lunes, 29 de julio de 2024

La Buenos Aires de Roberto Arlt: escritura y vida urbana

 

Por Mariano Pacheco*


Escribir, para Arlt, implica sobre todo caminar, deambular y, en ese trajinar, conversar, observar, registrar… Las Aguafuertes porteñas y la elaboración de una mirada sobre la ciudad.

 

 Roberto Arlt y las Aguafuertes porteñas

 

En mayo de 1928, tras su paso por la “Sección Policiales” del diario Crítica (1927) y la publicación de su primera novena, El juguete rabioso (1926), el escritor Roberto Arlt se suma a la aventura de El mundo, el diario que –entre otras cuestiones– inaugura en nuestro país un nuevo formato, el tabloide, más apto para una lectura urbana: el viaje en tranvías, subtes o colectivos, pero que además, está confeccionado a base de textos cortos que condensan la noticia, y pueden presentarla de manera clara, con titulares llamativos y un estilo que combina información y entretenimiento.

Al principio la sección se inaugura con el nombre de “El cuento de hoy”, pero para el 5 de agosto, junto a la firma R.A, aparecen las Aguafuertes porteñas, con las que su autor se transforma en el “periodista estrella”, el redactor más cotizado del periodismo argentino, característica que sostendrá durante casi una década y media, hasta su temprana muerte en 1942 (cuando contaba con tan solo 42 años).

Así, cada día, Arlt aborda en el diario la escritura de un tema, un personaje, una situación, que lo pondrá en diálogo con ese público masivo, amplio y ávido de novedades como lo era el de la ciudad de entonces. Y si digo en diálogo es porque la conversación no es sólo imaginaria: a la redacción llegan cartas y llamados telefónicos, de lectoras y lectores que elogian al cronista, sí, pero también lo cuestionan, o le hacen llegar sus propias historias y puntos de vista, que el escritor incorpora como parte de ese juego de escrituras y lecturas, de idas y vueltas entre El Mundo y ese público entusiasta. “Su extrema sensibilidad en captar los mínimos cambios y transformaciones convierte a su columna diaria en una caja de resonancias en la cual se cruzan todas las polémicas y debates del período. Nacionalismo y criollismo, idioma de los argentinos y lunfardo, Boedo y Florida, nueva sensibilidad y modernismo, teatro comercial y teatro de vanguardia: los tópicos de la Buenos Aires del veinte y treinta…”, escribe Sylvia Saitta en el prólogo a las Aguafuertes porteñas. Cultura y política; investigadora que en El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt, también destaca: “con el nombre avanza también la primera persona gramatical, pues si hasta entonces las afirmaciones pertenecían a un ´nosotros´ que alternaba con ´el cronista de la nota´, muy pronto Arlt asume una primera persona que convertirá ese espacio periodístico en el lugar donde volcar sus opiniones propias, sostener posiciones muchas veces controvertidas e intervenir en las discusiones culturales del momento”.

 

Buenos Aires: periodismo y política

 

Buenos Aires es entonces la ciudad más poblada de América latina, y se encuentra en pleno proceso de mutaciones. De allí que la escritura periodístico-literaria arltiana busque describir y explicar las permanencias, pero por sobre todas las co, las transformaciones de esa ciudad cosmopolita, esa urbe en pleno proceso de modernización periférica, con sus variaciones poblacionales, laborales, idiomáticas, arquitectónicas y en los modos y costumbres que le impregnan quienes la habitan, en muchos casos, provenientes de distintos sitios del mundo.

La cartografía se transforma así en una labor fundamental de su apuesta, que se traza en un ingenioso doble movimiento que no es el típico trazado de una línea de demarcación entre periferia pobre y centro opulento, sino en una valorización de ciertas zonas de ambos espacios: las caminatas por la calle Corrientes, experiencia que se opone al transitar por Florida; el recorrido por los barrios y plazas de la periferia en el que cierto mundo de rufianes tiene primacía frente al típico espacio de sociabilidad obrera. Y entre el centro y la periferia, el recorrido en transporte público (no hay en Arlt narración sin la acción del vagabundear, a diferencia de la inmovilidad que caracteriza al periodista tradicional). Es el desplazamiento entonces (la caminata o el viaje en tranvía, o incluso el paso por un café) el que dispara la escritura. Todos los sentidos se abren al abrir la escritura a la calle: no es sólo lo que se ve, sino también lo que se escucha, lo que se huele, lo que se siente, lo que se puede imaginar en ese contacto del escritor con la vida cotidiana de la gente común de Buenos Aires.

 

Viajes y revalorización de la vida porteña

 

Arlt encuentra en sus viajes al extranjero cuestiones que, en la propia ciudad, al parecer, no podía o no quería ver, o veía, pero no sabía o no quería terminar de plasmar en un papel. Así, por ejemplo, aparece con fuerza toda una mirada sobre la problemática del trabajo (en este caso: la explotación capitalista). Esto sucede particularmente cuando transita la periferia española, en los albores de la guerra civil, y al llegar a Madrid la crudeza de la lucha de clases que allí ve expresada perturba su mirada. La escucha también se agudiza, y la experiencia obrera conmueve. Pero ya desde antes, en su paso por Brasil, Arlt –por contraste– revaloriza todo el entramado organizativo obrero que existía en Buenos Aires y que no aparecían en sus textos, más concentrados en los márgenes (geográficos y sociales).

Quizás por eso a su regreso –que coincide con la nueva situación política que vive el país tras el golpe de Estado de 1930– su mirada y su escritura se trastocan. Arlt apela a la ironía para plasmar su denuncia y, luego, a un ingenioso uso de la ficción en el periodismo: deja a un lado la primera persona, desplaza el foco de atención de su personaje-narrador y abre paso a otros personajes creados por él para que la denuncia social tome voz, eludiendo la censura.

En textos como “Orejeando la censura” comenta jocosamente que nadie puede aludir que en un diario como El mundo haya censura, puesto que es posible escribir frases como “viene la primavera, y vuelan los pajaritos...”. Y en otros textos pasa directamente a la denuncia social, sobre todo referidas a la situación habitacional que se vive en las orillas de la ciudad, o sobre la crisis de la educación y la salud pública. Incluso llega a pausar la frecuencia de sus entregas (como en febrero de 1933), para pasar un mes entero dedicado a investigar la situación, sin enviar cada día sus Aguafuertes, y volver recargado, con un tono crítico y un estilo de interpelación a los poderes públicos, en una función de cronista-denunciante (como lo hace al rebautizar incluso la sección, bajo el nombre de “Hospitales en la miseria”).

Pero en Arlt, nunca, nada es simple, ni lineal. Por eso a su singular perspectiva de realismo crudo, le siguen inmediatamente textos como las “Aguafuertes teatrales”, que va a publicar desde mayo de 1933: pasaje del cronista-denunciante de los males sociales al crítico cultural, específicamente de una vida teatral porteña que ya lo había atravesado en su propia existencia, puesto que en junio de 1932 había estrenado en el Teatro del Pueblo su propia obra, 300 millones, pieza que surge inspirada por un simple dato que aparece en su vida mientras se desempeña como periodista de la sección policiales… anécdota que años después transforma en una obra de arte.

Por eso digo que escribir, para Arlt, implica sobre todo caminar, deambular y, en ese trajinar, conversar, observar, registrar, en fin, elaborar una mirada sobre la ciudad. Es en ese sentido que apareció siempre como un inclasificable, que puede ser catalogado como escritor, periodista, dramaturgo, sí, pero también, que puede ser comprendido como una suerte de etnólogo o de sociólogo profano, e incluso un psicólogo del porteño de aquellos años. Es que más allá de su vínculo con ciertos ámbitos culturales politizados, de izquierda (no olvidar sus textos en el periódico Bandera roja, o su crónica del fusilamiento del anarquista Severino Di Giovani), sus escritos no trazan una radiografía de las clases fundamentales de la sociedad de entonces, sino          que más bien transitan por sus bordes. Como alguna vez escribió Adriana Rodríguez Pérsico, el autor de las Aguafuertes “realiza una operación desacralizadora que consiste en la centralización de los márgenes, en convertir lo que es socialmente fronterizo en elemento simbólico fundamental”.

 *Nota publicada en Revista Zoom

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