sábado, 18 de febrero de 2017

En qué anda la izquierda argentina

MAPA ACTUAL DE LOS PARTIDOS Y ALIANZAS ELECTORALES*


Por Mariano Pacheco

Las alianzas electorales, la hegemonía del trotskismo y la fragmentación creciente más allá de las declamaciones de unidad.


Cada giro brusco en las coyunturas suele generar realineamientos y reacomodos de los distintos sectores políticos. Así, en la Argentina contemporánea, cada hecho de envergadura provocó no sólo volantazos en el progresismo, el campo de los nacionalismos populares y las izquierdas, sino también rupturas, reacomodamientos y nuevas rupturas.
Lo paradójico es que los fraccionalismos más acérrimos suelen producirse en nombre de la Uni/Dad. El fenómeno no es nuevo, y ya en los años setenta el poeta, sociólogo y ensayista argentino Néstor Perlongher había escrito un poema titulado, precisamente, “Siglas”, en el que hacía un recorrido por las variopinta cantidad de grupos de la izquierda de entonces.
Para caracterizar el mapa actual de la deriva de las izquierdas en el país, no puede obviarse que, tras la derrota de las apuestas radicales de las izquierdas setentistas (incluyendo en ellas a sus vertientes nacionales, populares y revolucionarias), y tras el breve desarrollo del Movimiento Todos Por la Patria en los años ochenta (experiencia que eclosionó tras el asalto al cuartel de La Tablada en 1989), la hegemonía de la izquierda argentina ha quedado en manos de la corriente trotskista, de la que haremos un intento de caracterización en las líneas que siguen.

La excepción a la regla
Una excepción de esta hegemonía del trotskismo en la Argentina de postdictadura fue el relativo auge que tuvo el maoísta Partido Comunista Revolucionario/Partido de los Trabajadores y del Pueblo (PCR/PTP) en la segunda mitad de la década del noventa, con fuerte inserción territorial y estudiantil y contando entre sus filas con algunos dirigentes populares de peso, como el jujeño Carlos “Perro” Santillán al frente del Sindicato Unido de Obreros y Empleados Municipales (SUOEM) y Juan Carlos Alderete liderando la Corriente Clasista y Combativa (CCC), uno de los dos referentes del eje “matancero” del movimiento piquetero. “Los chinos”, como los denomina la militancia, también conducían algunos Centros de Estudiantes en distintas facultades de universidades públicas y participaron activamente de las luchas estudiantiles a través de su Corriente Estudiantil Popular Anti-imperialista (CEPA) y era de las pocas (sino la única) fuerza de izquierda que contaba con un periódico semanal de tirada masiva (Hoy), que se podía comprar en cualquier quisco de diarios de la Ciudad de Buenos Aires. En el plano electoral, más allá de contar con personería para hacerlo, no se presentaron a elecciones, manteniendo una posición abstencionista, al menos desde su intervención de apoyo a la candidatura de Carlos Saúl Menem a la presidencia de la Nación en 1989. Más allá de la reaparición de la CCC como una de las tres patas de la mesa de coordinación de los movimientos sociales (junto con el Movimiento Barrios de Pie y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, la CTEP, donde conviven distintos grupos), desde la emergencia del kirchnerismo este sector de la izquierda tuvo poco o nula intervención política en las distintas coyunturas nacionales.

La rareza argentina
Sin lugar a dudas la emergencia de una izquierda trotskista con cierto peso en las luchas sindicales y las protestas sociales (Kraft y subterráneos, entre otras), con dirigentes reconocidos a niveles masivos (Myriam Bregman, Néstor Pitrola, Cristian Castillo, Jorge Altamira, Nicolás del Caño, Marcelo Ramal) y una intervención en los medios masivos de comunicación ha constituido una rareza en el mapa de las izquierdas, no solo Latinoamericanas sino también a nivel mundial.
Las principales fuerzas políticas del trotskismo en el país, desde abril de 2011 a hoy, confluyen en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), que en la actualidad cuenta con cuatro diputados nacionales y diputados provinciales en Buenos Aires, Salta y Neuquén y diputados, senadores y concejales en Mendoza, además de haber obtenido en elecciones anteriores representación parlamentaria en Córdoba. Integrado por el Partido Obrero (PO), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e Izquierda Socialista (IS), en el FIT confluyen hoy por hoy dos tradiciones distintas del trotskismo: por un lado el Partido Obrero, cuyo linaje se remonta a Palabra Obrera en los años setenta y por el otro el PTS/IS, ambos provenientes del viejo Movimiento al Socialismo (MAS), conformado en la postdictadura a partir de la experiencia morenista del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), que en los setenta tuvo como figura central a Nahuel Moreno, dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), fracción “La verdad” (la que no ingresó a la lucha armada junto a Mario Roberto Santucho).

Figuras como el diputado de Neuquén Raúl Godoy (PTS) o el militante asesinado Mariano Ferreyra (PO), fueron referencias de importantes luchas obreras como la de la ex ceramista Zanón, actual FaSinPat (Fábrica Sin Patrón) y la de los trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca. También los partidos integrantes del FIT cuentan o han contado en estos años con una importante presencia en el movimiento estudiantil, como la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) y ciertas comisiones internas de los sindicatos docentes, como en el Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA).
En las pasadas elecciones, el joven Nicolás Del Caño (PTS), que se impuso en la interna del FIT sobre el histórico dirigente Jorge Altamira (PO), fue uno de los seis candidatos (junto con Daniel Scioli, Mauricio Macri, Sergio Massa, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá) que se disputaron la presidencia, aunque su posterior llamado a vota en blanco en el ballotage entre Scioli y Macri les restó un importante apoyo y adhesiones.

No todo lo que brilla es oro
Más allá de lo inédito de esta emergencia del trotskismo en Argentina, lo cierto es que este relativo éxito antes mencionado no deja de expresar un porcentaje muy mínimo de la población y entre los sectores del movimiento obrero los espacios de representación son muy escasos. 
Por otra parte, más allá del apoyo relativo que han obtenido o están en vías de obtener por parte de otras fracciones de izquierda (sobre todo de parte de la denominada “Corriente Independiente” o sectores del guevarismo), lo cierto es que tampoco el FIT expresa, hoy por hoy, a la totalidad de expresiones de izquierda que apuestan por la vía parlamentaria (ni siquiera de la totalidad del trotskismo).
En noviembre del año pasado, por ejemplo, en las vísperas del primer aniversario de gobierno de Cambiemos, se constituyó un espacio de unidad entre el Nuevo MAS y el MST: “Izquierda al frente por el Socialismo”. En su primera declaración pública ya señalan que “el FIT viene actuando para dividir y no para unir”, tanto en el movimiento de mujeres como en el estudiantil, y denuncian que, en el terreno electoral, “el FIT se ha cortado solo, negándose a la unidad con fuerzas de la izquierda como las nuestras y otras que se reclaman anticapitalistas”.
Ni el Nuevo MAS ni el MST lograron en 2015 sortear las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Tanto el Frente Nueva Izquierda impulsado por el MST en la Ciudad de Buenos Aires en 2015 (liderado por el legislador porteño Alejandro Bodart como candidato a senador y el ambientalista Enrique Viale como candidato a diputado), como su principal dirigente Vilma Ripoll, candidata a diputada provincial por la tercera sección bonaerense (en el marco del frente Podemos, que presentaba las candidaturas a diputados de Juan Carlos Alderete de la CCC y la histórica referente de la lucha docente Marta Maffei, con el padrinazgo político de Víctor de Gennaro), quedaron fuera de la contienda electoral de octubre. Aunque sí el Frente Nueva Izquierda cosechó  los votos suficientes para poder presentarse en otras provincias como Entre Ríos, Jujuy, Santa Fe, Santa Cruz y La Pampa, a nivel del imaginario popular la izquierda quedó claramente representada en la sigla y las figuras principales del FIT, el único espacio de la izquierda –por otra parte-- que pudo presentarse no solo en Ciudad Autónoma y provincia de Buenos Aires, sino también en otras 17 provincias, en algunas de las cuales obtuvieron resultados inéditos para el trotskismo en el país: 11,54% en Salta y 9,40% en Jujuy.

La izquierda “no tradicional”

Otra vertiente que proviene del trotskismo, aunque ya no se identifica como tal, es la de Autodeterminación y Libertad, referenciada en la figura de Luis Zamora, quien sí logró superar las PASO en 2015, obteniendo un 3,38% de votos en la ciudad de Buenos  Aires, incluso sin haber organizado prácticamente ninguna actividad proselitista, más allá de algunas charlas con vecinos, o una “mateada” a modo de cierre de lista.
 Los intentos de la denominada Izquierda Independiente, o más recientemente Izquierda Popular, representada en Patria Grande, no logró que la candidatura a jefe de gobierno porteño que impulsó de Claudio Lozano, en el marco de la alianza “Camino Popular”, obtuviera el piso mínimo de votos en las PASO, aunque sí la del economista Itaí Hagman (candidato a legislador de la ciudad). En cambio en otras provincias, como Santa Fe, donde Patria Grande confluyó con otros espacios en el denominado Frente Social y Popular (que candidateó, entre otros, a Celeste Leprati, la hermana de Pocho, el docente asesinado el 19 de diciembre de 2001 en un colegio, quien entró como concejal), sí logró obtener representación parlamentaria, con dos diputados provinciales (Mercedes Meier y Carlos del Frade). En la ciudad de Rosario, además, otra expresión similar (el Frente Ciudad Futura, conformado por el Movimiento 26 de junio y Giros), obtuvo tres concejales.
 También desde el Movimiento Popular La Dignidad (que impulsaron, entre otras acciones, la Carpa Villera en la Ciudad de Buenos Aires en 2013), han lanzado su propio instrumento electoral, “Izquierda Popular” (cuyo nombre fue impugnado por el FIT bajo el argumento de que “se parece demasiado” a su propio nombre), quienes más allá de haber apoyado al FIT en las últimas elecciones (con situaciones particulares como las de Jujuy, donde el referente de la Confluencia del M.P La Dignidad/Katari estaba enfrentado con el principal candidato del FIT en la provincia) hoy se muestran con mayor predisposición, al menos en la zona metropolitana, a confluir con espacios como Ahora Buenos Aires, impulsado por Patria Grande y la agrupación Seamos Libres.
Al margen de esta caracterización que hemos realizado quedan los movimientos sociales y organizaciones de la Izquierda Autónoma que construyen sus políticas desde perspectivas más situadas, por fuera de las lógicas parlamentarias, y que sostienen una estrategia política a distancia del Estado, sin intervenir ni apoyar candidatos en las elecciones.
Como puede observarse, más allá de las proclamas de unidad, las izquierdas en Argentina se encuentran profundamente fragmentadas.
Quedará por verse si, al menos en el plano electoral, 2017 encuentra a estas fuerzas políticas unidas o dominadas por las lógicas de fragmentación.

*Nota publicada en la revista Zoom.

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