martes, 25 de julio de 2017

Julio 26: Evita, Copi y la ortodoxia peronista recargada


(Bloque “Libros y Alpargatas” en La luna con gatillo*)


Por Mariano Pacheco**


Año 2017, mes de julio. El Teatro Nacional Cervantes estrena dos obras de Copi. Una de ellas es la ya hace tres décadas polémica “Eva Perón”, en esta oportunidad dirigida por Marcial Di Fonzo Bo y protagonizada por el chileno Benjamín Vicuña.


Tras los anuncios, la Juventud Sindical Nacional de la Confederación General del Trabajo (CGT), que conduce Juan Pablo Brey (también secretario de Juventud y Protección de la Niñez de la central obrera), repudió la obra argumentando que la pieza teatral exhibe “una imagen irreal” de Evita y representa “una deshonra a su vivo recuerdo”. Para Brey, la puesta en escena se parece más a lo descripto por quienes en su momento alzaron la consigna “Viva el cáncer” (ante la enfermedad de Eva) que a lo que representó es mujer para los más humildes.


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En 1969, al publicar Eva Perón, Copi hace ingresar por primera vez en la literatura argentina a una Evita viva y con su propia voz. Lo hace de un modo extraño, puesto que la obra es escrita en francés, y en su estreno en París, el 2 de marzo de 1970, es protagonizada por un hombre. No en vano la obra de Copi como se hizo llamar, tomando el apodo de su padre, el historietista, dramaturgo y escritor argentino Raúl Damonte Botana–- sufrió un atentado en el Teatro L`Epée-de-Bois.
No quisiera, de todos modos, hacer un recorrido exhaustivo de esta obra en la cual Evita en una línea casi borgeana de interpretación del peronismo aparece como simulacro: no es mujer sino hombre (o, más bien, un travesti); no tiene cáncer sino que aparenta la enfermedad; no le importan sus descamisados sino sus camisas, joyas y vestidos; y, finalmente, no muere sino que mata a su enfermera, colocando el cadáver en su lugar y dándose a la fuga.
Me interesa de Copi, sí, que abra la puerta para que una Evita con vida y voz propia ingrese en la literatura. Porque por primera vez aparece una pieza que ya no se titula con evasivas, como en Juan Carlos Onetti (“Ella”), David Viñas (“La señora muerta”) o Rodolfo Walsh (“Esa mujer”), sino que lleva su nombre y apellido. Y posee, además, ese componente subversivo de presentar a Evita como un travesti.
En su libro dedicado a Copi, César Aira destaca que, en realidad, no hay nada que indique en la obra que el personaje es un travesti, más allá de ser interpretado por un hombre. Pero que, de todos modos, “su travestismo se sostiene en el sistema mismo: si no es la Santa de los humildes, la Abanderada de los Trabajadores (y esta Evita harto demuestra no serlo), tampoco necesita ser una mujer. La representación de la mujer es una mentira”.
Tengamos en cuenta que la del sesenta es la década en que aparecen las primeras cirugías para realizar cambios de sexo. Hace pocos años que el concepto de travestismo ha ingresado en la literatura y el psicoanálisis, y todavía pesa en cierto sentido común instalado en la sociedad la interpretación vigente en el campo de las ciencias médicas de comienzos del siglo, que planteaba básicamente que el travestismo, la transexualidad y la homosexualidad eran prácticas anómalas que se desviaban del modelo normal de conductas.
Es decir, que eran tal como plantea la antropóloga argentina Josefina Fernández en su libro Cuerpos desobedientes. Travestismo e identidad de género prácticas caracterizadas como enfermedades, “aberraciones sexuales” que era necesario tratar para corregir, conocer para curar.
De todos modos, tal como remarcó Marilú Marini, Copi no entraba en la “ideología gay”, ya que rechazaba los ámbitos que “guetificaban” (lo que no significa que no validara protestas o condenara injusticias. Algo similar a lo que sucede con la “condición gay” pasa con la “cuestión nacional”. Alguna vez Copi rescató la importancia de la educación argentina: “Nunca pensé en una sola carrera. Forma parte de mi educación, es así, una educación argentina. La educación del norte de América es mucho más especializada; si es ingeniero no sabe hablar de otra cosa que no sea la ingeniería, si es pintor no sabe hablar de otra cosa que no sea de pintura; las personas no saben más que una sola disciplina; se especializan; mi disciplina es un papel en blanco, es mi imaginación”, supo decir en una entrevista con José Tcherkaski, publicada luego en libro, bajo el título Habla Copi. Homosexualidad y creación. Pero también, en la misma entrevista, remarcó que trabajaba muy bien, en general, con “argentinos internacionales”. Es que tal vez Copi era de esos autores que tenían “algo” con el ser argentino. O más bien: que concebían al ser argentino como un no ser nacional. Sí, tal como destacó María Moreno en su artículo “La patria torcida”, publicado el 6 de julio de 2012 en Soy (el suplemento del diario Página/12), el ser argentino, como el yo freudiano, es “el producto de la repulsa y exclusión de toda diferencia” –bárbaros, mujeres, homosexuales, inmigrantes, disidentes políticos–, si el ser nacional es “no ser puto, ni torta, ni trans, ni inter, ni extranjero, ni pobre, ni loco, ni mujer”, bueno, entonces por qué rescatar el ser nacional.
Si a esa pregunta le sumamos el dato del ferviente antiperonismo de su familia (que se fue de la Argentina cuando Copi era aún un niño, “perseguidos” por el primer gobierno peronista), bueno, entonces tal vez la “Eva Perón” de Copi puede entenderse un poco más.

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Alguna vez Walter Benjamin sostuvo que, aquel intelectual crítico que no pudiese posicionarse debía callar. En tiempos de pastiche y mediocridad puede sonar “centrista” no quedarse ni en una posición ni en otra, pero tratándose del peronismo, ¿quien podría cuestionar una tercera posición?
Desde la trinchera radiofónica, que cada jueves sostenemos en vivo desde Córdoba (Argentina), para sumar nuestra mirada y nuestra voz al torrente de crítica política de la cultura contemporánea que intentamos sostener desde cada transmisión por internet, no queremos quedarnos ni en una posición ni en otra: ni en el festejo a-crítico de un peronismo que hoy se parece más a los mediocres contra los que desprotricaba Evita que al hecho maldito del país burgués que anunció John William Cooke, ni en el frívolo posicionamiento que hace del arte una expresión tan autónoma de la vida social que pareciera ser cosa de otro mundo.
Por el contrario, este “escritor cabeza” quisiera quedarse con una reivindicación del genio artístico de Copi, con la alegría de saber que hoy el teatro argentino vuelve a ponerlo en escena y con la convicción de que, en la historia de la literatura argentina, es mucho más interesante aquello que “los contreras” han producido sobre el peronismo que lo que el propio movimiento supo producir desde su interior (salvo algunas pocas y honrosas excepciones).
Que el arte provoque a la política y la haga pensar (así sea más allá de su escándalo) siempre es parte de un movimiento que, desde el pensamiento crítico, es importante saludar.

*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura (jueves de 19 A 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia: www.eterogenia.com.ar). Fanzine digital de actualización diaria:
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**Autor de Cabecita negra, ensayos sobre literatura y peronismo (editorial Punto de Encuentro, 2016).


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