviesa Chile, el militante mapuche argumenta que, desde un punto de vista social, entre trabajadores que enfrentan políticas neoliberales y mapuches se pueden encontrar varios puntos de contacto, en post de enfrentar de conjunto políticas que los afectan de conjunto. Pero insiste en que es necesario, asimismo, construir una nueva relación entre naciones. “Es muy interesante lo que está pasando dentro del Estado de Chile, pero también dentro del Wall mapu, donde se discute la perspectiva de los acuerdos que se están gestando –por muy progresistas que puedan aparecer desde determinados puntos de vista-- en la medida en que no contemplen nuestros derechos como nación”, argumenta, para luego rematar: “necesitamos respuestas de fondo y hoy se abre una perspectiva muy desafiante e interesante. Es una buena oportunidad para avanzar en un pacto entre naciones”.
*Nota publicada en Revista Zoom.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Bolivia: el dilema entre la sangre y el tiempo


Por Mariano Pacheco

La entronización de un régimen fascista y el exilio de Evo Morales reflotó un debate sobre el rol de los líderes bajo acoso político y social. Prehistoria de un golpe que dejará marca en la región.


La situación en Bolivia es incierta y la crisis desatada en el hermano país parece tener final incierto. En este contexto, las noticias varían a cada hora y cualquier tipo de afirmación categórica parece evaporarse con la misma velocidad con la que todo lo sólido se desvanece en el aire.

 
La crisis
Evo Morales, el primer presidente indígena de América Latina, se encuentra exiliado en México, junto con su vice, el intelectual de izquierda Álvaro García Linera. Ambos fueron recibidos este martes por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. El presidente López Obrador les ha otorgado el asilo político. “Estoy convencido de que sólo habrá paz cuando se va a garantizar la justicia social y nuestro peor delito o pecado es que ideológicamente somos antiimperialistas”, sostuvo Evo en su discurso al llegar a México.
Luego de varias horas de confusión y vacío de poder absoluto, la vicepresidenta segunda del Senado (la opositora Jeanine Añez) se autoproclamó presidenta e ingresó al Palacio Quemado con una biblia en alto. Según la senadora electa en 2010 por el partido Plan Progreso para Bolivia-Convergencia Nacional, tras la renuncia de Rubén Medinacelli (primer vicepresidente del Senado por el oficialista Movimiento Al Socialismo), su cargo es el siguiente en el orden de sucesión establecida en la Carta Magna.
Tras un primer momento de parálisis –que aconteció en medio de una “campaña sucia” sostenida por las principales empresas periodísticas del continente y los países centrales—los “ponchos rojos” y sectores masistas del Alto comenzaron a movilizarse en repudio al Golpe de Estado, que fue tal desde el minuto cero, pero que se prestó a confusión en determinados sectores a partir del anuncio de “renuncia” de Evo y Linera.
Con una discusión en torno a si el oficialismo había obtenido o no el 10% de diferencia en los comicios realizados el domingo 20 de octubre, la escalada de violencia y presiones contra el gobierno de Evo fueron en ascenso durante los últimos días. A la figura del ex presidente Carlos Mesa –principal contrincante del oficialismo en las elecciones—irrumpió la figura de Fernando “El Macho” Camacho (el líder ultraderechista del Comité Cívico de Santa Cruz), quien con un discurso religioso comenzó a incentivar la desestabilización del gobierno, mientras desde Estados Unidos, su presidente Donald Trump abalaba el golpe, expresando que los sucesos de Bolivia enviaban una fuerte señal a “los regímenes ilegítimos en Venezuela y Nicaragua”.


América Latina y el Nuevo Orden Mundial
Cuando Evo Morales ganó las elecciones que en Bolivia lo llevaron a la presidencia, desde enero de 2006, lo hizo a través del MAS, que no era un partido más sino la sigla de lo que entonces se entendía como el “Instrumento Político de los Movimientos Sociales”. Dichos movimientos habían sido los grandes protagonistas del ciclo de luchas populares que –desde mediados de la década del noventa del siglo pasado—se expandieron por todo el continente, desde los zapatistas mexicanos hasta los piqueteros argentinos, pasando por las rebeliones indígenas en Ecuador, las ocupaciones de tierras de los campesinos en Brasil y la profundización del proceso político que, con Hugo Chávez Frías a la cabeza, se venía desarrollando en Venezuela desde 1999, y que en 2002 –tras un golpe de Estado fallido derrotado por la movilización popular— se radicaliza en nombre de lo que se conocerá como la “Revolución Bolivariana”.
En la Bolivia indígena serán los acontecimientos conocidos como “La Guerra del Agua” y “La Guerra del Gas” (2000 y 2003, respectivamente), los que llevarán al régimen a una situación de agonía, con la renuncia de varios presidentes. El entonces diputado cocalero Evo Morales, y el intelectual de izquierda Álvaro García Linera se ponen a la cabeza del desarrollo de una estrategia electoral que culmina con un triunfo en 2005, en el contexto regional en el que los gobiernos neoliberales son derrotados en varios países, abriendo paso a lo que se conoce como el “ciclo de los gobiernos progresistas”, muy disímiles entre sí, pero con el denominador común de poner en entredicho el “Consenso de Washington” de la década anterior: el Brasil del Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva y Dilma Rousseff (un ex obrero metalúrgico y una ex guerrillera y presa política); el Uruguay del Frente Amplio de Tabaré Vázquez y José “Pepe” Mujica (ex intendente de Montevideo y ex jefe de la guerrilla tupamara, además de emblemático preso político durante la dictadura); el Ecuador de Rafael Correa (); la Argentina de Néstor Kirchner y Cristina Fernández (provenientes del peronismo que abrazan la causa de las Madres de Plaza de Mayo y los organismos de derechos humanos ni bien llegan a la presidencia), entre otros procesos.
La historia que sigue es bien conocida: Zelaya es secuestrado “en piyamas” en junio de
2009 y es despachado a Costa Rica tras el golpe militar; Fernando Lugo fue destituido por el Congreso de Paraguay en junio de 2012, cuatro años después de haber asumido; Dilma es destituida por el Congreso de Brasil en agosto de 2016, a cinco años de elección, mientras que el ex presidente Lula es encarcelado en 2018, luego de haber sido presidente por dos mandatos consecutivos (2003-2011); Argentina y Ecuador, que lograron permanecer más allá de los intentos de desestabilización de 2008 y 2010 (respectivamente), perdieron las elecciones en 2015 y 2016, dando paso a gobiernos conservadores como lo son los de Mauricio Macri y Lenin Moreno.
Obviamente, los países con procesos de movilización de masas más radicales previos a
la asunción de los gobiernos progresistas fueron los que tuvieron en mejores condiciones para enfrentar los embates: la Venezuela Bolivariana, aún con todos sus problemas, aún persiste, y la solidez de sus fuerzas armadas auguran una relativa ventaja sobre el resto de los procesos; Bolivia, contando con el apoyo del “Pacto de Unidad” que logró articular un amplio abanico de movimientos sociales, logró frenar la intentona golpista en 2007/2008. Pero desde allí transcurrió una década, numerosos intelectuales de izquierda y organizaciones sociales retiraron su apoyo al gobierno (ruptura del Paco de Unidad) y este golpe de Estado logra imponerse sin muchas dificultades, al no encontrarse con una resistencia abierta que se le oponga desde el minuto cero, e incluso con numerosos intelectuales de izquierda y organizaciones sociales coincidiendo con las derechas en sus reclamos contra el gobierno.
En tal sentido, Jorge Viaña (profesor de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz) sostiene que no se pudo parar el golpe “porque no hubo capacidad de movilización” popular en apoyo al gobierno.


El golpismo en Bolivia y los propios problemas
El golpe de estado, en gran medida, lo cambia todo.
Si bien algunos sectores permanecen sin reivindicar a Evo y otros en un silencio que no sintoniza con el repudio popular generalizado que se ha manifestado a nivel internacional contra lo acontecido recientemente en Bolivia, muchas críticas al proceso han pasado a un segundo plano en función de intentar frenar la violencia de la derecha. En tal sentido pueden leerse las declaraciones de numerosos sectores del feminismo boliviano (entre otros, la Asamblea Feminista y Diversa de Santa Cruz, y el Feminismo Comunitario Antipatriarcal), quienes condenaron el “fascismo” del “golpe cívico y religioso”.
En el contexto inmediatamente anterior al golpe, sectores del feminismo boliaviano criticaban las “machistas posturas conservadoras, capitalistas, racistas y religiosas” del gobierno y denunciaban que, “desde que se pactó la Constitución y la permanencia del latifundio con los terratenientes del Oriente”, se desconoció “lo deliberado por una amplia constelación de diputados constituyentes, varones y mujeres, de las diversas nacionalidades que habitan el país”. De la mano de esto, en palabras de Raquél Gutiérrez Aguilar (mexicana que vivió por años en Bolivia, e incluso conoció la prisión como presa política, junto a su compañero Linera), se ha criticado en años anteriores que “la mediación partidaria MASista” sostuviera la representación partidaria como “única forma de la actividad y participación política”.
Otros puntos de crítica a Evo fueron que –en primer lugar-- tras el resultado del “No” en el referéndum realizado el 21 de febrero de 2016 (cuando por cuarta vez el resultado fue negativo ante la consulta sobre las posibilidades de reelección), el gobierno avanzara de todos modos con la contienda electoral con Evo como candidato, y –en segundo lugar— no se contara con la transparencia necesaria el día de la elección del domingo 20 de octubre del corriente (cuando el conteo de votos se detuvo pasadas las 19 horas).
Así y todo, una vez sumergido en la crisis, es cierto que Evo Morales anunció la realización –nuevamente--, de las elecciones, y el llamado fue desconocido, en un camino sin retorno hacia el golpe de Estado, con una policía corrida de sus funciones y unas Fuerzas Armadas ya públicamente reclamando la renuncia del presidente, aun en funciones por mandato constitucional, incluso por un año más.


¿Vientos del sur?
La reciente liberación de Lula de la prisión en Brasil, el triunfo electoral de Alberto Fernández y Cristina Fernández contra Mauricio Macri en Argentina y la rebelión en Chile que aún pone en jaque el régimen político surgido tras la dictadura de Pinochet luego de la rebelión indígena acontecida en Ecuador hace unas semanas, parecían anunciar nuevos aires en Latinoamérica. El golpe en Bolivia, y el exilio de su presidente y vice en México, opacaron con creces cierto entusiasmo que pareció circular en amplias franjas de la ciudadanía.
Esta semana, la discusión sobre Bolivia ocupó no sólo la atención de los medios masivos de comunicación, sino de gran parte de la población argentina, que el martes se manifestó masivamente en las calles de Buenos Aires y otras ciudades del país, condenando al golpe y manifestando solidaridad activa con el pueblo boliviano y sus autoridades depuestas.
La discusión sobre los devenires neofascitas de un neoliberalismo que durante años enarboló las banderas de la “democracia” contra los autoritarismos de los populismos del siglo XXI y los totalitarismos del siglo XX pone sobre la mesa la inquietud en torno a cómo responder los embates violentos de las derechas cuando los instrumentos democráticos vigentes en los distintos países se muestran insuficientes.

Nota publicada en Revista Zoom.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Regreso al futuro


La germinación del triunfo peronista se nutrió con múltiple raíces. De las organizaciones sociales al feminismo, pasando por los gremios y la política de salón: senderos y bifurcadas del país que viene

Por Mariano Pacheco*

Cierta pereza intelectual produjo que mucha gente se sorprendiera del país que habitamos desde diciembre de 2015. Resultó más sencillo poner a circular slogns del tipo “Macri/ Basura/ Vos sos la dictadura”, o apelar a un imaginario dosmilunero que depositara las expectativas en construir la imagen de un Macri huyendo en helicóptero desde la Casa Rosada al par de meses de asumir, que realizar críticamente un análisis riguroso de la situación que estábamos atravesando y esbozar las estrategias necesarias para enfrentar la nueva situación. Sí, nueva, por más que el macrismo reactualizara una imaginación histórica (¡incluso hasta apellidos!) de lo más rancio de la clase dominante argentina, desde la Campaña del Desierto hasta la última dictadura cívico-militar.
Con un sindicalismo oscilante, más allá de su historia y el peso que aún conserva en Argentina (en términos comparativos con otros sitios de Latinoamérica: un peso fuerte), pero con un movimiento social pujante, los años macristas estuvieron signados por una fuerte ambivalencia: por un lado, una profunda ofensiva conservadora; por otro lado, una dificultad notable para construir una nueva hegemonía.
El primer desajuste entre lo empoderada que se suponía estaba la sociedad argentina en 2015 y la realidad vivenciada desde 2016, se expresa con claridad en la facilidad con la que el macrismo avanzó con sus políticas antipopulares durante las primeras semanas de gestión del Estado nacional, pero asimismo, cuando se comenzó a hablar de una “nueva hegemonía de la derecha democrática”, y de un posible ciclo de ocho años de Cambiemos (triunfo electoral de medio término en octubre de 2017), el fantasma de 2001 se hizo presente en un nuevo diciembre y ese 2017 culminó con lo que sería el principio del fin de la Ceo-cracia en el poder.


¿Qué ha pasado?
Demasiado cambiante, y muy acelerada la realidad de este país. Aun cuando parece que “no pasa nada”, suele suceder que en los lugares más imprevistos se está gestando por abajo la próxima revuelta, o al menos, un nuevo proceso en donde amplios sectores del pueblo argentino emergerán para mostrar que no están dispuestos a que los de arriba se lleven puesto el país como si nada.
Y lo inverso también es cierto.
Cuando parece que la insubordinación se puso en marcha, los ánimos se aplacan, y la normalidad retoma sus cauces.
¿Qué es esto? ¿Qué a pasado?, podría preguntarse un extranjero –pongamos por caso el politólogo sueco inventado por el periodista Mario Wainfeld-- que de seguro enseguida pedirá que se le explique el peronismo
Una explicación posible es que 2001 permanecía presente, como memoria, más no como programa. También que la recomposición institucional efectuada durante los años kirchneristas dejaron una huella profunda en los sectores populares y que ante una correlación de fuerzas tan adversas, primó en el sentido común la opción de derrotar por las urnas la ofensiva neoliberal. Cuánto contribuyó el quietismo de las direcciones sindicales y su sumisión constante a la gestión estatal para que esto así fuera no es motivo de esta nota, pero amerita una reflexión profunda que habrá que realizar, sobre todo teniendo en cuenta la identidad mayoritariamente peronista de esas direcciones sindicales, y el carácter abiertamente antisindical y antiperonista del macrismo.


Retrospectiva
El 10 de diciembre de 2015 Mauricio Macri asume la presidencia de la Nación, tras haber obtenido el triunfo contra Daniel Scioli en el ballotage del 22 de noviembre, con 51, 34% de los votos. Y ya el 22 de diciembre, a menos de dos semanas de haber comenzado su mandato, la “Revolución de la Alegría” reprime una protesta de trabajadores de Cresta Roja que defendían la continuidad de sus puestos laborales. El 15 de enero de 2016, como si fuera poco, Cambiemos inicia el año con un dato lejano a la capital política del país, pero de vital importancia en términos de lo que se vendrá para el movimiento popular: detienen en Jujuy a la dirigente social kirchnerista Milagro Sala.
El 2016 también comenzó con una ola de despidos en el sector estatal (que luego se extendió al sector privado), que se justificó bajo el pretexto de que las funciones públicas estaban llenas de “ñoquis” tras la larga década kirchnerista. Sin embargo, abril termina con lo que será la primera gran movilización contra el macrismo, en la que confluyeron las centrales sindicales (las dos CTA y las fracciones de la CGT), sectores del peronismo, el kirchnerismo y la izquierda, y los movimientos sociales. Unidad que volverá a manifestarse en marzo de 2017, con el acto en Plaza de Mayo que culmina con el palco copado por sectores intransigentes que cuestionaron a las direcciones sindicales bajo el cántico “Poné la fecha la puta que te parió” (en alusión al postergado Paro General) y en febrero de 2018, en una multitudinaria manifestación sobre la avenida 9 de julio.
Desde allí, y hasta diciembre del año siguiente, una serie de coyunturas encontrarán al precariado, los feminismos populares y los derechos humanos protagonizando masivas movilizaciones, que resultarán fundamentales para entender la dinámica del movimiento popular argentino, y el resultado electoral de agosto de 2019, donde un auténtico peronazo expresa en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) el fuerte descontento con el macrismo que se vino aculando, a paso lento pero firme, en estos años.


La vitalidad de las pibas
En junio de 2016, al conmemorarse un año de la primera movilización del #NiUnaMenos, bajo la consigna #VivasNosQueremos, una enorme cantidad de mujeres toma las calles del país y las muestras de adhesión por redes sociales virtuales multiplica el reclamo. Le sigue el Primer Paro Internacional de mujeres convocado en marzo de 2017 y, de allí en más, una enorme cantidad de mujeres, sobre todo jóvenes, se sumarán al histórico movimiento (que irá tomando cada vez más el nombre de movimiento feminista, junto a lesbianas, tras y no-binaries) que desde 1985 viene organizando los Encuentros Nacionales una vez por año y que en 2005 inicia la Campaña por el Derecho al Aborto Libre, Seguro y Gratuito, que en 2018 se trata en el Congreso y produce la denominada “Ola verde”.

La masividad del las doñas
En agosto, retomando la consigna de la CGT durante el último tramo de la dictadura (“Paz, Pan y Trabajo”), y relacionándola con la actual tríada planteada por el Papa Francisco (“Tierra, Techo y Trabajo”), unas 100.000 personas (cuya columna vertebral son las mujeres de las barriadas populares de las principales ciudades del país) marchan desde Liniers hacia Plaza de Mayo, en lo que será el inicio de un plan de lucha del precariado en acción, que culminará en diciembre, con un acto frente al Congreso de la Nación en donde las organizaciones sociales de matriz territorial encuentran el apoyo de la CGT en un reclamo que termina con la primera gran victoria popular frente al macrismo: la sanción de la Ley de Emergencia Social, que crea entre otras cuestiones, la figura del Salario Social Complementario, un ingreso mensual equivalente a la mitad de un salario Mínimo, Vital y Móvil que el Estado deberá abonar a cada persona que acredite como trabajador de la economía popular y se anote en un registro nacional. Es el inicio de la coordinación entre el Movimiento Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa y un diversidad de organizaciones que confluyen en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), conocido como el Tridente de San Cayetano.


Una fuerza intergeneracional
El macrismo implicó un período de cuatro años de permanente intento oficial por reinstalar la Teoría de los dos demonios. La ofensiva más grosera se produjo primero con el famoso “2x1” (en mayo de 2017), intentona judicial que buscó otorgar un beneficio de reducción de pena a militares condenados por cometer delitos de lesa humanidad durante la última dictadura. Pero la masiva movilización de repudio en todo el país logró obtener una pequeña pero a la vez inmensa victoria para el movimiento popular argentino, que logró hacer retroceder la medida judicial. Luego (agosto/septiembre del mismo año) el sabor amargo por la impunidad tras los asesinatos cometidos contra Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Si bien la movilización popular fue masiva y el repudio generalizado, el andamiaje estatal-mediático, en conjunción con una serie de microfascismos expandidos por el cuerpo social, mostraron con crudeza que hay una importante porción de la sociedad argentina que en el mejor de los casos calla en determinados contextos, pero que sale con toda su furia a mostrar los colmillos ni bien encuentra un contexto para expresar sus cataratas de odio a todo lo diferente de la norma “occidental y cristiana”.
Teñida por una serie de rumores y de situaciones confusas (confusión promovida por el Estado y repetida de manera a-crítica por las grandes empresas periodísticas, el “Caso Maldonado” junto con el 2x1 mostraron que la lucha en defensa de los derechos humanos es la retaguardia estratégico infranqueable del movimiento popular en Argentina.
Sin este movimiento en defensa de los derechos humanos (que data de fines de los años setenta), sin los feminismos (que tienen larga trayectoria pero un camino ininterrumpido recorrido desde mediados de los años ochenta) y sin el precariado (que se mostró con fuerza en estos últimos años pero que retoma la experiencia del movimiento piquetero de la década del noventa), resulta difícil entender el nuevo triunfo del peronismo en las elecciones nacionales de este año. Salvo, claro está, que quien pretenda entender sea un politólogo sueco, o un sociólogo noruego.

*Nota publicada en Revista Zoom

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Esteban Rodríguez Alzueta en Profanas Palabras


LA VECINOCRACIA EN CUESTIÓN.  
La policía necesita a veces que se le haga bullying”

 No toda la vecinocracia votó a Macri” arriesga Esteban Rodríguez Alzueta en esta conversación que sostiene con Mariano Pacheco, y retoma algunas reflexiones de su último libro (Vecinocracia. Olfato social y linchamientos, editorial EME, 2019), para referirse a la cuestión de la seguridad en la Argentina contemporánea: Alberto Fernández, su foto con Braian, las posibles líneas en el tema en el futuro gobierno, los movimientos sociales, los registros de escritura, y el compromiso y las tareas de quienes se dedican a la docencia y la investigación universitaria. Para el abogado y colaborador de los sitios Cosecha roja, Agencia Paco Urondo y El cohete a la luna, la vecinocracia es “aquella masa deforme, aislada y enclaustrada que los periodistas llaman la gente”.

MARIANO PACHECO (Conducción)
PABLO CERVIGNI (asistente de sonido)

PROFANAS PALABRAS.
Pasado y Presente de la Argentina y El Mundo.

El programa se emite en vivo, todos los martes de 16 a 17 horas por Radio Eterogenia.