Tenía
que venir el cine, incluso en un film norteamericano de taquilla con un elenco
del más destacado de la industria, para poner sobre la mesa aquello que ni la militancia
política ni la intelectualidad crítica tienen el coraje de enunciar hoy en día
(y desde hace tiempo): que la lucha armada puede no ser una mera cuestión del
pasado.
Ya
he visto algunas críticas en los mass media, que destacan la obra solo al
precio de reducir el brillante film de Paul Thomas Anderson a una suerte de
comedia de enredos, más allá de que destaquen su inspiración en una novela del
gran escritor Thomas Pynchon.
Un
grupo que acciona contra los puntos neurálgicos del poder de represión sobre
las corrientes migratorias en Estados Unidos, los desafíos de sobrevivir clandestinamente
en la era de tecnologías digitales y un film que no tiene empacho en explayarse
durante casi tres horas para hacer honor a lo mejor que el cine puede dar: una
buena historia, con excelentes actuaciones y un trabajo de combinación casi
perfecta entre imágenes y banda sonora.
Teyana
Taylor, la revolucionaria Perfidia que deviene en desertora; Leonardo DiCaprio,
el revolucionario derrotado que se dedica por años a cuidar de “los malos” a su
hija Willa (interpretada por la joven Chase Infiniti en su debut
cinematográfico); Sean Penn como el coronel Steven J. Lockjaw, militar
racista que mientras busca ingresar a una logia supremacista se obsesiona
sexualmente con Perfidia y un más secundario pero no menos brillante papel de Benicio
del Toro interpretando al sensei que entrena en artes marciales a la hija de la
pareja de revolucionarios mientras con paciencia oriental coordina un grupo de
ayuda mutua de inmigrantes latinos, entre quienes se encuentran los dinámicos “jóvenes
skaters”.
La tan
comentada escena final de la carretera es de antología, sí, de las mejores persecuciones
de la historia del cine, pero el ingreso de las fuerzas federales a un hogar
para realizar un allanamiento a lxs resistentes, mientras de fondo se ve en un
televisor escenas de “La batalla de Argel” de Pontecorvo, son el s mensaje
cifrado de que el cine aún puede seguir conmoviendo desde una virtuosa combinación
de trabajo sobre las formas y el contenido.
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