miércoles, 22 de octubre de 2025

Acerca de "Una batalla tras otra", film de P. Anderson

Tenía que venir el cine, incluso en un film norteamericano de taquilla con un elenco del más destacado de la industria, para poner sobre la mesa aquello que ni la militancia política ni la intelectualidad crítica tienen el coraje de enunciar hoy en día (y desde hace tiempo): que la lucha armada puede no ser una mera cuestión del pasado.

 

Ya he visto algunas críticas en los mass media, que destacan la obra solo al precio de reducir el brillante film de Paul Thomas Anderson a una suerte de comedia de enredos, más allá de que destaquen su inspiración en una novela del gran escritor Thomas Pynchon.

 

Un grupo que acciona contra los puntos neurálgicos del poder de represión sobre las corrientes migratorias en Estados Unidos, los desafíos de sobrevivir clandestinamente en la era de tecnologías digitales y un film que no tiene empacho en explayarse durante casi tres horas para hacer honor a lo mejor que el cine puede dar: una buena historia, con excelentes actuaciones y un trabajo de combinación casi perfecta entre imágenes y banda sonora.

 

Teyana Taylor, la revolucionaria Perfidia que deviene en desertora; Leonardo DiCaprio, el revolucionario derrotado que se dedica por años a cuidar de “los malos” a su hija Willa (interpretada por la joven Chase Infiniti en su debut cinematográfico); Sean Penn como el coronel Steven J. Lockjaw, militar racista que mientras busca ingresar a una logia supremacista se obsesiona sexualmente con Perfidia y un más secundario pero no menos brillante papel de Benicio del Toro interpretando al sensei que entrena en artes marciales a la hija de la pareja de revolucionarios mientras con paciencia oriental coordina un grupo de ayuda mutua de inmigrantes latinos, entre quienes se encuentran los dinámicos “jóvenes skaters”.

 

La tan comentada escena final de la carretera es de antología, sí, de las mejores persecuciones de la historia del cine, pero el ingreso de las fuerzas federales a un hogar para realizar un allanamiento a lxs resistentes, mientras de fondo se ve en un televisor escenas de “La batalla de Argel” de Pontecorvo, son el s mensaje cifrado de que el cine aún puede seguir conmoviendo desde una virtuosa combinación de trabajo sobre las formas y el contenido. 

domingo, 19 de octubre de 2025

Acerca de "Rengo yeta", último libro de César González


 Por Mariano Pacheco

 

Leí “Rengo yeta” (Reservoir books, 2025), de César González, con atención y una secreta curiosidad, que pasaba por una doble inquietud. Por un lado, respecto del modo en que trabajaba la perspectiva autobiográfica, inundades como estamos por el mercado de las literaturas del yo. Por otro lado, me interesaba “leer” abordajes del mundo carcelario por alguien que atravesó esa situación, inundades como estamos por el mercado de las producciones audiovisuales de las plataformas internacionales (debo confesar que entre Tumberos y El marginal/ En el barro, me quedo con la primera historia, a pesar de que pasaron ya 25 años de su estreno).

 

Por su título –y conociendo la obra literaria y cinematográfica del autor, además de su recorrido vital– intuía una filiación arltiana. Si bien el libro puede ser leído en una cierta atmósfera compartida con la producción de Roberto Arlt, “Rengo yeta” debe su título a la lógica interna de la propia historia, como queda claro al leerlo y como el propio González me confirmó en la entrevista que hicimos para el suplemento Cultura del diario Perfil que será publicada en las próximas semanas: “¿Sabías que en cana los rengos son yeta?”; “Demostrar que no era un rengo yeta, que mi cuerpo no era ningún instrumento de la mala suerte”, escribe respecto de sí, ya que llegó a un Instituto de menores herido en una pierna, luego de ser capturado por la policía tras un intento de secuestro extorsivo.

 

Pero la mirada respecto a este tema, como a todos los demás que aborda, no tienen nada de perspectiva “miserabilista”. También aparecen historias como la del “Rengo Carlitos”, el papá del Peca, a quien Gonzáles dice haber visto “pelear mano a mano con cualquiera” e incluso “bailar rocanrol muchas veces, haciendo piruetas con las muletas, con más destrezas que aquellos que tenían las dos piernas”. Lo mismo sucede cuando se refiere a los “cuerpos populares” en general, sin nombres propios, y escribe: “cuerpos desmenuzados que siguen bailando como si nada. Cuerpos con un extenso umbral de dolor. Mutilaciones que no perturban el alma. Cuerpos habitados por balas, clavos, prótesis, drenados por bolsitas de colostomía. Cuerpos curtidos, que resisten al tiempo sin desgarrarse ni deprimirse”.

 

Algo similar sucede cuando se refiere a la pobreza material, que no siempre va asociada a la infelicidad (“en la calle había lujuria, había aventura”) y a esa capacidad de realizar descripciones cruda, sin rencor (“la vida en la calle es demasiado intensa y fugaz como para estar pensando en los que están presos”… “Ya me había acostumbrado a que mis amigos prometieran cosas que no cumplían”… “Nadie se animaba a decir la verdad. Que si estás preso, no existías”).

 

Por último, me interesó mucho ese recurso narrativo que en cine se denomina flashback, a partir del cual César González da cuenta en el libro de su primer tramo en la estancia carcelaria y, al mismo tiempo, de parte del pasado reciente a ese momento, con recuerdos que se presentan bajo el modo de la conversación entre detenidos.

 

Si bien no ingresa en la cronología el período de detención en el que el autor toma el nombre de Camilo Blajakis (combinando una doble tradición resistente, nacional y latinoamericana) y se sumerge en el mundo de la lectura y la escritura, ya aparecen aquí unos indicios muy potentes de ese doble movimiento: a través de un defensor oficial que comienza a prestarle libros y a través de las cartas que comienza a escribirle a una chica que trabaja en la limpieza de la enfermería y las oficinas del Instituto de detención en el que se encuentra, que ve e intenta seducir a través de la palabra a distancia.

 

Con lo dicho hasta aquí, queda claro que César González logra trabajar la cuestión carcelaria y la narración en primera persona sorteando dos “taras” de la cultura contemporánea: las literaturas del yo (puesto que quien narra da cuenta de un recorrido vital que a su vez da cuenta de un contexto y habilita un conjunto de otras voces) y la espectacularización (muchas veces, también, “caricaturización”) de la cuestión carcelaria, retomando a su modo esa máxima planteada por Walter Benjamin, quien insistía en que mientras los fascistas estetizaban la política, quienes pujaran por la emancipación debían, por el contrario, politizar el arte.

 


 

sábado, 11 de octubre de 2025

Filosofía y autoficción (Taller)



¿Cómo se cuenta una vida?

 

Literatura y filosofía como iniciativas de salud Se viene el último tramo del año del Laboratorio de Experimentación Narrativa “Escrituras sintomáticas” en la Escuela Autogestiva de Literatura Aldo F. Oliva

 

Actividad virtual- Arancelada

Miércoles de 19 a 21- Quincenal

Inicio: 15 de octubre (4 encuentros)

 

COORDINACIÓN: Mariano Pacheco

CONSULTAS: palabrasprofanas@gmail.com

 

LECTURAS:

 

·                     Friedrich Nietzsche: "Ecce homo"

·                     Louis Althusser: El porvenir es largo

·                     Tomás Abraham: La dificultad

·                     Esther Díaz: Filósofa punk. Una memoria

 

 

PROPUESTA

Por segundo año consecutivo sostenemos este espacio que, cada dos meses, se renueva por bloques temáticos y abre su convocatoria para nuevas incorporaciones. Bajo el lema de “seguir el rastro de nuestros síntomas” como programa de escritura, nos proponemos asumir un desafío: o bien comenzar a escribir o bien (si ya lo hacemos con frecuencia) retrabajar cuestiones vinculadas a la composición formal.


Para ello dedicamos un encuentro por mes a escribir nuestros propios textos, guiados por una consigna que sirve para elaborar un texto breve: una entrada de Diario, una crónica o relato, una entrevista narrada, un microensayo, que luego es conversado colectivamente.


El proceso culmina con una devolución personalizada, con corrección y sugerencia de edición por parte del coordinador. Por otro lado, dedicamos el otro encuentro del mes a conversar sobre las lecturas seleccionadas, y rescatar aquellos elementos que pueden servirnos para nuestras propias escrituras.


En este tramo de octubre- noviembre abordaremos, por un lado, una lectura de textos autobiográficos escritos por filósofxs (de Alemania y Francia, pero también de la Argentina contemporánea) y, por otro lado, buscaremos realizar nuestros propios ejercicios de memoria respecto del vínculo entre filosofía, literatura y formas de vida, en la búsqueda de trabajar un núcleo de recuerdos que nos disparen la propia escritura, una textualidad que trataremos de usar como insumo para pensar los vínculos entre experiencia y ficción.

 

domingo, 5 de octubre de 2025

Acerca de "Un día de octubre en Santiago", el libro de Carmen Castillo sobre Miguel Enríquez


Por Mariano Pacheco


Un día de octubre en Santiago, el libro de Carmen Castillo sobre Miguel Enríquez está zurcido con palabras amorosas en las que se entremezclan la ternura, la sutileza y una suerte de “estética de los detalles”. Cuando la muerte de un revolucionario inspira la persistencia de la resistencia antidictatorial y los sueños socialistas de una patria grande libre y emancipada.

Este libro escrito en francés (“la lengua del exilio” –como dice la autora en el prólogo a la edición mexicana de 1982–, pues se necesita de una lengua extranjera “para soportar la memoria de los ausentes”), publicado y reeditado en castellano en varias oportunidades y países, no sólo reconstruye la caída en combate del máximo dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) aquella tarde del 5 de octubre de 1974, y la caída (detención por parte de la DINA) de la propia autora (militante de la misma organización, compañera de vida del emblemático dirigente), sino que constituye un documento imprescindible para revivir (a quienes les da la edad) o acercarnos a la historia (a quienes somos más jóvenes) lo que fueron aquellas apuestas de revolución que atravesaron el continente en los años setenta. En este caso, además, con el plus de haber sido el único proceso del continente que intentó albergar la posibilidad del socialismo por vía democrática, y que fuera tan brutalmente reprimido tras el golpe de Estado que lleva a Pinochet a la larga presidencia de facto que servirá como laboratorio del neoliberalismo a escala mundial.

El trabajo de reconstrucción que hace Castillo con su escritura es obsesivo: qué pasó ese día, como lo recuerda la propia autora, qué tienen para decir sus compañeras y compañeros más allegados sobre cómo vivieron, dónde estaban y que hacían ese 5 de octubre, atraviesan toda la narración, que oscila entre la biografía, la autobiografía, la crónica histórica, el balance histórico-militante. Escribir para buscar la verdad, para sostener una memoria, para dar cuenta también de aquellas otras vidas que no siempre han salido a relucir en el panteón de nombres recordados.

Una vida que se acaba (que es arrebatada por la represión), otras vidas que siguen, que se recomponen y relanzan hacia nuevas aventuras. La fuerza irradiadora de Miguel es traída a cuento una y otra vez: Enríquez y el impulso que la invocación de su nombre inspira a quienes ya han caído bajo las garras homicidas de los represores. Enríquez y la confianza que inspiraba entre sus compañeras y compañeros para seguir peleando contra la dictadura que derribó al presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 (golpe que se cobró su vida, recordemos, el pacifista y coherente socialista casco en la cabeza y metralla en mano –regalada por Fidel Castro– defendiendo el proceso hasta último momento en la Casa de la Moneda).

La caída de Miguel en 1974, y la autora, única compañía a su lado aquél día, que rememora los minutos previos a la muerte de su compañero, y sus palabras pronunciadas mientras ella yacía herida: “Catita, despiértate Catita”. Sus manos que sienten las de él, que dejan por un instante la ametralladora AK con la que se defiende del ataque de los esbirros (esa que emitía ese ruido silbante que ella no conocía hasta entonces). Escucha su voz, siente sus labios que los besan por última vez. ¿Era la ternura que el Comandante Guevara recomendaba a los revolucionarios no perder jamás, a pesar de los endurecimientos que la lucha abierta contra un enemigo atroz imponía? Algo de eso parece rescatar la autora, en pasajes como el citado, o como ese otro en donde rebate la afirmación de un militante, que dice que los muertos “no merecen lágrimas sino combate”. Ante tal postulado la autora retruca: “los muertos tienen derecho también a que los lloremos. También tú, Simón, tienes derecho a la ternura y a las lágrimas”. ¿Sería esa ternura que el propio Miguel militó en vida, con gestos como el de inventar pequeños poemas y componer canciones para las niñas y niños con los que compartía el día a día incluso en medio de una lucha abierta?

“Miguel Resiste. En el cuarto de los detenidos no se dijo palabra alguna… La mano de Amelia tomó la mano de Carolina, y Carolina tomó la del compañero a su lado… En segundos, todos se tomaban de la mano, trazando un círculo. Nos tocábamos con una plegaria en el corazón… Miguel Resiste. La DINA tiene heridos y muertos. Las manos se estrechaban… La Internacional retumba en la casa de José Domingo Cañas. Un suspiro, un redoble de murmullos se propaga de oído en oído: Miguel no ha muerto”.

¿Era esa fuerza militante la que hacía que incluso los milicos respetaran a los miristas? Tal como cuenta la autora, hasta algún Mayor de las Fuerzas Armadas de tanto en tanto ingresaba en el cuarto de los militantes detenidos para reconocerlo ante ellos (“no sé qué me sucede con estos cabros del MIR que no puedo odiarlos”). Si eso sucedía con sus enemigos no hace falta imaginar qué sucedía entre las filas revolucionarias. “En cuanto me hundía en la desesperación, en cuanto me faltaban fuerzas, lo veía al Miguel. Miguel me sonreía y me decía: Amy, mantente en vida, no flaquees”, podemos leer de la transcripción de la voz de Amelia, una de sus compañeras, citada en otro tramo de este libro.

 

Escribir, resistir, existir

Este libro es un trabajo digno de aquello que nos hemos empecinado en denominar como “escrituras sintomáticas”. En este caso aparece un procedimiento que se torna fundamental a la hora de resistirse a ser encasillada bajo la denominación burguesa de “literatura del yo”: un desdoblamiento entre la primera persona del singular que narra y una tercera persona del singular que es la personaje-protagonista (con pseudónimo, o “nombre de guerra”, como se decía en la época) se entremezcla a su vez con una tercera persona del plural que da cuenta de una experiencia colectiva (la militancia mirista). Es, por lo tanto al mismo tiempo– un tipo de escritura política (la historia de Miguel y de la autora es a su vez la historia de Simón Enríquez y de Laura Allende, de “La Abuela”, y de tantas y tantos anónimos que, desde diversos puestos de combate, no se resignaron cuando los sueños de emancipación condujeron a pesadillas de muerte de quienes tuvieron como oficio el calvario de las vidas ajenas). Tal vez por eso Castillo escribe en el epílogo a la edición francesa de 1980: “este no es un libro político, pero relata una historia política”. Y también: “luchamos contra falsos olvidos”. Queda claro y por si hay dudas nos lo advierte: “en estas cosas no hay inocencia”. Es bueno declarar de qué lecturas somos culpables, supo decir alguna vez Louis Althusser y sus palabras resuenan al leer este libro.

Un día de octubre en Santiago llegó a Buenos Aires, de parte de la editorial chilena LOM, hace algunas semanas. Primero lo coloqué en la pilita de “libros por leer”, pero rápidamente se despertó en mí una secreta curiosidad que me llevó a hojearlo y ahí sí, una vez que empecé, no pude para hasta terminarlo.

Lo leo en el contexto del “experimento argentino en curso”, como Cecilia Abdo Ferez denomina a la alianza electoral- gubernamental del libertarianismo de extrema derecha de Javier Milei y pienso en la importancia de las referencias del pasado que pueden inspirar nuevos combates (relectura del pasado en función de combates presentes para reabrir posibilidades de otros futuros, muy lejos de la melancolía de izquierda que se regodean en los fracasos para idolatrar todo lo que ya ha sido).

Pienso en aquello que Castillo cuenta en su libro: cómo Enríquez ofició de bandera, una vez asesinado, que llevó a muchos exiliados a regresar a su patria para seguir librando las batallas necesarias para que el pueblo chileno recupera su soberanía conculcada por los dictadores. “Hay mil cosas que pueden hacerse, aun en las peores circunstancias”, escribe la autora, luego de haber sido liberada (y expulsada del país) tras la presión internacional que reclamaba por esa mujer embarazada que permanecía rehén de la dictadura.

Escritura de la demora, entonces, luego de tantas urgencias (el libro comienza a materializarse en su escritura en 1987, cuando obtiene un permiso transitorio para retornar a su patria), pero también, escritura de la conversación (con sus antiguos camaradas) y, por qué no, escritura de la recomposición subjetiva. Tal como Castillo misma lo atestigua en este libro. “París: aquí es donde volví a la vida, donde volvía ser mujer, y luego militante, es cierto que singular, pero así y todo… una militante”.

Su trabajo como documentalista así da cuenta: experiencia de mutación existencial, que la llevó a recalibrar sus ámbitos de intervención, pero nunca a confundir las veredas desde donde situar su punto de vista. Escribir y filmar para resistir, para existir.

 

Rehacer el camino

Escribe Carmen Castillo en Un día de octubre en Santiago:


“Miguel decía, permaneceremos, es preciso para evitar la desbandada, para organizar el repliegue, dar forma a los combates de la defensiva e impedir el arraigamiento estable de la dictadura. Responder al golpe de Estado, a la violencia militar, a la derrota, levantando trincheras y replegarse combatiendo. Si estamos vencidos en algún momento, dispersarse ordenadamente, rehacer el camino, retroceder sin jamás detener la revuelta, resistir siempre. Miguel decía en sus cartas sobre papel de cigarrillos, la amplitud de la derrota dependerá de cómo reacciona y se comporta la voluntad de lucha. Si se pliega, flaquea y se torna pesimista, entonces cederá, se quebrantará y se dejará vencer. Si aguanta, despliega su iniciativa y su astucia. Si resiste, entonces seguirá entera, viva y se difundirá. Miguel tenía razón, aún en los peores momentos mantuvimos la certidumbre de que en Chile había algo más que militares y patrones y nutrimos una resistencia subterránea, silenciosa. Los clandestinos permitieron que sobreviviera la lucha que ahora germina”.

 

Esa lucha que germinó tiene distintas gradaciones y frecuencias históricas. Podemos pensar en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez que emergió en los ochenta, en la tenaz apuesta por sostener las memorias de la resistencias una vez que Pinochet finalmente abandona la presidencia (aunque manteniéndose como comandante en Jefe de las fuerzas Armadas y como “Senador vitalicio”) o ya más cerca en el tiempo, con el grito de “No fueron 30 pesos fueron 30 años” de los estudiantes que dan puntapié a la revuelta popular que, en 2019, toma las calles para intentar dar una vuelta de página a toda esa historia que interrumpe los anhelos de transformación profunda en 1973.

 

Al fin y al cabo, son las luchas que florecen las que permiten de algún modo redimir a quienes pelearon antes, como supo escribir Walter Benjamin, y también a nosotras, a nosotros, nos envuelva esa ráfaga de viento que envolvía a los de antes. Para que la política no sea mera gestión de lo existente, sino más bien –y estas son palabras de la propia Carmen Castillo– para que sea “todo aquello que no se inclina frente a lo imposible”.




 

miércoles, 1 de octubre de 2025

Filosofía y autoficción: ¿cómo se cuenta una vida?


 

 

Literatura y filosofía como iniciativas de salud

 

 

Laboratorio de Experimentación Narrativa

“Escrituras sintomáticas”- Escuela de Literatura A.F. Oliva

 

Coordinación: Mariano Pacheco

Actividad virtual- Arancelada

 

Miércoles de 19 a 21- Quincenal

Inicio: 15 de octubre (4 encuentros)

 

CONSULTAS:

palabrasprofanas@gmail.com

 

 

LECTURAS

Friedrich Nietzsche: Ecce homo

Louis Althusser: El porvenir es largo (selección)

Tomás Abraham: La dificultad (selección)

Esther Díaz: Filosofía de la vejez (selección)

 

 

PROPUESTA

Por segundo año consecutivo sostenemos este espacio que, cada dos meses, se renueva por bloques temáticos y abre su convocatoria para nuevas incorporaciones. Bajo el lema de “seguir el rastro de nuestros síntomas” como programa de escritura, nos proponemos asumir un desafío: o bien comenzar a escribir o bien (si ya lo hacemos con frecuencia) retrabajar cuestiones vinculadas a la composición formal.

 

Para ello dedicamos un encuentro por mes a escribir nuestros propios textos, guiados por una consigna que sirve para elaborar un texto breve: una entrada de Diario, una crónica o relato, una entrevista narrada, un microensayo, que luego es conversado colectivamente. El proceso culmina con una devolución personalizada, con corrección y sugerencia de edición por parte del coordinador. Por otro lado, dedicamos el otro encuentro del mes a conversar sobre las lecturas seleccionadas, y rescatar aquellos elementos que pueden servirnos para nuestras propias escrituras.

 

En este tramo de octubre- noviembre abordaremos, por un lado, una lectura de textos autobiográficos escritos por filósofxs (de Alemania y Francia, pero también de la Argentina contemporánea) y, por otro lado, buscaremos realizar nuestros propios ejercicios de memoria respecto del vínculo entre filosofía, literatura y formas de vida, en la búsqueda de trabajar un núcleo de recuerdos que nos disparen la propia escritura, una textualidad que trataremos de usar como insumo para pensar los vínculos entre experiencia y ficción.