martes, 15 de agosto de 2017

¿Qué tenemos para decir en esta coyuntura aquellos que no intervenimos en la disputa electoral?


De agosto a octubre: apuntes para pensar la coyuntura


Por Mariano Pacheco*
(@PachecoenMarcha)


Parece quedar claro que lo que se juega en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 13 de agosto no es las internas de cada coalición electoral sino la reconfirmación (o no) de las tendencias en las encuestas, de cara a la elección de octubre, que no planteará un cambio en las relaciones de fuerzas parlamentarias sino la validación (o no) en las urnas del proyecto de país instaurado en la Argentina desde diciembre de 2015, y sus posibilidades de profundización y consolidación. También parece haber quedado claro que la ofensiva conservadora en marcha sobre los sectores populares se asentó sobre ciertas bases estructurales de neoliberalismo inscripto en la gestión progresista del ciclo neodesarrollista, así como puso en evidencia las dificultades que los de abajo encontramos para oponer una barrera de contención a este nuevo proyecto de poder. Parafraseando al Colectivo El loco Rodríguez, podríamos afirmar que el triunfo electoral de un proyecto de país que históricamente se había impuesto por medio de la violencia directa implica una “derrota trasversal del campo popular”.
Sobre esta caracterización pensamos que debemos poder proyectar la resistencia popular anti-neoliberal asentada en una perspectiva que exceda las estrategias y las tácticas determinadas por cada grupo en particular. De allí que esconder las diferencias bajo el lema abstracto de la necesidad de la unidad popular, no aporte demasiado. Pensamos que debemos madurar cierto vínculo entre las organizaciones que permita poder asumir las diferencias en post de realizar acuerdos mínimos para cuestiones concretas
¿Qué tenemos para decir en esta coyuntura, entonces, aquellos que no intervenimos en la disputa electoral?
En primer lugar, se impone la necesidad de sostener una posición que remarque que las diferencias en el plano electoral no deberían poner en riesgo las posibilidades de coordinación en otras dimensiones. Por otra parte, asumir que si bien para muchos de nosotros la dimensión reivindicativa y la específicamente política no se nos presentan como escindidas (la lucha política es social y toda lucha social comprende una dimensión política), es necesario profundizar el proceso de politización de las bases de los movimientos sociales desde los cuales construimos. Si algo queda claro como balance de este primer año y medio de gestión Cambiemos es que no da lo mismo quien gobierne. Tampoco que podemos suponer que aquellos que son parte de determinadas luchas luego expresarán en las urnas una posición más o menos coherente con ese proceso de politización que vienen realizando. De allí que, si bien nuestra estrategia se sostiene sobre los pilares de principios como la autonomía y la construcción de poder popular (que implican una confrontación directa con este tipo de democracias –parlamentarias—que nos gobiernan), y nuestra táctica en esta coyuntura implica no disputar porciones del poder instituido participando de las elecciones de este régimen, procuremos de todos modos hacer los mayores esfuerzos porque, a la hora de votar, nuestras compañeras y compañeros no lo hagan por los candidatos de la casta política que concentra los pilares del proyecto de país al que nos enfrentamos. Si bien no realizamos campaña por ningún candidato, resulta fundamental que las bases de los movimientos sociales que integramos puedan discutir políticamente nuestra posición (la promoción de un proyecto sustentado en una democracia participativa y protagónica del pueblo), así como la necesidad de que, a la hora de votar, al menos se haga por los más cercanos, que no siempre son quienes comparten las luchas reivindicativas con nosotros, pero sí quienes comparten ciertas miradas respecto del país que no queremos y algunos rasgos del que anhelamos. O incluso, que puedan hacerlo por quienes consideran que pueden frenar en el ámbito parlamentario esta ofensiva conservadora, más allá de que de fondo nosotros cuestionemos la reducción de la política a la gestión y enfrentemos la concepción del “mal-menorismo”, aquella que sostiene que lo que tenemos que hacer es elegir por lo menos malo.
Por eso, insistimos, debemos desmoralizar al proceso electoral. No se trata de hacer una divisoria de aguas entre los buenos que no nos manchamos interviniendo en las elecciones burguesas y aquellos que declinan ante el canto de las sirenas, sino de entender que como organizaciones populares vamos tejiendo acuerdos y construyendo perspectivas divergentes, en donde algunos entendemos que poco aporta hoy al proceso de acumulación de fuerzas en función de un cambio social profundo participar de las elecciones, y otros, por el contrario, visualizan allí una posibilidad de ampliar su campo de intervención.
La construcción de la resistencia popular es para nosotros, finalmente, lo que podrá poner un freno a las políticas conservadoras en curso y no cómo quede configurado el Congreso o que caudal de votos obtenga cada fuerza política. Pero no podemos negar que la revalidación en las urnas del actual proceso en curso sería un freno a nuestras posibilidades de contagiar la bronca para transformarla en protesta.
Obviamente, si las condiciones socio-económicas empeoran tras octubre (y nada indica que así no vaya a ser), es factible que una porción importante de nuestro pueblo se sume a quienes ya venimos saliendo a las calles. Pero también sabemos que los malos gobiernos se incomodan pero no se sobresaltan si las luchas reivindicativas quedan sólo en ese plano. Por eso se nos impone cada vez más pensar en políticas de articulación popular más amplias que hagan confluir las protestas libradas por cada sector en particular en el camino de obtener algunas pequeñas victorias que mejoren nuestra calidad de vida (o al menos, que no siga empeorando) en pos de construir, alimentar, masificar y potenciar una política activa de resistencia popular anti-neoliberal.
*Editorial de la revista Venceremos, agosto de 2017.

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